1. INTRODUCCIÓN
Este artículo recupera un período de transición en la historia lingüística de Guinea Ecuatorial, coincidente en gran parte con la llamada “fase antillana”, que se extiende de 1858 a 1898, según Granda (2003), y que también cabría considerar etapa “fundacional” del español en Guinea Ecuatorial. Esta época representó el comienzo de la relegación del mundo y cultura fernandinos, de cuña angloafricana, predominantes en la primera mitad del siglo xix, y el principio de la lenta hispanización de Guinea Ecuatorial. Esta última transcurre de manera simultánea a la implantación del poder colonial español -implantación que denominaré “efectiva”, aunque aún fuera tímida en la época1, por oposición a una dominación “no efectiva”2, virtual, que venía ocurriendo desde que España asumió el control de la “Guinea Española” con la firma del tratado de El Pardo (1778).
Concretamente, este tránsito de un mundo colonial a otro tuvo lugar en la isla de Fernando Poo (actual Bioko) y, sobre todo, en su capital, Santa Isabel (actual Malabo). Por ello, aunque mis resultados se deben valorar e integrar en la caracterización conjunta de la historia lingüística ecuatoguineana, no llego a ocuparme aquí de la isla de Annobón -que, colonizada siglos antes por los portugueses, alberga hasta la actualidad una cultura y una lengua lusocriollas que tienen su origen último en el Santo Tomé de principios del siglo xvi (sobre la monogénesis de los cuatro criollos portugueses del Golfo de Guinea, cf. Hagemeijer 2011)-, ni de las pequeñas islas de Corisco, Elobey Grande y Elobey Chico, ni siquiera de Río Muni, la región continental de Guinea Ecuatorial, cuya colonización se impulsó sobre todo en el siglo xx (Granda 2003, p. 41).
Si bien algunas de las ideas expuestas a continuación se han descrito con anterioridad -destacan los trabajos clásicos de Granda3 y, en los últimos años, los de Castillo Rodríguez4-, no me consta que haya un trabajo de comparación y caracterización conjunta de los repertorios multilingües de los diversos grupos poblacionales y sus dinámicas de interacción en el Fernando Poo de la segunda mitad del siglo xix. Además, algunos de los testimonios de la época en los que me baso aquí para tal caracterización (cuyos originales, en muchos casos, he podido consultar directamente en los archivos; véase apartado de fuentes primarias en “Referencias”) han estado relativamente -o en algunos casos completamente- desatendidos por los lingüistas: tales fuentes incluyen las relaciones y tratados de expedicionarios y etnógrafos de la época -como la obra Eine afrikanische Tropen-Insel. Fernando Póo und die Bube (1888), del austriaco Oscar Baumann-, las relaciones de los misioneros en la isla -en particular, dos de las que escribió el superior de los jesuitas, José de Irisarri (la primera de 1859 y la última de 1862)5- y las noticias que registró el lingüista y romanista alemán Hugo Schuchardt sobre la diversidad lingüística de Fernando Poo en los años ochenta del siglo xix.
Este artículo se estructura como sigue: en § 2 reviso sumariamente la historia de los distintos grupos poblacionales presentes en la isla, a saber, pobladores hispánicos (españoles y, sobre todo, cubanos), criollos angloafricanos o “fernandinos”, krumanes, criollos luso-africanos, distintos grupos de africanos continentales y bubis; estos últimos constituían el estrato poblacional más antiguo o “los verdaderos indígenas de esta isla” (Irisarri 1862, p. 8). Posteriormente, en § 3, a partir de distintos testimonios directos o indirectos de la época, determino el repertorio multilingüe de cada uno de estos grupos (que en unos casos se puede reconstruir con mayor certeza que en otros). En § 4 me ocupo de la convivencia entre repertorios, esto es, de la interacción entre grupos y de la configuración de posibles vehiculares en la isla. Por último, en § 5 planteo la necesidad de conocer la ecología lingüística descrita en § 3-4 para fundamentar los desarrollos ulteriores del español y de las otras lenguas de Guinea Ecuatorial. En suma, esta monografía supone una contribución al estudio de los contactos lingüísticos en Guinea Ecuatorial desde una perspectiva sociolingüística histórica que tradicionalmente se consideraría “externa” -salvo en puntos aislados del trabajo, no me ocuparé del análisis y reconstrucción de variables lingüísticas ni de cambios concretos a partir de los textos de la época, todo lo cual queda pendiente para futuras monografías.
Las limitaciones de espacio imponen algunas licencias: primero, distingo convencionalmente entre las “L1” y las “L2” en referencia a comunidades lingüísticas, no a individuos, lo que requiere un grado de idealización notable; segundo, no entro a valorar el hecho de que los límites entre unas y otras no siempre son nítidos (si bien la diferente edad de las primeras experiencias en las distintas lenguas, el tiempo de exposición a éstas, la función social que asumen, la mayor o menor necesidad de su uso activo y los distintos factores ideológicos asociados a este uso permitirían siempre hacer algún tipo de jerarquía psico y sociolingüística en las lenguas de un repertorio dado); tercero, en esta visión de conjunto, el grupo de las “L2” es muy heterogéneo, e incluso da cabida a pidgins y otros vehiculares (descarto, en cualquier caso, los criollos); cuarto, al tratarse de un trabajo eminentemente descriptivo, renuncio a desarrollar algunos conceptos teóricos como fosilización (que entiendo a la manera de Selinker 1972) o reestructuración (que entiendo, en lo fundamental, a la manera de Holm 2004), así como a tratar las distintas teorías sobre el proceso de criollización y sus relaciones con otros tipos de reestructuración lingüística (según espero, la bibliografía citada podrá cubrir convenientemente este aspecto).
2. GRUPOS POBLACIONALES EN FERNANDO POO DURANTE EL S. XIX
2.1. Españoles y (afro)cubanos
La primera expedición española a Fernando Poo corrió a cargo del brigadier Felipe de Santos Toro, conde de Argelejo, y el comandante de Marina y geógrafo José Varela y Ulloa -quien escribiría poco después su Descripción de la isla de Fernando Poo (1780). En términos políticos, fue un fracaso, y la colonización y la población efectivas no se convirtieron en prioridades para España. Décadas más tarde, en 1843, la expedición del gaditano Juan José de Lerena y Barry inauguró simbólicamente el asentamiento español y estableció algunas bases de la vida administrativa colonial ulterior; poco después, en 1845-1846, la labor misionera de Jerónimo Usera y Alarcón durante sus tres meses de estancia en la isla supuso “el comienzo del intercambio cultural entre España, representada por los misioneros, y los isleños fernandinos” (Vaz 1998, p. 120). Sin embargo, estas iniciativas no hicieron avanzar sustancialmente la empresa colonial y el desinterés de la Corona siguió siendo notable: así, por ejemplo, no deja de sorprender que el mismo Lerena y Barry regresara a España dejando como gobernador de Fernando Poo a un británico, John Beecroft. En cierto sentido, este desinterés se hacía extensivo a las relaciones de España con África en general6.
En realidad, no fue hasta aproximadamente 1860 cuando España “vuelve sus ojos hacia África” (Trujillo 2014, p. 11)7. En el caso que nos ocupa, esto no sólo se tradujo en asegurar la presencia de unos pocos funcionarios españoles en Fernando Poo, sino en otros dos hechos de importancia capital. En primer lugar, después del precipitado retorno a España, a comienzos de 1857, del grupo de cuarenta misioneros arribados un año antes a Fernando Poo -con Martínez y Sanz al frente- (pp. 50-67), la Compañía de Jesús aceptó el encargo del Ministerio de Ultramar de continuar la misión católica en la isla, y se instaló en ella a partir de mayo de 1858, con José Irisarri como el superior a cargo. A pesar de que la empresa jesuítica fracasaría tempranamente al terminar en 1872 (Enyegue 2014), la labor de los jesuitas en la evangelización y en la enseñanza del español aún sería recordada con admiración durante toda la centuria8; además, los jesuitas allanaron el camino para el asentamiento definitivo de la misión católica a partir de 1883, esta vez a cargo de los claretianos. En segundo lugar, a partir de 1862 se inició la población y explotación de Fernando Poo con emancipados afrocubanos9 (ese mismo año se contaban ya 200 personas; Irisarri 1862, p. 8), en su mayoría jóvenes y adolescentes “bozales” (Vilaró i Güell 2020, pp. 67-68), esto es, africanos de primera generación (en su mayor parte “de nación Congo”) que algo antes habían sido llevados como esclavos a Cuba y que causarían “an enormous impact on the population of Santa Isabel” (Castillo Rodríguez 2016, p. 169). Se los definió de la siguiente manera: “Es sind geschickte, verlässliche Leute, welche vom Plantagenbau, hauptsächlich der Tabakcultur manches verstehen” (Baumann 1888, p. 124). A ellos se sumaron, cuatro años después, 176 de- portados políticos cubanos y, hasta finales del siglo, siguieron algunos otros envíos de deportados y afrocubanos (Granda 1988, pp. 220-221; Aranzadi 2014). Muchos de ellos se establecieron en un arrabal de Santa Isabel, que se dio en llamar Barrio Congo (Granda 1988, p. 220). A menudo, se integraron con los fernandinos, de modo que aumentaron “el cruce y abigarramiento etnográfico de la capital” (Unzueta y Yuste 1947, p. 285; Aranzadi 2014, p. 1430).
En esta época, la presencia hispánica se concentró en Santa Isabel, único asentamiento que cumplía la condición de ser estable (la sociedad fernandina llevaba décadas asentada allí) y relativamente numeroso, hasta el punto de sobrepasar los mil habitantes con la llegada de los afrocubanos (Irisarri 1862, p. 25; véanse censos infra, en Tabla 1). En claro contraste con esta situación, la empresa colonial aún no había incluido decididamente el resto de la isla durante el siglo xix, a pesar de algunos (débiles) lazos comerciales con la población indígena bubi y de algunas incursiones misioneras en el interior. A este respecto, es interesante rescatar un testimonio atribuido a los bubis del interior sobre los españoles (Baumann 1888, pp. 104-105):
1858 | 1869 | 1897 | ||||||
N | % | N | % | N | % | |||
Ingleses | 7 | 0.8 | Ingleses | 9 | 0.6 | Ingleses | (no se mencionan) | |
Españoles | 6 | 0.7 | Españoles | 83 | 5.9 | Españoles | 175 | 11.6 |
--- | --- | --- | Cubanos deportados a | 176 | 12.5 | Cubanos deportados | 145 | 9.6 |
--- | --- | --- | Afrocubanos emancipados | 150 | 10.7 | “Negros católicos” (afrocubanos emancipados y “portugueses” de S. Tomé y Príncipe) | 243 | 16.2 |
“Portugueses” de S. Tomé y Príncipe | 20b | 2.3 | Africanos de costas cercanas y de colonias portuguesas (incl. “portugueses” de S. Tomé y Príncipe) c | 184 | 13.1 | “Negros protestantes de varias sectas” (sobre todo, fernandinos) | 385 | 25.6 |
Fernandinos | 202 | 23.5 | Fernandinos (“naturales de Santa Isabel”) | 224 | 16 | “Negros varios” | 552 | 36.8 |
Krumanes | 209 | 24.3 | Krumanes | 467 | 33.3 | ∑ | 1500 | |
Bubis | 67 | 7.8 | Bubis | no se mencionan | ||||
Otros africanos (Camerún, Nigeria, Ghana, Sierra Leona…) | 347 | 40.4 | Otros africanos (sólo de Ghana y Sierra Leona) d | 106 | 7.5 | |||
∑ | 858 | ∑ | 1399 |
a En realidad, éstos no se habían incluido en el censo original por no ser población de derecho (Granda 1985, p. 101).
b Recuérdese que Irisarri contaba cincuenta apenas un año después del censo. Si se ajustaran correspondientemente las frecuencias relativas, los “portugueses” representarían un notable 5.6%.
c Lo que en realidad escribe el texto es “de la costa [= ¿de Camerún, Nigeria, Río Muni..?] y las colonias portuguesas [= de Santo Tomé y Príncipe, seguramente también de Angola]” (Unzueta y Yuste 1947, p. 286). Quedan excluidas las regiones africanas occidentales más alejadas, como Ghana y Sierra Leona (cf. infra, nota d).
d 38 de Accra (Ghana) y 68 de Sierra Leona.
Die Weissen [= españoles10] sind Fische, keine Menschen, wohl mögen sie manchmal am Lande verweilen, doch zuletzt besteigen sie wieder ihre Schiffe und verschwinden mit denselben am Horizonte im Ocean. Wie kann ein Fisch Land besitzen?
2.2. Fernandinos
El fenómeno que marcó la primera mitad del siglo xix, en buena medida al amparo del tribunal internacional antiesclavista que el Reino Unido mantuvo operando en la isla entre 1827 y 1835 (Lipski 2000, p. 17), fue el asentamiento de emancipados procedentes de Sierra Leona. Aunque también hubo aportes fundamentales de jamaicanos (Castillo Rodríguez 2015), se ha considerado generalmente que “los nativos de Sierra Leona… constituyeron el núcleo principal del personal auxiliar de los funcionarios, mercaderes y pastores protestantes ingleses establecidos en la isla” (Granda 1985, p. 119). De este modo, se trasplantó a la isla de Fernando Poo -y se siguió desarrollando en ella- una cultura criolla angloafricana llamada comúnmente “fernandina”, cuyo centro fue la ciudad de (Port) Clarence, fundada en 1827, renombrada después Santa Isabel por los españoles.
Estos fernandinos, que eran ya a menudo de segunda y tercera generación durante el período de transición del que me ocupo aquí y, por tanto, “naturales de Santa Isabel”11 a ojos de los españoles, eran de confesión protestante, tenían apellidos ingleses y a menudo se dedicaban al comercio. Constituyeron, en opinión de Arnalte (2005, p. 55), una especie de clase media, un grupo “intermediario entre Europa y África”. Seguramente, su posición les hacía desarrollar una conciencia de superioridad con respecto a los bubis (id.), al tiempo que despreciaban a los braceros krumanes (según indica Baumann 1888, p. 127). Se consideraban a sí mismos coloured gentlemen, si bien a menudo eran vistos con recelo por los británicos (Arnalte 2005, p. 55); los bubis los consideraban (a)poto ‘extranjero(s)’12, y para muchos españoles eran apenas “negros con pantalones” (Hosen niggers, según noticia de Baumann 1888, p. 127). Dado que los comerciantes y funcionarios británicos constituían un grupo muy reducido, y dado que no hubo españoles asentados de manera relativamente estable hasta la segunda mitad del siglo, los fernandinos ostentaron de facto el poder en la ciudad durante décadas; más adelante, con la implantación paulatina del dominio español, supieron mantener su identidad y una función social relevante, al tiempo que se iban adaptando lentamente al nuevo grupo dominante.
Desde la visión subjetiva del cónsul británico Burton, los fernandinos prefirieron el control político y religioso de los españoles al control (indirecto) de los británicos: “ahora están perfectamente contentos; muchos presumen de ser españoles y probablemente todos volverán a la vieja iglesia” (Burton 2005 [1861-1864], p. 55). Respecto de este último plano, el religioso, hubo momentos de convivencia y cierta laxitud de ritos entre católicos españoles y protestantes fernandinos; por ejemplo, en el día del Corpus Christi de 1862, “iban mezclados además de los morenos católicos otros que no lo eran” (cf. Irisarri 1862, p. 5, quien también informa de celebraciones litúrgicas compartidas). Además, es llamativo que desde un comienzo los fernandinos confiaran en los jesuitas españoles como intermediarios para resolver algunos de sus problemas civiles (Irisarri 1859, f. 5r).
2.3. Krumanes
Durante toda la centuria hubo importante presencia de “krumanes” (ing. Kru-men). Éstos, contratados en calidad de indentured labor, y viviendo a menudo en un régimen de semiesclavitud13, fueron elemento esencial en la expansión de la empresa colonial británica en toda África durante el siglo xix (Gunn 2021). Esta infraestructura se conservó en los inicios del dominio efectivo hispánico en Fernando Poo, aunque, con el paso del tiempo, los braceros se irían buscando en regiones continentales más cercanas14. En palabras de Irisarri, puesto que “el europeo no puede lanzarse al corte de maderas y a la excavación sin peligro cierto de contraer las fiebres” (1859, f. 6r), consigue trabajadores del “Cabo de Palmas o costa del Krou” (f. 9v).
Cabe advertir que el etnónimo kru-man (relacionado desde antiguo, a veces, con el sustantivo inglés crew por etimología popular), si bien designó en principio a miembros del grupo etnolingüístico kru del área del Cabo de Palmas, en el sudeste de Liberia, posteriormente fue ampliando su significado -tanto en inglés como en las otras lenguas europeas con posesiones e intereses en África, que fueron incorporando el préstamo por medio del inglés-, para pasar a denominar genéricamente a casi todos los africanos occidentales (de Sierra Leona, Liberia, Costa de Marfil, etc.) importados como braceros (Arnalte 2005, pp. 54-55; Baumann 1888, pp. 139-140). Es muy posible, en definitiva, que en algunos de los censos de § 2.7 se hablara de “krumanes” para algo más que para referirse a los braceros liberianos.
2.4. “Portugueses”
Cabe empezar recordando que la presencia portuguesa en Fernando Poo durante los siglos xv-xviii fue relativamente escasa, sin establecimiento de redes comerciales ni asentamientos duraderos. Al parecer, desde un principio la isla se consideró poco apropiada por estar densamente poblada por indígenas (bubis) y por la dificultad para navegar entre ella y el continente con la tecnología marinera de aquellos siglos (Sundiata 1996, p. 13). La situación, sin embargo, fue muy diferente en las otras islas portuguesas del Golfo de Guinea.
Cuando los españoles comenzaron la colonización efectiva de Fernando Poo encontraron otro grupo poblacional exógeno, el de los criollos lusoafricanos procedentes de las islas de Santo Tomé y, sobre todo, de la más cercana isla de Príncipe. Se trataba de grupos de esclavos que durante el siglo xviii huyeron de estas islas dominadas por Portugal y resistieron los intentos de captura de la Companhia de Cacheu e Cabo Verde (Varela Ulloa 1780, apudMartín del Molino 1963, p. 36); posteriormente, cuando los españoles se asentaron en tales dominios, rechazaron devolverlos como esclavos a las colonias portuguesas (Ballano Gonzalo 2014). Para la época en que Fernando Poo pasó a ser española, vivían “en una especie de república que se gobierna por leyes particulares y sin dependencia alguna de las gentes del país [= bubis]” (Varela Ulloa 1780, apudMartín del Molino 1963, p. 38). Este grupo de “portugueses”, que, según carta de Baumann (1886, p. 323) a la Sociedad Geográfica de Viena, estaba constituido por unas cien personas, se concentró sobre todo en el sudeste de la isla, en la población de Arihá, y aunque sí había asimilación a los bubis de su entorno en el siglo xix, aún en esta época conformaban un grupo especial a los ojos de los auténticos bubis (Baumann 1888, p. 74; Sundiata 1996, p. 18).
Lo interesante aquí es anotar que algunos de estos “portugueses” estaban asentados en Clarence/Santa Isabel cuando llegaron los españoles, por lo que es difícil determinar si llegaron a la ciudad desde las comunidades del sur de Fernando Poo o directamente desde Santo Tomé y Príncipe, puesto que la afluencia de fugitivos no cesó durante el siglo xix. De hecho, Irisarri narra su encuentro, al poco de llegar a la ciudad en junio de 1858, con veinte negros católicos, “esclavos huidos de las islas portuguesas de Sto. Thomé y del Príncipe…, que bajo la protección de los ingleses se habían refugiado en ésta buscando la libertad” (Irisarri 1859, ff. 1v-2r). Menos de un año después, averiguó que, en realidad, el número de “católicos de color” -a quienes cabe equiparar con los de Santo Tomé y Príncipe (y/o con sus descendientes), dado que aún no había afrocubanos en aquella época- subía a cincuenta sólo en Santa Isabel (f. 4v). Incluso, éstos le sirvieron, junto con algunos grupúsculos de católicos (los pocos funcionarios y comerciantes españoles), para justificar la misión en los primeros meses después de la llegada de los jesuitas.
2.5. Bubis
Hubo grupos de bubis establecidos en Santa Isabel, unos parcialmente asimilados a los fernandinos (Baumann 1888, p. 4) y otros que, según noticia de Bastian (1859, pp. 314-315), venían a veces a comerciar a la ciudad, caminando en fila india por las calles y parando a comer en las casas que conocían, antes de regresar a sus “espesuras inexploradas”15. Posiblemente, habían existido relaciones comerciales básicas entre bubis y británicos desde el siglo xviii (Martín del Molino 1963, p. 37), a pesar de los enfrentamientos -aún en 1810, por ejemplo, los bubis hundieron un barco inglés en San Carlos, actual Luba (Sundiata 1996, p. 20). Los contactos comerciales se habían intensificado con la sociedad fernandina de Clarence en la primera mitad del siglo xix.
No me ocuparé aquí de los bubis de las otras partes de la isla -en las que, evidentemente, constituían el grupo predominante o único-, pero quepa advertir que, en comparación con otros pueblos de África, los bubis resistieron algo mejor la trata esclavista, aunque no por ello estuvieron menos prevenidos de los europeos (id.).
2.6. Otros africanos
Los grupos anteriores se completaban con trabajadores procedentes de otras partes de África: sobre todo, de distintos puntos de los actuales Camerún y Nigeria, pero también de otros puntos de África occidental (Ghana, Benín, Sierra Leona, etc.) y central (exclave angoleño de Cabinda, región congolesa occidental de Loango, etc.; Unzueta Yuste 1947, p. 277), así como de los otros territorios continentales e insulares ecuatoguineanos. Respecto de estos últimos, se sabe, por ejemplo, que en la casa de la misión católica los jesuitas instruían “en la doctrina cristiana y en los primeros rudimentos de la lengua castellana” a algunos niños traídos de Corisco y de Annobón (Irisarri 1859, f. 2v).
2.7. Balance
La información anterior es consecuente con los datos que aportan los censos históricos del siglo xix, recogidos por Unzueta y Yuste (1947, pp. 280-289) y comentados después por Granda (1985, pp. 100-101) y Castillo Rodríguez (2016, p. 172), entre otros. Lamentablemente, las denominaciones étnicas en los distintos censos no siempre son coincidentes, pero, en cualquier caso, someterlos a comparación da al menos una primera idea del crecimiento de la población en la ciudad durante la segunda mitad del siglo xix, así como del aumento de españoles, del incremento de krumanes en la primera década de dominación efectiva hispánica, de la existencia muy numerosa de los demás grupos (muy heterogéneos) de africanos (hasta un 40% en 1858), etc. Cabe advertir, además, que el aumento de la población tiene lugar a pesar de la elevada tasa de mortalidad en la ciudad: sólo en 1862 fallecieron 3 emancipados cubanos, 5 “morenos católicos”, 27 fernandinos, 26 krumanes, etc. (Irisarri 1862, p. 29). Más adelante, véase la Tabla 1, cuya información se ha adaptado -y alineado, según mi interpretación- a partir de los censos reproducidos en Unzueta y Yuste (1947, pp. 280-289).
Al margen de estos censos, quedan quienes no tenían residencia fija en Santa Isabel. Por ejemplo, se cuenta que a menudo venían ingleses de otras colonias de África para sanar y recuperar fuerzas16. Por lo demás, las visitas de comerciantes franceses, españoles, ingleses, etc., fueron constantes (cf. Irisarri 1859, f. 10r, quien propone medidas proteccionistas para que los habitantes de Fernando Poo comercien más con los españoles).
Todo lo anterior refleja el crisol cultural y lingüístico que supuso Fernando Poo en la época. En este contexto no extraña la configuración de repertorios multilingües complejos.
3. REPERTORIOS MULTILINGÜES
3.1. Españoles y cubanos
En el caso de los españoles, tuvieron el español como L1 y, en algunos casos, en función de su región de procedencia, otras lenguas peninsulares (catalán, vasco, etc.). Seguramente, hubo españoles que aprendieron en la isla rudimentos del inglés (o del pichi), si bien Balmaseda (1869, p. 16) -profundamente antiespañolista- denuncia que no había “en la colonia un empleado que entendiese el idioma de Shakespeare”. En el caso particular de los misioneros jesuitas, a quienes se había advertido sobre la importancia del inglés en un informe oficial derivado del fracaso de la misión de Martínez y Sanz (2014 [1856] ; Trujillo 2014, p. 51), se sabe que algunos de ellos hablaban esta lengua, empezando por el superior Irisarri (cf. § 4).
Sin embargo, el grupo hispanófono más importante fueron los cubanos. Según Castillo Rodríguez (2016, p. 174), “the Spanish spoken in Fernando Po since 1862 and until the end of the nineteenth century had to be mostly Cuban”. Los cubanos usaban español para la comunicación intragrupal, aunque los emancipados afrocubanos, en su mayoría bozales, también hablaban -o cuando menos recordaban- alguna lengua africana (su primera lengua nativa antes de pasar a Cuba). De entre ellas destacaba el kikongo (un continuo de lenguas estrechamente relacionadas: Bantú H10-H16, en la clasificación tradicional de Guthrie 1967-1971; Kikongo language cluster, en Bostoen 2012 y Bostoen & Schryver 2015). Según Baumann (1888, p. 124):
Sie sprechen unter sich spanisch, stammen aber meist vom Congo ab. Noch fand ich einen Greis unter ihnen, der das Kicongo sprach und sich an seine Jugend in Ntotilás Stadt (San Salvador) [actual Mbanza Kongo] erinnerte, von wo aus er als Sklave nach Cuba gebracht wurde.
Dado que muchos cubanos se integraron con los fernandinos, seguramente no tardaron en aprender inglés y/o pichi (cf. Aranzadi 2014, p. 1430, y las referencias ahí citadas).
3.2. Fernandinos
La L1 de los fernandinos era el Pidgin English o “pichi”, técnicamente, un criollo (que no pidgin, a pesar del nombre) de base léxica inglesa, muy relacionado con el krío de Sierra Leona, del que en gran parte procede (Yakpo 2009). El que este criollo era su L1 queda claro en el testimonio de Baumann (1888, p. 129): “Ihre Muttersprache ist ein corrumpiertes Englisch” (las cursivas son mías). En efecto, en relación con la consideración del pichi como “lengua materna”, todo criollista -incluso desde modelos muy dispares sobre la criollización- aceptaría que la formación de lenguas criollas incluye un proceso de nativización, ya sea de pidgins (Bickerton 1981), ya de interlenguas o variedades “aproximativas” (Chaudenson 2001, p. 158); ya tenga lugar tal proceso de manera abrupta en la naciente comunidad de hablantes, ya de manera paulatina o gradual (cf. Lang 2010). Huelga decir que los criollos no son variedades corruptas de sus lenguas lexificadoras, por más que estas lenguas hayan lidiado históricamente con el estigma de ser deturpaciones de otras, una opinión que, como se comprueba en el testimonio de Baumann citado arriba, existe desde antiguo también en referencia al pichi de Guinea Ecuatorial (también se dijo que era “una verdadera profanación de la [lengua] nativa inglesa”; Jutglar 1928, p. 91).
El éxito adaptativo del krío/pichi y su posterior mantenimiento se explica por la nueva ecología que constituyó para los emancipados sierraleoneses la ciudad de Clarence/Santa Isabel, donde pasaron a ser el grupo social predominante durante décadas y donde, en gran medida, conformaron una red social “densa” (Milroy 1987). Aunque no me ocupo de ello aquí, el pichi siguió evolucionando durante los siglos xx (Lipski 2000, p. 18) y xxi (cf. Castillo Rodríguez 2020), tanto en su función sociolingüística como en el plano estructural: entre otras causas, por el influjo del Nigerian Pidgin English (Faraclas 2013) de los trabajadores nigerianos.
En realidad, al igual que en tantas comunidades criollófonas, incluidas, primero, la de Sierra Leona (formada a finales del siglo xviii; Finney 2013) y, después, la de Clarence/ Santa Isabel, debió de existir un continuo de variedades de base léxica inglesa: desde las más basilectales (mayoritarias), próximas al ideal del tipo criollo, a las más acrolectales (minoritarias), próximas al inglés. Además, puesto que hubo cierta presencia de británicos, que se extendió a los inicios de la dominación efectiva hispánica, es justo admitir que “the presence of standard English on Fernando Poo together with P[idgin] E[nglish] was significant during much of the 19th century, and must be factored into the history of Equatorial Guinean P[idgin]E[nglish]” (Lipski 2000, p. 17).
Es fundamental destacar, por último, que el repertorio multilingüe de los fernandinos se completaba a menudo con bubi y español como L2. Como sentencia Baumann (1888, p. 129), “…doch sprechen fast alle fliessend Bube und viele Spanisch”. Volveré más adelante (§ 4) a cómo pudo ser este español de los fernandinos.
3.3. Krumanes
Las lenguas nativas de los krumanes, que, a buen seguro, siguieron utilizándose de manera intragrupal en Fernando Poo, eran del grupo kru. Se hablan en el sudeste de Liberia y regiones fronterizas de Costa de Marfil (cf. Güldemann 2018, p. 174); tradicionalmente se han englobado en la macrofamilia nigerocongolesa, aunque la africanística actual tiende a cuestionar tal adscripción (cf. Jaffe & Nordhoff 2021) y plantea la idea de que, cuando menos, las lenguas del grupo kru “are not robust members of Niger-Congo and the exact genealogical interrelations across the Benue-Kwa pool is all but uncertain” (Güldemann 2018a, p. 459). De hecho, es posible que, en el plano genealógico, constituyan un linaje fuera de Níger-Congo, el cual, sin embargo, se acerque a esta gran familia -y concretamente al subgrupo de las lenguas kwa- a causa de fenómenos de contacto areal, según Güldemann (pp. 458-459; cf. también Güldemann 2018, pp. 177-179).
Cabe anotar que la primera lengua presente en Guinea Ecuatorial para la que se cuenta con una descripción gramatical fue precisamente una lengua kru. Jerónimo Usera y Alarcón, después de su viaje a Fernando Poo, de donde llevó dos jóvenes krumanes a España, escribió un Ensayo gramatical del idioma de la raza africana de Ñano, por otro nombre Crumán, raza noble, y una de las más relacionadas en todo el golfo de Guinea y costa del África intertropical del oeste (cf. Castillo Rodríguez 2015 para un análisis lingüístico-ideológico de esta obra). Usera justifica la utilidad de su ensayo ante la Corona española diciendo que sería de ayuda “para nuestro comercio y navegación” (1845, p. 4), pero no consta que hubiera después interés alguno, ni de la Corona ni del poder religioso, por fomentar el estudio de la lengua de los krumanes. De hecho, el repertorio multilingüe de los krumanes también incluía variedades de inglés L2, lo que garantizaba la comunicación con los no iniciados en las lenguas kru, cuyo estudio seguramente terminó por considerarse inútil.
El inglés de los krumanes estaba “adulterado con palabras [y, cabría añadir, con estructuras fonológicas y sintácticas] del peculiar de su nación” (Bravo Sentíes 1869, p. 79, apudCastillo Rodríguez 2016, p. 173), así como con otros fenómenos de reestructuración atribuibles a la fosilización de interlenguas (Selinker 1972) y a “internal developments peculiar to the I[nter]L[anguage] system itself” (Winford 2012, pp. 430-431). En gran parte, pudo corresponder a un pidgin (Kru Pidgin English; cf. Hancock 1974, pp. 226-227, y Singler 1997, p. 208), si bien siempre hubo distintos tipos de variedades reestructuradas en la región17 y, en todo caso, se da por hecho la existencia de un continuo entre las distintas variedades liberianas (p. 209). En términos generales, el inglés de los krumanes no parece haber llegado nunca a convertirse en criollo (el sistema verbal de las variedades liberianas es claramente, según Singler, ‘no criollo’) y tampoco se ha clasificado como tal (por consiguiente, no está incluido en el Atlas of Pidgin and Creole language structures online), aunque no por ello sería legítimo perder la perspectiva, presente en gran parte de la bibliografía de tema criollístico (cf. Gutiérrez Maté 2020 y las referencias ahí citadas), de que existe un continuo reestructurador más amplio que comprende desde las L2 o interlenguas fosilizadas hasta los criollos, pasando por los pidgins -a mi entender, estos últimos estarían más relacionados con las interlenguas, aunque se diferencien de ellas por su relativa estabilización en el plano (inter)comunitario, en el que asumen funciones sociales determinadas.
El cónsul alemán en Gabón, en carta a Hugo Schuchardt del 10 de marzo de 1882, da información sobre el inglés de las costas africanas, al tiempo que describe de manera estereotipada el inglés de los krumanes. Al menos, la primera oración en estilo directo está claramente puesta en boca de krumanes (no es seguro si los demás ejemplos, incluyendo aquellos con el préstamo portugués sabe > save -cf. ing. savvy /’sævi/-, se presentan como formas específicas del inglés de krumanes o, más probablemente, como una generalización sobre vehiculares ingleses en África):
Wie schon oben erwähnt, das Englische ist, mit Absehung der portug. Inseln, die Hauptsprache an der Küste [de África occidental y central]. Selbst in Angola werden Sie eng. Sprachproben bekommen können. Das Englisch der Kroo ist jedenfalls das Primitivste, aber Kroomen findet man an jedem Platz der Küste “because them Krooboy leaf for18 go for all place for coast”. “Me go go now” -ich gehe (bin im Begriff zu-) jetzt-. “Save” -verstehst Du, weisst Du?- ein Wort aus dem Portugiesischen, braucht hier selbst jeder Engländer im Gespräch mit Negern “suppose you go there, you go save one time” -wenn Du dort hingehst, wirst Du es sofort erfahren. “Me no save”19 -Ich weiss nicht (Herman Soyaux, en Sousa 2015).
Me detengo en un fenómeno del inglés kru: el uso del pronombre personal oblicuo/topicalizador de 3PL para marcar plural nominal (them Krooboy, en el ejemplo), que está presente también en krío, en pichi y en otros catorce criollos del mundo (Maurer et al. 2013), además de en el inglés vernáculo liberiano actual. Sin embargo, a pesar de que la anteposición es posible en unos pocos criollos (sãotomense, criollo de Belice, etc.), estas últimas lenguas suelen presentar el pronombre pluralizador en posición posnominal, al igual que sucede en el inglés liberiano (ma frɛn dɛn < my friend them ‘mis amigos’; Singler 1991). Así, lo interesante de este ejemplo es que podría descubrir la variabilidad del antiguo vehicular inglés en Liberia, que se distinguiría así de las variedades actuales. Puesto que el mismo fenómeno gramatical está representado en otras fuentes de la época sobre el inglés de los krumanes20, el ejemplo citado arriba no pudo haber derivado de una percepción errónea del cónsul.
Sobre la posible aproximación de los krumanes a las otras lenguas en Guinea Ecuatorial no hay apenas noticias, pero Bravo Sentíes (1869, p. 79, apudCastillo Rodríguez 2016, p. 173) dice con respecto a los conocimientos de español de los krumanes: “esceptuando un pequeñísimo número ni lo hablan ni lo entienden”.
3.4. “Portugueses”
Al igual que en el caso de los fernandinos, hay que suponer que esta comunidad criollófona no sólo hablaba el criollo (aquí, el sãotomense y, sobre todo, el principés o lung’ie), sino también -en parte, al menos- la lengua lexificadora (aquí, la portuguesa). En la medida en que, como he dicho, estaban parcialmente integrados a los bubis, se cree que a menudo hablaron su lengua. Incluso los “portugueses” de Santa Isabel eran capaces de comunicarse en bubi; por ejemplo, los jesuitas Acevedo y Bellart (1859, f. 1r) se valieron brevemente de un “portugués” en calidad de guía e intérprete en las fases iniciales de su expedición a poblados bubis de las inmediaciones de Santa Isabel. A su vez, no se indica que hubiera problemas de comunicación entre los jesuitas españoles y el intérprete; tampoco Irisarri advierte nada particular sobre sus encuentros con los “portugueses”, por lo que seguramente había cierta intercomprensión entre español y portugués (o sãotomense y lung’ie acrolectales). Cabría especular, por último, sobre la posibilidad de que los de Santa Isabel también hablaran pichi, pero no hay, hasta donde me consta, testimonio que lo confirme (por eso no lo incluyo en la Tabla 2; cf. § 3.7). En términos generales, se trata de uno de los grupos de Fernando Poo cuya historia (incluida su historia lingüística) es de las peor documentadas.
3.5. Bubis
Además de alguno de los dialectos de la lengua bubi (Bantú A31, en la clasificación tradicional de Guthrie 1967-1971; Bantú A221, en Maho 2009; cf. Bolekia Boleká 2008), varios individuos de la comunidad tenían cierto talento para el inglés. El cónsul Burton (1864) aseguraba del pueblo: “pronuncia nuestro áspero y complejo inglés con menos incorrección que cualquier otra tribu de África occidental, incluido el sierraleonés” (apudArnalte 2005, p. 172). En la misma línea, Baumann (1888, p. 77) decía que “Die Bube scheinen Sprachtalent zu besitzen, wenigstens eignen sie sich überraschend schnell ein englisches Kauderwälsch an”. Por lo demás, no sólo los bubis de la ciudad de Santa Isabel hablaban inglés (y/o pichi), sino que también en algunos poblados del interior conocían, cuando menos, los rudimentos de esta lengua. De ello recogen noticias tanto Baumann, quien se refiere al broken English (al. gebrochenes Englisch) del jefe de un poblado (pp. 15 y 25), como Irisarri, quien en 1859 se entendía con los bubis no sólo “por señas y apretones de manos” (o por las palabras del bubi que iba recogiendo para su diccionario), sino también por medio del inglés “cuando se encontraba entre ellos alguno que lo entendiese, como sucede a veces” (f. 4r).
En principio, ninguna otra lengua europea formó parte del repertorio de los bubis hasta finales del siglo xix: “selbst die wenigen Bube, die eine europäische Sprache verstehen, können ausnahmslos nur Englisch” (Baumann 1888, p. 114). La incorporación del español como L2 entre los bubis de la época sólo se llevó a cabo de manera marginal y circunscrita, por lo general, al contexto de la evangelización21 y al de la formación práctica de personas aisladas que de alguna manera estaban relacionadas con el aparato administrativo de Santa Isabel (como el negro bubi pregonero que leía bandos en inglés y en español, según informa Balmaseda 1869, p. 21).
3.6. Otros grupos de africanos
Los otros grupos de africanos, muy diversos, hablaban, evidentemente, alguna(s) lengua(s) africana(s) y, al menos en algunos casos, variedades L2 de las lenguas europeas colonizadoras, entre las que predominaban el portugués (sobre todo en los que llegaron de Angola), el francés (en los que arribaron de Camerún, Gabón y Loango, región costera de la actual República del Congo, con Pointe-Noire como ciudad portuaria destacada) y, de manera particular, el inglés (en aquellos de Sierra Leona, Liberia, Ghana, Nigeria y algunas partes de Camerún). Entre las variedades de esta última podrían contarse, por ejemplo, las que hablaban los vai (del norte de Liberia); según Baumann (1888, p. 3), uno de ellos que hizo de guía en alguno de sus viajes se comunicaba con frases del tipo I want look big watch. Aunque no me consta la existencia de testimonios directos que lo comenten, también debieron de llegar, además de estas interlenguas, los distintos pidgins y criollos de base inglesa de África occidental, así como algunos hoy desaparecidos (entre ellos, acaso, el antiguo pidgin de Ghana, sustituido después por la variedad de migrantes nigerianos; Huber 2013).
3.7. Balance
La Tabla 2 repasa esquemáticamente lo dicho a lo largo de este apartado y distingue entre L1 y L2. Bajo la rúbrica “L2” caben variedades muy distintas, más o menos reestructuradas (cf. Holm 2004 sobre reestructuración parcial), incluidos los pidgins. Entre paréntesis se indican las lenguas que formaron parte del repertorio de un número representativo de individuos, pero no de toda la comunidad correspondiente al grupo etnolingüístico; por último, cuando no se indica una lengua es por su uso marcadamente minoritario -o inexistente- en el repertorio de un determinado grupo:
Grupos etnolingüísticos | L1 | L2 |
Españoles | español (lenguas y dialectos primarios de la península ibérica) | (inglés) |
Cubanos | español (kikongo/otras lenguas africanas) | (inglés/pichi) |
Fernandinos | pichi (inglés) | inglés, bubi (español) |
Krumanes | lenguas kru | inglés |
“Portugueses” | lung’ie / sãotomense (portugués) | (bubi) |
Bubis | bubi | (inglés) |
Otros africanos | varias lenguas africanas (criollos ingleses) | (inglés/ francés/ portugués) |
4. LA INTERACCIÓN ENTRE GRUPOS Y LA(S) LENGUA(S) VEHICULAR(ES)
Una vez definidos grosso modo los repertorios multilingües, es necesario intentar reconstruir cómo funcionaron las dinámicas de comunicación entre los distintos grupos etnolingüísticos. En algunos casos, pudo haber intercomprensión, como, seguramente, entre españoles, cubanos y “portugueses” (estos últimos mediante el portugués y no el lung’ie), más aún considerando que la intercomprensión se podía entrenar rápidamente por medio de la experiencia cotidiana de convivencia con otros grupos. En la mayoría de las situaciones, sin embargo, el inglés debió de servir como puente de comunicación: como refleja la Tabla 2, casi todos los grupos tenían al menos algunos miembros que empleaban variedades de base inglesa, ya estuvieran próximas a las variedades canónicas del inglés oral (como, al parecer, el inglés de algunos bubis), ya más distantes (como el inglés reestructurado de los krumanes); ya fueran variedades acrolectales de un criollo (pichi), ya pidgins traídos de áreas continentales. Incluso, sería razonable pensar que, sobre la base de todas estas variedades, se formara algún vehicular inglés específico de Fernando Poo.
Sea como fuere, la afirmación de Baumann (1888, p. 114) se explica por sí sola: “Nicht mit Unrecht hat man gesagt, dass auf Fernando Póo Alles englisch sei mit Ausnahme der Regierung”. Ahora bien, en relación con este tipo de noticias (relativamente abundantes en la época; cf. Castillo Rodríguez 2013, p. 354, y 2015, p. 84), es fundamental tener en cuenta que la rúbrica “inglés” seguramente se aplicó en Fernando Poo a realidades lingüísticas muy distintas, esto es, a distintos tipos de variedades de base léxica inglesa más o menos reestructuradas (de manera semejante a lo que sucede hoy día en algunos países africanos como Liberia, donde la percepción de hablar “inglés” puede englobar muchas realidades, que algunos lingüistas clasificarían como inglés liberiano, como Kru Pidgin English o como otras variedades; cf. Singler 1997).
La situación lingüística más habitual en Santa Isabel sería triglósica; cada grupo tendría una lengua vernácula o intragrupal (pichi, bubi, lung’ie, etc.) y dos lenguas vehiculares: una de base inglesa para la mayor parte de las funciones sociales intergrupales de la vida cotidiana, y otra, el español -que implicaba, de nuevo, variedades aproximativas-, destinada a funciones más restringidas: unos pocos contextos eclesiásticos y escolares, la comunicación con cubanos y, de manera ocasional, con soldados y funcionarios del gobierno. En términos generales, el español no desplazó completamente al inglés en ningún ámbito (con la excepción del administrativo). Por un lado, los jesuitas siempre fueron conscientes de que la evangelización pasaba primero, y en gran medida, por el inglés; de hecho, en las celebraciones litúrgicas era común que los sermones tuvieran una parte en español y otra en inglés -esta última, “para la muchísima gente morena de la ciudad de Santa Isabel” (Irisarri 1859, f. 3r; 1862, p. 27). Por otro lado, la enseñanza en la escuela pública se impartía en español, pero los niños, por lo general, hablaban inglés entre sí (Baumann 1888, p. 125).
En este contexto, es de particular interés la caracterización de los dos vehiculares de Fernando Poo a cargo del lingüista y romanista Hugo Schuchardt. Según afirma, tanto el inglés como el español circulaban en la isla en forma de lo que él denominaba jargons (1888, p. 243), esto es, como variedades L2 quizá equiparables a lo que hoy cabe llamar pidgins (Bakker 2020) o, por lo menos, a variedades que de alguna manera llevaban ya “el criollo en su germen” (“das Kreolische im Keim”, en la definición de jargon de Schuchardt 1888, p. 251)22. Según otra de sus afirmaciones, cuando este jargon español se utilizaba, solía aparecer mezclado con el inglés23.
En gran parte, Schuchardt se basa en una carta (con fecha del 4 de marzo de 1883) de un tal Felipe Valcárcel, escribano e intérprete de Fernando Poo, que fue o bien un fernandino natural de la ciudad o bien, probablemente, un afrocubano asimilado a los fernandinos, de quien también se sabe que de joven había estudiado con los jesuitas24: se trataba, en cualquier caso, de un personaje bisagra entre el mundo fernandino y el español. Sobre todo, Schuchardt aprovecha un ejemplo de Valcárcel en el que imita el español de Fernando Poo. Aunque este testimonio no esté exento de cierta exageración, no hay ningún motivo para pensar que el informante fernandino quisiera engañar al lingüista alemán (al contrario, Valcárcel comienza su carta destacando la importancia de la investigación de Schuchardt y expresando su deseo de poder servirle de ayuda); más bien, cabe suponer que pretendía ayudarle a entender la compleja realidad lingüística de Fernando Poo, aunque para ello representara todas las informaciones lingüísticas en un solo ejemplo, el cual resulta, así, un tanto denso (que no necesariamente falseado). A continuación, copio el testimonio original, respetando la acentuación del manuscrito, e incluyo además la traducción al español no reestructurado del propio Valcárcel y la no menos interesante traducción de Schuchardt al alemán (1888, p. 243), basada en el original; para facilitar la comparación, numero las distintas frases que componen el texto.
Testimonio original (jargon de Fernando Poo) |
Traducción del propio Valcárcel (español no reestructurado) |
Traducción de Schuchardt (alemán) |
1. Buenos dias Sir | Buenos dias Sor. | Guten Tag, Herr |
2. mi vista tu marcha en la Wharf | le he visto á V. bajar á la playa | Ich habe Dich nach dem Strand gehen sehen |
3. esta hombre llama Kroo boy | El hombre llamaba al Kruman | Dieser Man rief den Kruman |
4. Kroo boy no quiere viene | el cual no quiso venir | der aber wollte nicht kommen |
5. él fála mucho malo para mi | y me insultó | er hat auf mich geschimpft |
6. porque mi dise que tífi mucho moni á su massa | porque le dije que habia robado el dinero de su amo | weil ich gesagt habe, dass er seinem Herrn viel Geld gestohlen hätte |
La base del texto es la recreación de un español L2 o pidginizado: con pérdida de distinción de género (esta hombre), sobregeneralización de formas verbales de 3SG (no quiere viene ‘no quiere venir’), extensión de la forma de pronombre objeto/oblicuo como sujeto (mi vista ‘[yo] veo’, mi dise ‘[yo] digo’25), ausencia de subordinación (repetición de Kroo boy en las líneas 3 y 4 para evitar una oración de relativo), etc. A esta recreación se incorporan elementos de otras lenguas de Fernando Poo: no sólo del inglés (Sir, wharf ‘playa’ -con desplazamiento semántico-, boy), sino también del portugués o criollo portugués (fála ‘habla’; quizá la construcción de dativo analítico para mi ‘me’) y del pichi u otros pidgins/criollos ingleses (tifi < ingl. thief, moni < ingl. money, massa < ingl. master).
A mi entender, el testimonio de Valcárcel es importante por dos motivos: por una parte, quiso indicar a Schuchardt que en Fernando Poo predominaban los repertorios multilingües complejos y que era común combinar elementos de distintas lenguas en el discurso; por otra, deja clara la existencia de variedades aproximativas/pidginizadas hispánicas (que evidentemente hay que considerar aparte del uso del español en ámbito administrativo). Probablemente, cuando Baumann (1888) decía que muchos fernandinos también hablaban español (cf. § 3.2), se refería precisamente a este tipo de variedades -que Valcárcel conocía bien por estar él mismo integrado en la sociedad fernandina. De hecho, cabe suponer que, en todo caso, los distintos grupos de la isla y, especialmente, los fernandinos -que fueron los primeros en establecer contacto de manera estrecha con los españoles en Santa Isabel (con respecto a los cuales debieron ir cediendo su condición de clase dominante) y que habían ganado rápidamente, además, la confianza de los misioneros jesuitas (cf. § 2.2)-, no tardaron en aproximarse a la lengua que representó el nuevo régimen colonial en la segunda mitad del s. XIX.
Como se ha dicho, el español pudo haberse usado no sólo con los pocos sacerdotes católicos y funcionarios del gobierno, sino, sobre todo, en la interacción con los cubanos, de quienes los fernandinos escuchaban la lengua con más frecuencia. Los (afro)cubanos y los fernandinos fueron los dos grupos más importantes en la ciudad -ambos lingüísticamente alejados de las tendencias y/o presiones normativas del español y del inglés hablados en otros continentes-, y es posible que un vehicular reestructurado de base hispanocubana, con fuerte influjo del pichi, se estableciera como un medio de comunicación interétnico, es decir, como algún tipo de pidgin (el cual, en teoría, pudo difundirse a otros grupos, quienes añadirían aportes lingüísticos propios). En efecto, es posible que el elemento específicamente hispanocubano haya quedado representado también en el testimonio anterior y permita explicar el seseo en dise ‘dice’. A este respecto, hay que tener en cuenta que no hay trueques de <c/z> por <s> en el resto de la carta de Valcárcel (quien escribe conoce, corrupcion, permanencia, mezcla, etc.), por lo que el autor deliberadamente representó el seseo como rasgo característico del jargon español de Fernando Poo; incluso, desde la perspectiva de la L1 de los fernandinos -quienes manejaban un continuo variacional que incluía formas cognadas con /θ/ (thief), en el extremo más próximo al inglés, y con /t/ (tifi), en el extremo prototípicamente pichi-, el cambio /θ/ > /t/ (dice > *dite), habitual en los criollos ingleses de África, habría sido quizá más fácil de entender que el cambio /θ/ > /s/ (dice > dise), lo que reforzaría la idea de que el seseo -por lo menos el representado en este texto- llegó a Fernando Poo desde Cuba.
5. CODA
La existencia de distintos grupos poblacionales con repertorios multilingües complejos en el Fernando Poo del siglo XIX es la base o situación de partida para entender cómo evolucionaron desde entonces las lenguas implicadas en las situaciones de contacto de la isla. Por ejemplo, la bibliografía sobre contactos de lenguas en Guinea Ecuatorial ha descrito en detalle la integración de préstamos de unas lenguas a otras, como los del pichi y del español al bubi (Bolekia Boleká 2007); incluso, el panorama presentado arriba, con la heterogeneidad indicada de grupos y lenguas, obligaría a reavivar algunas discusiones aparentemente zanjadas en trabajos anteriores: por ejemplo, dada la presencia notable de “portugueses” de Santo Tomé y Príncipe en Santa Isabel, no sería necesario asumir (en la línea de Granda 1985, pp. 117-124) que los préstamos portugueses en pichi -y, por medio de éste, en bubi- habrían tenido en todos los casos un origen exógeno continental (por más que se sepa que hubo elementos portugueses presentes ya con anterioridad en krío y en los vehiculares ingleses de las costas africanas; cf. § 3.3).
Por lo demás, el estudio de los repertorios multilingües del siglo xix es de particular importancia para comprender la historia del español en Guinea Ecuatorial, sobre todo si se acepta la universalidad de dos tipos de fenómenos destacados en la bibliografía ecolingüística en la línea de Mufwene (2001): en primer lugar, en el proceso de adaptación de una lengua dada a una nueva ecología (aquí, el español en Fernando Poo), se suscita una hibridación con otras lenguas (pichi, bubi, etc.), que conforman, junto con la lengua trasplantada, un feature pool en el que se desencadenan procesos de “competición y selección” que determinan un resultado u otro (aquí, los rasgos característicos de las primeras variedades de español que fueron extendiéndose en la isla); en segundo lugar, algunos rasgos de estos primeros contactos pudieron haberse impuesto y transmitido durante generaciones, aun hasta la actualidad, en virtud del llamado founder principle. De hecho, resulta sugerente que algunos rasgos lingüísticos del breve texto de Valcárcel (como la alternancia entre formas de tratamiento de la distancia y de la intimidad26, el uso de la preposición en con valor direccional, marcha en la wharf; o el ya comentado seseo) sean, aún hoy, atributos característicos -con frecuencia de uso variable- del español de Guinea Ecuatorial (Lipski 1985 y Granda 1991, entre otros).
En efecto, no hay razón para negar la profundidad histórica de las variedades en contacto habladas durante siglos en situación de multilingüismo junto con otras lenguas que desempeñaron un papel más importante en la comunidad, de modo que los rasgos característicos de las primeras, incluidas las interferencias con las segundas, no siempre surgen como aproximaciones espontáneas con cada nueva generación de hablantes multilingües, sino que, simplemente, pueden transmitirse con regularidad de padres a hijos -y, eso sí, mantenerse en cada generación de hablantes por coherencia con la(s) otra(s) lengua(s) de su repertorio. Siendo ésta una línea de investigación prometedora, el origen exacto y la posible continuidad en el español actual de Guinea Ecuatorial de cada uno de los fenómenos recogidos en este y otros testimonios del siglo xix habrán de analizarse en futuras monografías.