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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.74 no.1 Ciudad de México jul./sep. 2024  Epub 23-Ago-2024

https://doi.org/10.24201/hm.v74i1.4564 

Reseñas

Sobre Consuelo Naranjo Orovio, Cartas con historia. Pedro Henríquez Ureña entre América y España

Francisco Joel Guzmán Anguiano1 

1El Colegio de México

, Consuelo. Cartas con historia. Pedro Henríquez Ureña entre América y España. Santo Domingo: Archivo General de la Nación, 2021. 460p. ISBN: 978-994-561-377-3.


La búsqueda por definir el carácter de aquello que actualmente reconocemos como América Latina ha sido un esfuerzo constante en el actuar de pensadores e intelectuales desde la emancipación de las naciones americanas del imperio español a inicios del siglo XIX. Estos cuestionamientos han permitido estructurar circuitos de comunicación entre distintas espacialidades del continente americano y más allá de él, cruzando el océano Atlántico. A través de estos circuitos han circu la do cartas, producciones culturales y conocimientos. Todos estos elementos han desembocado en interrogantes, debates y polémicas que han dado forma a la reflexión sobre el ser americano y aquello que lo caracteriza.

El trabajo más reciente de Consuelo Naranjo toca uno de los capítulos más significativos en la construcción de esas redes dialógicas transoceánicas y en la búsqueda por definir lo americano. Profundizando en la figura de Pedro Henríquez Ureña y los circuitos de comunicación que construyó a lo largo de su vida, Naranjo explora las formas en que el intelectual dominicano, a través de estas conexiones, dio forma a una reflexión acerca del carácter de la América hispana y las raíces y lazos culturales que ésta sostenía con España. Buscando difundir la correspondencia que Henríquez Ureña intercambió con intelectuales hispanos y americanos, como Tomás Navarro Tomás, José Moreno Villa, Ramón Menéndez Pidal, Federico de Onís, José Vasconcelos, Alfonso Reyes, entre otros más, la autora busca establecer cómo a través de estos circuitos se construyeron una serie de proyectos comunes en el terreno educativo y de las humanidades, cuya principal preocupación era la comprensión y entendimiento entre realidades comunes, pero que a sus ojos, habían permanecido inconexas a partir de la incomprensión de sus características y particularidades culturales.

Bajo la coyuntura de la crisis identitaria española de la generación del 98 y la influencia del Ariel de Rodó en la comunidad intelectual americana, la construcción de ideas y proyectos en común que realizó esta comunidad intelectual durante las primeras cuatro décadas del siglo XX, y cuyo botón de muestra es Henríquez Ureña, forma parte de un esfuerzo colectivo transnacional en cuyos fundamentos estaba la preocupación por la “modernización” cultural e intelectual tanto de España como de la América hispana, a través de iniciativas como la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), el Centro de Estudios Históricos o la promoción de intercambios académicos y estudios conjuntos en materia lingüística, literaria o histórica. Estas iniciativas compartidas articularon un discurso de identificación hispanoamericanista, volcando en ello un esfuerzo de comprensión mutua que dejase de lado las antiguas tensiones y pretensiones hegemónicas y en su lugar se avocara a encontrar los estratos que unían a ambos lados en una cultura en común. Estas interacciones cara a cara o por medio de epistolarios resultaron, desde la visión de la autora, una especie de “diplomacia transnacional” que articuló los esfuerzos de estos intermediarios en la composición de estas iniciativas, aprovechando sus viajes o puestos en instituciones públicas o privadas en pos de este esfuerzo común.

Por ello para Consuelo Naranjo resulta necesaria la articulación de la noción de “redes intelectuales” como una herramienta analítica para comprender la circulación tanto de conocimientos como de personajes que interactuaron a través de estos circuitos, ya fuese que coincidieran espacialmente en alguna latitud del continente o de España, o se encontraran separados geográficamente en lugares como Madrid, Buenos Aires, Nueva York, San Juan, ciudad de México o Santo Domingo. Para ello retoma la concepción propuesta por Eduardo Devés Valdés sobre la construcción de vínculos comunicativos entre pares en igualdad de condiciones y durante prolongados periodos de tiempo. A su vez, la figura de Pedro Henríquez Ureña juega como eje central para comprender esta estructura de redes intelectuales. La autora concibe que el dominicano resulta una conexión fundamental para comprender las articulaciones académicas entre América y España de la primera mitad del siglo XX, debido a su destacada labor como ensayista y estudioso de la literatura continental e impulsor de los estudios sobre la cultura americana, lo que lo posiciona como uno de los “egos” esenciales del entorno intelectual latinoamericano.

Para atender estos aspectos que preocupan a la autora, el libro está estructurado en dos grandes partes. La primera de ellas es un estudio introductorio en el cual Naranjo Orovio se vuelca a explicar la construcción de las comunicaciones y proyectos articulados dentro de esta red intelectual desde la mirada y contrapunto de Henríquez Ureña. Aprovechando el amplio corpus documental a su disposición, conformado mayoritariamente por la correspondencia que el dominicano intercambió con los otros interlocutores de esta red intelectual, y en menor medida por libros y publicaciones periódicas, la autora recalca los estratos del diálogo e iniciativas culturales emprendidas por esta comunidad intelectual, que interconectó personas e instituciones de diferentes espacialidades y temporalidades, como la ya mencionada JAE, el Centro de Estudios Históricos encabezado por Ramón Menéndez Pidal, la Residencia de Estudiantes de Madrid, La Casa de España en México, (transformada más tarde en El Colegio de México), el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires, el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, el Fondo de Cultura Económica, entre otras más.

La circulación de Pedro Henríquez Ureña entre diversas espacialidades del continente americano y España a lo largo de su vida, en una especie de peregrinar eterno, sirve como eje conductor del trabajo de Consuelo Naranjo, vinculando su movilidad geográfica con su transformación, tanto intelectual como relacional, mostrando la evolución en las relaciones que el dominicano construyó primero con sus compañeros del Ateneo de la Juventud en México, los miembros del Centro de Estudios Históricos en Madrid, o los círculos intelectuales argentinos. Conforme la narrativa avanza cronológicamente hacia las décadas de 1930 y 1940, la tensión de la situación política global y regional se hace palpable en los distintos puntos que conectan estas redes, pues la situación de la Guerra Civil española y el posterior exilio republicano van inundando los contenidos de la correspondencia, conllevando una profunda preocupación por los porvenires de los interlocutores, pero estableciendo lazos de solidaridad y apoyo mutuo, además de repensar los proyectos, intereses y agendas en común.

Pero el arduo trabajo de investigación realizado por Consuelo Naranjo destaca algunos aspectos que es necesario poner en tela de juicio, siendo en este caso la centralidad de Pedro Henríquez Ureña como ego articulador de esta red y sus proyectos derivados. La comprensión de este tipo de comunidades a través de estudios prosopográficos ha permitido comprender que los alcances y límites de acción de cada uno de los miembros varían de acuerdo con la posición que van ocupando a lo largo del tiempo. En este caso, salvo su posición como superintendente de Enseñanza Pública en República Dominicana, Henríquez Ureña no ostentó posiciones con grandes márgenes de acción en la estructuración de iniciativas culturales en términos institucionales. Por ello resulta necesario poner en balance las posibilidades y limitaciones que tuvo el dominicano a la hora de plantear o respaldar diversas iniciativas que circularon por la correspondencia.

La segunda parte del libro se conforma de un amplio anexo documental compuesto por la correspondencia que Pedro Henríquez Ureña intercambió a lo largo de su vida, desde su primera estancia en México durante la primera década del siglo XX, hasta sus momentos finales en Argentina durante la década de 1940. Esta sección está conformada por material de archivo proveniente de diversos acervos americanos y europeos, como el Archivo General de la Nación de República Dominicana, el Archivo de la Universidad de Puerto Rico, el de la Residencia de Estudiantes de Madrid, los archivos de la Universidad de Harvard, la Capilla Alfonsina o el Archivo de El Colegio de México. Este esfuerzo por recopilar en extenso esta correspondencia resulta enormemente valioso, ya que pone en diálogo un corpus documental que anteriormente se encontraba fragmentado entre diversas espacialidades y que permite comprender en toda su extensión la red que el dominicano articuló a lo largo de su vida y que le permitió nutrir sus inquietudes intelectuales y mantener un diálogo continuo con colegas con intereses similares.

Pero, a su vez, se echan de menos dos aspectos respecto a la edición de esta correspondencia. En primer lugar, hubiera sido idónea la transcripción y anotación de las cartas, lo que permitiría ahondar en los contenidos y agilizar su consulta. Por otro lado, existen ciertas lagunas documentales que permitirían analizar a profundidad algunos de los proyectos que Henríquez Ureña impulsó en el terreno editorial, sobre todo en sus últimos años de vida. La ausencia de la correspondencia que intercambiaron Henríquez Ureña y Daniel Cosío Villegas durante la década de 1940, y que permitió dar forma al proyecto de la colección Biblioteca Americana, localizada en el Archivo Histórico del Fondo de Cultura Económica, resulta un elemento fundamental para comprender los vuelcos y continuidades que existieron en la percepción del dominicano respecto a los elementos fundamentales que constituían la identidad americana.

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