Introducción
Las siguientes líneas introducen al lector al estudio de una escala intermedia: el diseño interior, el cual muchas veces pasa desapercibido al encontrarse entre la arquitectura y el diseño de producto. En el contexto mexicano, esto ha provocado una laguna historiográfica que deviene en una falta de identidad (formal y simbólica), de conocimiento y reconocimiento (valores formales, funcionales, sociales), lo que ha derivado, incluso, en una pérdida de patrimonio artístico y cultural.
Por lo anterior, se plantea un breve reconocimiento histórico entre la relación tecnología-objeto-espacio en el siglo XX, en la que se muestra un discurso no solo funcional, sino tecnológico y estético en el hogar, que sienta las bases para entender la importancia del espacio interior dentro de la construcción de la vida cotidiana y nos lleva a reflexionar sobre el papel del diseñador en la configuración del espacio y su impacto sociocultural.
Es importante delimitar algunos hechos, sobre todo a través del análisis de la reconstrucción histórica de eventos, elementos y criterios que se generaron a partir del sincretismo entre la cultura indígena y española, así como de las vanguardias y tecnologías que han revolucionado los discursos arquitectónicos, artísticos e industriales, que han transformado las formas de pensamiento y, por tanto, las maneras de construir, percibir y vivir el espacio interior en México.
En términos generales, no podemos separar el diseño interior de la arquitectura, ya que están estrechamente ligadas, y no podemos disociarlas de su objetivo: solventar necesidades humanas (individuales y sociales), por lo que son consideradas “signos sociales”, como lo menciona Josep Muntañola: “signos porque comunican a través de la relación o representación de algo: objeto, hecho, fenómenos, etcétera y siempre vinculados con el hombre”.1
En la configuración del interior, se hace evidente una microarquitectura, donde el equipamiento y los mismos objetos poseen lineamientos formales, estructurales, materiales y tecnológicos, y contribuyen a la habitabilidad y el confort al responder a una función, una estética, una plástica y una versatilidad en relación con el factor tiempo, que los hace partícipes de una configuración interna-externa, al articular parte del espacio a través de un esquema cultural donde se desenvuelve el hombre, de acuerdo con su contexto, clase social, temporalidad, etcétera.
A partir de esta idea, nos enfocaremos en contestar cuestionamientos que giran en torno a responder ¿cómo surge la idea de la eficiencia doméstica?, ¿cómo influyó el uso de las tecnologías en el diseño interior (ámbito doméstico), su configuración, usos y costumbres que fueron modificando la forma y el carácter de los espacios? y ¿cómo es que siguen modificando nuestro entorno inmediato, nuestro hogar?
Tecnología
Como breve recuento histórico, cabe señalar que algunos avances tecnológicos los podemos encontrar, por ejemplo, con los primeros usos del cobre, aproximadamente en 4000 a.C., los cuales estuvieron dirigidos a la ornamentación. Aproximadamente en el año 1000 a.C. se desarrolló la producción del vidrio en Oriente; por su parte, la invención de la porcelana y la cerámica esmaltada se dio alrededor del año 800; la invención del cemento Portland, en 1824; el primer plástico (celuloide), en 1860; y el primer plástico termoestable sintético, la baquelita, en 1907. Le siguieron el acero inoxidable en 1912, y durante la década de los treinta, la técnica de los termoplásticos, en los que se incluyen el PVC, PS, Poliolefinas (PE, PP) PMMA o el proceso de fabricación del ptfe (Teflón®); en los años sesenta, apareció el efecto de memoria de forma: nitinol y desarrollo de LCD, y en los setenta, se fabricaron las fibras ópticas de sílice y las fibras de aramida (altamente resistente y termoestable) y, posteriormente, de materiales como el aerogel, el cual, en 2013, dio paso a un proceso que había iniciado en 1931; o materiales como el grafeno, en 2004.2 Todos ellos han revolucionado la producción de diversos tipos de objetos, junto con las fibras de carbono en diversos sectores, como el de las telecomunicaciones, el automotriz, el aeronáutico, de la construcción, el textil, entre otros. Esto nos permite pensar que este tipo de materiales inteligentes -entendidos como: “[…] cualquier material que a través de un control preciso de su composición y estructura interna, presenta una serie de propiedades excepcionales (mecánicas, eléctricas, ópticas, magnéticas, etcétera) o funcionales (auto reparación, cambio de forma, descontaminante, transformación de energía, etcétera)”-3 nos han llevado a, poco a poco, desarrollar nuevas invenciones, desde carcasas, engranes, tejidos, microchips, recubrimientos, empaques, entre otros, que nos ha permitido construir nuevos objetos que impactan en la forma en la que habitamos, al relacionar la tecnología con una mayor eficiencia y confort.
Espacio interior y tecnología
Ahora bien, para adentrarnos en el diseño interior notaremos que existe una necesidad de entender cómo es que el hombre se desenvuelve en la vida y, sobre todo, dentro del espacio interior, y cómo es que la evolución del habitar se da a través de la vida cotidiana, desde objetos tan simples como los trastes o utensilios de cocina o los joyeros hasta el diseño de plafones de espuma de aluminio. Todo esto refleja el entendimiento y representación de códigos sociales que permiten la construcción no solo formal, sino simbólica, económica, religiosa, entre otras, que evidencian las necesidades al transformar todo tipo de objetos y modificar su orden natural, pudiendo llevarse a cabo gracias al desarrollo de la tecnología, la cual va principalmente ligada con la invención y aplicaciones de nuevos materiales.
Lo anterior da paso a adaptar sistemas y materiales tradicionales como las maderas, el vidrio, la cerámica, la piedra o la concha, por mencionar algunos, y someterlos a nuevos procesos de producción como el uso madera termo-moldeable, los páneles 3D a partir de contrachapados o la utilización de desechos orgánicos e inorgánicos para generar nuevas alternativas. Como lo menciona De Certeau, esto suma procesos de resignificación, sobre la toma de consciencia de la organización o microorganización de la vida cotidiana a través de los registros, como el comportamiento, dado a través de códigos de conducta, de vestimenta, de preparación de alimentos, constructivos, etcétera, o los beneficios simbólicos esperados, que se dan de acuerdo con la interpretación cultural del usuario, generando un discurso del sentido o del cómo se consume el espacio, cómo se habita: “[…] la experiencia aportada por la costumbre no es más que el mejoramiento de la manera de hacer”.4 Así, se solventan no solo las necesidades espaciales sino también las básicas, las cuales articulan prácticamente el discurso dentro de la arquitectura a través de la búsqueda del confort,5 permitiendo construir y comunicar una historia, una vida, a través de la interrelación del trinomio usuario-espacio-objeto, delimitado por un contexto espacial y temporal, llevando a la apropiación del espacio interior a partir de la función, significado y estética.
Pero ¿cómo se adaptó esta cuestión de la tecnología y la búsqueda de eficiencia del espacio en el ámbito doméstico? Si bien responde a diversas circunstancias sociales, culturales, económicas, históricas, etcétera, la Revolución industrial supuso, como su nombre lo indica, una renovación y amplitud en los medios y procesos de producción, pensamiento y técnica, que responden, en gran medida, al aumento de la población, debido a la migración del campo a la ciudad, que da paso a la urbanización. Estos hechos impactaron a México desde el siglo XVIII y, sobre todo, en el siglo XIX a partir de los modos de vida importados de Europa, a la revolución de la industria del hierro, que dio paso al acero, el cual optimizó costos, elasticidad y dureza, y el surgimiento de la electricidad. Esta última es reconocida como uno de los motores de la llamada segunda Revolución industrial a finales del siglo XIX, que continuó hasta la mitad del siglo XX y abrió paso a nuevas formas de comunicación a través del telégrafo, la radio y el teléfono, y a una industria química que revolucionó el surgimiento de nuevos materiales como las fibras artificiales, el caucho, el aluminio, el níquel, el nylon y la ya mencionada baquelita. Todo esto impactó en nuevos sistemas tanto industriales como sociales.
Aunado a lo anterior, a principios del siglo XX, dentro del periodo entre guerras, el entendimiento y resignificación del espacio doméstico se llevó a cabo gracias a las llamadas “ingenieras domésticas” -como Catharine Beecher-, mujeres quienes, a partir de cuestionamientos y nuevos planteamientos hacia el interior de la casa, “[…] brindaron una formación práctica para planificar las actividades domésticas, concediendo por ejemplo a la pequeña cocina una posición central en la organización de la casa”.6
Estas “eficiencias espaciales” respondieron a la adaptación, la adecuación y los replanteamientos de espacio-función de los habitantes a partir del análisis de los factores humanos, lo que impactó en la proyección, equipamiento e interrelación de espacios, objetos y usuarios. Así, encontramos tratados y estudios como El hombre de Vitruvio de Da Vinci, con Alberti, el Modulor de Le Corbusier, y guías que se basan en los anteriores, que hablan sobre la racionalización del diseño y permiten la estandarización del equipamiento y, a su vez, a la de materiales, lo que da lugar a una mejor producción y eficiencia de productos y servicios.
El proyecto interior […] está estrechamente relacionado con el del producto de equipamiento, que tiene en cuenta los significados de la disciplina en relación con el contexto socio-estético actual, pues intenta identificar los elementos y los principios que la distinguen; estudia, a través del proceso del proyecto, la estructura y la decoración del objeto de uso.7
En lo que respecta al uso de las nuevas tecnologías en materiales, que impactó y renovó la visión del diseño, la construcción y de bienes de consumo, se modificó la configuración de la casa a partir de los objetos, ya que cada vez más sus dimensiones iban decreciendo o sus formas permitían un mayor adosamiento a los espacios, ya fuera por peso, tamaño, transparencia, flexibilidad, rigidez o por otras razones:
[…] la primera generación de plásticos que son los polímeros sintéticos, obtenidos enteramente a través de procedimientos químicos. Estos plásticos son caracterizados por el hecho de que no tienen una disposición regular y bien definida en el espacio. Esto significa que la primera generación de plásticos son difíciles de reproducir, no son fácilmente adaptables y son inadecuados para grandes producciones industriales. Muchos objetos son hechos de baquelita, la primer resina fenólica y el primer material plástico termoestable y completamente artificial, producido en 1907. Otros han sido hechos a base de cloruro de polivinilo, polimetilmetacrilato y politetrafluoroetileno, los cuales son mejor conocidos con el acrónimo de PVC y las marcas Plexiglas® y Teflón. Finalmente, algunos objetos están hechos de caucho como el neopreno, fibras sintéticas como el Nylon o diferentes resinas sintéticas.8
Entonces, al hablar del objeto y su presencia en la casa es referirnos a una proyección del mismo habitante. Es decir, la casa se coloniza y el hombre se equipa. Así, resulta interesante mencionar la postura que tenía Le Corbusier con respecto al objeto y su cualidad funcional y decorativa. De acuerdo con su postulado de la máquina de vivir, que complementa las ideas de Adolf Loos respecto a la negación de la decoración, se refiere a esta como algo inadecuado que solo servía como elemento superfluo; asimismo manifiesta una diferenciación sobre los objetos-miembro u objetos-tipo, como servidores dóciles, y el arte decorativo, a raíz de la Exposición de Artes Decorativas de París en 1925:
Necesidades-tipo, funciones-tipo y, por tanto, objetos-tipo, muebles tipo. […] El arte decorativo es […] un bonito utillaje […] perfeccionado en todos los aspectos […] Esta perfección racional y esta determinación precisa, que son propias de cada objeto, crean entre ellos los vínculos suficientes de una solidaridad y dichos vínculos permiten reconocer en ellos un estilo. […] algunos afirman que la decoración es necesaria […] debemos rectificar: el arte sí nos es necesario; es decir, una pasión desinteresada que nos eleva. La decoración: abigarramiento, una diversión agradable para los salvajes […] positivo conservar intacta una pequeña parte del salvaje - una parte muy pequeña.9
Ahora bien, si se relaciona esta perspectiva del cambio de lectura del objeto con la revolución en el ámbito industrial, se genera una evolución en la conceptualización y el proceso del equipamiento y los artefactos de la vida cotidiana. En el caso de México, durante las primeras décadas del siglo XX, cuando se buscaba esa recuperación de identidad propia, se tuvo gran incidencia en la creación del proyecto interior. Incluso, las tendencias internacionales, en relación con la aplicación de diseño de mobiliario en la configuración de la casa, no se hicieron esperar. Se utilizaba desde mobiliario de línea europea como norteamericana, como el de Le Corbusier, Mies Van der Rohe, Rietveld, Marcel Breuer, Bertoia o Saarinen, hasta diseño 100% mexicano, el cual se pudo introducir con mayor facilidad por las nuevas técnicas y materiales industrializados, al reinterpretar elementos prehispánicos o modificar el uso de materiales.
Tal es el caso de la silla Acapulco, surgida en la década de los cincuenta a partir de la idea del antiguo tejido maya, en la que, con base en un armazón metálico, se tejía el hilo natural y posteriormente con cordones de PVC, con un diseño ergonómico y tradicional que se convirtió en un ícono del mueble mexicano a partir de 1951. Su demanda se incrementó entre 1960 y 1970 y, recientemente, ha sido retomada.
Arriba, de izquierda a derecha:
Redibujo silla MR de Mies van der Rohe, 1927, del movimiento de la Bauhaus. Ícono del diseño internacional, a base de tubo de acero galvanizado, cuero y tela. Elaboración: Elisa Marcela García Casillas y Ricardo Pliego Flores, 2021.
Redibujo de silla Saarinen, 1946-1950, madera de roble o cromado, cuero o tela. Elaboración: Elisa Marcela García Casillas y Ricardo Pliego Flores, 2021.
Redibujo de silla Acapulco de autor desconocido, surgida en la década de los cincuenta. Ícono del diseño mexicano a base de una estructura galvanizada y tejido PVC. Elaboración: Elisa Marcela García Casillas y Ricardo Pliego Flores, 2021.
Izquierda: Casa Eric Koenig / Interior. Fuente: Archivo de Arquitectos Mexicanos-Manuel Rosen Morrison, MRM.040, 1950, Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional Autónoma de México.
Así, encontramos la forma en que este tipo de microestructuras intervienen en la configuración de narrativas y, sobre todo, atribuyen la cualidad de habitabilidad a los espacios. Ejemplo de ello es el interior de la casa Eric Koenig, a cargo del arquitecto mexicano Manuel Rosen, realizada en la década de los cincuenta, donde, a través de un esquema de planta libre y de algunos postulados de Le Corbusier, el equipamiento es el que organiza las circulaciones, las interacciones e interrelaciones entre usuario-espacio-objeto. Cabe destacar que, durante el periodo entre guerras, en el que se desarrollaron los postulados de la máquina de vivir y la negación de la decoración, se dio pie a pensar o percibir un menoscabo hacia algunos objetos y su atribución a la arquitectura, lo que generó algunas reflexiones en décadas posteriores, como lo mencionaría Clara Porset, quien pensaba que debido al proceso de industrialización se había enmarcado una diferenciación entre las artes mayores y menores, alejando el arte del hombre común y sacándolo de la vida cotidiana, por lo que se debían acercar nuevamente los conceptos de belleza y de función en el proceso biológico del hombre.
[…] en el que las artes todas se relacionan y se integran, sin más jerarquías que las que emanan de sus cualidades esenciales. Como consecuencia, ha reaparecido la exigencia de traer el arte a los objetos de uso diario, se ha equiparado en rango artístico la producción industrial y la artesana y se han borrado las fronteras […] entre las artes mayores y las artes menores. El concepto del arte, tan remoto y elusivo, y tan trágicamente ausente de la vida del hombre sencillo, se le acerca de nuevo y se fusiona con todas las circunstancias de su vida cotidiana.10
Esto generó posturas con respecto a la percepción del objeto artesanal e industrial en México en la década de los cuarenta, lo que permitió el desarrollo de una nueva percepción el diseño, el “industrial”, el cual generó nuevas perspectivas, sensibilidades e inquietudes de progreso vinculado con el uso de las tecnologías.
Lo anterior dio paso a coexistencias entre tipos de objeto. Cabe mencionar que los objetos, por su naturaleza, tienen niveles de intervención en menor o mayor grado dentro de la configuración del espacio, convirtiéndose en determinantes en cuanto a su escala y valor (tanto formal como simbólico), que se le atribuye en la conformación del interior, lo que permite construir y contar historias y estilos de vida; son, además, parte de un folclore y de ensoñaciones que se van quedando en la memoria como recuerdos que construyen y reconstruyen conocimiento, valor y significados. Ejemplo de esto es lo que sucede en México, donde incluso el objeto tradicional se retoma no solo en la casa popular sino también como equipamiento del hogar de la clase alta, como la resignificación del mobiliario prehispánico hecho principalmente a base de madera, petate, tule, fibras vegetales, plumas, pieles de animales, piel de conejo o manta, en el cual se mantienen reminiscencias en el diseño de mueble; incluso, en la actualidad a través de diseñadores como Ezequiel Farca o las convocatorias del premio Clara Porset, el cual hace honor a quien durante el siglo XX reinterpretó valores del mobiliario prehispánico durante la búsqueda de identidad, o el caso de Van Beuren o Hagerman, entre otros.
El macroobjeto como articulador de espacios
De igual forma encontramos otro tipo de objetos que, de acuerdo con su naturaleza estructural y de escala, se presentan como articuladores directos del espacio. Así, observamos por ejemplo el macroobjeto con su microarquitectura, el cual se presenta como un determinante principal dentro del espacio construido y que, a su vez, se convierte en un constructor de espacio al ser contenedor de otros objetos a una escala menor, lo que genera interrelaciones más cercanas que posibilitan la construcción de un micromundo, como la “caja despacho de Le Corbusier”, que demarca lo que está dentro y lo que está fuera, pero contenido en algo. De esta forma, se interrelacionan tanto la escala, la proporción y el significado en la construcción de un espacio dentro de otro espacio, es decir, como responsables de la creación de sus ámbitos, como lo proyectó en su momento Charles y Ray Eames en 1961 y Joe Colombo en 1969 con su Unidad total de amueblado o sus muebles móviles como la cocina móvil. Estas surgieron como propuestas de bloques funcionales, autónomos de la estructura, que partieron de materiales estandarizados, permitiendo transformar las zonas en objetos habitables a través de estructuras flexibles, generando así una percepción efímera, donde el objeto contenedor da pie a desarrollar diversas configuraciones a partir de las ideas de optimizar las dimensiones del espacio, tiempo, recorridos, antropometría y estética a través del trabajo interdisciplinar, que da lugar a una intervención de un habitáculo a otra escala.
El juego de las exclusiones y las preferencias, el acomodo del mobiliario, la elección de los materiales, la gama de formas y colores, las fuentes de luz, el reflejo […] el orden y desorden, lo visible y lo invisible, la armonía y las discordancias, la austeridad o la elegancia, el cuidado o la negligencia, el imperio de la convención, los toques de exotismo y más aún la manera de organizar el espacio disponible, por exiguo que sea, y distribuir dentro de él las diferentes funciones diarias (comida, aseo, recepción, conversación, estudio, entretenimiento, descanso); todos componen ya un “relato de vida” antes que el señor de la casa haya pronunciado la menor palabra.11
En la actualidad, este tipo de equipamiento está teniendo una gran proyección a través de empresas nacionales como ALAMEDA o GAIA o transnacionales como Pottery Barn o Williams Sonoma, que buscan copiar el esquema de negocios de una empresa suiza reconocida a escala mundial: IKEA. Estas son, además, alternativas para la clase media al buscar ser “destino de compra y experiencia”, partiendo del esquema de la tecnología democratizada, donde el mobiliario de diseño es de fácil ensamble y donde prácticamente el autoservicio y el “hágalo usted mismo” están a la orden del día; los espacios se configuran con un distintivo de diseño, particularmente en él.12
Este tipo de productos-artefactos, que constituyen parte del diseño interior, hacen más que evidente el proceso tecnológico y el diseño de interacción para desempeñar funciones específicas o asignadas: “[…] una casa donde el habitante se proyecta en sus objetos y entabla con ellos una relación viva a fin de extraer la esencia y el espíritu del pasado para la reinterpretación personal presente”.13
Por lo tanto, el hombre brinda a los objetos ciertas características y cualidades que le permiten definirse según convenga, tales como la función, el estilo, el tiempo asignado, el estatus, lo que enmarca y articula “uniactividades” y “multiactividades” dentro del espacio, que dependen de, como lo menciona Umberto Eco, si se genera una descontextualización de los objetos. A partir de su función primaria se puede generar una secundaria e incluso una terciaria, como el hecho de quitarle la función y significarla como un objeto de contemplación:14 “[…] los múltiples objetos están, en general, aislados en su función, es el hombre el que garantiza, en la medida de sus necesidades, su coexistencia en un contexto funcional”.15
“La experiencia del hogar consiste e incluye un abanico increíble de dimensiones mentales, desde las de la identidad nacional y de pertenencia a una cultura específica hasta aquellas de deseos y miedos inconscientes”.16 Así, “el objeto es, pues, comunicación y significación, o intercambio, pero no ya entendido como mercancía sino como objeto […] como forma asociada con un sentido”.17
En este sentido, Michel De Certeau, en su libro La invención de lo cotidiano, menciona que se ha estado dando una desestructuración en el tejido social por cuestiones económicas, políticas, sociales, entre otras, lo que da lugar a una laguna en la transferencia de conocimientos entre generaciones (códigos, rituales, tradiciones) y modifica la vida ordinaria en la apropiación del espacio público o privado, donde encontramos, por ejemplo el uso del automóvil que ha cambiado el ritmo de vida y su relación con el número de habitantes. Asimismo, el concepto de confort se ve modificado por una variación en los hábitos de consumo y por el tiempo invertido, con el uso, por ejemplo, de apps para la entrega de comida, de documentos, objetos, etcétera, o las nuevas prácticas de consumo cultural como el cine, la fotografía o la música, por medio de las nuevas tecnologías, lo que nos ha llevado a construir nuevos esquemas de vida y la pérdida o modificación de usos y costumbres.
Reflexiones finales
La tecnología ha ido evolucionando junto con el hombre, todo en aras de conseguir bienestar. Anteriormente, la construcción de objetos cotidianos se realizaba con piedra, huesos o cerámicas, entre otros; sin embargo, conforme surgieron inquietudes, el hombre desarrolló alternativas y nuevas tecnologías, no solo químicas sino digitales, las cuales están impactando cada vez más en nuestro día a día, desde el diseño de una silla o un proceso de inyección hasta el moldeo de un descansabrazos, la resignificación del valor del objeto, la versatilidad de los polímeros, hasta el uso y adaptación al internet de las cosas, el cual está insertándose no solo en artefactos como los celulares, computadoras, tabletas, electrodomésticos, sino que está impactando el uso de materiales para el diseño de utensilios que se pigmentan al contener un líquido caliente por cuestiones de seguridad, la domotización de las casa, la impresión de mobiliario, los automóviles e incluso casas con equipos de 3D, la versatilidad de ambientar y generar una “ilusión” de habitabilidad a través del uso de la realidad aumentada por medio de visores o artefactos mediadores. Todo esto responde a lo que se propone como una idea general: el control; control de información, control de uso de energías, control del ambiente, control del espacio, control del tráfico, control del tiempo, etcétera.