Cualquier observador puede percibir, desde la década de 1930, que la geografía brasileña se apoya en un espacio privilegiado: las ciudades. Su estudio geográfico, específicamente el caso de Río de Janeiro, resuena a lo largo del siglo XX tanto dentro como fuera de Brasil (James, 1933; Deffontaines, 1937; Backheuser, 1944; Bernardes, 1957/1958; Castro, 1965; Duarte, 1967; Corrêa, 1967; Cardoso, 1968; Silva, 1976; Abreu, 1987; Fernandes, 1995).1
Paisagens luminosas e cenários noturnos: formas, práticas e significados da noite no Rio de Janeiro (Góis, 2017) no es un ejercicio de reflexión fortuito sobre la noche de las grandes ciudades. Marcos Paulo Ferreira de Góis, su autor, es profesor adjunto del Departamento de Geografía de la Universidad de Rio de Janeiro y especialista en Geografía Urbana y Geografía Cultural, con amplia experiencia en economía urbana, paisajes urbanos nocturnos, urbanización turística, espacios públicos, ciudadanía y cultura. Si bien el libro fue publicado en 2017, las investigaciones de su autor sobre la noche y la iluminación de Rio de Janeiro se remontan a sus estudios de posgrado (Góis, 2011; Góis, 2015). En su tesina de maestría, Góis (2011) estudia la distribución y los significados de la iluminación urbana del centro de Río de Janeiro. Elabora una clasificación de los escenarios nocturnos según la iluminación artificial, la morfología física de los lugares y el comportamiento de los ciudadanos. Ya en su tesis de doctorado, que recibió mención de honor en 2017 en la segunda edición del Premio IPP-Rio Maurício de Abreu,2 investiga el paisaje nocturno de Río de Janeiro como el resultado de la asociación entre morfologías y prácticas sociales. Aunque el libro de Góis (2017) se deriva de su tesis defendida en 2015, sus argumentos han madurado y adquirido complejidad durante sus ocho años de investigación ininterrumpida.
Expertos de diversas áreas han debatido, y continúan haciéndolo, sobre las situaciones de tensión sobre las polaridades comunes en el pensamiento moderno -como, por ejemplo, organismo/máquina (Haraway, 1991) y naturaleza/cultura (Latour, 1991), entre otras. Para algunos autores, como Haraway (1991) y Latour (1991), entre estos binarismos se interpone un elemento que dota de sentido a la existencia de dos polos: la ciencia y la tecnología, es decir, la denominada tecnociencia. Góis (2017) presenta, a lo largo de su obra, y principalmente en sus tres primeros capítulos, un binarismo que no ha recibido la atención suficiente por parte de los geógrafos: el día y la noche.
¿Qué es la noche? ¿Qué es la noche urbana? ¿Cómo definir la noche de las grandes metrópolis? Para Góis (2017), la noche, y en particular la noche urbana, forma parte del imaginario occidental desde hace siglos, incluso antes de ser objeto de estudio de las ciencias sociales. Desde los cuentos e historias infantiles hasta las narrativas literarias de las grandes obras de ficción del siglo XIX, los seres fantásticos, como vampiros (Drácula de Bram Stoker, 1897) y monstruos (Frankenstein: or the Modern Prometheus de Mary Shelley, 1818), así como los sucesos mágicos, transcurren entre las sombras o en la oscuridad. Las maldiciones, el peligro y lo desconocido son, por tanto, fenómenos asociados a la transgresión del orden impuesto por la luz y el día.
Lejos de limitarse a ser un imaginario artístico-literario, la noche urbana, entendida como un espacio-tiempo conquistado lentamente por la sociedad a través de siglos, es el componente central de un conjunto de reflexiones en las ciencias sociales y de las acciones de los gestores de las grandes metrópolis nocturnas. Mientras que los gestores se encargan de “... lidiar con una creciente importancia de las actividades nocturnas y, al mismo tiempo, garantizar que delitos y violaciones de los derechos sociales no inhiban la vida social” (Góis, 2017, p. 23); los científicos sociales se dividen en torno a dos polos de un mismo espectro para describir la noche urbana: la visibilidad, en general, el ocio de los grupos sociales, y la oscuridad de la transgresión.
Para Góis (2017), pese a que la entrada de la noche en el temario de las ciencias sociales podría haber ampliado mucho más los límites de estas investigaciones, aún son pocos los avances para superar los esquemas interpretativos rígidos y totalizantes de los escenarios nocturnos. Consecuentemente, los expertos de la noche han tendido a centrarse en la investigación de las prácticas transgresoras o, por otro lado, en el análisis de las prácticas sociales de la colonización de la noche por el ocio (cultura y entretenimiento urbano entendido desde la perspectiva de la night-time economy).3 El dilema de estas investigaciones radica en que continúan vinculadas a un modelo binario de la concepción de la noche, según el cual, “la transgresión del orden forma parte de las prácticas sociales”4 (Góis, 2017, p. 21).
Entre el día y la noche se interpone una tecnología: la iluminación artificial. Así como la tecnociencia flexibiliza los términos de las posiciones discutidas por Haraway (1991) y Latour (1991), al interponerse entre el día y la noche de las ciudades, la iluminación artificial desnaturaliza la función del ritmo circadiano en la definición de las prácticas sociales. Desde 1980, mientras que en los estudios urbanos proliferan afirmaciones como “la noche es la última frontera de la sociedad” o “la conquista de la noche por parte de la sociedad”, “... el uso de la tecnología [la iluminación artificial] en la creación de ambientes nocturnos ha permitido que el paisaje urbano sea incorporado a la planificación de la ciudad”5 (Góis, 2017, p. 44). Así, el urbanismo nocturno está dividido en torno a dos polos de reflexión (City Beautification y Urbanisme Lumière), y ha insistido en la “iluminación como uno de los vectores de la renovación urbana”6 (Góis, 2017, p. 44).
Para los urbanistas del City Beautification, conforme observa Góis (2017), la acción de iluminar las ciudades está polarizada para contemplar los puntos de gran atractivo, identificación (histórico-cultural) o visibilidad. Al parecer, en el caso de las intervenciones puntuales, los escenarios y los ambientes nocturnos creados se adecuan a las festividades y a la valoración patrimonial del espacio construido de las ciudades. En cambio, el Urbanisme Lumière, en lugar de privilegiar puntos específicos de la ciudad, proyecta la iluminación para el conjunto del organismo urbano y para la integración de sus partes. Para los urbanistas de esta corriente, así como para otros autores, la ciudad de noche es un espacio-tiempo cualitativamente diverso de la ciudad diurna. Esa diversidad cualitativa implica, necesariamente, una planificación luminosa para las ciudades que incluya políticas de zonificación y una organización urbano-territorial específica para la ciudad nocturna.
Otra característica destacada del estudio de Góis (2017) es el robustecimiento del concepto de paisaje, que lo exime de elegir entre uno con énfasis en la cultura material y otro fundamentado en las bases ideológicas y en los significados registrados en el paisaje. El autor define el paisaje nocturno de una ciudad como “constituido, al mismo tiempo, de la materialidad o de la apariencia de los elementos que forman parte de él y de las acciones, prácticas o comportamientos de los individuos y grupos que lo producen” (Góis, 2017, p. 75). Esa comprensión teatralizada del paisaje nocturno carioca deriva del concepto de escenario elaborado en la geografía brasileña por Gomes (2008). Para esta perspectiva, el paisaje reúne, al mismo tiempo, la función de tablado7 (materialidad) y la de guión (significado) de la vida social. Por lo que la interpretación de los paisajes y los escenarios nocturnos de Góis (2017) enfatiza la relación entre la configuración física de los lugares, los agentes y las prácticas sociales. Todos estos elementos, de manera conjunta, están ligados al carácter selectivo, limitado y temporal de la iluminación artificial.
Esto significa que, con independencia de estar orientada por los planes urbanos y la participación relevante de emprendedores nocturnos en su organización, la “configuración física de estos lugares contribuye a la interacción entre sus usuarios y a que la construcción de los escenarios nocturnos no se lleva a cabo de manera unidireccional y hegemónica en su totalidad” (Góis, 2017, p. 67). A diferencia del esquema interpretativo estructuralista de las ciencias sociales, que reconoce únicamente el papel transgresivo de las prácticas sociales, Góis (2017) delimita y representa una imagen muy compleja de la noche urbana - compuesta de conflictos, acuerdos y negociaciones entre agentes sociales en las más diversas escalas de planificación y organización del paisaje urbano nocturno-.
¿Cómo identificar los marcos de la noche urbana en la ciudad de Río de Janeiro? Aquí se debe resaltar la originalidad teórico-metodológica de Góis (2017), que, al combinar una variedad de procedimientos, que casi nunca son concebidos de manera conjunta, el autor traza los escenarios nocturnos a partir de una “regresión de escalas” (Góis, 2017, p. 187). Cada escala se corresponde con un punto de vista en el que se exhibe la noche urbana y con un conjunto de procedimientos, variables y categorías para analizar su paisaje: 1) nivel municipal: recopilación de la legislación y de los planes que ha conformado la política urbana nocturna de Río de Janeiro a lo largo de los años; 2) nivel de los centros nocturnos del municipio: análisis de los proyectos urbanos y las acciones de empresarios y de otros particulares para promocionar la noche carioca; 3) nivel de las prácticas y morfología de los centros nocturnos: creación de un índice de concentración y variabilidad de las actividades nocturnas; 4) microescala de las relaciones entre morfologías y comportamientos de los usuarios: observación directa de las trayectorias y las concentraciones de individuos.
Carl Sauer (1889-1975), John B. Jackson (1909-1996), Torsten Hägerstrand (1916-2004), Walter Christaller (1893-1969), Georg Simmel (1858-1918), Pierre Bourdieu (1930-2002) y otros intelectuales, geógrafos y no geógrafos, han cimentado el camino trazado por Góis (2017) hasta su constatación de que la noche y lo nocturno son definidos por las “prácticas sociales y las formas construidas que se dedican al control social bajo condiciones de iluminación, negociación y localización especialmente concebidas para aquellos que los agentes sociales definen como noche” (Góis, 2017, p. 186).
Tras casi un siglo de estudios geográficos sobre la ciudad, el lector de esta reseña podría cuestionar ¿qué hay de nuevo en los estudios urbanos elaborados por geógrafos, en el siglo XXI, sobre Río de Janeiro, ciudad cuya fisonomía, estructura y procesos fueron exhaustivamente analizados en los últimos ochenta años? Pese a algunas aperturas anteriores del estudio de la ciudad de Río de Janeiro en el siglo XX, el libro de Góis (2017), al ocuparse de la historia y de la geografía nocturna del espacio urbano de la capital fluminense, ha expandido las fronteras de las investigaciones geográficas sobre las ciudades.