Introducción
Los códices mesoamericanos son libros prehispánicos escritos y pintados sobre piel o papel amate, mientras que los códices de tradición mesoamericana son lienzos, hojas o libros de factura colonial, hechos según cánones indígenas de origen prehispánico.1 En tanto vehículos de comunicación, en estos códices se representaban asuntos de varios temas;2 para expresarlos, sus autores podían recurrir a la escritura jeroglífica -conocida también como escritura glífica- y/o usar pinturas figurativas, así como diversos símbolos visuales; de esta manera estos documentos suelen ser semióticamente heterogéneos. Al parecer no se conservan códices prehispánicos nahuas del área cultural centro-mexicana,3 aunque aún existen cinco códices del denominado Grupo Borgia,4 los llamados: Borgia, Cospi, Fejérváry-Mayer, Laud y Vaticano B-3773; su lugar de origen es polémico. También se conservan cinco códices mixtecos prehispánicos, llamados: Vindobonensis, Nuttall, Colombino-Becker, Bodley y Selden.
En términos generales, en la actualidad son pocos los códices mesoamericanos conservados y su factura no es anterior al periodo Posclásico; los códices más antiguos no se conservaron, lo cual no significa que no se haya preservado la escritura mesoamericana más antigua en otros soportes; como muestra de ello está una variedad de antiguas vasijas, estelas y dinteles mayas. Fuera del área maya, entre las más antiguas configuraciones del tipo jeroglífico procedentes del centro de México, se encuentran las que se han hallado en Teotihuacan.
La teotihuacana fue una cultura del Clásico mesoamericano de la cual no se conserva ningún códice; sin embargo, muchas de las prácticas de representación que se observan en los códices mesoamericanos mixtecos, en los del Grupo Borgia e incluso en los cuatro códices mayas prehispánicos, tienen correlatos en la expresión plástica teotihuacana. A continuación abundaremos sobre esto.
I. Escritura mesoamericana: un hallazgo reciente
Hoy en día sabemos que en la Mesoamérica del periodo Clásico se escribía, aunque aún en la década de 1950, Ignace Gelb -afamado especialista en el desciframiento de la escritura antigua del Oriente medio e importante teórico de la escritura-, en su influyente libro Historia de la escritura, señaló que había que clasificar a “las llamadas ‘escrituras maya y azteca’ no como tales escrituras sino como precedentes de la escritura”.5 Hoy no es un secreto que la antigua escritura jeroglífica maya está casi totalmente descifrada y que su sistema corresponde al tipo logosilábico, así como muchas otras escrituras antiguas y algunas de la actualidad.6
Numerosos viajeros y arqueólogos tempranos propiciaron el desciframiento de ese sistema de escritura, gracias a los descubrimientos que hicieron en el sureste mexicano. Actualmente, quienes estudian a Mesoamérica, aprenden con nombres como los del norteamericano John Lloyd Stephens y del artista inglés Frederick Catherwood, quienes documentaron los hallazgos durante sus viajes a la zona maya entre 1839-1841.7 También, asociado con estos hallazgos, se recuerda el nombre del filólogo y viajero de origen francés Desiree Charnay, quien en 1863 publicó fotografías del viaje que emprendió a México, en el marco de un temprano proyecto arqueológico anglofrancés.8 Otro académico francés fue Léon Louis Lucien Prunol de Rosny, quien en 1876 publicó en Francia su certera intuición acerca del tipo de escritura que se conserva en algunos antiguos monumentos mayas.9 Además, académicos como A. Maudslay, del Museo Peabody de Arqueología y Etnología de la Universidad de Harvard; T. Maler, que formó parte de un equipo de trabajo del emperador Maximiliano; S. Morley, quien desde 1915 entendió el funcionamiento de la numeración y del sistema calendárico maya; E. Thompson, quien también avanzó en los estudios del calendario; Y. Knórosov, quien en 1952, gracias a que entendió correctamente algunos signos del alfabeto fonético logosilábico maya, hizo posible el desciframiento de su escritura; H. Berlin, quien estudió la concatenación de frases, con base en el glifo emblema de las ciudades mayas; T. Proskouriakoff, quien en 1961 señaló las narraciones históricas escritas en los restos arqueológicos. Todos juntos lograron establecer los fundamentos sobre los cuales las nuevas generaciones de epigrafistas actualmente traducen con éxito los textos arqueológicos mayas.10
El enorme logro del desciframiento de esa escritura fue un indiscutible motor para la heurística en el ámbito de la comunicación escrita de otras culturas mesoamericanas. Así, se conocen a lo largo y ancho de Mesoamérica y en América central materiales arqueológicos del Preclásico, del Clásico, del Epiclásico y del Posclásico, con motivos esculpidos, grabados y pintados, que comparten las características formales de los jeroglíficos mesoamericanos conocidos y traducidos, sin que se haya descifrado aún la mayoría de los sistemas de escritura a los cuales corresponden. Es el caso de los jeroglíficos epiolmecas, los ñuiñe, los teotihuacanos y muchos otros.
Ejemplos de esto son los jeroglíficos nahuas y la atención que les dedicaron los traductores pioneros, al menos desde inicios del siglo XX,11 aunque actualmente el sistema de escritura nahua se encuentra aún en proceso de descripción y desciframiento sistemáticos.
No todas las áreas culturales mesoamericanas tuvieron la homogeneidad lingüística de la zona maya, donde las múltiples lenguas distribuidas en su territorio pertenecen a la familia mayance. Para entender algunos de los factores que tienen incidencia en el panorama de la interpretación y el desciframiento de estas escrituras fuera del área maya, es necesario saber que la antigua superárea cultural mesoamericana, a lo largo de su historia, integró un cambiante mosaico de idiomas derivados de diferentes familias lingüísticas. Los hablantes de distintas lenguas, por motivos complejos, migraron de un lugar a otro a lo largo de la historia mesoamericana. En particular, el idioma náhuatl pertenece a la familia yutoazteca, la cual posiblemente es originaria de más allá de la frontera septentrional mesoamericana,12 aunque no hay consenso acerca del homeland de la familia lingüística del náhuatl ni tampoco de la temporalidad de la incorporación de esa lengua en el área del México central.13
La complejidad de las migraciones de los grupos nahuas14 influye en la construcción de hipótesis acerca de la filiación étnica de la población de muchos asentamientos arqueológicos mesoamericanos. En su tiempo, algunos de estos fueron de tal influencia, que, incluso, son marcadores de las fases temporales del México central.15 Esto tiene, incluso en la actualidad, consecuencias para la interpretación de los restos arqueológicos de los jeroglíficos de la zona cultural centro-mexicana.
Ante tal panorama, no se tiene certeza acerca de la lengua franca que estaría representada en una escritura teotihuacana; sin embargo, esto no ha impedido experimentar en la aventura de su desciframiento, y una de las lenguas que se han usado en los experimentos de traducción ha sido el náhuatl.16
II. Paralelos entre los desarrollos de la arqueología y del desciframiento
De vuelta a la zona maya, el gran corpus de materiales arqueológicos en los cuales se representa su antigua escritura procede de numerosos centros de población con diferentes secuencias temporales. El abundante corpus de textos mayas promovió una concepción académica según la cual la antigua Mesoamérica puede ser dividida por una frontera que separa a un sureste maya, cuyas élites escribían, del resto de una Mesoamérica ágrafa, pero tal concepción actualmente no parece sostenerse.
Es cierto que los avances en el desciframiento de la escritura maya han cambiado poco a poco la perspectiva académica de una Mesoamérica ágrafa, y muchos estudiosos actualmente están informados de que uno de los focos mundiales de creación de la escritura fue Mesoamérica. Sin embargo, como se ha mencionado, no todos los sistemas de notación mesoamericanos se conocen por igual.
El avance de la epigrafía maya también ha opacado la evidencia de otras escrituras desarrolladas por culturas mesoamericanas de las cuales, en mayor o menor cantidad, se conservan jeroglíficos aún sin descifrar. En esto también incide una justificada suspicacia derivada de que la única manera de probar que un determinado compendio de signos17 gráficos corresponde a una escritura es el desciframiento comprobado de algún texto.
En Teotihuacan se conservaron configuraciones gráficas coherentes con la escritura mesoamericana; sin embargo, aunque se trata de una urbe de extraordinaria importancia para las dinámicas políticas y económicas del periodo Clásico, se desconoce cuál fue la lengua franca con la que se comunicaba su población pluriétnica, y tanto más se desconoce la lengua representada en su presunta escritura, usada probablemente por las élites. Y es que, como se mencionó, en el tiempo mesoamericano, la zona del México central fue escenario de numerosas migraciones de distintos grupos humanos;18 por eso es difícil atar cabos. Además, el corpus de presuntos jeroglíficos hallado en la gran urbe centro-mexicana es significativamente menor al que procede de los numerosos poblados arqueológicos de la zona maya; así, se tienen los jeroglíficos de una ciudad contra los de una región llena de ciudades que producían textos desde el Preclásico hasta el Posclásico.
En sus diferentes urbes, los antiguos mayas -además de haber desarrollado una lítica y una cerámica plenas de jeroglíficos- también escribieron libros, de los cuales, pese a la destrucción de la conquista hispana, aún se conservan cuatro ejemplares: el Códice de Dresde, el Códice de Madrid, el Códice de París y el Códice Maya de México. Por otra parte, no se preservan libros escritos teotihuacanos y el tipo de signos que corresponden formalmente a los jeroglíficos de otras culturas de Mesoamérica se encuentran poco representados en el corpus procedente de la gran urbe del Clásico, lo cual resta elementos a la posibilidad de traducir su escritura. Parece ser que se escribía poco en las pinturas murales y en los objetos de cerámica.
Aunque las inversiones en la exploración arqueológica del área maya19 y el resto de Mesoamérica presentan un desequilibrio histórico a favor de la primera, la exploración y excavación arqueológica de la zona teotihuacana es excepcional y constituye un tema que merece ser estudiado por sí mismo.
Probablemente debido a la cercanía de las ruinas de Teotihuacan con la capital del país, y también a la particular monumentalidad de su urbanismo y arquitectura, desde los albores mismos del siglo XX esa zona arqueológica ha sido beneficiaria de numerosos proyectos de investigación financiados por el Estado mexicano y otros países, lo cual representa una ventaja para el conocimiento de esta, por encima de otros sitios arqueológicos del área cultural centro-mexicana.
Esto ha influido en el relativamente amplio conocimiento que se tiene de la producción plástica de Teotihuacan, en la cual destacan los elementos que tienen configuraciones coherentes con los jeroglíficos más conocidos del antiguo México central,20 como los escritos en los códices nahuas. Se puede agregar que la manera de representar los nombres propios en los códices mixtecos prehispánicos también presenta correlatos en el corpus teotihuacano.
III. Escritura, comunicación y grupos sociales
Pese a los avances de la arqueología, aún hay limitantes importantes para el conocimiento de las culturas del Clásico mesoamericano, pues los materiales arqueológicos que conocemos son aquellos que han logrado preservarse por más de un milenio. Entre los restos macroscópicos, prevalecen materiales líticos y cerámicos, sobre los perecederos. El diferido acceso social a determinados tipos de materiales afecta directamente la concepción que es posible construir acerca del contenido de las antiguas escrituras autóctonas. Además, la imaginería y la escritura se encuentran social y temáticamente relacionadas con sus soportes, y hay objetos que no se han conservado en absoluto, como los libros del periodo Clásico y, comparativamente, existen pocos, o en algunos casos nulos restos de escritura sobre madera y otros materiales perecederos.
Muchos materiales que sirvieron de soporte para las escrituras mesoamericanas, por su manufactura, su procedencia o lugar de hallazgo, se encuentran asociados con grupos de élite.
En la antigua Teotihuacan, por ejemplo, los jeroglíficos y otros símbolos se hallan principalmente en escultura lítica portátil, escultura cerámica, vasijas esgrafiadas y/o pintadas y en pintura sobre muros. Los objetos de mayor distribución social con posibles jeroglíficos son de cerámica esgrafiada21 y algunas figurillas,22 siendo escasos los signos de este tipo que presentan. Las combinaciones más complejas de jeroglíficos se encuentran mayormente en edificaciones como la Plaza de los Glifos de La Ventilla y otras como Tepantitla, asociadas con las élites intermedias de la urbe;23 por eso se considera que en la cultura teotihuacana la escritura era un medio de comunicación entre élites. Sin embargo, esto último constituye una hipótesis, y aunque se basa en evidencias, es necesario recordar que existen contraargumentos a esta, pues con frecuencia, en algunas etapas de la historia de la arqueología nacional, las excavaciones en áreas ocupadas por grupos de élite han tenido preferencia y, por tanto, los materiales de las élites resultan mejor conocidos que los relacionados con otros grupos sociales.24
Sabemos, sin lugar a dudas, que desde el Preclásico y hasta el Posclásico, las élites mayas se comunicaban por medio de textos escritos; adicionalmente, se sabe que personas de origen maya habitaron Teotihuacan, pues en la arquitectura de la zona monumental de esa urbe hay espacios de primer orden relacionados con el hospedaje de las élites mayas en edificios de relevancia urbanística tales como la Plaza de las Columnas,25 y en conjuntos arquitectónicos como Tetitla.26 Estos espacios integraban pinturas murales que incluían jeroglíficos mayas.27 También se conservan restos óseos de personajes con atributos de élite maya sacrificados y enterrados en la Pirámide de la Luna.28 Así, se puede afirmar que los teotihuacanos conocían la escritura maya, pero también usaban sus propios signos de notación y probablemente de escritura.29
Los signos gráficos asociados con una escritura teotihuacana tienen correlatos en una escritura que se conoce por los desciframientos logrados a la fecha. Se trata de la escritura jeroglífica náhuatl, mayormente conocida a través de textos coloniales, pero con antecedentes no fonéticos en algunos monumentos prehispánicos; se debe agregar que los escribas nahuas o tlacuilos del periodo Colonial Temprano eran un segmento de la población al servicio de quienes pudieran retribuir apropiadamente sus servicios. Los jeroglíficos nahuas anteriores a ese periodo, como por ejemplo los del Cuauhxicalli de Tizoc, parecen ser logogramas sin complementación fonética.
Los desciframientos de textos nahuas coloniales señalan que sus jeroglíficos, pese a que tienen un aspecto muy distinto al de la antigua escritura jeroglífica maya, también formaban parte de una escritura con un sistema logosilábico.
Derivado de lo anterior, por medio de la comparación entre los datos acumulados de diferentes regiones y temporalidades se puede suponer que, si algunos representantes de las antiguas élites mayas escribieron, miembros de las élites teotihuacanas y nahuas prehispánicas también. Para comprobarlo a cabalidad, faltan desciframientos verificados mediante la contrastación de los valores sígnicos en varios textos que, además, muestren fonetismo.
IV. Escritura y contexto
El estudio de la escritura náhuatl tuvo un desarrollo distinto al del desciframiento de la escritura maya antigua; el fonetismo30 de la primera solo es reconocido en documentos coloniales tempranos. Sin embargo, tal y como sucedió durante décadas en el caso maya, la distinción entre la escritura y la llamada “iconografía” en los códices nahuas es un logro reciente.
Los prolegómenos del estudio de la escritura náhuatl fueron desarrollados de manera independiente a los estudios mayas, pero con una clara conciencia de estos por parte de varios pioneros de los estudios nahuas. La sistematización y análisis del corpus se agilizaron a partir de los años sesenta del siglo pasado, con los trabajos desarrollados por Joaquín Galarza31 y sus sucesores. Posteriormente, en el año 2008, surge un parteaguas teórico y metodológico cuando el arqueólogo y epigrafista Alfonso Lacadena publicó la sistematización de un método de desciframiento de la escritura logosilábica náhuatl basado en el desciframiento de la antigua escritura jeroglífica maya, en la cual ya tenía amplia experiencia a partir del desciframiento del corpus maya. Lacadena formalizó un modelo de codificación lingüística de la escritura náhuatl, pero algunos de sus rasgos permanecen en debate, en virtud de los trabajos de otros estudiosos como Gordon Whittaker.32
El método gramatológico fue introducido en los estudios de la escritura náhuatl por Lacadena, quien se encontraba realizando la sistematización de los avances desarrollados a lo largo del siglo XX y los nuevos hallazgos. En la descripción de sus avances, María Elena Vega registra que el enfoque descriptivo y tipológico empleado por la teoría de la escritura no solo es útil en la comprensión de los sistemas escriturarios del viejo mundo, sino que también lo es para los sistemas originados en el llamado nuevo continente.33
Gracias a estos trabajos es posible distinguir algunos sistemas de escritura como sistemas de representación lingüística; sin embargo, ni Lacadena ni Whittaker se ocuparon de describir un sistema de representación de la imaginería. El problema de la “iconografía” en los restos culturales teotihuacanos no goza de la ventaja que ofrece una distinción entre lo legible y lo interpretable, pues no contamos con desciframientos de sus jeroglíficos validados mediante su contrastación con otros signos gráficos del corpus general teotihuacano. Sin embargo, en algunos contextos de los jeroglíficos teotihuacanos es posible realizar una distinción entre los jeroglíficos, otros signos de notación e imágenes figurativas, pues la asociación entre imágenes figurativas y jeroglíficos se presenta también en textos mayas y nahuas. En Teotihuacan se conserva una cantidad importante de muestras que integran varios sistemas semióticos, como la escritura y la imaginería figurativa.
V. Imagen y escritura: técnicas y soportes de comunicación
Entonces, el estudio de las escrituras originarias de Mesoamérica se está desarrollando a partir de una teoría general de la escritura, nutrida por la comparación entre sistemas logosilábicos conocidos. Señalamos también que varios autores han descrito los códigos de la escritura náhuatl y que está en desarrollo el desciframiento sistemático de los textos, pero estos desciframientos no contribuyen a la distinción de los procesos de semiosis involucrados con la “iconografía”.
En otro lugar se ha apuntado que son varias las razones que dificultan el avance en el desciframiento de los jeroglíficos teotihuacanos, como la cantidad de textos y el desconocimiento de la lengua representada en estos.34 Ante estas dificultades en el desciframiento, las imágenes y jeroglíficos teotihuacanos se interpretan principalmente a partir de comparaciones entre textos de varias culturas, separadas temporal y/o geográficamente de la gran urbe del Clásico.35 Es necesario agregar que en la imaginería figurativa y la escritura, la combinatoria de componentes difiere notablemente.
Diferenciación de la significación entre imaginería y escritura
Son varias las muestras teotihuacanas en las cuales los jeroglíficos acompañan a una figura de la imaginería formando composiciones semióticamente complejas. Según el canon figurativo teotihuacano, los jeroglíficos no presentan coherencia icónica interna, mientras que la imaginería sí. Este canon tiene normas para representar el espacio, los lugares y los cuerpos que se encuentran en este e interactúan. La escritura se manifiesta en forma de signos unitarios, secuencias y conjuntos de varios signos discretos, presentes en varias muestras teotihuacanas. Cuando se combinan escritura e imaginería figurativa, los signos de escritura no presentan coherencia icónica que justifique su relación con la imaginería basada en el canon mencionado; los signos de escritura tampoco tienen una agrupación entre ellos mismos basada en la lógica del iconismo teotihuacano. Todo esto constituye una frontera conceptual entre el orden de la imaginería y de la escritura, pero no una frontera textual, pues imaginería y jeroglíficos son complementarios en varias muestras teotihuacanas.36 Esta combinatoria de sistemas semióticos distintos perdura hasta el Posclásico en diversas culturas y, en algunos casos, hasta entrado el periodo Colonial.
Es posible distinguir, entonces, entre dos principios que ordenan la combinatoria de componentes para representar un tema en la plástica teotihuacana, pero también existe un tercer principio que rige el tipo de textos en los cuales se integran jeroglíficos e imágenes figurativas, en el cual hay posiciones convencionalmente establecidas para la inserción de la escritura en la imaginería figurativa, por ejemplo los jeroglíficos que representan antropónimos que anteceden a las figuras nombradas,37 y los topónimos asociados con plantas y otros elementos y accidentes del espacio geográfico.38 Es justamente en este sentido que existe una persistencia semiótica entre los textos semióticamente heterogéneos teotihuacanos y las pictografías del Posclásico y del periodo Colonial Temprano.
La primera relación es la que por conveniencia se llamará icónica.39 En esta, el espacio se representa por medio de la conceptualización en el plano básico o espacio de representación plástica bidimensional de tres planos: el celeste, el terrestre y el del inframundo. Estos, representados en un muro frente al cual se encuentre un espectador, ocuparían respectivamente, una franja superior, una franja media y una franja inferior. Estos tres pueden estar explícitos o implícitos en la representación. Existen por lo menos dos maneras en las cuales se presentan los elementos que ocupan el espacio, en temáticas en forma de secuencias lineales, o en escenas complejas formadas por varios grupos de elementos unidos entre sí por subtemas. Estas representaciones pueden presentar un ordenamiento por copresencia, contigüidad y sobreposición, para expresar aquello que se encuentra ante el espectador. Entre los componentes que figuran en el plano básico hay coherencia icónica, establecida según el canon figurativo teotihuacano.
En otro trabajo he definido esta relación de la siguiente manera:
La Clase compositiva A está caracterizada por la representación fundamentada en el iconismo, según las convenciones teotihuacanas. En esta, por medio de recursos expresivos culturalmente preestablecidos, una imagen visual tiene rasgos diagnósticos culturalmente atribuidos a lo representado. Las figuras se presentan en un plano básico que representa los planos superior, terrestre e inferior del espacio, y se representan relaciones de determinación y causalidad entre el espacio y las figuras, que corresponden convencionalmente a las observadas en el entorno natural-cultural. Para la interpretación de estas imágenes se requiere “reconstruir relaciones de semejanza, culturalmente instituidas, entre cualidades de las imágenes visuales y referentes, en el marco de la reconstrucción de las normas de la plástica de una cultura dada.”40
La segunda relación entre componentes de la imagen visual teotihuacana es la de la Clase compositiva B, que, por mera conveniencia, se denominará simbólica.41 Esta correspondería a los jeroglíficos y otros presuntos sistemas de notación de Teotihuacan. Aquí, la coherencia icónica antes mencionada está ausente. Los signos, unidades simples o combinaciones de unidades, se presentan como un único motivo compositivo, o se agrupan en retículas formadas por líneas rectas o acompañan motivos de la imaginería, según cánones establecidos por el sistema de los textos semióticamente heterogéneos.42 Según una hipótesis que sostienen varios académicos, los símbolos43 jeroglíficos, que muchas veces provienen de figuras visuales culturalmente conocidas, se relacionan entre sí para representar elementos de una lengua del México central44 de una forma que no ha sido descifrada a cabalidad. Parte de esta hipótesis propone que, en Teotihuacan, la mayor parte de los jeroglíficos posiblemente refieran nombres propios, topónimos y antropónimos, mientras que otros signos de notación podrían referir insignias y cargos.45 Hasta ahora se ha observado que, en el caso teotihuacano, estos signos se agrupan en forma de conjuntos de signos distribuidos en columnas y secuencias.46
Hasta la fecha no ha sido posible desarrollar un corpus general en el cual se distingan la escritura, las insignias de grados militares y otros sistemas de notación.
Aún es necesario prever una distinción entre recursos semióticos como los de la sinécdoque y la metáfora, que presuponen diferentes niveles de significación en las composiciones de las dos clases antes descritas.
La tercera relación entre componentes es la que, por conveniencia, se llamará heterogénea. Para definir esta relación se partió de los rasgos compositivos de algunos monumentos del Posclásico y de códices mixtecos prehispánicos y del periodo Colonial Temprano, que tienen correlatos en muestras teotihuacanas del periodo Clásico Temprano.
Esta relación será la norma según la cual se combinan la imaginería figurativa y los signos de notación en los casos de la toponimia y la antroponimia.
En otro lugar se escribe que “[se] trata de la categoría más representada en el corpus [teotihuacano]. En esta se presentan combinaciones entre las dos clases antes descritas, que requieren del análisis de la significación en varios estratos de organización. Incluyen composiciones que pueden presentarse a modo de escenas ‘desplegadas’ o ‘abreviadas’ […]”.47
VI. Conclusión: representación y notación teotihuacana como antecedente de los códices mesoamericanos
A lo largo de este trabajo se han expuesto, de una manera general, argumentos que apoyan la afirmación de que hubo maneras teotihuacanas de representar temas de la plástica por medio de signos que transmitían información de diversas formas; también, que estas formas de representar un contenido constituyen antecedentes centro-mexicanos de algunas prácticas de representación fundamentales de códices del estilo Mixteca-Puebla. Estas últimas son la concepción del espacio en la plástica bidimensional y cómo en este interactúan figuras y símbolos, entre los cuales hay mayormente topónimos y antropónimos.
Se argumentó acerca del contacto cultural entre mayas y teotihuacanos demostrado por la arqueología, como un elemento a favor del conocimiento de la comunicación escritural entre las élites teotihuacanas, aunque existen símbolos grabados en el fondo de vasijas de amplia distribución social procedentes de Teotihuacan. Se señaló la utilidad heurística de la comparación formal de presuntos jeroglíficos teotihuacanos, que acompañan o no a imágenes figurativas y que en ocasiones se encuentran en soportes funcionalmente comparables. En lo particular, se comentó que hay imaginería acompañada de escritura en textos mayas contemporáneos a los teotihuacanos y posteriores, y también hay imaginería acompañada de escritura en textos nahuas de los periodos Posclásico y Colonial Temprano.
Se mencionó una relación, según sostienen algunos lingüistas, entre algunas antiguas migraciones de grupos nahuas hacia el centro de México y los distintos grupos étnicos pobladores de la Teotihuacan del Clásico Temprano, y cómo esto influye en hipótesis sobre la temporalidad de la presencia de la escritura náhuatl en el área cultural antes mencionada.
La comparación entre estructuras visuales de la escritura jeroglífica náhuatl con algunas composiciones de la plástica teotihuacana indica que en estas últimas hay presencia de componentes jeroglíficos; incluso hay jeroglíficos que no acompañan ninguna figura de la imaginería. Aunque no haya sido posible descifrar la escritura teotihuacana a cabalidad, muchas composiciones presentan en su concepción misma lugares que puede ocupar la escritura.
Si consideramos la pictografía indígena como una manera de componer textos en los que se integran diversos principios semióticos en interacción para la creación de sentido, entonces se puede proponer que, en calidad de hipótesis rectora de futuros trabajos que proporcionen evidencia para una investigación de tipo inductivo, esta manera pictográfica de pensar los textos tuvo presencia tanto en Teotihuacan como en otros sitios de Mesoamérica, desde al menos el periodo Clásico Temprano.