Hace tiempo, siendo estudiante de posgrado, se comentó en una clase que daba la sensación de que era a los profesores veteranos y con experiencia a los que les correspondía hacer grandes manuales de referencia. El profesor en ese momento contestó indignado que le parecía injusto: “¿Es que los jóvenes no podemos entonces tocar trabajos de largo plazo y nos tenemos que dedicar a especializarnos de forma absoluta?”. Ciertamente el comentario era una generalización exagerada, pero reflejaba lo que uno siente al leer este libro, en el que Marichal ofrece un recorrido de largo plazo de los primeros compases de la banca en América Latina. El autor empieza con los proyectos -generalmente fracasados- de establecer las primeras entidades en la región a principios del siglo XIX hasta las crisis que retrasaron la consolidación de los sistemas bancarios entre las décadas de 1850 y 1870.
Lo primero que puede encontrar el lector es que esta es una obra de amplio espectro, tanto por tratar un periodo extenso, como por abarcar de forma exhaustiva las entidades bancarias de una región en la que la norma han sido los estudios de caso, o las historias regionales y nacionales. Es precisamente esta ambiciosa perspectiva la que permite al autor dialogar con los grandes estudiosos del desarrollo de la región en el largo plazo, tanto con aquellos que lo han hecho desde la historiografía latinoamericana (Cárdenas, Bértola, Ocampo…) como desde la anglosajona (Acemoglu, Johnson, Robinson, Coatsworth, Haber…). En el fondo, éste es el objetivo principal del libro: entre una literatura que ha tratado el tema del atraso económico de América Latina en el siglo XIX, Marichal se cuestiona dónde estaba el sistema financiero en todo ello. Esto lo hace reivindicando un sector clave en el desarrollo capitalista, tanto por su impacto en los sistemas monetarios (p. 136) como por ser intermediario en el comercio mediante letras de cambio (p. 181).
Para lograrlo, el autor comienza con un primer capítulo sobre la configuración del sistema financiero en la etapa colonial, sección en la que busca destacar la gran sofisticación financiera existente para los parámetros de la época. Esto permite al lector tener un punto de partida de los acontecimientos que se darían en las siguientes décadas y reforzar la idea de que el atraso financiero con respecto a otras economías de Europa y de Estados Unidos llegaría años después, durante el surgimiento de los nuevos estados independientes. A partir de este punto Marichal establece una periodicidad que podrá ser la referencia para futuros estudiosos del tema: unos primeros años en los que se desarrollarán los proyectos bancarios iniciales (1820-1850), una segunda etapa de despegue de la banca en gran parte de la región (1850-1873) y una última que se mimetiza con la anterior en la que se sucedieron diferentes crisis en el sector (1857-1878).
El segundo capítulo destaca los diversos experimentos que se llevaron a cabo en la región -algunos con más éxito que otros- vinculados al auge de grupos de comerciantes exportadores de determinadas zonas como Río de Janeiro o Buenos Aires, casos que el autor estudia con mayor detenimiento. Es en este punto dónde hay que destacar uno de los principales méritos de la obra y de su autor: la capacidad de aunar con gran profundidad experiencias del mundo hispanoamericano y brasileño. Este tipo de iniciativas se han de hacer cada vez más comunes y son muy valiosas para permitir abrir un diálogo entre historiografías separadas por barreras lingüísticas y culturales que poco a poco hay que ir derribando.
En el tercer capítulo se llega al núcleo del texto, que consiste en la descripción y análisis de las diferentes experiencias bancarias en la región, que se extendieron a partir de la década de 1850 y hasta 1873. Esta sección, la más larga del libro, es la gran aportación de Marichal ya que en ella consigue aunar experiencias de toda Latinoamérica y realizar un análisis comparativo con el que extrae una serie de conclusiones. Entre ellas, destacan algunas ideas (p. 296), como la de que el fenómeno bancario fue impulsado por élites locales y no tanto por parte de inversores británicos; la preeminencia de la banca comercial frente a la hipotecaria; o los vínculos con los gobiernos que hicieron que determinados bancos llegaran a obtener privilegios de emisión en monopolio. Aunque no todo son puntos en común, ya que esta labor de contraste también permite entender que las tradiciones bancarias tuvieron sus particularidades según el país: el desarrollo bancario fue más cercano al Estado en el caso de Argentina y Brasil; más vinculado a los hacendados y exportadores del azúcar en Cuba; o más relacionado con la actividad minera en el caso mexicano. Aparte de las conclusiones del autor, este capítulo puede ser un buen punto de partida para que otros estudiosos puedan conocer diversas experiencias bancarias con las que enriquecer sus perspectivas nacionales y superar las barreras de la historiografía nacional.
Llegados a este punto, el atraso latinoamericano en términos financieros comparado con el europeo y el estadounidense, era ya era consi de ra ble, pero, en cualquier caso, entre 1850 y 1873 se crearon más de 90 entidades bancarias. Se dio lo que el autor denomina “un temprano auge del capitalismo en la región” (p. 209). ¿Cuáles fueron los factores que impulsaron este cambio? A la hora de buscar una respuesta a esta pregunta hay que destacar el escepticismo de Marichal ante las explicaciones institucionales de por qué fue éste el momento de la gran expansión del sector. En lugar de ello, el autor subraya factores políticos, de dinamismo exportador, o de conveniencia y de las élites locales como protagonistas de los cambios financieros. Uno de los ejemplos esgrimidos son los casos de Brasil y Cuba, con regímenes políticos muy alejados del liberalismo teórico pero, en la práctica, territorios con una mayor estabilidad política y económica donde se crearon gran cantidad de instituciones de crédito.
El cuarto capítulo es el más particular dentro de toda la obra y está dedicado no tanto al propio desarrollo de la banca sino al análisis de las discusiones regulatorias que se dieron alrededor de la misma. Se trata específicamente de los debates entre banca libre y banca con monopolio de emisión, tema que en perspectiva regional se ha estudiado poco hasta el momento y que será de particular interés para los especialistas en historia financiera. En esta sección Marichal narra las discusiones públicas y legislativas que se dieron al respecto en Brasil y México. En paralelo, el autor se detiene a analizar las experiencias de banca en Chile y Colombia, países “que más se aproxima[ro]n a un modelo puro de banca libre” (p. 358). En el caso específico de ambos países, dado que el capítulo ahonda en los problemas regulatorios, se echa en falta algo más de la historia del propio desarrollo del sector (faltan instituciones, personajes y periodicidades). No obstante, incluir esto hubiera implicado aumentar la extensión de una obra que ya de por sí supera las 500 páginas.
Finalmente, el último capítulo aborda las diferentes crisis bancarias que se fueron sucediendo en América Latina a partir de la década de 1850. En su análisis el autor dedica un gran esfuerzo a establecer víncu los entre estos momentos de dificultades con las crisis financieras internacionales que se dieron tanto en 1857 como en 1873. Se señalan los precios y la demanda de las materias primas como ejes transmisores de la inestabilidad financiera desde Estados Unidos y Europa hacia América Latina. Las dificultades que vivieron los bancos en esos años demuestran (en palabras del autor): “la considerable fragilidad del temprano capitalismo en la región” (p. 360). En ese sentido, dichos problemas dificultaron la consolidación de auténticos sistemas bancarios que no llegarían hasta finales del siglo XIX, una vez que se consolidara el auge exportador de materias primas.
Contextualizada ya la obra y mostradas las principales tesis del autor, sólo falta proceder a una reflexión sobre algunas de las principales características del texto. En primer lugar, destaca la capacidad de síntesis: se aborda el tema de los sistemas bancarios desde varias perspectivas (leyes, actores, política, vínculos con el comercio…), en múltiples países, y es muy amplio en el tiempo. Con esta publicación, el autor logra aunar los conocimientos acumulados de diferentes historiografías y exponerlos al resto de especialistas. Todo esto se ha conseguido mediante una extraordinaria recopilación de fuentes entre las que se incluyen aportaciones recientes, ya que 36 son publicaciones de los últimos cinco años de alrededor de 520 obras citadas. Además, la forma en la que se ha realizado constituye una reivindicación claramente latinoamericanista, buscando una ruptura con la rígida división nacional de la historiografía que impera en el continente. Eso sí, se ha hecho sin perder de vista las particularidades regionales que permiten matizar cualquier intento de generalización y caricaturización. Otro punto a tratar es el potencial de divulgación con el que cuenta la obra: la narrativa está hilada de tal forma que se hace muy amigable para aquellos no familiarizados con el tema, al tiempo que no renuncia a aportar a los ya expertos. Todo esto se complementa con el notable esfuerzo por desarrollar una web paralela al libro en la que se puede acceder a gran cantidad de estadísticas e información adicional.1
Para concluir, hay que mencionar que el libro de Marichal consiste en un nuevo manual de referencia que ha llegado para reunir el conocimiento sobre el origen de las entidades de crédito en América Latina. Éste podrá ser de utilidad a una amplia gama de lectores: desde aquellos que dan sus primeros pasos en el mundo de la historia económica, incluso por afición, hasta los especialistas en la materia que llevan años estudiándola. Para estos últimos, Marichal dedica una parte final señalando diferentes lagunas historiográficas y vías por las que ha de seguir avanzando la investigación en el campo.
Volviendo al comienzo de esta reseña: nos encontramos ante un texto que no sólo refleja el trabajo de unos años, sino que es el resultado de una vida profesional dedicada al estudio de la historia económica, particularmente a los temas financieros. Este libro es un ejemplo más que demuestra que los investigadores jóvenes pueden llegar a realizar trabajos de esta envergadura, pero sin duda lo tendrán más difícil.