La razón por la que Alexander Fleming tiene reconocimiento mundial es su descubrimiento de la penicilina y, aunque se dice que este fue accidental, hay que aclarar que ocurrió por serendipia.
Alexander Fleming trabajó como médico microbiólogo en el Hospital St. Mary de Londres, en el área de mejora de vacunas, inyecciones y sueros, en conjunto con Edward Wright, entonces secretario del departamento en el que trabajaba Fleming, quien impulsó su interés en nuevos tratamientos en contra de las enfermedades infecciosas.
Otro factor que influyó en su preocupación por el tratamiento de las enfermedades infeccionas, se dio cuando participó como médico militar durante la Guerra Mundial. La mortalidad por la infección e las heridas de metralla, lo dejó tan impresionado que más adelante, en su vida profesional, lo orientaría hacia el área de la microbiología1.
En su desordenado laboratorio, después de realizar varios experimentos, halló contenidos en algunas ajas de cultivo olvidadas de Staphylococcus aureus, notó que se habían contaminado con hongos y que as colonias de bacterias no crecían cerca del hongo, lo que sugería que estas estaban muertas. Más delante identificó que el hongo era Penicillum nonatum y que este producía un material que lisaba a las bacterias.
Es posible que su primer descubrimiento serendípico -la lisozima- lo sensibilizara para darle sentido a lo que miró en sus cajas contaminadas. En el artículo, donde reporta sus hallazgos, indica que en el caldo en el que creció al hongo, había un producto con propiedades bactericidas y bacteriolíticas. En la introducción documenta cómo se le contaminaron las cajas de cultivo y lo que observó. Ahí también explica cómo decidió aplicar el nombre de penicilina a lo que identificó, y agradece al Sr. La Touche que sugirió la identidad del hongo2.
El Dr. Fleming recibió el Premio Nobel en Fisiología en 1945 por su descubrimiento, compartido con Howard Florey y Ernst Chain quienes aislaron la penicilina y la probaron en modelos animales, lo que reportaron en The Lancet, en 1940. Florey dio el gran paso, en 1941, para probarla en humanos3.
Además de su actividad como microbiólogo, al Dr. Fleming le gustaba pintar y era miembro de un exclusivo grupo, el Chelsea Arts Club, en donde presentaba sus acuarelas como amateur, sin pretender ser un artista consumado.
Al jugar con sus bacterias y conocer sus características, eligió algunas que producían naturalmente pigmentos; las hacía crecer en cajas de cultivo, las levantaba con un asa de metal y, de acuerdo con el color, iba dando tonalidades diversas a sus pinturas. Su gama de opciones aumentó conforme conocía la diversa paleta de colores que le ofrecían las bacterias: violeta (Chromobacterium violaceum), amarillo (Micrococcus roseus), café (Pseudomona aeuruginosa), rosa o naranja (Serratia marcescens), y amarillo (Staphyloccocus aureus).
Con estos antecedentes, la Sociedad Americana de Microbiología realiza un concurso anual, el “Agar Art”, en el que se exponen verdaderas obras de arte. Lo interesante de esta experiencia es cómo con creatividad, del uso habitual de -en este caso- el agar para el cultivo de bacterias y la selección de algunas de ellas, la microbiología se puede transformar en arte4. Algunas de sus bacteriopinturas se encuentran en el museo Alexander Fleming Laboratory Museum de Londres5.