Introducción
La Revista Hispano-Americana. Periódico Mensual de Comercio, Literatura, Industria y Variedades, fundada en 1895 por la mexicana Laura Méndez de Cuenca en San Francisco (Estados Unidos), puede ser considerada una rareza hemerográfica, tanto por sus peculiares criterios editoriales como por la dificultad que hay para localizarla. En la actualidad sólo es posible hallar ejemplares de esta revista en la Biblioteca Nacional de México, pese a la amplia circulación que tuvo en su época entre los círculos comerciales, diplomáticos e intelectuales de ambos países.1 Si bien esta publicación ha sido ampliamente referida como uno de los trabajos intelectuales de Laura Méndez, no ha sido estudiada con suficiente profundidad, posiblemente debido a la dificultad de localizar todos los números que se imprimieron, así como por su compleja composición material y editorial.2
La complejidad para colocar esta revista dentro de alguna categoría hemerográfica específica radica en el carácter misceláneo de su contenido, así como en su elaborada materialidad. A saber, la relación que establecen las imágenes reproducidas con cada uno de los textos pretende ser artística, así se trate de un reporte técnico sobre el funcionamiento de las bombas de extracción de agua o de un ensayo crítico sobre la obra de Clorinda Matto de Turner; de igual forma, los textos tienen un estilo literario. Las reseñas sobre la producción de café, la maquinaria para telas o la venta de caballos cubanos, por ejemplo, aparecen acompañadas de medios tonos y gráficas artísticas. Se trata, pues, de una publicación que cruza la utilidad comercial, política y mercantil con las posibilidades artísticas de las tecnologías de las miradas3 y de los estilos literarios, y esto responde a una intención político-ideológica, a la vez que a una plena ambición intelectual. Como se verá, dicho proyecto editorial nace del interés de fundar una empresa económicamente rentable, que sirviera como plataforma intelectual y de difusión artística a propuestas estéticas ligadas con la consolidación de una burguesía mercantil latinoamericana.4 Precisamente en este aspecto radica la “rareza” de la publicación, pues es evidente que buscó subsanar un vacío ideológico que ligara proyectos estéticos con una forma de liberalismo según el modelo estadounidense.
Respecto a las formas del liberalismo en América Latina y su relación con las producciones discursivas de las artes y la literatura, Beatriz González-Stephan explica que el pensamiento liberal nunca fue una ideología homogénea, pues las peculiaridades históricas de cada región posibilitaron la aparición de un liberalismo romántico liberal, pero también de uno conservador. Mientras el primero se identificó más con el cosmopolitismo europeo, el segundo buscó configurar un imaginario americanista, más arraigado hacia “adentro”.5
A diferencia de lo que sucedió en Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, donde el Estado nación moderno se erigió sobre la base de una revolución burguesa, que tuvo la capacidad de crear la red de un mercado interno y el desarrollo de una industria nacional como factores decisivos para la integración de todas las clases sociales […], las revoluciones de Independencia de la América Hispana sólo lograron una transformación parcial de sus realidades, transformación que operó sobre el cambio de las formas políticas -un aggiornamento institucional- en que se expresaron las tradicionales estructuras sociales y económicas.6
En este sentido, se entiende que la Independencia no significó para la América hispana el triunfo de la burguesía, sino el de una aristocracia conservadora de las formas feudo-coloniales, lo que se vería reflejado en la configuración del sistema literario y artístico. En ese contexto, la revista de Laura Méndez de Cuenca modernizó las formas de producción editorial, en relación con los alcances del mercado, el cual proyecta “hacia afuera”, según el modelo californiano, en aras de entender el liberalismo como la capacidad individual de negociar y establecer redes según los supuestos materiales. La Revista Hispano-Americana estableció, entonces, una importante crítica a la forma en que los gobiernos hispanoamericanos se relacionaron entre sí, atrasando no sólo el desarrollo de la economía sino también el de las artes, al caer en una suerte de “romanticismo ideológico”, alejado de las posibilidades materiales;7 o en una postura conservadora nacionalista, encerrada en sí misma, que privilegiaba las aristocracias latifundistas frente a la burguesía liberal. Esta crítica fundamenta la idea de que el “atraso” de los países hispanoamericanos puede subsanarse por medio de la “colonización” racionalizada de inversores que promovieran una industria civilizadora.
El proyecto editorial y comercial de Laura Méndez de Cuenca
Más allá de que Laura Méndez de Cuenca presenta en su revista una serie de artículos e informes para cartografiar las posibilidades y alcances comerciales entre México, Estados Unidos y el resto del mundo hispánico con costa en el Pacífico (principalmente los países centroamericanos, además de Chile, Perú y Colombia) en un formato embellecido,8 en sus páginas se estaba configurando un imaginario político de los países hispánicos frente al potencial desarrollo industrial de Estados Unidos, en pos de lograr el progreso anclado en el libre mercado entre estos países “atrasados”. La finalidad de este artefacto de la cultura impresa era, precisamente, servir al mito progresista que supone que “civilizar es poblar”. Los mecanismos de la Revista Hispano-Americana para atraer la atención de agentes civilizadores sobre las regiones “subdesarrolladas” no son una incitación acartonada y técnica, sino que se presentan como una galería de imágenes y poéticas que cohesionan las comunidades imaginadas de cada nación,9 a la vez que se brinda información de la potencial explotación económica.
La estrategia comercial funcionó. Toda la revista es en sí misma un ejemplo material del progreso empresarial. El proyecto de Laura Méndez tuvo de inmediato un gran éxito editorial, lo que le permitió no sólo el autofinanciamiento, sino también la construcción de una compleja red mercantil e intelectual que conformó una comunidad imaginada supranacional (Hispanoamérica), cuya imagen simpatizaba con los criterios y valores artísticos que proponía y legitimaba. Esta revista “domestica” los valores de la alta burguesía liberal en función de las ideas subyacentes del valor estético y literario, así como en términos políticos y sociales, lo cual configura toda la publicación en sus posibilidades de relación capitalista y moralmente progresista.
Si pensamos las revistas como formaciones culturales, son a la vez registro, instrumento y estrategia de la construcción de un espacio político.10 Hay en ellas variaciones sobre las acciones del poder público, ya sea con el fin de acercarse o distanciarse del discurso cultural hegemónico. En este sentido, las revistas culturales -entre las que es posible considerar la Revista Hispano-Americana- evocan el clima intelectual de una época. Podemos valorarlas como un mecanismo discursivo que, en diversas direcciones, pretende crear un espacio de confluencias y configurar una inclinación política. La aparición de estos impresos revela la necesidad intelectual de influir en el ámbito cultural; es, como afirma Beatriz Sarlo, una forma efectiva de conspirar, implica que un colectivo enuncie: “cortemos con el discurso el nudo de un debate estético o ideológico”.11
Resulta importante estudiar y analizar las revistas desde la coyuntura en que se producen: analizar la práctica de producción y circulación, y qué es lo que esto determina dentro de su inmediatez.12 Al respecto, un texto editorial señala que el éxito inmediato de la publicación:
nos demuestra que no estábamos equivocados al suponer que la creación de un periódico de información, que estrechara las relaciones mercantiles de California con las repúblicas latino-americanas, respondería á una necesidad urgente. ¿Y qué mejor manera de afianzar los vínculos entre países, que comunicándolos entre sí por medio de referencias que les permitan conocerse recíprocamente, y comprender qué vacíos hay que llenar, qué preguntas que responder, qué trabajos que allanar para que los pueblos muertos despierten á la vida, los terrenos incultos rindan provechoso sustento á la gran hambre universal y las riquezas, egoístamente encerradas en lo más recóndito de la masa terrestre, salgan al haz del mundo convertidas en recompensa del trabajo humano?13
Dadas las características de la Revista Hispano-Americana, debemos analizar extensamente su conformación como espacio intelectual, puesto que tenía la finalidad de configurar un imaginario mexicano e hispanoamericano en función del mercado, y de los alcances y las posibilidades comerciales frente a Estados Unidos, más que literarias o culturales, en virtud de lo que el avance de la industria y la tecnología marítima en el Pacífico permitieran. Tales intereses no fueron ajenos a las políticas del país del norte, que además fue el centro de enunciación no sólo de este impreso, sino de otras publicaciones voceras de las diversas ideas que configuraron imaginariamente la región hispanoamericana.
El estudio de una revista permite tener una plataforma filológica y material para identificar y comparar dichas publicaciones, al igual que la conformación de redes intelectuales a través de agentes constructores de imágenes e ideas. El impreso mismo podría ser pensado como un agente.14 Recientemente, los trabajos liderados por Liliana Weinberg han demostrado la importancia de la exploración de las revistas para la comprensión del campo intelectual de carácter transnacional. Si bien son diferentes las formas de sociabilidad letrada -tales como cartas, viajes, encuentros, debates, circulación de textos, reseñas, discusiones públicas, asociaciones, instituciones, proyectos culturales y editoriales, etc.- que posibilitan la circulación de ideas, “el estudio de los intercambios textuales e intelectuales en revistas permitiría entender la constitución de una ‘inteligencia americana’”.15 El análisis de las redes intelectuales, construidas por medio de la cultura impresa, resulta relevante toda vez que permite examinar los procesos de conformación y consolidación de los imaginarios que dan cohesión a la imagen de una comunidad. Las publicaciones periódicas en general, en este sentido, no sólo pueden pensarse como diagnósticos de una época, sino también como un espacio de construcción de sentidos, de comportamientos y de identidades: de realidades.
Para otros casos de la cultura impresa y letrada, Beatriz González-Stephan, Paulette Silva Beauregard,16 Christopher Conway y Carolina Alzate17 han estudiado esa construcción de imaginarios, que no se da sólo en función de la textualidad, sino particularmente en la relación que el texto establece con las representaciones visuales.18 La Revista Hispano-Americana es un ejemplo concreto de un periodismo moderno que pretende ser profusamente ilustrado. Esta condición visual correlativa y casi inherente al texto publicitario moderno legitima la incorporación de los estudios mediales como parte de la filología. De hecho, Laura Méndez estaba convencida de esto, pues meses antes de la fundación de la revista recomendaba a su maestro Enrique de Olavarría y Ferrari, en una carta fechada el 18 de julio de 1894, tras el cierre de la segunda época de El Renacimiento, que:
intenten hacer para el año nuevo un periódico mensual ilustrado, muy ilustrado de información general acerca de nuestro país; que lo mismo hable de geografía y estadística como de industria, literatura y toda clase de artes así liberales como bellas. Usted, mi querido amigo, es tan inteligente y erudito como emprendedor y laborioso; y yo tengo para mí que de esos hombres son los que necesita México para desarrollarse, y esos también son los únicos capaces de medrar en nuestro país tan rico en elementos materiales como pobre en actividad y diligencia de sus hijos.19
Méndez de Cuenca tenía una noción clara del periodismo moderno basado en su materialidad -la efusividad de imágenes con el cruzamiento general de información útil y científica: como las estadísticas e informes técnicos-, y que mostraba su interés en establecer una relación de igualdad, neutralidad, en las artes liberales y las artes bellas, que apenas medio siglo atrás se vieron separadas por las inquietudes estéticas y la problematización filosófica de la belleza frente al valor capitalista.20 La escritora mexicana también manifiesta su convicción de que es el periodismo, no la literatura, lo que puede propiciar el desarrollo de las regiones. Así pues, la conjunción intencionada de realizar un periódico con dichas características tendrá su concreción en una materialidad profusamente ilustrada. De manera acertada, Pablo Mora señala que la autora entendía que las formas de relaciones humanas modernas estaban en estrecha relación con la idea de modernidad comercial:
De entrada, hay que reconocer que el proyecto periodístico de Laura se caracterizó por fomentar el intercambio y el interés comercial y cultural entre empresarios y lectores norteamericanos y las repúblicas hispanoamericanas, así como también buscó ese fortalecimiento a través de una empresa editorial profesional en un momento de cambio marcado por la construcción y consolidación hegemónica de los Estados Unidos de Norteamérica.21
La idea de modernidad que subyace en la propuesta editorial de esta revista es, sin duda, el liberalismo, pero no se trata de aquél que garantizaría el progreso gubernamental, cifrado en un solo hombre, como el gobierno de Porfirio Díaz -aun cuando su figura se exalte en las páginas de la Revista Hispano-Americana-, sino de un liberalismo organizado en las lógicas del libre mercado, al que las artes y la literatura no deberían ser ajenas. Este progreso orientó todos los esfuerzos hacia el “futuro”, cuyo motor -la ciencia y el mercado- fue entendido como un fin en sí mismo, más que el medio. Al respecto, un editorial de la Revista Hispano-América señala: “Many of our manufactures and dealers view with apprehension the unsettled political condition of the southern republics, and hesitate to solicit business there on that account. Many others have experienced losses in honest effort to extend trade in that direction without the facilities for obtaining proper information about their clientage”.22 Habría que enfatizar que el impreso, al dirigirse a dos públicos comerciales -el hispanoamericano y el estadounidense en San Francisco, California-, no siempre mantuvo el formato bilingüe, por lo que da la impresión de que su objetivo fue sobre todo el sector hispano. La autora comenta esta cuestión con Olavarría y Ferrari, en carta del 9 de abril de 1895:
Si a Usted le conviniere ser nuestro agente, le mandaré la lista de los suscriptores que ya tenemos para que proceda a cobrarles. Todos ellos son ó ricos ó bien acomodados. La comisión por cobranza es el 5%; en cuanto a la situación del dinero ya le diremos a Usted porque aún no hemos fijado nada sobre el asunto.
[…] De cuatro mil ejemplares que tiramos vendemos unos 30 en San Francisco, cosa de 120 en el resto de país y lo demás en Centro y Sudamérica.23
La intención de presentarla como una publicación bilingüe -objetivo que no se cumple-, dirigida a los inversionistas estadounidenses, bien pudo tener la finalidad de atraer, en realidad, el interés de los gobiernos de diferentes lugares de la región hispanoamericana, para que desarrollaran políticas mercantiles afines al libre mercado. En el editorial de febrero de 1895 se destaca: “The only Illustrated Journal on the Pacific Coast Published in the Spanish Language. Devoted to the development of the trade of the Pacific Coast with the Republics of Mexico, Central and South America”. De allí que visual y textualmente se promueva la ciudad de San Francisco como un lugar ideal para la inversión, y que se representen los paisajes hispanoamericanos como espacios en estado natural, por no decir salvaje. Cabría señalar que esta estrategia mercantil resultó sumamente acertada, pues al atraer la atención y el interés empresarial sobre San Francisco se asumió, necesariamente, que los eventuales tratos se harían por medio de la Hispano-America Company -fundada por Laura Méndez a partir de la publicación de la revista-, que brindaba los servicios de traducción, asesoría legal, diligencias y enseñanza de inglés para hispanohablantes: “To intelligently explain the great superiority we thus enjoy over all competitors; to demonstrate by our market and trade information that it is to the best interest of our southern neighbors to do all their business with us, and to keep and extend what we already have will be the paramount object of this periodical”.24
Aunque se sabe poco sobre el día a día de Laura Méndez en este primer periodo en Estados Unidos, cabe puntualizar que la directora de la Revista Hispano-Americana fue una de las primeras mexicanas del siglo XIX en emprender la actividad de editora y escritora desde el extranjero.25 Su proyecto editorial en San Francisco es un ejemplo claro de su idea de progreso y modernidad. Mora agrega que el “autodestierro” fue una forma de supervivencia ante la precariedad laboral y la situación moral en la sociedad mexicana, además de un gesto de rebeldía. Sus colaboraciones en diversos medios mexicanos durante esa época (1891-1989) marcaron “el cambio hacia un periodismo moderno que estuvo encabezado por la oferta editorial de empresas periódicas como las de Rafael Reyes Spíndola”, desde El Mundo Ilustrado hasta El Imparcial. El investigador señala, además, que la renovación del periodismo se debió, en parte, a la desaparición en México de El Siglo Diez y Nueve (1841-1896) y El Monitor Republicano (1846-1896), representantes del periodismo consolidado como nacional pero, en este sentido, habría que preguntarse si no fue la misma Méndez un agente de cambio en el quehacer periodístico mexicano gracias a sus redes. Mora muestra que la poeta mexiquense participó como colaboradora en el Examiner (fundado en 1863), diario de San Francisco que fue también referente para Reyes Spíndola al realizar su empresa editorial. Asimismo, la estancia de Laura Méndez en Estados Unidos estuvo marcada por las disputas por “el control hegemónico de los espacios comerciales y culturales en América”; para muestra basta la lucha separatista de Cuba, el IV Centenario del Descubrimiento de América (1892) y la Exposición Universal de Chicago (1893).26
No es extraño, entonces, que la Revista Hispano-Americana gozara tempranamente de los rasgos de un periodismo industrial, cuyo propósito en específico era lograr una efectiva comunicación entre México, América Central y Sudamérica, al ser procedentes de “una misma raza” y enlazar fuerzas con el Estado de Oro, para imprimir en toda la costa occidente “una actividad vivicadora, que redunde en bien de los pueblos que la habitan”.27 Los empresarios estadounidenses estaban especialmente interesados por el comercio con México y Centroamérica, por eso, esta revista se ocuparía de dar información sobre los terrenos de inversión y de los productos que ofrecían las diferentes empresas, así como de solucionar sus necesidades. Resultaba urgente interesar a los gobiernos de la región hispanoamericana en promover la inversión con el país del norte, tal como se manifiesta en el artículo sin firma, aunque presumiblemente escrito por Laura Méndez, “El canal de Nicaragua”, el cual relata la historia de los planes para abrir un cruce entre el Pacífico y el Caribe por ese país centroamericano, desde Luis Napoleón hasta Cleveland. La redacción del documento insiste en el interés que los norteamericanos tuvieron siempre en este proyecto: “en 1852, primero, y más tarde en 1872 y 1873, el gobierno de los Estados Unidos mandó hacer por su cuenta algunas exploraciones de las que resultó que la idea del canal volviera á ser empeñosamente agitada y que en 1879 el conde de Lesseps iniciara entre sus compatriotas el pensamiento de la canalización”.28 Pero como el gobierno de Nicaragua negó las licencias, la propuesta se orientó hacia Colombia, en la región de Panamá:
que más tarde había de dar que decir tanto al mundo entero. Por fin en 1880 se formó en Nueva York una sociedad compuesta por los generales Grant y McClellan, el almirante Ammen y otros, y obtuvo el gobierno de Nicaragua la tan deseada concesión, siendo presentado ante el congreso de los Estados Unidos, por el senador Mill, el proyecto de canalizar bajo auspicios del gobierno y aunque se obtuvo la mayoría de la asamblea, rodó por falta del número de votos requeridos para su aprobación.29
Este artículo apareció acompañado de una fotografía aérea en medios tonos del canal de Panamá, cuyo emplazamiento en la página es significativo, ya que permite observar la facilidad para realizar dicha construcción debido a la geografía hídrica de la región. Más adelante, en un informe detallado sobre las condiciones de la zona, titulado “República de Colombia”, se reproduce un collage de fotografías panorámicas de Panamá, en el que se muestra su pobreza de infraestructura, el estado salvaje de la naturaleza y los pocos recursos humanos. De forma enfática se dirige a los virtuales pobladores del lugar, quienes habrían de civilizar “aquellas tierras prometidas”, ya que se buscaba “enviar á la república de Colombia capital y brazos, dos elementos de que totalmente carece, en tanto que los Estados Unidos abundan en ellos, daremos á conocer de los futuros colonos, aquella tierra prometida empezando por describirla geográfica y topográficamente, antes de entrar en más amplios pormenores acerca de su modo de sér moral y civil”.30
La economía en Colombia resultaba deficiente por la falta de una infraestructura que concentrara todas las producciones de su riqueza natural en ciudades marítimas, como en la región del Chocó, por lo que los gobiernos, a juicio del articulista anónimo, deberían invertir en el desarrollo de los medios de transportación terrestre -el ferrocarril- y marítima -puertos-, para atraer con ello la inversión de empresarios estadounidenses y europeos, cuyos capitales resultaban desbordantes y despreciados por no poder dar “vida á la agricultura y animación á aquellas magestuosas soledades, haciendo correr en todas direcciones la régia locomotora”.31 Además:
Lástima grande que tan innumerables riquezas naturales estén estancadas en el punto de su origen por la falta de comunicación. Colombia carece de vías terrestres rápidas y cómodas: apenas si hay allí ferrocarriles, y ninguno de los pocos que existen alcanza á más de cincuenta millas. Otra será la suerte de la república cuando el canal de Panamá sea un hecho y la locomotora serpee por el interior del país.32
No deja de causar asombro la astucia geopolítica y la audacia de esta nota, pues al configurar imaginativamente la comunidad colombiana como un territorio con atraso político, más que una crítica a su gobierno, está legitimando una arista del liberalismo americanista fundado en la doctrina Monroe. El progreso industrial se presenta como alternativa de civilización, lo cual, en efecto, queda en evidencia en los propósitos y la materialización de la Revista Hispano-Americana, ya que no sólo se exalta la información “valiosa” para los inversionistas, con una bella redacción, sino que también se le da un lugar preponderante a la representación visual, con lo cual es posible advertir en esta publicación un refuerzo en la formación de imaginarios. Esto podría explicarse en la correspondencia que la misma Laura sostuvo con Olavarría y Ferrari:
El secreto para vender mucho es vender barato y si Ustedes cobran tres pesos por año solamente, creo fácil situar en los Estados Unidos millares de suscripciones porque aquí el país, aunque riquísimo, está decadente y todos los capitalistas movidos por la ambición tienen los ojos puestos en México y buscan con avidez una fuente donde beber información acerca del país. […] Que la empresa es ardua y difícil lo sé; que con los lectores de allá no se puede contar lo sé también; pero hay entre los nuestros un filón inagotable y este es el que se debe explotar: la vanidad.33
Esta conciencia sobre el papel que jugaba la imagen, y la representación del sujeto burgués en la prensa, permite comprender lo que la directora de la revista entendía por modernidad, una noción orientada a servir a los intereses capitalistas. La exaltación del “yo”, de la “vanidad”, hunde sus motivaciones en la invención de la visualidad subjetiva, en relación con la fotografía y su afectación en la discusión estética y la representación artística.34 Como señala Walter Benjamin, la invención de la fotografía en 1839 no sólo coincide con el inicio de los movimientos socialistas y con la ruptura del aura por la reproductibilidad de las imágenes,35 sino que también concurre con la apertura de la primera línea comercial de buques de vapor para pasajeros en viajes trasatlánticos y, un año después, con la primera emisión del timbre postal, cuya imagen inaugural fue la de la reina Isabel.36
La fotografía autorizó la democratización del retrato, al grado de que el acceso a la representación y a la posesión de la imagen de uno mismo exacerbó el sentimiento de la propia importancia, y democratizó el deseo de aprobación social. Respecto a la explotación de la vanidad, la estrategia publicitaria de la Revista Hispano-Americana fue la descrita en una nota:
Completamente allanadas las dificultades que se nos presentaban, podemos ofrecer á nuestros lectores el regalo que hemos hablado en nuestros dos últimos números. Dicho regalo consiste en un millar de fotografías del tamaño de una estampilla de correo, por ahora, sólo de algún retrato ó imagen que gusten enviarnos, juntamente con un peso oro americano además del valor de la suscripción por un año á nuestro periódico.37
Algunos de estos retratos fueron reproducidos en las páginas de la revista utilizando la técnica de medios tonos, que usaban para dar un rasgo artístico a las ilustraciones publicitarias o acompañantes de algunos textos de carácter técnico. La dimensión teórica e interpretativa que estas imágenes refuerzan en una dirección, en relación con los textos, y su influjo sobre el imaginario, posibilita además el estudio de la aparición de nuevos géneros que trasgredieron los límites tradicionales, bajo la legitimación de la estética como soporte y respaldo de toda manifestación material del “bello ideal” tradicional.38 En el caso de la Revista Hispano-Americana, más que nuevos géneros, se trata de la posibilidad de presentar el arte no al servicio del mercado, sino en una relación mutua de proyección; lo que traería, en consecuencia, la construcción de un inconsciente visual determinado por los medios periodísticos -en su complejidad- y la aparición de estas “impresiones”, “instantáneas” o “medios tonos” como mecanismos de consolidación de imaginarios.39
En la medida en que el lenguaje literario se intercepta con la imagen y la mente, lo visual se ve enriquecido por diversas formas discursivas.40 La fotografía y otras formas de la reproducción de la imagen vencieron los límites de las miradas que pudieran ser parciales y se revistieron con la autoridad de una imagen centralizada.41 La centralidad de la imagen no sólo desarrolla los dispositivos de las tecnologías de la mirada como formas de disciplinar los cuerpos, también representa una condición de los sujetos para identificarse como modernos.42
Las revistas ilustradas que se inscriben en una idea de periodismo moderno, sobre todo aquellas que enfrentan un contexto cultural positivista a finales del siglo XIX, funcionaron como espacios de experimentación y reconfiguración visual e intelectual.43 Las categorías organizadoras entraron en crisis ante el rompimiento de límites genéricos y definitorios, de manera que se realizó cierta reformulación artística a partir de estos. Si bien las ilustraciones acompañaron las producciones hemerográficas y bibliográficas desde comienzos del siglo XIX, la posibilidad de incorporar más imágenes, incluso a color, al avanzar el siglo, dio pie a una compleja composición de elementos en la “puesta en página”; por tanto, las posibilidades hermenéuticas rebasaron lo meramente textual. Tal disposición de elementos resulta significativa por sí misma, pero cobra mayor dimensión si se piensa en relación con la propuesta de análisis de Annick Louis respecto al “contexto de edición” y el “contexto de publicación” de todo el soporte.44 La prensa finisecular materializa, gracias a las posibilidades técnicas de representación visual y a la disposición de elementos, la triangulación tecnología-percepción-cultura,45 concibiéndola como una intersección dinámica, que puede ser interpretada como un sismógrafo de su época.
La redacción de la Revista Hispano-Americana, sabedora de la importancia de darle un lugar preponderante a la imagen, señala, por ejemplo, que ha sido gracias a esta publicación que se ha logrado impulsar el comercio y las relaciones políticas entre naciones, pues mostró a cada una que no se trataba de “cuevas de bárbaros” -evidencia de cierto desconocimiento por parte de Méndez de Cuenca sobre los países latinos-.46 En el número de mayo de 1895 se da a conocer una edición especial que se desarrollará en junio:
El objeto de esta edición especial es intercalar enstre [sic] el material acostumbrado algunas páginas de información acerca de Colombia, Guatemala y México que hemos recibido de nuestros corresponsales, ilustrándolas con primorosas vistas de esos países, é introducir una sección en inglés, que de tiempo en tiempo daremos á luz, para que los productores y comerciantes de este litoral se hagan cargo del contenido de nuestro periódico.47
Las “vistas” tenían el objeto de mostrar el potencial de explotación de la región, a la vez de insistir en que estos paisajes no eran dichas “cuevas de bárbaros”, y alimentar la “vivísima curiosidad por ver claro quiénes son los consumidores de los productos que de aquí se exportan cada vez en aumento”.48 Si bien toda publicación periódica resulta evidencia y fuente documental de los procesos culturales que transforman no sólo la labor intelectual y, en el caso de la ilustrada, también lo visual, las publicaciones finiseculares tienen la peculiaridad de establecer límites interpretativos más complejos, toda vez que la noción estética estuvo basada en el subjetivismo idealista y no en preceptos de orden religioso o nacionalista. La fotografía como arte, por ejemplo, cobra legitimidad en las revistas culturales. De hecho, con esa asignación, esta actividad se vuelve susceptible de ser instrumentalizada con fines ajenos a su condición estética, ya que la representación “realista”, o excesivamente subjetiva, da forma a las “comunidades imaginarias” que imantan la idea de nación.
En este sentido, más que recurrir a los estudios intermediales, conviene partir del análisis de la materialidad, entendiendo que la relación texto e imagen configuran otra forma de significación, para estudiar la complejidad de publicaciones que, como la Revista Hispano-Americana, se enfrentan a las exigencias de un mundo poblado de “todos los capitalistas movidos por la ambición”.49 Laura Méndez de Cuenca, entonces, aprovecha la economía protestante para construir una empresa de servicios editoriales y mercantiles al servicio del desarrollo de México, que gobernaba Porfirio Díaz, y de otros países afines a las políticas liberales de las repúblicas.50 La prensa establece una disposición discursiva a manera de almacén de imágenes y polémicas;51 es un repositorio textual y plástico que adquiere una orientación histórica global. En el vasto campo de los estudios literarios, el análisis de la prensa ilustrada es un punto clave del ejercicio interdisciplinar, cultural y artístico de perspectiva histórica y filosófica (particularmente estética).
La importancia de estudiar la materialidad, o los soportes,52 radica en las posibilidades de interpretación. Las estructuras de una revista no son nociones que se puedan entender por separado, pues en su forma dinámica de vincularse forman un todo autónomo que es el impreso mismo. La práctica de producción designa todo aquello que tiene que ver con la construcción de la publicación: la financiación, el proyecto intelectual, las afiliaciones o afinidades intelectuales, o con una tradición. El estudio de la materialidad discursiva no implica estudiar las obras aisladas de su horizonte de enunciación, sino en “tensión” con él. Es a partir de una publicación como la Revista Hispano-Americana que resulta posible reconstruir el establecimiento de redes intelectuales que constituirán, en algún momento, instituciones y políticas culturales.
Si se acepta la propuesta de que una publicación periódica conlleva su propio marco de legitimidad y el lugar específico de la construcción de la idea de intelectual, podemos afirmar que tiene un carácter programático, cuyo papel, diría Horacio Tarcus, es el de intervenir en los debates culturales, buscando establecer una agenda cultural. En este sentido, las revistas pueden ser pensadas como espacios de sociabilidad, “macrotextos” que dan cohesión y visibilidad a un proyecto intelectual -más allá del ámbito en el que se inscriba-.53 Así, son espacios de construcción de redes, cuyas posturas estéticas se debaten por un lugar y cierta legitimidad en el campo cultural, por tanto, son el marco que da cohesión y proyección a los autores, ideas, propuestas e imágenes insertados en sus páginas, y el análisis material de estos elementos permite dilucidar las ideas que subyacen sobre arte y literatura, para el caso de publicaciones como la Revista Hispano-Americana.
El soporte material es, entonces, un elemento más en la conformación de dicha agenda en la que se construyen no sólo redes, críticas, políticas, historiografía, cánones estéticos y prácticas sociales, sino también mecanismos editoriales, estrategias de mercado y formas de circulación que señalan aspectos propios de las prácticas letradas. En palabras de Alexandra Pita, lo que conjuga una revista, el soporte en su totalidad, define las formas del quehacer literario, toda vez que es “una estructura material esencial de sociabilidad” que muestra las dimensiones culturales y políticas de un proyecto.54 Por su parte, Dosse señala que en las revistas “hay una analogía estructural, un movimiento de convergencias y confluencias activas; son soportes esenciales del campo intelectual”,55 por lo que es posible estudiarlas en su conformación global. Así analizadas, en su construcción compleja, forman parte de la historia intelectual en la medida en que enriquecen el estudio de una época, de los supuestos y alcances culturales, ya que permiten ver la estructura de una red. Son a la vez registro e instrumento de la construcción de ese campo intelectual, de tal manera que se establece una necesidad de continuidad que haga posible su reconocimiento en el mundo literario, al cual pertenecen, se acercan o distancian, dando continuidad a las formas y estrategias de sociabilidad.56
La Revista Hispano-Americana de Laura Méndez de Cuenca, que nació con el propósito doble de servir de plataforma para los intereses comerciales y los culturales, comenzó a construir una idea del capitalista burgués, dictando lo que éste debería entender como elementos artísticos al servicio de sus propios intereses, sin por ello descartar la reflexión crítica ni la apreciación estética. El impreso mismo, en toda su estructura, es una muestra de esta finalidad. Se imprimía en papel satinado, en formato tabloide, con diseños en varios tonos y tintas, y reproducía grabados y fotografías de alta calidad. En las páginas dedicadas a los anuncios aparece la información de la empresa dedicada a ilustraciones e impresiones de J. D. Hammond, la cual tiene por eslogan: “Printing. In all its branches. We Print Revista Hispano-Americana”. Lo mismo sucede con la compañía San Francisco Photo Engraving Co., cuya publicidad reza: “Se encarga de hacer diseños, iluminaciones, medios tonos en zinc ó cobre, gravados [sic]al agua fuerte en zinc, y toda clase de trabajos artísticos para el comercio […]. Mándese 15 centavos y se remitirá Nuestro Catálogo primorosamente Ilustrado […]. Se mandará precios á quien los pida […]. Véase como muestra las Ilustraciones de este Periódico”.57 Y, en efecto, la mayoría de las fotografías y los medios tonos que aparecen en la revista están selladas, a manera de firma o marca, con las iniciales de la empresa -“SF Photo Eng.”-, incluyendo la imagen del general Porfirio Díaz. Cabe adelantar que esta compañía sería la última propietaria de la revista. En ese espacio publicitario, entre anuncios sobre molinos, sellos, mangueras, hules, cueros, caballos cubanos, molinos de viento, maquinaria para la fabricación de azúcar, para aserrar, etc., aparecen los servicios editoriales de la Revista Hispanoamericana-Company, de la Sociedad Mexicana de Señoras de Beneficencia Mutua o del Almanaque Histórico y Monumental. De Artes y Letras para 1895, publicado por Manuel Caballero.
En la búsqueda de la neutralidad entre las artes liberales y las bellas artes, la revista publica un artículo en el cual se describe un nuevo procedimiento fotográfico desarrollado por Luis Thors. El texto destaca la importancia del desarrollo científico que permite y potencia la representación artística, y agrega que se trata de “un paso adelante del arte de la fotografía. Hemos visto trabajos de dicho caballero y no vacilamos en recomendar á las señoras y caballeros de paso en este puerto, que antes de proseguir su viaje, visiten la galería del inteligente artista”.58
Desde enero de 1895 hasta julio de 1896 Méndez a la cabeza de la Revista Hispano-Americana, tuvo diferentes socios y jefes de redacción que imprimieron rasgos políticos y culturales en sus páginas. De enero a marzo de 1895, el administrador de la publicación fue el entonces cónsul argentino José L. Schleiden, quien prestó las oficinas del Consulado para esa gestión. Durante ese periodo, el foco de interés cultural y, sobre todo, comercial, estuvo en el Cono Sur. Laura Méndez solicitó al mexicano Francisco Sosa -entonces miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española- la elaboración de un trabajo crítico sobre los escritores del sur de América. Dicho ensayo, titulado “Escritores y poetas sud americanos”, que se reprodujo en el primero y segundo números, se centró en la tradición de la poesía liberal argentina, particularmente en los trabajos literarios de Bartolomé Mitre y en el influjo político de su poética, esto es, la función de la poesía en la configuración política de una nación.
Tal interés, aunque se relaciona con la nacionalidad del jefe de redacción, no se justifica dentro de las políticas culturales de la publicación, por lo que la mención y análisis de la literatura argentina a lo largo de tres números puede entenderse como proyección de modelos de desarrollo cultural, comercial y político, una suerte de estandarte de la literatura hispanoamericana. Intelectualmente, tanto Francisco Sosa como Laura Méndez de Cuenca estaban vinculados a la tradición literaria porfirista de carácter academicista. Ambos rechazaron las expresiones decadentistas y modernistas, y se inclinaron por una idea de literatura intelectual, comprometidos con una política de Estado. De esta manera, la idea de literatura que subyace en la revista es más cercana al romanticismo de rasgos nacionalistas que al de tinte modernista. Para Sosa, el valor de la poesía de Mitre es:
la de ser esencialmente nacionales, ó lo que es lo mismo, estar impregnados de ese sabor local sin el que la obra poética no puede contribuir á la formación de la literatura particular de un pueblo. Es digna de citarse, para enseñanza de la juventud, la breve exposición que Mitre hace de la manera con que á su juicio deben los poetas ejercitarse en este género: “Las costumbres primitivas y originales de la Pampa -dice- han tenido entre nosotros muchos cantores, pero casi todos ellos se han limitado á copiarlas, en vez de poetizarlas, poniendo en juego sus pasiones modificadas por la vida del desierto […] elevando al rango de poesía una jerga, muy enérgica, muy pintoresca y muy graciosa para los que conocen las costumbres de nuestros campesinos, pero que por sí sola no constituye lo que propiamente puede llamarse poesía. La poesía no es la copia servil, sino la interpretación poética de la naturaleza moral y material, tanto en la pintura de un paisaje como en el desarrollo lógico de una pasión ó de una situación dada”.59
Los inicios de una revista dicen mucho, quizá incluso más que los editoriales. Entonces, esta aparente contradicción en las políticas editoriales de la Revista Hispano-Americana, al centrarse en Argentina, que tampoco tiene salida al Pacífico, en realidad señala la idea que tenían de literatura, de escritor y de intelectual hispanoamericanos. La revista legitima una noción de cultura escrita siempre al servicio de una “literatura nacional”, esto se expresa cuando Francisco Sosa se centra, sobre todo, en analizar la “poética” de Mitre como un rasgo propio de la poesía hispanoamericana: un correlato de las políticas del Estado. El crítico mexicano argumenta que en su poemario Rimas, Mitre fundamentó las bases poéticas y políticas de la nación argentina, tal como en su momento lo haría para México el liberal radical Ignacio Manuel Altamirano. Sosa señala: “aunque dejó muy temprano de escribir versos, y su lira fué más bien una arma de combate que un instrumento artístico, precisamente por ésto, su obra poética es una página de la historia revolucionaria siéndolo á la vez de la literatura nacional”.60 Además, de esta forma, la publicación se legitima como un órgano crítico de la intelectualidad hispanoamericana, toda vez que entiende la literatura como una acción política, y esto como un rasgo propio de la creación literaria en nuestros países, sin abandonar el carácter estético, pero alejado del “arte por el arte” del modernismo. Busca representar una imagen del intelectual en Hispanoamérica, pero en especial del subcontinente; una distinta a la decadentista, en boga en ese momento.
En marzo de 1895, en la sección Literatura, se reprodujeron fragmentos de una carta de Ricardo Palma enviada a Román Pacheco -fechada el 2 de octubre de 1804, lo que presume un error de la edición-, en la cual comenta cómo supera su propia escuela literaria y va afianzando otra “que no responde á ideales americanos ni significa gran cosa en las aspiraciones de la época. Los parmesianos […], los modernistas, los decadentes, los simbolistas y demás sectarios de escuelas malsanas, tienen mucho de neuróticos. Son escuelas que han nacido enfermas, como las califica Núñez de Arce”.61 Considera un genio a Rubén Darío, pero los imitadores le resultan risibles, pues deberían buscarse una “fisonomía propia”, y agrega:
En las repúblicas de Centro América, como en las de Colombia, en Cuba, en el Perú, en México, por todas partes, en fin, ha cundido esa filoxera de la poesía extravagante puesta á la moda por media docena de poetas franceses […] esa poesía palabrera é insustancial que reniega de las creencias más consoladoras para el espíritu y de los ideales más levantados para la inteligencia. Como el realismo de Zola, con todas sus asquerosidades de lupanar y de hospital, pasará de moda.62
Por otra parte, Mora apunta que un rasgo de la personalidad de Méndez era, sobre todo, la actitud crítica ante la actividad artística,63 puesto que entabla una clara distancia de la adopción de poéticas por mera pretensión o deseo de figurar como moderno. La autora critica el americanismo adoptado por Reyes Spíndola en una carta a Olavarría y Ferrari: “Habrá usted notado que en El Mundo hay ciertas tendencias de americanismo gringo y que el vocabulario inglés sustituye en mucho al de nuestro gallardo y hermosísimo idioma”.64
En marzo de 1895, Laura Méndez compró los derechos de la revista y, mediante un acta constitutiva, fundó una empresa editorial de traducción, edición, y asesoría comercial y literaria para los hispanoamericanos que quisieran publicar o publicitarse. De acuerdo con el testimonio de la propia autora, pero además manifestado en el acta constitutiva de la Hispano-Americana Company, la publicación alcanzó una renta mensual de mil dólares. Desde ese momento hasta julio de 1895, la compañía estuvo administrada por Jonas Weyl, y la revista por Harold Howard -catedrático de la Universidad de Berkeley y especialista en política latinoamericana-; y desde ese punto, la revista volcó todo su interés en la búsqueda de un “istmo” comercial y cultural entre el Caribe y el Pacífico; esto no sólo en un sentido geográfico, sino también conceptual. Al inicio, la atención estuvo, naturalmente, centrada en los proyectos ferroviarios del Istmo de Tehuantepec, no obstante, muy pronto la mirada se dirigió a Centroamérica. El interés geopolítico se concentró en la región de Panamá, entonces perteneciente a Colombia.
De acuerdo con lo manifestado en la revista, la razón para cambiar de socio fue que el cónsul argentino impedía el natural desarrollo de la publicación: “como para corregir ciertos abusos de administración que impedían la marcha regular de la Revista Hispano-Americana hemos tenido que dar á nuestra empresa una nueva organización, los pasos necesarios á este fin nos han quitado mucho del tiempo que reclaman las labores de nuestro periódico”.65 Páginas más adelante advierte: “Habiendo D. J. Schleiden sustraído de nuestra oficina parte de la correspondencia del periódico, no nos será posible servir muchas de las suscripciones perdidas últimamente á menos que las personas nos repitan sus órdenes”.66 Tal historia de robo y despojo fue una constante en la historia de esta publicación. Desde diciembre de 1895, Thomas Savage -excónsul cubano- se convirtió en el principal socio; y a partir de enero de 1896, Howard figura como un analista político de la sección en inglés. Este cambio marcaría el fin de la publicación, pues en junio de 1896 Savage aprovecharía un vacío jurídico en el acta constitutiva de la empresa de Laura Méndez para cambiar a su nombre el registro mercantil, lo cual implicó que tanto la corporación como el archivo y la publicación pasaran a estar bajo su dominio, dejando completamente fuera a su fundadora. La autora comentaría el suceso en una carta a Olavarría y Ferrari del 25 de agosto de 1896:
La causa de mi tardanza en contestar esta tiene que referirse a un golpe que mi apreciable socio me dio en la chapa del alma, quedándose con el periódico y sus pertenencias todas, por haber yo confiado en su lealtad y descuidado el contrato de sociedad. Esto aconteció el 30 del pasado, y de entonces acá no he dejado de hacer diligencias del cliché prometido, que aunque me aseguran que me lo darán, no lo han hecho hasta hoy, lo cual mucho me apena pues quería yo mandárselo a Usted.
El suceso a que me refiero me ha dejado completamente en la calle, por haber venídome de golpe completamente inesperado.67
Desde el número de julio de 1896, Méndez de Cuenca no figura en ningún lugar de la revista y la dirección aparece a cargo de Hispano-Americana Company, suscrita a San Francisco Photo Engraving Co.; sin embargo, ni el formato ni los contenidos se vieron alterados a lo largo de los 6 números restantes del año. Según escribió en la carta citada, la escritora se enfrentó al despojo de su proyecto, y al de todos sus bienes.
Cabe señalar que el análisis aquí presentado concierne a los primeros números de la publicación, pues sus características materiales y textuales corresponden a diferentes etapas, según los intereses de los redactores; es decir, el cambio de la administración y de socio editor implicaron transformaciones importantes en el impreso, las cuales serán abordadas en otro momento. Tales cambios fueron observados también por Laura Méndez de Cuenca, quien manifiesta su impresión al respecto en otra carta dirigida a Olavarría y Ferrari:
Es el caso que he ganado con el cambio de socio en la Empresa de la Revista y queriendo dar nuevo impulso y mayor extensión a nuestros negocios, nos proponemos nombrar agentes en las diversas repúblicas hispano-americanas, que nos busquen suscripciones, avisos, trabajos tipográficos, litográficos, el llamado medios-tonos grabados en madera y otros; damos del 25% al 30% de comisión y garantizamos la calidad de nuestras obras.68
Conclusiones
La Revista Hispano-Americana surgió con la intención de unir comercial y culturalmente a los países con puertos en el Pacífico, pero muy pronto centró su política editorial en aspectos geopolíticos relacionados con los intereses comerciales de sus socios y suscriptores. Es importante señalar que la configuración de redes comerciales e intelectuales de esta revista adquirió cierta materialidad en las ilustraciones y la información de sus textos, por lo que es posible recrear una cartografía imaginada de las comunidades hispanoamericanas. Además de la conjugación de las artes nobles y las artes liberales, y la pretensión de neutralidad estética en la medida en que lo bello podía resultar también útil, habría que destacar la construcción imaginativa de los territorios hispanos como campos vírgenes para el desarrollo capitalista de los inversionistas estadounidenses.
Si bien la dirección de la revista manifiesta interés en que se establezcan relaciones comerciales entre México y Estados Unidos, principalmente, es evidente en sus páginas que la construcción de la imagen de México dista mucho de la del resto del mundo hispánico, particularmente de Colombia o Nicaragua. Este aspecto pareciera indicar que la revista buscaba instaurar dentro de las hegemonías discursivas, las políticas liberales del gobierno de Porfirio Díaz. El país es presentado como un terreno intermedio -un “entre-espacio”- entre la capacidad de inversión y un territorio civilizable.
En este sentido, la postura política de la revista, en toda su configuración material, pareciera estar orientada a reivindicar y legitimar un liberalismo norteamericano muy cercano a los postulados de la doctrina Monroe, y significativamente alejado de los liberalismos hispanoamericanos: del romántico y del conservador, pues la revista no está orientada o dirigida a Europa, sino que todo el impulso editorial parece concentrarse en generar escenarios plausibles para propiciar relaciones comerciales entre los países subdesarrollados y la potencia económica naciente para así mejorar las condiciones de la clase burguesa mercantil que garantizaría la verdadera revolución industrial en estos países cartografiados.
Hay, entonces, una conciencia de la utilidad política de la publicación, en la que la relación entre texto e imagen sirven para reforzar esa configuración de imaginarios, ya sea la precariedad o la riqueza de las regiones “vírgenes” y de sus pobladores, con el propósito de presentar territorios, por ejemplo San Francisco o Ciudad de México, como espacios modernos, generadores de literaturas y críticas literarias, sitios propicios para el desarrollo de las nuevas artes que lograron neutralizar, en las páginas de la prensa, las nociones radicales -y conservadoras- de la discusión estética de la época. Esta publicación revela, en sí misma, la coyuntura para la nueva distribución de la sensibilidad, tanto en un sentido artístico como en la percepción política del “yo” burgués.