Este libro constituye una doble intervención en los estudios sobre la temprana modernidad hispánica. Por un lado, trata de reivindicar la filología como herramienta de análisis y, por otro, ofrece una propuesta para estudiar las literaturas coloniales y la peninsular de los siglos XVI y XVII como unidad indivisible y en rico diálogo (por un Siglo de Oro global, como postulan los editores del libro). La materia que justifica estas dos propuestas se conforma de un ensayo introductorio y de nueve artículos escritos por un grupo de académicos radicados en Estados Unidos, América Latina y Europa.
El ensayo introductorio, “Mappings y remappings de la temprana modernidad hispánica” (pp. 9-14), firmado por los editores Francisco Ramírez Santacruz y Fernando Rodríguez Mansilla, aunque breve, es una pieza muy efectiva en el establecimiento de pautas de lectura, con las cuales el ensayo puede leerse como un manifiesto. ¿De qué o contra qué? Un manifiesto por el estudio cuidadoso de la literatura y contra su uso impune como instrumento para avanzar en el presente agendas políticas e ideológicas. También es el sitio en el que los editores explicitan las distintas formas en que el libro busca repensar las interacciones de las literaturas producidas en ambos lados del Atlántico durante los siglos XVI y XVII; es decir, sus páginas funcionan también como compendio crítico del conjunto.
Después del ensayo introductorio, los nueve artículos que componen el libro se dividen en tres secciones, de tres artículos cada una: “Códigos compartidos” (pp. 15-70), cuyos trabajos examinan textos producidos por españoles y criollos que habitaron el Nuevo Mundo y que muestran la globalidad de las referencias en ambos lados del Atlántico; “Espacios y circulación” (pp. 71-120), cuyos trabajos indagan las operaciones retóricas con que los autores de los siglos XVI y XVII proyectaron miedos, fantasías y deseos en espacios literariamente resignificados -las ciudades, por ejemplo-; “Interpretaciones y metacrítica” (pp. 121-177), cuyos textos retoman figuras tutelares del Siglo de Oro global (Luis de Góngora, sor Juana Inés de la Cruz y el Inca Garcilaso de la Vega) para comentar algunos de los grandes debates sobre la temprana modernidad hispánica: la ideología, el canon y las metodologías con que se estudia la literatura actualmente.
La primera sección del libro inicia con “Huellas de Quevedo en la poesía satírica de Juan del Valle Caviedes” (pp. 15-38), de Ignacio Arellano, un estudio erudito de las referencias a la obra de Francisco de Quevedo en la poesía de Juan del Valle Caviedes. A decir del autor, el objetivo del artículo es criticar ciertas lecturas “prejuiciada[s]” y “parciales” que han querido ver en Caviedes a un autor “irreverente” y “revolucionario”. A partir de un trabajo comparativo que contempla más de un centenar de versos de ambos autores, Arellano deja en claro que, antes que “revolucionario”, Caviedes fue un tradicionalista que buscó el diálogo con don Francisco de Quevedo por medio de versos que, si bien son irreverentes, en muchos casos lo son en imitación del ingenio del poeta madrileño.
“Historia natural de la lengua: leche india y lengua materna en peticiones de mestizos peruanos (siglo XVI)” (pp. 39-54), de Felipe Ruan, es un trabajo rico en bibliografía que examina las referencias a la relación entre idioma y leche materna en documentos escritos por mestizos en las décadas de 1570 y 1580, y traza una genealogía de textos con el mismo tema elaborados en Europa entre los siglos XIII y XVI. Con tales genealogías e indagaciones, Ruan arroja luz sobre las polémicas en torno al mestizaje y los discursos en contra de los mestizos. El artículo también ofrece una concepción clara y convincente sobre el origen y desarrollo de una idea (el binomio leche-lengua) que amalgama naturaleza y cultura.
“Lo empírico y lo poético: la Argentina de Barco Centenera y la complejidad de los textos indianos” (pp. 55-70), de Silvia Tieffemberg, consiste en el análisis del poema Argentina y conquista del Río de la Plata con otros acaecimientos de los reinos del Perú, Tucumán y Estado del Brasil, del extremeño Martín del Barco Centenera. Según Tieffemberg, el poema es producto tanto de la experiencia americana del autor, que vivió en tierra indiana por casi veinticinco años, como de un diálogo con la tradición épica americana (i.e., La Araucana, de Alonso de Ercilla y Zúñiga) y la genealogía literaria europea. Al igual que Arellano y Ruan, Tieffemberg muestra que los textos escritos durante los siglos XVI y XVII en España y sus territorios son resultado de experiencias y diálogos trasatlánticos cuyas fronteras son en cierto sentido ilocalizables; su conversación ocurre en el país de las Belles-lettres, cuyos habitantes son con frecuencia sujetos multiidentitarios y dislocados.
La segunda sección del libro comienza con el estudio sobre “Dos variaciones del tema del pirata en Eugenio de Salazar: el corsario en la «Carta al licenciado Miranda de Ron» (1574) y la «Navegación del alma» (1600)” (pp. 71-86), de Antonio Sánchez Jiménez. El texto trata la figura del pirata como ente capaz de proyectar imaginarios literarios y fantásticos, animados por la experiencia americana del autor. En otras palabras, el análisis de Sánchez Jiménez revela cómo en la obra de Salazar -al igual que en otros textos de la época que tratan la misma figura- el pirata es una suerte de significante vacío sobre el cual el autor proyecta sus miedos y preocupaciones por lo desconocido.
En “La «ciudad letrada» barroca: el caso del poema Fundación y grandezas de la muy noble y muy leal ciudad de los Reyes de Lima, de Rodrigo de Valdés” (pp. 87-104), Martina Vinatea analiza los versos en el enkōmion poleōs a la luz de los textos sobre urbanismos utópicos de Ángel Rama, José Luis Romero y otros. En diálogo con el resto de los textos de la sección “Espacios y circulación”, el artículo de Vinatea examina la proyección de fantasías e imaginarios sobre superficies aparentemente palpables y específicas que, tras el tratamiento literario, multiplican sus significados. En este caso, los imaginarios proyectados son el sueño imperial y la fantasía del orden, mientras que la superficie es la ciudad de Lima, que, en cierto modo, abandona su condición de espacio real para volverse depositaria del proyecto literario del jesuita criollo Valdés.
La sección concluye con el artículo “Una república literaria trasatlántica: los sonetos de Francisco de Borja y Aragón, príncipe de Esquilache” (pp. 105-120), de María Inés Zaldívar Ovalle, quien analiza varios momentos de la poesía de Borja y Aragón en los que el lugar de enunciación geográfico es trascendido por el lugar de enunciación literario. A lo largo de su trabajo, Zaldívar Ovalle revela cómo en este caso el territorio sobre el cual se proyecta el imaginario es el poema mismo, sitio en el cual no sólo se configura -en la voz de Borja y Aragón- una república literaria trasatlántica ajena a las fronteras geográficas, sino también un espacio de indefinición donde la jerarquía continental se diluye.
La tercera y última sección comienza con el artículo “La poética global de Luis de Góngora” (pp. 121-138), de Obed Lira, quien revisa algunos poemas del cordobés para mostrar que, a pesar de su encomio al expansionismo español y de alinearse con él, también critican la codicia y sus efectos entre los españoles. El estudio termina con el comentario del discurso del serrano en las Soledades, en cuyos versos Góngora se pronuncia severamente en contra de la globalización y de la degenerada codicia que la ha motivado -el veredicto de Lira es que, en sus mejores momentos, Góngora adopta el papel de sabio disidente que se planta como la conciencia crítica de la España expansionista.
El siguiente trabajo, “Sor Juana Inés de la Cruz, la primera globalización moderna y la Weltliteratur” (pp. 137-156), de Francisco Ramírez Santacruz, es con seguridad el artículo más ambicioso de todo el libro. A partir específicamente del estudio de la loa que antecede al auto sacramental del Divino Narciso, de la historia editorial de sus publicaciones y de los versos preliminares de otros escritores que saludaban su obra, el autor ofrece evidencias de la sensibilidad global y cosmopolita de la monja. Luego, con hilado fino y argumentos convincentes, Ramírez Santacruz recomienda poner en diálogo esos elementos con la idea de literatura mundial, establecida por Goethe en 1827. La propuesta de Ramírez Santacruz interesa tanto a los estudios sobre sor Juana como a la literatura comparada. Y es que la proclama es nada más y nada menos que la siguiente: la Décima musa fue una adelantada a su tiempo que desde la celda de un convento en Nueva España prefiguró la Weltliteratur, de Goethe, y que ya desde entonces había repensado el cosmopolitismo y la trascontinentalidad de la literatura; propuesta que inevitablemente recuerda aquella de Octavio Paz sobre sor Juana como modernista avant la lettre, que adelanta con sus gestos a Mallarmé.
La tercera sección, y el libro en su conjunto, cierra con el artículo “La concepción romántica de los Comentarios reales” (pp. 157-177), de Fernando Rodríguez Mansilla, estudio que propone volver a la filología y a la lectura cuidadosa de las fuentes y de su contexto; esto como gesto de profesionalismo. A lo largo de su trabajo, Rodríguez Mansilla usa herramientas filológicas para reconstruir los debates en torno a la obra del Inca Garcilaso de la Vega y para señalar, posteriormente, la abundancia de anacronismos y romantizaciones que se han hecho de los Comentarios reales. El resultado de su estudio constituye una sólida reflexión en contra de la instrumentalización de la literatura para fines políticos y la evidencia de cómo las agendas ideológicas se han proyectado incesantemente sobre la obra del Inca Garcilaso (y sobre muchas otras obras). En última instancia, el trabajo de Rodríguez Mansilla no es -como podría parecer- una proclama en contra del “progreso” de las herramientas literarias, sino un llamado a la lectura generosa e informada, que antes de imaginar el contenido de un texto trate de leer y de atender en su contexto a lo que el autor intentó decir.
A manera de conclusión, puedo comentar que “Ni distancias que estorben, ni mares que impidan”: globalización y la temprana modernidad hispánica es un libro que tiene la forma de una curva ascendente: empieza con un conjunto de estudios que ponen en práctica la filología y la lectura trasatlántica y termina con otro conformado de críticas muy bien articuladas según la periodización de la literatura mundial y las metodologías con que hoy se lee la literatura. En sentido figurado, es justo decir que el libro va del silencio al grito, y que concluye con un dramático crescendo. O bien, dicho de otro modo: los artículos que conforman este libro actúan en acabado engranaje para ofrecer a los estudiosos de la literatura hispánica una serie de propuestas bien ponderadas que, conforme el libro avanza, se sienten aún más estrechamente complementarias. Además de sus méritos académicos, este libro es gran ejemplo de compromiso y arrojo; el arrojo de proponer la filología como herramienta de lectura, que de paso se propone enmendar, implícita y explícitamente, los métodos de quienes tienden a ignorarla.