El banner en la página web y la portada de este nuevo número de Bibliographica están inspirados en uno de los numerosos tesoros que custodia la Biblioteca Nacional de México, el volumen titulado Llanto de las estrellas al ocaso del sol, anochecido en el Oriente. Dicha obra vio la luz en 1725 y contiene la relación pormenorizada de las honras fúnebres que la Ciudad de México celebró con gran pompa en honor del rey Luis I de España, cuyo reinado efímero dejó, sin embargo, una impronta innegable en el mundo hispánico.
Este Llanto de las estrellas al ocaso del sol… es importante, a nuestro parecer, por más de una razón. En primer lugar, representa un acto de velada autoafirmación criolla temprana desde sus líneas iniciales, cuando en el prólogo afirma que “préciase la Nueva España de ser tan émula de la antigua, en el amor y reverencia para con sus príncipes, que aunque como tan cortés con sus mayores le confiesa en todo de buena gana la ventaja, en esto aún no le sufre la competencia”, pues “crédito es de aquella como madre mirar gustosamente en la hija, que no sólo no bastardea en la conversación pundonorosa de esta virtud, pero aún apuesta, osada, a disputarle la primacía”.1
Si bien varias ciudades hispánicas no quedaron atrás en la celebración de las exequias, como Valencia, Alzira, Salamanca y, por supuesto, Madrid, la participación de los territorios españoles de ultramar en el dolor por la pérdida del monarca propició la composición de varias obras sobre dicho evento histórico,2 del mismo modo que lo había producido su asunción al trono a tiernísima edad.3
La ternura que podía sentirse hacia un rey casi adolescente que falleció a los pocos meses de asumir el poder fue, sin duda, un factor de impacto en el imaginario colectivo de las jóvenes dependencias del Imperio en solio americano, mientras que el aura de reprobación que causó involuntariamente su matrimonio con una princesa francesa causante de seria extrañeza por su conducta en la rígida corte española y las cuestiones que rodearon el regreso al trono del monarca Felipe V, cuya abdicación parecía en un principio imposible de invalidar, pueden explicar la reacción menos participativa de las ciudades españolas en el luto por su fallecimiento.
En segundo lugar, el texto nos brinda una relación honrosa y solemne de los festejos dedicados a la memoria de tan breve monarca, relación que va acompañada por una descripción de la pira, las inscripciones y jeroglíficos con epigramas latinos y sonetos en castellano, ilustrados con grabados, que apelan a la erudición y a la cultura emblemática de la época. Fue su autor José Antonio de Villerías y Roelas (1695-1728), poeta novohispano activo durante el primer cuarto del siglo XVIII -periodo relativamente poco estudiado en el ámbito de las letras novohispanas-, cuya polifacética obra fue reconocida por sus contemporáneos, como Juan José de Eguiara y Eguren quien no dudó, en la entrada de la Bibliotheca mexicana dedicada al jesuita Francisco Javier de Cárdenas, en darle un lugar meritorio entre los cultivadores de la poesía latina virreinal. A Ignacio Osorio le debemos en el siglo XX el gran estudio titulado El sueño criollo, en el cual recopila la dispersa producción de tan excelso poeta.4
En tercer lugar, la obra ostenta grabados de buena factura labrados por Francisco Sylverio, uno de los grabadores más prolíficos de Nueva España entre 1720 y 1760. Sylverio, dueño de un taller de grabado, se inició en la técnica, como consta en la biografía que de él nos da Kelly Donahue Wallace,5 en la casa de naipes, uno de los lugares para la formación de artesanos antes de la instauración, en 1783, de la Academia de San Carlos. Desde su taller de la calle de las Escalerillas elaboró para esta edición 25 grabados que firmó con su apellido abreviado -Sylvº-, otorgando a esta obra un lugar muy particular en la historia de la imprenta en México.
La conjunción de los grabados con los textos poéticos y su explicación confieren a este volumen todo su valor, mientras que el énfasis que pone Villerías en la descripción de las cualidades americanas es un testimonio más de la afirmación de la Nueva España, cuyo peso social y cultural es innegable.
Así, decidimos realizar para este número de Bibliographica una selección de estos ricos motivos alegóricos como homenaje a la festiva cultura propia del mundo hispánico de los siglos XVII y XVIII que, gracias al diseño de Carolina Silva Bretón e Hilda Maldonado, cobra realidad visual para nuestros lectores.