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Papeles de población
versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425
Pap. poblac vol.14 no.55 Toluca ene./mar. 2008
Industrialización, cambio demográfico y participación económica femenina en el Estado de México y la ZMT, 1970-2000
Industrialization, demographic change and feminine economic participation in the State of Mexico and Toluca City's Metropolitan Zone, 1970-2000
Vera Sollova
Universidad Autónoma del Estado de México.
Resumen
En el artículo se explora la situación del trabajo femenino en el Estado de México y la zona urbana vinculada a su capital. En primer lugar se analizan las características del mercado laboral, destacando las diferencias en la participación económica entre la población ocupada de hombres y mujeres. Se muestra la distribución por sexo en las diversas ramas, ocupaciones y formas del trabajo, en particular en la industria manufacturera y servicios. En segundo lugar, se examina el cambio en el perfil de las tasas específicas de participación de la mano de obra. En el periodo que abarca el artículo se observa el proceso de feminización del mercado laboral y un importante cambio sectorial.
Palabras clave: trabajo femenino, población, urbanización, Zona Metropolitana de Toluca, Estado de México.
Abstract
The article explores the situation of feminine labor in the State of Mexico and the metropolitan zone linked to its capital. In the first place the characteristics of the labor market are analyzed, distinguishing the differences in economic participation between the employed population of men and women. Distribution by gender is shown in the diverse branches, occupations and ways of work, particularly in manufacturing industry and services; in the second place, the change of profile in the specific rates of workforce participation are also shown. In the period the article comprehends the process of workforce feminization and an important social change are observed.
Key words: feminine labor, population, urbanization, Toluca city metropolitan zone, State of Mexico.
Contexto socioeconómico
Uno de los temas que han transformado el enfoque de género ha sido la relación entre los cambios en el mundo de la economía, en particular la internacionalización de la inversión productiva y el crecimiento de la incorporación de las mujeres al mercado laboral. Este proceso se ha dado desde la década de 1960 como parte de la nueva división internacional del trabajo (Froebel, Heinrichs y Kreye, 1982). Al mismo tiempo se empezó a observar una expansión de nuevos empleos y se amplió la lista de ocupaciones asociadas con el trabajo femenino. El proceso de las transformaciones económicas continuó como la llamada reestructuración productiva dentro del marco de la globalización, cuando varios países, entre ellos México, mostraron una tendencia hacia la liberalización de su economía nacional. Cuando esos países empezaron a dirigir su producción hacia las demandas del mercado internacional, las nuevas ocupaciones reflejaron salarios relativamente bajos, jornadas flexibles y contratos temporales, así como poca vinculación con los sindicatos (Fernández Kelly y Sassen, 1995).
No obstante, el crecimiento generalizado del empleo femenino tuvo sus razones y sus efectos en el ámbito familiar (Boeri et al., 2005). Por un lado, disminuyó el número de hijos por mujer, y el tiempo que las mujeres dedicaban a su crianza se dirige ahora al trabajo remunerado. A raíz del aumento de la participación de las mujeres en el trabajo extradoméstico, los hogares han cambiado la característica de un solo proveedor a hogares de proveedores varios (Anker, 1998; Szasz y Pacheco, 1998; Damián, 2004).
En el presente texto se explora la situación del trabajo femenino en el Estado de México, particularmente en la zona urbana vinculada a su capital. Como punto de partida se considera la etapa del llamado milagro mexicano, regido por el proceso de industrialización, vía sustitución de importaciones. Igualmente, se examina el escenario de agotamiento del modelo y las condiciones del empleo femenino durante la década de 1980. Posteriormente se retoma el contexto de reestructuración económica y de feminización y precarización, que caracterizan el mercado de trabajo nacional a partir de la década de 1990. En este marco se observa la evolución y dinámica del trabajo asalariado, por cuenta propia y no remunerado, fenómenos que fueron acompañados por el cambio demográfico y la urbanización.
Cambio demográfico
A finales del Porfiriato (1910), la población del país estaba formada en su mayoría por campesinos. Las condiciones de extrema pobreza, analfabetismo y falta de servicios de salud estaban acompañadas de altas tasas de mortalidad y bajas tasas de crecimiento. A partir de la década de 1930 empezaron a bajar las tasas de la mortalidad. En consecuencia, la tasa del crecimiento demográfico inició su rápido aumento. Entre 1930 y 1980, la mortalidad cayó de 27.7 a 6.6 defunciones por cada mil habitantes, para ubicarse más tarde en menos de cinco defunciones por cada mil. La mortalidad infantil, que presentaba a principios del siglo una tasa de 275 defunciones por cada mil, descendió a 57 por cada mil en 1980. La tasa de natalidad permaneció alta y estable hasta la década de 1970 y a partir de ese momento inició su rápida disminución (Sandoval, 1988). ¿A qué se debió el rápido crecimiento de la población mexicana durante los primeros cincuenta años después de la Revolución? ¿A qué se debió una importante disminución en los niveles de fecundidad durante las recientes décadas? ¿Los cambios en la dinámica demográfica son atribuibles a la política de población del Estado mexicano o son resultado de los cambios económicos y sociales transcurridos a partir de la Revolución? Y finalmente, ¿qué consecuencias tiene esa situación para la vida de las mujeres?
Hay que recordar que durante las décadas de 1950 y 1960 México y América Latina experimentaron importantes cambios económicos y sociales. En México se desarrollaron dos importantes procesos: el de industrialización, vía sustitución de importaciones y, al mismo tiempo, un importante proceso de urbanización. La expansión económica que caracterizó la década de 1960 provocó un significativo crecimiento del PIB y, asimismo, estimuló transformaciones sociales nunca antes vistas, como el aumento en los niveles educativos de la población. En el ámbito macroestructural, el impacto del cambio se observó tanto en la oferta, como en la demanda de trabajo (Oliveira, 2001). En las décadas de 1960 y 1970 crecieron el empleo total y el empleo femenino en los sectores no agrícolas (Rendón y Salas, 1992). Las mujeres que se incorporaron al mercado laboral urbano eran en su mayoría jóvenes y solteras. Una especial demanda del empleo femenino se presentó en el sector público.
El crecimiento natural de la población y los fuertes movimientos migratorios entre el campo y la ciudad contribuyeron, junto con las transformaciones socioeconómicas, a la creación de nuevas formas de vida urbana y la sociedad urbana trató de olvidar el atraso del ámbito rural. En las ciudades, en particular en las tres principales metrópolis, la ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, las transformaciones sociales se reflejaban en las clases medias en formación. No obstante, los grupos menos favorecidos, en especial los migrantes, formaban estratos crecientes de la población urbana marginada (Lomnitz, 1975).
Las décadas de 1970 y 1980 se mostraron en México como una etapa de transición. En la primera parte del periodo se empezó a manifestar el agotamiento del modelo de sustitución de importaciones, mientras que en los años de la década de 1980, junto con la crisis de la deuda, se presentó un nuevo modelo de desarrollo, que se caracterizó por la apertura de mercados hacia el exterior. En cuanto a la ocupación femenina, durante ese periodo se mostró un cambio trascendental en la incorporación de las mujeres al trabajo extradoméstico. A partir de la crisis de los ochenta, mucha población femenina ingresó a las filas de trabajadoras asalariadas, y más aún, al trabajo por su cuenta. La participación económica de las mujeres aumentó todavía más durante la década de 1990. A partir de la última década del siglo XX se observaron significativos cambios tanto en la oferta como en la demanda de la fuerza laboral. Como parte del análisis del fenómeno de la reestructuración económica y globalización, apareció el proceso de la feminización de la fuerza de trabajo. No obstante, Rendón y Salas (1992) observaron dos procesos paradójicos; por un lado, la feminización del empleo industrial, y por el otro, la masculinización del comercio y los servicios. Además, durante la década de 1990 disminuyó en México el peso del empleo en el sector público y se aceleró el proceso de terciarización de la economía. El trabajo informal empezó a tomar auge y se dividió entre el que se desarrolla por cuenta propia y el de las microempresas. Junto con la feminización, la globalización ha sido el testigo del aumento de puestos de trabajo de mala calidad. La tendencia ha sido sustituir hombres por mujeres en el mercado laboral, respondiendo a la estrategia global de competencia basada en el intenso abaratamiento de los salarios (Standing, 1989).
Las estadísticas oficiales daban cuenta del crecimiento de la población económicamente activa femenina en las recientes décadas, mientras los científicos sociales analizaban la caída del ingreso monetario de los trabajadores, en particular de las mujeres. El salario familiar ha desaparecido definitivamente del escenario económico. Al mismo tiempo que la producción manufacturera se dirigía al exterior, el mercado laboral se caracterizaba por ofrecer puestos de corta duración y sin prestaciones sociales. Al mismo tiempo, el control de la inflación se apoyó en una política orientada a congelar salarios, mientras que los empresarios aplicaban nuevos procesos laborales de flexibilización. De esta manera se han endurecido las condiciones de trabajo, ya de por sí precarias. La estructura del empleo ha presentado importantes cambios, que denotaban el impacto de la reestructuración productiva, puesta en práctica con el nuevo modelo económico que caracteriza la etapa de la globalización. En consecuencia, se desplegaron significativas transformaciones en los ámbitos de trabajo, tanto en lo que se refiere al mercado laboral, como a las instituciones y organizaciones que intervienen en él (Rendón y Bensusán, 2000).
Demografía e industrialización del Estado de México
El Estado de México es actualmente la entidad más poblada del país. Al término de la Revolución Mexicana ni siquiera contaba con un millón de habitantes y crecía a razón de 1.3 por ciento anual. Con el inicio del proceso de industrialización, durante la década de 1940, el ritmo del crecimiento de la población empezó a aumentar. En 1950, el estado contaba con 1.4 millones de habitantes, cifra que representaba 5.4 por ciento de la población del país (Camposortega, 1994; Conapo, 1985). En la década de 1960, el crecimiento de la población se aceleró fuertemente a causa de un rápido proceso migratorio campo-ciudad. Los habitantes de otras entidades se vieron atraídos por los procesos de industrialización y urbanización. Para 1990, la entidad tenía una población de nueve millones 815 mil 795 habitantes, y para el año 2000 su volumen rebasaba 13 millones de habitantes (gráfica 1). La mayoría de la población del estado es urbana. Aproximadamente 80 por ciento de ella vive en dos valles: el de México y el de Toluca.
Mientras que la tasa del crecimiento demográfico en la década de 1960 alcanzó 7.3 por ciento anual, en la de 1980 bajó a 2.7 por ciento, para ubicarse posteriormente por debajo de tres por ciento. Los flujos migratorios de la población rural, que buscaba mejores condiciones de vida y nuevos puestos de trabajo, han contribuido junto con el proceso de envejecimiento demográfico a la transformación de la estructura por edad. En la gráfica 2 se puede observar como ha disminuido la proporción de la población de niños (de 0 a 14 años) y ha crecido el tamaño de la población en edad de trabajar (de 15 a 64 años) durante los últimos treinta años. La tendencia indica claramente un proceso de disminución de la fecundidad. El envejecimiento demográfico y el consecuente crecimiento de la proporción de la población entre los 15 y 64 años influyeron en el incremento de los grupos de mujeres en edad fértil y en edad de trabajar.
La planta productiva se instaló a partir de la década de 1940 en el Valle de México y a finales de la década de 1960 en el Valle de Toluca. La producción se desarrolló bajo el proceso de industrialización vía el modelo de sustitución de importaciones. La industrialización del Valle de Toluca fue resultado de políticas gubernamentales de descentralización. Las grandes empresas empezaron a prosperar, en particular, en los municipios conurbanos. Las áreas rurales se empezaron a transformar en ciudades y la población fue pasando de rural a urbana. Pero ¿cómo inició el proceso de la importante transformación socioeconómica? Se puede decir que las principales características de la dinámica del cambio se encuentran en la industrialización, urbanización y participación femenina en el trabajo asalariado. La modernización del Estado de México se integró bajo el modelo de desarrollo estabilizador, acompañado por el plan de sustitución de importaciones. Fue uno de los momentos más exitosos de la economía del país. Al respecto, se pueden identificar dos elementos típicos de la industrialización mexicana: la importante participación estatal y el liderazgo de las empresas trasnacionales. La aportación estatal creó una serie de condiciones favorables para las nuevas empresas. Procuró las facilidades de tipo fiscal, de infraestructura y de servicios. Para explicar la instalación de las empresas en Toluca no se puede omitir la ventaja de que está muy cerca del mercado más grande del país, que es la Ciudad de México.
El estado se encargó también de la formación y estabilización de las relaciones contractuales en las empresas que se acababan de instalar en la región. Otro de los elementos favorables era el hecho de que el salario industrial registraba una tendencia expansiva (Bortz, 1986) hasta el segundo lustro de los años sesenta. Durante ese período podemos ver un significativo aumento en el ingreso real de los trabajadores y la consecuente transformación de los patrones de consumo familiar. En el fondo de los importantes cambios se puede identificar el impulso al crecimiento de la productividad (Ibíd., 1986). Éste se debió a la incorporación de nuevos procesos de trabajo. Bajo estas condiciones, las mujeres que se incorporaban al trabajo asalariado, lo hacían sólo en su etapa de vida de solteras y al casarse pasaban a dedicarse exclusivamente al hogar.
El crecimiento de la población ocupada se detuvo durante el primer lustro de los años 1980. La mayoría de las industrias despedía su personal y varias empresas cerraron sus puertas, ya sea temporal o definitivamente. Contrariamente, las grandes compañías de la industria automotriz iniciaron en este momento una nueva fase de modernización y producción para la exportación.
A pesar de la crisis económica de la década de 1980, que provocó una serie de despidos en las industrias locales, recorte de días laborales, intensificación de ritmos de trabajo, cierre parcial o total de las plantas y una reordenación administrativa, la incorporación femenina al trabajo industrial se mantuvo. Mientras que muchos proveedores del ingreso familiar fueron despedidos, sus esposas y hermanas empezaron a buscar ingresos adicionales. De hecho, paulatinamente se empezaron a incorporar al trabajo extradoméstico las mujeres casadas y con hijos.
En el segundo lustro de la década, la reestructuración se apoderó de las grandes empresas trasnacionales. En la década de 1990, bajo la presión de las dificultades macroeconómicas, se definió una nueva fase de acumulación de capital acompañada por un proceso de flexibilización (De la Garza, 2000) en los mercados laborales. A partir de este momento los contratos temporales de trabajo empezaron a dominar el escenario laboral. Muchos trabajadores se quedaron sin prestaciones y con bajas retribuciones. A su vez, aumentó el número de puestos de mala calidad. Bajo las duras condiciones laborales creció de manera significativa la participación femenina.
En resumen, los cambios en la fuerza laboral entre 1970 y 2000 incluyen las transformaciones debidas al nuevo modelo de desarrollo y la política económica. A principio del periodo estaba vigente el modelo de sustitución de importaciones. Durante las décadas de 1980 y 1990, los gobiernos impulsaron un proceso de ajuste y reestructuración económica como respuesta a la crisis de la deuda y las subsiguientes crisis estructurales. La nueva lógica del desarrollo se basó en la reorientación de la producción manufacturera hacia el exterior, una rápida apertura comercial y una ola de privatizaciones de las empresas. Al mismo tiempo, es importante observar los cambios demográficos que incluyen la disminución del crecimiento de la población y las transformaciones de su estructura por edad y sexo. Ambos aspectos tienen efectos en los cambios sociales que se produjeron en el Estado de México y en la Zona Metropolitana de Toluca.
Participación económica femenina
A continuación se presentan algunos indicadores que caracterizan la evolución del mercado laboral y su diferenciación por género en el Estado de México y la zona metropolitana de Toluca (ZMT) a partir de la década de 1970. Como ya se había dicho, la distribución de la población en el Estado de México está organizada en torno a dos grandes centros urbanos e industriales. La concentración demográfica se encuentra en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCT), ubicada en el Valle de México, y la Zona Metropolitana de Toluca, en el Valle de Toluca. En primer lugar se hace mención a la transformación sectorial en el empleo y, en segundo lugar, a la distribución de la población ocupada según la situación en el trabajo y en las ramas de la economía. Para mostrar las tendencias del comportamiento de la ocupación femenina en la entidad y observar los cambios se utilizan datos de los censos generales de población durante el periodo 1970-2000. En ese lapso se puede ver que la participación de las mujeres en la fuerza laboral ha aumentado. No obstante, dentro del panorama general hay que distinguir los cambios que reflejan una disminución en la calidad del empleo. Se puede observar la baja en las tasas de participación en el sector protegido que incluye trabajo asalariado, seguridad social y contratos formales, y el aumento de las formas de trabajo por cuenta propia y las actividades económicas no remuneradas. Todo ello, en un mercado laboral donde la incorporación femenina permanece restringida a solamente algunas ramas de la industria, comercio y servicios.
Mientras que cada vez mayor número de personas, entre ellas más mujeres, demandan empleo, el comportamiento de la economía experimenta efectos negativos de las recurrentes crisis. Además, la gran desigualdad entre regiones y municipios genera un mercado de trabajo demasiado heterogéneo. El sector más importante para el empleo femenino es el de servicios. Las oportunidades específicas de trabajo se dan en la rama de servicios comunales y sociales, restaurantes y hoteles y administración pública. Bajo las condiciones de precariedad, los servicios personales son el refugio tradicional del trabajo femenino remunerado. Una situación más limitada se puede observar en la industria manufacturera, donde a pesar de la reestructuración en varias ramas, se sigue manifestando la tradicional segregación del trabajo por sexo. Aunque en el proceso de industrialización han surgido nuevas ramas de producción, éstas no siempre representaban nuevas fuentes de trabajo para las mujeres. La diversificación del mercado de trabajo industrial benefició más a la población masculina.
Las tasas de participación económica en las distintas ramas de la producción en la entidad muestran notable disminución de la intervención de la población en el sector agropecuario entre los años 1970 y 2000, y un aumento generalizado en las actividades terciarias. La tendencia es más fuerte en el caso de las mujeres. Al analizar las tasas específicas se puede advertir que la incorporación de la población a la actividad económica no ha aumentado entre 1970 y 1990. En la gráfica 3 se puede observar que la población total presenta inclusive una ligera disminución en la proporción de la población ocupada. Para el grupo de hombres, la disminución es aún más marcada. La participación económica masculina bajó de 72.1 por ciento en 1970 a 67.3 en 1990. Por el contrario, la participación de las mujeres aumentó de 15.6 a 20.7 por ciento. Para el año 2000, las mujeres ampliaron su participación en más de diez puntos porcentuales para alcanzar 31.2 por ciento, mientras que la participación masculina ha crecido en menor medida, para llegar a 70.9 por ciento.
En los cuadros 1 y 2 se muestra cómo ha cambiado la estructura de la ocupación en la entidad según las principales ramas y sectores de la actividad económica entre 1970 y 2000. Se advierte una tendencia generalizada de traslado de la fuerza laboral del sector primario hacia el sector terciario. En la década de 1980 se registró un aumento de la participación en la industria manufacturera tanto en el caso de hombres, como de mujeres. Sin embargo, en los años noventa se presentó una definitiva disminución en el trabajo industrial junto con el incremento del trabajo por cuenta propia en el sector terciario. Al considerar las tasas de crecimiento en las diferentes ramas productivas del Estado de México entre 1970 y 2000, se observan cifras negativas en la agricultura y el aumento de la población ocupada en el sector terciario.
En la entidad, igual que en el país, los mercados de trabajo son sumamente heterogéneos, tanto respecto al uso de las diferentes tecnologías, como respecto a las diferentes formas de trabajo. En relación al último punto, cada vez más mujeres se desempeñan en el trabajo por su cuenta, mientras que ha disminuido su participación en el trabajo asalariado. Finalmente, es preocupante el aumento en la participación femenina en el trabajo no remunerado.
En la entidad hay municipios, en particular los más urbanizados, que proveen la ocupación en todas las ramas de la producción. No obstante otros, por lo general los más alejados de los centros urbanos, sólo ofrecen trabajo precario en el sector primario y algunos servicios comunales. En los mercados laborales urbanos, que se ubican en municipios con mayor nivel de desarrollo, se presenta una mayor gama de posibilidades de empleo; están presentes las ocupaciones en el sector de servicios, en el comercio, y también en el trabajo industrial. En estos casos se puede observar una mayor proporción del trabajo asalariado, además de la presencia de labores por cuenta propia en el área de comercio. Los municipios rurales y semirurales proporcionan menores posibilidades para el empleo de su población. Las menores tasas de la participación económica de la mujer se dan en los municipios que experimentan importante porcentaje de la población rural y mayores grados de marginación (Sollova, 1995).
De acuerdo con el Censo General de Población y Vivienda de 1990, en el Estado de México hubo 2 860 976 personas ocupadas, de las cuales 2 215 685 eran hombres y 704 121 mujeres. Esto significa que por cada mujer ocupada hubo aproximadamente tres hombres. Comparando la cantidad de los ocupados con los inactivos, había 1 023 855 hombres y 2 695 444 mujeres.
Por cada mujer inactiva había 2.6 hombres, lo que expresa que, a pesar del relevante aumento de la incorporación femenina al mercado laboral durante las recientes décadas, su nivel de participación permaneció relativamente bajo. La situación deja ver la importancia del trabajo doméstico en la entidad. Sin embargo, no sabemos con exactitud cuántas mujeres que se declararon económicamente inactivas realizan alguna actividad económica que consideran complementaria y dieron preferencia a declarar sus labores en el hogar como actividad principal. Hay que hacer notar que para el año 2000 la participación femenina aumentó de manera importante. Mientras que en 1970 se registraron 176 912 mujeres económicamente activas, en el año 2000 la cifra alcanzó un millón 410 782 mujeres ocupadas (cuadros 1 y 3). Al comparar la composición sectorial, se puede observar que entre 1970 y 1990 se dio una importante disminución en el trabajo dedicado al sector primario. Respecto a la población femenina se puede ver que en 1990 solamente un poco más de uno por ciento se ubicó en ese renglón. Mientras tanto, la participación en el comercio y los servicios siguió aumentando de manera constante durante las tres décadas.
Asimismo, se advierten significativos cambios en la participación femenina por grupos de edad. En la gráfica 4 se pueden ver las transformaciones ocurridas entre 1970 y 2000. En 1990 disminuyó la edad de entrada al trabajo. No obstante, aumentó la participación desde los veinte años en adelante. Después, la disminución es paulatina y se acelera a partir de los 50 años de edad. Además, en comparación con 1970, durante los años ochenta ya no se presentó la masiva salida del mercado laboral de las mujeres jóvenes que en décadas anteriores se dedicaban exclusivamente a la maternidad. En los datos de 1990 ya no se muestra la repentina caída de la tasa de participación femenina después de los veinte años de edad. Se observa que las mujeres ya no abandonan el trabajo para dedicarse sólo al cuidado de los hijos durante sus primeros años de vida. La salida de la actividad económica es paulatina y coincide con el término de la llamada edad reproductiva.
La situación es distinta en el grupo de la población ocupada masculina. En la gráfica 5 se puede ver que, en comparación con la década de 1970, la entrada al trabajo se dio a edades más tardías en la década de 1990, lo cual se puede explicar por el hecho de que ahora la población se dedica a estudiar durante más años. Sin embargo, también en 1990, los hombres empezaron a disminuir su actividad laboral en el quinquenio de cuarenta y cinco a cuarenta y nueve años.
La tardía entrada y más pronta salida del trabajo, en comparación con el año de 1970, puede explicar, en parte, la disminución en la participación masculina. Para el año 2000, su participación económica aumentó a partir del quinquenio de 20 a 24 años de edad y se pospuso ligeramente la salida.
Población, urbanización y participación laboral en la ZMT
La ZMT se compone actualmente del municipio de Toluca, donde se encuentra la capital de la entidad, y cinco municipios vecinos (Almoloya de Juárez, Lerma, Metepec, San Mateo Atenco y Zinacantepec), de acuerdo con la clasificación del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Almoloya de Juárez fue la última que se incorporó oficialmente a la zona metropolitana para el año 2000. Eventualmente, algunos programas gubernamentales incluyen, también, los municipios de Mexicaltzingo, Ocoyoacac y Xonacatlán. En este trabajo se considera el criterio del INEGI (2000).
Todos los municipios eran rurales, pero a partir del segundo lustro de la década de 1960 se inició una lenta transformación territorial que terminó en su incorporación a la zona metropolitana.1 El proceso de conurbación se aceleró a partir del avance de la industrialización en Toluca, que se desarrolló como parte de las políticas de desconcentración industrial del Valle de México. La transformación se dio en un momento propicio para la economía del país, cuando el modelo de sustitución de importaciones estaba en su apogeo.
Si bien la formación del territorio metropolitano, que comprende la capital de la entidad y los municipios vecinos se inició durante la etapa del modelo de sustitución de importaciones bajo la tutela del Estado, los cambios más trascendentales se han dado a partir de la introducción de los procesos de reestructuración económica y apertura comercial. Además, aunado a la transformación económica y territorial, en la década de 1980 se ha acelerado la migración hacia esta región.2
En la ZMT se encuentra la segunda área industrial más importante del Estado de México. Asimismo, en el lugar encuentra su plena expresión la heterogeneidad social y cultural que caracteriza al país y al Estado de México: los principales bancos, la administración estatal, los modernos centros y plazas comerciales y las grandes plantas de la industria globalizada emergen en medio de las viviendas de la población de inmigrantes pobres y de clase media. En la zona viven también importantes grupos indígenas,3 cuya población se concentra más en los municipios de Toluca y Lerma.
Los municipios aledaños se incorporaron a la zona metropolitana a través de nuevos caminos, rutas de transporte público y líneas telefónicas. Su población ha crecido gracias a la inmigración de los habitantes de zonas rurales del occidente del Estado de México y de Michoacán. Del mismo modo, han llegado nuevos habitantes urbanos provenientes del Distrito Federal, Veracruz, Chiapas, Hidalgo, entre otras entidades federativas.
En Toluca, igual que en los municipios de Lerma, San Mateo Atenco, Metepec, Zinacantepec y Almoloya de Juárez se pueden observar muchos contrastes. El proceso de urbanización es extraordinariamente desigual. Los más pobres viven en zonas periféricas donde hay pocos servicios públicos. Por ejemplo, en el municipio de Zinacantepec, que proporciona importante fuerza laboral a la economía del Valle de Toluca, se encuentran zonas residenciales de reciente creación, de clase alta y media alta, igual que localidades de inmigrantes provenientes de áreas rurales del occidente de la entidad, que carecen de servicios como agua entubada, drenaje, gas o teléfono, y que se caracterizan por formas de vida semirrurales.
De la misma forma, la población económicamente activa en la zona metropolitana ha experimentado cambios muy importantes en las tres recientes décadas. En primer lugar, hay que mencionar la rápida transformación sectorial del empleo, cuando la mano de obra agrícola se trasladó al sector industrial y de servicios.
Las diferencias de ocupación por sector entre hombres y mujeres se evidencian en el cuadro 6, donde se observa que casi tres cuartas partes de las trabajadoras se ubicaban en el año 2000 en el sector terciario,4 donde se encontraba sólo un poco menos de la mitad de los hombres. Respecto a la participación laboral en el sector secundario,5 se puede ver que éste concentró una apreciable proporción de los hombres y sólo un poco más de la quinta parte de las mujeres.
No obstante, hay que mencionar otros dos aspectos que sobresalen en el comportamiento de la población ocupada en la ZMT. En primer lugar, se observa un significativo crecimiento de la PEA femenina. En el cuadro 4 se muestra el aumento en las tasas femeninas de participación económica. Al seguir las tasas de participación económica entre 1970 y 2000, se puede apreciar la gran diferencia entre el crecimiento de la contribución de hombres y mujeres. Mientras que las tasas masculinas aumentaron entre uno y tres por ciento durante los últimos treinta años, las femeninas se duplicaron o triplicaron en varios municipios de la zona conurbana. Según los datos del Censo de Población y Vivienda, en el año 2000 las tasas de la participación económica femenina oscilaban entre 18.2 y 35.8 por ciento en los municipios de la ZMT. En 1970, las mismas tasas se ubicaban entre 11.1 y 13.4 por ciento, a excepción del municipio de Toluca, donde se registró 19. 8 por ciento.
En segundo lugar, resulta indispensable observar las diferencias entre los municipios que forman la ZMT, en cuanto a la vocación o especialización en la actividad económica. A pesar del aumento generalizado de la participación económica de las mujeres, Metepec y Toluca continúan siendo los espacios más representativos de la zona (gráfica 7). Hay que recordar que en los dos municipios la mayoría de la población se emplea en el sector terciario. En el cuadro 5 se puede apreciar que en Lerma y San Mateo Atenco hay relevante participación en el sector secundario. La vocación del trabajo industrial concentró la participación masculina en este sector, donde la tasa femenina alcanzó 37 por ciento en Lerma y 35.5 por ciento en San Mateo Atenco.
La distribución de la población ocupada en las diferentes formas de trabajo es otro aspecto digno de atención. En el cuadro 5 se puede ver la distribución de la población ocupada en el año 2000, según situación en el trabajo por sector de actividad.
Se advierte que la mayor proporción del trabajo asalariado femenino se encuentra en el sector terciario, excepto de los municipios de Lerma y San Mateo, donde se distribuye de manera más equitativa entre el secundario y terciario. También el trabajo autónomo o por cuenta propia es relevante en toda la ZMT. Una vez más, destaca su crecimiento en el sector terciario, en particular para el caso de la población ocupada femenina.
Al analizar la participación económica por edad (gráficas 8 y 9), se pueden observar importantes cambios a lo largo del curso de vida de las mujeres. Hace treinta años se notaba la tradicional baja en la participación económica femenina en el grupo de edad entre los 20 y 24 años En los datos correspondientes a 1970 se observa una significativa caída en el grupo de mujeres de entre 20 y 24 años que se dedicaban a la maternidad y al hogar de manera exclusiva, y una muy ligera recuperación a partir de 35 años. La distribución por edad de la participación económica femenina cambia completamente para el año 2000, cuando se muestra que la disminución en el nivel de participación se ha atenuado (Almoloya, Lerma, San Mateo y Zinacantepec) o ha desaparecido (Toluca y Metepec). Las tasas de actividad más altas corresponden básicamente a la etapa de la edad reproductiva de las mujeres. Los grupos de edad con mayor participación en la ZMT son a partir de los veinte y hasta los 49 años.
Asimismo, se muestran las diferencias entre municipios conurbanos durante el periodo 1970 y 2000. En primer lugar, resulta revelador que en 1970 los niveles de las tasas de participación femenina del municipio de Toluca rebasaban ampliamente los niveles de participación en todos los demás municipios. Al examinar una vez más la variable de edad, la diferencia se nota en todos los grupos quinquenales. Además, la edad que registró mayor tasa fue el quinquenio entre los veinte y veinticuatro años. Después, entre los 25 y 39 años, la participación económica caía para recuperarse ligeramente en la siguiente etapa. Esa tendencia, pero con tasas bajas, se presentaba para 1970 en Metepec y Zinacantepec, mientras que en el resto de los municipios (Almoloya, Lerma y San Mateo Atenco) la mayor participación económica se daba entre los 15 y 19 años y después empezaba a disminuir.
El panorama cambió de manera decisiva para el año 2000. En todos los municipios aumentó la actividad económica femenina. Sin embargo, el primer lugar lo ocupó Metepec, seguido por Toluca. Además, ya no se observó la salida de las mujeres jóvenes para dedicarse a la maternidad. De manera general, en la ZMT se corrobora que en la década de 1990 las mujeres se incorporaron al mercado laborar sin que importase su estado civil ni si tenían hijos.
También se pueden apreciar las pequeñas diferencias entre municipios que eventualmente expresan la combinación de los cambios socioeconómicos en el lugar junto con la especialización productiva original. Por ejemplo, el municipio de Almoloya de Juárez, con su vocación agropecuaria, presenta características muy distintas a los demás municipios. En las gráficas 8 y 9 se puede apreciar que mientras que en 1970 el quinquenio de 20 y 24 años presentaba una ligera disminución en la actividad femenina, en 2000 era el grupo de edad con mayor participación. La comparación de las líneas de la gráfica sugiere que las mujeres en ese lugar ahora se dedican más tardíamente a la maternidad, entre los 20 y 29 años de edad. Además, en la década de 1970, cuando el sector primario era representativo en la economía del lugar, la participación femenina en la actividad extradoméstica era baja pero similar en los diferentes grupos de edad y se prolongaba más; pero para el año 2000 se observa una importante salida después de los 40 años.
El municipio de San Mateo Atenco presenta otros aspectos relevantes, que se caracterizan por la vocación industrial de este municipio. En ese lugar, las mujeres se dedicaban tradicionalmente al comercio y con el avance del proceso de la industrialización también al trabajo en el sector secundario. Mientras que en 1970 se dio una importante caída en la participación económica femenina entre los 25 y 29 años. En 2000, el grupo con mayor participación es el de 20 a 24 años y la disminución se registra después de los treinta años. Sin embargo, a la edad de 40 años se puede observar una recuperación significativa, que sugiere la participación en el trabajo por cuenta propia.
Por último, la participación femenina creció en la ZMT durante los treinta años que van de 1970 a 2000, pero el repunte en el municipio de Metepec es enorme y refleja el tamaño de las transformaciones socioeconómicas que ha experimentado la población del municipio. Entre los virajes más importantes se puede mencionar el cambio sectorial de la economía del lugar, cuando la producción agrícola y artesanal fue sustituida, en gran parte, por las actividades terciarias (1970-1980). Los efectos de la evolución económica se pueden observar en los cambios en la estructura ocupacional, considerando las significativas diferencias de la participación por edad y sexo, y destacando el incremento de la participación femenina que se concentró en la rama de servicios.
Conclusiones
En este documento se intentó plasmar las transformaciones sectoriales de la población económicamente activa, en particular la femenina, cuyas características se presentan como un fiel testimonio de los cambios que se han dado durante los últimos treinta años en la Zona Metropolitana de Toluca. Se observó que el proceso de industrialización dio un fuerte paso a la salarización de la población ocupada que, a su vez, se vio frenado durante la década de 1990, a raíz de la aplicación de políticas de la reestructuración económica. En realidad, todos los cambios fueron sumamente rápidos. La población todavía no acababa de acoplarse al nuevo régimen urbano-industrial y ya había que sortear las duras consecuencias de las crisis económicas y las nuevas condiciones de trabajo, resultado de la reestructuración. Por un lado, el trabajo se volvió cada vez más escaso y de mala calidad, y por el otro, las generaciones que compiten por él son las más numerosas debido a los cambios en la estructura de población de la región, que refleja el proceso de envejecimiento.
A su vez, las transformaciones económicas y demográficas han producido nuevas condiciones para la participación de las mujeres en el mercado laboral. El trabajo para el mercado se ha convertido para las mujeres en una actividad necesaria para el bienestar y educación de su descendencia y para la manutención del hogar en general. Por lo tanto, las mujeres jóvenes ya no abandonan el trabajo extradoméstico durante el tiempo de crianza y cuidado de los hijos, como lo hacían tradicionalmente. Al contrario, tratan de permanecer económicamente activas el mayor tiempo posible.
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1 Actualmente es importante distinguir el proceso de metropolización que tiene una larga tradición en México y los procesos urbanos que se han dado a raíz de la transformación económica bajo el modelo neoliberal. Respecto a este punto Hiernaux y Carmona (2003:59) mencionan que "ahora ya el ordenamiento no será desde el Estado sino a partir de la transferencia del control de la economía a las fuerzas del mercado". Los autores utilizan la clasificación de Ascher, (2000), quien plantea que el modelo de metrópoli, creado en las décadas fordistas, está actualmente en fuerte reestructuración y distingue las metrópolis y las metápolis. "Se puede definir la metropolización como la consecución de la concentración de las riquezas materiales y humanas en las aglomeraciones más importantes..." (Ascher, 2000:59) mientras que "...una metápoli es un conjunto de espacios, dentro de los cuales todos o una parte de los habitantes, de las actividades económicas y de los territorios están integrados en funcionamiento cotidiano (ordinario) de una metrópoli. Una metápoli constituye generalmente, una sola cuenca de empleo, de residencia y de actividades. Los espacios que la componen son profundamente heterogéneos y no son forzosamente contiguos. Una metápoli comprende por lo menos unos cientos de miles de habitantes" (Ascher, 1995: 147-162). Citado en Hiernaux y Carmona, 2003.
2 Respecto al crecimiento y la distribución de la población en México, en particular en la zona centro, Daniel Hiernaux y Teresa Carmona (2003: 60) reconocen que "a partir de la aplicación directa de un laissez-faire neoliberal, empezaron a crecer las ciudades medias, y a frenarse considerablemente el crecimiento de la ciudad de México en particular". Los autores consideran que el Valle de Toluca tiene una posición privilegiada en este cambio porque, además del importante incremento de la población, aumentó también la participación económica de este lugar. Finalmente, precisan que existe una reducción del papel de la ciudad de México a favor del crecimiento del Valle de Toluca (Ibíd.: 65).
3 Mazahuas y otomíes, principalmente.
4 Incluye los ocupados en las diferentes ramas de comercio y servicios.
5 Incluye los ocupados de las diferentes ramas de la industria y construcción.
Información sobre la autora
Vera Sollova. Socióloga por la Universidad Carlos IV, en Praga, República Checa, y Doctora en Ciencias Sociales, especialista en estudios de la Mujer y Relaciones de Género, por la Universidad Autónoma Metropolitana. Actualmente se desempeña como profesora-investigadora en la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma del Estado de México. Es docente de postgrado en la maestría de Economía y el doctorado en Ciencias Económico Administrativas. Su principal línea de investigación es desarrollo económico, dinámica demográfica e incorporación femenina al mercado de trabajo. Correo electrónico: verasm@yahoo.com.mx.