SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.55 número154El “inevitable” futuro urbano: ¿realidad o diseño?El paisaje natural y los jardines en la vida de las ciudades índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Revista de filosofía Universidad Iberoamericana

versión On-line ISSN 2954-4602versión impresa ISSN 0185-3481

Rev. filos. Univ. Iberoam. vol.55 no.154 Ciudad de México ene./jun. 2023  Epub 17-Mayo-2024

https://doi.org/10.48102/rdf.v55i154.171 

Dossier

Territorio y urbanización: aproximaciones al espacio mundial poscapitalista

Territory and urbanization: approaches to the post-capitalist world space

*Investigador y docente en la Escuela de Arquitectura del Instituto Tecnológico de Massachusetts. roisalgueirobarrio@gmail.com


Resumen

Este artículo explora el valor que las nociones y estrategias espaciales pueden tener para transitar hacia una sociedad poscapitalista. La expansión planetaria del capital, conocida habitualmente como globalización, ha estado acompañada por la extensión planetaria de la urbanización, hasta el punto de que ambas resultan inseparables. Como ha sido reiteradamente teorizado por geógrafos y urbanistas como Henri Lefebvre, David Harvey o Manuel de Solà-Morales, la urbanización no es una súper estructura cultural, sino un factor de producción que ha actuado como motor fundamental del desarrollo capitalista. La posibilidad de una sociedad poscapitalista requiere, por lo tanto, cuestionar la idea de urbanización y desarrollar categorías alternativas. Este artículo examina la noción de territorio y el valor del diseño territorial como agentes de cambio que permiten desarrollar una biopolítica positiva y nuevos vínculos entre condiciones y singularidades locales, procesos y problemas globales.

Palabras clave: poscapitalismo; urbanización; territorio; globalización; biopolítica

Abstract

This article explores the value that spatial notions and strategies can have to move towards a post-capitalist society. The planetary expansion of capital, commonly known as globalization, has been accompanied by the planetary extension of urbanization, to the point that both are inseparable. As has been repeatedly theorized by geographers and urban planners such as Henri Lefebvre, David Harvey and Manuel de Solà-Morales, urbanization is not a super cultural structure, but rather a production factor that has acted as a fundamental engine of capitalist development. The possibility of a post-capitalist society therefore requires questioning the idea of urbanization and developing alternative categories. This article examines the notion of territory and the value of territorial design as agents of change that allow the development of a positive biopolitics and new links between local conditions and singularities, processes and global problems.

Keywords: Post-capitalism; urbanization; territory; globalization; biopolitics

1. Preludio sobre la dificultad de establecer categorías comunes

Las fuertes críticas que recibió el artículo de Dipesh Chakrabarty, “The Climate of History: Four Theses” (El clima de la historia: cuatro tesis), evidencian algunas controversias clave sobre la posible acción política en el Antropoceno -la noción, científicamente no demostrada, de una supuesta nueva era geológica donde los humanos son los principales agentes de transformación medioambiental del planeta-.1 Las tesis de Chakrabarty, desarrolladas con mayor profundidad en su libro The Climate of History in the Planetary Age (El clima de la historia en la era planetaria), proponían que la evidencia de las transformaciones planetarias, visibles en fenómenos tales como el cambio climático o las crisis ecológicas, requiere repensar la vida histórica y social de las sociedades humanas en términos de sus acciones como “especie”.1

Tal posición reconoce que el privilegio metodológico del análisis marxista, las teorías de la globalización, los estudios subalternos y la crítica poscolonial que caracteriza a la mayoría de las ciencias sociales de izquierda es insuficiente para historiar y encarar los urgentes problemas ambientales globales. El análisis histórico centrado en los desequilibrios socioeconómicos y geopolíticos tendría que sustituirse por un tipo de estudios que analizara, simultáneamente, la co-construcción de la historia humana y natural. El privilegio analítico de los sistemas sociales ha sido históricamente necesario, pero es incapaz de entender nuestros retos. Responder al cambio climático requiere generar un nuevo tropo para la colectividad humana, una nueva figura -si cabe tentativa, provisional- de lo “universal”, que enfatice nuestra condición biológica. Como tal, el discurso biológico que acompaña la noción de especie de Chakrabarty viene determinado por una recuperación de la metodología científica y de la racionalidad ilustrada.

Esta apelación a un pensamiento de especie fundamentado en la ilustración fue sujeta a duras críticas desde la izquierda. Aunque Chakrabarty -uno de los mayores historiadores especializados en estudios subalternos y poscoloniales- se distanciaba en su artículo de la idea hegeliana de historia universal y llamaba a una “aproximación global hacia la política sin el mito de una identidad global”, la naturalización de la humanidad implícita en la noción de especie reduce, según sus adversarios, la complejidad socio-histórica a una mera cuestión biológica que no deja lugar para la acción política.2

Para empezar, el interés universalista de Chakrabarty por recuperar la racionalidad ilustrada choca con el énfasis en las diferencias y en la multiplicidad óntica y epistémica, que caracteriza una de las corrientes más asentadas de respuesta política al Antropoceno: la teoría cosmopolítica. El proyecto cosmopolítico de autores como Isabelle Stengers, Bruno Latour o Eduardo Viveiros de Castro diverge del carácter ilustrado y cientificista de Chakrabarty;3 busca sustituir la idea de universo por la de un pluriverso compuesto de grupos ónticamente distintos, por tanto, aborrece categorías universales como “especies”. Además, la propuesta de Chakrabarty parecía desconectar la actual crisis ecológica del sistema socioeconómico que la provoca, al internalizar la universalización de responsabilidades implícita en la noción de Antropoceno. Este término sugiere que la responsabilidad de las transformaciones ambientales recae totalmente en una humanidad (antropos) genérica, y no cuestiona el rol que actores y sistemas sociales específicos, notablemente el capitalismo global, han tenido en alterar el planeta de manera insostenible.4

Tratar a los humanos como especie parecería excluir la posibilidad de acción política. El sujeto político potencial ya no es el proletariado del pensamiento cosmopolita, universalmente unido por la desposesión, o el subalterno abandonado en los márgenes geográficos y económicos del capital, sino una humanidad reunida biológicamente, por una categoría conceptual tan genérica y apolítica que no es capaz de articular agenda transformativa alguna capaz de desafiar al sistema socioeconómico que ha llevado al planeta a sus crisis actuales. Ante los ojos de sus críticos, Chakrabarty ofrece un apoyo débil al cambio político. Sin embargo, a pesar de estas sólidas críticas, la pregunta del autor y su reto escalar se sostienen como claves hacia un futuro posapitalista. Por una parte, el énfasis en la diferencia característica a la mayoría de las reacciones críticas posmodernas a la globalización parece insuficiente para abordar las condiciones de vida comunes en un planeta habitado por miles de millones de humanos. Por otra, incluso en un contexto poscapitalista, tendremos que reconocer y reorientar nuestro papel como una colectividad que altera el planeta que habita. Y necesitaremos categorías, tanto sociales como espaciales, para concebir tal colectividad. La solución tentativa de Charkrabarty acepta la dificultad histórica de fundamentar una agenda planetaria en factores culturales o políticos y ofrece, como alternativa, el mínimo común denominador de la biología.

2. Argumentos sobre los procesos espaciales de la globalización

Los debates alrededor de las tesis de Chakrabarty ofrecen un importante punto de entrada al objetivo central de este artículo: indagar sobre las nociones espaciales que permitan pensar cómo componer una colectividad, compleja y diferente, pero necesariamente global. El rechazo de una categoría universal tan mínima, tan primaria, como la de "especie" es sintomático de la dificultad de acordar términos capaces de corresponder a la escala de los procesos sociales y ecológicos de la globalización. La desconfianza ante esta posibilidad muestra también el papel discursivo que tienen la fragmentación y la diferencia óntica como contra-estrategias para enfrentar la hegemonía global para los teóricos cosmopolíticos.

Mi intención es encontrar una vía desde la cual eludir el desencuentro entre los retos escalares de la planetarización y la dificultad para elaborar conceptos universales compartidos. Para ello exploro la posibilidad de articular condiciones planetarias comunes mediante estrategias espaciales. En particular, este texto explora cómo interrelacionar dos categorías espaciales fundamentales para abordar el espacio mundial poscapitalista: la urbanización (como la forma de facto de las relaciones espaciales capitalistas) y el territorio (como posible categoría desde la cual proyectar un espacio poscapitalista). Planteo que la tensión constitutiva entre estas dos nociones (según la cual el proceso urbano actúa como un proceso global detonando de-localización y de-territorialización) puede ser movilizada positivamente si consideramos el territorio como una categoría de transición, capaz de mediar entre escalas, en vez de verlo como una noción puramente idio-sincrática y local. La idea es que el diseño del territorio puede desafiar las estructuras existentes de la urbanización, al reacomodar las relaciones entre condiciones geofísicas y procesos planetarios.

La pregunta es, entonces, cómo contribuye el diseño territorial a la transformación de las condiciones espaciales y ecológicas existentes. Las reflexiones de Chakrabarty sobre la humanidad en tanto especie y su deseo de explorar algunas categorías conceptuales planetarias pueden regresar aquí, pues contribuyen a pasar de los procesos actuales de urbanización a los posibles futuros de territorialización. La noción de especie de ningún modo abarca las múltiples dimensiones de las sociedades humanas, pero constituye un aspecto relevante a integrar en nuestro pensamiento sobre un espacio poscapitalista. En particular, pensar en especies requiere interrelacionar cuestiones sociales y ecológicas y, por tanto, concebir la política como ecología política. Más importante: resalta la dimensión biopolítica de la sociedad y el espacio. Mientras que la importancia de la ecología política ha sido repetidamente enfatizada por la teoría crítica, la biopolítica ha sido presentada, por lo general, de manera negativa como un conjunto de técnicas de control y dominio de la vida.5 La convergencia del concepto de territorio con el pensamiento de especie conlleva la necesidad de repensar la noción de biopolítica y su papel en la constitución de un espacio mundial poscapitalista.

La idea de urbanización poscapitalista bien podría ser un oxímoron. Aunque la noción de urbanización fue originalmente acuñada por un reformista social progresista -el ingeniero catalán Ildefóns Cerdà en su tratado de 1867 Teoría General de la Urbanización- para combatir el desequilibrio social característico de las metrópolis decimonónicas, el proceso urbano no sólo ha coincidido históricamente con el surgimiento y la consolidación del capitalismo global, sino que ha sido soporte y conductor del mismo. Como componente esencial del desarrollo capitalista, la urbanización es un proceso complejo fundamentalmente determinado por factores socioeconómicos, por tanto, independiente de la conceptualización ideológica de Cerdà. Vale la pena recalcar algunos aspectos del pensamiento de Cerdà sobre la noción, ya que ayudan a clarificar el núcleo conceptual de la urbanización. Todos estos aspectos son cruciales para entender qué factores ha de considerar el diseño del espacio poscapitalista. El primero es la coincidencia radical entre urbanización y planetarización. El segundo, la condición de urbanización como un proceso de estructuración territorial. El tercero, la dimensión biopolítica de tal proceso.

El pensamiento de Cerdà comparte la aspiración del cosmopolitismo ilustrado de construir una ciudadanía mundial. Su idea de urbanización era una herramienta tanto para reconocer los desarrollos en materia de infraestructuras de comunicación, transporte y comercio global, que comenzaban a articular el mundo como un todo integrado durante el siglo XIX; como para situar el sistema de asentamientos como un detonador fundamental de tal proceso. Dicho intento necesitaba, en todo caso, transformar profundamente el proceso de creación de asentamientos, al desconectarlo de la mera idea de expansión urbana o metropolitana para concebirlo como un fenómeno territorial.

Acuñar los neologismos urbs y urbanización ayudó a Cerdà a establecer un marco conceptual que no se limita a diseñar y entender las diferentes formas de asentamientos -sean éstos ciudades, pueblos o aldeas- sino a aquellas de un proceso espacial global más amplio y genérico. Este reconocimiento temprano de la potencial dimensión global de la urbanización, antes de que sus efectos planetarios hubieran ocurrido, aproxima el trabajo de Cerdà a todo un grupo de estudios coetáneos sobre la incipiente transformación humana del planeta: las primeras conceptualizaciones de una “era humana” antropozoica del geólogo galés Thomas Perkins en la década de 1860, los análisis pioneros de Georg Perkins Marsh en 1872 en “La Tierra modificada por la acción del hombre”, los estudios preliminares de Svante Arrhenius sobre el cambio climático, y desarrollos conceptuales relativos al pensamiento sistémico como la acuñación del término "ecología" por Ernest Haeckel en 1866. Al unirse a estas tempranas intuiciones de las transformaciones planetarias, la noción de urbanización sitúa, desde su inicio, la escala del mundo como una cuestión de diseño. Las nefastas consecuencias ambientales que la urbanización ha tenido en la práctica apuntan, a su vez, a las fuertes dificultades que las disciplinas encargadas del diseño espacial (arquitectura, urbanismo, planeamiento regional) han mostrado para afrontar las varias dimensiones de tal proceso.

Mientras que el tratado de Cerdà carece de consideraciones ecológicas, muestra que el prisma para entender la urbanización es, desde sus orígenes, territorial y nunca limitado a la escala de la ciudad. Sólo el análisis y la práctica territoriales son capaces de capturar con precisión las diferentes dimensiones y consecuencias de la urbanización. Sin embargo, la urbanización desafía, desde varios frentes, las nociones heredadas del territorio como un espacio para la soberanía, estructurado por el control del Estado sobre la tierra.

La impresión tradicional, y ciertamente la que aún predomina en los intentos contemporáneos para contrarrestar la lógica de la globalización capitalista, entiende el territorio como un espacio de proximidad ligado cultural y políticamente a un cierto grupo capaz de ejercer una soberanía total sobre él. La lógica planetaria de la urbanización rompe ese equilibrio. Ha desestabilizado los órdenes territoriales previos, al interconectar distintas geografías y escalas para asegurar que las necesidades metabólicas del sistema-mundo puedan ser cumplidas. Como resultado, la urbanización ha incrementado enormemente el valor operacional del territorio, haciéndolo pasar de un espacio orientado a cubrir las necesidades de los asentamientos ubicados en él, a uno que opera a múltiples escalas, afectado por procesos metabólicos que incluyen las necesidades de extracción material y energética, producción de alimentos y manejo de desechos. Tal proceso ha provocado vastas transformaciones medioambientales, caracterizadas a menudo por la distancia geográfica entre causas y efectos, y las cuales imposibilitan más cualquier comprensión acotada o delimitada del territorio.

Las críticas contemporáneas a la urbanización, en particular a la comprensión de Cerdà, ponen de relieve su dimensión biopolítica.6 Siguiendo las exposiciones de Michel Foucault, Giorgio Agamben y Roberto Esposito sobre la biopolítica y el biopoder, estos análisis han explicado que, contrariamente a la concepción de ciudad como polis -o espacio político-, la urbanización constituye un aparato fundamentalmente orientado hacia el control y la reproducción de la vida (entendida en el sentido primordial biológico de existencia), al permitir los medios de monitoreo, medición y control de la población.7 La difusión de la urbanización coincidiría entonces con la expansión del biopoder como dimensión generalizada de la gobernabilidad, de acuerdo con la cual el control del ser humano como agente biológico se vuelve objeto central del control del Estado.

Ya que entremezcla cuestiones ecológicas y políticas, transformación territorial y planetarización, la urbanización es el proceso que da forma al llamado Antropoceno. Es su agente espacial subyacente. Esto es, cualquier especulación sobre un espacio poscapitalista deberá contender, considerar y transformar las condiciones históricamente producidas por la urbanización. Con ese propósito, la teoría crítica ha recuperado recientemente la noción de "territorio". Considerado una posible entrada a la conceptualización de futuros espaciales más justos, el territorio aparece como una categoría espacial que potencialmente actúa contra las condiciones de abstracción e intercambio global, impuestas por el capitalismo. Sin embargo, estos análisis abordan al territorio como una categoría completamente distinta a la de urbanización, en lugar de comprender la compleja mezcla entre ambos términos. Esto resulta en una fuerte dificultad para articular conceptualmente una respuesta certera para los retos escalares producidos por la planetarización. En este sentido, una recuperación conceptual verdaderamente operativa del territorio requiere también cambiar el modo en que las críticas contemporáneas a la globalización tratan este término.

Mientras que "urbanización" es un término reciente, "territorio" es una noción con una larga historia, cuyo significado ha estado sujeto a diversos cambios.8 En su acepción original en las lenguas latinas, el término se refiere al espacio que rodea a un asentamiento. Este sentido inicial incrementó progresivamente su escala para denotar ámbitos geográficos cada vez mayores, controlados por algún tipo de soberanía -en último término la del Estado nación-. Incluso si el territorio está necesariamente caracterizado por condiciones geográficas particulares, la teoría geográfica reciente ha considerado este concepto a través de una lente fundamentalmente política. Así, por ejemplo, en la influyente formulación de Stuart Elden, el territorio es una “tecnología política”,9 tal entendimiento cuestiona teorías previas que veían el territorio como el resultado de la territorialidad (es decir, de prácticas orientadas a la explotación y control de recursos), para favorecer en su lugar visiones que privilegian la voluntad del control político.10

La lectura del territorio que caracteriza a las críticas contemporáneas de la globalización oscila entre los significados previos, lo aborda como una esfera local y discreta donde es posible ejercer alguna forma de soberanía. De manera semejante, en las teorías cosmopolíticas, el territorio es conceptualizado sobre todo como un espacio de proximidad ligado a una comunidad, desde el cual es posible oponerse a las fuerzas abstractas y deslocalizadoras de la urbanización. El pensador francés Bruno Latour ha defendido esta idea. Sugiere reemplazar los imaginarios de lo local y lo global con el de lo terrestre, a fin de articular la política del nuevo régimen climático del Antropoceno.11 Para Latour, lo terrestre permite considerar que los actos de defensa del territorio no son contribuciones a un bien común -siempre abstracto e inasumible-, sino actos destinados a preservar estilos de vida particulares. De manera similar, tras el llamado “giro ontológico” en antropología, el teórico decolonial y cosmopolítico Arturo Escobar usa el concepto de territorio para referirse a modos de existir situados y particulares, cada uno involucra relaciones específicas entre la gente y la Tierra.12 Así operar territorialmente se vuelve una manera de reclamar la multiplicidad de condiciones que han sido transformadas por la urbanización, y de fomentar el pluriverso cosmo-político, el mundo de muchos mundos. De este modo, la comprensión de las dinámicas territoriales, y la intervención en ellas, se orientan a contrarrestar la visión generalizadora de los estudios globales, que retratan la localidad a través del marco conceptual de “dinámicas mundiales”. Se requiere, en cambio, una visión “desde dentro”, enfocada al reconocimiento de agentes territoriales, cosmovisiones y agendas específicas.13

En estas críticas a la globalización, el territorio es un factor de la localidad: una situación geográfica situada y particular. Aunque es importante, tal énfasis en lo singular tiene consecuencias perjudiciales: relega a segundo plano la elaboración de metamarcos conceptuales capaces de descifrar los aspectos comunes entre diferentes procesos de transformación territorial, y carece de procedimientos para transitar entre singularidades territoriales y el mundo. Mientras que la urbanización es una fuerza global, el territorio es una acción particular. Este contraste deja una brecha inconmensurable entre ambos, incapaz de mostrar cómo la composición de territorios irreducibles y diferentes responde a las preocupaciones contemporáneas de escala mundial. Para atender estas deficiencias, necesitamos una teoría de producción territorial que vaya más allá de la caracterización del territorio como un espacio comunal de proximidad -una visión de territorio que opere dentro de las condiciones de urbanización que lo transforman.

3. Conclusiones sobre el valor del territorio para el espacio mundial poscapitalista

La primera operación conceptual es definir el territorio como una categoría espacial autónoma con sus propios problemas formales, funcionales y organizacionales. La importancia del territorio no deriva de entender la urbanización como el crecimiento de las ciudades situadas en él, sino de considerar fenómenos más amplios de transformación geográfica y re-estructuración global que pueden o no involucrar formaciones urbanas. Esta definición conceptual presenta al territorio como un ámbito crucial para producir respuestas espaciales ante los retos globales, ya sea en los ámbitos tanto de desempeño ecológico como de transformación social, y entiende que tales respuestas pueden ser el germen de una idea más amplia de estructuración mundial.

La clave aquí es que abordar retos globales requiere definir los espacios que proporcionen respuestas en verdad significativas, tanto escalar como operacionalmente. Como tal, esta visión no trata al territorio como un dominio espacial predeterminado, sino como una escala que ha de ser descubierta y articulada a través de las prácticas del diseño. Estos actos de producción escalar, a través del diseño de estructuras territoriales, pueden desestabilizar las formas existentes de soberanía y articulación política, al requerir la organización de colectivos pertinentes a tales espacios y funciones. Al no considerar al territorio como un espacio limitado y sujeto a un único control político, el diseño territorial ayuda a promover la articulación de escalas capaces de responder a la globalización. El diseño territorial es, en este sentido, un acto cosmopolítico primario, y ayuda a definir las escalas, las problemáticas y los agentes desde los cuales abordar procesos planetarios.

Segundo, esta visión considera el territorio como resultado de las prácticas de territorialidad. Se trata, por lo tanto, de un espacio caracterizado tanto por procesos técnicos de transformación productiva de la tierra, los cuales incluyen potencialmente la concepción del territorio en relación a ciertos usos primarios, como por procesos socioculturales. Huelga decir que esto no implica ignorar otros usos o abandonar la crítica a una racionalidad meramente técnica, que neglige las dinámicas sociales. En contraste, esta posición reconoce que el territorio siempre es resultado de procesos técnicos relacionados a la obtención de recursos vitales y estos procesos deben ser entendidos como parte de una más amplia articulación social y cultural del espacio. El énfasis está en la coexistencia necesaria entre la naturaleza, la cultura y la técnica; desde una perspectiva planetaria y poscapitalista, en la muy posible necesidad de articular espacialmente el acceso a recursos locales y la interconexión de éstos.

Las primeras consecuencias de considerar universalmente a la humanidad como una especie, como sugiere Chakrabarty, aparecen en este punto. Pueden traducirse como la necesidad de pensar holísticamente en los diferentes desempeños de los territorios globales, y de reconocer sus diversos roles potenciales como soporte de la vida humana y no-humana. La preservación de la humanidad como especie requiere, en este momento, la distribución de espacios dedicados a la producción, la preservación ecológica y la respuesta al cambio climático antropogénico -las cuales implican potencialmente cambios en el tejido existente de la urbanización. Condenado a resolver las complejidades del Antropoceno, el espacio poscapitalista será planetario o no será.

Esta transformación espacial es inseparable del establecimiento de objetivos biopolíticos que sitúen a la especie humana como una entre muchas. La urbanización ha sido justamente criticada como un proceso socio-espacial que eliminó la dimensión política de la ciudad, en favor de la mera administración y reproducción de la vida humana, en detrimento de otras formas de vida. Confrontar y transformar los territorios producidos por la urbanización requiere revertir tal lógica, a través de un entendimiento más matizado y positivo de la práctica y el análisis biopolítico, uno capaz de contrarrestar la devastación ecológica producida por el capitalismo. Las prácticas territoriales requieren redirigir las técnicas de recopilación de información, modelado y representación que han caracterizado las herramientas fundamentales de coerción biopolítica, y considerarlas parte de un proceso transformativo que reconozca y orqueste las profundas interrelaciones entre las condiciones geofísicas, biológicas y técnicas. En otras palabras, las prácticas territoriales requieren emplear aquellas técnicas dentro de un proyecto biopolítico positivo que, en palabras de Adrià Carbonell, “más allá de coercer y suprimir, también permitan y promuevan” las condiciones de heterogeneidad y coexistencia ecológica.14

Tercero y crucial, el territorio es aquí un espacio de mediación, una categoría de transición; no es equiparable a lo local. Actuar territorialmente requiere reconocer, leer y permitir singularidades locales, pero también registrar los procesos globalizantes que las afectan -dentro de los cuales se encuentran las dinámicas de desterritorialización y reterritorialización que ligan constantemente al territorio con el mundo-. En este sentido, la producción territorial es inseparable de la articulación del espacio mundial. Para tratar sus problemáticas no es posible confiar en la doxa cosmopolítica de una visión puramente desde dentro, ni perpetuar el rechazo cosmopolítico a crear procedimientos comunes que conceptualicen el paso entre singularidad y mundo. Al contrario, reconocer esta condición transitiva implica desarrollar las tecnologías de visión e interpretación que permitan crear vínculos bidireccionales entre el territorio y el planeta y, así, la creación de metamarcos conceptuales que estructuren esta relación. El territorio es, por lo tanto, una categoría simultáneamente local y planetaria. Comprende espacios que permiten atender la especificidad, al tiempo que responden a los retos ecológicos derivados de nuestra condición de especie.

Las ideologías socialistas del siglo XX a menudo privilegiaron una agenda antiurbana. Las ciudades eran vistas como lugares de acumulación capitalista, que generaban geografías desiguales de desarrollo y relegaban el mundo rural a la miseria y el atraso. El antídoto a esta situación era la descentralización, el intento de que las condiciones y los servicios urbanos fueran de algún modo distribuidos equitativamente, en pequeñas dosis, a lo largo de la geografía, para preservar las condiciones socio-ecológicas que las grandes concentraciones urbanas alteraron drásticamente. En la década de 1970, Henri Lefebvre fue capaz de capturar con mayor precisión la compleja espacialidad de la urbanización, abandonó la dicotomía entre ciudad y campo, y resaltó la progresiva disolución de este último dentro del tejido urbano. Basadas en esta lectura, Lefebvre desarrolló sus ideas sobre la revolución urbana y la urbanización total.15

Los problemas contemporáneos del territorio exceden ambas aproximaciones; no coinciden ni con la descentralización ni con la noción del “derecho a la ciudad” con que Lefebvre acompañó sus teorías urbanas. Las prácticas territoriales deben reconocer y operar dentro de la expansión global de la urbanización y, al mismo tiempo, sugerir vías hacia la redistribución de sus efectos.16 El diseño territorial puede contribuir a un proyecto redistributivo y transformativo, orientado a la producción de lo común. Ha de ser un proyecto biopolítico, que ajuste las necesidades de nuestra especie a las de las muchas otras que nos acompañan. La potencialidad del diseño territorial trata de ser un agente de desestabilización de las densidades, ecologías, externalidades y formas de articulación administrativa que caracterizan la urbanización dentro del sistema-mundial. Es por ello un instrumento desde el cual comenzar a esbozar una posible espacialidad poscapitalista.

Referencias

Agamben, Giorgio. Sovereign Power and Bare Life. Traducido por Daniel Heller-Roazen. Stanford: Stanford University Press, 1998. [ Links ]

Brenner, Neil ed. Implosions/Explosions: Towards a Study of Planetary Urbanization. Berlín: JOVIS, 2014. [ Links ]

Carbonell, Adrià. “Recentring Territorial Design: Redistribution as a Spatial Practice”. En Plug-Ins: Design for City Making in Barcelona, Ramón Faura, ed. Nueva York: Actar, 2022. [ Links ]

Chakrabarty, Dipesh. “The Climate of History: Four Theses”. Critical Inquiry 35 (2009), 197-222. [ Links ]

______. The Climate of History in the Planetary Age. Chicago: University of Chicago Press, 2021. [ Links ]

Elden, Stuart. The Birth of Territory. Chicago: The University of Chicago Press, 2013. [ Links ]

Emmett, Robert y Thomas Lekan, eds. "Whose Anthropocene. Revisiting Dipesh Chakrabarty's 'Four Theses'", número especial de RCC Perspectives, Transformations in Environment and Society (2016: 2). [ Links ]

Escobar, Arturo. Designs for the Pluriverse: Radical Interdependence, Autonomy, and the Making of Worlds. Durham: Duke University Press, 2018. [ Links ]

Esposito, Roberto. Comunidad, inmunidad y biopolitica. Barcelona: Herder Editorial, 2009. [ Links ]

Exo Adams, Ross. Circulation and Urbanization. Londres: SAGE Publications, 2019. [ Links ]

Foucault, Michel. La Naissance de la biopolitique. Cours au Collège de France (1978-1979). París: Seuil, 2004. [ Links ]

Haraway, Donna. “Anthropocene, Capitalocene, Plantationocene, Chthulucene: Making Kin”. Environmental Humanities 6 (2015):159-165. [ Links ]

Latour, Bruno. An Inquiry into Modes of Existence. Traducido por Catherine Porter. Cambridge: Harvard University Press, 2013. [ Links ]

______. Down to Earth: Politics in the New Climate Regime. Traducido por Catherine Porter. Cambridge: Polity Press, 2018. [ Links ]

Lefebvre, Henri. The Urban Revolution. Traducido por Robert Bononno. Minneapolis: University of Minnesota Press, 2003. [ Links ]

Raffestin, Claude. “Space, Territory and Territoriality”. Society and Space 30 (2012): 121-141. [ Links ]

Stengers, Isabelle. “The Cosmopolitical Proposal”. En Making Things Public: Atmospheres of Democracy, Bruno Latour y Peter Weibel, eds. Cambridge: MIT Press, 2005. 994-1003. [ Links ]

Viveiros de Castro, Eduardo. Cannibal Metaphysics. Traducido por Peter Skafish. Minneapolis: University of Minessota Press, 2014. [ Links ]

______. “Humans and Terrans in the Gaia War”. En A World of Many Worlds, Marisol de la Cadena y Mario Blaser, eds. Durham: Duke University Press. 172-203. [ Links ]

Yaneva, Albena. “What is Cosmopolitical Design?”. En What is Cosmo-political Design? Design, Nature and the Built Environment, Alejandro Zaera Polo y Albena Yaneva, eds. Farnham: Ashgate, 2015. 2-20. [ Links ]

1 Dipesh Chakrabarty, The Climate of History in the Planetary Age (Chicago: University of Chicago Press, 2021), 1-20.

2 Dipesh Chakrabarty, "The Cimate of History: Four Thesis", Critical Inquiry 35 (2009): 222. Para críticas a la posición de Chakrabarty ver: Robert Emmett y Thomas Lekan, eds. "Whose Anthopocene. Revisiting Dipesh Chakrabarty's 'Four Thesis'", número especial de RCC Perspectives, Transformations in Environment and Society (2016: 2); en especial: Kathleen McAfee, “The Politics of Nature in the Anthropocene”: 65-72.

3 Isabelle Stengers, “The Cosmopolitical Proposal”, en Making Things Public: Atmospheres of Democracy, Bruno Latour y Peter Weibel, eds. (Cambridge: MIT Press, 2005), 994-1003. Bruno Latour, An Inquiry into Modes of Existence, Catherine Porter, trad. (Cambridge: Harvard University Press, 2013), 283-295. Eduardo Viveiros de Castro, Cannibal Metaphysics, Peter Skafish, trad. (Minneapolis: University of Minessota Press, 2014), 49-77. Eduardo Viveiros de Castro, “Humans and Terrans in the Gaia War”, en A World of Many Worlds, Marisol de la Cadena y Mario Blaser, eds. (Durham: Duke University Press), 172-203.

4 Donna Haraway, “Anthropocene, Capitalocene, Plantationocene, Chthulucene: Making Kin”, Environmental Humanities 6 (2015): 159-165.

5 Michel Foucault, La Naissance de la biopolitique. Cours au Collège de France (1978-1979) (París: Seuil, 2004). Giorgio Agamben, Homo Sacer : Sovereign Power and Bare Life (Stanford: Stanford University Press, 1998).

6 Ross Exo Adams, Circulation and Urbanization (Londres: SAGE Publications, 2019).

7 Foucault, La Naissance de la biopolitique.Agamben, Sovereign Power and Bare Life. Roberto Esposito, Comunidad, inmunidad y biopolitica (Barcelona: Herder Editorial, 2009).

8 Stuart Elden, The Birth of Territory (Chicago: The University of Chicago Press, 2013).

9 Elden, The Birth of Territory, 322-330.

10 Claude Raffestin, “Space, Territory and Territoriality”, Society and Space 30 (2012): 121-141.

11 Bruno Latour, Down to Earth: Politics in the New Climate Regime, Catherine Porter, trad. (Cambridge: Polity Press, 2018), 50-55.

12 Arturo Escobar, Designs for the Pluriverse: Radical Interdependence, Autonomy, and the Making of Worlds (Durham: Duke University Press, 2018), 167.

13 Albena Yaneva, “What is Cosmopolitical Design?”, en What is Cosmopolitical Design? Design, Nature and the Built Environment, Alejandro Zaera Polo y Albena Yaneva, eds. (Farnham: Ashgate, 2015), 7.

14 Adrià Carbonell, “Recentring Territorial Design: Redistribution as a Spatial Practice”, en Plug-Ins: design for City Making in Barcelona, Ramón Faura, ed. (Nueva York: Actar, 2022)

15 Henri Lefebvre, The Urban Revolution, Robert Bononno, trad. (Minneapolis: University of Minnesota Press, 2003).

16 Neil Brenner, ed. Implosions/Explosions: Towards a Study of Planetary Urbanization (Berlín: JOVIS, 2014).

Recibido: 17 de Julio de 2022; Aprobado: 16 de Octubre de 2022

Arquitecto y urbanista cuyo trabajo se enfoca en las interrelaciones entre la arquitectura, los sistemas de organización territorial y la globalización. Tiene una maestría en arquitectura de la Universidad de Navarra, una maestría en estudios de diseño de Harvard, y obtuvo la distinción summa cum laude en su doctorado en diseño arquitectónico de la Universidad Politécnica de Barcelona. Roi ha sido investigador y docente en la Escuela de Arquitectura del Instituto Tecnológico de Massachusetts desde 2015 y es autor, junto con Hashim Sarkis y Gabriel Kozlowski, del libro The World as an Architectural Project. Con el mismo equipo, fue co-curador de la 17a Bienal de Arquitectura de Venecia en 2021.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons