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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.74 no.1 Ciudad de México jul./sep. 2024  Epub 23-Ago-2024

https://doi.org/10.24201/hm.v74i1.4566 

Reseñas

Sobre Rafael Sagredo Baeza, Historias para la ciudadanía

Macarena Ríos Llaneza1 

1El Colegio de México

Sagredo Baeza, Rafael. Historias para la ciudadanía. Santiago de Chile, Chile: SM Ediciones, 2021. 216p. ISBN: 978-956-403-167-5.


Historias para la ciudadanía es un título que condensa el objetivo y el público de este libro: ofrecer -a una audiencia amplia- una variedad de temas históricos a través de interpretaciones fundadas, cuya lectura signifique no sólo el conocimiento del pasado, sino -y sobre todo- la concientización sobre el valor de pensarnos en el tiempo. Orden natural, hospitalidad, república, miedo, futuro, mapa, nacer, morir, vivir, arte, política, mujeres, Araucanía, Magallanes, guerra, ciencia, soberanía, historia global, autoritarismo, educación, entre otras, son algunas de las palabras que se incluyen en los diferentes títulos de los capítulos que estructuran la obra. Todas nociones que dan cuenta de la variedad de temáticas que explica el libro; diversidad que también se encuentra en las distintas narrativas utilizadas por Sagredo, que van desde las monografías históricas hasta los comentarios bibliográficos; las diferentes escalas que ofrece a lo largo de sus páginas y que permiten transitar entre la región, lo nacional y lo global, y en perspectivas que promueven la reflexión sobre coyunturas específicas y, también, de estructuras que han constituido el desenvolvimiento histórico de una sociedad como la chilena.

A lo largo del libro pueden rastrearse principalmente dos líneas de investigación, a partir de capítulos enfocados sobre todo en el siglo XIX. En primer lugar, la construcción del Estado y de la nación, di ver si fican do los ámbitos que se impulsaron para constituirlos: la or ga niza ción de un sistema político autoritario, el impulso a la producción de conocimiento científico, histórico y las artes, y la creación de un sistema de salud y educación pública. A pesar de que se trata de grandes procesos, este libro no deja de lado las voces de quienes los impulsaron, participaron, demandaron, se beneficiaron o quedaron ajenos a estas trans for ma ciones. Así, a lo largo de la obra encontramos a los enfermos con sus dolores, a los estudiantes padeciendo hambre, a los profesores alentando la educación nacional a la vez que experimentando una escasa valoración de su quehacer, a individuos como Zorobabel Rodríguez criticando la posibilidad de que las mujeres se educaran, y a sujetos como Alberto Blest Gana contrastando la república imaginada con la real. Una segunda línea temática corresponde al estudio de las representaciones, analizando los discursos -y la forma en la que se van construyendo en hegemónicos- sobre la geografía, la historia, los grupos marginados, el contexto sociopolítico, entre otros aspectos. Un logro de este libro es la manera en la que se imbrican estas dos líneas de investigación en una narrativa que permita atender los procesos de organización estatal comprendiendo, a la vez, las subjetividades de los sujetos históricos.

La variedad señalada se encuentra vinculada por el propósito de ofrecer a los lectores historias que informen su propio presente y que permitan aprender una forma de pensar. Si bien ésa debiese ser una finalidad de toda historia, la originalidad de Sagredo radica en el explicitar el modo en la que va construyendo esa mirada. Adaptando temas trabajados anteriormente y añadiendo textos nuevos, el autor elige una narrativa en la que da cuenta del contexto de producción de las interpretaciones que ofrece y de los vínculos entre pasado y presente. Esto le permite explicar de manera clara las continuidades que es posible distinguir en el desenvolvimiento histórico de la sociedad chilena, como la dificultad de construir un sistema de salud y educación pública, que pudiera combatir la precariedad de la población en general y de grupos específicos, como los enfermos, los niños y los adolescentes. Otra constante que se explica en este libro es la manipulación de la información por parte de los grupos de poder para infundir miedo como instrumento político; una estrategia que no sólo hizo circular en distintos grupos sociales la sensación de amenaza, sino también a lo largo del tiempo. Así lo demuestra el hecho de que ha sido una práctica recurrente en diversos momentos, como la organización nacional luego de la independencia, durante el gobierno de José Manuel Balmaceda, en el impulso de una guerra que enfrentó a Chile y Perú contra España en 1865, y en las campañas políticas a lo largo del siglo XX.

Además, el autor evidencia tanto las razones como las posibilidades que ofrece desafiar los estereotipos, los lugares comunes y los relatos autocomplacientes sobre el pasado en Chile. Así lo demuestra su explicación sobre el quehacer de mujeres como Carmen Arriagada o las religiosas francesas que viajaron a Chile en la segunda mitad del siglo XIX. Trayectorias que disputaron y ampliaron las posibilidades de intervenir en la esfera pública en general y en la educación en particular, mostrando -a través de experiencias concretas, como escritos, viajes, la fundación de establecimientos religiosos y la caridad- la proyección de sus prácticas para la transformación de la sociedad chilena decimonónica, junto con las resistencias que implicó la visibilización de estos actores con sus demandas. Lo mismo ocurre con el capítulo dedicado al viaje del naturalista Ignacio Domeyko a la Araucanía a mediados del siglo XIX. Un texto que permite cuestionar las imágenes que se han construido sobre los mapuches, mostrando la forma en la que se elaboraron estos relatos y, sobre todo, delineando otras alternativas que existieron para la comprensión de una cultura, gracias al conocimiento del territorio y al diálogo que sostuvo el viajero polaco con los integrantes de este pueblo originario. Prácticas y representaciones que parecieron ser una excepción en una época cuando se comenzaron a idear y gestionar las estrategias para excluirlas.

Otros capítulos también proponen reexaminar procesos a los cuales se les ha despojado de su carácter histórico, como por ejemplo, el cuestionamiento sobre la conformación del territorio chileno, mostrando los actores, entre los que se cuentan políticos y hombres de ciencia, junto con las tecnologías que contribuyeron a imaginar, constituir y ampliar el espacio nacional. También, la reflexión sobre la supuesta excepcionalidad y estabilidad chilena en el concierto americano, explicando los costos que significó el afán de orden de quienes organizaron y dirigieron la República, alentando la reflexión sobre la proyección de la idea de “singularidad” chilena en tanto mecanismo que fue aislando al país y promoviendo la violencia. Una interpretación que, además, posibilita interrogarse respecto de la fragilidad del sistema democrático en la historia de Chile.

Esto último es un tema que también es explorado en el capítulo final, que es un comentario sobre la obra de Edward J. Watts República Mortal. Cómo cayó Roma en la tiranía (2019), libro que evidencia el impacto de las prácticas de distintos actores en la decisión de construir o fragilizar el sistema político. La inclusión de ese capítulo refuerza el objetivo del autor, que no es ofrecer una nueva historia de Chile, sino una creativa forma de plantearla, explicando una historia que permita a los lectores tomar conciencia de la proyección del conocimiento y del valor del pensamiento histórico. En este sentido, Sagredo no se preocupa sólo por entregar resultados, sino por dar a conocer los mecanismos que permiten que la historia contribuya a la formación ciudadana, ejemplificando, a través de casos históricos, las oportunidades que ofrece el interpelar -a partir de la evidencia- los relatos conocidos, formular preguntas, pensar relaciones temporales y espaciales, contextualizar procesos históricos, reflexionar y valorar la pluralidad, las alternativas y las tensiones que constituyen las trayectorias históricas de los actores de una comunidad, y la posibilidad de distinguir y cuestionar los vínculos que la conforman.

Las características señaladas resultan una contribución importante, pues como lo demuestra el capítulo titulado “Historia y política” y el artículo “Magallanes: de historia nacional a historia global”, el pasado en Chile ha sido un objeto de interés constante y contingente. Su estudio ha promovido la constitución de una disciplina, pero también ha sido utilizado para legitimar posturas, fomentar propagandas, promover visiones uniformes y excluyentes, entre otras finalidades, como lo ejemplifican las publicaciones de Claudio Gay, Diego Barros Arana y José Toribio Medina. Casos históricos como los que estudia Sagredo promueven que los lectores atiendan a las características del conocimiento histórico y a las condiciones de producción de las investigaciones históricas, junto con la transformación de éstas, para comprender también sus resultados.

Su obra estudia los mecanismos de producción de la historiografía chilena, junto con sus cambios; y, además, valora y aprovecha las transformaciones experimentadas en las últimas décadas, demostrando la diversidad temática que le permite afirmar la existencia de “las historias en y de Chile” (p. 193). En oposición a esta diversidad, Sagredo se refiere en algunas ocasiones a la historiografía tradicional, un concepto que creemos que en la actualidad resulta poco pertinente, pues es difícil definir a qué alude. Esto no sólo por la renovación historiográfica de las últimas décadas, sino porque naturaliza y uniforma -y por lo tanto despoja de historia- la forma en la que cambian las nociones sobre el pasado y su estudio. Ejemplo de esto lo constituye la referencia a la presencia de las mujeres en la historia, que si bien fueron ignoradas en la producción historiográfica chilena hasta entrado el siglo XX, desde hace años se ha posicionado su estudio, ampliando la variedad de perspectivas desde las cuales son abordadas. Entonces, de ser las “olvidadas” pasaron a estudiarse las transgresoras y miembros de las élites; investigaciones que luego se resignificaron como convencionales y que nuevos trabajos ampliaron para explorar a las integrantes de otros grupos y movimientos sociales, con diversas vivencias, subjetividades y experiencias sociopolíticas. En este contexto y considerando dichas transformaciones, ¿dónde se situaría hoy la historia tradicional a la que apela el autor?

“Historia ¿para qué?” es la interrogante que abre el libro en que Sagredo Baeza revisita una antigua -y constante- pregunta disciplinar, y cuya lectura ilumina la de los siguientes capítulos. La respuesta del autor es clara al relevar la función social de la historia como un conocimiento, pero sobre todo “una experiencia valiosa” (p. 12) para la formación de ciudadanos libres y conscientes. Este libro cumple con aquella finalidad permitiendo entender, a través de ejemplos concretos, la formación de la pluralidad y de los sujetos históricos, es decir, de actores que van moldeando futuros posibles. Se trata, además, de casos históricos que permiten comprender a la ciudadanía no sólo como un concepto teórico ni vinculado exclusivamente a la política o al voto. Por el contrario, este libro es una oportunidad de entenderla y valorarla como práctica, mostrándonos experiencias humanas -como lo ejemplifica el citado caso de Carmen Arriagada, exigiendo educación para las mujeres- que han permitido construir espacios de participación, con las posibilidades y limitaciones que eso ha significado, comprobando que no existen realidades dadas, sino que éstas se encuentran en constante construcción y disputa. Por eso, como lo demuestra la estructura del libro, éstas no son historias progresivas, sino que transitan entre diferentes niveles, actores, temporalidades, espacios y perspectivas que permiten entender a la ciudadanía en los hechos y fomentar las características que la hacen posible.

Proponer estas historias sobre Chile como historias para la ciudadanía es una respuesta, también, al contexto en el que se escribió y publicó este libro. En medio de un presente de gran conflictividad por la crisis sociopolítica, de una pandemia y donde se discute gran parte de los temas abordados en este libro, la obra replantea interpretaciones para ponerlas al servicio de la comprensión del presente. En sus páginas podemos encontrar el pasado de la contingencia. Su lectura además resulta enriquecedora, sobre todo en países como Chile, donde durante los últimos años se ha relativizado la relación entre el conocimiento histórico y la ciudadanía, como lo ejemplifica la reforma curricular de 2019, que reemplazó la asignatura de historia en los dos últimos años de enseñanza secundaria por un curso de formación ciudadana. En mayo de 2022 se presentó el informe “Estudio de análisis del enfoque de derechos humanos de niños, niñas y adolescentes en el currículum educativo”, en el cual se confirmó la falta de una perspectiva histórica indispensable para que los estudiantes se educaran en sus derechos, aspecto que resulta esencial para promover el paso de una ciudadanía teórica a la práctica. Combinando la investigación y la difusión histórica, este libro retoma esos vínculos que para algunos no han sido evidentes o parecen fracturados. Así, por los temas que ofrece, esta obra es inquietante para los lectores interesados en Chile en particular y en la historia en general, y por la forma en que lo hace, es estimulante para pensar nuevas formas de producción historiográfica.

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