A partir de la segunda mitad de la década de 1960, factores como la necesidad de alcanzar nuevos objetivos educativos, los cambios de ideas sobre la identidad de los museos y los intereses comerciales y políticos favorecieron la adopción y posterior proliferación de aproximaciones participativas y táctiles en las instituciones museísticas. Si bien la frontera entre prácticas y propósitos tradicionales y nuevos en los museos sigue siendo frágil, desde ese momento las exposiciones centradas en los dispositivos interactivos y en las tecnologías educativas comenzaron a considerarse como la fórmula que debía complementar, y en algunos casos reemplazar, los objetos y especímenes para crear un público más receptivo y activo en las exposiciones (Cain y Rader, 2008, 2014; Corral, 2018). Esos cambios en las técnicas expositivas y en el papel que cumple el público en los museos no se produjeron de la noche a la mañana: son el resultado de una larga historia de relaciones entre las instituciones museales y otros espacios expositivos y de entretenimiento, que van desde las exposiciones universales hasta las tiendas departamentales, pasando por la televisión o los parques temáticos (Marchand, 1998; Witcomb, 2003; Morris, 2010).
No debe pasarse por alto que el museo no es un ente aislado de las circunstancias sociales, culturales y políticas de un país. Asimismo, es necesario reconocer que las metodologías de estudios de públicos, que en los Estados Unidos (EUA) comenzaron a realizarse de manera más organizada y sistemática desde la década de 1970 (Bitgood y Shettel, 1996; Falk, 2012), han sido un elemento fundamental para perfilar nuevos objetivos didácticos en los museos. Las evaluaciones previa, formativa, sumativa y, más recientemente, correctiva han sido, en muchos casos, la base para la renovación de las galerías y la creación de nuevas exposiciones. El tercer volumen de la serie Estudios sobre Públicos y Museos, coordinado por Leticia Pérez Castellanos, del Posgrado en Museología de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del Instituto Nacional de Antropología e Historia (ENCRyM-INAH), reflexiona, a partir de una diversidad de estudios de caso, sobre las experiencias en México en la puesta en práctica de tales investigaciones (Figura 1).
Trabajos anteriores de especialistas mexicanos en museos se han ocupado de la necesidad de conocer y analizar las características de los visitantes con la finalidad de planear los contenidos, la estructura y la interpretación de las exposiciones (Moreno, 2001; Eder, 2006; Sánchez, 2008; Ávalos y Vázquez, 2011; Schmilchuk, 2012). Este libro es una contribución importante a ese conjunto de estudios sobre la aplicación de metodologías para estudiar a los visitantes como paso previo a la creación de nuevas exposiciones o incluso a la reconfiguración de todo un museo. Por medio de una gama de estudios de caso, el volumen presenta nuevas técnicas para este tipo de estudios así como nuevas interpretaciones sobre el impacto de los resultados o el uso que los museos pueden darle a éstos.
Como se indica en la introducción de Referentes y experiencias de aplicación desde el campo, la selección de contribuciones buscó “abordar una mayor diversificación de espacios, temáticas, enfoques e incluso instituciones de procedencia de los y las autoras” (Pérez, 2018, p. 14). Cada capítulo, por una parte, presenta una variedad de perspectivas prácticas y teóricas en torno de los estudios de visitantes y, por la otra, trata sobre estudios llevados a cabo en museos de diferentes disciplinas y formas de conocimiento, como el arte, la ciencia, la historia y la arqueología, pero también despliega diversos tipos y características de museos: una ex aduana marítima en Tampico, sendos museos de ciencia en la Ciudad de México y en Jalisco, un pequeño espacio expositivo al interior del Bosque de Chapultepec y una exposición internacional itinerante por Nueva Zelanda y Australia, entre otros. Estilísticamente, esa amplitud y multiplicidad de los estudios de caso hace que la conexión entre los capítulos no sea siempre clara y en algunos momentos de la lectura, que se pierda el hilo conductor. No obstante, se aprecia un esfuerzo por construir puentes entre las secciones temáticas.
Los autores de los nueve capítulos de este volumen provienen de muy variadas formaciones académicas, con lo que se evidencia el carácter heterogéneo y colectivo que hoy en día tiene la labor expositiva. Precisamente esa heterogeneidad es la que posibilita el diseño, desde la multidisciplina, de novedosas herramientas de investigación y metodologías para la recopilación de información, el análisis y el informe de los resultados. Si bien existe un predominio muy significativo de los métodos cuantitativos -necesarios para conocer las estadísticas de visitantes- respecto de los cualitativos, el lector puede encontrar en esta obra el destacado papel que hoy en día juegan éstos en el estudio de públicos. Se trata de un enfoque independiente y tan importante como el cuantitativo, ya que permite analizar una serie de fenómenos de corte social que no son medibles o cuantificables.
Aquí radica el aspecto más novedoso de este libro en relación con otras publicaciones existentes sobre estudios de público: expone diversas ideas sobre la importancia del contexto sociocultural en el proceso en que el público asigna significados en una visita al museo. Mientras que, por lo general, las investigaciones dentro de este campo suelen abordarse desde un enfoque psicológico o pedagógico y con énfasis en la producción expositiva, ésta invita a prestar mayor atención al modo en que el público juzga e interpreta los hechos que encuentra en las exposiciones a partir de sus experiencias, conocimientos empíricos, valores, cultura y, en suma, historia personal. Los visitantes no se convierten en recién nacidos al entrar en una exposición, es decir, no se despojan de su contexto social como si fuera una chamarra que cuelgan en un perchero a la entrada del museo: la gente carga consigo una serie de experiencias, su vida cotidiana, incluso las razones que la llevan a visitar la exposición.
Resulta de especial interés sobre este punto la propuesta metodológica concreta que describen las autoras del capítulo ocho, y que utilizaron para indagar las respuestas del público a la exposición temporal “De vuelta a Columbus. En el centenario de la Intervención Norteamericana de 1916” en el Museo Nacional de las Intervenciones. En esa propuesta un libro de comentarios y un buzón ofrecieron a los visitantes la oportunidad de registrar su percepción sobre la figura de Pancho Villa a partir de la relación que establecieron entre la información recibida en esta y otras exposiciones y sus propios conocimientos e intereses sobre tal figura histórica. El libro se hubiera visto favorecido con más ejemplos de los nuevos métodos y las fuentes de investigación que se utilizan en los estudios de visitantes de museos, mismos que complementan el uso de la entrevista y la observación. Sería de gran interés saber si en más museos de México se están utilizando, por ejemplo, las tarjetas de comentarios, las “paredes dialogantes” (Pedretti e Iannini, 2020), los libros de visita (Macdonald, 2005) o la interacción sensorial con los objetos (Woodall, 2016) para conocer las opiniones, experiencias y conocimientos de los visitantes sobre el museo y las exposiciones.
Los museos, por esa tendencia a considerar -por lo menos en el papel- al público general en la planificación y prestación de sus servicios, dejaron de verlo como una entidad homogénea y repararon tanto en su pluralidad como en sus diferentes necesidades y deseos. Desde esa perspectiva, resulta oportuno un análisis de las experiencias compartidas por los autores para construir exposiciones física, mental y culturalmente accesibles para diferentes sectores de la población. Dichas experiencias demuestran la necesidad de diseñar estudios que ayuden a visibilizar y aprovechar las particularidades de diferentes grupos de visitantes, especialmente, los jóvenes, los niños, las familias, los turistas y los extranjeros que acuden a una exposición que itinera fuera de nuestro país. Por todo lo anterior, el ya mencionado título del volumen: Referentes y experiencias de aplicación desde el campo, es adecuado.
La estructura del libro y la presentación de los contenidos se concibieron con la finalidad de convertirlo en una herramienta útil para todas aquellas personas interesadas en los espacios museales en general. El contenido se agrupó en tres partes fundamentales:
La primera, compuesta por los capítulos uno al tres, destaca y sistematiza algunas consideraciones fundamentales para la formación de profesionales en la investigación de públicos. Allí se encuentra un conjunto de buenas prácticas que todo aquel que vaya a emprender una investigación de públicos debería seguir, y, además, una propuesta, denominada Índice de centralidad en los públicos, que debe constituirse en instrumento de evaluación inicial para todo espacio museal que desee conocer el grado de acogida y aprecio de la institución hacia sus visitantes. Esta parte inicial se ocupa, por último, ya sea con variables probabilísticas (aleatorias) o no probabilísticas (controladas), del muestreo. Se hallarán aquí algunos elementos que hacen significativo un estudio y que le dan legitimidad a los datos con la ilusión de conocer “hechos objetivos” que puedan ser medibles.
La segunda parte se desarrolla en los capítulos cuarto y quinto, y se centra en estrategias para la identificación de nuevos públicos. A fin de cuentas, incrementar el número de visitantes es vital para demostrar que un museo es una institución de interés público. Para ilustrar esta preocupación que domina la atención de los directores y profesionales de museos, se analizan dos casos concretos: la Ex Aduana Marítima de Tampico y el uso que se le dio a los estudios de públicos con el fin de caracterizar a sus visitantes, y el Museo de Arte Carrillo Gil y su búsqueda por atraer a su espacio a un sector del público poco estudiado como es el juvenil.
La tercera y última parte, recogida en los capítulos seis al nueve, se compone de cuatro casos prácticos que “se atrevieron a evaluar” y desarrollar trabajo de campo para analizar los modos en que los visitantes establecen relaciones con una exposición y cómo juzgan e interpretan lo que en ella encuentran. El lector verá aquí una amalgama de conceptos que engloba la dimensión experiencial, emotiva y afectiva vinculada con una visita al museo. El conocimiento generado a partir de estas investigaciones puede tener un impacto positivo en la tarea curatorial y museográfica, al darnos pistas sobre cómo articular los elementos que conforman una exposición: cédulas, guías, objetos, guion, etcétera, poniendo al visitante como eje central.
Lo anteriormente expuesto hace que esta obra sea una muy recomendable herramienta de trabajo para cualquier profesional de museos que tenga interés genuino por incorporar a la preparación de sus programas y exposiciones información basada en los visitantes. Como se especifica en la introducción del libro, el propósito de su publicación es seguir contribuyendo a la conformación de un cuerpo más amplio de bibliografía sobre el tema de los estudios de públicos en México y otras latitudes de habla hispana, para tender puentes con los profesionales dedicados a esta tarea y continuar impulsando la formación en el área, a la par de contribuir a la difusión del conocimiento que se genera día con día y a comunicar estrategias clásicas de investigación, pero también nuevos abordajes (2018, pp. 22-23).
Sin lugar a dudas, ese objetivo se alcanzó, y con creces.