Introducción
Las conductas alimentarias de riesgo (CAR) y la realización de dietas restrictivas o ayunos prolongados son cada vez más frecuentes entre mujeres y hombres jóvenes (Ferriter y Ray, 2011; Smith y Robbins, 2013; Striegel-Moore y Bulik, 2007). En México se estima que la prevalencia de adolescentes en riesgo de presentar una alteración de la conducta alimentaria fue de 1.3% (1.9% en el sexo femenino y 0.8% en el masculino). Las conductas alimentarias de riesgo (CAR) más frecuentes fueron: preocupación por engordar, comer demasiado y perder el control sobre lo que se come. En las adolescentes, la principal conducta de riesgo fue la preocupación por engordar (19.7%), en los varones fue hacer ejercicio para perder peso (12.7%); como lo reporta la ENSANUT, (2012). Las estrategias que realizan los y las adolescentes para perder peso son dietas estrictas o vómito autoinducido, que puede conducir a anomalías en la conducta alimentaria (Unikel, Bojórquez y Carreño, 2004), manifestando diferencias entre hombres y mujeres, en donde las mujeres presentaron mayores conductas alimentarias en comparación con los varones (Nuño, Celis y Unikel, 2009; Saucedo y Unikel, 2010; Unikel y Gómez-Peresmitré, 2004; Unikel, Saucedo, Villatoro y Fleiz, 2002).
La conducta alimentaria de riesgo se encuentra parcialmente determinada por factores biológicos (Kaye, 2008; Leibowitz y Shor-Posner,1986), socioculturales (Benarroch, Pérez y Perales, 2011; Garner y Garfinkel, 1980) y diferencias individuales (Elfhag y Morey, 2008; Meule y Platte, 2015; Palacios, Ramírez, Anaya, Hernández y Martínez, 2017). Dentro de los factores individuales, la personalidad se ha identificado como un factor vinculado a diferentes comportamientos de riesgo, incluidos los alimentarios (Davis, Claridge y Cerullo, 1997; Provencher et al., 2008).
Los rasgos de personalidad, en sus diferentes facetas, se han relacionado con la manifestación y mantenimiento de las conductas alimentarias. Anderluh, Tchanturia, Rabe-Hesketh y Treasure (2003) encontraron que el perfeccionismo se vincula a la obsesión por la delgadez y las dudas acerca de las normas personales. El perfeccionismo lleva a una mayor cantidad de frustración al ser menos probable alcanzar estándares personales o mediante una mayor sensibilidad a la evaluación negativa (Verstuyf, Patrick, Vansteenkiste y Teixeira, 2012). Para restablecer el bienestar, las personas pueden recurrir al control sobre la comida, apareciendo por tanto, mecanismos de restricción alimentaria, bloqueando las emociones negativas, difíciles de mantener ante un futuro atracón (Boone et al., 2012). Algunos autores mencionan que el control sobre la comida es una consecuencia de buscar la perfección hacia sí mismo y hacia los demás (Norwood et al., 2011). La anorexia y la bulimia han sido caracterizados por el perfeccionismo, el neuroticismo, la emocionalidad negativa y la evitación al daño (Farstad, McGeown y von Ranson, 2016). Mobbs, Crépin, Golay y Van der Linden (2010) proponen que las personas con sobrepeso y obesidad tienen altos niveles de urgencia, carencia de perseverancia y sensibilidad a la recompensa, es decir, que estas personas tienen dificultad en inhibir respuestas automáticas, así como una elevada sensibilidad a la recompensa. Es importante precisar que la realización de atracones es un componente dentro de las CAR, y puede contribuir a la presencia de sobrepeso y obesidad del individuo, debido al exceso de calorías que se ingieren.
Además de los rasgos anteriormente mencionados, emergen diferencias en la personalidad entre los tipos de conductas alimentarias; por ejemplo, en la anorexia se presenta una elevada impulsividad, búsqueda de sensaciones y búsqueda de novedad (Cassin y von Ranson, 2005). La búsqueda de sensaciones es un rasgo de personalidad que se define como la necesidad de buscar y experimentar nuevas, variadas, complejas e intensas experiencias y sensaciones, así como el deseo de correr riesgos físicos y sociales por el simple deseo de disfrutar de tales experiencias (Zuckerman, 1994). El término búsqueda se refiere a un rasgo que es expresado de forma activa, y el de sensación hace referencia al efecto sensorial de la estimulación externa, es decir, el estímulo externo se busca para maximizar las sensaciones (Zuckerman, 1971, 1994).
La búsqueda de sensaciones se relaciona con los problemas de la alimentación, por ello, las personas con CAR que presentan atracones, purgas, o ambas, tienden a puntuar más alto en las medidas de búsqueda de sensaciones (Rossier, Bolognini, Plancherel y Halfon, 2000; Steiger, Jabalpurwala, Champagne y Stotland, 1997). Además, las personas que se dan un atracón y posterior purga, lo realizan sin contemplar los riesgos y las consecuencias antes de actuar (Fahy y Eisler, 1993). En un estudio realizado por Naor-Ziv y Glicksohn (2014), evaluaron la contribución que tienen los rasgos de extroversion, neuroticismo, impulsividad, búsqueda de sensaciones y perfeccionismo en el desarrollo de desordenes alimentarios. Los autores encontraron que los adolescentes con riesgo de bulimia presentan altos niveles de impulsividad, deshinibición y psicoticismo, comparados con los adolescentes con alto riesgo de padecer anorexia. Por su cuenta, Rossier, Bolognini, Plancherel y Halfon (2000) muestran que los sujetos con comportamientos bulímicos se caracterizan por tener puntajes más altos que el grupo de control, especialmente en la búsqueda de experiencias y aventura. Por el contrario, las personas anoréxicas de tipo restrictivo tuvieron puntajes más bajos en la búsqueda de sensaciones que el grupo control, especialmente en la dimensión de búsqueda de experiencias. Por último, Brewerton, Cotton y Kilpatrick (2018) encontraron que la búsqueda de sensaciones, en el rasgo de desinhibición, es común entre mujeres con bulimia y con desórdenes de atracón.
Los estudios encaminados a identificar los rasgos de personalidad o la búsqueda de sensaciones presentes durante un episodio de atracón son poco frecuentes. Uno de estos es el realizado por Laghi, Pompili, Baumgartner y Baiocco (2015), quienes encontraron que la búsqueda de experiencias y la susceptibilidad al aburrimiento son predictores del atracón en hombres, explicando 11% de la variabilidad de esta conducta. Para el caso de las mujeres, la búsqueda de sensaciones no tuvo una asociación significativa con la conducta de atracón. Castro-Zamudio y Castro-Barea (2016) proponen a la búsqueda de sensaciones como un posible factor asociado a la anorexia y a la bulimia en adolescentes españoles, la cual correlaciona positivamente con la bulimia, y concluyen señalando que al ser una variable relacionada con las CAR, deberá ser incluida en programas de estilo de vida saludable.
Por otro lado, existe amplia evidencia que demuestra que la búsqueda de sensaciones es diferente entre hombres y mujeres. Los estudios muestran que los hombres presentan un puntaje más alto que las mujeres en la búsqueda de sensaciones y se presenta con mayor recurrencia en los primeros (Hittner y Swickert, 2006; Roth, Hammelstein y Brähler, 2007; Zuckerman, 1994, 2007), lo cual puede deberse tanto a factores biológicos como de socialización (Arnett, 1994; Newcomb y McGee, 1991; Zuckerman, 1994; Zuckerman y Kuhlman., 2000). Entre los estudios que destacan estas diferencias se encuentra el de Zuckerman (1994), quien señaló que los hombres, en comparación con las mujeres, tienen mayores puntajes en el total de búsqueda de sensaciones y en las subescalas de búsqueda de experiencias, desinhibición y susceptibilidad al aburrimiento. Asimismo, Chico (2000) identificó diferencias significativas en las subescalas de búsqueda de experiencias y aventura, desinhibición, susceptibilidad al aburrimiento y en la escala total, a favor de los varones.
En trabajos con adolescentes se encuentra evidencia de que los hombres tuvieron valores más altos en la búsqueda de sensaciones que las mujeres, particularmente en la subescala de intensidad (Arnett, 1994). Autores como Michel et al., (1999) encontraron que los hombres obtienen puntajes altos en la búsqueda de emoción y aventura en comparación con las mujeres. Mallet y Vignoli (2007) encontraron que los hombres puntúan más alto en la búsqueda de intensidad en comparación con las mujeres, pero estas obtuvieron valores más elevados en la búsqueda de novedad. Recientemente, Palacios (2015), encontró que los hombres tienen puntajes más altos en la búsqueda de placer, de riesgo, de emociones intensas, de experiencias, aventura y de lo inusual, así mismo se describen como más desinhibidos, en comparación con las mujeres.
En México se han realizado algunos estudios previos dirigidos a investigar la búsqueda de sensaciones como determinante del consumo de alcohol (Palacios, 2018), el consumo de drogas (Palacios y Cañas, 2010), el intento suicida (Palacios, Sánchez y Andrade, 2010) y la conducta antisocial (Contreras, Andrade y Palacios, 2007). Sin embargo, no se han encontrado estudios que indagen la relación de las conductas alimentarias con la búsqueda de sensaciones, lo que favorece el ímpetu investigativo para obtener una mejor comprension de la relación entre la búsqueda de sensaciones y conducta alimentaria de riesgo en los jóvenes nacionales.
La evidencia encontrada sugiere una probable relación entre la personalidad y la conducta alimentaria de riesgo (incluidos un estilo de vida poco saludable y otros problemas de alimentación), en donde los individuos que son buscadores de sensaciones tienen una mayor probabilidad de mantener estas conductas alimentarias. Considerando que las prácticas alimentarias de riesgo son cada vez más frecuentes con efectos adversos a la salud, los objetivos de esta investigación son describir las conductas alimentarias de riesgo, así como comparar las facetas de la búsqueda de sensaciones en diferentes niveles de riesgo alimentario para hombres y mujeres.
A partir de la evidencia documentada, que señala que la búsqueda de sensaciones es un determinante directo de varios comportamientos de riesgo (Palacios, 2015, 2018; Schmidt, Molina y Raimundi, 2017; Stephenson, Velez, Chalela, Ramirez y Hoyle, 2007; Zuckerman, 1994, 2007; Zuckerman y Kuhlman, 2000). Se plantea como hipótesis que los hombres y las mujeres con mayor riesgo alimentario presentarán una puntuación más elevada en la búsqueda de sensaciones, comparados con los jóvenes de menor riesgo alimentario, de manera que la probabilidad de presentar patrones alimentarios de riesgo aumentará. Para la presente investigación se realizó un estudio de campo con un diseño de investigación no experimental de corte transversal y de tipo correlacional (Montero y León, 2002).
Método
Participantes
Se seleccionó una muestra no probabilística de tipo intencional, constituida por 1012 jóvenes (531 hombres y 481 mujeres), de entre 14 y 22 años (M = 16.7 años, DE = 1.2) de edad, estudiantes de dos escuelas públicas de educación media superior de la Ciudad de México. Se consideraron como criterios de inclusión que los participantes no tuvieran mas de 25 años de edad, fueran estudiantes registrados y tener interés en participar en el estudio. Como criterios de exclusión, se consideraron la presencia de un trastorno mental o una enfermedad crónico-degenerativa, además de estar en etapa de embarazo.
Instrumentos
Para medir las conductas alimentarias de riesgo se utilizó el Cuestionario de Conductas Alimentarias de Riesgo de Unikel et al. (2004), que es una escala tipo Likert con cuatro opciones de respuesta (casi nunca a casi siempre). El cuestionario evalúa 10 conductas, en donde se reporta la frecuencia con la que se realizan estas conductas, divididas en Atracón-Purga (α =.74; e.g., He comido demasiado, me he atascado de comida), Medidas compensatorias (α =.72; e.g., He usado pastillas para tratar de bajar de peso), Restricción (α =.76; e.g., Me ha preocupado engordar). La escala tiene un coeficiente α de Cronbach de .83, así como validez de constructo, predictiva con una muestra clínica, y concurrente con sintomatología depresiva e ideación suicida. El punto de corte establecido fue de 10, que mostró una sensibilidad de 0.81 y una especificidad de 0.78.
Para evaluar la búsqueda de sensaciones se utilizó el Inventario de Búsqueda de sensaciones para adolescentes (IBS-Mx) de Palacios (2015). Esta escala consta de un total de 59 ítems tipo Likert, con cuatro opciones de respuesta (nunca a siempre) que miden ocho facetas de este rasgo de personalidad. Dichas facetas o dimensiones son: búsqueda de placer (14 reactivos, α = .92; e.g., Busco cosas placenteras), búsqueda de riesgo (nueve reactivos, α =.91; e.g., Me gusta hacer cosas arriesgadas), búsqueda de emociones (ocho reactivos, α = .87; e.g., Me gustan las emociones fuertes), búsqueda de novedad (siete reactivos, α = .86; e.g., Me gusta vivir experiencias nuevas), búsqueda de experiencias y aventura (ocho reactivos, α = .83, e.g., Me gustaría explorar lugares extraños), desinhibición (cuatro reactivos, α = .87; e.g., Disfruto la compañía de personas desinhibidas), búsqueda de lo inusual (cuatro reactivos, α = .71; e.g., Me visto con un estilo extravagante), y susceptibilidad al aburrimiento (cinco reactivos, α = .77; e.g., Me aburro si tengo que estar en mi casa). La escala tiene validez de constructo mediante análisis factorial exploratorio, predictiva sobre varias conductas de riesgo y de criterio entre hombres y mujeres, así como un coeficiente α = .88 (IC 95% = .86-.89) para el total del instrumento.
Procedimiento
Se aplicaron las escalas a los participantes de manera grupal, utilizando los salones de clase para tal fin, en un tiempo aproximado de 40 min. Antes de la entrega de los cuestionarios, se les explicó que el cuestionario estaba diseñado para conocer las variables relacionadas con su alimentación. Se les solicitó que respondieran de forma sincera, explicándoles que sus respuestas se utilizarían para fines de investigación.
Consideraciones éticas
En primer lugar se solicitó el permiso para realizar el estudio a las autoridades correspondientes de cada institución. A cada participante se le pidió su colaboración, mediante la firma de un formato de consentimiento y asentimiento informado. A todos los participantes se les aclaró que la información era anónima, se les garantizó la confidencialidad de los datos proporcionados y se resolvieron las dudas que tuvieran con respecto a su participación. El protocolo de la presente investigación fue establecido de acuerdo al Reglamento de la Ley General de Salud, considerando el apartado sobre investigación en seres humanos (Secretaría de Salud, 2011).
Análisis de datos
Los análisis de datos se realizaron considerando la estadística descriptiva para las variables que así lo requerían. En primer término, se integró un indicador de las conductas alimentarias de riesgo, por medio de la suma de las ocho conductas alimentarias. Se consideraron como criterios de clasificación de riesgo, la frecuencia de respuesta al instrumento, como se ha presentado en otros estudios (Nuño et al., 2009; Palacios y Ramírez, 2016), así como los niveles de riesgo reportados en estudios previos (Altamirano, Vizmanos y Unikel, 2011), lo que permitió establecer las categorias reportadas en el presente estudio. Se realizaron análisis de contigencia entre los diferentes niveles de riesgo alimentario, utilizando la prueba Chi-cuadrada para contrastar los criterios de clasificación entre hombres y mujeres. Se examinó la distribución normal de la búsqueda de sensaciones que mostró una asimetría = 0.89, una curtosis = - 0.45 y un valor de K-S (gl =1012) = .024 , p = .200; y de las conductas alimentarias de riesgo, que indicó una asimetría = 1.60, una curtosis = 3.84 y un valor de K-S (gl =1012) = .152, p =.000. encontrandose que esta última no fue estadísticamente normal de acuerdo a la prueba de Kolmogorov- Smirnov (K-S). Para identificar las diferencias en cada faceta de la búsqueda de sensaciones entre hombres y mujeres se realizaron análisis con la prueba t de Student para muestras independientes. Posteriormente, para comparar las ocho facetas de la búsqueda de sensaciones por los cuatro niveles de riesgo alimentario se realizó un análisis de varianza (ANOVA) factorial, mediante el programa SPSS 14.
Resultados
Para conocer la frecuencia con la que se realizan conductas alimentarias de riesgo en los jóvenes, en la Tabla 1, se observa que en mayor proporción se reporta que pocas veces existe una preocupación por el peso; practicaron atracones de comida; perdieron el control al comer, vomitaron para bajar de peso (de los cuales el 2% lo hace casi siempre) y reportaron ayunar como forma de perder peso; en ocasiones realizaron dietas para perder peso; por último, la mayoría de los jóvenes reportaron que pocas veces utilizaron pastillas o diuréticos para perder peso.
Casi Nunca | Pocas Veces | Muchas veces | Casi siempre | |||||
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n | % | n | % | n | % | n | % | |
1. Preocupación por el peso | 275 | 27.2 | 284 | 28.1 | 176 | 17.4 | 277 | 27.4 |
2. Atracones de comida | 355 | 35.1 | 360 | 35.6 | 196 | 19.4 | 101 | 10.0 |
3.Falta de control al comer | 579 | 57.2 | 289 | 28.6 | 90 | 8.9 | 54 | 5.3 |
4.Vómito para bajar de peso | 893 | 88.2 | 64 | 6.3 | 35 | 3.5 | 20 | 2.0 |
5. Ayunos para perder peso | 770 | 76.1 | 135 | 13.3 | 63 | 6.2 | 44 | 4.3 |
6. Dietas para bajar de peso | 722 | 71.3 | 170 | 16.8 | 74 | 7.3 | 46 | 4.5 |
7. Uso de pastillas para bajar de peso | 927 | 91.6 | 47 | 4.6 | 20 | 2.0 | 18 | 1.8 |
8.Uso de diuréticos o laxantes para bajar de peso | 932 | 92.1 | 34 | 3.4 | 28 | 2.8 | 18 | 1.8 |
La suma del puntaje de las ocho conductas antes descritas fue considerada como un continuo de riesgo alimentario (M= 12.39; DE= 3.8; Min.= 7; Max=32; Md=12.00). A este continuo se le dividió por medio de cuartiles para obtener cuatro niveles de riesgo (Sin riesgo= 7 a 10; Bajo riesgo= 11 a 12; Riesgo moderado= 13 a 14 y Riesgo alto= 15 a 32). La Tabla 2 indica la proporción de los niveles de riesgo entre hombres y mujeres. Se observa que hay un porcentaje mayor de hombres sin riesgo, riego bajo o en riesgo moderado, en comparación con las mujeres, quienes tienen una proporción mayor de presentar alto riesgo (X 2 = 39.13, gl = 3, p < .001, ƞ = .17).
Conducta alimentaria | |||||
---|---|---|---|---|---|
Sin riesgo | Riesgo bajo | Riesgo moderado | Riesgo alto | Total | |
Hombre | 13.8% | 14.5% | 13.3% | 10.8% | 52.5% |
Mujer | 8.3% | 11.5% | 9.8% | 18.0% | 47.5% |
Total | 22.1% | 26.0% | 23.1% | 28.8% | 100% |
En la Tabla 3 se observan las diferencias en la búsqueda de sensaciones entre hombres y mujeres, encontrando diferencias estadísticamente significativas entre ambos. Los primeros tienen puntajes más altos en la búsqueda de placer, de riesgo, de emociones intensas, de experiencias y aventura, de novedad y de lo inusual, así mismo se describen como más desinhibidos. No obstante, hombres y mujeres obtuvieron puntajes similares en la susceptibilidad al aburrimiento.
Hombre (n = 531) | Mujer (n = 481) | t | d | IC 95% | |||
---|---|---|---|---|---|---|---|
M | DE | M | DE | ||||
Búsqueda de Placer | 2.61 | 0.71 | 2.23 | 0.72 | 8.39*** | .03 | .29- .46 |
Búsqueda de Riesgo | 2.42 | 0.71 | 2.16 | 0.73 | 5.57*** | .02 | .16- .34 |
Búsqueda de Emociones Intensas | 2.81 | 0.78 | 2.59 | 0.82 | 4.23*** | .02 | .11- .31 |
Búsqueda de Novedad | 2.84 | 0.68 | 2.67 | 0.67 | 4.02*** | .01 | .08- .25 |
Búsqueda de Experiencias y Aventura | 2.76 | 0.71 | 2.48 | 0.71 | 6.13** | .02 | .18- .36 |
Desinhibición | 2.45 | 0.75 | 2.11 | 0.71 | 7.27*** | .03 | .24- .42 |
Búsqueda de lo Inusual | 2.14 | 0.74 | 1.92 | 0.73 | 4.92*** | .02 | .13- .32 |
Susceptibilidad al Aburrimiento | 2.49 | 0.79 | 2.44 | 0.81 | 1.12 | .00 | -.04-.15 |
* p < .05 ** p < .01 *** p < .001
Para comprar las ocho facetas de la búsqueda de sensaciones y los cuatro niveles de riesgo alimentario, se utilizó un ANOVA factorial, con el sexo como covariable. El análisis mostró efectos principales y significativos del sexo: F (62, 535) , p < .001, y de la intersección: F (2812, 238) , p < .001, sin embargo, el de la búsqueda de sensaciones aparece inalterado. La Tabla 4 evidencia que los grupos difieren significativamente en las ocho facetas de la búsqueda de sensaciones. Los niveles de la búsqueda de placer [F (3, 999) = 5,498;p<.001]; y la búsqueda de riesgo [F (3, 999) = 5,054;p<.001]; son mayores en los grupos de riesgo alto y moderado, comparados con los grupos de riesgo bajo y sin riesgo. La búsqueda de emociones intensas [F (3, 999) = 6,340;p<.001]; la búsqueda de novedad [F (3, 999) = 4,575;p<.01]; la búsqueda de experiencias y aventura [F (3, 999) = 5,085;p<.01]; la desinhibición [F (3, 999) = 7,443;p<.001]; así como la susceptibilidad al aburrimiento [F (3, 999) = 5,924;p<.01]; son mayores en el grupo de riesgo alto y moderado, comparado al grupo sin riesgo. La búsqueda de lo inusual [F (3, 999) = 3,222;p<.05]; puntúa más alto en el grupo de alto riesgo, comparado con el grupo sin riesgo de realizar conductas alimentarias. Las diferencias fueron estadísticamente significativas utilizando el método post hoc de Bonferroni.
Conducta alimentaria | ||||||||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Sin Riesgo (n = 350 ) |
Riesgo Bajo (n = 263) |
Riesgo moderado (n = 110 ) |
Riesgo alto (n = 287 ) |
Post hoc | ƞ2 | |||||||
M | DE | M | DE | M | DE | M | DE | |||||
Búsqueda de Placer | 2.30 | 0.75 | 2.37 | 0.73 | 2.53 | 0.70 | 2.52 | 0.74 | a >c,d | .09 | ||
Búsqueda de Riesgo | 2.15 | 0.74 | 2.27 | 0.73 | 2.34 | 0.70 | 2.39 | 0.72 | a >c,d | .05 | ||
Búsqueda de Emociones Intensas | 2.53 | 0.86 | 2.68 | 0.76 | 2.83 | 0.77 | 2.76 | 0.81 | a >c,d | .04 | ||
Búsqueda de Novedad | 2.63 | 0.75 | 2.73 | 0.67 | 2.82 | 0.65 | 2.82 | 0.63 | a >c,d | .03 | ||
Búsqueda de Experiencias y Aventura | 2.49 | 0.79 | 2.60 | 0.71 | 2.72 | 0.69 | 2.68 | 0.69 | a >c,d | .06 | ||
Desinhibición | 2.12 | 0.79 | 2.26 | 0.71 | 2.35 | 0.75 | 2.41 | 0.73 | a >c,d | .09 | ||
Búsqueda de lo Inusual | 1.92 | 0.78 | 2.04 | 0.75 | 2.03 | 0.68 | 2.12 | 0.74 | a >d | .04 | ||
Susceptibilidad Aburrimiento | 2.32 | 0.84 | 2.39 | 0.77 | 2.57 | 0.79 | 2.57 | 0.78 | a >c,d | .03 |
Nota. a= Sin riesgo; b= Bajo riesgo; c= Moderado riesgo; d= Alto riesgo
*p < .05 **p < .01 *** p < .001
Discusión
Las conductas alimentarias de riesgo son un problema de baja prevalencia que puede alcanzar una proporción alrededor del 27.4%, que en nuestros resultados tiene el mayor porcentaje representado en la preocupación por aumentar de peso, como se ha reportado previamente (ENSANUT, 2012; Unikel et al., 2004). El comportamiento alimentario se puede presentar a lo largo de un continuo, con mayor presencia en las mujeres que en los hombres, como se ha encontrado en estudios previos (Nuño et al., 2009; Saucedo et al., 2010; Unikel et al., 2002).
Adicionalmente, ser hombre o mujer se ha reportado como un factor que incide en el desarrollo de conductas alimentarias riesgosas (Benarroch et al., 2011; Nuño et al., 2009; Striegel-Moore y Bulik, 2007). El efecto diferencial que se establece entre los sexos en la adolescencia, aunado a los cambios en la imagen corporal y la preocupación por la apariencia en las mujeres (Unikel et al., 2004), es un factor que las coloca en una posición vulnerable de presentar conductas alimentarias de riesgo, ya que las mujeres adaptan su forma de comer para proyectar una imagen favorable de sí mismas (Nuño et al., 2009).
Respecto a la implicación que tiene la búsqueda de sensaciones en la conducta alimentaria de riesgo, este estudio tuvo como objetivo describir las conductas alimentarias de riesgo y comparar las facetas de la búsqueda de sensaciones en diferentes niveles de riesgo alimentario para hombres y mujeres. Los datos encontrados son congruentes con la hipótesis esbozada, lo que permite sostener que los jóvenes con alto riesgo alimentario presentan mayores niveles de búsqueda de sensaciones, comparados con los de menor riesgo, de manera que la probabilidad de iniciar y/o mantener patrones conductuales de riesgo alimentario aumentan. El análisis de comparación entre los diferentes niveles de riesgo alimentario evidenció una mayor búsqueda de sensaciones en las ocho facetas evaluadas en quienes presentan un mayor riesgo en su comportamiento alimentario. Estos resultados corroboran lo obtenido en estudios previos (Brewerton et al., 2018; Cassin y von Ranson, 2005; Castro-Zamudio y Castro-Barea, 2016), que se alinean con los de Rossier et al. (2000), quiénes muestran que los individuos que tienen purgas y/o atracones poseen una mayor búsqueda de sensaciones, con un riesgo elevado de desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria.
Adicionalmente, otros estudios concluyen que la búsqueda de sensaciones tiene una relación estrecha con la conducta alimentaria de riesgo (Anderluh et al., 2003; Cassin y von Ranson, 2005; Castro-Zamudio y Castro-Barea, 2016; Farstad et al., 2016; Laghi et al., 2015; Naor-Ziv y Glicksohn, 2014; Rossier, 2000; Steiger et al., 1997), particularmente con las purgas y los atracones (Arcelus et al., 2013; Rossier et al., 2000). Esta relación se puede establecer particularmente por las propias características presentes en los CAR, como son la preocupación por el peso, los atracones, las conductas compensatorias, lo que puede ocurrir por el simple hecho de sentir placer al realizar estos comportamientos hasta sentir una satisfacción o bienestar al bajar de peso. La obtención de diferencias en la búsqueda de sensaciones por niveles de riesgo alimentario posibilita aumentar la evidencia empírica existente respecto a que la búsqueda de sensaciones tiene una contribución en la presencia de conductas de riesgo (Hittner y Swickert, 2006; Mallet y Vignoli, 2007; Palacios, 2015, 2018; Palacios y Cañas, 2010; Palacios et al., 2010; Zuckerman, 1971, 1994, 2007; Zuckerman y Kuhlman, 2000), y que ahora puede ser utilizada para comprender y explicar el rol que tiene en las conductas alimentarias, como puede ser la anorexia, la bulimia y los atracones (Naor-Ziv y Glicksohn, 2014; Rossier et al., 2000). Además la búsqueda de sensaciones permite identificar en una muestra de jóvenes mexicanos, la realización de conductas de alimentación que pueden afectar la salud de los jóvenes y disminuir su estilo de vida saludable.
En cuanto a la comparación del rasgo de búsqueda de sensaciones entre hombres y mujeres, se encuentra presente en mayor medida en los varones, es decir, buscan significativamente mayor variedad de sensaciones en comparación con las mujeres, lo que es congruente con lo reportado en diferentes estudios (Arnett, 1994; Chico, 2000; Hittner et al., 2006; Mallet et al., 2007; Michel et al., 1999; Newcomb et al., 1991; Palacios, 2015; Palacios et al., 2010; Roth et al., 2007; Zuckerman, 1994, 2007; Zuckerman y Kuhlman, 2000).
Es importante considerar algunas limitaciones metodológicas dentro de la presente investigación, la primera corresponde al instrumento para medir la conducta alimentaria de riesgo, futuros estudios podrán ampliar el instrumento y complementarlo con otros aspectos del comportamiento alimentario, como son los atracones, las situaciones en las que se realizan estos atracones, el deseo intenso por alimentos de alto contenido calórico, o ampliar las conductas incluidas en las medidas compensatorias. La segunda es referente al tamaño de la muestra, que aunque es amplia, el nivel de incidencia de estos comportamientos no se alcanza a cubrir en su totalidad, por lo que establecer datos específicos de la población en riesgo de desarrollo este tipo de problemática es fundamental para la investigación en esta área. Adicionalmente, el muestreo no probabilístico puede ser una limitante, al no contar con representatividad de la población de estudio, dejando la posibilidad de incluir a más jóvenes de forma aleatoria. Por lo anterior, los resultados de este estudio deben tomarse con cierta reserva, ya que se trata únicamente de estudiantes de nivel bachillerato de escuelas públicas de la Ciudad de México, por lo que no son representativos de todos los jóvenes del país, y se tendrá que tener en cuenta que estos resultados no se pueden generalizar a toda la población juvenil, sino que reflejan lo que está pasando en una muestra de estudiantes. Posteriores estudios podrán realizar comparativos en distintos segmentos muéstrales, por ejemplo, por grupos de edad, por nivel socioeconómico, si padecen de alguna patología crónica o si presentan alguna otra conducta de riesgo (e.g., consumo de alcohol, tabaco o drogas).
La principal aportación del estudio fue estimar las diferencias en la búsqueda de sensaciones en distintos niveles de riesgo en la alimentación. Si consideramos que un incremento en la búsqueda de sensaciones aumenta la posibilidad de presentar conductas alimentarias de riesgo (Anderluh et al., 2003; Cassin y von Ranson, 2005; Farstad et al., 2016; Naor-Ziv y Glicksohn, 2014; Rossier, Bolognini, Plancherel y Halfon, 2000), es posible utilizar las puntuaciones obtenidas en este rasgo con la finalidad de generar un cambio de las acciones para conservar una alimentación sin riesgo. De esta forma, si comprendemos que la búsqueda de sensaciones se encuentra presente en hombres y mujeres jóvenes mexicanos con problemas de la alimentación, éstos pueden verse beneficiados al realizarles una evaluación y tratamiento psicológico combinado con intervenciones nutricionales, considerando como grupos diana a aquellas personas que tengan problemas asociados a la carencia de control, búsqueda de experiencias novedosas e impulsividad (atracones) en su conducta alimentaria.
De los resultados obtenidos se derivan implicaciones prácticas, ya que la búsqueda de sensaciones y sus diferencias por niveles de riesgo alimentario podría utilizarse para fines de intervención o de investigación, considerando que este estudio es de utilidad no solo para los psicólogos, sino también para los profesionales de la nutrición, ya que ayuda a localizar factores de riesgo psicológicos a tener en cuenta para una prevención y/o tratamiento nutricional, a partir de la corrección de las deficiencias nutricionales que se puede llegar a presentar, además de un establecimiento de horarios y la evitación de las conductas compensatorias, gracias a una alimentación adecuada y equilibrada. Por ello, seria conveniente promover estilos de vida saludable en jóvenes que son impulsivos o que tienden a buscar nuevas sensaciones, para disminuir o hasta prevenir el incremento de CAR en la población de riesgo (14-22 años) propensa a padecer este tipo de alteraciones como se ha señalado en la ENSANUT, (2012).
Para concluir, los resultados encontrados en el presente estudio resaltan la importancia de identificar a los jóvenes (hombres y mujeres), en riesgo bajo o moderado (quienes representan la mayor proporción en este estudio), así como ubicar a quienes se encuentran en alto riesgo en su alimentación (principalmente las mujeres), con la finalidad de realizar acciones preventivas selectivas o indicadas. Adicionalmente, se debe realizar nuevos estudios para determinar los factores de riesgo de las CAR que incluyan variables adicionales, como la autoeficacia, la regulación afectiva o la depresión; considerando a la búsqueda de sensaciones como factor clave en la realización de conductas alimentarias de riesgo (Anderluh et al., 2003; Farstad et al., 2016), lo que permitirá disminuir el efecto negativo del riesgo alimentario. Pretendemos que una vez identificado la incidencia combinada de estos factores podrá desarrollarse una intervención nutricional que combine factores psicológicos en un estudio de casos y controles, en donde se pueda evaluar la evolución de las CAR y las posibles mejoras con estos tratamientos especializados para cada uno de ellos.