Clasificación JEL: I25, J46, J62, O17, O54.
JEL Classification: I25, J46, J62, O17, O54.
Introducción
Las altas y persistentes tasas de informalidad laboral en América Latina han sido motivo de preocupación creciente entre diseñadores de políticas públicas y analistas por sus múltiples implicaciones económicas y sociales.1 Para la región como un todo, este segmento de la población trabajadora creció de manera importante en las décadas de 1980 y 1990; destaca el hecho de que, aunque en la primera década del siglo XXI el entorno económico mejoró de manera considerable, la informalidad se redujo sólo modestamente, por lo que sigue ubicándose en niveles de más de 50%.2
Estudios recientes en la región muestran que en general existe una correlación negativa entre los niveles de informalidad y el nivel de desarrollo de los países medido por su ingreso per cápita −a menor ingreso mayor informalidad−. Sin embargo, un país que no se conforma de estos patrones es México, que a pesar de presentar uno de los mayores niveles de ingreso por persona en la región, es también uno de los que presenta mayores tasas de informalidad.3 Además, a diferencia del promedio de la región, en México la informalidad se ha mantenido prácticamente constante en las últimas dos décadas. Estos hechos han despertado el interés de distintos autores, que han establecido adicionalmente que existe una conexión estrecha entre la informalidad y los bajos niveles de productividad en México, los cuales se han convertido en un cuello de botella crítico para el crecimiento y el desarrollo.4
La elevada informalidad en México sorprende aún más en el contexto de la evolución de otras variables, como la escolaridad. En las últimas décadas, América Latina ha mostrado avances significativos en su cobertura educativa con incrementos en el promedio de años de escolaridad de la población mayor de 25 años, de 4.5 a 7.8 años entre 1980 y 2010, resultado de la universalización de la educación primaria y de los incrementos en la cobertura de educación secundaria, que pasó de 70 a 87% (Banco Mundial, 2014). Sin embargo, los avances en México fueron aún más significativos: la universalización de la educación primaria se logró casi una década antes que el promedio de la región, y para el mismo periodo de 1980 a 2010 la escolaridad promedio de la población mayor a 25 años aumentó de 3.9 a 8.3 años, mientras que la cobertura de secundaria pasó de 66 a 95%.
La persistencia de la informalidad en México, a pesar de los avances educativos, sorprende debido a que en general se esperaría que más escolaridad se tradujera en mayor formalidad laboral (Perry, 2007). Lo anterior debido a que, por un lado, se espera que la educación eleve la productividad de la economía, facilitando a empresas y trabajadores absorber los costos de aseguramiento social contributivo, que es la característica distintiva de la formalidad; y por otro, porque en tanto las empresas más grandes son más intensivas en capital humano, se esperaría que una oferta creciente de trabajadores educados debiera facilitar su desarrollo, lo que a su vez tendería a generar mayor formalidad por la relación positiva entre mayor tamaño de la empresa y mayor cumplimiento de las regulaciones de aseguramiento contributivo (dada la mayor probabilidad de detección a la violación de estas regulaciones).
El caso de México sugiere que la traducción de más escolaridad en mayor formalidad no es automática. Las características estructurales del mercado laboral, descritas en mayor detalle en la siguiente sección, juegan un papel central, ya que determinan los incentivos que enfrentan los trabajadores para ocuparse por cuenta propia o en una empresa; y los incentivos que enfrentan las empresas para ofrecer contratos formales o informales a sus trabajadores (Levy, 2008). Así, si bien la presunción es que más escolaridad se traduce en menor informalidad, el mercado de trabajo la puede diluir, o aun revertir.
Un aspecto que puede contribuir a entender las diferencias en la informalidad entre países, y que ha sido poco explorado en la literatura sobre el tema, es que en un momento dado la tasa de informalidad laboral es un promedio ponderado de las tasas de las distintas cohortes de trabajadores que constituyen la fuerza de trabajo, que están en diferentes etapas de su ciclo de vida en función del tiempo transcurrido desde que ingresaron al mercado laboral, y que pueden diferir en sus años de escolaridad. En consecuencia, comparaciones de la informalidad entre países y a lo largo del tiempo reflejan la interacción entre la escolaridad y la demografía, así como otros factores que afectan el funcionamiento del mercado laboral. El separar éstos puede ayudar a entender con mayor claridad la relación entre escolaridad e informalidad, y contribuir a explicar casos aparentemente contradictorios como el de México.
Para ilustrar lo anterior, supóngase que para cada cohorte de trabajadores la formalidad aumenta con su edad (porque, digamos, los trabajadores inician su carrera laboral en trabajos informales, y después de adquirir experiencia transitan a trabajos formales). Supóngase, además, que comparamos dos países con la misma escolaridad y con mercados de trabajo con características estructurales equivalentes, pero con la diferencia que el país A tiene una fuerza laboral de mayor edad que B. En ese caso, la tasa de formalidad en A será mayor que en B. Pero esto no indica que la relación entre escolaridad e informalidad en A y B sea diferente; la diferencia resulta de factores demográficos, ya que comparamos a trabajadores de distintas edades promedio.
Alternativamente, supóngase que A y B tienen igual demografía y mercados laborales, pero cada cohorte de trabajadores en A tiene, digamos, dos años menos de escolaridad que la cohorte de B nacida en igual fecha (porque B inició su progreso educativo antes que A). Si los trabajadores con más escolaridad tienden a incorporarse en mayor medida en trabajos formales (porque, digamos, se ocupan en empresas de mayor tamaño), entonces la tasa de formalidad en B será mayor que en A. Pero, nuevamente, esto no implica que la relación entre escolaridad e informalidad en A y B sea diferente; la diferencia se genera porque B arrancó su cobertura educativa antes que A. Si comparamos cohortes con la misma escolaridad (aunque de diferentes edades), las tasas de informalidad serían iguales.
Finalmente, A y B pueden tener demografía y escolaridad similar, pero mercados laborales diferentes, que hacen que A tenga una tasa de informalidad más alta (porque, digamos, en A el salario mínimo oficial es muy alto y dificulta la contratación formal).
Este artículo presenta una investigación empírica para América Latina y México, sobre la relación entre escolaridad e informalidad laboral. Su valor agregado está en la utilización de un enfoque poco común en la literatura sobre informalidad, que consiste en seguir la trayectoria de distintas cohortes durante su ciclo de vida.5 Específicamente, construimos un seudopanel con información sobre las características educativas y laborales de distintas generaciones de trabajadores en 18 países de la región, e identificamos la influencia de tres efectos sobre la informalidad. Primero, un “efecto educación”, que recoge el hecho de que generaciones más recientes de trabajadores se incorporan al mercado laboral con más años de escolaridad que las anteriores. Segundo, un “efecto demografía”, que recoge los patrones de formalidad-informalidad de generaciones individuales conforme van transitando hacia mayores edades. Y tercero, un “efecto de mercado laboral”, que capta a los demás factores que afectan la informalidad: características estructurales del mercado laboral que determinan los incentivos que enfrentan trabajadores y empresas para establecer relaciones de trabajo formales o informales, por un lado, y choques macroeconómicos coyunturales, por el otro.
Si bien no separamos formalmente estos dos factores, dado que en nuestro análisis consideramos tendencias de largo plazo y promediamos varios años, imputamos el tercer efecto a las características estructurales del mercado laboral más que a factores macroeconómicos de corto plazo.
El resultado principal del análisis es que mientras que para el promedio de los países de América Latina la entrada de nuevas generaciones con mayor escolaridad al mercado laboral ha tendido a reducir la informalidad −aunque de manera bastante modesta−, en México no se ha observado el mismo fenómeno, debido a que las características estructurales del mercado laboral han contrarrestado las tendencias a la formalización asociadas a la mayor escolaridad. Este resultado es doblemente sorprendente. Primero, porque, como se documenta más adelante, en este país el avance educativo ha sido más acelerado que el del promedio de la región; y segundo, porque después de la crisis de 1994-1995, México ha mostrado indicadores de estabilidad macroeconómica superiores al promedio de América Latina.
Nuestro resultado principal tiene una implicación de política pública fundamental para México: aun en un contexto de estabilidad macroeconómica, el progreso educativo es insuficiente para reducir la informalidad. Si se quiere lograr esto último, es indispensable también incidir sobre los factores estructurales que determinan los incentivos que enfrentan trabajadores y empresas en el mercado de trabajo.6
El artículo se divide en cinco secciones. La primera define conceptos y describe los datos y la construcción de un seudopanel a partir de encuestas de hogares de 18 países de América Latina. La segunda presenta tendencias generales de la informalidad, mientras que la tercera ilustra gráficamente el análisis de cohortes utilizado en el presente estudio. La cuarta sección presenta un análisis estadístico para separar los efectos sobre la informalidad de la escolaridad y la demografía de distintas generaciones de trabajadores, de las características estructurales del mercado laboral. La quinta sección ofrece algunas reflexiones finales.
I. Definiciones y datos
1. Definiciones
Un trabajador formal es aquel que se beneficia de programas de aseguramiento social financiados mediante una contribución fijada como una proporción de su salario, típicamente dividida entre empresa y trabajador (usualmente llamados programas contributivos). Entre los países de la región hay heterogeneidad en los beneficios de estos programas. Generalmente éstos incluyen una pensión de retiro y un seguro médico y de invalidez, aunque en algunos casos se agregan asignaciones para menores (Argentina), programas de capacitación laboral (Colombia) o créditos para la vivienda y servicios de guardería (México). Esto, sumado a diferencias en el tipo de sistema pensionario (de reparto o de capitalización), y a la calidad y confiabilidad de los servicios, se refleja en desemejanzas entre países en la valoración que hacen los trabajadores de los beneficios del aseguramiento contributivo. En paralelo, hay heterogeneidad en las tasas de contribución (expresadas como proporción del salario). Todo lo anterior se traduce en heterogeneidad entre países en los costos contingentes e impuestos implícitos que dichos programas representan para la contratación formal.
Los trabajadores informales se definen como las diferencias entre los trabajadores formales y el total de trabajadores. Éstos pueden beneficiarse de programas de aseguramiento social financiados de la tributación general (usualmente llamados programas no contributivos). De igual manera, existe heterogeneidad entre países de la región en el alcance y generosidad de estos programas. Inicialmente consideraban servicios de salud de menor calidad que los ofrecidos por los programas contributivos. Sin embargo, en los últimos años la brecha de calidad se ha cerrado junto con los beneficios ampliados para contemplar pensiones de retiro y, en algunos casos como México, subsidios a la vivienda, seguros de invalidez y servicios de guardería (Levy, 2008; Ribe, et al., 2012; Levy y Schady, 2013). Dadas estas diferencias en alcance y generosidad, naturalmente hay heterogeneidad entre países en las valoraciones que hacen los trabajadores informales de los programas no contributivos y, en consecuencia, en el valor de los subsidios implícitos que dichos programas representan para la contratación informal entre empresas y trabajadores, o para el trabajo informal por cuenta propia.
Si bien la distinción entre aseguramiento social contributivo y no contributivo es la base para clasificar a los trabajadores como formales o informales, es importante recalcar que las características estructurales del mercado laboral van más allá del aseguramiento social. Éstas incluyen también la regulación fiscal (como el tratamiento de los ingresos asalariados vs. no asalariados, o los regímenes especiales para empresas pequeñas), las regulaciones laborales sobre salario mínimo, despido y separación (por indemnizaciones por despido o seguros de desempleo) que en casi todos los países de la región están asociadas al trabajo asalariado; las condiciones que enfrentan las empresas para acceder al crédito (incluyendo programas de microcrédito o similares), y los costos de registro y de transacción para cumplir con las diversas regulaciones. El conjunto de todas estas regulaciones es lo que definimos como factores estructurales del mercado laboral. Y, como en el caso de los programas de aseguramiento social, existe heterogeneidad importante entre países de la región en la naturaleza de las regulaciones (fiscales, laborales y otras), sus costos, su fiscalización y su exigibilidad, y, por tanto, también existe heterogeneidad en la forma en que condicionan la actuación de empresas y trabajadores en el mercado laboral y en que determinan −más allá de la edad y la escolaridad− el estatus formal o informal de los trabajadores.
Finalmente, definimos que un individuo “trabaja” cuando él mismo declara que desempeñó una actividad laboral al menos por una hora durante el periodo de referencia especificado en cada encuesta (típicamente una semana). Asimismo, incluimos a los que dicen estar “empleados” a pesar de no haber trabajado por alguna circunstancia extraordinaria −como la enfermedad, encontrarse de vacaciones o en huelga−.
2. Datos
Analizamos 233 levantamientos de diversas encuestas de hogares que cubren el periodo 1980-2013 para 18 países;7 el Cuadro A1 en el Apéndice identifica el número de levantamientos por país y año. En términos generales se incluyen 21 casos para Venezuela, 17 para Brasil, 15 para Argentina, Honduras, Panamá, Paraguay y Perú, 14 para Colombia, Costa Rica, El Salvador y Uruguay, 13 para México, 12 para República Dominicana, 10 para Chile y Ecuador, siete para Guatemala y Bolivia, y seis para Nicaragua. A excepción de las encuestas para Uruguay, Argentina y Bolivia para años previos al 2000, que son solamente representativas de áreas urbanas, todas las restantes son representativas a nivel nacional; 9% son para el periodo 1980-1989, 31% pertenecen a los años 1990-1999, y 60% abarcan los años 2000 a 2012. En conjunto, los datos son representativos de una población de 554 millones de personas, equivalente a 96% de la población de América Latina.8
Un aspecto importante a considerar es que cada país genera sus propias encuestas de hogares en distintos años, formatos, códigos, cuestionarios y definiciones. Debido a que para este estudio se cuenta con acceso a los datos originales, es posible homologar las variables relevantes para todos los países y años, incluyendo la definición de trabajador formal o informal. Asimismo, existen diversas formas de organizar el sistema educativo. Sin embargo, aquí homologamos las definiciones de los ciclos educativos (primaria, secundaria, etc.) para asegurar la consistencia de las comparaciones.
Para analizar las tendencias de informalidad, consideramos como universo de estudio a la población en edad de trabajar en cada país (18 a 65 años) y, posteriormente, a la población económicamente activa. Obtenemos un panorama regional en las variables de interés calculando promedios simples entre países (aunque las tendencias identificadas se mantienen al considerar promedios ponderados por población). En todos los promedios regionales excluimos a México, ya que para dicho país se presentan comparaciones por separado. Para el cálculo de los promedios, se procesaron los datos originales de cada encuesta de hogares para obtener indicadores para cada año y país. Los datos de los años para los que no se encuentran disponibles encuestas de hogares en cada país fueron generados mediante interpolaciones lineales con el objetivo de que para todos los años, el promedio regional incluya a todos los países y no sólo a los que cuentan con encuestas en cada momento en el tiempo.
Por último, conviene señalar que las encuestas de hogares recogen datos de los trabajadores que residen en el país, y no captan los efectos de la migración internacional, fenómeno relevante para México y algunos países de Centroamérica dada la importante emigración (principalmente hacia los Estados Unidos). En consecuencia, nuestro análisis capta los patrones de inserción laboral formal o informal de los trabajadores residentes en cada país, dadas su escolaridad y edad, por un lado, y el desempeño de su mercado laboral, por el otro.
II. Tendencias de la informalidad en América Latina
1. Informalidad laboral agregada, por género y por países
Esta sección presenta un panorama general de la informalidad laboral. El panel izquierdo de la Gráfica 1 desglosa por actividad a la población en edad de trabajar (PET) de América Latina.9 Hacia el año 2012 ésta se divide prácticamente en tercios; trabajadores informales (35%), formales (34%) e inactivos (31%). Es decir, solamente uno de cada tres adultos en la región cuenta con un empleo con mecanismos de aseguramiento social contributivo, característicos del sector formal.
Quizás el hecho más sorprendente es que en el transcurso de los 17 años observados, el porcentaje de trabajadores informales se redujo solamente de manera marginal −de 37 a alrededor de 35%−. El empleo formal aumentó, pero este incremento solamente alcanza alrededor de cinco puntos porcentuales. El que la composición de la población en estas tres categorías no haya cambiado de manera sustantiva a nivel regional durante la década del 2000 en la que se observó un entorno económico positivo, sugiere que el dinamismo no logró traducirse de manera notable en más oportunidades laborales formales.10
Los resultados para México se encuentran en el panel derecho de la misma gráfica, donde se observan tres diferencias importantes: i) el nivel de informalidad es significativamente mayor en este país; entre 38 y 42% de la PET, ii) mientras que en América Latina se observa una modesta reducción de la informalidad, en México se registra un ligero incremento, y iii) en México la población con empleos formales es una minoría de la PET, comparada con el resto de la región, en donde su peso relativo es similar al del grupo de trabajadores informales y de población inactiva.
Al observar el desglose de la informalidad por género en la región en la Gráfica 2, puede apreciarse que el porcentaje de población inactiva es mucho mayor entre las mujeres −45% en el 2012 vs. 17% para los hombres−. Sin embargo, también se observan similitudes, como por ejemplo, que entre 1995 y 2012 la tasa de informalidad para ambos casos haya permanecido prácticamente inalterada. Otra similitud es que aunque crece la tasa de formalidad, el incremento es sólo incipiente -de entre cuatro y seis puntos en 17 años-.
El desglose por género para México se muestra en la Gráfica 2, donde se identifican diferencias de interés. Quizá la más relevante es que en contraste con el promedio de América Latina, la proporción de mujeres en actividades informales crece de manera importante −de 26 a 34% de la PET−. Otra diferencia, que aplica tanto a hombres como a mujeres, es que no se observa convergencia entre las proporciones de trabajadores formales e informales como en el resto de la región; en México el porcentaje de trabajadores informales se mantiene en niveles considerablemente mayores comparado con el de formales.
Las diferencias entre países de manera individual se presentan en el Cuadro 1.11 Para el 2012 las tasas de informalidad con respecto al total de la PET más elevadas se observaron en Bolivia, Guatemala, Honduras y Nicaragua, todos con una tasa mayor a 50%. El Salvador, México y Perú siguen con niveles de alrededor de 40%. Ecuador, República Dominicana, Colombia, Panamá, Argentina y Paraguay registran niveles de informalidad de alrededor de 30%. Los países con menor tasa son Chile, Costa Rica y Uruguay, con porcentajes de 11, 14 y 17%.
Si en lugar de dividir el número de trabajadores informales entre toda la PET, se realiza la comparación solamente con la población económicamente activa que cuenta con trabajo, el porcentaje promedio de informalidad en la región para el año 2012 alcanza 51%. Siguiendo esta definición −que es la que utilizamos en lo que resta del documento−, la Gráfica 3 muestra la tasa de informalidad en 2012 para cada país de manera individual y permite observar que ésta alcanza niveles de alrededor de 80% en Honduras y Guatemala, de cerca de 70% en Nicaragua, Bolivia y el Salvador, y 61% en México que es el país con la sexta tasa más elevada entre los 18 países considerados. Los menores niveles se registran en Costa Rica, Uruguay y Chile, en donde la tasa de informalidad oscila de entre 15 y 20%.
Un hecho que hace que el caso de México sea de particular interés es que éste es el país en el que la tasa de informalidad es considerablemente mayor a lo que se esperaría dado su Producto Interno Bruto (PIB) per cápita. Esto se ilustra en la Gráfica 4, que presenta la relación entre esta variable en el año 2012 −ajustada por paridad de poder adquisitivo (PPP, por sus siglas en inglés)− y la tasa de informalidad.12 Se observa que la correspondencia es considerable, indicando que en general los países con mayor informalidad son también los de menor desarrollo medido por el PIB per cápita -el coeficiente de correlación entre las variables es de -0.82%−. Sin embargo, hay países que se encuentran considerablemente por debajo de la línea de tendencia, como Costa Rica, Uruguay, Chile y Paraguay, que se interpretan como los casos en donde la informalidad es menor a la esperada dado el ingreso per cápita. Por el contrario, los que se encuentran por encima de la línea son aquéllos en donde la informalidad es más alta que la esperada. México destaca por ser el caso de mayor discrepancia en este último grupo.
La Gráfica 5 extiende el resultado anterior sustituyendo el PIB per cápita por los años de escolaridad promedio de la población mayor de 25 años. Como era de esperar, encontramos una relación negativa, que en términos generales sustenta la presunción mencionada en la introducción del documento de una asociación negativa entre escolaridad e informalidad. Con esto, resaltan las diferencias entre países. En particular, encontramos que México es el segundo país que tiene una tasa de informalidad mayor que el valor esperado dados sus años de escolaridad (después de Bolivia). El contraste con Costa Rica, un país en la situación opuesta, es ilustrativo: en 2012 ambos países tenían prácticamente la misma escolaridad (10.5 años en México vs. 10.4 en Costa Rica), pero la tasa de informalidad en México era de más del doble (60 vs. 23%, respectivamente).
La Gráfica 6 destaca otro hecho: en México la informalidad ha crecido entre mediados de la década del 2000 y del año 2012, a diferencia de lo ocurrido en el promedio de la región. Dicho esto, notamos que dentro de la región la evolución de la informalidad ha sido muy variada, por lo cual se observan reducciones en países como Argentina, Ecuador, Brasil, Uruguay y Chile; aumentos en Guatemala, Honduras, Paraguay, República Dominicana y Venezuela; y constancia en países como Bolivia y Perú.
2. Diferencias en informalidad por nivel educativo
El contraste entre América Latina y México en tasas de informalidad por nivel educativo se presenta en la Gráfica 7. A nivel regional en el 2012, mientras que los trabajadores con educación superior (ES) registraron niveles de alrededor de 31%, la informalidad alcanzó a la mitad de los que llegaron a la educación media superior (EMS) −en la mayoría de los países de la región este nivel incluye grados del décimo al doceavo− y abarca a casi 60% de los trabajadores que cuentan únicamente con primaria o educación secundaria. Es además interesante notar que los porcentajes se mantienen con pocas modificaciones entre 1995 y el 2012. El único caso en el que se observa alguna diferencia es en el de primaria, en donde las tasas caen de 64 a 59% en este periodo y, de hecho, explican en su mayor parte la caída de la informalidad a nivel regional mostrada en la Gráfica 6.
En México la informalidad entre los trabajadores que sólo cuentan con la primaria es notoriamente mayor comparada con el promedio regional, en contraste con los trabajadores con secundaria, EMS y ES donde las diferencias son menores. Resalta también, que a diferencia de la estabilidad observada en América Latina, en México se observa un incremento en la informalidad entre 2004 y 2010 en todos los niveles educativos.
Estos contrastes son interesantes por otra razón: en las últimas décadas el progreso educativo en México ha superado el promedio de América Latina, lo cual hubiera llevado a esperar niveles de informalidad decrecientes. Esto se observa en la Gráfica 8, donde resaltan dos hechos: i) a principios de la década de 1990 la cobertura en todos los niveles en México era inferior al promedio regional; ii) sin embargo, en las siguientes dos décadas el avance en México fue mayor. Mientras que la tasa de cobertura de educación secundaria se incrementó alrededor de 15 puntos porcentuales en la región entre 1990 y 2012, en México aumentó 42 puntos. En la EMS el cambio es de 39 puntos porcentuales en la región vs. 93 en México. Lo mismo sucede en la ES: 19 puntos porcentuales en América Latina vs. 117 en México.13
Una explicación potencial de la poca correspondencia entre progreso educativo e informalidad en México, en comparación con la región, podría ser que la calidad de la educación fuera menor. Sin embargo, información derivada de pruebas internacionales como PISA (Program for International Student Assessment), realizada cada tres años por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sugiere lo contrario. Para el periodo 2000-2012 México se ubica como el segundo país con mayor rendimiento educativo en la región.14 De hecho, los lugares más bajos en la prueba los ocupan Perú, Colombia, Argentina, Brasil, Costa Rica y Uruguay, todos ellos con niveles de informalidad menores y con tendencia decreciente, comparados con México.
El resultado anterior se confirma con los resultados de la prueba de desempeño educativo en matemáticas y comprensión lectora del Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo (TERCE) realizado por la UNESCO en 15 países de América Latina en el año 2014 para los grados 3o y 6o de primaria. En dicha prueba, México ocupa el tercer lugar en mayor rendimiento en la región junto con Uruguay (un país con tasas significativamente menores de informalidad), superado sólo por Costa Rica y Chile. El país registra niveles de logro educativo superiores a los de Perú, Colombia, Argentina y Brasil, entre otros, todos ellos con mayor formalidad laboral.
3. Diferencias de informalidad por edad
La Gráfica 9 identifica diferencias en la informalidad por grupos de edad. En el 2012 encontramos que en la región para la población de recién ingreso a las edades laborales (de 18 a 25 años) la tasa de informalidad alcanzó 51%. Ésta se reduce a 46% en el segmento de 26 a 30 años de edad, y crece ligeramente hasta el segmento de 61 a 65 años donde alcanza 53%. Dicho esto, en general no se observan grandes variaciones en la informalidad por edad.
Nuevamente, México presenta diferencias importantes en estos patrones. Para el grupo de 18 a 25 años la informalidad está casi 10 puntos por encima, y aunque la brecha se reduce prácticamente a la mitad para la edad de 26 a 30 años, crece a una velocidad considerablemente mayor a partir de entonces, de manera que en el grupo de 51 a 55 años la diferencia es de 15 puntos, y alcanza niveles de 83% en el rango de 61 a 65 años −una brecha de 30 puntos con respecto al promedio regional−.
En suma, el análisis indica diferencias notables entre México y el promedio de América Latina en los patrones de informalidad; comparado con el promedio de la región, en todas las dimensiones, el desempeño de México es menos favorable. Dicho esto, podría argumentarse que este resultado deriva de que México inició el periodo estudiado con menores niveles de cobertura educativa (si bien hizo un esfuerzo mayor que el resto de la región); o de que, por razones demográficas, en este país las cohortes más viejas tienen un mayor peso relativo dentro de la población trabajadora. En la siguiente sección adoptamos un enfoque dinámico para dilucidar si las diferencias entre América Latina y México derivan de diferencias demográficas y de escolaridad; o son un reflejo de diferencias estructurales de sus respectivos mercados laborales.
III. Dinámica de la informalidad: un análisis de cohortes
La sección anterior analizó la informalidad a partir de cortes transversales de encuestas de hogares para cada año y país. Esta información es ilustrativa, pero una de sus limitaciones es que incluye múltiples generaciones en distintos momentos de su ciclo de vida simultáneamente. Incluso los datos presentados en la Gráfica 9 no constituyen un enfoque realmente dinámico ya que mezclan distintas generaciones observadas en el mismo año a diferentes edades. Para separar estos efectos es necesario adoptar un enfoque dinámico que identifique las diferencias entre las generaciones que ya se encuentran en el mercado laboral y las nuevas que se incorporan a éste, y que siga a los mismos individuos a medida que transitan por distintas edades.
Las encuestas de hogares disponibles permiten seguir a grupos representativos de individuos a lo largo del tiempo, identificándolos por su año de nacimiento. Específicamente, pueden utilizarse para construir un seudopanel que siga las trayectorias laborales de cada generación.15 Este enfoque ha sido ampliamente utilizado en la literatura sobre ciclo de vida y en el análisis de la dinámica del ahorro de los hogares (Browning, Deaton e Irish, 1985). En nuestro caso constituye una alternativa útil debido a que permite verificar la importancia de cambios de una generación a otra en variables como la escolaridad, así como los patrones de entrada o salida de la informalidad durante la dinámica demográfica de una misma generación.
Por ejemplo, se esperaría que las generaciones actuales que ingresan al mercado laboral con un promedio de escolaridad equivalente al segundo ciclo de secundaria (grados 10 a 12), tengan capacidades distintas a las que ingresaron en el año 1980 con un nivel promedio de primaria completa. Adicionalmente, si las nuevas generaciones ingresan en un entorno en el que el promedio de escolaridad de la población mayor a 25 años es de 7.8 años, se esperaría que sus circunstancias y oportunidades fueran significativamente diferentes a las entrantes en 1980, que enfrentaron un mercado laboral en donde el promedio de escolaridad era de 4.5 años. El resto de esta sección ilustra este enfoque.
1. Trayectorias generacionales de la escuela al mercado laboral utilizando análisis por cohortes
La Gráfica 10 (panel izquierdo) presenta el promedio regional de las tasas de asistencia escolar y participación laboral para tres cohortes, nacidas en 1977-1979, 1983-1985 y 1993-1995, respectivamente.16 Es importante señalar que estas dos actividades no son necesariamente excluyentes, ya que existen individuos que trabajan y estudian simultáneamente, los cuales son considerados en ambos grupos. Dicho eso, considérese primero la cohorte 1, que incluye a los individuos nacidos entre 1977 y 1979 y que por tanto cuentan con edades entre los 15 y 17 años en 1992-1994. Esta generación se observa con 31-33 años en el año 2010, y es la primera cohorte para la que se puede construir una trayectoria desde el momento en que la generación contaba con seis años de edad (la edad para ingresar a la educación primaria en la mayoría de los países de la región). En esta generación la proporción de jóvenes que asistió a la escuela es relativamente baja, por lo que llega a niveles de alrededor de 50% a los 15 años. De hecho, se observa que desde los 12 años de edad la asistencia escolar cae de manera importante.
En contrapartida, la inserción al mercado laboral se da a edades tempranas; casi 50% de los jóvenes ya trabajaba a los 14 años de edad −de hecho, las líneas de participación laboral y asistencia escolar se cruzan precisamente a esta edad−. A partir de los 15 años la participación laboral sube rápidamente a niveles de 60% a los 18 años y a niveles cercanos a 70% a los 24 años.
Considérese ahora a la cohorte 2, nacida siete años después (entre 1983 y 1985). Esta cohorte se observa con edades de 25-27 años en el 2010. A pesar de que sólo hay una diferencia de siete años entre las dos generaciones, existen diferencias importantes, ya que un porcentaje de casi 70% permanece en la escuela a los 15 años, y solamente alrededor de 30% trabaja. El patrón para esta cohorte, por lo tanto, es de mayor permanencia en la escuela y entrada más tardía al mercado laboral −de hecho, en este caso ambas líneas se cruzan con porcentajes equivalente hasta los 18 años de edad, y no a los 15 años, como en la cohorte 1−.
Finalmente, la cohorte 3 es la nacida 10 años después, entre 1993 y 1995, y por lo tanto es observada entre los 15 y los 17 años en el 2010. En esta cohorte continúa la tendencia de mayor asistencia escolar y de menor inserción laboral a edades tempranas. Por ejemplo, a los 15 años, cerca de 80% permanecía en la escuela y menos de 25% trabajaba. El cruce entre las líneas de asistencia escolar y participación laboral en este caso se observará alrededor de los 20 años de seguirse las tendencias actuales, y se dará en un porcentaje de alrededor de 40% de los jóvenes asistiendo a la escuela y trabajando, respectivamente.
El panel derecho de la misma gráfica presenta los datos de México para las mismas cohortes y permite observar dos diferencias principales −nótese que la línea de la cohorte 3 para la población que trabaja no se distingue debido a que la línea para la cohorte 1 se sobrepone a ella−. La primera es la mayor magnitud del cambio educativo observado en México entre las cohortes 1 y 3 (consistente con el mayor esfuerzo educativo identificado en la Gráfica 8). La segunda es que a diferencia del promedio regional, la edad de inserción al mercado laboral y los niveles de empleo parecen mantenerse a niveles similares durante las generaciones analizadas.
Estas discrepancias son reflejo de que, mientras que en promedio en la región la mayor asistencia escolar implicó reducciones en la participación laboral, en México el porcentaje de personas estudiando y trabajando simultáneamente se incrementó. En consecuencia, el residual entre las dos tendencias −el porcentaje de jóvenes que no estudia ni trabaja− permaneció prácticamente inalterado en el promedio de la región, pero se redujo en México para los mismos grupos de edad considerados aquí (De Hoyos, et al., 2015).
2. Trayectorias de informalidad durante el ciclo de vida laboral en América Latina
Así como puede seguirse la transición de las edades escolares a las laborales, los datos permiten seguir a distintas generaciones durante la etapa laboral de su ciclo de vida, distinguiendo a su vez entre su inserción formal o informal. Para ello, construimos siete generaciones nacidas entre 1935-1939 y 1975-1979 para el promedio de América Latina y para México.17 El Cuadro 2 identifica los años en que nació cada generación, las edades durante las cuales es posible observarlas en las encuestas de hogares, y sus respectivos años de escolaridad.18
La Gráfica 11 (panel izquierdo) presenta los resultados para el promedio de América Latina. La cohorte 1, la de mayor edad, registra los mayores niveles de informalidad en el segmento del ciclo de vida que se logra captar en las encuestas de hogares. Esta generación nació entre 1940 y 1944 y alcanzó una escolaridad promedio de 4.9 años. Con los datos disponibles sólo podemos observarlos en el último trayecto de su edad laboral (55 a 60 años de edad), donde los niveles de informalidad fueron de entre 67 y 70%. Para la cohorte 2, nacida cinco años después, podemos seguir un segmento más amplio de su trayectoria laboral, entre los 50 y los 60 años. Esta generación tenía en promedio 5.5 años de escolaridad, y durante el ciclo laboral que observamos su tasa de informalidad osciló entre 60 y 65%.
Para la cohorte 4, nacida en 1955-1959 y con 6.9 años de escolaridad, podemos identificar una trayectoria laboral más amplia, de 17 años entre 1995 y 2012. Sus niveles de informalidad oscilan alrededor de 55%. Las cohortes 5 y 6 −que nacieron cinco y 15 años después y alcanzaron 7.7 y 8.6 años de escolaridad, respectivamente− también muestran menores tasas de informalidad que las cohortes anteriores. Por último, la cohorte 6 nacida entre 1975 y 1979 alcanzó nueve años de escolaridad. Resulta interesante que en este caso se observa un patrón ligeramente distinto, con niveles iniciales de informalidad (en el trayecto de los 20 a los 22 años) mayores en comparación con las cuatro cohortes anteriores. Sin embargo, a medida que la cohorte envejece, la informalidad decrece y se estabiliza después de los 30 años en niveles inferiores a todas las cohortes precedentes.
Estos patrones permiten identificar tres elementos subyacentes a los cambios en la informalidad en el agregado de todas las cohortes y años. El primero es la distancia vertical que existe entre cada cohorte a la misma edad (aunque correspondiente a distintos años calendarios). Por ejemplo, podemos comparar las generaciones 1, 2, 3 y 4 cuando cada una tenía 55 años de edad; las generaciones 2, 3 y 4 cuando tenían 50 años; las generaciones 3, 4 y 5 cuando tenían 45 años; o las generaciones 5 y 6 cuando ambas tenían 35 años de edad. Lo que se quiere resaltar es que cuando comparamos las mismas edades en generaciones que ingresaron al mercado laboral más recientemente y con más escolaridad, con generaciones que ingresaron antes y con menos escolaridad, las primeras tienen menor informalidad.19
A las diferencias generacionales de este tipo se les denomina en la literatura sobre ciclo de vida como “efectos de cohorte”, aunque aquí preferimos denominarlas como “efectos de educación”, ya que recogen el hecho clave de que los años de escolaridad son diferentes entre cohortes.
El segundo elemento es el “efecto demográfico”, y se identifica al seguir la trayectoria horizontal de cada cohorte conforme ésta envejece, independientemente de la distancia vertical que existe entre cada una (y, por tanto, de sus respectivos años de escolaridad). En este caso el patrón que se destaca es uno de relativa estabilidad en prácticamente todos los casos con la excepción de la cohorte 6 ya comentada −véase la evolución de cada cohorte a través del eje horizontal−.20
Finalmente el tercer elemento recoge el resto de los factores que afectan a todas las cohortes y edades y que acontecen en cada año específico. Si bien en la literatura sobre ciclo de vida se le identifica como “efecto tiempo”, aquí preferimos llamarlo “efecto mercado laboral” ya que, como se muestra más adelante, refleja factores estructurales de los mercados de trabajo de América Latina.21 Son estos factores los que determinan, en primera instancia, que la fuerza laboral se segmente entre un sector formal y otro informal; y, en segunda instancia, que con independencia de la distancia vertical entre generaciones o la trayectoria horizontal de cada una de ellas, todas las tasas de informalidad se encuentren entre 50 y 70% y no, por mencionar una alternativa, entre 20 y 40%.
3. Trayectorias de informalidad durante el ciclo de vida laboral en México
El panel derecho de la Gráfica 11 presenta los mismos resultados para el caso de México y permite observar tres diferencias. La primera es que en prácticamente todos los casos los niveles de informalidad en México son mayores. Mientras que, para el promedio de América Latina, sólo en el caso de la generación de mayor edad, la cohorte 1, la tasa de informalidad alcanza 70%, en México las cohortes 1, 2 y 3 registran niveles de entre 70 y 80% en algún punto.
La segunda es que, para cada generación, la estabilidad de la tasa de informalidad es visiblemente menor a la del promedio de la región. De hecho, mientras que en México los niveles de informalidad oscilan entre 50 y casi 80%, la variación a nivel regional es entre 50 y 65%.
Una tercera diferencia es que, mientras para el promedio de la región no se registran cruces en las trayectorias de informalidad de cada generación, para México se observan múltiples intersecciones. Además, a diferencia del promedio de la región, las tasas de informalidad de distintas cohortes se mueven en dirección opuesta durante periodos de envejecimiento similares. Por ejemplo, entre los 50 y 60 años la informalidad de la cohorte 4 aumenta, mientras que en la cohorte 3 cae.22
Finalmente, para resaltar las diferencias entre México y el promedio de la región, la Gráfica 12 compara directamente la evolución de la tasa de informalidad de la cohorte más joven −como puede observarse, la brecha se cierra a mayor edad, lo cual, como se verá mas adelante, se explica por un efecto demográfico de cambio a lo largo del ciclo de vida, que parece estar presente con mayor fuerza en el caso de México−. Por construcción, tanto la cohorte mexicana como la del promedio de la región tienen la misma edad y la misma fecha aproximada de ingreso al mercado laboral (alrededor de 1993-1997), y con los datos disponibles pueden ser observadas hasta las edades de 33 a 37 años.
Ahora bien, hacia mediados de la década de 1990 el avance educativo de México ya había superado al promedio de la región, de forma tal que los trabajadores mexicanos de esa generación tenían 9.3 años de escolaridad vs. nueve para la región. De la gráfica se desprende que, a pesar de eso, cuando los trabajadores tenían 20 años, la tasa de informalidad en México era casi 15 puntos porcentuales más alta, y se mantuvo por encima de la del promedio de la región durante todo el periodo de observación.
IV. Estimaciones de efectos en los patrones de informalidad
La sección anterior describió gráficamente cómo operan los efectos de educación, demografía y mercado laboral sobre la informalidad, e identificó las diferencias entre México y el promedio de la región. Esta sección complementa la presentación gráfica con un análisis estadístico.
1. Método estadístico
Para cuantificar por separado con mayor precisión los efectos educación, demografía y mercado laboral, seguimos un enfoque similar al que han utilizado para propósitos similares diversos autores en el contexto del análisis de la dinámica del ahorro a lo largo del ciclo de vida.23 En comparación con la literatura sobre el ahorro, un elemento que facilita la tarea es que la informalidad es una variable binaria no continua. Dado que nuestro foco de atención es la participación laboral, utilizamos solamente las observaciones para individuos en las edades entre 20 y 65 años para todos los años t para los que contamos con una encuesta. Específicamente, siguiendo a Attanasio (1993), estimamos para cada país la siguiente ecuación valorada al nivel de cada cohorte-año:
en donde δ representa el promedio de informalidad en cada celda (el promedio ponderado por población de las tasas de informalidad de las cohortes observadas en un mismo año); a es la edad que capta el efecto demográfico; c es un vector de c − 1 variables dicotómicas (es decir, γc = γ 1 c 1 + γ 2 c 2 + γ 3 c 3 + ...) para cada cohorte, de modo que γ es el vector de coeficientes que capta el efecto educativo; y t representa el vector de k − 1 variables dicotómicas que identifican a cada año-encuesta (es decir, βt = β 1 t 1 + β 2 t 2 + β 3 t 3 + ...)., con su vector de coeficientes β que capta lo que denominamos como efectos del mercado laboral.24
La especificación se obtiene siguiendo a Attanasio (1993), quien para atender el hecho de que existe linearidad entre a, c y t (por ejemplo, con información del año de la encuesta y la edad se puede dilucidar el año de nacimiento), sugiere “suavizar” el trayecto de los promedios de las celdas estimando una regresión de
Esta transformación permite que las tendencias en el valor de
La estructura polinomial para a se justifica bajo el argumento de que la variable de interés (en éste la tasa de informalidad X) puede variar por diversos motivos a lo largo del ciclo de vida −por ejemplo, la población más joven puede estar dispuesta a ingresar a un empleo informal para acumular experiencia que posteriormente se utilice en el mercado formal, mientras que en el caso de c y t no se impone una estructura específica−.
La ecuación (1) no incluye una constante debido a que su interpretación es ambigua. Esto implica que es posible identificar la forma de la función estimada del patrón de edad (los cambios proporcionales a lo largo del tiempo asociados al tránsito de los individuos por el ciclo de vida), pero no su posición o nivel específico.
La Gráfica 13 ilustra el método seguido presentando la información de tres cohortes incluidas en la Gráfica 11 correspondientes al promedio de la región y ampliando el eje vertical para resaltar las diferencias. La línea vertical representa el punto en que las tres cohortes seleccionadas tenían 52 años de edad (pero correspondientes a diferentes años calendarios). Se observa que a esa edad la cohorte 5 tenía una tasa de informalidad de 56% (punto A), la cohorte 4 de 57% (punto B), y la cohorte 3 de 61% (punto C). Por lo tanto, en la ecuación (1), el efecto educación para el promedio de América Latina se reflejará en menores coeficientes en el vector γ para cohortes más jóvenes.
Por su parte, siguiendo la trayectoria de cada cohorte individual conforme su edad aumenta, se observa que sus tasas de informalidad varían sin un patrón definido, fenómeno que se capta en la ecuación (1) mediante la especificación de un polinomio de quinto orden para la variable a.
Por último, el estado del mercado laboral en un año calendario dado se refleja en las tasas de informalidad de las distintas cohortes a la edad correspondiente a cada una de ellas en ese año calendario. Así, los punto D, E y F sobre la línea punteada corresponden al año 1995, cuando la cohorte 5 tenía 40 años de edad y una tasa de informalidad de 55% (punto F), la cohorte 4 tenía 45 años de edad y una tasa de informalidad de 57% (punto E), y la cohorte 3 tenía 50 años y una tasa de informalidad de 60% (punto D).25 La evolución del efecto mercado laboral en la ecuación (1), captada por los coeficientes del vector β, corresponde gráficamente a movimientos paralelos de la líneas punteadas (como las líneas punteadas más oscuras en la Gráfica 13, referidas a los años 2000 y 2010, respectivamente).
Por supuesto, el efecto del mercado laboral recoge la influencia de múltiples factores que afectan a todas las cohortes, independientemente del momento del ciclo de vida por el que atraviesan. En el fondo, el mercado laboral refleja la interacción de las decisiones de empresas y trabajadores, que a su vez son influenciadas por una gran cantidad de factores. Si bien un análisis detallado de estos factores excede los alcances de este documento, es posible ofrecer una interpretación más precisa del efecto de mercado laboral haciendo una descomposición de sus componentes. Para ello, estimamos la relación estadística entre los valores que adquieren las variables dicotómicas del vector β para cada país y año, y una serie de variables que por su naturaleza cumplan con la condición de ser relevantes independientemente de la cohorte y momento del ciclo de vida de cada individuo (esto es, de los efectos educación y demográficos), y que presenten variaciones a lo largo de los años que pudieran afectar la oferta y la demanda por trabajo así como su composición formal-informal.
Específicamente, conformamos un panel de coeficientes β como variable dependiente, y como variables independientes incluimos el índice de productividad laboral y el índice de contribución del factor trabajo al crecimiento del PIB para captar variables que reflejen la estructura del mercado laboral; variables de profundidad crediticia (medida por el crédito interno al sector privado como proporción del PIB) para captar elementos de la estructura financiera del país; variables de competitividad (medida por el comercio exterior como proporción del PIB), y la tasa de inflación y el crecimiento del PIB per cápita como medidas de dinamismo económico y estabilidad a nivel macro. En todos los casos los datos se refieren al año y país correspondiente a β.26
2. Resultados
Los resultados de las estimaciones para México se presentan en el Apéndice en el Cuadro A2 para los trabajadores de todos los niveles educativos, mientras que el Cuadro A3 del Apéndice especifica el número de observaciones (cohortes-años) disponibles y utilizadas para cada país. Como puede observarse, los coeficientes de las variables dicotómicas que captan los efectos educativos, demográficos, y para una mayoría de los efectos de mercado laboral, son altamente significativos. En el caso de los promedios regionales, su estimación se realiza tomando los coeficientes obtenidos para cada país (con la misma estructura que el Cuadro A2), y se “suavizan” para su presentación gráfica a continuación.
Las trayectorias estimadas para el efecto educación para el promedio de América Latina y para México se presentan en la Gráfica 14.27 Se observa que en ambos casos el efecto es decreciente, lo que indica que, ceteris paribus, este efecto contribuye a que la informalidad disminuya. Nótese que el efecto es más pronunciado para México que para el resto de América Latina. Esto es consistente con lo señalado en la sección anterior: en la medida que el aumento en años de escolaridad entre generaciones en México supera al promedio de la región, se espera que sólo por este efecto la caída de la informalidad sea mayor.
La Gráfica 15 muestra las trayectorias estimadas de los efectos demográficos. En ambos casos éstos son negativos, lo que indica que el efecto puro de mayor edad tiende a reducir la informalidad. En el caso de América Latina los efectos son numéricamente pequeños, mientras que en el caso de México, nuevamente, sustancialmente más pronunciados. Esto también es consistente con los resultados de la sección anterior, en donde para América Latina era visible la estabilidad en las trayectorias de informalidad de cada generación. Para México el resultado adicional es que, a pesar de la mayor volatilidad de las trayectorias, la tendencia promedio va en la dirección de menor informalidad.
Por último, la Gráfica 16 muestra que los efectos del mercado laboral para el promedio de la región son positivos, aunque muy tenues, mientras que en el caso de México el efecto es fuertemente positivo. En ambos casos el resultado indica que dada la escolaridad y el momento en el tiempo en que cada cohorte empezó a trabajar, la evolución de las condiciones del mercado laboral ha tendido a aumentar la informalidad de todas las cohortes. Dicho esto, la diferencia entre México y el promedio de la región es notoria.28
La conclusión que se desprende de estas estimaciones es que la (modesta) reducción en la informalidad laboral observada en el promedio de la región en las últimas décadas está asociada en mayor medida al hecho de que cada nueva generación que entra al mercado laboral es menos susceptible a la informalidad que la anterior al registrar mayores niveles de escolaridad que sus predecesoras; y en menor medida, a un ligero efecto demográfico derivado de cambios en la importancia relativa de ciertos grupos de edad. Por un lado, la suma de estos dos efectos conlleva a un ligero cambio en el efecto de mercado laboral a favor de la informalidad. Por otro lado, en el caso de México, los efectos de educación y demográficos son más negativos que para el promedio de la región, lo cual sugiere que si los únicos cambios observados durante el periodo de 1984 a 2012 hubiesen sido los derivados de la transición demográfica hacia mayores edades y los generados por la entrada de nuevas cohortes con mayor escolaridad al mercado laboral, la informalidad en el país se hubiera reducido aún más que en el promedio de la región. Sin embargo, estos cambios fueron contrarrestados por el efecto de mercado laboral, el cual es notoriamente más positivo que el promedio de la región, y genera una presión creciente de mayor informalidad en el periodo estudiado, con lo que se contrarrestan completamente las reducciones derivadas de los efectos demográficos y de educación.
Los resultados anteriores se confirman al desagregar la información de cada generación por nivel educativo, clasificando a los trabajadores de cada cohorte en tres grupos (un nivel máximo de primaria, secundaria o educación superior).29 Como lo muestra la Gráfica 17, en el caso del promedio de la región, y con mayor fuerza en México, el efecto de educación sobre la reducción de la informalidad está determinado por los individuos que cuentan con educación superior, y en menor medida por los que cuentan con secundaria. Entre los individuos que cuentan únicamente con primaria la informalidad permaneció prácticamente constante en ambos casos. Además, porque el peso relativo de los grupos con secundaria y educación superior también creció, el efecto reductor de la informalidad se reforzó.
La Gráfica 18 muestra los resultados del efecto demográfico. En el caso del promedio de la región, éste es casi inexistente para todos los grados. En el caso de México, éste es negativo y se concentra nuevamente en los trabajadores con educación secundaria y superior. Finalmente, la Gráfica 19 muestra el efecto mercado laboral, que nuevamente es más marcado para México y se concentra en los trabajadores con educación secundaria y superior.
Finalmente, los resultados de las regresiones para analizar el efecto del mercado laboral se presentan en el Cuadro 3, para dos distintas estrategias de estimación dada la naturaleza de panel de nuestros datos. La primera se refiere a una regresión por Mínimos Cuadrados Ordinarios (MCO) con corrección de Huber para la generación de errores estándar robustos. Adicionalmente estimamos regresiones con efectos fijos y efectos aleatorios, y al aplicar la prueba de Hausman la evidencia indica que el modelo preferido es el de efectos aleatorios, el cual se incluye en la segunda columna.
Fuente: elaboración propia con datos de The Conference Board Total Economy Database y del Banco Mundial.
a Errores estándar entre paréntesis.
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^Modelo preferido con prueba de Haussman a 1%.
El resultado principal, consistente con nuestra interpretación del término βt en la regresión (1) como reflejo del efecto del mercado laboral, es que las dos variables que de manera consistente muestran una relación estadísticamente significativa con los valores de β, son las variables de productividad laboral y de contribución del factor trabajo al PIB. Las variables que representan el nivel y la estabilidad de la actividad económica son significativas también, aunque no en ambos modelos. La variable que mide los flujos de comercio como proporción del PIB es también significativa, aunque solamente en la regresión por MCO.
Conclusiones
Este documento presenta un análisis de la dinámica de la informalidad laboral en América Latina durante las últimas décadas con especial énfasis en México, que es el país que presenta la mayor diferencia entre la informalidad registrada y la que se esperaría dado su PIB per cápita. Nuestro análisis ofrece tres aportaciones. La primera es una estimación actualizada al año 2012 de la informalidad para 18 países de América Latina, resultado de la homologación de 233 levantamientos de encuestas de hogares para el periodo 1980-2013. La segunda es la aplicación de un enfoque dinámico en el que se identifica a distintos grupos de trabajadores por su año de nacimiento, género, años de escolaridad y estatus formal o informal, con lo cual se construye un seudopanel que permite seguir distintas cohortes a lo largo de su ciclo laboral. Este enfoque no es comúnmente utilizado en la literatura sobre el tema y ofrece una perspectiva novedosa de la dinámica de la informalidad. La tercera es la identificación de los efectos de educación, demografía y mercado laboral subyacentes en las tendencias generacionales observadas.
Del análisis se desprenden tres grandes resultados. El primero es que para el promedio de países de América Latina, la informalidad laboral se ha reducido de forma modesta en 17 años a pesar de haber una importante expansión educativa. En este contexto resalta el caso de México, donde la informalidad, de hecho, aumentó ligeramente en el mismo lapso, a pesar de que este país hizo un esfuerzo educativo mayor al promedio de la región.
El segundo resultado es que hay grandes diferencias en las tasas de informalidad en la región aún entre países con niveles de ingreso y años de escolaridad similares. Estas diferencias subrayan la ausencia de una relación lineal entre la escolaridad o el ingreso per cápita y la tasa de informalidad, y resaltan la importancia de las diferencias en los factores estructurales del mercado de trabajo.
El tercero es que al desglosar los cambios en la informalidad, encontramos que para el promedio de América Latina la modesta reducción se debe básicamente al efecto educación, en tanto que los efectos asociados al cambio demográfico y al mercado laboral fueron básicamente neutrales (ligeramente negativo el primero, y positivo el segundo). En México encontramos que el efecto educación operó en la misma dirección que en el resto de la región, y de hecho con más fuerza. Igualmente, el efecto demografía contribuyó a reducir la informalidad, y también con mayor fuerza que en el promedio regional. Lo anterior llevaría a esperar que la reducción en la informalidad en México fuese más pronunciada que en el promedio de América Latina. Sin embargo, estas tendencias a favor de la formalidad fueron totalmente contrarrestadas porque en el país el efecto del mercado laboral operó fuertemente en la dirección opuesta. Es decir, si bien tanto en México como en América Latina las nuevas generaciones de trabajadores han tenido más escolaridad que las anteriores, en la región estas nuevas generaciones han experimentado menor informalidad que sus antecesoras, mientras que en México no; las tasas de informalidad de las generaciones más recientes y con más escolaridad han sido similares a las de generaciones anteriores que contaban con menor escolaridad. La diferencia clave ha estado en el efecto del mercado laboral.
Dilucidar los factores que están detrás de este último efecto y entender por qué en México ha operado de manera tan diferente en comparación con el promedio de América Latina, constituye una investigación que está fuera del alcance del presente estudio. Como ya comentamos, el efecto del mercado laboral recoge tanto factores estructurales asociados a las regulaciones fiscales, laborales, de aseguramiento social y otras, como de orden coyuntural asociado al ciclo macroeconómico.
Dicho esto, es interesante notar que las variables de orden macroeconómico no muestran una tendencia especialmente desfavorable para México comparado con el resto de la región, sobre todo a partir de mediados de los noventa. De hecho, indicadores como la volatilidad de la tasa de crecimiento del PIB o del tipo de cambio, el nivel y la volatilidad de la tasa de inflación, o los déficits fiscales o en cuenta corriente, muestran lo contrario: en términos relativos México ha tenido un ambiente de mayor estabilidad macroeconómica. Por eso, y porque además el periodo de mayor estabilidad macroeconómica en México coincide con el periodo de aumento en la informalidad laboral, consideramos que la persistencia de la informalidad en este país a pesar del avance educativo deriva de factores estructurales del mercado laboral, y no de choques macroeconómicos transitorios.
La conclusión anterior se ve fortalecida al considerar la informalidad empresarial, el otro lado de la moneda de la informalidad laboral. Se dispone de tres censos económicos para México posteriores a la crisis de 1994-1995, para 1998, 2003 y 2008. Clasificando los establecimientos conforme a su estatus formal o informal, se encuentra que entre 1998 y 2008 el número de establecimientos formales se redujo en 11%, mientras que el de informales (legales e ilegales) creció 33 y 96%, respectivamente.30 En el mismo lapso, el empleo en los establecimientos formales aumentó en 36%, mientras que en los informales (legales e ilegales) lo hizo en 98 y 121%. El resultado de estas tendencias fue que en 2008 los establecimientos informales ocupaban a 50% de los trabajadores y a 38% del acervo de capital captado en el censo.
Los resultados anteriores, consistentes con los presentados en este documento, evidencian que a lo largo de una década caracterizada por estabilidad macroeconómica, las decisiones de inversión y de contratación de personal de las empresas mexicanas se sesgaron hacia la informalidad. Tomados en su conjunto, parecen ser evidencia concluyente de que, sin menospreciar variaciones transitorias derivadas del ciclo económico, la persistencia a lo largo de casi tres décadas de altos niveles de informalidad en México resulta de factores estructurales: los incentivos derivados de la legislación fiscal, laboral, de aseguramiento social y otros son los que inducen a empresas y trabajadores a las decisiones reflejadas en los resultados citados, y son también los que a la fecha han impedido que los avances educativos del país se traduzcan en más empleos formales para sus trabajadores.
Una observación final: la evidencia indica que la productividad del capital y del trabajo en el sector informal en México es menor que en el formal.31 Así, los factores estructurales que inducen la informalidad laboral y empresarial generan también un alto costo económico: la riqueza generada por el país es menor a la que podría ser dadas las inversiones realizadas por sus empresarios, y la escolaridad y el esfuerzo de sus trabajadores. Sin duda, en el caso particular de México, y potencialmente en el de otros países individuales de América Latina, es imperativo abordar la problemática del mercado laboral para que las promesas de la educación se puedan concretar plenamente.