El justificable pretexto epistemológico
Para los propósitos que tenemos pensado encarar en el presente trabajo, requerimos de manera inicial de un singular pretexto: un breve pero efectivo auxilio de la epistemología. En ese sentido, al asumir la tarea de conceptualizar lo que es y trata la epistemología, corremos el ineludible riesgo de caer en la trampa del reduccionismo, y al mismo tiempo, contrariar la sabia posición de Jean Piaget (Piaget, 1985; p. 14), el cual esgrime la idea de que la epistemología, de ninguna manera, puede ser explicada con base en definiciones apriorísticas; sin embargo, pese a estas circunstancias, de manera opuesta a lo recomendado, podríamos establecer que "la epistemología es una disciplina que se ocupa de estudiar los conocimientos en función de su construcción real; esto es, de sus supuestos, de sus leyes y formas de operación".
Consecuente con la última parte del párrafo anterior, sabemos también que la epistemología contempla en su análisis un sujeto y un objeto en la construcción de un determinado conocimiento. Ahora bien, si nuestro conocimiento resultara ser la administración, ¿cuál sería para esta disciplina, desde la perspectiva epistémica, el sujeto y el objeto de estudio? Al responder a esta interrogante, vale la pena decir que incluso todavía hoy desde los escasos enfoques teóricos conocidos en nuestros países subdesarrollados Y dependientes sabemos poco del sujeto (los administradores) y todavía menos del objeto (las organizaciones). Por razones temáticas, en esta oportunidad, dejaremos de lado de manera intencional, de la dicotomía epistémica descrita, al sujeto. En tal virtud, sólo nos constreñiremos, para el logro de nuestros objetivos particulares, al objeto de estudio; es decir, a las organizaciones.
El escudriñar a las organizaciones desde la perspectiva epistemológica, resulta un ejercicio apasionante. Sí miramos con un poco de detenimiento, para fines prácticos en estos momentos de apertura del siglo XXI, nada ni nadie escapa al influjo -para bien o para mal- de las organizaciones, llámense estas empresas, instituciones, asociaciones, etcétera. Por ejemplo, hoy en día, ¿qué ciudadano medio del mundo puede vivir sin la influencia -directa O indirecta- de las organizaciones? Nos podemos incluso preguntar y también contestar: ¿Son imprescindibles para los ciudadanos mexicanos, del medio urbano, algunas de las siguientes organizaciones y empresas: la Organización de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Federación Internacional de Fútbol Asociación. La Iglesia Católica, Apostólica y Romana, la Organización de Países Exportadores de Petróleo, Amnistía Internacional, la NASA, Microsoft, Ford Motors Co., Producciones Walt Disney, Nokia, Gillette, Greenpeace, General Motors., Xerox, Sony, Nestlé, Volkswagen, Revlon, Coca Cola, Canon, Wal Mart, Bayer, Colgate-Palmolive, Adidas, McDonald's, Boeing, Kodak, Procter & Gamble, Siemens, Du Pont, Televisa, Teléfonos de México, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, Aeroméxico, Condumex, la Comisión Federal de Electricidad, Petróleos Mexicanos, el Instituto Mexicano del Seguro Social, la Panificación Bimbo, el PRI, el Banco Nacional de México, la CTM, Mexicana de Aviación, el BBVA Bancomer, el PRD, Cementos Mexicanos, el Sistema de Trasporte Colectivo Metro, el PAN, el Instituto Federal Electoral, el Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Nacional Autónoma de México? La respuesta es, desde luego, obvia. No requiere de mayores explicaciones. Siendo apenas como se aprecia un puñado de organizaciones, su repercusión, de un modo u otro, en nuestras vidas cotidianas es manifiesta. Esta es la dimensión y trascendencia de las organizaciones, de allí la importancia de estudiarlas desde alguna de sus múltiples aristas.
Desde otro ángulo muy diferente, pero teniendo presente a las organizaciones, apreciamos que las preguntas y las inquietudes surgen por doquier: ¿qué son las organizaciones?, ¿por qué convivimos en un mundo lleno de organizaciones?, ¿por qué nos organizamos como nos organizamos y no de otra manera?, ¿son las organizaciones un mal necesario?, ¿por qué a pesar de lo que se diga y juzgue, las organizaciones no le han podido proporcionar al hombre la felicidad esperada?, ¿por qué según todos los indicios, las organizaciones prohíjan el éxito de pocos y la pobreza de muchos?, ¿cuáles son las similitudes y diferencias entre empresas y organizaciones? ¿son como se afirma, las organizaciones más poderosas que los propios gobiernos?, ¿por qué tenemos la clara impresión de que el llamado éxito, arropado por las organizaciones, siempre suma cero; es decir, lo que uno gana los demás lo pierden?, ¿no podrá, en el seno de las organizaciones, darse un éxito social; esto es, humano, en que todos ganemos?, ¿cuál es la posición del positivismo y el neopositivismo frente a las organizaciones?, ¿de qué manera encara la hermenéutica a las organizaciones?, ¿en qué se distingue la dialéctica enfoque hacía las organizaciones?, ¿qué papel juega la teoría crítica en su relación con las organizaciones?, ¿son las organizaciones un medio o un fin?, etcétera.
Como puede observarse hemos preferido quedarnos, en nuestro intento por aproximarnos a las organizaciones, en las interrogantes, las inquietudes У los planteamientos de la problemática epistémica [gérmenes de presentes y futuras líneas de investigación], para no caer en la manida situación de que: "nuestra sociedad es una sociedad con preeminencia organizacional; ya que por lo general, nacemos dentro de una organización [hospital], consumimos una buena parte de nuestra existencia preparándonos en organizaciones [escuelas], nos ganamos la vida en organizaciones [trabajo], nos distraemos, divertimos y practicamos la recreación en organizaciones [cines, teatros, deportivos, espectáculos, etcétera] y concluimos nuestra existencia en una organización [panteón]".
¿Son las organizaciones entes sociales asépticos?
Es evidente que pese a las limitaciones existentes24, la teoría de la organización exhibe una inusitada preocupación por incursionar en el pensamiento político, incluyendo desde luego, los ámbitos de la empresa misma (Kliksberg, 1985; p.253. Ibarra & Montaño, 1992; p.154. Ballina, 2001; p.190. Davila, 1997; p.246. Ibarra & Montaño, 1991; p.239), incorporando temas tan controvertidos como: el poder y la dominación, el liderazgo, los conflictos, el corporativismo, el proceso de trabajo y la democratización, entre otros.
Por definición, el orden en la organización es siempre inestable. Las tensiones, los conflictos, la incertidumbre, la ambigüedad, las desigualdades, las contradicciones de orígenes exógenos y endógenos encargar de alimentar el movimiento (Chanlat, 1994; p.346). En suma, lo que priva en el seno de las organizaciones es la lucha entre fuerzas generalmente asimétricas. No obstante esta concepción, subsisten otras en clara oposición de que, manera simple y hasta vulgar, argumentan que, por ejemplo, desde la óptica del pensamiento funcionalista: sólo es problema lo que puede ser resuelto. Desde luego, este planteamiento es insostenible, ya que las estructuras y los conflictos en las organizaciones son de carácter histórico y no es posible reconocer a priori límites en sus posibilidades de cambio y transformación (Ballina, 2001; p.64). Por si lo anterior no resultara convincente, podemos también observar como actualmente, ciertas corrientes positivistas Y neopositivistas, están empecinadas en de plano trivializar la teoría de la organización; por lo que conciben que al interior de las propias organizaciones todo es posible: la complejidad no existe, las recetas son desde luego factibles y lógicas [la prescripción en todo su apogeo; verbigracia: Mario Borghino y su inefable texto: "Los 7 Hábitos de la Gente Altamente Efectiva" de Stephen R. Covey, trad: Jorge Piatigorsky. México. Editorial Paidós. 2002. 382 p ]. El voluntarismo por su parte anula las paradojas, por lo que todo lector puede ser convertido en gerente de excelencia (Markidakis, 1993; p.2) 25 un con en unas cuantas lecciones [recuérdese a Miguel Ángel Cornejo y su excelencia "light"]. Es este mundo organizaciones desproblematizadas, en donde la verdad es obvia, en donde tampoco existe espacio, ni el tiempo, ni mucho menos el interés para las cuestiones epistemológicas, ¡para qué, sí lo importante es disponer de una administración con fines que privilegien lo crematístico! En fin, en donde, finalmente, la fantasía y la magia envuelven y subyugan, movilizando emociones, como seguramente jamás la administración lo había logrado (Mayoral, 1999; p. 50).
Huelga decir que bajo el paradigma positivista en su vinculación con las organizaciones; "todo parece desenvolverse sin mácula alguna”. Da la impresión que hemos arribado al famoso "Un Mundo Feliz" de Aldous Huxley o bien a la ya lejana "Utopía" de Tomás Moro. Lo cierto es que, según nuestro particular punto de vista, las organizaciones no pueden ser por ningún motivo asépticas. La dialéctica; es decir, la contradicción es lo que campea en ellas. Empero, en este caso, lo más importante es resolver la incógnita: ¿por qué las organizaciones tienden a albergar, de forma notoria, la contradicción en su interior?
El poder y la dominación
Para continuar con nuestro trabajo pongamos en claro que los entes sociales llamados organizaciones requieren ser administrados; sin embargo, resulta muy pertinente el preguntarnos ¿por qué? La respuesta con apariencia de muy evidente, de ninguna manera resulta sencilla. ΑΙ tratar de contestarla tendremos necesariamente que complejizar, de alguna manera, la situación hasta ahora esgrimida; es decir, superar los tradicionales paradigmas positivistas. Tal sería el caso sí, por ejemplo, recurrimos al famoso pensador alemán Max Weber, quien en su obra póstuma: Economía y Sociedad, nos plantea que al interior de las organizaciones se ejerce a plenitud tanto el poder26 como la dominación (Weber, 1997; p.156) 27. Weber orienta la dominación como una evidente relación social, pero no limita su análisis a la interacción entre sólo un individuo que manda y otro que obedece. No. Aquí lo importante es destacar que cuando, en una organización, se ejerce de manera racional la dominación ☐ previa instauración y ejercicio del poder sobre un núcleo más o menos amplio de individuos, es menester el disponer de un determinado cuadro administrativo. Tal y como se ve, la pregunta planteada en los tres primeros renglones del presente parágrafo nos la ha respondido Max Weber con toda claridad, reiterando la indispensable presencia del cuadro administrativo en el espacio que ocupan las organizaciones.
Ante tan peculiar situación, lo menos que podemos decir es que no nos agrada, para nada, el hecho de que sea el cuadro administrativo, el que supuestamente coadyuve en el campo de las organizaciones forma determinante al ejercicio racional de la dominación. Tal parece que el rol que se le asigna a la administración resulta reaccionario. Sobre el particular, los diversos juicios y puntos de vista se pueden calificar de controvertidos y apasionados. Pese a ello, habrá que decirlo sin ambages, los estudios tanto teóricos como empíricos al respecto, son bastante escasos, salvo los weberianos y más recientemente los propuestos por Michel Foucault. Por ello es nuestro propósito el rescatar -en alguna medida- en las siguientes páginas, al controvertido filósofo francés, a fin intentar desmitificar, en lo antes apuntado, tanto a la administración como al poder mismo.
Michel Foucault, el poder y la dominación
¿Por qué proponemos lo anterior? Porque de manera simple y concreta bajo la égida del pensamiento de corte marxista-economicista, hemos vivido una especie de secuestro de los conceptos: poder y dominación, así como de su propia acción. En efecto, para Michel Foucault el conocimiento y el poder se encuentran interpenetrados y Su cohesión gravita con una presencia destacada en todas las sociedades con cierto un nivel de industrialización, impregnándolas hasta en los más íntimos pliegues de su vida cotidiana. Según nuestro autor, la forma de dominación característica y prevaleciente del capitalismo histórico no es pues, como se piensa de manera errónea, la explotación, ni la alienación, ni la represión, ni la anomia, ni mucho menos la conducta disfuncional. Para él la nueva pauta de control social es aquella que se encuentra larvada en distintos y numerosos puntos del terreno social, formando una especie de constelación de estructuras, la cual está en todas partes y en ninguna a la vez; nos referimos, claro está, a lo que Foucault denomina como la microfísica del poder (Poster, 1991; pp.113-114), la cual como veremos más adelante, se convierte en uno de los sustentos teóricos de nuestro autor.
A fin de profundizar un poco más en los preceptos marxistas, recurramos ahora para analizar el poder, al concepto de proceso de trabajo28 que el propio Marx lo teoriza no haciendo del todo comprensibles algunos elementos de las posiciones radicalizadas, las cuales, por cierto, son las adecuadas para derribar los actuales modos de dominación. Empero, lo importante no es que el proceso de trabajo esté о no libre de determinadas opresiones o de las "tecnologías del poder" predominantes, sino al hecho de que al pasar a los nuevos conceptos críticos se cumple mejor mediante la referencia a otras prácticas sociales. La verdad es que, esto a su vez, vino dependiendo, por una parte, de que el marxismo impunemente haya colonizado la categoría del trabajo; y por la otra parte, de que las estructuras dominantes se han estado desarrollando en otros espacios muy diferentes a los señalados por el marxismo; por ejemplo: en las prácticas del castigo y de la sexualidad (Cevallos, 1994; p.17. Rodríguez, 1999; p.349)29, en las múltiples circunstancias y espacios propios de la familia, en las fuerzas armadas y en los asilos. Foucault ha sacado también a la luz el nacimiento y desarrollo de nuevas maneras de dominación; en las cuales se dan singulares combinaciones de discursos [el cual por cierto para él una representación idealista, sino más bien concibiéndolo al modo materialista, es parte de la estructura del poder de la sociedad] y prácticas que constituyen nuevas formas de subyugación. Desde luego todo este proceso afectó también las complejas relaciones laborales que se dan bajo el sistema capitalista -en el seno mismo de las organizaciones- pero no de la manera como lo concebía Marx. Por lo mismo, la disciplina laboral impuesta a los trabajadores en la fábrica tal y como lo asevera Foucault y revisaremos más adelante no es tiene porque ser equiparada con los mecanismos de explotación (González, 1970; p.14) 30 y alienación (Fromm, 1977, p. 145) 31 hasta hoy planteados de manera enfática por el marxismo (Poster, 1991; p.115-116).
Con el ánimo de ir clarificando un poco el pensamiento foucaultiano relativo al poder, pero sobre todo enfocándolo a uno de sus brazos más importantes: el control. Describimos a continuación, de manera apretada, la forma cómo emergió la moderna educación [de la que hoy en día todo mundo habla], y de la que Foucault nos da buena cuenta, según su peculiar y aguda forma de analizar las cosas. La aparición de la educación en Su sentido moderno estuvo vinculada con cambios importantes que estaban teniendo lugar en el siglo XIX. Uno de ellos era el desarrollo de los colegios. Se podría pensar de forma un tanto cuanto ingenua que existía una demanda [lugares en las aulas] de educación -como ocurre actualmente- y que los colegios y universidades se fundaron bajo la lógica de darle cabal respuesta mediante una determinada oferta [aulas, pupitres, maestros, materiales didácticos, etcétera.] Pero las cosas no ocurrieron así. Los colegios surgieron, como bien lo ha demostrado el propio Michel Foucault, como parte del administrativo del Estado moderno. En otras palabras, el <plan de estudios oculto> el cual tenía que ver con la disciplina y el control de los niños y jóvenes (Giddens, 1999; p.544) ¡Ni más, ni menos!
Hacia una teoría Foucaultiana del poder
De toda la amplia y compleja "Visión Genealógica" desarrollada por Foucault nos proponemos, para interpretar su concepción teórica, en cuanto es de nuestro interés, el dirigir nuestro enfoque, por principio de cuentas, al análisis que se ubica en el ejercicio del poder y su tradicional vinculación marxista con la economía. Sobre el particular, todo lo plantea el pensador francés en tres diferentes preguntas: 1) ¿Está siempre el poder en posición secundaria respecto a la economía? 2) Tiene el poder esencialmente como razón de ser y como fin servir a la economía? 3) ¿Está destinada a hacerla funcionar, a solidificar, mantener, reproducir, las relaciones propias de dicha economía y esenciales para su funcionamiento? (Foucault, 1979; p.134).
La respuesta a estas interrogantes estaría en precisar qué es realmente el poder desde su ejercicio mismo. Foucault no encuentra otra alternativa que decirnos que el poder es en esencia lo que reprime. En suma, el poder reprime a la naturaleza, los instintos, a una clase social determinada, a los individuos. Pues bien, sí el poder es en realidad el despliegue de una relación de fuerzas, más que hacerlo como indebidamente se hace- bajo preceptos de cesión, contrato, alienación, o, en términos funcionales del mantenimiento de las relaciones de producción; por lo mismo: ¿no debería ser analizado en términos de lucha, de enfrentamientos, de guerra? Con esta resolución estaríamos creando una nueva hipótesis, paralela en importancia a la que establece que la mecánica del poder es esencialmente represión. Por lo mismo, bien podría formularse una nueva hipótesis, la cual nos dice que el poder es la lucha continuada, la guerra con otros medios (Giddens, 1999; p.135). Posición opuesta al juicio del historiador suizo Jacobo Burckhardt [1818-1897], quien acuñara la famosa frase de que la: <guerra es la política con otras armas>
Tenemos así que el poder se expresa en todos los espacios posibles como represión pero es también guerra, lucha abierta o soterrada, entre actores asimétricos. El poder se define, pues, como una prolongación "pacífica” de la guerra o como guerra silenciosa o de baja intensidad. Una lucha llena de sutilezas, cuya misión básica es la de fortalecer y recrear las fuerzas desiguales en todos los ámbitos de la sociedad, incluyendo, claro está, a las organizaciones (Ceballos, 1994; p.34).
Para darle término a nuestro sintético análisis encuadrado en el capitalismo histórico, tratemos enseguida el llamado poder disciplinario. La implantación de la disciplina capitalista, al interior de las organizaciones y en particular de las empresas, implica una aceptación -tácita o implícita- por parte de los dominados de toda una compacta y singular caterva de obligaciones, compromisos y responsabilidades laborales32. La disciplina laboral surge entonces como esa necesidad históricamente específica de garantizar la nueva producción capitalista en constante ascenso. No es casual que la sutil disciplina -en específico la laboral, y de manera general la que se asume en todo el sistema capitalista- contribuya, de manera decisiva, a lo que los economistas definen como nuevas formas de acumulación; es decir, lo que los que administradores denominamos -en el seno de las organizaciones- como nuevas formas de organización del trabajo [penetradas por la microfísica del poder y asumiendo una -nueva y muy peculiar- disciplina laboral]. En tal virtud, no nos debe extrañar que la disciplina capitalista en su conjunto sea una forma de acumular hombres y mujeres que dispongan de una mentalidad reglamentada Y normativizada que los convierta en eficaces y productivos trabajadores [pero también en: cumplidores contribuyentes de sus obligaciones fiscales, en pasivos espectadores de las políticas neoliberales, en incondicionales adeptos de la TV, y omisos lectores de periódicos y revistas, en mudos testigos de la grave y creciente violencia intrafamiliar; en fin, en ciudadanos insensibles ante cerca de trescientos impunes asesinatos, de indefensas mujeres en Ciudad Juárez, Chih., etcétera], sustituyendo con todo ello, de manera muy cómoda y efectista los antiguos y costosos procedimientos de control (Ceballos, 1994; p.69). Para eso y mucho más sirve la disciplina en el sistema capitalista.
En conclusión, tenemos que la microfísica del poder, constituida por una vasta tecnología que de manera práctica y sutil atraviesa todo el conjunto de las relaciones sociales, está presente en muchísimos más actos sociales de los que nos podemos imaginar. Estamos pues, según la teoría foucaultiana, ante maquinaria que produce efectos de dominación de un cierto tipo muy peculiar de estrategias y tácticas específicas. Ante todo esto, para nosotros -como administradores- es muy importante el replantearnos el rol que supuestamente algunos le atribuyen al cuadro administrativo [el de cómplice del poder], bajo la racionalidad del sistema capitalista. Como lo podemos apreciar fehacientemente, en el planteamiento que formula Foucault, establece que el poder exhibe mucho más atributos y características que las que generalmente le venimos atribuyendo.
Es también menester, desde los enfoques marxistas, el volver a replantear -cuantas veces sea necesario- la importancia de lo económico frente al poder. No podemos por lo mismo permitir que esta especie de estalinismo (Foucault, 1981; p.165) 33, el cual dogmáticamente secuestra y se apropia ad infinitum de las ideas, de los conceptos y hasta de los hechos mismos, continúe prevaleciendo en el pensamiento marxista. Por todo ello, al darle un peso específico sobrevaluado a lo económico, estamos -como de hecho nos quiere decir Michel Foucault- castrando otras legítimas y reales manifestaciones de la microfísica del poder, "llevándose entre las patas", en una buena medida, al cuadro administrativo en su actuar -como uno de los supuestos brazos de la dominación- en las organizaciones. Por todo ello, lo reiteramos: no menos importantes deben resultar los todavía parcialmente explorados estudios weberianos sobre administración; los cuales es necesario, para la teoría de la administración y de la organización, el replantearlos e incluso ¿por qué no?- superarlos. La posibilidad aunque remota existe. Los enfoques teóricos son hoy más que nunca, para nuestros países, insoslayables.
Es lógico pensar y suponer que, por su parte, desde la óptica foucaultiana se abren, para la teoría de la organización y de la administración, nuevos y promisorios horizontes para esta nueva y vigorosa disciplina: la administración; la cual pretende, a fin de cuentas, ganarse como disciplina de carácter social, el lugar que bien merece.