Introducción y objetivos
La presencia de los gitanos en el mundo hispánico parece tener relevancia incuestionable en la conformación de la identidad propia desde una perspectiva histórico-lingüística, especialmente en España, comparable con la que han tenido, en distinto grado, los judíos, los musulmanes y los indios1, a la luz de los datos que a lo largo de esta investigación consignaremos. A pesar de ser éste un hecho bien conocido, son, proporcionalmente y hasta donde tenemos noticia, escasísimos los trabajos que estudian este tema, de manera particular en lo atinente a la voz gitano y la introducción de los gitanismos en la historia de la lengua española, si bien poseemos conciencia plena de que en el último siglo, y sobre todo en las últimas décadas, este asunto parece empezar a recibir mayor atención por parte de los estudiosos. Esta información apuntala, a nuestro juicio, la idea de que el gitano y los gitanismos permean nuestra cultura, no sólo desde una perspectiva diacrónica, sino actual, a cuyo conocimiento queremos, precisamente, contribuir con este trabajo.
El gran estudioso del elemento gitano en la lengua española, como Adiego (2015, p. 298) ha llamado a Clavería en un reciente trabajo, justifica en “Nuevas notas sobre los gitanismos del español” (1953), y con la mirada puesta en sus Estudios sobre los gitanismos del español (1951), la necesidad de investigar con base científica el gitano y los gitanismos aduciendo, al menos, cinco razones de peso. En primer lugar, considera su trabajo no como término, sino como principio de una tarea que está por hacer. En segundo lugar, apela a trabajos que nos permitan conocer mejor no sólo la lengua de los gitanos o su influencia en el “lenguaje popular de los españoles”, sino su origen e historia. En tercer lugar, el estudioso subraya la idea de que se ha exportado una imagen confusa de los gitanos españoles, más conocidos que otros gitanos, por estar caracterizados según una visión pintoresca y romantizada que de ellos han difundido los propios españoles. En cuarto lugar, Clavería nos habla del vacío de conocimiento que hay en torno a los gitanos, a pesar de las obras escritas sobre ellos, puesto que éstas son, en sus propias palabras, “difícilmente aprovechables para un conocimiento científico de las costumbres de los gitanos actuales”. En quinto y último lugar, hace hincapié en que tanto el cuadro de la historia como el de la lengua de los gitanos en la literatura pueden ampliarse (1953, pp. 73-75).
El presente trabajo se inserta en un marco interdisciplinar y metodológico que es, en parte, deudor de estudios recientes sobre lingüística histórica basados en corpus2 que corresponden a dos grandes disciplinas generales, la lingüística histórica y la historia de los conceptos. En el ámbito de la primera disciplina, este análisis se realiza con base en la filología, la sintaxis y la lexicografía3, y, en el espectro de la segunda, en la historia. Tomamos como punto de partida la concepción de que toda lengua es, en última instancia, “codificación de los significados de un pueblo”, es decir, asumimos la convergencia de lengua, cultura e historia (Company 2019, p. 7). Precisamente, esperamos que el análisis lingüístico nos proporcione resultados relevantes sobre los tres vértices de este triángulo.
El propósito general de esta investigación es estudiar la voz gitano desde su inserción en la lengua española, atendiendo tanto a la Península como al continente americano, y la conceptualización de los gitanos a lo largo de la historia de nuestro idioma, ya que el gitano aparece en la mayoría de los textos como el otro, sobre el cual escriben mayoritariamente quienes no lo son, hecho compartido con los indios, a quienes conocemos mediante textos escritos, fundamentalmente, por españoles, criollos o peninsulares, o extranjeros (Company 2019, p. 7)4. Los objetivos específicos son, respecto de la voz gitano: i) analizar si es definido como individuo o como grupo, y su dispersión diatópica, español en la Península vs. español en América; ii) realizar el estudio lexicográfico de este término; iii) hacer lo propio en fondos archivísticos y documentales. En relación con los gitanismos: iv) determinar cuáles fueron algunas de las primeras inserciones de voces procedentes del caló en el español, y v) mostrar el grado de pervivencia de estos gitanismos en nuestro idioma.
Esta investigación se divide, además de la presente introducción y de las conclusiones, en otros cinco apartados. En “Corpus y metodología” exponemos los materiales y procedimientos que sustentan el análisis de los datos. En “El gitano en la diacronía general del español” realizamos el estudio sintáctico de gitano y egipciano, en concreto, en relación con su grado de individuación y con su documentación en textos peninsulares y americanos. En los dos apartados siguientes, llevamos a cabo el análisis lexicográfico y documental de esta voz. Por último, inmediatamente antes de las conclusiones, presentamos los datos relativos a la introducción de los gitanismos en el español.
Corpus y metodología
Los datos analizados proceden del Corpus diacrónico del español (CORDE)5, base de este trabajo. Además, hemos utilizado, según ha requerido el propio trabajo, información extraída del Corpus de referencia del español actual (CREA), del Corpus diacrónico y diatópico del español de América (CORDIAM), de la Hemeroteca digital (HD), y del Nuevo diccionario histórico del español (NDHE). El análisis lexicográfico se ha llevado a cabo con base en el Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española (NTLLE). Respecto del estudio documental, legal y jurídico, hemos recurrido a los fondos archivísticos disponibles en el Portal de archivos españoles (PARES).
En relación con el fichado, hemos tomado como punto de partida el siglo XVI, período en que se documenta por primera vez la voz gitano6. Su rastreo se ha hecho con base en cortes cronológicos de cien años cada uno: s. XVI > s. XVII > s. XVIII > XIX > s. XX. En determinado momento contradiremos esta pauta metodológica por exigencias de la evidencia empírica. El análisis de las primeras inserciones de gitanismos en el español y el seguimiento de su grado de permanencia en nuestra lengua se hará con base en cortes cronológicos de cincuenta años cada uno: 1801-1850 > 1851-1900 > 1901-1950 > 1951-2000. Con tal medida metodológica, esperamos dotar el trabajo de mecanismos más adecuados para la mejor observación del fenómeno. Como se desprende de esta última información, partimos de la centuria decimonónica por ser ésta, a la luz de los datos hallados, la que propició las primeras inserciones documentadas de gitanismos en la lengua española, lo que arroja un dato particularmente relevante en el estudio de los gitanismos, esto es, la importancia del siglo XIX. Más adelante, trataremos en profundidad esta cuestión.
Hemos llevado a cabo una búsqueda exhaustiva en la que hemos incluido los desdoblamientos por género y número gramaticales de las voces gitano > gitana > gitanos > gitanas7 y egipciano > egipciana > egipcianos > egipcianas8. Con el fin de no crear sesgos, hemos tomado en consideración en el análisis únicamente aquellas formas encabezadas por minúscula, puesto que las formas encabezadas por mayúscula se encuentran prácticamente indocumentadas. Asimismo, y para mantener la sistematicidad, coherencia y representatividad en este trabajo, hemos excluido del fichado aquellos nombres, adjetivos, adverbios y verbos derivados de gitan*: nombres (1a-c) > adjetivos (1d-e) > adverbios (1f-g) > verbos (1h-i). Esto evidencia la gran productividad de la raíz gitan*. Por último, es éste un estudio del español general, por lo que las variedades del español con que hemos trabajado corresponden tanto a España como a América.
(1) a. De cuando en cuando, dicen algo que lleva camino; pero las más veces es acaso, y, como dice el refrán castellano: quien mucho habla en algo acierta; y el demonio, por acreditar esta abusión de que saca mucho provecho, en viendo que alguno se pica desta gitanería, fíngele mil embustes y trampantojos, no dejando ocasión en que le pueda hacer estropezar que no lo haga (Mateo Luján [Juan Martí], Segunda parte de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache, 1602, CORDE).
b. palomilla o palomina, zapaticos, pañalitos o camisitas del Niño Jesús, sangre de Cristo, gitanillas, hierba del conejo (Pío Font Quer, Plantas medicinales. El Dioscórides renovado, 1962, CORDE).
c. No faltaba más... ¡Una niña bien nacida pensar en semejante gitanada! (Manuel Eduardo de Gorostiza, Contigo pan y cebolla, 1833, CORDE).
d. D. Lope no puede pegarme nada, porque... ya sabes... No hay caso. Pero se dan contagios intencionales. Quiero decir que mi tirano se ha vengado de mis desdenes comunicándome por arte gitanesco o de mal de ojo la endiablada enfermedad que padece (Benito Pérez Galdós, Tristana, 1892, CORDE).
e. Ya habrás notado que no tengo lenguaje muy zafado ni echo tacos ni suelto palabrotas muy subidas ni dicharachos. Y no es porque me choquen: me hacen reír y me divierten en los demás. Pero yo no los uso: en mí sería una cosa supuesta y muy fingida, por dármela de mozo crudo y achulado y muy gitanillo y muy charrán (Tomás Carrasquilla, La marquesa de Yolombó, 1928, CORDE).
f. Aunque no se vea mucho gitano por la Alhambra, todo parece que huye gitanamente y se dispara, sin que llegue a verse por entero (Francisco Nieva, Granada de las mil noches, Seix Barral, Barcelona, 1994).
g. los grandes coliseos, celosos del abono y de las instituciones, le dicen gitanescamente: ¡lagarto! ¡lagarto! (“Una cena a Valle-Inclán”, Revista España, Semanario de la Vida Nacional, 1922, HD).
h. Llegó a su coche el caballero, gitaneando y haciendo esc[a]rceos y corvetas, saludándolas. Correspondieron. Díjolas aquello de “no hay más que ver, la gala de Madrid, la flor del Soto” (Baptista Remiro de Navarra, Los peligros de Madrid, 1646, CORDE).
i. Arcale era un hombre grueso y activo, ex cosechero, ex tratante de caballos y contrabandista. Tenía cuentas complicadas con todo el mundo, administraba las diligencias, chalaneaba, gitaneaba, y los días de fiesta añadía a sus oficios el de cocinero (Pío Baroja, Zalacaín el aventurero, 1909, CORDE).
Como indiciariamente se desprende de la mayor parte de los ejemplos de (1), la elevada productividad lexicográfica de gitan* hace referencia, casi exclusivamente, a un estigma de fuerte raigambre en la lengua española con una profundidad histórica tan antigua como la de sus primeras documentaciones. Una excepción viene dada por (1b) en que el sustantivo gitanillas se ha lexicalizado para designar, por medio de la metonimia, el nombre vulgar de una planta; en concreto, parece tratarse de la Fumaria officinalis, a la que históricamente se ha atribuido el poder mágico de ahuyentar a los malos espíritus, aunque también designa otras plantas, como la Fumana ericoides, la Plantago major, la Sanguisorba minor y el Pelargonium peltatum. Esta última es quizás la más conocida de todas: caracterizada por sus vivos colores conecta, conceptualmente, como la Fumaria officinalis, con otro lugar común que tradicionalmente se asocia al mundo gitano, a saber, el pintoresquismo, la magia9, el exotismo, la visión romantizada de la que daba cuenta Clavería.
El gitano en la diacronía general del español
El corpus base consigna 2 791 casos de gitano -y los respectivos desdoblamientos por género y número gramaticales- en 1 036 documentos. Llama la atención que el promedio de documentos arrojado por el banco de datos CORDE es mayor respecto de gitanos y gitano -316 vs. 264 documentos, respectivamente- que sus correspondientes pares en femenino plural y singular, gitanas y gitana -con 253 vs. 203, respectivamente-, aunque esto, en principio, no tiene por qué ser determinante, toda vez que se pueden producir múltiples ocurrencias en un mismo texto. Observamos que el promedio de la voz en masculino singular es ligeramente mayor que el resultante para el femenino plural, dato que tiene dos lecturas. La primera, que el masculino singular y plural es mayoritario porque corresponde al género no marcado, esto es, porque identifica a ambos sexos. En cuanto a la segunda, también puede argumentarse que, en proporción, el elevado número de casos arrojado en femenino singular y plural, es decir, en el género marcado, parece dar cuenta de que las gitanas han recibido especial atención en los textos, ya que el femenino gramatical, a diferencia del masculino, sólo incluye a los individuos del sexo femenino. En lo tocante a la información diatópica, que trataremos en modo detallado en “La voz gitano en América”, adelantamos que el vocablo está documentado en todos los países de habla hispana, incluida Filipinas. El análisis, sin embargo, proporciona un dato por demás curioso: esta voz no está documentada en el CORDE para Bolivia, Costa Rica, El Salvador, Estados Unidos, Honduras, Panamá, Paraguay y Puerto Rico; sí lo está en el CREA a partir de 1975 respecto de todos los países mencionados, con la notable excepción de Honduras, aunque conocemos que hay evidencia documental en este país por medio de recursos textuales no incluidos en los antedichos corpus10. Este hecho sugiere que, si bien los gitanos forman parte de una cosmovisión panhispánica, es decir, integran un imaginario común, las documentaciones americanas, al menos en relación con los ocho países anteriores, suelen ser contemporáneas. Somos extremadamente cautos a este respecto, puesto que proporcionaremos más adelante datos, tanto del CORDIAM como de archivo, que corroboran la presencia de gitanos en América ya en el siglo XVI.
El Cuadro 1 presenta la cronología de gitano en la historia del español. La primera columna corresponde al número de documentaciones de esta voz por siglo, la segunda, al número de textos por siglo, y la tercera da cuenta del promedio de proporciones. Esta última columna es especialmente interesante porque trata de dilucidar los cambios en la documentación de este vocablo por siglo. Para este análisis he computado todos los casos consignados en el CORDE entre los siglos XVI y XX.
Casos | Textos | Proporción menciones/ texto | |
s. XVI | 233 | 85 | 2.7 menciones |
s. XVII | 628 | 202 | 3.1 menciones |
s. XVIII | 166 | 49 | 3.4 menciones |
s. XIX | 470 | 172 | 2.7 menciones |
s. XX | 1 294 | 427 | 3 menciones |
Del Cuadro 1 se desprenden, al menos, dos datos que nos llaman la atención. En primer lugar, la voz gitano proyecta una trayectoria irregular, zigzagueante, desde su primera documentación: s. XVI 233 > s. XVII 628 > s. XVIII 166 > s. XIX 470 > s. XX 1294. El siglo XVII representa más de la mitad de casos consignados en la centuria precedente, mientras que, en el siglo XVIII, el promedio de casos se desploma a una cifra inferior no sólo a la del XVII, sino también a la del XVI. En el siglo XIX, el número se recupera, pero por debajo de la cifra obtenida en el XVII, y, en el XX, el total de casos es mayor al doble de documentaciones registradas en los siglos XVI y XIX. Aun así, en segundo lugar, es muy interesante el hecho de que la proporción de menciones por texto sea muy estable en la diacronía del español. Más adelante nos ocuparemos de la irregular documentación de esta voz en la historia de la lengua española, sobre todo en lo atinente al siglo XVIII, en que su decremento resulta particularmente notable, y explicaremos las complejas causas que pudieron motivarlo.
Finalmente, dada la irregular proporcionalidad de los textos peninsulares y americanos en el CORDE, ofrecemos, a continuación, el desglose del Cuadro 1 en casos/ textos/ proporción y menciones por texto para facilitar una lectura detallada de ambas variables. Respecto de las documentaciones peninsulares, el siglo XVI muestra, respectivamente, los siguientes datos: 233/ 85/ 2.7; el s. XVII: 599/ 183/ 3.2; el s. XVIII: 160/ 46/ 4; el s. XIX: 438/ 152/ 3; y el s. XX: 1062/ 322/ 3.2. En relación con las americanas, el siglo XVI no consigna casos; el s. XVII: 29/ 19/ 2; el s. XVIII 6/ 3 /2; el s. XIX: 32/ 23/ 1.4; y el s. XX: 232/ 105/ 2.2. En suma, a pesar de que los textos americanos están infrarrepresentados en el CORDE por razones históricas (Sánchez y Domínguez 2007, p. 144), y que los casos de la voz son menores para el hemisferio americano, la proporción de menciones por texto sugiere que, cualitativamente, este término está más disperso documentalmente en América y más concentrado en la Península.
Individuación de la voz “gitano” en América y en la Península
El Cuadro 2 11 analiza el número gramatical de la voz gitano. La importancia de estudiar esta variable estriba en determinar si el gitano es conceptualizado como colectivo, los gitanos, o como individuo en la historia del español, el gitano. Este hecho nos parece significativo en ambos casos para el estudio de la asimetría y marginalidad con que el grupo se ha representado históricamente, pero también al individuo en innumerables descripciones, crónicas, novelas y, fundamentalmente, en escritos jurídicos y legislativos, de los que daremos cuenta más adelante.
América | Península | |||
Individuado | Noindividuado | Individuado | Noindividuado | |
s. XVI | - | - | 52% (122/233) | 48% (111/233) |
s. XVII | 41% (12/29) | 59% (17/29) | 52% (311/599) | 48% (288/599) |
s. XVIII | 100% (6/6) | - | 67% (107/160) | 33% (53/160) |
s. XIX | 53% (17/32) | 47% (15/32) | 58% (253/438) | 42% (185/438) |
s. XX | 49% (113/232) | 51% (119/232) | 57% (603/1062) | 43% (459/1062) |
Total | 49% (148/299) | 51% (151/299) | 56% (1396/2492) | 44% (1096/2492) |
El resultado del Cuadro 2 sugiere que, en general, el gitano ha sido históricamente conceptualizado de forma ambivalente, en singular y en plural, aunque los datos arrojan un porcentaje ligeramente superior respecto del plural en América y del singular en la Península, con 51% y 56%, respectivamente. En diacronía, el corpus manifiesta cierta estabilidad en ambos casos. El siglo XVIII representa, sin embargo, un quiebre de este relativo estatismo, más acusado en América que en la Península. El primero: s. XVI 0% > s. XVII 41% > s. XVIII 100% > s. XIX 53% > XX 49; el segundo: s. XVI 52% > s. XVII 52% > s. XVIII 67% > s. XIX 58% > s. XX 57%. En resumen, este quiebre parece indicar que, de forma particular, es el XVIII el siglo en que más claramente se documenta al gitano como individuo y no como colectivo. Por lo demás, desgloso a continuación los datos registrados en el corpus sobre género y número gramaticales respecto de esta voz en la Península, en el Cuadro 3a, y en América, en 3b.
Gitano | Gitana | Gitanos | Gitanas | |
s. XVI | 17% (40/233) | 35% (82/233) | 39% (90/233) | 9% (21/233) |
s. XVII | 27% (162/599) | 25% (149/599) | 33% (197/599) | 15% (91/599) |
s. XVIII | 58% (92/160) | 9% (15/160) | 31% (49/160) | 2% (4/160) |
s. XIX | 32% (139/438) | 26% (114/438) | 34% (151/438) | 8% (34/438) |
s. XX | 37% (352/1062) | 24% (251/1062) | 36% (382/1062) | 7% (77/1062) |
Total | 31% (785/2492) | 25% (611/2492) | 35% (869/2492) | 9% (227/2492) |
En general, gitanos y gitano registran los mayores porcentajes, mientras que gitana y gitanas consignan los menores, con 35%, 31%, 25% y 9%, respectivamente; un promedio considerable, a nuestro parecer, para el género marcado en singular y plural, a pesar de corresponder sólo a 34% de los datos analizados. Estas voces están a su vez distribuidas porcentualmente, respecto del número de documentos presentado en “El gitano en la diacronía general del español”, en 25% de textos para el masculino singular, 31% para el masculino plural, 20% para el femenino singular, y 24% para el femenino plural. Este hecho pone de manifiesto que, si bien los casos en que esta voz ocurre en singular masculino y femenino son mayoritarios en el corpus, ésta se documenta porcentualmente en un menor número de textos que el plural. Dicho de otro modo, hay una mayor condensación de ocurrencias en un mismo texto respecto del singular y una ligera dispersión textual de los casos en plural, hecho que parece sugerir que, aun cuando porcentualmente los gitanos como colectivo se documentan en menor grado, el español da cuenta de mayor productividad textual respecto del plural. Diacrónicamente, el siglo XVIII presenta un característico quiebre o zigzag, ascendente en el caso de gitano, y descendente en el resto. Esto parece sugerir que no sólo hay menor documentación en la centuria ilustrada, sino que, además, se privilegia el masculino singular.
El corpus confirma que, también en América, gitanos y gitano arrojan los mayores porcentajes, y gitana y gitanas, los menores, con 40%, 26%, 23% y 11%, respectivamente. Sorprende que, a pesar de que América tiene menor peso documental en el CORDE, el porcentaje destinado al género marcado en singular y plural sea, de nuevo, 34%. Estas voces están a su vez distribuidas porcentualmente, respecto del número de documentos presentado en “El gitano en la diacronía general del español”, en 32% de textos para el masculino singular, 30% para el masculino plural, 24% para el femenino singular, y 14% para el femenino plural. Considerada la proporción de número y género gramaticales por texto, el Cuadro 3b se manifiesta de manera distinta al 3a. Es decir, los casos en singular masculino y femenino se documentan también de manera mayoritaria en el número de textos, 56% para el singular frente a 44% para el plural. Diacrónicamente, si bien el cuadro revela gran inestabilidad, éste sugiere que también el siglo XVIII constituye el quiebre más fuerte, tanto cuantitativo, con sólo seis documentaciones de la voz, como cualitativo, la mayoría en femenino singular y sin registros para el masculino y femenino plural. Aun así, las considerables fluctuaciones de los datos en el corpus americano parecen sugerir que el siglo XVIII no fue, al menos no de manera tan clara como en la Península, un parteaguas social y jurídico respecto de los gitanos, como sugieren, por lo demás, los datos jurídicos y legales consignados a lo largo de este trabajo, la expulsión y retorno de los gitanos del Nuevo Mundo (véase infra, “La voz gitano en América”), entre otros.
Individuación de la voz “egipciano”
Aunque la primera documentación de gitano consignada en cualquiera de los corpus con que trabajamos en este análisis no se produce hasta el siglo XVI, encontramos registros muy tempranos de la voz egipciano, al menos desde el siglo XIV13. Ésta parece haber sido la primera designación que recibieron los gitanos en el español por homologación con los egipcios14.
La primera identificación entre los gitanos y los egipcianos15 de que tenemos noticia está registrada en la Crónica de los Reyes Católicos (1491-1516), de Alonso de Santa Cruz. Se trata, precisamente, del primer texto legislativo16 expedido por monarcas españoles respecto de los gitanos. En él, se establece que éstos tomen oficio o vivan con señores, y dejen de vagar juntos por sus reinos. Este documento es de enorme importancia, además, porque desde entonces cada monarca expidió, al menos, un texto legislativo en ese tenor, como veremos más adelante. Allende este hecho, parece, según la información de que disponemos, que los egipcianos ya eran bien conocidos en los reinos de la monarquía hispánica, puesto que documentamos, diez años antes, un seguro a favor de mercaderes griegos, huidos de la isla de Negroponto a causa de la invasión turca y refugiados en Sicilia, a quienes los naturales estaban maltratando al confundirlos con egipcianos17. A continuación, el Cuadro 4 muestra los datos presentes en el corpus en relación con las voces egipciano y egipcianos, siguiendo la pauta metodológica establecida antes, en “Individuación de la voz gitano…”18.
Individuado | No individuado | |
s. XVI | 30% (34/113) | 70% (79/113) |
s. XVII | 70% (7/10) | 30% (3/10) |
s. XVIII | 100% (4/4) | - (0/4) |
s. XIX | 10% (1/10) | 90% (9/10) |
s. XX | - (0/3) | 100% (3/3) |
Total | 33% (46/140) | 67% (94/140) |
El Cuadro 4 arroja, en general, 33% de casos para el singular y 67% para el plural. Este promedio parece confirmar que, en efecto, del siglo XVI al XX, se ha considerado a los egipcianos un grupo, como ya ocurría desde la segunda mitad del siglo XIII, a nuestro juicio, en virtud de que aparecen representados como los naturales de Egipto, mayoritariamente en diferentes textos bíblicos. En diacronía, respecto del número de documentaciones por siglo, la tendencia es claramente descendente, aunque con el quiebre característico en el siglo XVIII: s. XVI 113 > s. XVII 10 > s. XVIII 4 > s. XIX 10 > s. XX 3. A propósito de los porcentajes, los datos evidencian una evolución irregular; mientras que en el español del s. XVI, con 70%, del s. XIX, con 90%, y del s. XX, con el total de los casos, se prefiere el plural, en el s. XVII, con 70%, y s. XVIII, con el total de los casos, hay inclinación por el singular.
En suma, en lo que toca a la individuación de esta voz, el corpus establece una trayectoria con vaivenes notables. Por último, los datos ofrecen información relevante desde el punto de vista semántico. Se documentan, del siglo XVI al XX, en paralelo con gitanos, un promedio de sólo 140 registros de este vocablo. Aparte del texto emanado de la corte de los Reyes Católicos y recogido por Alonso de Santa Cruz en la Crónica de los Reyes Católicos, la identificación de los egipcianos con los gitanos es anecdótica en el corpus; lo es ya en el siglo XVI, y desaparece en los siglos XVII y XVIII. Paradójicamente, resurge en plenos XIX y XX, cuando la gran mayoría de los registros de esta voz en el corpus base glosan su significado, como vemos en los ejemplos de (2), infra, prueba de que la identificación entre egipcianos y gitanos era ampliamente desconocida; de ahí la necesidad de una glosa19.
(2) a. Afirman algunos que los gitanos proceden de nuestra Península, fundándose en que se llamaron cíngaros del nombre de Cinga, hoy el Cinca, río de España que mencionan César y Lucano; pero esta opinión me parece paradoja insostenible. Otros aseguran que se llamaron egipcianos, porque provenían de Egipto, y anduvo muy válida la opinión de que vivían errantes entre los demás pueblos, como en castigo y expiación de haber negado sus ascendientes la hospitalidad a la virgen María y al niño Jesús, cuando huyeron de la persecución de Herodes; pero aunque nuestras antiguas leyes en efecto los designan con el dicho nombre de egipcianos, es indudable que tal calificación carece de fundamento (Julián Zugasti y Sáenz, El bandolerismo. Estudio social y memorias históricas, 1876-1880, CORDE).
b.La flojedad de las justicias en el cumplimiento de la pragmática real disponiendo “que los de Egito (esto es, los gitanos o los egipcianos, como los llamaron los Reyes Católicos) no anden por el reino, movió a los procuradores a pedir que se cumpliese con todo rigor, porque roban los campos, e destruyen las heredades, e matan e hieren a quien lo defiende, e en los pueblos hurtan e engañan a los que con ellos tratan, e no tienen otra manera de vivienda”; fiel pintura de las costumbres de esta raza proscripta, según los escritores contemporáneos, y petición que el Emperador halló razonable (Manuel Colmeiro, Introducción a las cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, 1883-1884, CORDE).
c. El traductor pone de su cosecha al principio un breve Tratado de Roma, o sea compendiosa descripción e historia de esta ciudad, y suele añadir algunas notas muy curiosas, especialmente la que se refiere a los gitanos, que él llama bohemianos o egipcianos (Marcelino Menéndez Pelayo, Orígenes de la novela, 1905, CORDE).
En seguida, el Cuadro 5 da cuenta de la diacronía general de este vocablo según el género y número gramaticales: egipciano > egipciana > egipcianos > egipcianas.
Egipciano | Egipciana | Egipcianos | Egipcianas | |
s. XVI | 19% (21/113) | 11% (13/113) | 66% (75/113) | 4% (4/113) |
s. XVII | 40% (4/10) | 30% (3/10) | 20% (2/10) | 10% (1/10) |
s. XVIII | 50% (2/4) | 50% (2/4) | - (0/4) | - (0/4) |
s. XIX | 10% (1/10) | - (0/10) | 80% (8/10) | 1% (1/10) |
s. XX | - (0/3) | - (0/3) | 100% (3/3) | - (0/3) |
Total | 20% (28/140) | 13% (18/140) | 63% (88/140) | 4% (6/140) |
En general, la información consignada presenta 63% para egipcianos, 20% para egipciano, 13% para egipciana y 4% para egipcianas. En conformidad con lo que intuíamos anteriormente, el hecho de que la mayor parte de los casos se concentre en el masculino plural parece corroborar, por un lado, que los egipcianos han sido mayoritariamente identificados con el pueblo bíblico y, en menor medida, con los gitanos, y, por otro, que el ínfimo número de casos en femenino plural, al contrario de lo que sucede con la voz gitano, tiende a apuntalar tal afirmación, puesto que sólo el femenino es el género gramatical que discrimina, o sea, que se refiere únicamente a individuos del sexo femenino. En diacronía, el corpus refleja dos trayectorias bien establecidas. Primero, una ascendente entre los siglos XVI y XVIII, y descendente desde este último hasta el XX, respecto de egipciano y egipciana: s. XVI 19% > s. XVII 40% > s. XVIII 50% > s. XIX 10% > s. XX ningún caso, para egipciano, y s. XVI 11% >
XVII 30% > s. XVIII 50% > ss. XIX y XX ningún caso, para egipciana. Observamos que, tras el siglo XVIII, el descenso es muy abrupto. Segundo, otra descendente entre los siglos XVI y XVIII, y ascendente entre éste y el XX para egipcianos y egipcianas: s. XVI 66% > s. XVII 20% > s. XVIII ningún caso > s. XIX 80% > s. XX con el total de los casos, para egipcianos, y s. XVI 4% > s. XVII 10% > s. XVIII ningún caso > s. XIX 1% > s. XX ningún caso, para s. egipcianas. En relación con esta última tendencia, vemos que, aun cuando hay un leve incremento entre el siglo XVIII y el XIX, al final, el porcentaje cae de nuevo y rotundamente, de ahí que no se registre ningún caso en el siglo XX.
La voz “gitano” en América
Se sabe que en 1498, en el tercer viaje de Cristóbal Colón, embarcaron cuatro gitanos a América, a saber, Antón, Macías, Catalina y María de Egipto (Boyd-Bowman 1985, t. 1, p. 171). Además, hay diversos registros documentales sobre la expulsión y el retorno de los gitanos del Nuevo Mundo20 a lo largo de varios siglos. Los datos del corpus dan cuenta de que, en efecto, el gitano circula en textos americanos de temprana data, principalmente de las primeras décadas del siglo XVII, aunque de manera muy escasa, por lo que es evidente que los casos en que el gitano encuentra cobijo en textos americanos durante el siglo XVI se ciñe con restricciones a documentación puramente legislativa, como cédulas o pragmáticas. Ejemplificamos infra las ocurrencias más tempranas de que tenemos noticia gracias a la evidencia del corpus.
(3) a. Y no se puede esperar otra cosa destos indios, porque como no dan rehenes, ni tienen de quedarlos, para que se pueda tener alguna confianza, que por ellos hagan de sustentar paz, ni tienen que temer castigo que les cause escarmiento por no podérseles ir a hacer a sus tierras por su fortaleza (demás que no están juntos en ellas para poder ser hallados) ni tener pueblos en que se les puedan hacer daños, vienen a quedar estas paces como prendidas con alfileres en sólo el albedrío de los indios que las dan; y como ellos no tienen fe, ni guardan ley, ni saben qué cosa es honra, sino que su profesión es como la de los gitanos, fundada solamente en engaño, no se puede hacer fundamento en su palabra (Alonso González Nájera, Desengaño y reparo de la guerra del reino de Chile, 1614, CORDE).
b. Attendió a que lo era contra los peccados de los gitanos, contra las durezas y rebeldías de Faraón y, viendo vna muerte tan desdichada, tantos muertos condenados, no se alegran, no, antes se estremezen y turban, que el ver un castigo tal, el ver un alma condenada al ynfierno, aunque sea en un enemigo y en qualquiera que se conosca, obliga a temer a Dios (Pedro de Solís y Valenzuela, El desierto prodigioso y prodigio del desierto, ca. 1650, CORDE).
c. Y ésa es una de las ocasiones por do corren peligro las almas de los españoles en tierra de Indias, porque muchos no hacen conciencia de engañar a los indios, vendiéndoles por bueno lo que entre españoles que lo entienden no habría quien lo quisiese comprar. Verdad es que algunos de los indios o indias también saben entre sí usar este trato a manera de gitanos, renovando lo viejo para que parezca nuevo y haciendo otros semejantes embustes; pero el común de los indios en esto y en todo lo demás son fáciles para ser engañados, por su sinceridad y buena confianza (fray Jerónimo Mendieta, Historia eclesiástica indiana, ca. 1604, CORDE).
d. al de Cleopatra cuando por el río Cindo, en Cilicia, salió a recebir a Marco Antonio, donde se trocaron las suertes de tal manera que la que avía sido acusada de crimen le[s]ae maiestatis saltó por juez del que la avía de condenar, y el emperador y señor, por esclavo de su sierva, hecha ya señora suya por la fuerça del amor mediante las excelencias, hermosura y discreción de aquella famosíssima gitana, como larga y galanamente lo cuenta todo el maestro del gran español Trajano (Inca Garcilaso de la Vega, La Florida del Inca, 1605, CORDE).
e. les fue forzoso zafar otra vez rancho, y de su propia autoridad, sin pedirle a su Gobernador licencia, y beneplácito de todos, cargaron su pueblo (con quien parece andaban como los gitanos o como los alarbes de Berbería, que mudan sus aduares cada año, donde mejor les parece, sólo por sacarse los ojos los unos a los otros) lleváronlo a otro peor sitio, cuatro leguas el mismo río abajo (fray Pedro Simón, Primera parte de noticias historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias Occidentales, 1627, CORDE).
Estos ejemplos ponen de relieve distintos ángulos dignos de apreciación. En primer lugar, la práctica totalidad de autores áureos son españoles que, por diversas circunstancias, se encuentran en América desempeñando sus respectivas funciones. El caso del Inca Garcilaso, en (3d), representa una excepción21, por cuanto es mestizo y hace el camino inverso: nace en Cuzco, virreinato del Perú, y muere en la ciudad de Córdoba, en la Corona de Castilla. Creemos que es arriesgado plantear, a pesar de que se documentan algunos ejemplos, que la voz gitano tiene ya en el siglo XVII arraigo en el Nuevo Mundo, o que es conocida por los hispanohablantes americanos en general, ya que los autores son en su mayoría, como ya hemos dicho, naturales de la España peninsular. Prueba de ello es, en segundo lugar, que el uso de esta voz no sólo no incrementa, sino que no se mantiene en el siglo subsiguiente, salvo en el territorio que hoy constituye Perú -puesto que Ecuador no registra ocurrencia alguna en el siglo XVII. Es decir, la escasez de ocurrencias de gitano documentadas, y el hecho de que el empleo de este término desaparezca casi por completo en toda América en el siglo XVIII, parecen apuntalar la idea de que estos casos se limitan a excepciones que, en su conjunto, alcanzan sólo 29 casos en el siglo XVII y 6 en el XVIII. En tercer lugar, de los ejemplos se infiere la lexicalización de gitano casi exclusivamente con un claro valor negativo (ejs. 3a-c y e), con la salvedad de (3d), en que la voz se emplea para denotar belleza y exotismo, dos de los usos predominantes de gitano en la diacronía del español, como daremos cuenta a lo largo de este trabajo. En cuarto lugar, algunos ejemplos, como (3b y d), dan fe de la identificación del gitano con el pueblo bíblico, también denominado egipciano22 en el corpus. Por último, prueba de que gitano no parece demostrar un uso extendido y, mucho menos, generalizado en el Cuadro 6, infra, es el hecho de que tan sólo sean cinco los países actuales en que se consignó dicha voz en el siglo XVII.
s. XVI | s. XVII | s. XVIII | s. XIX | s. XX | |
Argentina | - | - | - | 6 | 73 |
Bolivia | - | - | - | - | - |
Chile | - | 4 | - | - | 9 |
Colombia | - | 10 | - | - | 75 |
Costa Rica | - | - | - | - | - |
Cuba | - | - | - | 5 | 16 |
Ecuador | - | - | 2 | 2 | 3 |
El Salvador | - | - | - | - | - |
Estados Unidos | - | - | - | - | - |
Filipinas | - | - | - | 1 | - |
Guatemala | - | - | - | - | 14 |
Honduras | - | - | - | - | - |
México | - | 10 | - | 4 | 9 |
Nicaragua | - | - | - | 6 | 2 |
Panamá | - | - | - | - | - |
Paraguay | - | - | - | - | - |
Perú | - | 4 | 4 | 5 | 22 |
Puerto Rico | - | - | - | - | - |
República Dominicana | - | - | - | - | 1 |
Uruguay | - | - | - | 3 | 7 |
Venezuela | - | 1 | - | - | 1 |
El Cuadro 6 ofrece datos no conocidos hasta la fecha. Como vimos anteriormente, la documentación áurea debe tomarse con suma cautela por remontarse, en su mayoría, a escritores españoles localizados en América, por pertenecer al registro culto, fundamentalmente, por hallarse reducida a 29 casos en cinco lugares diferentes y, sobre todo, a nuestro juicio, por no progresar ni, al menos, mantenerse en el siglo XVIII, en que gitano desaparece del corpus, a excepción de seis casos, cuatro y dos, respectivamente, en las repúblicas actuales de Perú y Ecuador. En contraste, el siglo XIX registra 32 casos distribuidos en ocho lugares diferentes. En principio, esta información podría interpretarse de manera parecida a la consignada en el siglo XVII, si bien, aun cuando nos mostramos igualmente cautos al respecto, entendemos que intervienen matices dignos de consideración, a saber, mayor dispersión territorial de la voz, proporcionalmente de casi el doble que en el siglo XVII, aunque con un promedio de casos de gitano semejante (s. XVI, 29 vs. s. XVIII, 32); la práctica totalidad de los autores son americanos naturales y en todos los lugares aumenta el promedio de ocurrencias de esta voz en el siglo XX. La única excepción es Filipinas, que interpretamos, como es bien sabido, por el proceso de independización y posterior cambio de rumbo histórico que este país tomó con la ocupación estadounidense.
Llama la atención, además de registrarse ocurrencias de gitano en lugares en que no se había documentado en siglos anteriores, que, aun cuando suele incrementar el promedio de ocurrencias de gitano en el siglo XX, como ya hemos mencionado, lo hace moderadamente, con las excepciones de Colombia, 75 casos, Argentina, 73, y, en menor medida, Perú, 22. Parece evidente que el gitano constituye casi un total vacío en los textos americanos, hecho que comienza a cambiar entre los siglos XIX, con un porcentaje cercano al 10%, y XX, que prosigue la estela de la centuria anterior, con cerca del 20%23.
Analizaremos el contraste, que ya adelantamos respecto de las variables individuación y género y número gramaticales, entre el español en la Península y en América en el Cuadro 7.
Península | América | |
s. XVI | 100% (233/233) | - |
s. XVII | 95% (599/628) | 5% (29/628) |
s. XVIII | 96% (160/166) | 4% (6/166) |
s. XIX | 93% (438/470) | 7% (32/470) |
s. XX | 82% (1062/1294) | 18 % (232/1294) |
Total | 89% (2492/2791) | 11% (299/2791) |
Los datos confirman que la voz gitano tiene presencia en la España peninsular de forma abrumadora; en general, 89%, y en diacronía, s. XVI con el total de los casos > s. XVII 95% > s. XVIII 96% > s. XIX 93% > s. XX 82%. Cabe recalcar la progresión decreciente, corte cronológico a corte cronológico, de este término, con un leve zigzagueo en el siglo XVIII, y con un decremento pronunciado entre los siglos XIX y XX. En general, la documentación de gitano en América alcanza el 11% de los casos, y en perspectiva histórica aumenta de modo proporcional, pero inverso, a la trayectoria mostrada respecto de la Península: s. XVI 0% > s. XVII 5% > s. XVIII 4% > s. XIX 7% > s. XX 18%.
Análisis lexicográfico
La evidencia lexicográfica que en adelante mostramos contribuye a completar cuantitativa y cualitativamente, con datos novedosos del español, la información aportada en “El gitano en la diacronía general del español” (cf. supra) respecto del número y género gramaticales de la voz gitano. Ambas variables de análisis, sintáctica y léxico-semántica, interesan en la formación y consolidación del concepto del gitano en la historia de nuestra lengua. Consignamos las documentaciones de las voces gitano, cíngaro y egipciano, las tres para referirse al gitano, en las obras lexicográficas preacadémicas y no académicas (véase Cuadro 8), y hacemos lo propio en cuanto a las obras académicas en el Cuadro 9, infra.
Gitano24 | Cíngaro25 | Egipciano26 | |
1570 Casas | x | ||
1604 Palet | x | ||
1607 Oudin | x | ||
1609 Vittori | x | ||
1611 Covarrubias | x | x | |
1570 Casas | x | ||
1604 Palet | x | ||
1607 Oudin | x | ||
1609 Vittori | x | ||
1611 Covarrubias | x | x | |
1617 Minsheu | x | ||
1620 Francosini | x | ||
1670 Mez de Braidenbach | x | ||
1679 Henríquez | x | ||
1705 Sobrino | x | ||
1706 Stevens | x | x | |
1721 Bluteau | x | ||
1825 Núñez de Taboada | x | x | x |
1846 Salvá | x | x | x |
1852 Castro y Rossi 27 | x | ||
1853 Domínguez | x | x | |
1855 Gaspar y Roig | x | x | |
1869 Domínguez Suplitalicento | x | ||
1895 Zerolo | x | x | x |
1901 Toro y Gómez | x | x | x |
1914 Pagés | x | x | x |
1917 Alitalicany y Bolufer | x | x | x |
1918 Rodríguez Navas | x | x | x |
1734 Autoridades | x | ||
1780 Usual | x | x | x |
1783 Usual | x | x | x |
1791 Usual | x | x | x |
1803 Usual | x | x | x |
1817 Usual | x | x | x |
1822 Usual | x | x | x |
1832 Usual | x | x | x |
1837 Usual | x | x | x |
1843 Usual | x | x | x |
1869 Usual | x | x | x |
1884 Usual | x | x | x |
1899 Usual | x | x | x |
1914 Usual | x | x | x |
1925 Usual | x | x | x |
1927 Manual | x | x | x |
1936 Usual | x | x | x |
1939 Usual | x | x | x |
1947 Usual | x | x | x |
1950 Manual | x | x | x |
1956 Usual | x | x | x |
1970 Usual | x | x | x |
1984 Usual | x | x | x |
1984 Manual | x | x | |
1989 Manual | x | x | x |
1992 Usual | x | x | x |
Desde el punto de vista cuantitativo, la voz gitano no se registra en un diccionario del español por primera vez hasta 1570 (Casas). A partir de entonces, no deja de documentarse hasta la actualidad, con la excepción de Castro y Rossi (1852), y de Domínguez Suplemento (1869), aunque sí está registrada en Domínguez (1853). Cíngaro se consigna por primera vez en Covarrubias (1611), por segunda en Stevens (1706), por tercera en Núñez de Taboada (1825); deja de documentarse en Domínguez (1853), y reaparece por cuarta vez en Gaspar y Roig (1855), hecho que describe una tendencia zigzagueante, en contra de la marcada en las obras académicas, como veremos más adelante, lo que podría indicar disparidad de criterio metodológico entre lexicografía preacadémica y no académica, y académica. Es curiosísimo que egipciano sólo encuentre cobijo en cuatro diccionarios del s. XIX y cuatro del XX, y que su primer registro no se dé hasta 1825 (Núñez de Taboada), lo que contrasta paradójicamente con la evidencia empírica reflejada en el apartado precedente.
Cuantitativamente, todos los diccionarios académicos desde Autoridades (1734) consignan la voz gitano; cíngaro y egipciano están registradas en todas las obras lexicográficas de la Real Academia Española desde el Usual (1780) hasta la actualidad, con la excepción del Manual (1984) respecto de cíngaro.
En suma, en relación con ambos cuadros, 8 y 9, y desde una perspectiva cualitativa, hay correspondencia temporal coherente entre las primeras documentaciones del vocablo gitano y la fecha de su primera inclusión en una obra lexicográfica, si bien es cierto que la presencia de gitanos, bajo esta voz, está bien atestiguada en textos de principios del siglo XVI. En lo tocante a cíngaro y egipciano, los datos de las variables sintáctica y léxico-semántica prueban la existencia de un desfase considerable entre las primeras documentaciones de ambos términos y las fechas de sus primeras inclusiones en diccionarios. Respecto de la última, egipciano, a pesar de ser la designación más temprana de los gitanos peninsulares, el vocablo no se registra hasta 1780 (Usual). En lo tocante a cíngaro, el fenómeno ocurre precisamente a la inversa: las primeras documentaciones no se producen en los corpus hasta bien entrado el siglo XIX28, cíngaro y zíngaro29, y, en general, son residuales en nuestra lengua. Sin embargo, ha recibido un tratamiento mucho más amplio en obras lexicográficas preacadémicas, no académicas y académicas.
La complejidad lexicográfica de “gitano”: principales acepciones
En este apartado glosamos las principales acepciones de gitano en obras lexicográficas preacadémicas y no académicas bajo macroetiquetas de coberturas semánticas que agrupan definiciones afines. Analizamos exclusivamente este tipo de diccionarios por dos razones: la primera, por constituir los antecedentes de los diccionarios académicos y recoger, por tanto, las acepciones básicas; la segunda, porque estos diccionarios son los más creativos y, sobre todo, por no haber encontrado innovaciones semánticas relevantes en las obras académicas sometidas a exhaustivo estudio; las acepciones que éstas recogen, en cambio, coinciden, grosso modo, con las consignadas en el Cuadro 10.
Egipciano | Cíngaro | Mago30 | Vagabundo31 | Estigma32 | |
1570 Casas | x | ||||
1604 Palet33 | x | x | |||
1607 Oudin | x | x | |||
1609 Vittori | x | x | x | x | |
1611 Covarrubias | x | x | x | x | x |
1617 Minsheu34 | x | ||||
1620 Francosini | x | ||||
1670 Mez de Braidenbach | x | ||||
1679 Henríquez | x | ||||
1705 Sobrino | x | x | |||
1706 Stevens | x | ||||
1721 Bluteau | x | ||||
1825 Núñez de Taboada | x | x | |||
1846 Salvá | x | x | x | ||
1853 Domínguez | x | x | x | ||
1855 Gaspar y Roig | x | x | x | ||
1869 Domínguez Suplitalicento | - | ||||
1895 Zerolo | x | x | x | x | |
1901 Toro y Gómez | x | ||||
1914 Pagés | x | x | x | ||
1917 Alitalicany y Bolufer | x | x | x | ||
1918 Rodríguez Navas | x | x | x |
La información extraída de los diccionarios preacadémicos y no académicos muestra una constelación de variaciones y cambios relevantes para la voz gitano en la historia del español, hecho que apuntala el interés de esta investigación. En primer lugar, la gran mayoría de diccionarios identifica a los gitanos con los egipcios, por lo que queda acreditada que tal percepción no fue anecdótica ni estuvo restringida a los primeros contactos entre gitanos y no gitanos. En segundo lugar, la acepción ‘cíngaro’, de evidente influjo italianizante, tuvo fundamentalmente repercusión en diccionarios del siglo XVII; las últimas dos documentaciones de esta acepción datan de 1721 (Bluteau) y de 1895 (Zerolo), más de un siglo y medio entre la penúltima y la última. En tercer lugar, la acepción ‘mago’ acaparó también las obras lexicográficas del siglo XVII, con un solo registro en Sobrino (1705), aunque creemos que sustentó buena parte de las definiciones posteriores agrupadas bajo la etiqueta de cobertura ‘estigma’. En cuarto lugar, es interesante que, aun cuando la itinerancia de los gitanos quedó reflejada desde muy temprano en numerosos textos, la acepción ‘vagabundo’ no se consigne hasta 1611 (Covarrubias) y 1617 (Minsheu), y no vuelva a documentarse hasta 1825 (Núñez de Taboada). Por último, ‘estigma’, que hace referencia a diversas acepciones que distan mucho de ser neutrales, y que pueden leerse en ‘buen y mal sentido’, como atestiguan cuantiosos diccionarios, se encuentra incluida en Covarrubias (1611), pero no vuelve a registrarse hasta el siglo XIX, fenómeno más bien característico de este siglo y del XX.
En resumen, mientras que ‘cíngaro’ y ‘mago’ son acepciones que se circunscriben notablemente a los siglos áureos, ‘egipciano’, ‘vagabundo’ y ‘estigma’ cobran especial notoriedad en obras lexicográficas de los siglos XVIII, XIX y XX, si bien las tres pueden considerarse acepciones básicas, por estar consignadas ya en diccionarios del siglo XVII. Además, ‘egipciano’, ‘cíngaro’ y ‘mago’ son las tres acepciones que parecen cimentar la visión pintoresca y romantizada de los gitanos españoles, la cual cobró fuerza en numerosos textos del español, particularmente en la época áurea y en el siglo XIX, mientras que ‘vagabundo’ y ‘estigma’ consolidaron, principalmente, la visión estigmatizada que ha acompañado a los gitanos en la historia del español. Ambas visiones, la romantizada y la estigmatizada, perduran hasta nuestros días, si bien la primera decayó notablemente a partir del siglo XVIII en favor de la segunda.
A modo de conclusión, resulta sugerente notar que el primer registro de una acepción neutra y, por tanto, no valorativa de los gitanos, data, hasta donde tenemos noticia, de 1853 (Domínguez), cuando el vocablo se incluye como adjetivo “propio de gitanos”, aunque el autor de esta obra deja constancia del sesgo valorativo que se atribuye a esta voz:
Se usa en buen sentido hablando de cualidades buenas, como ojos gitanos, ojos hermosos, tan seductores como los de una gitana; y se toma también en mala parte, cuando se quiere uno referir a cualidades propias de los gitanos vagabundos o errantes, y sin domicilio, cuyas costumbres y maneras suelen no ser las mejores; en cuyo sentido se dice: acción gitana por acción mala o lo que vulgarmente se llama mala jugada, mala partida, etc. (s.v.)35.
Mostramos a continuación las acepciones que, a nuestro juicio, destacan más por su interés entre las registradas en obras lexicográficas preacadémicas y no académicas, toda vez que representan un parteaguas en el cambio y variación de gitano a lo largo de la historia de nuestro idioma.
1611 Covarrubias. Se caracteriza a los gitanos fundamentalmente por su procedencia egipcia36, por su nomadismo y por engañar; se consigna asimismo la voz por la que son conocidos en italiano, cíngaros; el año en que llegaron a Europa, según se tenía constancia entonces, era 1417. Da cuenta de su lengua, que llama gerigonça, término, como veremos, ampliamente recogido en los textos, y aduce que son buenos aprendiendo la lengua de los lugares por donde pasan. Por último, creemos importante destacar que ya en este diccionario se les identifica como “ladrones manifiestos” y decidores de buena fortuna; incluso, se sospecha que sean espías.
1705 Sobrino. Además de registrar las acepciones ‘egipciano’ y ‘mago’, cobra relevancia el hecho de que este diccionario muestre el ejemplo de constructo verbo-nominal ser gran gitano, que define como “aquel que es muy inteligente y experto en vender y comprar caballos u otros animales” (s.v. gitano). Esta acepción es clave, puesto que gran parte de los numerosos textos que se documentan en PARES sobre textos legislativos y jurídicos relacionados con los gitanos tiene por objeto denunciar esta práctica, que los mismos textos unen indefectiblemente a hurtos, sobre todo en el ámbito del campo, de los que versa también el Covarrubias.
1846 Salvá. Este diccionario se hace eco de ‘egipciano’ y ‘vagabundo’. No obstante, nos parece importante resaltarlo ya que, hasta donde tenemos noticia, es el primer diccionario en que se manifiesta la anfibología dicotómica ‘en sentido bueno o malo’ respecto del ‘que tiene gracia y arte para ganarse las voluntades de otros’.
1859 Domínguez. Esta obra recoge gran parte de las acepciones ya mencionadas, fundamentalmente: ‘egipciano’, ‘vagabundo’, ‘estigma’, pero aporta datos nuevos. Respecto de ‘vagabundo’, añade que es común encontrarlos en grupos de “treinta o cuarenta familias que se trasladan a donde el viento las lleve” por los caminos, los padres transportando a los “gitanitos” a hombros. A propósito de ‘estigma’, aduce que se dedican a la “chalanería, al esquileo de caballerías y perros y aun de ganado lanar”; “es gente de industria en todo el sentido de esta palabra”, aunque se asegura algo novedoso: “centenares de familias de raza gitana, que están establecidas viviendo y educando a sus hijos según las máximas de la moral más sana”. Añade, además, descripciones físicas y psicológicas: son “bien formados, de color moreno o atezado, pelo negro y algún tanto rizado, y suelen ser muy afables y cariñosos”. Por último, agrega el uso figurado y también anfibológico señalado en Salvá (1846), ante todo respecto de la mujer37, “seductora por sus acciones o dichos gitanescos”, y familiarmente: “llena de hechizos y encantos por sus gitanas miradas, por sus dichos picarescos, por su gracia y desenvoltura propia de gitanas” (s.v.).
1917 Alemany y Bolufer. Este diccionario, además de ‘egipciano’, ‘vagabundo’ y ‘estigma’, consigna como posible origen de los gitanos el norte de la India.
Análisis documental
En este apartado documentamos los textos encontrados en PARES38 bajo las voces gitano > gitana > gitanos > gitanas y egipciano > egipciana > egipcianos > egipcianas39. El interés de estudiar esta variable de análisis radica en la necesidad de indagar en los textos de la época, más allá de los bancos de datos utilizados en este trabajo, las posibles razones que pudieron propiciar que ciertas acepciones y usos determinados prevalecieran sobre otros en los distintos cortes cronológicos. El Cuadro 11 expone los principales textos encontrados en los distintos fondos archivísticos que integran el PARES; con el fin de no sesgar el análisis, he dividido en dos grandes categorías los hallazgos textuales, prosa judicial40 y prosa legislativa41, categorización que de por sí evidencia que el conocimiento que se ha tenido históricamente sobre los gitanos ha sido muy limitado, y restringido al ámbito de la ley y la justicia.
Del Cuadro 11 descuellan dos hechos notables. El primero, respecto del tipo de archivo; el segundo, relativo al género textual. Por un lado, la Real Chancillería de Valladolid, con 30 documentos judiciales y 14 legislativos, y el Consejo de Castilla, con 24, representan la abrumadora mayoría de textos estudiados en este apartado. Por otro, la prosa judicial manifiesta el promedio más importante de textos, con 64 ítems, y la prosa legislativa registra claramente un promedio mucho menor, con 17. En suma, la información más relevante que se desprende de este cuadro es el hecho de que los procesos judiciales contra los gitanos han tenido un enorme protagonismo en la historia del español, sustentados por los textos legislativos.
El Cuadro 12 ofrece la información consignada en el Cuadro 9 a partir de un enfoque cronológico, siglo a siglo, desde el XV hasta el XIX, centuria en que hallamos la última documentación de gitano en el PARES.
Llaman la atención particularmente dos hechos bien definidos. En lo tocante al análisis cuantitativo, la prosa judicial concentra un promedio secular inexistente en el siglo XV, pero con un acusado y estable incremento en los tres siglos siguientes, XVI49, con 22 documentos, XVII, con 19, y XVIII, con 20, si bien el siglo XIX refleja un brusco decremento, con sólo 5 textos. Por el contrario, el estudio cualitativo evidencia que la prosa legislativa presenta documentaciones en todas las centurias estudiadas y muestra cierta estabilidad, con la excepción del siglo XVIII, en que la prosa legislativa provoca un quiebre muy elocuente, en coherencia con los datos que ya adelantamos en “El gitano en la diacronía general del español”. Creemos importante considerar más detenidamente este dato. El inicio del siglo XVIII, la centuria ilustrada, está marcado por un cambio de dinastía: los Borbones sustituyen al frente de la monarquía hispánica a los Habsburgo. Las reformas emprendidas por la nueva casa reinante tuvieron un efecto, a nuestro juicio, todavía poco estudiado en el espectro de la lingüística histórica, particularmente ausente en el tema que nos ocupa. Por ahora, este fenómeno ha merecido análisis detenidos y concienzudos de algunos estudiosos de las variedades del español en América, entre los cuales destaca notablemente Concepción Company (2005, p. 156), quien ha argumentado que la desaparición de los pueblos de indios50 contribuyó a un mayor contacto entre naturales y criollos, hecho que suscitó la irrupción de cantidades ingentes de indigenismos en el español de, por ejemplo, México, no documentados con anterioridad en el Quinientos y el Seiscientos. Este fenómeno anunció o anticipó, según la estudiosa, las independencias americanas de las primeras décadas del siglo XIX.
En relación con el tema que nos ocupa, los gitanos, nos detendremos en el siglo XVIII51, por ser ésta la centuria en que se produce el importante quiebre documental que presentamos en el Cuadro 12, relativo, concretamente, a la prosa legislativa. Sabido es que, desde 1499, se publicaron numerosas pragmáticas y textos legislativos atinentes a los gitanos, los cuales fueron viéndose más cercados por las leyes de la monarquía hispánica. Entre otras, las leyes expedidas por los sucesivos monarcas españoles establecieron: i) la fijación de un domicilio en localidades que cumpliesen con determinada demografía52; ii) las localidades exactas donde debían vivir los gitanos53; iii) la prohibición de hablar el caló, conocido en casi todas las fuentes históricas como jerigonza54; iv) la prohibición de vestir a la manera de los gitanos; v) la restricción del ámbito laboral al campo, sin derecho a la compra y venta de caballerías, ni de animales en general, o a desempeñar oficios que les estuviesen vedados. No obstante, la labor legislativa a lo largo de los siglos ha sido tan prolija que ahondar en las múltiples particularidades de cada texto legal merecería estudio aparte55. En 1783, a finales de un siglo particularmente intenso en cuanto a legislación referida a los gitanos, como vimos líneas arriba, Carlos III homologa los gitanos al resto de españoles, los nacionaliza56. Este hecho, a nuestro juicio, propició mayor contacto entre españoles gitanos y no gitanos, puesto que dejan de ser, al menos en teoría, criminalizados y perseguidos, como hasta entonces57. Esta información guarda coherencia con los datos que presentamos a continuación.
Introducción de los gitanismos en el español
En este apartado analizamos algunas de las primeras introducciones de voces procedentes del caló en la lengua española. Para realizar el estudio, hemos acudido a trabajos especializados58 donde se consignan las voces del caló más conocidas por los propios gitanos, y, a partir de éstas, realizamos sucesivas calas en los distintos bancos de datos que enumeramos en “Corpus y metodología”. Los cuadros 13 y 14, infra, documentan apoquinar, camelar, currelar59, diñar, gachí, gachís, gachó, gachós, pinrel, pinreles, Undebel60; en el análisis, hemos tenido en cuenta estas voces y también sus posibles variables, que consignamos en cada caso más adelante. Metodológicamente, hemos hecho un rastreo de los datos en cortes cronológicos de cincuenta años cada uno, como adelantamos antes, con la excepción de la segunda mitad del siglo XX, que hemos tenido que dividir en dos subcategorías, puesto que, como se sabe, el CORDE no cubre toda esta centuria, por lo que hemos utilizado el CREA, entre 1976 y 2000. Asimismo, tomamos el siglo XIX61 como punto de partida, puesto que en la centuria precedente no se encuentra documentación acerca de estos vocablos62. En los cuadros se consignan los casos totales, aunados textos peninsulares y americanos, y en nota a pie de página se aclaran, entre otros datos de interés, los casos americanos.
Los cuadros 13 y 14 presentan una documentación ascendente a partir de la primera mitad del siglo XIX. La mayoría de las voces intensifica exponencialmente las ocurrencias a partir del siglo XX, aunque hay significativas excepciones, como el verbo camelar, uno de los que antes despunta en cuanto a número de casos. Las voces apoquinar, currelar, gachí, gachís, gachó y gachós no registran ningún caso durante la primera mitad del siglo XIX, mientras que en su segunda mitad el número de voces indocumentadas se reduce a apoquinar, currelar, gachís, gachós y pinrel. El siglo XX, por su parte, evidencia un notable incremento en los casos consignados respecto a todas las voces, con la excepción de pinrel y Undebel; nos llama especialmente la atención este último caso, con documentaciones muy tempranas, y, sin embargo, declina en el uso a partir de este siglo. Respecto de pinrel, creemos que su tardía introducción se debe a que los pies suelen concebirse en pares, lo que obstaculiza la aparición de contextos que favorezcan el singular. En relación con América, quedan atestiguados, al menos, dos hechos: primero, la menor documentación de voces del caló en términos porcentuales; segundo, la presencia de camelar, currelar, gachó y pinreles en textos americanos. Estas voces no se encuentran, sin embargo, recogidas en bases de datos como el Corpus del español mexicano contemporáneo, que sirve de base al Diccionario del español de México, en que el autor da cuenta de 167 voces “susceptibles de ser consideradas como propias del caló” (Lara 1992, p. 568). En suma, de los cuadros 13 y 14 se desprende el hecho de que es el siglo XIX cuando se da la introducción masiva de gitanismos en la lengua española, propiciada a su vez por el parteaguas legislativo que supuso, sobre todo, la segunda mitad del siglo XVIII, en concreto el reinado de Carlos III, con un primer endurecimiento y recrudecimiento de la ley contra los gitanos, y de una ulterior nacionalización y asimilación que los equiparó en derechos con el resto de los españoles. La evolución en el aumento sostenido de estas voces puede apreciarse mejor en la Gráfica 1.
El Cuadro 15 determina el promedio en la proporción de ocurrencias de una voz dada por texto. El interés de esta información estriba en el hecho conocido de que el número de textos por siglo varía en los corpus, por lo que se podría argumentar que, en realidad, este incremento sostenido de gitanismos en el español no es proporcional, sino una ilusión óptica causada por un mayor número de textos durante el siglo XX.
1801-1850 | 1851-1900 | 1901-1950 | 1951-2000 | |
Poquinar | 2.7 (21/8) | 1 (31/29) | ||
Camelar | 1.7 (10/6) | 3 (28/9) | 1.6 (31/20) | 2 (54/23) |
Currelar | 1 (1/1) | 2 (27/12) | ||
Diñar | 1.7 (10/6) | 2.8 (11/4) | 2.6 (29/11) | 2.1 (39/18) |
Gachí | 1 (1/1) | 2.3 (25/11) | 2.7 (53/20) | |
Gachís | 1.6 (8/5) | 1.6 (8/5) | ||
Gachó | 1.7 (5/3) | 1.7 (29/17) | 2.3 (50/21) | |
Gachós | 1 (2/2) | 1 (4/4) | ||
Pinrel | 2 (6/3) | |||
Pinreles | 1 (1/1) | 1 (3/3) | 1 (3/3) | 1 (4/3) |
Undebel | 2 (2/1) | 1 (1/1) | 2 (2/1) | |
Total | 1 (13/14) | 2.8 (48/17) | 1.9 (150/79) | 2 (278/139) |
Sorprendentemente, los datos consignados en el Cuadro 15 muestran una enorme estabilidad en cuanto al número de ocurrencias por texto a lo largo del siglo XX: primera mitad, con 1.9 de ocurrencias por texto, y segunda mitad, con 2. Paradójicamente, la mayor oscilación relativa a esta variable de análisis se da en el siglo XIX: primera mitad, con 1, y segunda mitad, con 1.8. Aun así, los datos extraídos de los corpus se caracterizan por la estabilidad. Así, pues, los datos parecen probar el aumento sostenido de estas voces en la lengua española.
Conclusiones
La presente investigación muestra un promedio estable de menciones de gitano por texto. En lo atinente a la conceptualización del gitano como individuado o no individuado, el corpus arroja una relativa ambivalencia, con la excepción del siglo XVIII, período que se caracteriza a lo largo de este trabajo por representar un acusado quiebre histórico. Sorprende, no obstante, respecto del género gramatical, la notable atención dedicada en el corpus a los casos integrados por el género no marcado. En lo que toca a egipciano, la tendencia es completamente diferente, al conceptualizarse como no individuado, sobre todo en referencia al pueblo bíblico, y a los gitanos, cuyo origen se quiso ver desde muy temprana fecha en los naturales de Egipto. En cuanto al análisis diatópico de las voces gitano y egipciano, los corpus revelan que, si bien la documentación de gitano en textos peninsulares es abrumadoramente mayoritaria en general y en diacronía, la presencia de esta voz aumenta de forma lenta pero sostenida a partir del siglo XIX en América. Desde un prisma lexicográfico, los datos extraídos de los diccionarios contrastan con la evidencia empírica procedente de los corpus. Gitano supone la primera documentación, seguido de cíngaro y, posteriormente, egipciano, cuya entrada no consta en una obra lexicográfica preacadémica o no académica hasta 1825, a pesar de consignarse en los bancos de datos desde época muy temprana. Además, mientras las acepciones ‘cíngaro’ y ‘mago’ se restringen en diccionarios, grosso modo, a los siglos áureos, ‘egipciano’, ‘vagabundo’ y ‘estigma’ cobran especial notoriedad en obras lexicográficas a partir del siglo XVIII.
Por lo demás, en lo que respecta a la documentación, la mayoría de los textos encontrados en el PARES corresponde a la prosa judicial, inexistente en el siglo XV, pero estable entre el XVI y XVIII, con una abrupta caída en el XIX. La estabilidad de registros hallados para la prosa legislativa respalda estos datos, con la notable excepción del siglo XVIII, época en la que aumenta decididamente el número de textos legales, los cuales dan cuenta, por un lado, de un primer recrudecimiento de la ley contra los gitanos y, por otro, de su nacionalización y asimilación hacia finales de la centuria. Todo ello derivó, a su vez, en el brusco decremento del número de pleitos consignados en el siglo posterior. Por último, en el siglo XIX se produce una introducción masiva de gitanismos en el español que aumenta de manera sostenida a lo largo del tiempo y llega al siglo XX; este hecho queda probado con el promedio de menciones de gitanismos por texto, lo que es evidencia de gran estabilidad. Allende esta información, los asuntos textuales en que ocurren los casos de gitano están marcados fuertemente por la creación y la ficción; los temas predilectos son el relato extenso, la novela y semejantes, y el drama musical, hecho que, a nuestro parecer, y unido al resto de datos expuestos en este trabajo, ha contribuido a forjar una imagen estereotipada de los gitanos españoles.