Clasificación JEL: I12, I20.
Introducción
El mundo se enfrenta en la actualidad a una tendencia al alza en la incidencia de sobrepeso y obesidad. Este fenómeno ha dado lugar a un número importante de estudios que buscan comprender las causas y consecuencias de la obesidad, así como en identificar sus costos privados y sociales, además de las políticas públicas que pueden controlarla efectivamente.1 Muchos estudios han encontrado que las altas tasas de obesidad de los países desarrollados se asocian con peores resultados en el mercado laboral, como salarios o ingresos más bajos (Cawley, 2004; Cawley, Markus y Lillard, 2005), menor acumulación de riqueza (Zagorsky, 2005) y menor posibilidad de encontrar empleo (Burkhauser y Cawley, 2008). Aunque existen factores que podrían explicar la relación entre sobrepeso-obesidad y los resultados del mercado laboral, como la discriminación en el lugar de trabajo, una posible razón es que los trabajadores con sobrepeso no hayan adquirido suficiente capital humano cuando eran estudiantes con sobrepeso.
Estudios de distintas disciplinas han sugerido que el sobrepeso y la obesidad pueden llevar a rendimientos escolares tanto peores como mejores. El sobrepeso y la obesidad pueden tener una asociación negativa con el logro escolar, porque pueden bajar la autoestima y la concentración, fomentar la discriminación de parte de los profesores y/o los condiscípulos, o bien conducir a enfermedades relacionadas con la obesidad que reducen el logro cognitivo e incrementan el ausentismo. En contraste, el sobrepeso y la obesidad pueden hacer que se les dedique más tiempo a actividades educativas, al reducir las oportunidades que tienen los estudiantes con sobrepeso u obesos de participar en relaciones y actividades sociales y/o impedir que realicen actividades físicas.
Desafortunadamente, los pocos estudios que existen del tema no nos permiten llegar a una conclusión respecto a esta relación. Distintos estudios han encontrado diferentes efectos que difieren en cuanto a su validez estadística y magnitud, lo que sugiere que los resultados podrían depender del grupo analizado, principalmente en cuanto a la media de edad y el sexo, pero también de la especificación econométrica (Grossman y Kaestner, 2008). Esta falta de datos imposibilita el avance de las políticas públicas que se necesitan para abordar los problemas a los que se enfrentan los estudiantes con sobrepeso u obesos.
La finalidad de este artículo es aportar pruebas de la asociación entre el peso de los adolescentes y el rendimiento escolar, las tasas de deserción escolar, la repetición del año y el rezago escolar. Se enfocó en niños de entre 12 y 14 años de edad y adolescentes de entre 15 y 18 años (en México, alumnos de secundaria y preparatoria, respectivamente), quienes respondieron la Encuesta Nacional sobre Niveles de Vida de los Hogares en México (ENNVIH) en 2002 y 2006. Usar una encuesta que incluye medidas longitudinales del logro escolar y distintas variables demográficas nos permitió superar algunos de los desafíos que han llevado a la escasez de estudios acerca del tema (Datar y Sturm, 2006).
Este artículo no sólo contribuye a la bibliografía de la relación entre sobrepeso-obesidad y los rendimientos escolares, sino que, al ser el primer estudio en México en investigar esta relación, también contribuye al desarrollo de políticas públicas para abordar dos de los problemas sociales más importantes a los que se enfrenta México: la obesidad, respecto a la cual México ocupa el segundo lugar -después de los Estados Unidos- en cuanto a su incidencia nacional según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2008) y la escolaridad, respecto a la cual México ocupa el último lugar -según los resultados de la prueba PISA- entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2008).
Este artículo está organizado de la siguiente manera. La sección I presenta una revisión de la bibliografía, la sección II describe la estrategia empírica, la sección III presenta los hallazgos y por último se analiza las conclusiones de los hallazgos.
I. Bibliografía
Los estudios que han evaluado la relación entre el peso y los rendimientos escolares han obtenido resultados diversos. Por ejemplo, Mo Suwan, Lebel, Puetpaiboon y Junjana (1999) encontraron que en Tailandia el sobrepeso estaba asociado con notas escolares medias más bajas entre los adolescentes, mas no entre los niños. Falkner et al (2001) encontraron que las niñas obesas de los grados décimo, decimoprimero y decimosegundo tenían una probabilidad 1.51 veces mayor de tener que repetir el año que las niñas no obesas, pero no encontraron la misma asociación en el caso de los niños. Mediante los datos de la Encuesta Longitudinal Nacional de Salud Adolescente (National Longitudinal Survey of Adolescent Health), Sabia (2007) encontró que la obesidad tenía una correlación negativa con la nota media entre los adolescentes de 14 a 17 años, aunque las pruebas más sólidas y convincentes se limitaron a las adolescentes blancas. Sigfusdottir, Kristjansson y Allegrante (2006) encontraron que un índice de masa corporal (IMC) alto, considerado como 1 o 2 desviaciones estándar del IMC medio, estaba asociado con calificaciones más bajas entre adolescentes de 14 y 15 años de edad en Islandia.
Datar y Sturm (2006) encontraron que desarrollar sobrepeso entre el momento en que un niño comienza su educación preescolar y termina el tercer año de escuela básica tiene una asociación significativa con un descenso en las calificaciones en las pruebas de matemáticas y lectura, así como con calificaciones más bajas en cuanto a las apreciaciones de los maestros respecto a los resultados socioconductuales y de los enfoques de aprendizaje en el caso de las niñas, mas no de los niños. Cawley y Spiess (2008) encontraron que entre los niños de apenas 2 a 4 años de edad la obesidad está asociada con una disminución de las capacidades verbales, sociales y motoras y de las actividades de la vida diaria; mientras que, en el caso de las niñas, la obesidad únicamente tiene una correlación negativa con una reducción en las capacidades de expresión oral. En contraste con los numerosos investigadores que han encontrado distintos resultados en el caso de niños con sobrepeso y obesos comparados con niños de peso normal, Grossman y Kaestner (2008) encontraron que los niños con sobrepeso u obesos de entre 5 y 12 años obtenían calificaciones similares a las de los niños de peso normal.
¿Cómo podemos interpretar estos resultados contradictorios? Grossman y Kaestner (2008) sugirieron que es difícil interpretar los resultados dado que, a excepción de su análisis, ninguno de los demás estudios logró establecer un modelo conceptual que relacione el peso con los resultados escolares. Los autores argumentaron que las siguientes preguntas no se han abordado adecuadamente: ¿deberían esperarse resultados distintos en individuos de distintas edades? ¿Es el cambio en el peso lo que influye en el logro escolar o es el peso en sí? ¿Existe una relación continua entre el peso y los resultados o se trata de una relación discontinua; es decir, los resultados se afectan únicamente si la obesidad alcanza un cierto umbral? De ser así, ¿debería este umbral definirse en términos absolutos o relativos?
En respuesta a estas preocupaciones, Grossman y Kaestner (2008) modelaron la relación entre la obesidad y el logro escolar mediante el uso de la teoría estándar del hogar y la calidad de los niños. Los autores proponen comenzar con la siguiente función de la producción del hogar:
en la que Eit , el logro escolar de un niño i en el momento t, depende de la dotación personal del niño i(αi), la edad de desarrollo en el momento t(γt), la suma de las actividades educativas propias, como el tiempo dedicado al estudio desde el nacimiento hasta la edad t, la suma de la salud del niño desde el nacimiento hasta la edad t, la suma de actividades familiares dedicadas a la educación del niño (par) desde el nacimiento hasta la edad t (por ejemplo, el tiempo que, desde el nacimiento del niño, la madre le ha dedicado anualmente o la cantidad y calidad de la educación), las aportaciones de maestros y condiscípulos desde el nacimiento hasta la edad t, así como otros bienes de mercado (Z) desde el nacimiento hasta la edad t invertidos en educación.
Grossman y Kaestner (2008) destacan dos consecuencias de la ecuación (1). Primero, los determinantes de la educación tendrán efectos distintos, según la edad del niño. Segundo, dado que el efecto es acumulativo en el tiempo, implícitamente se da por hecho que no hay depreciación del capital humano.
Como se mencionó en la Introducción el sobrepeso puede afectar los rendimientos escolares de manera positiva o negativa mediante distintos canales, como una disminución en la autoestima, mayor discriminación, disminución de la salud y una distinta asignación del tiempo entre actividades competidoras. En la ecuación (2) Grossman y Kaestner (2008) incorporaron todas las vías posibles de los factores hacia el logro educativo mediante un modelo de forma cuasi reducida en el que el peso permanece endógeno. La tilde en la variable denota un parámetro de la forma reducida.
Los autores argumentan que, con esta especificación, el coeficiente del peso mide el efecto del peso que opera por medio de los cambios en la cantidad o calidad de los insumos educativos. Como tal, recomiendan que esta especificación sea la que debiera usarse en estudios subsiguientes del tema. Este artículo emplea el modelo conceptual que se muestra en la ecuación (2) para evaluar la asociación entre el sobrepeso y la obesidad y i) las tasas de deserción escolar, ii) las tasas de repetición del año y iii) el aumento en el rezago escolar (medido como el cambio en la edad entre las dos rondas de la encuesta menos 7 años de escolaridad). La estrategia empírica se describe en la siguiente sección.
II. Estrategia empírica
1. Modelo econométrico
Este estudio emplea la especificación determinada en la ecuación (2). Una limitación de esta especificación es que el peso podría estar correlacionado con el término de error porque capta determinantes exógenos no medidos de insumos que podrían afectar los resultados escolares de la ecuación (1). Una segunda limitación en el uso de la ecuación (2) es que requiere la recabación de datos durante la vida de los agentes, lo cual con frecuencia es difícil o imposible de hacer. Grossman y Kaestner (2008) establecieron el siguiente modelo, mismo que, al analizar los cambios en el logro escolar entre dos edades, supera estos desafíos al menos de manera parcial:
Grossman y Kaestner (2008) destacan tres aspectos de la ecuación (3). Primero, el cambio en el logro escolar depende de los insumos entre t - 1 y t. Segundo, dado que muchos insumos escolares no se miden, algunas variables sustitutas entran en la ecuación incluso si son invariables en el tiempo, como la escolaridad de la madre, que sustituye el insumo de la calidad del tiempo de los padres. La razón por la que las variables fijas en el tiempo entran en la ecuación obedece a los efectos específicos de la edad de los insumos de la ecuación (1). Tercero, mientras que la ecuación (3) lleva a estimaciones no sesgadas del coeficiente del peso si las características no observadas son invariables en el tiempo, no hace lo mismo si son variables en el tiempo.
Una solución a este problema es el uso de estimaciones de variables instrumentales (VI). Varios artículos han buscado instrumentos que determinen la obesidad y el sobrepeso y que no se relacionen con el resultado de interés, en este caso, los resultados escolares cognitivos y no cognitivos. Grossman y Kaestner (2008) usan los insumos antes de t - 1, ya que emplearon tres rondas de la encuesta. Rashad (2006) usa datos estatales para los precios de restaurantes, el impuesto al tabaco, la temperatura en enero, la temperatura en julio, cuatro variables ficticias o dicotómicas que indican si está prohibido o no fumar en lugares privados, oficinas de gobierno, restaurantes y otros lugares públicos -como el transporte público- como instrumentos al momento de evaluar los determinantes de la obesidad. En este artículo nos basamos en Rashad (2006), ya que empleamos características exógenas locales, como veremos en la siguiente sección. Se proporciona pruebas que evalúan la validez de los instrumentos.
2. Datos
Analizamos los datos de 2002 y 2006 tomados de la Encuesta Nacional sobre Niveles de Vida de los Hogares (ENNVIH), un proyecto continuo cuyo objetivo es generar una base de datos longitudinales de los mexicanos que viven en México y los Estados Unidos que sea representativa a nivel nacional, regional y urbano-rural (puede consultarse toda la información de la ENNVIH en el sitio http://www.ennvih-mxfls.org). La encuesta recaba información de las características personales, familiares, escolares y socioeconómicas de la población mexicana. En cuanto a obesidad y sobrepeso la encuesta recaba datos relativos a peso, estatura, uso del tiempo y características del hogar y la escuela. Limitamos nuestro análisis a los datos concernientes a individuos de entre 12 y 14 años de edad, así como de entre 15 y 18 años en 2002, ya que queríamos analizar la población escolar. No pudimos incluir a niños de entre 6 y 11 años a pesar de que estaban en primaria porque a este grupo poblacional no se le hizo una pregunta importante (días a la semana en que hacen ejercicio físico) y en este grupo poblacional hay muchas observaciones faltantes para la pregunta acerca del número de alumnos por salón de clases, lo que impide usar la variable. Además, existe poca variabilidad en algunas de las variables de interés, como la repetición del año y la deserción escolar para este grupo.
Clasificamos a los individuos como de peso normal o con sobrepeso-obesos de conformidad con los lineamientos de la OMS, que clasifican a las personas según el IMC.2 Incluimos a personas clasificadas como obesas en la categoría de sobrepeso debido al reducido número de individuos obesos. También descartamos de nuestra muestra a los individuos clasificados como de bajo peso (con un IMC menor a 18.5) debido a que conformaban un grupo muy reducido. Descartamos de la muestra a las mujeres embarazadas porque el IMC tiene un significado distinto para las mujeres que están en este estado. Por último, sólo analizamos a los individuos que eran estudiantes en 2002, independientemente de si seguían estudiando o no en 2006.
Estratificamos el análisis por edad, sexo y condiciones geográficas (zonas urbanas o rurales). Según la especificación estipulada en la ecuación (3), empleamos covariables en términos de niveles. Usamos las tasas de 2002 únicamente porque no sabemos el año exacto entre 2002 y 2006 en el que el estudiante abandonó la escuela, reprobó un año o aumentó sus años de rezago escolar. Sin embargo, el uso de variables de 2002 para explicar el comportamiento en 2002-2006 podría mermar su poder explicativo. Examinamos las siguientes variables personales, de uso del tiempo, del hogar y escolar (consúltese el apéndice para una descripción detallada de cada una): para las características personales y el uso del tiempo empleamos el cambio en la edad entre las dos rondas de la encuesta, el origen étnico (que es igual a 1 si el individuo es indígena), la escolaridad medida como indicador del grado al que asiste (por ejemplo 0 = sin estudios, y 6 = posgrado), las horas por semana que el niño ve televisión, los días por semana que el niño hace ejercicio físico (no está disponible para niños de 12 a 14 años) y las horas por semana que el niño hace ejercicio físico fuera de la vivienda. Para las características del hogar empleamos el número de hermanos, el orden de nacimiento (1 si el individuo es el mayor y 2 si fue el segundo en nacer y así sucesivamente), una variable ficticia o dicotómica que indica si se trata o no de una familia monoparental, el índice de masa corporal de la madre, la escolaridad de la madre (registrado de la misma manera que para los sujetos de la encuesta), un indicador de la situación laboral de la madre, la escolaridad del padre (registrado de la misma manera que para los sujetos de la encuesta), el ingreso familiar y una variable ficticia que indica si la familia es o no derechohabiente del seguro social. Incluimos la variable de las prestaciones del seguro social porque en una economía con un mercado laboral informal amplio, el hecho de que el padre o la madre trabajen en una empresa formal podría reflejar si él o ella le asignan valor al trabajo formal y a los estudios necesarios para adquirirlo. Para las características escolares tomamos el número de alumnos por grupo (no disponible para niños de 12 a 14 años debido a la gran cantidad de observaciones faltantes). Estas variables se emplean comúnmente en modelos que analizan los determinantes del logro escolar (véase el caso de México en Parker y Pederzini, 2000).
El Cuadro 1 muestra la estadística descriptiva no ponderada de mujeres y hombres, y de zonas urbanas y rurales, respectivamente, para individuos de entre 12 y 14 años para las tasas de deserción escolar, las tasas de repetición del año y el aumento en el número de años de rezago escolar. El Cuadro 2 presenta la misma información para el grupo de adolescentes de entre 15 y 18 años de edad.
* Significativo a 10 por ciento.
** Significativo a 5 por ciento.
*** Denota una diferencia significativa a 1% entre quienes tienen peso normal y quienes tienen sobrepeso o son obesos basada en una prueba t de dos colas.
* Significativo a 10 por ciento.
** Significativo a 5 por ciento.
*** Denota una diferencia significativa entre quienes tienen peso normal y quienes tienen sobrepeso o son obesos con una prueba de 1% de significación basada en una prueba t de dos colas.
Los datos indican que no existe ninguna diferencia estadística entre personas con peso normal y personas con sobrepeso en ninguna de las muestras en términos de las medias simples no ponderadas de las tasas de deserción y el aumento en el rezago escolar. En cuanto a las tasas de repetición del año observamos que hay una diferencia estadística entre las personas con peso normal y las personas con sobrepeso en el caso de las mujeres de zonas urbanas de 15 a 18 años de edad.
En cuanto a las características y hábitos personales, así como las características de la escuela, los datos indican que no hubo ninguna diferencia en la mayoría de las variables entre personas con peso normal y personas con sobrepeso en relación con el grupo etario, sexo y localización (zona urbana o rural). La excepción más común es la del IMC de la madre, que es mayor en los alumnos con sobrepeso u obesidad en todos los grupos y es estadísticamente significativo en todos los casos, salvo en el grupo de hombres de 12 a 14 años de zonas rurales y mujeres de 15 a 18 años de zonas rurales. Las estadísticas descriptivas indican que la relación entre sobrepeso-obesidad y el rendimiento escolar no es clara. Para analizar esta relación más a fondo, procedimos a realizar un análisis de regresión.
III. Resultados de las regresiones
Para examinar el efecto del sobrepeso-obesidad en los resultados escolares realizamos una regresión lineal simple de los resultados en las covariables y una variable ficticia que indica si la persona tiene peso normal, es decir, la ecuación 3. Una posible desventaja de esta estrategia, como se dijo líneas arriba, es que este indicador podría ser endógeno, incluso después de hacer la regresión en primeras diferencias. Por ejemplo, puede ser que a medida que una persona sube de peso su percepción de sí misma también cambia de manera que pudiera afectar su rendimiento escolar.
Para superar este posible problema instrumentamos la variable que indica si la persona tiene sobrepeso-obesidad con variables que pueden afectar la probabilidad de que tenga sobrepeso pero no influir en el rendimiento escolar. Empleamos instrumentos que varían un poco entre sí, dependiendo del grupo etario que se analiza, porque descubrimos que esta estrategia dio mejores resultados en términos del ajuste de la primera etapa. Los instrumentos empleados en la muestra de niños de 12-14 años fueron: los precios de las verduras y los precios de la comida chatarra en la comunidad registrados en la ENNVIH,3 la temperatura mínima y máxima en enero, la precipitación pluvial en enero y en julio por municipio.4 Los instrumentos empleados en la muestra de adolescentes fueron: la temperatura mínima y máxima en enero, la precipitación pluvial en enero y en julio por municipio. La temperatura y la precipitación pluvial en enero (un mes frío y seco, por lo general) y julio (un mes húmedo y caluroso) pueden afectar las actividades físicas que las personas realizan al aire libre y, por ende, su peso; asimismo, los precios de las verduras y de la comida chatarra pueden afectar el consumo y, por tanto, aumentar el peso. Se adoptó un enfoque similar al de Rashad (2006).
El Cuadro 3 muestra los resultados del efecto del peso en las tasas de deserción escolar, repetición del año y aumento en el rezago escolar entre la población de 12-14 años, así como las estimaciones del valor F de los instrumentos, el estimador de sobreidentificación de Davidson-MacKinnon (1993) y el estimador Durbin-Wu-Hausman de congruencia de los modelos de mínimos cuadrados ordinarios (MCO) relativos al de dos etapas. El Cuadro 4 muestra la misma información para el caso de los adolescentes de 15-18 años de edad.
a Todas las regresiones incluyen como covariables el cambio en la edad y las siguientes variables al nivel de 2002: variable ficticia de origen étnico, logro escolar, horas de televisión que ve, ejercicio físico fuera de la vivienda, número de hermanos, orden de nacimiento, de familia monoparental, IMC de la madre, escolaridad de la madre, variable ficticia de la situación laboral de la madre, escolaridad del padre, ingreso familiar e indicador de seguro social. Todas las regresiones emplean las ponderaciones de 2002. Errores estándar sólidos entre paréntesis. En el caso de la repetición del año, el número de observaciones es de 203 para las mujeres y de 136 para los hombres debido a una falta de datos. En este caso, los instrumentos con valor F de la primera etapa cambian un poco sin que se modifiquen las conclusiones acerca de la validez de los instrumentos. Las variables exógenas medidas en 2002 son: precios de frutas y verduras, precios de la comida chatarra, temperatura máxima en enero, temperatura mínima en enero, precipitación pluvial en enero y precipitación pluvial en julio.
* Significativo a 10%. ** Significativo a 5%. *** Significativo a 1 por ciento.
a Todas las regresiones incluyen como covariables el cambio en la edad y las siguientes variables al nivel de 2002: variable ficticia de etnicidad, logro escolar, horas de televisión que ve, ejercicio físico fuera de la vivienda, número de hermanos, orden de nacimiento, familia monoparental, IMC de la madre, escolaridad de la madre, variable ficticia de la situación laboral de la madre, escolaridad del padre, ingreso familiar e indicador de seguro social y número de alumnos por grupo. Todas las regresiones emplean las ponderaciones de 2002. Errores estándar sólidos entre paréntesis. En el caso de la repetición del año, el número de observaciones es de 175 para las mujeres y de 163 para los hombres debido a una falta de datos. En este caso, los instrumentos con valor F de la primera etapa cambian un poco sin que se modifiquen las conclusiones acerca de la validez de los instrumentos. Las variables exógenas medidas en 2002 son: temperatura mínima y máxima en enero, precipitación pl vial en enero y en julio.
* Significativo a 10%. ** Significativo a 5%. *** Significativo a 1 por ciento.
Cuando usamos la variable ficticia que indica peso normal descubrimos que el peso normal tiene coeficientes mixtos: para la deserción escolar en el caso de mujeres de 12-14 años de zonas rurales es positivo y significativo; para la repetición del año, es positivo y significativo en el caso de hombres de 12-14 años y mujeres de 15-18 años de zonas rurales, y es negativo y significativo en el caso de mujeres de 15-18 años de zonas urbanas. Por último, para mujeres de 12-14 años de zonas rurales el coeficiente es positivo y significativo en el caso del aumento en el rezago escolar.
Cuando instrumentamos el indicador de peso normal observamos que los resultados cambian: el peso normal está asociado con una menor probabilidad de deserción escolar en el caso de mujeres de zonas urbanas en ambos grupos etarios de la población (12-14 años y 15-18 años), y el peso normal también está asociado con una menor probabilidad de repetir el año en el caso de mujeres urbanas en el grupo etario de 15-18 años y una menor probabilidad de repetir el año en el caso de hombres rurales del mismo grupo etario. En ninguno de los demás casos encontramos algún otro coeficiente que fuese estadísticamente significativo. Todos los coeficientes positivos que fueron estadísticamente significativos con la especificación MCO cambian de signo y/o se tornaron no estadísticamente significativos con la especificación MCO en dos etapas.
Para probar la validez de nuestros instrumentos realizamos tres análisis. Primero, confirmamos que los instrumentos son conjuntamente significativos en las ecuaciones de la primera etapa. Los valores F indican que los instrumentos son conjuntamente significativos a 5% en el caso de las mujeres de 12-14 años de zonas urbanas y en toda la muestra urbana de 15-18 años, y a 10% en el caso de los hombres de zonas rurales en el mismo grupo etario. Los instrumentos no funcionan bien en el caso de personas de 12-14 años de zonas rurales ni en el de mujeres de 15-18 años. En segundo lugar, empleamos la prueba de sobreidentificación de Davidson y MacKinnon (1993). El estadístico que proponen los autores se calcula como el R2 de la regresión de los residuos del modelo de MCO en dos etapas en todas las variables exógenas multiplicado por el número de observaciones. Este estadístico sigue la distribución de χ2 con grados de libertad iguales al número de variables exógenas menos el número de variables endógenas. La hipótesis nula es que los instrumentos son válidos. El valor de χ2 para 5 grados de libertad a 5% es de 11.07 y de 7.82 con 3 grados de libertad a 5%. En ninguno de los casos es posible rechazar la hipótesis nula de que nuestros instrumentos son válidos en el caso del grupo de adolescentes de 15-18 años. Los instrumentos también son válidos en el caso del grupo de 12-14 años, a excepción de los casos de repetición del año en mujeres de zonas urbanas y rurales y deserción escolar en hombres rurales. Por último, las pruebas de Durbin-Wu-Hausman indican que los modelos de MCO son congruentes.
El Cuadro 5 muestra los resultados completos de los modelos de MCO y MCO en dos etapas para el caso de deserción escolar y repetición del año para la población urbana en los dos grupos etarios analizados, que según descubrimos es el resultado más interesante y sólido.5 En el Cuadro 6 se muestra los resultados de la primera etapa en ambos casos.
a Todas las regresiones emplean las ponderaciones de 2002. Errores estándar sólidos entre paréntesis. Las variables exógenas medidas en 2002 son: precios de frutas y verduras, precios de la comida chatarra, temperatura máxima y mínima en enero, precipitación pluvial en enero y en julio.
* Significativo a 10%. ** Significativo a 5%. *** Significativo a 1 por ciento.
a Todas las regresiones emplean las ponderaciones de 2002. Errores estándar sólidos entre paréntesis.
* Significativo a 10%. ** Significativo a 5%. *** Significativo a 1 por ciento.
Para el caso del grupo etario de mujeres de 12-14 años, la variable más importante que aumenta la probabilidad de deserción escolar o repetición del año es la de ser indígena. Asimismo, la escolaridad de la madre y el ingreso familiar reducen la probabilidad de deserción escolar. Las relaciones son mucho menos claras en el caso de los hombres. En el caso del grupo etario de 15-18 años observamos que para las mujeres, cuanto mayor sea la escolaridad de la madre, mejores serán los ingresos y el hecho de que la familia sea derechohabiente del seguro social reduce la probabilidad de deserción escolar. Además, ser indígena aumenta la probabilidad de tener que repetir el año, el número de hermanos reduce la probabilidad de repetición, y cuanto mayor sea la escolaridad de la madre y más bajo su IMC, menor será la probabilidad de repetición. En el caso de los hombres, las relaciones son mucho menos claras. De hecho, el ingreso familiar es la única variable que afecta la decisión de abandonar la escuela o repetir el año (t = -1.59). En el Cuadro 6 se muestra los resultados de la primera etapa para estas muestras.
Encontramos que la variable que más influye en el peso es el IMC de la madre: cuanto más alto sea el IMC de la madre, menor será la probabilidad de tener peso normal en mujeres y hombres de ambos grupos etarios. Sorprendentemente, no hallamos ninguna asociación contundente entre los días de ejercicio físico a la semana, las horas de ejercicio físico fuera de la vivienda y las horas de televisión que ve el sujeto y el indicador de tener peso normal. Todos los demás coeficientes no son estadísticamente significativos o su signo depende de la muestra analizada. El análisis de los factores determinantes en el peso es un campo de investigación que amerita más atención.
Conclusiones
Las relaciones entre el peso y las capacidades escolares e intelectuales no se han identificado claramente. Mientras que las teorías psicológicas y médicas han hipotetizado cierto número de relaciones positivas y negativas, la mayoría de los estudios empíricos señalan una relación negativa entre sobrepeso u obesidad y el rendimiento escolar, aunque estos estudios están en escrutinio por su falta de modelos teóricos y datos adecuados.
Empleamos un modelo teórico de producción familiar para intentar determinar la relación entre sobrepeso-obesidad y el rendimiento escolar, para lo cual usamos datos obtenidos de una base de datos longitudinal y estimadores de variables instrumentales, lo que dio por resultado estimaciones no sesgadas. Hasta donde sabemos, este es el primer estudio que se centra en la relación entre la incidencia de sobrepeso y obesidad en México -una preocupación creciente- y el rendimiento escolar e intelectual en el país, que son bajos cuando se comparan con los estándares internacionales.
De allí surgen dos hallazgos interesantes. Primero, las estimaciones por MCO en dos etapas difieren marcadamente de las estimaciones por MCO, lo que resalta la importancia de controlar por la endogeneidad al evaluar esta clase de estudios, incluso si primero se diferencian los datos. Segundo, nuestros resultados fueron mixtos. Encontramos una pequeña asociación negativa entre peso normal y las tasas de deserción escolar y repetición del año en mujeres de 12-14 años y de 15-18 años que viven en comunidades urbanas, así como una asociación negativa entre tener peso normal y la repetición del año en hombres de 15 a 18 años de comunidades rurales. No obstante, no encontramos ninguna asociación entre tener peso normal y el aumento en el número de años de rezago escolar en ninguna de las submuestras. Nuestros resultados coinciden con estudios anteriores, en particular los de Falkner et al (2001) y Sabia (2007), que, como mencionamos líneas arriba, indican que el sobrepeso está más significantemente asociado con el rendimiento escolar de las mujeres que con el de los hombres.
Uno de los argumentos que indican que el sobrepeso y la obesidad pueden estar asociados con un bajo rendimiento escolar es que el sobrepeso y la obesidad reducen la concentración. En regresiones no presentadas en este artículo6 probamos si el peso está asociado con la concentración y la capacidad intelectual, medidas mediante la prueba de Raven.7 También realizamos estimaciones de MCO y de MCO en dos etapas. No encontramos ninguna relación entre el peso y el cambio en la concentración8 y la mejora en los resultados de la prueba de Raven en ninguna de las submuestras analizadas.
Muchos países están pensando en aplicar políticas públicas enfocadas en abordar el problema del sobrepeso y la obesidad y sus consecuencias. Nuestros resultados sugieren que, por lo menos en el caso de México, también debemos considerar políticas complementarias en el ámbito de la educación, ya que tener sobrepeso u obesidad puede llevar a que los jóvenes -sobre todo las mujeres- abandonen la escuela o reprueben el año. Nuestros resultados también sugieren que quizá ameriten instrumentarse políticas específicas para cada sexo, ya que las maneras en que el sobrepeso y la obesidad interactúan con otras características en los hombres no son las mismas que en el caso de las mujeres. Es evidente que, se necesita más investigaciones para identificar las acciones específicas requeridas, por lo que esperamos que el presente estudio anime a los investigadores y a los encargados de formular políticas a que dediquen más recursos al estudio de la relación entre el sobrepeso y la obesidad y el rendimiento escolar e intelectual en México.