Introducción
En el marco de las exploraciones del proyecto “Arqueología de la Sierra de Manantlán”, las autoridades locales de la comunidad indígena de Cuzalapa, municipio de Cuautitlán de García Barragán, en el estado mexicano de Jalisco (véase Figura 1), autorizaron el registro fotográfico del “pergamino” de la comunidad. Es una pintura de 1.23 m sobre 1.5 m, donde aparecen diversos aspectos del paisaje y escenas con personajes de distintas categorías, que puede ser referida como un antiguo mapa pictórico de la región de Cuzalapa (véase Figura 2). Dichas características lo vinculan a las pinturas realizadas entre los siglos XVI y XIX, que ostentan para las comunidades indígenas la función de títulos de propiedad de sus tierras comunales (Oettinger, 1983). Es por esto que, en la actualidad, es considerado por las autoridades de Cuzalapa como un documento histórico y administrativo importante, oficialmente reconocido por el Registro Agrario Nacional (RAN), que evidencia su centenaria presencia y derechos sobre un territorio.
Nota: a. Reconstitución fotográfica, b. Dibujo esquemático de la pintura.
Elaboración: Chloé M. Pomedio.
Una inscripción anónima reciente que dice: “data de 1531”, aparece marcada con plumón en el reverso del lienzo, mientras que la inscripción original ubicada al centro de la composición, coronando la escena principal (Kelly, 1940, p. 50), ya casi no se aprecia por la degradación de la capa pictórica. La comunidad de Cuzalapa asume esta fecha como probable, y que tal antigüedad sustenta el valor y la legitimidad del documento.
En un estado de conservación crítico, su resguardo bajo la custodia del comisariado se hace de manera secreta y en condiciones precarias (doblado en 40 fragmentos en una bolsa de plástico), concediendo a cada comisario el derecho de autorizar o negar la observación o registro fotográfico del documento a personas ajenas a la comunidad. Para impedir una mayor degradación se realizó a petición del comisariado un dictamen por parte de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente, en agosto de 2018. Fue este un primer y delicado paso para implementar un proyecto de estudio, restauración y conservación, del cual se presentan aquí los primeros resultados. De este dictamen se determinó que, en el nivel técnico, se trata de una pintura al temple.5 Además, las características morfológicas del tejido corresponden a las de los textiles industriales de los siglos XIX y XX. Las características estilísticas de las figuras (que presentaremos más adelante), la toponimia señalada, junto a estos elementos materiales mencionados, nos permiten asumir la hipótesis de que se trata de la copia de un documento original más antiguo desaparecido (véase Figura 2), cuya fecha de elaboración se discute a lo largo de este escrito. Un análisis técnico y estilístico aparece también muy necesario para complementar el análisis, pero no cabe en este texto, por lo que será objeto de una publicación a parte (Pasco, Gutiérrez, Pomedio y Lefebvre, en preprensa).
La pintura ostenta muchos elementos paisajísticos como asentamientos, cerros, caminos y cuerpos de agua (descritos y analizados en detalle en este trabajo), y además, incluye seis escenas con personajes claramente diferenciables. Por los colores y elegancia de su vestimenta se pueden identificar españoles de alto rango como un oficial, probablemente militar, quien aparece en tres ocasiones: al centro de la composición, junto al barco ubicado en el mar (en estas dos escenas está acompañado por otros personajes de alto rango), y caminando con un grupo de indígenas enfrentándose a otro grupo de indígenas con arcos y flechas. Los españoles de rango menor también se distinguen de los grupos de indígenas enfrentándose, estos últimos representados con un color de piel más oscuro, pelo largo y únicamente vestidos de taparrabos. Por su papel mayor en la presente composición, la diversidad y especificidad de las escenas y acciones de todos estos personajes requieren de un análisis propio, el cual por cuestiones de espacio no se desarrolla en el presente texto, y será el objeto de otra publicación. Por lo tanto, este artículo se enfoca en el análisis descriptivo de los elementos territoriales representados en la pintura, por medio de la identificación de los asentamientos y unidades productivas figuradas, y de su devenir entre el periodo colonial temprano y el siglo XIX.6
Para el análisis y descripción de la pintura nos fundamentamos en la Geografía Histórica, la cual tiene por objetivo estudiar e interpretar las geografías del pasado y llevar a cabo una descripción histórica del desarrollo de los paisajes culturales (Vervloet, 2003). El concepto de “paisaje” puede definirse como una porción de territorio cuya composición es la combinación de elementos físicos, biológicos y antrópicos. Es el producto de la intervención humana sobre su entorno. Desde entonces, las actividades realizadas por las sociedades pasadas -en particular la creación de asentamientos, de caminos, de estructuras y acondicionamientos productivos, y la explotación de recursos naturales, la explotación agropecuaria, forestal, y artesanal- marcan los “paisajes naturales” para dar paso a “paisajes culturales” (Sauer, 2006). Los documentos cartográficos son particularmente valiosos para llevar a cabo este tipo de estudio, puesto que proporcionan una imagen del paisaje visto por sus contemporáneos; son la interpretación de una porción de territorio. Pero su carácter subjetivo implica realizar un análisis crítico y metódico de estas fuentes, siguiendo la metodología establecida por Lefebvre (2017). Para este estudio de caso nos basamos en la confrontación sistemática de datos pictográficos y de documentos escritos de la región, producidos entre los siglos XVI y XX, con el objetivo de evidenciar la temporalidad de los distintos elementos paisajísticos representados.
Desde principios del siglo XVI, los documentos cartográficos se convirtieron en una herramienta de la conquista y luego de la colonización, permitiendo conocer, apropiarse y gestionar los nuevos territorios por medio de la ubicación de los asentamientos, de los principales elementos geográficos (relieves y cuerpos de agua), de las vías de comunicación y de los recursos naturales explotables. Debido al sincretismo cultural que sufrieron las nuevas colonias y sus poblaciones, se produjo una cartografía original durante todo el periodo colonial, resultado de la confrontación de las tradiciones indígenas y europeas. Estas nuevas características estilísticas y simbólicas han sido el objeto de varias investigaciones completas (Galarza, 1996; Russo, 2005, entre muchos otros). En este sentido, el estudio geográfico-histórico de la zona tiene dos objetivos principales: intentar entender el territorio representado y determinar las razones que originaron la producción de este documento.
Tomando en cuenta lo anterior, y al observar el mapa pictórico, este se reveló más complejo de lo que pudiera parecer y surgieron muchas preguntas de investigación interrelacionadas, mismas que queremos abordar en este texto: ¿cuál es/son la(s) temporalidad(es) y función(es) a las que nos remite este documento?, ¿a qué realidad geo-socio-histórica corresponden el paisaje y los topónimos figurados?, ¿cómo explicar la amplitud del espacio representado? Del pequeño valle intermontaño de Cuzalapa hasta la planicie costera del litoral Pacífico, este territorio rebasa los límites de las tierras comunales de la comunidad, para cubrir una zona que parece corresponder a la frontera entre Nueva Galicia y Nueva España.
Contexto de la investigación
Los primeros habitantes de Cuzalapa o, ¿qué sabemos de la Sierra de Manantlán antes de la Colonia?
Los actuales estados de Jalisco y Colima forman parte de lo que fueron los reinos de Nueva Galicia y Nueva España, y anteriormente del área cultural designada como el Occidente de Mesoamérica. Si nos referimos a la Relación Geográfica de Cuzalapa (Acuña, 1988), escrita 60 años después de la Conquista, el pueblo de Cuzalapa era parte del territorio de Amula, el cual estaba controlado por tres pueblos principales: Amula, Zapotitlán y Cuzalapa. En lo que refiere a la Sierra de Manantlán propiamente dicho, no existen estudios arqueológicos previos, no obstante el presente trabajo se integra en el actual proyecto “Arqueología de la Sierra de Manantlán”, del cual se desprende que el valle de Cuzalapa tiene una ocupación prehispánica importante desde por lo menos el Posclásico temprano (Pomedio, Barajas, Ladrón de Guevara y Santiago, 2019; Pomedio et al., en preprensa).
En los últimos siglos antes de la colonización hispánica, las regiones de Amula, de Mylpa, el valle de Espuchimilco y la costa del Pacífico jalisciense eran territorios ocupados por una población relativamente importante, organizada en señoríos independientes, a veces aliados/sujetados y a veces en guerra. En el valle de Mylpa, Autlán era el asentamiento más importante con una población multiétnica y varios idiomas hablados (Cuevas, 1937, p. 568; Kelly, 1945, p. 26; Oliver, 2014; Ramos Meza, 2007, p. 99). En toda la región existían mercados y redes de comercio que comunicaban la costa con los valles y serranías del interior, y se practicaba metalurgia de cobre, plata y oro (Kelly, 1945, p. 25; Mountjoy, 2016, p. 78; Ramos Meza, 2007, p. 100). En resumen, los datos arqueológicos tienden a indicar que, a la llegada de los primeros españoles, se trataba de una región poblada por mesoamericanos instalados en numerosos asentamientos de importancia variable, política y económicamente bien organizados, con intercambios a corta y larga distancia.
La Conquista, el periodo colonial temprano y la conformación de la frontera entre Nueva Galicia y Nueva España
Sauer (1990), Calvo y Machuca (2016) y Regalado (2016) plantean claramente el escenario histórico del periodo del Contacto y Colonial temprano en nuestra región de estudio. De sus investigaciones se puede resumir la situación así: los conquistadores, motivados tanto por leyendas sobre Cíbola y la isla de las Amazonas, como por establecer rutas estratégicas para el comercio marítimo, se aventuraron en búsqueda de tierras y riquezas mineras desde Colima (conquistadores cortesianos) y desde Compostela y Tepic (conquistadores del bando de Nuño de Guzmán). El primer contacto con los habitantes indígenas fue principalmente bélico y en desventaja tecnológica e, inexorablemente, numérica (las enfermedades despoblaron valles enteros como en Mylpa y Espuchimilco). Gran parte de los pueblos fueron destruidos por los conquistadores y después despoblados y sometidos por encomenderos. Siguieron décadas de terror y desolación durante las cuales el patrón de asentamiento sufrió importantes cambios conocidos como congregaciones, que mencionaremos más adelante.
Durante todo el siglo XVI, los religiosos que se establecieron poco a poco en la región fueron franciscanos y diocesanos, los primeros más comprometidos con la evangelización de los indígenas, mientras que los segundos administraron villas españolas (Regalado, 2013, p. 27). Comercialmente, el puerto de Navidad se volvió rápidamente un punto clave en las exploraciones marítimas hacia América del Norte y las Filipinas (Borah, 1971; Pinzón Ríos, 2014) y, en este contexto, los dos bandos de conquistadores arriba mencionados pelearon a través de numerosos juicios (Cuevas, 1937; Lucas, 1937) para ganar territorios mineros, al momento de marcar la frontera entre Nueva Galicia y Nueva España. Ahora bien, esta frontera se establecerá hasta la costa, a la altura del puerto de Navidad; es decir, precisamente en el espacio representado en la pintura. El análisis descriptivo del mapa, centrado esencialmente en la identificación de los asentamientos, tiene entonces como objetivo establecer la temporalidad del espacio representado, a través del análisis de elementos vinculados con el meollo del proceso de la colonización española.
Análisis territorial del mapa y temporalidad de los elementos representados
Características espaciales y simbólicas del mapa
El mapa representa un amplio territorio ubicado a grandes rasgos desde la costa pacífica al oeste, con el puerto de Navidad al suroeste, hasta los pueblos de Amula (al noreste) y de Maguey (hoy en día Minatitlán, al sureste) al este (véanse Figuras 1, 2 y 3). La pintura no tiene escala y presenta una ligera distorsión del espacio, con una expansión de las distancias en la parte septentrional del área representada. La identificación y la ubicación de varios elementos (en particular antrópicos) permiten estimar que la zona figurada cubre un área aproximada de 3 000 km2.
Cuatro glosas indicando “norte”, “poniente”, “oriente” y “sur”,7 ubicadas al borde de la pintura, permiten orientar el documento (el norte hacia arriba), pero es de notar que el sentido de la lectura de estas palabras, así como el de la escena ubicada hacia el borde izquierdo del cuadro, no coinciden con la orientación general de la composición, de los pueblos y de las glosas toponímicas asociadas, todos representados según otro eje. De esta manera, la lectura de todos los elementos representados requiere girar el documento a 45°. Al igual que la ausencia de escala, la variación del sentido de la lectura dentro de un solo documento es muy frecuente durante los dos primeros siglos de la Colonia.
Asimismo, el sistema de representación es característico de la cartografía del siglo XVI y de la primera parte del XVII, puesto que, como lo subraya J. Galarza (1996), estas pinturas son “relatos gráficos de terrenos, construcciones o ambos, que tienen como único fin él de describirlos someramente en cuanto a su conformación y partes constitutivas, pero que sin que se especifiquen sus medidas parciales y totales” (p. 11). Sobre las glosas, se pudo determinar que fueron realizadas de manera manuscrita imitando letras tipográficas de imprenta, cuyas características (serifas triangulares, barra horizontal de la “e”, el peso ligeramente oblicuo y fuertes contrastes entre trazos gruesos y finos) corresponden a las de la familia de las garaldas, la cual reúne tipografías creadas esencialmente entre los siglos XVI y XVII (Vox, 1954). Esto significa que la tipografía de las glosas tampoco constituye un elemento de fechamiento tardío.
En el mapa figuran 20 asentamientos, de los cuales 19 pueden ser claramente identificados como pueblos y 1 como una estancia. Los pueblos son repartidos en el territorio y encarnados por la sola presencia de una iglesia. Desde principios del siglo XVI, la representación recurrente de estos lugares de culto en los documentos cartográficos va más allá de una simple referencia a la religión de los colonos. Estas construcciones se convirtieron en geosímbolos, cuya significación compartida dentro de la sociedad se refiere a la presencia de un poblado. Este papel identitario clave es estrechamente vinculado con el proceso de colonización, puesto que unos de las primeras labores de los conquistadores y de los religiosos que los acompañaban, fueron la reorganización del patrón de asentamiento (reubicando y congregando los antiguos pueblos para permitir un mejor control sobre las poblaciones) y la edificación de templos cristianos para empezar la obra de evangelización.
La figuración de las iglesias es estandarizada. Todas se abren hacia el oeste, están dibujadas en tres dimensiones siguiendo la tradición cartográfica europea y presentan numerosos detalles arquitectónicos. Se caracterizan por muros al parecer hechos de adobe, con dos a cinco ventanas cuadrangulares en los lados sur de la nave y un techo de dos aguas, cuya representación lleva a suponer el uso de tejas. En la mayoría de los casos la puerta está coronada por una ventana coral. Existe una gran homogeneidad en la representación de los edificios y solo el tamaño de las construcciones varía, lo que podría estar relacionado al estatus o a la importancia del asentamiento, como lo veremos a continuación. La iglesia de Cuzalapa (Figura 2, pueblo núm. 2), ubicada en el centro del documento, se distingue por la presencia de un campanario (el único figurado en la pintura) que se caracteriza por una torre compuesta por seis niveles y coronada con una cruz.8 También es la única iglesia cuyo techo está adornado con un entablamento y pináculos. Frente a cada iglesia, en el espacio que corresponde al atrio, se encuentra una cruz implantada en un pedestal que toma la forma de una pequeña construcción de piedra.
Una construcción que se distingue de las demás, se trata de una casita ubicada en la parte oeste del área (asentamiento núm. 14). Presenta un sistema de construcción similar o cercano al de las iglesias, pero no se observan cruces adelante o sobre el edificio y la entrada se realiza por el lado oriental. Así, este edificio podría referirse a una unidad agropecuaria y no a un pueblo. La figuración del pastor y de su manada refuerza esta hipótesis.
Es interesante resaltar que, si bien el sistema de representación de los pueblos es característico de la Colonia temprana, la profusión de detalles arquitectónicos y la naturaleza de los materiales de construcción sugeridos dejan suponer una realización más tardía (siglos XVII-XIX). Algunos detalles, tales como el uso generalizado de tejas y la presencia de ventanas en la nave de las iglesias, no concuerdan con el sistema constructivo generalmente empleado durante el siglo XVI, y aún más en sectores de baja densidad demográfica como lo es la provincia de Amula. En el caso aledaño de la iglesia de Purificación, que se puede tomar como punto de referencia, se sabe que esta tuvo un techo de paja hasta principios del siglo XVIII, aunque sí tuvo paredes de adobe y luego de piedra desde el siglo XVI (Regalado, 2013, pp. 31, 35).9 Otro indicio más directo se encuentra en la descripción de Cuzalapa realizada por Isabel Kelly (1940, p. 41), en diciembre de 1940, en donde menciona que en la parte vieja del pueblo las construcciones son de zacate, mientras que en la parte nueva (al oeste del río) las casas son de adobe.
Pero como lo veremos a continuación, la presencia de asentamientos que no sobrevivieron al primer siglo de la Colonia, deja más bien suponer que la realización original de este paisaje se remonta al final del siglo XVI, mientras que la arquitectura de las edificaciones debe considerarse entonces posterior, y se entendería como una representación arquitectónica actualizada por el pintor, figurando a las iglesias tal y como él las conoció al momento de realizar la copia.
Identificación de los asentamientos
A pesar de que la documentación histórica es relativamente escasa referente a la zona para los siglos XVI y XVII, se pueden rastrear informaciones relevantes acerca de la fundación, la población, la economía y el estatus administrativo de algunos de estos asentamientos. Dentro de estas fuentes, destaca el “Nuño de Guzmán contra Hernán Cortés, sobre los descubrimientos y conquistas en Jalisco y Tepic-1531” (Cuevas, 1937, pp. 567-568), texto en el cual se transcribe una “Visitación” de Francisco Cortés en 1525, con la descripción somera de 83 pueblos del Occidente mexicano. Siete años después, se redacta otro texto conocido como “Vecinos y pueblos de Colima” de 1532 (Pinzón, De Aguilar, De la Peña y López, 1939), el cual consta de una lista de los pueblos encomendados a los primeros conquistadores. Después de dos décadas, la Suma de Visitas de los Pueblos (García Castro, 2013), redactada entre 1547-1551, es identificada como una encuesta llevada en toda Nueva España para revisar y reajustar el tributo que las poblaciones cada vez menos numerosas ya no podían pagar (Cook y Borah, 1960, p. 12). En este texto se menciona, en particular, si los pueblos están a cargo de un encomendero o si dependen directamente de la autoridad del rey. Otro documento de gran importancia es la Relación Geográfica de Amula (Acuña, 1988). Redactado en 1580, en respuesta a un cuestionario compuesto por 50 preguntas mandado a petición de Felipe II, este texto no se refiere al territorio de Amula (o Amole, como lo precisa la Relación), sino a la provincia; es decir, que incluye una zona más amplia que abarca las cabeceras de Amula, Cusalapa [Cuzalapa], Tuxcacuesco y Zapotitlán. La visita realizada por el oidor Lebrón de Quiñones fue redactada 1551 y 1554 y registra a 161 pueblos repartidos entre la provincia de Amula y el corregimiento de Zapotlán (Sauer, 1990). Si bien el documento original ha sido perdido, una sumaria recapitulación estudiada por Sauer permite su exploración. Finalmente, hay que mencionar la Crónica miscelánea de la Santa provincia de Jalisco redactada por fray Antonio Tello (1997) a mitad de siglo XVII. A estos seis registros se añade una escasa documentación administrativa conservada en el Archivo General de la Nación (AGN) México y mapas fechados de los siglos XVI a XIX. Cabe mencionar que estos últimos muchas veces han sido realizados a gran escala, y por lo tanto no permiten identificar el patrón de asentamiento de manera precisa.
A continuación, presentaremos una breve reseña histórica de los asentamientos reconocidos (véanse Figura 2 y 3). De los 20 poblados figurados, solo 11 están nombrados por una glosa, entre las cuales una es ilegible (pueblo núm. 20) pues está en parte borrada. Por lo tanto, 10 asentamientos no pudieron ser identificados ni ubicados con precisión, de manera que quedaron anónimos: los pueblos registrados como 3, 7, 10, 11, 12, 13, 16, 19 y 20, así como el asentamiento 14, identificado como una estructura agropecuaria.
El pueblo núm. 1 representa a Amula y es figurado por una iglesia de gran dimensión. La primera mención registrada de Amula se remonta a la mitad del siglo XVI. La Suma de Visitas lo identifica como un pueblo principal a la cabeza de una única estancia, nombrada Cuystla, la cual no aparece en la pintura. Este documento ubica a Amula en las faldas de un cerro que Sauer identifica como el volcán Colima (Sauer, 1990, p. 107). Es interesante subrayar que esta información no resalta en la pintura puesto que el pueblo parece más bien asentado en un valle. Los dos asentamientos siguen apareciendo en la lista de Lebrón Quiñones bajo la forma de Amula y Quistlan. Según C. Sauer (1990), “Aunque el pueblo de Amula fue pronto removido y dispersado de su temprana ubicación, el nombre era comúnmente aplicado en el siglo XVI” (p. 107). La desaparición del asentamiento al final del primer siglo de la Colonia (entre 1574 y 1576 la población sobreviviente se mudó a Zapotitlán, según Acuña, 1988, p. 53), junto al tamaño importante de la iglesia que lo simboliza, refuerzan la propuesta de que la concepción original del mapa data del siglo XVI.
El pueblo núm. 2 representa Cuzalapa a través los rasgos de una iglesia de gran dimensión localizada en la confluencia de los ríos Cuzalapa y San Miguel.10 Este asentamiento tiene un lugar central en la pintura. Cuzalapa aparece en la Suma de Visitas como un pueblo principal, encabezando a siete estancias, de las cuales solo algunas están representadas en la pintura: Chacali (pueblo núm. 8), Guautitlan, Tlachuchilco (pueblo núm. 15), Guatlatlanca, Ayutla (pueblo núm. 4), Tlaquipa y Quiquizquitlan (García Castro, 2013, p. 129). Este documento indica que el pueblo está asentado en “un llano entre unos cerros”, lo cual corresponde a su ubicación actual. El pueblo sigue mencionado en la Relación Geográfica como un pueblo cabecero perteneciente a la provincia de Amula (Acuña, 1988, p. 82). Cuzalapa aparece en los principales mapas de los siglos XVI a XIX. Reconocido como comunidad indígena y dotado de un ejido, actualmente el pueblo sigue en una lucha por su identidad y territorio (Gerritsen y Díaz Galván, 2012). Todavía existe un “templo viejo” de adobe, ubicado al este del río, concordando con la representación en el mapa.
El pueblo núm. 4 corresponde a Ayotitlán, representado por una iglesia de pequeña dimensión. Sauer (1990, p. 77) lo asocia al pueblo de Tlaqueavapan Ayutla en la Lista de Lebrón y a Ayutla en la Suma de Visitas; es decir, a uno de los pueblos sujetos de Cuzalapa. Ayotitlán parece jugar un papel menor durante el primer siglo de la colonización, pero probablemente a raíz de la grave crisis demográfica que se dio a mediados del siglo XVI, este pueblo tomó más importancia en el paisaje regional. En 1696, se extendió al pueblo de Ayotitlán el título de “República de Indios” (Lucio et al., 2008, p 31, 63; AIPJ, Lib. 46, Leg. 16, Exp. 21, citado en Robertson, 2002, pp. 80-82), cuyo territorio llegaba hasta el mar.11 Robertson (2002) añade “en 1801 Ayotitlán se convirtió en cabecera desplazando a Cuzalapa” (p. 78), proceso que parece reflejarse en la presencia de Ayotitlán, a favor de Cuzalapa, en el mapa de Von Humboldt (1827) de Nueva España. El diminuto tamaño de la iglesia refleja, entonces, más una realidad del siglo XVI que de los periodos posteriores para este asentamiento, el cual sigue existiendo en la actualidad.
El pueblo núm. 5 figura Mamey por una iglesia de pequeña dimensión. En su diario, Kelly (1940, p. 50) se interrogaba sobre el carácter moderno de este topónimo. En efecto, este último resalta dentro del corpus de nombres de lugares puesto que es el único vocablo no indígena. Esta palabra de origen taína resulta necesariamente de la presencia española o de un error de transcripción de un nombre indígena por los colonos; sin embargo, no aparecen menciones de este asentamiento en las crónicas del siglo XVI. La enciclopedia de los pueblos de México (Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal [Inafed], 2010) registra la fundación del rancho del Mamey por la familia Figueroa en 1833, y, en 1920, el topónimo “Mamey” está sustituido por el de “Minatitlan”, donde se desarrolló una actividad minera importante hasta el día de hoy. El pueblo de Mamey solamente aparece en los mapas a partir de 1865, en el croquis del departamento de Colima (Mirafuentes y Soberón, 1979). Hoy en día, el nombre de “Mamey” se refiere a una sierra ubicada a unos 10 kilómetros (en línea recta) del pueblo de Minatitlán. Estos elementos llevan a preguntarnos si podría tratarse de una adjunción de una glosa por parte del pintor al momento de realizar la copia, o de la transformación de un nombre más antiguo, ya que se trata del único asentamiento indicado en la pintura que no existía en el siglo XVI.
El pueblo núm. 6 corresponde Jacalahuasta, figurado por una iglesia de pequeña dimensión. Está mencionado en los Vecinos y pueblos de Colima en 1532 como Tlauscoloastla, pueblo encomendado a Francisco Santos (Pinzón et al., 1939, p. 10). En 1597, este pueblo tiene 50 tributarios bajo la encomienda de Agustina de Saavedra, quien la tenía de su padre (Romero de Solís, 2001, p. 464). En la Suma de Visitas se precisa que Tlacoloastla “Está asentado en la ribera de un arroyo, en un llano” (García Castro, 2013, p. 357). El documento también especifica que este pueblo encabeza un pueblo sujeto denominado Molone. Este último no aparece en la pintura, pero Sauer (1990, p. 64) indica que se trata del antiguo nombre de Villa de Álvarez, actual municipio conurbado de la ciudad de Colima. El punto es que Jacalahuasta ya no aparece en ningún mapa posterior de la región; pasando de 86 habitantes en 1568 a solamente 20 en 1649 (Cook y Borah, 1980, pp. 89-90), se podría pensar que el pueblo desapareció a finales del siglo XVII, si no fuera por la mención de “una hacienda importante (...) la de Santa Cruz de Tacalahuasta, perteneciente a Juan Ascencio de Bobadilla, en donde existía uno de los trapiches más productivos de la región” para los finales del siglo XVIII (Olveda, 1994, p. 89). Sin embargo, la falta de documentación sobre este lugar y su ausencia de los mapas históricos regionales no nos permite averiguar hasta cuándo el trapiche estuvo en actividad.
El pueblo núm. 8 simboliza a Chacala con una iglesia de gran dimensión ubicada al centro-sur de la zona representada, accesible desde un camino que sale del puerto de Navidad y sigue hasta Cuzalapa. Chacala está registrada como Chacalan en la Lista de Lebrón (Sauer, 1990, p. 77) y como Chacali, un pueblo sujeto de Cuzalapa, por la Suma de Visitas (García Castro, 2013). Gerhard (1986) subraya que “Chacal fue por mucho tiempo la residencia de los franciscanos” (p. 47), lo que podría explicar el tamaño de la figuración de la iglesia de este pueblo sujeto. De la misma manera que para Cuzalapa, una visita al pueblo actual permitió verificar la existencia del “antiguo templo” cuyas características arquitectónicas corresponden a la representación de la pintura.
El pueblo núm. 9 figura a Totolmalilla con una pequeña iglesia ubicada a lo largo de un camino que va desde el puerto de Navidad hacia Colima. El pueblo está mencionado en 1532 en Vecinos y pueblos de Colima bajo la forma de Totomaloya (Pinzón et al., 1939, p. 10). La Lista de Lebrón (Sauer, 1990, p. 61) también lo registra y la Suma de Visitas añade que se trata de un asentamiento principal poblado de 26 indios, ubicado en la “ribera de un río, en un llano” (García Castro, 2013, p. 358). El documento no menciona pueblos sujetos. Un mapa de 1922 ubica el asentamiento sobre el río San José, a proximidad de Camotlán,12 pero es el último registro cartográfico que se tiene de él, ya que en la actualidad este pueblo ya no existe y se mencionaba como ruina desde 1777 (Calderón Quijano, 1979, p. 177).
El pueblo núm. 15 representa a Tachichitco. Este pueblo no había sido identificado por Kelly (1940, p. 50). Se encuentra al oeste de la zona bajo los rasgos de una iglesia de tamaño mediano. Tlachichilco está mencionado en la Suma de Visitas como un pueblo sujeto de Cuzalapa (García Castro, 2013, p. 129). Sigue inventariado en la Lista de Tello en 1608, sin que se especifique su estatus. Posterior a estos registros, el pueblo ya no aparece ni en el mapa del curato de Autlán de 1733 (Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara [AHAG]), ni en los mapas del estado de Jalisco del siglo XIX, por lo que o desapareció durante el siglo XVII, o bien cambió a un nombre español (hipótesis que no ha podido verificarse al día de hoy).
El pueblo núm. 17 corresponde a Jurcitlan. Este pueblo, simbolizado por una pequeña iglesia, se encuentra a lo largo de un camino saliendo del puerto de Navidad hacia el norte. La documentación histórica analizada no proporciona información acerca de este asentamiento.
El pueblo núm. 18 es identificado como Chipilictlan. Representado por una iglesia de pequeña dimensión, Chipilictlan se ubica al noroeste de la zona figurada, a lo largo del camino saliendo del puerto de Navidad hacia el norte. Es el topónimo que más variaciones ha presentado en las fuentes aunque la ubicación siempre coincide. Aparece de manera muy temprana en el “Códice Xalisco” como Chixiltitla (Cuevas, 1937, p. 568), ubicado en el valle de Espuchimilco. Luego aparece como Chipiltitlan, pueblo encomendado de Anton Chavarin de 23 tributarios en 1597 (Romero de Solís, 2001, p. 112). También existe Chipilpitán en el mapa del Curato de Autlán de 1733 (AHAG)13 y en el mapa del reino de Nueva Galicia de 1812 (Biblioteca Pública del Estado de Jalisco [BPEJ]).14 Pero actualmente ya no existe como pueblo aunque se podría vincular con el rancho El Chipilpitán, ubicado al norte de Casimiro Castillo en el camino que lleva a Autlán y a Guadalajara.
Tras este inventario preliminar de los pueblos figurados con toponimia, es interesante discutir el patrón de asentamiento representado. Según la Suma de Visitas, el área reproducida cuenta con cuatro cabeceras: Amula, Cuzalapa, Jacalahuasta y Totomalilla. En la pintura, las dos primeras están simbolizadas por iglesias de grandes dimensiones. En cambio, Jacalahuasta y Totomalilla, a pesar de su estatus de pueblo principal, están identificados por un pequeño edificio. En muchos mapas del siglo XVI esta distinción del tamaño de los lugares de culto es el reflejo de la organización territorial, por lo tanto, se puede pensar que esta diferencia de tamaño se debe principalmente a la menor densidad de población de estos asentamientos, llevando paulatinamente a su desaparición.
Otra característica llama la atención: la cantidad de pueblos figurados. La Suma de Visitas subraya que estas cuatro cabeceras juntan un total de nueve pueblos sujetos, mientras que la pintura registra 19 asentamientos (y una estancia). Muchos de los pueblos quedaron anónimos, por lo que resulta difícil establecer patrones administrativos y territoriales claros. Sin embargo, el número de pueblos figurados sobrepasa el número registrado en los conteos oficiales a mitad del siglo XVI. Ahora bien, durante este siglo, ya mencionamos que además de la guerra, la destrucción de pueblos “no pacificados”, el desplazamiento y esclavización, las epidemias traídas por los colonos españoles diezmaron las poblaciones indígenas (Regalado, 2016, pp. 143-153). Nueva Galicia no fue exenta de esta importante caída demográfica. La Relación Geográfica indica que “antiguamente, tenía más cantidad de gente y que se han ido, de mucho t[iem]po a esta parte, a vivir a otros pueblos, antes que hubiera orden de cuenta, y que otros muchos se han muerto” (Acuña, 1988, p. 65). Por otra parte, hay que saber que la Suma de Visitas contiene errores e imprecisiones, puesto que varias cabeceras intentaron esconder pueblos o minimizar el número de habitantes con la meta de disminuir la carga tributaria. Estos dos factores podrían explicar el desfase entre las fuentes escritas y el mapa, así como la omisión/pérdida de topónimos al momento de realizar la copia de la pintura original.
Elementos del paisaje natural y cultural
Dentro de la gran riqueza informativa de esta pintura, cabe resaltar la cantidad de elementos paisajísticos. Herencia directa de la cartografía prehispánica, en las pinturas novohispanas, en particular en las más tempranas, la figuración del paisaje tenía una gran importancia. De la confrontación de dos tradiciones cartográficas, europea e indígena, nació una cartografía original. En el presente caso de estudio, siendo una copia actualizada de una pintura original desaparecida (tal y como lo demuestra el presente análisis), resalta una fuerte influencia europea en cuanto a la representación del espacio y a la simbología utilizada, sin que se pueda conocer con precisión el grado de modificación introducido por el pintor copista a partir de la versión anterior. Los elementos paisajísticos observables pueden ser clasificados en cinco grupos: los asentamientos (ya evocados), los relieves, los elementos hidráulicos, las vías de circulación, y la fauna silvestre y domesticada (véase Figura 2).
La pintura proporciona muy pocas informaciones acerca del relieve. El espacio figurado está delimitado al norte y al sureste por sierras, representadas de manera simplificadas bajo la forma de líneas onduladas que simbolizan las cimas de los cerros, marcando principalmente la barrera natural de la Sierra de Manantlán entre los valles de Espuchimilco y de Mylpa. Esta apariencia estereotipada, de influencia europea, rompe con la realidad geográfica de la región, que se caracteriza por un relieve mucho más presente.
En la parte central de la pintura, el autor no representó relieves de manera evidente, como debería aparecer por ejemplo entre Cuzalapa y Amula. Solo marcó matices de color, de verde a café oscuro, que podrían reflejar la presencia de valles y cerros. Ateniéndose a la pintura, parece que la totalidad de los asentamientos humanos se encuentran en valles, lo que corresponde por lo menos al caso de los pueblos identificados.
La red hidráulica es el principal elemento natural que resalta de la pintura. Respondiendo a una realidad geográfica, los numerosos ríos que cruzan la zona (fácilmente identificables como río Cuzalapa, San Miguel, el Colomo, Ayotitlán, Cihuatlán/Maravasco/Minatitlán y San José) toman los rasgos de dos líneas paralelas de color azul oscuro-negro, con el espacio intermedio relleno de color azul claro a blanco. Kelly (1940) se sorprendió de que “las cuencas y la orientación general del mapa son mucho más certeras que los mapas topográficos actuales, aunque hay una extraña reunión de ríos, la cual fue notada por los de Cuzalapa, pero que no pudieron explicar, salvo que fuera una licencia artística” (p. 49). El pintor también figuró lo que puede ser interpretado como una lagunita y dos lagos, siguiendo un sistema de representación cercano al de los ríos. En su diario de campo, Kelly (1940) menciona que los habitantes de Cuzalapa identifican el lago dibujado al oeste del mapa con un cuerpo de agua ubicado “al sur del Cipil [...] que proporciona agua para irrigar el valle” (p. 49). En cambio, los dos otros cuerpos de agua representados no pudieron ser identificados.
La presencia de estos distintos cuerpos de agua (ríos y lagunillas) no es extraña en la cartografía del siglo XVI puesto que estos elementos eran de suma importancia, tanto para el patrón de asentamiento como para el desarrollo agropecuario. Según los cánones renacentistas, los pueblos “nuevos” tenían que estar establecidos en zonas bajas relativamente planas, a proximidad de cuerpos de agua (Bernal García y García Zambrano, 2008). Los europeos consideraban estos sectores más saludables para la población y más aptos a la actividad agrícola. Esta ubicación, considerada ideal, se refleja en la pintura de Cuzalapa. Asimismo, los pueblos de Cuzalapa, Chacala, Ayotitlan, Chipilictlan y Mamey, que han sido localizados, demuestran que también corresponden a una realidad histórica. A proximidad del asentamiento núm. 14, una escena refuerza la importancia de los elementos hidráulicos. En la orilla del lago oeste, donde se encuentran seis patos, está figurado un hombre vestido “a la manera española”, con un bastón a la mano y acompañado de dos perros. Este personaje, identificado como un pastor, conduce una manada heteróclita compuesta de dos cabras, tres ovejas, un équido y un buey. En el lago ubicado más al este, se observa la representación de una tortuga (probablemente de agua dulce). En la parte suroeste, a nivel del puerto de Navidad, se observa una porción de mar correspondiendo a la bahía de Navidad. En estos dos casos ─cuerpos de agua y mar─, el pintor recalcó la presencia de elementos característicos de estos ambientes, y en particular de fauna salvaje. Entre las olas y espumas del mar, cerca de la embarcación española se puede identificar la presencia de una tortuga marina y de peces. La representación de estos animales domésticos y salvajes no es anecdótica. Atesta la importancia de estos cuerpos de agua para el desarrollo económico de la zona.
La figuración de animales, domésticos y salvajes, terrestres y acuáticos, es común en la cartografía novohispana temprana (siglo XVI); sin embargo, en el caso del mapa de Cuzalapa, el estilo de su representación es más reciente. La abundancia de detalles en estas figuras rompe con el estilo generalmente más simplista utilizado durante el primer siglo de la Colonia. Desde luego podrían corresponder a una actualización estilística de un elemento ya presente en el documento original.
Otro elemento estructurador del paisaje son las vías de comunicación. A pesar de la gran extensión del territorio representado, pocos caminos están figurados. Tres tipos de caminos pueden ser identificados. La primera categoría, la cual corresponde a los caminos “principales” que vinculan algunos asentamientos ubicados en el sur y centro del área, toma la forma de líneas relativamente anchas de color café claro. La segunda categoría agrupa caminos “secundarios”, del mismo color, pero de un ancho menor; el más largo costea la bahía de Navidad hacia Colima; otro conecta los pueblos núms. 13 y 14; otro vincula Cuzalapa y Ayotitlán. Finalmente, aparecen dos conjuntos de caminos paralelos hacia el norte del mapa, unos partiendo de Cuzalapa y probablemente cruzando la sierra. La tercera categoría refiere a un único camino localizado en la parte occidental del territorio, figurado por una línea fina de color café oscuro que sigue un eje sur-norte, partiendo de la costa hacia las tierras adentro.
La red de caminos muestra claramente la importancia del puerto de Navidad en la organización territorial de la región. Los caminos figurados se concentran principalmente en el sur, vinculando el puerto con asentamientos de distintos tamaños y estatus, mientras que los pueblos de la franja oriental, a veces importantes como es el caso de Amula, no están conectados directamente a esta red. La diferencia formal entre esta red de caminos y la vía llevando hacia el norte resulta difícil de explicar. Por su representación este camino parece figurar un eje menor, pero la presencia de una escena figurativa históricamente importante rompe con la identificación de un camino de menor rango. La diferencia de color y el origen del camino fuera del marco del mapa pudieran indicar también que este camino pertenece a una red distinta, correspondiendo al valle de Espuchimilco.
Esta organización específica de la red de circulación de la región tiene que tomarse en cuenta al momento de identificar las razones que impulsaron la realización de este documento. El énfasis dado a la conexión del puerto con los distintos asentamientos deja pensar que probablemente no todos los caminos existentes fueron representados, y refuerza la idea que el puerto tuvo un papel clave en la región, o por lo menos que esto fue la intención de los comanditarios de la pintura. Esto, a su vez, da otro indicio de una creación muy temprana de la versión original, ya que el puerto de la Navidad tuvo una actividad importante esencialmente durante el siglo XVI (Pinzón Ríos, 2014, pp. 30, 34).
Al cruce de varias entidades administrativas
Según los documentos existentes sobre el reparto administrativo de la zona, varias entidades políticas aparecen en el espacio dibujado en el mapa. Gerhard (1986, p. 46) indica que la zona figurada era compartida en tres jurisdicciones. La primera, la que cubre una mayor superficie en el área representada (Figura 3), corresponde a la jurisdicción de Amula. Desde los años 1530, se establece un corregidor en Amula y en Tuxcacuesco (no indicado en el mapa, pero pudiendo corresponder al asentamiento núm. 3), ambos dependían de la magistratura de Colima. Según la Relación Geográfica, Cuzalapa entra directamente en la jurisdicción de Amula, los representantes reconociendo por señor a Francisco Cortés cuando estaba en la villa de Colima; es decir, antes de 1526 o de 1531, según las fuentes (Sauer, 1990, p. 31). En efecto, la provincia de Amula depende de la alcaldía mayor de Colima hasta la década de 1570, época en la cual obtiene su independencia, cuando el corregimiento se convierte en alcaldía mayor. Esta última se establece directamente en Tuxcacuesco, lo anterior probablemente en razón de la importante caída demográfica de Amula, y en previsión de la pronta desaparición del asentamiento (Gerhard, 1986, p. 81).
En la franja occidental del mapa está representada la porción sur de la jurisdicción de Autlán (Figura 3). Corresponde a un territorio muy alargado de sur a norte según los límites territoriales propuestos por Gerhard (1986, p. 60), coincidiendo geográficamente con los valles de Espuchimilco y Cihuatlán al sur (Sauer, 1990, p. 46). A esta parte de la jurisdicción pertenecían los pueblos de Chipilictlan y de Jurcitlan, así como los asentamientos anónimos establecidos a lo largo del camino que sale de puerto Navidad hacia Autlán (pueblos núms. 12, 13, 16-20). Durante la década de los años 1550 se establece un corregimiento en Autlán; las autoridades se convierten en alcaldía mayor y se trasladan al puerto de Navidad, en el cual transfirieron rápidamente los corregimientos vecinos de Xiquitlan, Espuchimilco y Texcuxuacan.15
Finalmente, la tercera jurisdicción representada (o parte de ella) corresponde a la de Colima, la cual también contaba con un territorio muy amplio durante el siglo XVI. Solo una pequeña franja de este territorio se representa en el mapa de Cuzalapa, cuya frontera corresponde al río Maravasco (que se convertirá en la frontera entre los estados de Jalisco y Colima). En esta porción de territorio colimense se encuentran los pueblos de Jacalahuasta, Totomalilla y Mamey. A pesar de la reducción de los límites norte y oeste de la provincia en los años 1530-1533, la alcaldía mayor de Colima siguió gobernando este territorio.
Además de estas divisiones provinciales, el territorio representado en el mapa se encuentra en la frontera de dos reinos. Cuzalapa, Autlán y Amula, representados con una cruz en el mapa de 1550 de Martínez de la Marcha,16 forman parte de la gobernación de Nueva España. El puerto de la Navidad, Mylpa, Maçatlan, el valle de Espuchimilco y la Villa de la Purificación caen dentro del reino de Nueva Galicia.
En resumen, la pintura no corresponde a una imagen estática sino que evidencia cambios en el paisaje de la región, resultando un escenario intrincado compuesto de dos reinos, tres entidades administrativas delimitados por dos fronteras, donde se ubica un puerto de primera importancia en el siglo XVI (Pinzón Ríos, 2014), con varias escenas históricas insertadas. La complejidad de todos estos elementos combinados nos lleva a establecer no una, sino varias hipótesis sobre la función o intención original en la elaboración del mapa.
Discusión: función y uso de la pintura a través del tiempo
El análisis territorial del mapa puso a la luz su carácter diacrónico: elementos históricos y geográficos de distintas épocas superpuestos, consecuencia de la “actualización” del mapa original al momento de su copia, los cuales se pueden datar con más o menos precisión. La elaboración de la primera versión debe remontarse hasta el siglo XVI, mientras que la copia actual se realizó entre el final del siglo XIX y 1922, año en que Mamey cambió de nombre a Minatitlán. Es importante insistir en que no se cuestiona la autenticidad de la función actual de título primordial de la pintura, sino que varios componentes permiten plantear la posibilidad de una evolución o ampliación en la función y uso del mapa a través del tiempo, e indagar en las motivaciones primeras de su elaboración.
Hipótesis 1: Una pintura de las Relaciones Geográficas
El mapa de Cuzalapa fue producido a una escala regional. Por su factura y los elementos figurados, juntando asentamientos, caminos y elementos históricos, podría ser relacionado con las pinturas que solían acompañar las Relaciones Geográficas. Una de las exigencias del cuestionario era la producción de un mapa que debía representar el territorio y los elementos mencionados en las respuestas, pero muchos de estos documentos cartográficos no nos han llegado, o nunca fueron producidos, por lo que se podría suponer que la pintura de Cuzalapa fue realizada en esta ocasión. En efecto, la obra, tanto por su estilo, como por su composición, recuerda las pinturas asociadas a la Relación Geográfica de Salaya [Celaya] y a la Relación Geográfica de Yuririapundaro (Acuña 1987), donde resalta la presencia de animales domesticados que marcan la colonización agropecuaria de la zona. De la misma manera, se puede subrayar su cercanía con la Relación Geográfica de las villas de San Miguel y San Felipe (Acuña, 1987), que también figura especies animales salvajes y la representación de escenas históricas relacionadas con eventos específicos de la Conquista.
Sin embargo, el texto de la Relación Geográfica de Cuzalapa no menciona que se haya realizado una pintura en respuesta a las preguntas 10 y 42 del cuestionario (Cline, 1972, p. 185). Luego, la pintura no se enfoca en la provincia de Amula, sino también figura una porción de las jurisdicciones de Autlán y de Colima, lo que no coincide con la función de este tipo de documento. Por otra parte, las informaciones proporcionadas son incompletas, puesto que parecen faltar pueblos sujetos, la red de caminos es parcial, y la geomorfología muy marcada en este sector está casi ausente de la parte central del mapa. Pero, esta imprecisión, o incluso inexactitud, se observa en varias pinturas de las Relaciones Geográficas (Acuña, 1987; Robertson, 1972).
Finalmente, cabe recordar que la Relación Geográfica de Cuzalapa está fechada en 1580, el documento especifica que a esta fecha el “pue[bl]o de Amula se ha despoblado de mucha gente” (Acuña, 1988, p. 65). Desde la década anterior, el estatus de este pueblo se veía afectado por la importante baja demográfica, puesto que la alcaldía mayor se estableció directamente en Tuxcacuesco. Sin embargo, sigue apareciendo en la pintura como un asentamiento mayor figurado por una iglesia de gran tamaño, cuando el casi abandono del pueblo cabecera hubiera sido una información bastante relevante para ser indicada. Estas características, aunado a la fecha de 1531, dejan suponer que la primera versión del mapa fue realizada antes de la elaboración de la Relación Geográfica.
Hipótesis 2: Un mapa realizado en el marco del pleito entre Cortes y Nuño de Guzmán
La extensión geográfica del espacio representado, pero sobre todo la fecha de 1531 puesta en evidencia al centro de la composición, permiten emitir la idea de que la pintura original fue elaborada por personas interesadas en que Cuzalapa y la región representada se mantuviera bajo la gobernación de Nueva España, frente a las pretensiones de Nuño de Guzmán de integrar estos territorios al reino de Nueva Galicia expuestas ante la Real Audiencia este mismo año (Cuevas, 1937; Lucas, 1937). En este contexto, el papel de las escenas que figuran eventos históricos específicos se vuelve esencial. La representación de los indios flecheros, auxiliares de los conquistadores, peleando con indios chichimecas, remite al proceso de avanzada española hacia la costa durante el siglo XVI (Güereca Durán, 2018). Así, se podría identificar las escenas de los oficiales como una ilustración de la expedición de Francisco Cortés de San Buenaventura de 1525, y se entendería también el énfasis puesto en el puerto de Navidad, principal motivo de la presencia de los conquistadores cortesanos en la zona. La representación de la ruta del valle de Espuchimilco constituirá una manera de reivindicar también la conquista de este territorio, y la presencia de los pueblos de la provincia de Colima se explicaría por el reconocimiento de la autoridad de esta cabecera.
Sin embargo, la realización de una obra de esta calidad, tamaño e importancia debería aparecer en el argumento de los abogados de Cortés, pero no se menciona en ninguna parte de los documentos que relatan los juicios llevados a cabo sobre el asunto (Cuevas, 1937; Lucas, 1937).
Hipótesis 3: Un título de propiedad primordial
Se trata de la función actual del mapa para la comunidad de Cuzalapa, estando el pueblo al centro de la composición. Además, las escenas figuradas podrían interpretarse como acontecimientos históricos relativos a la fundación del pueblo, datos generalmente presentes en estos títulos (Oettinger, 1983, p. 20). Los títulos primordiales son documentos producidos por la Corona española durante la Colonia para oficializar la tenencia de la tierra de los habitantes de las Indias. Si bien existen documentos de propiedad como las mercedes y tasaciones, desde las primeras décadas de la Conquista, es sobre todo a partir de las cédulas reales de 1591 que se generalizan los títulos primordiales (Menegus, 1994, p. 217). Se vuelven documentos fundamentales para las repúblicas o pueblos de Indios para defender sus tierras de la codicia de los colonos españoles. Sin embargo, su estudio es complicado y polémico, ya que en su mayoría fueron elaborados entre los siglos XVII y XIX, pero refieren o describen realidades y acontecimientos del siglo XVI (Menegus, 1994, p. 215), como también es el caso para la pintura de Cuzalapa. Visto desde esta perspectiva, la fecha de 1531 se entendería como un señalamiento fundacional, más que una indicación del año de elaboración del título.
También es menester resaltar que la legitimación de la tenencia de la tierra, a través de los títulos primordiales, se concretizó fusionando dos tradiciones: el escrito español y la representación pictográfica mesoamericana (como en el caso de Cuzalapa). En particular, esta última tomaba un papel importante en las comunidades que no hablaban español. En Cuzalapa, un actual representante de la comunidad comentó que existió un título escrito, pero que fue perdido por funcionarios del ayuntamiento de Guadalajara hace muchos años, justificando aún más el valor y cuidado que la comunidad da a la pintura, así como la desconfianza hacia autoridades externas.
Ahora bien, hay características del mapa que no cuadran con esta interpretación funcional: en particular, los territorios representados rebasan los límites del territorio de la comunidad tal y como está descrito en las fuentes del XVI. Por lo tanto, se puede cuestionar si la pintura original no tuviera otra o varias funciones al momento de su creación, como lo sugiere también su calidad y tamaño. Una combinación de dos o de las tres hipótesis tampoco se puede excluir.
Conclusión
La documentación histórica del primer siglo de la Colonia en esta región es probablemente más escasa en comparación con el centro de México. Por lo tanto, aunque el mapa de Cuzalapa sea una copia relativamente reciente de un documento más antiguo, constituye un testimonio crucial para entender los cambios que sucedieron tras la llegada de los conquistadores europeos. La fecha de 1531, como la lógica de la composición, el énfasis dado al puerto de Navidad y casi todos los topónimos presentes remiten al siglo XVI, mientras que la arquitectura de los edificios refleja una realidad posterior, probablemente del XVIII, y el topónimo “Mamey” y las características del tejido del documento corresponden a finales del siglo XIX. La falta de unidad temporal complica la interpretación del documento, pero, por lo pronto, hay evidencias que permiten pensar de que se trata de la representación cartográfica más antigua de la Provincia de Amula, relacionada con la defensa de tierras por parte de los pueblos indígenas, al mismo tiempo que con las estrategias de conquista y despojo por parte de los conquistadores.
En este análisis descriptivo preliminar, resalta la dimensión fronteriza del territorio, entre tres antiguas alcaldías mayores y los dos reinos de Nueva Galicia y Nueva España, lo que constituye también el interés histórico y antropológico que se desprende de su representación. El mapa transcribe un paisaje montañoso en la vertiente sur de la Sierra de Manantlán, con un patrón de asentamiento disperso constituido por pueblos nucleados alrededor de templos cristianos, con abundancia de ríos y recursos naturales, al centro del cual se encuentra Cuzalapa. Sin embargo, la red de caminos que conecta a los pueblos evidencia otro centro: el puerto de Navidad, sin que corresponda con un poblado. Además, las diversas escenas resaltan el papel histórico de los españoles en una región que, a pesar de ser conflictiva, presenta evidentes ventajas para la colonización y el comercio. Ahora bien, esa conflictividad resurge en otro nivel y le da una dimensión más política al documento: en su elaboración misma, la cual no encaja del todo con las lógicas que deberían encontrarse en este tipo de testimonios. La presencia de los dos centros, de pueblos desaparecidos al momento de realizar la copia, de una población española valorizada mientras que los indígenas están en guerra: en filigrana, todo cobra sentido interpretado desde la perspectiva de los conflictos relativos a los derechos territoriales del pueblo indígena de Cuzalapa. La pintura refleja su visión del paisaje, más allá de las fronteras establecidas por las autoridades coloniales, pero en un espacio organizado y dominado por la economía española.
Estos resultados quedan preliminares y aún falta explorar muchas pistas para profundizar la investigación y reforzar una propuesta interpretativa más completa de la pintura, que constituye sin duda un testimonio fundamental en la historia de la Sierra de Manantlán.