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La ventana. Revista de estudios de género

versión impresa ISSN 1405-9436

La ventana vol.4 no.34 Guadalajara jul./dic. 2011

 

Avances de trabajo

 

De la ambigüedad del clóset a la cultura del gueto gay: género y homosexualidad en París, Madrid y México

 

Renaud René Boivin

 

Recepción: 29 de agosto 2011
Aceptación: 15 de noviembre de 2011

 

Resumen

El artículo muestra cómo en París, Madrid y México, D. F., los espacios de homosociabilidad han ido cambiando de funciones, pasando de albergar prácticas y sujetos sexuales ambiguos e indefinidos a protagonizar procesos de especialización y delimitación de los espacios urbanos, en paralelo a la constitución de una identidad homosexual.

Por otra parte, constatamos que, en parte debido a la necesidad de responder a la marginación engendrada por el sida, aparecen nuevos valores, discursos, representaciones y prácticas que conllevan la masculinización de la imagen del varón homosexual y su consiguiente normalización.

Palabras clave: Homosociabilidad, gay, gueto, masculinización, gentrificación.

 

Abstract

This article shows how the roles of homosexual socialization spaces in Paris, Madrid and Mexico City have changed their roles from housing ambiguous and undefined sexual subjects to being part of processes of specialization and delimitation of urban spaces at the same time as homosexuality was being constituted as an identity.

We also found that, due in part to the need to respond to the marginalization caused by AIDS, new values, discourses, representations and practices appeared that would lead to the masculinization of the image of the homosexual male, and therefore to its normalization.

Kew words: Homosociability, gay, ghetto, masculinization, gentrification.

 

Hasta la fecha, los geográfos, sociólogos y antropólogos que han investigado los vínculos entre el espacio urbano y las minorías sexo-genéricas en Francia, España y México se basaron sobre todo en una concepción de la historia estructurada en términos de rupturas y progreso: se entiende el crecimiento comercial gay como la consecuencia, al mismo tiempo que la ilustración, de la llamada "liberación homosexual" y de la mejor aceptación social de la diversidad sexual.1 Ahora bien, la mayor visibilidad no necesariamente equivale a una menor homofobia. En este ensayo propongo retroceder en el tiempo observando tanto las continuidades como las discontinuidades temporales y geográficas, para sugerir una interpretación sexo-políticas y sociales, me interesa rastrear y destacar aquí cómo se configuraron socialmente los espacios de la cotidianidad donde se entretejió el medio homosexual —o ambiente— concentrándome en particular en los establecimientos de consumo de bebidas.

La creación de la homosexualidad se sostuvo en los procesos de urbanización y modernización capitalista: con la extensión del trabajo asalariado, la expansión de las ciudades y las condiciones de anonimato, diferenciación y especialización que ésta engendra, aparecen nuevas instituciones y formas de relacionamiento distintos de los patrones familiares establecidos, que favorecerán la aparición y visibilización de sujetos sexuales diferenciados en términos de prácticas y significados.

En varias ocasiones de la historia urbana moderna, las poblaciones "homosexuales" se agruparon en torno de unos hábitos y vocabularios, en función de sus preferencias sexuales, cultivando así formas de sociabilidad propias y en parte clandestinas. Ocuparon el espacio urbano de diversas maneras, llegando a constituir territorios donde aliar reconocimiento, seguridad y anonimato, semejantes a aquellas "zonas morales" especializadas estudiadas por la Escuela de Chicago. Chauncey (2003) muestra que existieron culturas homosexuales muy visibles e integradas al medio urbano mucho antes de la aparición del movimiento homosexual: entre 1890 y 1930, en Nueva York se crearon "barrios gays", que se distinguían por "una manera de ser gay preponderante" (ibidem: 11) y en función de criterios de raza, clase, estilo y prácticas sexuales. Todo elo invalidado por tanto el mito de la invisibilidad y aislamiento del homosexual antes de los los años 1970 La "cultura del clóset", el repliegue en el gueto, se vuelven necesarios con la reaparición de la represión moral, como por ejemplo en los años 1950 (Tamagne, 2002).2 En los tres contextos estudiados aquí, el sida y la violenta estigmatización de los gays que el virus desencadena engendran dinámicas de concentración y colaboración en el interior del medio homosexual, lo que a su vez consolida el gueto como cierre territorial (el barrio gay) y encierro obligatorio.3

Guash (1995) utiliza la noción de transición homosexual para referirse a la transformación de la sociabilidad homosexual a partir de los años 1970. Dicha noción nos ayuda a entender y ligar dos procesos complementarios: la institucionalización de la vida gay y la masculinización de la imagen del varón homosexual.

Según Guash, el nuevo modelo gay conlleva además la territorialización del medio homosexual, puesto que supone la delimitación de fronteras y la creación de espacios específicos. En las líneas siguientes describiré cómo se concretizan dichos procesos en París, Madrid y México.

 

La construcción de la homosexualidad: del género al objeto sexual

La homosexualidad, como concepto que unifica un conjunto de prácticas sexuales que tienen en común la elección de un mismo objeto sexual, es una construcción discursiva, social y espacial. Su reificación como identidad social reivindicada es un fenómeno social reciente que sistematiza la elección exclusiva del objeto de deseo. El término "homosexual" es acuñado en Prusia en 1869 para referirse al individuo que mantiene relaciones sexo-afectivas con personas del mismo sexo. La homosexualidad es entonces definida desde la medicina y la criminología como anormalidad y a partir del género, es decir, se entiende como afeminamiento, como anomalía genérica. Esta construcción de la homosexualidad era interiorizada —compartida— por parte de sus protagonistas: se consideraba homosexual al que actuaba y/o se vestía de mujer, mientras que el individuo que mantenía una hexis corporal masculina y era activo (insertivo anal) en la relación sexual se concebía como hombre heterosexual. Dicha distinción entre activo/heterosexual/macho y pasivo/homosexual/afeminado en la vivencia y comprensión de las relaciones sexo-eróticas entre varones, que los antropológos estadounidenses volvieron a encontrar en sus estudios pioneros de la homosexualidad en México4 y que ligaron a la existencia de un sistema (homo) sexual "tradicional" latinoamericano —opuesto al sistema moderno estadounidense, más igualitario— no es, pues, una especificidad mexicana, puesto que encontramos esta misma feminización del homosexual desde finales del siglo XIX en Europa. La representación del homosexual como varón afeminado (el "invertido"), muy presente en el discurso médico, fue popularizada por el propio militante homosexual y sexológo Magnus Hirschfeld (Tamagne, 2002). Apareció En México en 1901, y se incorporó a los discursos médicos y criminalísticos.

Ahora bien, según muestra Chauncey (2003) para el caso de Nueva York, a partir de la Segunda Guerra Mundial, está definición del personaje homosexual se ve progresivamente desplazada, en especial en varones de clase media, que fueron rechazando el afeminamiento y el travestismo, considerados indecentes e impropios de sus privilegios de clase y género. Se inicia así un proceso de diferenciación tanto social como sexual entre clases populares y clases medias y superiores por una parte, y entre homosexual y heterosexual por otra, las fronteras simbólicas, sociales y espaciales se remarcan y empiezan a aparecer así espacios más específicos y segregados, en los cuales la ambigüedad genérica y la mezcla social, que habían caracterizado al "ambiente" en épocas anteriores, pierden peso.

 

París: dos culturas sexuales en el espacio

Según Révenin (2008) la emergencia del mundo homosexual parisino es concomitante del desarrollo de discursos científicos que reciclan los prejuicios religiosos en materia de género y sexualidad:

Puede haber un vínculo entre la emergencia de estos discursos empujando a la "esencialización" de la homosexualidad (...) y la "exclusivización" de las prácticas y de las identidades sexuales, creando y reforzando de hecho la dicotomía heterosexualidad/homosexualidad y la formación de un mundo homosexual específico cuarenta o cincuenta años más tarde (Révenin, 2008: 60).

El historiador ubica cuatro fenómenos nuevos que transformarán las sociabilidades homosexuales a finales del siglo XIX: concentración, diversificación, multiplicación y visibilidad. Nuevos lugares de sociabilidad comercial (bares, burdeles, tabernas, salas de baile, hoteles de paso, etc.) se añaden a la tradicional trama de espacios de encuentro al aire libre, concentrándose en especial del lado de la Bolsa y del Faubourg Montmartre, en barrios de la burguesía donde, también, se constituye un espacio residencial homosexual. Estas nuevas formas de sociabilidad homosexual y el auge de dichos espacios semicerrados estarían ligados a las transformaciones urbanas de Haussmann, la cuales inciden en la sistematización del alumbrado público y el ensanchamiento de las vías de circulación.

Tales cambios facilitarían a su vez el control y la represión: los lugares de sexo al aire libre se frecuentan menos, y las prácticas sexuales entre varones se esconden en los bosques de Boulogne y Vincennes. Explica Révenin (2008: 60): "en la Belle Époque, los establecimientos se multiplican, se diversifican en términos de actividades, se agrupan en barrios bien delimitados, y ocupan claramente el espacio urbano". Así, en 1890-1910, el autor encuentra unos cien establecimientos cuya clientela es mayoritaria si no exclusivamente masculina y homosexual, además de una docena de fiestas privadas regulares. Como subraya,

La homosexualidad masculina se hallaba claramente [visible] en el espacio público, y más particularmente en el espacio burgués, incluso las sociabilidades populares. Dicha concentración gay en el espacio burgués puede, quizás, explicar el mito de la homosexualidad descrita como vicio en las clases aristocráticas y burguesas, tema recurrente en las representaciones de la Belle Époque, y hasta recientemente (Révenin, 2008: 61).

Tal comentario nos insta a pensar que en aquellos momentos todavía las instituciones de homosocialización no estaban diferenciadas en términos de grupos sociales.

En los años 1920 y 1930, los y las homosexuales se reúnen en tabernas y salas de baile de Pigalle, junto con poblaciones travestis y transformistas, que actúan en shows extravagantes, a los cuales asisten también familias de clase media y turistas. Pero en aquellos años las prácticas sexuales entre varones no necesariamente estaban ligadas a una identidad, como bien recuerda: Daniel Guérin, quien explica que en esa época "tenía sexo con un montón de jóvenes que no tenían ningún prejuicio desfavorable hacia la homosexualidad. Eran bisexuales, sin saberlo y sin decirlo". Según relata el escritor bisexual y anarquista, "era fácil tener relaciones físicas con jóvenes de la clase trabajadora que no eran 'invertidos' e iban detrás de las mujeres". El cambio estribaría en que "los mismos homosexuales se han encerrado en un gueto y se han querido exclusivos, intimidando así o desanimando a los jóvenes machos de origen obrero" (Guérin, en Homo 2000, 1979, citado en Marchant, 2006: 91). Así, en aquel entonces:

La identidad [homo] sexual se definía en función de la apariencia de género (femenino, en esta caso, ya que el joven obrero que se acostaba con Guérin, al ocupar la posición del activo en la relación sexual no se definía como homosexual) y no en función de la elección del objeto sexual, según anota Marchant (2006: 92).

Tras la II Guerra Mundial, en los años 1950 y 1960, los homosexuales de clase media, intelectuales, militantes y artistas, tienden a reunirse en los cafés de Saint-Germain-des-Prés, donde se hallaban también gigolos (chichifos) y algunas folles (locas), mientras que los travestis y homosexuales de clases populares siguen concentrándose en Pigalle (Martel, 2001). Dos culturas sexuales, ligadas en parte a factores socio-económicos, dividen por tanto el espacio: a los clubs de alterne, la prostitución, el ligue en parques y baños públicos, se opone cada vez más una forma más respetable (y respetuosa) de vivir y entender la homosexualidad, en consonancia con la representación que procuraba dar Arcadie, el movimiento homófilo francés dirigido por Baudry (Jackson, 2006).

 

El Madrid del destape: la prostitución como origen del barrio gay

En Madrid, todavía tenemos pocos datos sobre los modos de entender y vivir la homosexualidad a principios del siglo o acerca de los lugares de encuentro entre varones.5 Antes de la Guerra Civil (1936-1939) es probable que el ambiente más favorable a la homosocialización se concentrara en las cercanías de la Gran Vía, en el actual barrio de Justicia, puntos de prostitución femenina y masculina,6 y en Lavapiés, dos barrios populares y obreros. En éstos, a pesar de la dictadura, durante el llamado "destape" de finales de los años 1960, abren salas de shows transformistas y travestis frecuentadas por una población homosexual (el Sacha's y el Centauros en las plazas de Chueca y Alonso Martínez, respectivamente). Ya en esta época, el Café Gijón (Paseo de Recoletos), el bar Oliver y el restaurante Gades (atrás del primero), en los cuales se reúnen artistas, intelectuales y militantes opuestos al régimen de Franco, reciben una población homosexual, la cual liga en los baños. Entre aquellas plazas y el Paseo de Recoletos se desarrolla un mercado de prostitución masculina, entre jóvenes llamados "chaperos" y maduros de mayores recursos, y el ligue callejero se hace más intenso y visible (Olano, 1978). Otro punto se conforma en el cruce del Paseo de la Castellana y la calle María de Molina, cerca de los nuevos hoteles de lujo de la ciudad, en donde encontramos una población travesti o más afeminada, que vende sus servicios junto con las sexoservidoras: el diario ABC da constancia de tales prácticas a partir de finales de los años 1960. Según sus reportajes, los clientes suelen ser hombres casados, padres de familia que no se entienden a sí mismos como homosexuales y gustan de estar con hombres afeminados, travestidos y/o con transexuales. El homosexual de la época no estaba invisible, sino integrado en espacios mixtos, como describe un testigo de la época:

Había pocos clubs de ambiente pero es que, realmente, no eran necesarios. En cualquier lugar de la ciudad, había un sitio donde poder ligar. Los cines de barrio, como el Europa en Cuatro Caminos, el Ideal (que también era de barrio aunque ahora sea céntrico), el Madrid, el Azul, y el ya mencionado Carretas, en pleno centro. Los descampados, las calles comerciales, determinados bares (como el Café Gijón) cuyos urinarios públicos parecían los andenes del Metro de lo concurridos que estaban; o los urinarios públicos de cualquier estación de viajeros (...), había movimiento por toda la ciudad, cosa que al parecer hoy no ocurre, o ya no es lo que era (Anónimo, 2008).

La represión se acrecienta a medida que los transexuales, travestis y homosexuales se hacen más visibles, para finalmente desembocar en la aprobación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, en 1970, la cual consideraba a los vagabundos y homosexuales en una misma categoría peligrosa, que debía aislarse del resto de la sociedad (Mirabel i Mullol, 1985; Monferrer, 2009).

 

La creación del ambiente homosexual en México

En México existían lugares de encuentros sexo-afectivos entre los llamados "sodomitas" desde mediados del siglo XVII (Gruzinski, 1996). Por otra parte, Macías Gónzalez (2004) da cuenta de una reapropiación de los primeros baños públicos (reservados a las élites), por hombres homosexuales durante el porfiriato. En los años 1920-1930, según Monsiváis (2002), los homosexuales frecuentaban lugares mixtos: cantinas populares y cabarets del actual Centro Histórico, como el Madreselva o Los Eloínes. Monsiváis constata además la existencia de ligue callejero en la Alameda y en San Juan de Letrán, así como de prostitución masculina en la calle de Plateros (hoy Madero) y alrededores. Los militares, mariachis, proletarios, travestis y homosexuales se reúnen en El Tenampa de la Plaza de Garibaldi: "Los de la Alta se sumergen en los barrios bajos, para 'igualar la cacería de los proletarios con la fascinación del abismo'" (Monsiváis, 2002: 102). Se trata de lugares de encuentro entre grupos sociales, de sexo interclasista, en los cuales caben múltiples expresiones genéricas y sexuales.

En los años 1950 aparecen lugares específicamente destinados a un público de orientación homosexual, tales como L'Étui, en la avenida Chapultepec o El Eco, en la calle de Sullivan, frecuentados por un público privilegiado de intelectuales y artistas. Estos primeros establecimientos homosexuales cierran como consecuencia de la represión moralista de la administración de Ernesto Uruchurtu, regente del Distrito Federal de 1952 a 1966 (Gruzinski, 1996). Es así como el ambiente homosexual vuelve por un tiempo a perder visibilidad pública, desplazándose su epicentro hacia fiestas privadas y concursos travestis, en salones y hoteles de lujo, alrededor de personajes travestis como la "Xóchitl".

 

La definición socio-espacial de la homosexualidad

Así pues, en París, Madrid y México existieron espacios de encuentro entre varones que mantienen relaciones sexo-afectivas con otros varones (hombres que tienen sexo con hombres, HSH7) desde principios del siglo XX. La aparición y el desarrollo de lugares específicos para una población homosexual es concomitante de la creación de una identidad homoerótica y de la definición de unos modos propios de sociabilidad. El análisis comparativo permite constatar que en sus inicios el desarrollo del ambiente homosexual como medio social se sustentó en pautas socio-espaciales comunes: la socialización homoerótica se hace principalmente en la calle, en espacios públicos o semi-públicos, a la vista de todos, o en fiestas privadas y concursos públicos de travestis en salones y hoteles de lujo. Debemos por lo tanto rechazar la idea de que la mayor aceptación social de la homosexualidad masculina sea fruto del crecimiento del espacio comercial gay. Al contrario, en muchas ocasiones los comercios han aprovechado la existencia de prostitución masculina y/o travesti y de ligue callejero entre varones en sus entornos para orientarse hacia una población homosexual. Por otra parte, las poblaciones travestis y homosexuales se han apropiado de algunos lugares mixtos para reunirse, ligar y tener relaciones sexuales, en varios momentos de la historia urbana.

 

Nacimiento del discurso gay (1970-1985)

En los años 1970, los movimientos hippie y feminista incentivan cada vez más a los estudiantes, intelectuales y profesionistas de orientación homosexual a apartarse de la definición heterosexista de la homosexualidad. El discurso homosexual se empieza a renovar en Francia, España y México en fechas muy cercanas. En 1971, en París nace el Front Homosexuel d'Action Revolutionnaire (FHAR) de su escisión con el movimiento homófilo y conservador (Arcadie), mientras que en Barcelona un primer grupo surge clandestinamente en reacción a la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. A la muerte de Franco, el movimiento se extiende a otras capitales. En Madrid nacen varios grupos que rápidamente desaparecen para dejar paso al Frente de Liberación Homosexual de Castilla (FLHOC), en 1978. En México, también en 1971, desde la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM) se empieza a generar nuevas propuestas y grupos alrededor de Nancy Cárdenas y Monsiváis y, a finales de los 1970, nacen los primeros grupos: Lambda (mixto), el FHAR (casi exclusivamente de gays, y muy apoyado por los travestis), y Oikabeth (de lesbianas). (Lizárraga, 2003; Lumsden, 1991; Salinas, 2008).

 

El Marais y la democratización del ambiente

A lo largo de los años 1970, el ambiente homosexual de París, concentrado alrededor del Palace (calle Sainte-Anne), se vuelve cada vez más selecto: las mujeres tienen prohibida la entrada mientras que se elevan los precios y cada vez más acude una población muy privilegiada, de políticos, literatos, empresarios, etc. A principios de los 1970, el FHAR francés lleva a cabo una crítica feroz de esos espacios y de la mercantilización del ligue homosexual que éstos simbolizan (Martel, 2001). Precisamente, a partir de 1974, año de disolución del FHAR, se observa un primer acercamiento entre militantes y comerciantes. En 1978, abre el primer bar gay del Marais, cuyo nombre "Le Village" tiene cierta connotación comunitaria. El propietario pretende aunar comercio y militancia: se trata de abrir espacios más democráticos, diurnos y visibles que los del eje Sainte -Anne (Sibalis, 2004). En 1979 nacen el CUARH (Comité d'urgence anti-répression homosexuelle) y la revista Gay Pied, los cuales focalizan su acción hacia la construcción de una cultura gay: progresivamente desaparecen las reivindicaciones más subversivas y los gays se alejan de las lesbianas y de los travestis. En esa época, el barrio del Marais, abandonado durante décadas por las instituciones, estaba muy degradado, en especial en la parte donde se instalaron los primeros bares gays, cerca del recién inaugurado Centro Pompidou. Su aspecto decadente y bohemio, la reciente rehabilitación y puesta en valor de su patrimonio histórico, atrajeron a una población de clase media, con capital cultural más que económico. En los primeros años de 1980, se multiplican así los establecimientos regentados por intelectuales y militantes gays: abre la primera librería gay de París y el barrio se va dotando de una nueva imagen de convivencia y liberación sexual.

 

Chueca: la Movida, la ambigüedad y la visibilidad homosexual

Entre 1971 y 1985 inicia la primera etapa de expansión del comercio gay en Madrid, concentrándose los establecimientos en el barrio de Justicia, entre las plazas de Chueca y Alonso Martínez y el Paseo de Recoletos, es decir, en la zona travesti, de prostitución masculina y ligue callejero que se había ido conformando en la década anterior. Ya para mediados de los años 1970 el periodista Olano (1978), en su Guía Secreta de Madrid, hace referencia a un "triángulo gay", situado entre Sol, Chueca y el Paseo de la Castellana. La llegada al poder del Partido Socialista va a permitir un nuevo desarrollo para los bares, saunas y discotecas gays. Empieza la Movida madrileña, un movimiento cultural y festivo que reestructura la ciudad. En las discotecas mixtas Ras y Long Play, Almodóvar y Alaska se codean con transexuales, homosexuales y una fauna nocturna ávida de experimentaciones nuevas. La mezcla social y genérica, la ambigüedad y el trasvestismo representan una forma común de transgresión de todos los límites.

 

Durante la Movida el mercado gay se difunde a partir de dicho núcleo central hacia "Malasaña" (barrio Universidad) por un lado, y hacia el barrio de Recoletos, por otro; de tal suerte que, a finales de 1985, el "Madrid homosexual (...) se ordena concéntricamente en torno a la plaza de Chueca" (El País, 08-9-85). Pero las diferencias entre las dos zonas se acentúan: mientras que los establecimientos gays de Chueca y Malasaña son frecuentados por un público heterogéneo, al otro lado del Paseo de Recoletos la clientela es más madura, acomodada y discreta.

 

La nueva clase media y sus espacios de encuentro

A mediados de los años 1970 se instalan nuevos bares gays clandestinos en la Colonia Roma, una zona de clases acomodadas venida a menos. Al igual que en Chueca, dicha ubicación está íntimamente ligada con la organización espacial del ligue callejero: dichos establecimientos se instalan en efecto en las calles paralelas al eje de Insurgentes, en donde automovilistas y paseantes se encuentran para un intercambio sexual furtivo —en especial en la llamada "esquina mágica", en el cruce entre las avenidas Chilpancingo e Insurgentes. Progresivamente, por un lado, los nuevos antros se acercan a la Glorieta de Insurgentes, y por otro, se alejan hacia el Sur, ubicándose así en zonas de mayor respetabilidad y prestigio (Colonia Juárez, Insurgentes-Mixcoac, Colonia del Valle).

El desplazamiento desde las cantinas del Centro hacia dichas zonas se debe en gran medida a la aparición de nuevas formas de concebir y vivir la homosexualidad (Boivin, 2010b). Laguarda (2004, 2009) subraya la influencia que ejercieron las visitas de la población gay mexicana a ciudades occidentales en la conformación de una "identidad gay" en la ciudad de México. Según explica, en los nuevos espacios de homosocialización ésta se difunde en ruptura con las formas "tradicionales" de entender y experimentar las prácticas homoeróticas. No obstante, los gays que frecuentaban aquellos bares y discotecas no fueron en su totalidad influenciados por el modelo gay foráneo, sino que, además, estaban inmersos en dinámicas locales de diferenciación y segregación social, las cuales se incentivaron a partir de los años 1960. El actual Centro Histórico fue abandonándose por las poblaciones más pudientes, que se fueron estableciendo al sur y oriente de la ciudad (Monnet, 1994), desplazándose el centro geográfico hacia Reforma y Chapultepec. El norte del viejo centro (colonia Guerrero), que albergaba las cantinas y cabarets de mayor liberalidad sexual, formaba parte de lo que por aquél entonces se llamaba una "barra de tugurios". Las opciones de diversión para los homosexuales eran escasas, menos

una cantina de arrabal (...) El Villamar, [la cual] no era un sitio al que fueran comúnmente los güeritos, bien vestidos y peinados de la clase media y alta (...), más bien era un antro al que iban obreros, taxistas, camioneros, vestidas y gente de los barrios bajos del centro (Calderón, 2009).

Los lugares de encuentro entre hombres (baños, cines y cantinas) de los entornos de Garibaldi empiezan a aparecer decadentes e inseguros a los gays de clase media. La representación de respetabilidad que éstos querían dar de sí mismos, sus gustos, ya no cabían en el Centro Histórico, material y simbólicamente degradado. En cambio, la Zona Rosa, desde una década objeto de apropiación espacial por parte de una minoría homosexual acomodada, y cuya neutralidad permitía expresiones ambiguas, ofrecía un ambiente bohemio y alternativo. Re-encontramos por lo tanto una división socio-espacial muy parecida a la de París en los años 1950 y 1960: la clase media va a construir un nuevo discurso homosexual a partir de estos espacios alternativos, opuestos a los lugares más populares y ambiguos. En fechas tempranas Joaquín Blanco (1979: 188) observó este movimiento de separación:

Si la homosexualidad en México se enfoca como una represión dentro del privilegio y como una subversión dentro del conformismo de nuestra clase media, podrá comprenderse que una política de tolerancia tenderá a reforzar las posiciones de privilegio y conformismo de clase, y a eliminar los elementos subversivos de minoría nacidos durante la intolerancia persecutoria.

 

El sida: crisis y renovación del discurso homosexual

La irrupción del sida a principios de la mediados de los 1980 va a suponer una gran ruptura en los modos de vivir, representar y entender la homosexualidad, que a su vez tiene un profundo impacto en la organización socio-espacial gay. La acción de los actores gays se va a modificar en favor de la lucha contra el sida y el estigma homofóbico. Las metas se concretizan y las organizaciones se profesionalizan.

En París, el primer eje gay en Sainte-Anne atraviesa una profunda crisis, mientras que en el barrio del Marais el crecimiento del comercio gay se ralentiza. Los retos son nuevos y, frente al desafío sanitario, el movimiento gay más radical, muy afectado, titubea varios años8 . Mientras, los regentes de saunas, cuartos oscuros y bares gays no tienen ningún interés en hacer propaganda en pro de medidas preventivas (Martel, 2001).

En Madrid, la situación es aún más dramática, al sumarse la crisis socio-económica al pánico sanitario. La Movida se acabó, y en Chueca y Malasaña la heroína es la principal protagonista de un filme de horror: jóvenes sin trabajo, sin casas, sin futuro, se mueren en las esquinas9 . Además, el movimiento gay se halla totalmente alejado de las vivencias cotidianas de su base. Cuando surge el sida, los militantes madrileños no son capaces de hacer frente a la nueva situación y reconocen que no tienen poder para entrar en los bares y saunas para informar sobre la epidemia: el presidente de Agama (Asamblea Gai de Madrid) apunta el descenso del negocio si se informase del problema del sida. Sin legitimidad ni fuerzas, abandona la lucha.

En México, durante varios años la respuesta de los poderes políticos es nula y los grupos de militantes gays son los primeros en informar y concienciar sobre la nueva enfermedad, estableciéndose como los principales interlocutores ante la Secretaría de Salud y los médicos que atendieron los primeros casos (Hernández et al., 1988; Salinas, 2008).

Si bien el sida reduce las fuerzas del movimiento, a la vez trae una mayor necesidad de unión entre comerciantes y militantes gays. De hecho, llegan a confundirse, como en los casos de González de Alba, Marta Valdespino, Tito Vasconcelos, en México; de Maurice MacGrath, en París, de Mili Hernández, en Madrid. Por ejemplo, en dicha ciudad al principio la expansión comercial había sido ampliamente criticada por los grupos de militantes. El Movimiento de Liberación Homosexual entendía en efecto que el llamado "gueto comercial" reforzaba la segregación del homosexual, es decir, el clóset individual, cuando precisamente intentaba romper con el aislamiento. José Antonio Berrocal (FLHOC) declaraba, por ejemplo,

Un militantismo gay que limitara su actuación a reivindicar tan sólo unos derechos democráticos no logrará más que una tolerancia permisiva en grandes ciudades, como sucede en ciudades como Ámsterdam, París, San Francisco, o como parece que se pretende en el madrileño barrio de Chueca (...). Tal reformismo, a lo único que puede conducir es a una forma de institucionalización del gueto homosexual (El País, 27-06-81).

En cambio, a partir de 1983 un primer acercamiento se establece entre comerciantes y militantes de Agama: por un lado, los primeros hacen aportaciones económicas para la organización de la Marcha del Orgullo (Madrid Gai, núm. 2, 1983), mientras, por otro, la asociación gay propone actividades culturales en el Cash-Bar y describe con entusiasmo el ambiente gay en su boletín mensual, en cuyas páginas los redactores ya afirman que "Madrid es la capital n°1 de la marcha gay de toda Europa" (Mundo Gai, núm. 2, febrero 1985).

Tras la disolución de Agama, el Colectivo Gai de Madrid (Cogam, creado en 1986) reinicia el diálogo con los comerciantes de Chueca. Jordi Petit, su presidente, afirma que su objetivo es establecer una conexión con los clientes de los bares, consciente de que es la única manera de sensibilizar a los jóvenes que frecuentan los cuartos oscuros: en 1987 se organizan en los bares las primeras distribuciones gratuitas de preservativos durante las llamadas "fiestas del plástico".

En México, con el aumento de casos de enfermedad, la homofobia acaba implicando la muerte de centenares de homosexuales. Los grupos se encuentran sin fuerzas, entre la crisis económica y la sanitaria, las dos afectando particularmente a la clase media urbana, y por tanto a los militantes (Lumsden, 1991). Sin embargo, la lucha contra el sida reactiva la relación entre militantes, comerciantes y artistas, en especial alrededor de Luis González de Alba, quien aprovecha sus espacios (tienda y cantina El Vaquero, por el Parque Hundido, bar El Taller, en Zona Rosa) para organizar las primeras distribuciones gratuitas de preservativos y difundir información sobre el VIH. Nacen así los "Martes del Taller", en los cuales se reúnen grupos gays tales como Cálamo, que amplían la reflexión en torno del sida y la homosexualidad masculina (Lizárraga, 2003).

Así pues, esta etapa de crisis social, sanitaria y política, genera finalmente una renovación del discurso gay, una transformación del juego entre actores homosexuales, al empujarles a la unión de fuerzas para combatir tanto el sida como la estigmatización que la epidemia engendra.

 

La construcción del barrio gay: la auto-segregación

Dicha colaboración entre militantes, comerciantes y artistas gays, permite consolidar espacios de acción y reflexión, a la vez que fomenta la construcción de "barrios gays de reconocimiento", expresión de una territorialización de la lucha contra el estigma y la discriminación social.

En París, la tensión entre comerciantes y militantes perdura hasta finales de los años 1980. En 1990, el nacimiento del Sindicato Nacional de Empresas Gays, y posteriormente, la firma de un convenio entre dicha organización y los responsables de cuartos oscuros y saunas para el fomento del sexo seguro, propician un encuentro sólido entre los distintos actores.

En Madrid, la población homosexual y travesti no sólo padece el estigma debido al sida sino que, además, es asociada con la delincuencia callejera: sistemáticamente, entre 1986 y 1992, la prensa nacional10 liga la degradación social y la drogadicción con su presencia en los bares y espacios públicos de Chueca11. Las minorías sexuales se vuelven entonces objeto de actos de violencia en las calles de Chueca, tanto de grupos homófobos como de la misma policía, cuya presencia es reforzada tras la elección del Partido Popular (conservador) en las elecciones locales. La política del gobierno local se hace más represiva: en 1990 se rocían las plazas y se cierran numerosos locales en el barrio de Justicia, muchos de ellos gays: el alcalde afirma que hay que acabar con la Movida (ABC, 29-01-90). En respuesta a la estigmatización social, el discurso del Cogam opera un deslizamiento desde una visión pragmática hacia un enfoque separatista y diferencialista. Esta afirmación identitaria permite una inversión positiva del estigma: "Somos conscientes de que para conseguir eliminar nuestra 'diferencia', tenemos que empezar por afirmarla" (Cogam, Entiendes, núm. 1, 1987).

Una nueva etapa se abre entonces, al integrarse las lesbianas al Cogam tras diez años de separación. El movimiento se propone construir una cultura gay desde Chueca: Mili Hernández, militante del Cogam, traslada su librería de temática LGBT de Malasaña a la Plaza de Chueca, a la vez que la sede de la organización. Durante los años 1990, ésta se orienta hacia un modelo más comunitario que prona la auto-segregación: el término "gueto" desaparece y Chueca aparece como un territorio a defender en su discurso. La asociación se escinde de la confederación estatal por considerarla demasiado radical, lo que provoca una primera escisión interior en 1991.12

A partir de 1994 el discurso mediático empieza a cambiar: los gays dejan de ser asociados a la violencia callejera y a la degradación social y urbana, mientras que se acusan a las prostitutas, "camellos", atracadores y toxicómanos y marroquíes de la Plaza de Chueca de ahuyentar a la clientela. Ya para 1997 la redacción de ABC opera un giro a 180 grados y ensalza la presencia gay en el barrio de Chueca. En 2001 llegará a afirmarse que dicha presencia convirtió Chueca en una zona "menos conflictiva", "mejor y limpia": "desde que este barrio se volvió de color rosa, parecieron llegar la calma y la tranquilidad" (ABC, 30-06-01).

En México, la asociación entre prostitución, corrupción y homosexualidad está también muy presente, hasta tal punto que un sociólogo de la talla de Gabriel Careaga, en un estudio urbano en el cual integra el "homosexualismo" (sic) como "nuevo fenómeno típico de la ciudad", es capaz de escribir: "Hoy existen en la ciudad (de México) muchos lugares de centros homosexuales que a mediodía se anuncian como salones de familia y en la noche son centros de prostitución" (Careaga, 1985: 203). El cambio de percepción va a ser mucho más lento, los comerciantes gays de Zona Rosa volviendo a ser objeto de burla y acusaciones homófobas de forma reiterada (en 1988-1993; 1999-2001, 2003). A partir de mediados de los años 1990, la labor individual de Tito Vasconcelos permitirá regular la situación legal y mejorar la visión social de los bares gays de la Zona Rosa y Colonia Roma.

 

Masculinización y normalización del homosexual

Ante el estigma, los gays se enfocan en la rehabilitación del homosexual desde muchos frentes: la academia, los medios de comunicación de masas, los medios propios, las letras, la política, y el comercio. Hasta el advenimiento del discurso homosexual político, uno de los recursos utilizados para forjar una identidad de grupo era someterse a la caricatura impuesta por la mayoría, a través de la ironía y de la feminización de los nombres propios, entre otras estrategias (Pollak, 1982). Ahora bien, los militantes, en su afán de destruir prejuicios, tienden a redefinir la identidad homosexual liberándose de la imagen del homosexual afeminado: el super-macho se vuelve el nuevo ideal de hombre homosexual y el medio gay evoluciona hacia un estilo que "pone el acento en la virilidad" y "marginaliza los que no se someten a esta nueva definición de la identidad homosexual" (Pollak, 1982: 47). A partir de los años 1980, la definición del homosexual empieza a cambiar. La homosexualidad es entendida entonces como identidad sexual, ya no basada en el género sino en el objeto sexual: los travestis y transexuales están progresivamente apartados. Se refuerzan así las divisiones entre los diferentes actores sexo-diversos y entre los lugares donde se agrupaban, en el sentido apuntado por Guash (1991). Es así como "la emergencia en el seno del medio homosexual de una imagen viril en oposición a la imagen afeminada impuesta por la visión heterosexual es la base de la formación de una comunidad homosexual" (Pollak, 1982: 48).

Ahora bien, en los años 1990 asistimos a la consolidación de un discurso gay unificado a través de medios de comunicación de masas dirigidos a un público gay, tales como la revista Zero en España, Tetu en Francia o Hermes y Boys'n'Toys en México.13 Esta nueva generación de publicaciones gays permite difundir los lugares y las actividades del ambiente, visibilizar y apoyar a los comercios gays, así como crear nuevas representaciones de la homosexualidad, derivadas del encuentro entre comercio y militancia, entre festividad y reivindicación, entre afirmación identitaria y éxito económico. El homosexual se vuelve gay: joven, moderno, viril. Se identifica con un estilo de vida diferenciado y comunitario. Una nueva imagen del homosexual se constituye así en el desapego del afeminamiento y el rechazo de la promiscuidad, caracteres que confinaban la homosexualidad masculina en esferas folclóricas y marginales. El sida no hace sino reforzar esta dinámica. Como confiaría Leopoldo Alas, escritor homosexual español, en una entrevista en El País (29-03-94):

Hartos de ser maricas, los homosexuales militantes decidieron autodenominarse gay, que significa alegres, divertidos. Si al marica se le identificaba con lo femenino, el gay no pierde su masculinidad por sentirse sexualmente atraído por otros hombres. Uno que entiende es un gay (...). La frivolidad del gay, la pluma, era el resultado de la necesidad de adaptarse a una sociedad que te excluía salvo como bufón, como payaso; era representar el papel que ellos esperan de un homosexual. Ahora todo esto está anticuado.

En el Marais, Chueca y Zona Rosa, la nueva generación gay edifica nuevos espacios de representación, referencias simbólicas aunque territorializadas del medio gay donde se crean y/o cristalizan aquellas nuevas representaciones. Ya en los primeros números de Zero, hallamos anuncios de agencias inmobiliarias que hacen referencia a la rehabilitación de chueca, mientras van orientando su publicidad a un público de parejas gays y lesbianas que, junto con artículos de decoración interior (véanse imágenes 2 y 3).

Frente al modelo de vida de soltería y libertinaje de Mundo Gai (1985), los nuevos medios introducen así valores nuevos: la pareja estable, la fidelidad, la corresidencia, la conservación del patrimonio. La construcción del "barrio gay" se produce en oposición a la imagen de la homosexualidad marginal y en ruptura con los espacios de homosocialización de mediados de los años 1970 y los primeros de 1980. El primer eje comercial gay de París había visto degradarse su imagen por la presencia de prostitución y su elitismo: la homosexualidad festiva y poco reivindicativa del Palace o del Sept no correspondía con los ideales políticos de la nueva generación gay. El Chueca de la Movida se presentaba como un espacio ambiguo, con fronteras imprecisas. La homosexualidad sólo podía representarse como simulacro, en el intersticio, junto con la prostitución, la heroína, el travestismo festivo. Es decir, indefinida y disimulada (véanse Aliaga y Cortés —1997—, sobre el travestismo generalizado a principios de los años 1980). En la Zona Rosa, González de Alba (2008), aprovechándose de la fuerte caída de los precios inmobiliarios debida a los destructivos efectos del terremoto de 1985, abre El Taller, con la firme intención de proporcionar una nueva imagen del homosexual. Por un lado se niega a participar en la corrupción policiaca y política, y por otro, al igual que en su cantina El Vaquero, prohíbe el acceso a mujeres y travestis y obliga a sus clientes a llevar pantalones vaqueros y camisas de tirantes, al estilo gay estadounidense, difundiendo así una estética de cuero y músculo.

 

En su voluntad de rehabilitar al homosexual, a partir de mediados de los años 1990 el discurso gay borra los elementos del pasado homosexual que ya no reconocía, no sólo debido a que aquel ambiente marginal era desvalorizante, sino también porque la manera de concebir la homosexualidad se había transformado radicalmente. Por consiguiente, lo que en la actualidad está ocultado en el discurso gay está también ausente o disimulado en el territorio: el sexo, el travesti, el transexual, la prostitución. Para evitar el estigma, se aleja de todo lo que perturba la normalización gay,14 es decir, lo que transgrede o confunde los limites de género. Así pues, como espacio de representación, el barrio gay ofrece una imagen positiva, de respetabilidad, del gay como empresario. Al poner el acento en el crecimiento económico del barrio gay, los gays no se vuelven más "visibles", sino más aceptables, por su discreción y poder económico aparente.

 

Concentración y sobrevisibilidad versus difusión e invisibilidad

Las descripciones que ofrecen las revistas y guías gays de los espacios de encuentro entre hombres atestiguan de una diferenciación creciente de la clientela que los frecuenta, según el sexo, la pertenencia social, las tendencias y prácticas sexuales, así como de una diversificación de los servicios y lugares orientados a la población LGBT, desde mediados de los años 1980 en París (Pollak; Schiltz, 1987), y a mediados de la década siguiente en Madrid (Boivin, 2010a) y México (Boivin, 2010b). Ésta interviene con la aparición de restaurantes, cafés y otros comercios gays abiertos de día y se acrecienta con la apertura de tiendas de moda y decoración, peluquerías y agencias de viaje gay friendly, las cuales se concentran en los tres barrios gays.

Los aspectos marginales van siendo borrados de éstos, lo cual está ligado a la desexualización de los comportamientos gays en los primeros años del sida15 : los saunas y cuartos oscuros —espacios de sexo y prostitución— desaparecen y/o tienden a localizarse de manera más difusa en el territorio. En Chueca, los prostitutos, toxicómanos, travestis y transexuales que poblaban el espacio público han sido alejados hacia las calles del Barco y Valverde, una zona donde hasta la actualidad sigue muy presente la prostitución femenina. En el Marais y en Zona Rosa se encuentran dragsqueens y travestis como personajes de espectáculos.

Los establecimientos gays de estos tres barrios, descritos a finales de los años 1970 y principios de 1980 como lugares de consumo sexual directo —sin comunicación posible, pequeños, oscuros, de relaciones anónimas (e íntimamente ligados con la corrupción en el caso de la ciudad de México)— se tornaron más discretos y luminosos, y se desligaron de la prostitución. En las tres capitales, una nueva oposición se intensificó a finales de los años 1990 entre, por un lado, lugares de socialización en donde se visibiliza una homosexualidad festiva y, por otro, espacios de ligue y consumo sexual inmediato, que se desplazan a salvo de las miradas16 . Tales formas espaciales son el resultado de una redefinición de la homosexualidad en el transcurso de las dos últimas décadas, y están estrechamente vinculadas con las formas dominantes de sociabilidad homosexual. En las tres ciudades, la evolución de la distribución geográfica de los comercios gays entre 1985 y 2010 permite observar, a partir de 1997, un mismo movimiento de concentración de los establecimientos más relacionados con la cultura gay normalizada en los barrios gays: cafés, restaurantes, bares y discotecas, servicios y tiendas, mientras que los lugares de sexo se encuentran en general más dispersos en cada área metropolitana (para el caso parisino, cf. Giraud, 2009) (véanse tablas 1 y 217).



A esta organización espacial se superpone una lógica social: la concentración comercial es fruto de reajustamientos en las maneras de vivir la homosexualidad. Los viejos bares de Pigalle son en su mayoría frecuentados por homosexuales mayores de 50 años, mientras que éstos serían los que menos se presentan en los pubs del Marais. En Madrid, los pubs de Recoletos desaparecieron progresivamente, lo que corresponde probablemente a un cambio generacional, al ser los establecimientos que albergaban poblaciones más maduras que vivían su homosexualidad de forma escondida o discreta (doble vida), las cuales han sido integradas en algunos pubs de Chueca a partir de mediados de los años 1990. En ese intervalo, Lavapiés ha tomado el relevo al concentrar por unos años la acción minoritaria queer. En México, los cuartos oscuros y las casas de citas abiertos tras el descenso de la mortalidad causada por el sida se instalan prioritariamente en las colonias adyacentes a la Zona Rosa, mientras que las antiguas cantinas del Centro Histórico siguen recibiendo a las poblaciones más marginales y populares, a los maduros y a los que viven su homosexualidad de manera más tradicional o local. La concentración de establecimientos "gays" destinados a un público de clase media permite la sobrevisibilidad de algunas prácticas e imágenes, mientras que fomenta la "invisibilidad" de otras, ligadas al sexo, a las clases populares, y/o a la prostitución masculina, más difusas y menos mediatizadas.

En Chueca y en el Marais, alimenta también un proceso de gentrificación comercial que complementa la gentrificación residencial de estos barrios (Boivin, 2010a; Giraud, 2009). En cambio, la Zona Rosa es percibida por parte de los gays más pudientes o más maduros de la ciudad como un lugar que ha perdido su encanto, degradado por la presencia de ambulantes y la ausencia de espacios para caminar o sentarse. En los años 2000, las discotecas más selectas de la ciudad tienden a salir de Zona Rosa: las famosas y elitistas discos Box y Living se trasladan de la colonia Juárez a Polanco y Reforma. Como en el Marais (cfr. imágenes en Boivin, 201 1b), los bares, las discotecas y saunas de Polanco o del Sur de la ciudad suelen ser discretos, sin ninguna referencia gay explícita en el exterior (Suárez, 2004). Últimamente nuevos bares más cosmopolitas de la ciudad se instalan en el Centro Histórico, en particular cerca de la calle Regina, totalmente reformada y en vía de gentrificación, o en la Condesa, donde encontramos cada vez más cafés y restaurantes gay friendly.

 

Algunos apuntes para seguir el debate

La comparación permite observar que existieron y siguen coexistiendo diversas configuraciones socio-espaciales de la homosexualidad y que el desarrollo de comercios gays no es el mero y sencillo reflejo de un proceso de liberación (homo) sexual o el producto de una mayor aceptación de la homosexualidad en la sociedad. La rehabilitación de la presencia gay está ligada con la transformación de un espacio de sexo (de las prácticas sexuales), en un espacio de la sexualidad (de las identidades sexuales). Y el sexo homosexual, en los años 1920 como en los 1960, no entendía ni de clases sociales ni de orígenes étnicos: al contrario, el "indio" o el obrero podían ser objetos de mayor deseo para los homosexuales de clase media. En cambio, la sexualidad sí está atravesada, incluso construida, por la divisiones socio-económicas. En este sentido, Pollak (1982: 49) explicaba que si bien la comercialización había contribuido al principio a "acrecentar la visibilidad social", en un segundo momento visibilizó "las divisiones sociales que atraviesan el medio, por ejemplo diferenciando los circuitos de ligue y de ocio según el estatuto social y el nivel económico".

La territorialización e institucionalización de la vida gay refuerzan además la estructura del clóset: la segregación es manifiestamente buscada y el gueto gay se transformó en una especie de zona moral, es decir, un lugar específico en los cuales los y las homosexuales socializan y se reconocen, y donde se reproducen unos valores gays, de clase media, joven, de buena salud y universitaria.

Podemos hablar de una interiorización o privatización de las prácticas socio-sexuales más subversivas (ligue y sexo en espacios públicos, sexo interclasista, etc.), dinámicas que a su vez están ligadas a la reafirmación de categorías dicotómicas (masculino/femenino; gay/ heterosexual; público/privado), al refuerzo de las fronteras simbólicas, así como al cierre territorial y distanciamiento social presentes en la ciudad global actual, y del cual el gueto gay no es sino una expresión más. Pero dicha autosegregación también es el reverso de la homofobia, la cual permite salvaguardar las fronteras sexogenéricas e incentiva a muchos gays a limitarse a unas fronteras acotadas, a unas posibilidades de expresión discretas o masivas, en guetos de la concentración como en el Marais o Chueca, o en discos elitistas de Polanco o Calle Allende.

 

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Notas

1 Esto es menos cierto en Francia, don-de existe más literatura sobre las maneras de ver, entender y experimentar las homosexualidades antes de los años 1970: la historiografía y la geografía de las homosexualidades empiezan a re-chazar tal corte histórico. En España el sesgo es reforzado por la escasez de investigación histórica sobre experiencias homoeróticas, así como por la convicción de que el franquismo divide la historia en dos períodos inconexos (de opresión versus liberación). La geografía de las homosexualidades es aún incipiente en México, si bien encontramos algunos estudios antropológicos y históricos que tímidamente se interesan por el desarrollo de los espacios de homosociabilidad en la ciudad de México (consúltese en especial Laguarda, 2004, 2009; List, 2000).

2 El militante español Jordi Petit (2003:60), explica que el "gueto"se lleva en la mente, aunque "no deje de ser un punto de referencia importante", "reconociendo ahí mismo la prohibición de expresar la homosexualidadfuera, en la sociedad 'normal"'.

3 La definición que inspira este trabajo es la que propone pollak (1982), para quien el gueto gay es una organización política (permite el desarrollo de una cultura propia y autonomía), económica (los gays controlan el comercio (bares), el mercado inmobiliario y parte del mercado de trabajo), y espacial (formación de barriosurbanos habitados por grupos segregados del resto de la sociedad).

4 Sobre el sistema sexual tradicional mexicano véase Almaguer, 1995; Szasz, 1998, entre otros. Núñez (2001) critica este "modelo dominante de comprensión del homoerotismo entre varones": la visión etnocéntrica de los primeros antropólogos estadounidenses que han estudiado la homosexualidad en México redujo el abanico de vivencias homoeróticas a la dicotomía penetrador/ penetrado y activo/pasivo. La concepción de las relaciones homoeróticas en términos de dominación entre el "macho" y el "joto" ha sido históricamente construida desde el saber científico moderno, las letras y la política institucional en áreas regionales diversas. Su transformación puede haber seguido trayectorias y cronologías distintas, pero en general existieron muchas correspondencias entre los distintos ámbitos urbanos estudiados en cuanto a las viejas y nuevas categorías utilizadas para nombrar y caracterizar a las personas homosexuales. La (homo) sexualidad forma parte de un proceso discontinuo de modernización racional, del cual el México más urbano no se ha mantenido aislado. Como bien apunta Gallego (2010: 46), es necesario "reconocer que las homosexualidades mexicanas contemporáneas son hijas de la urbanización y el desarrollo del sistema capitalista como ocurrió en Occidente, aunque de manera desigual y tardía", si bien "el significado del sexo entre varones y entre mujeres también es fruto de la mezcla entre prácticas propias, arraigadas y resignificadas en las culturas locales y las llegadas como producto de la globalización".

5 Algunas obras de literatura como las de Re tana dan indicaciones sobre espacios y formas de encuentro entre los llamados "invertidos" en el Madrid de los años 1920 y 1930.

6 En las calles de Gravina, San Marcos y Libertad existían burdeles desde finales del siglo XIX y vivían poetas y pintores bohemios (ABC, 11-10-1962).

7 La categoría HSH es utilizada como referencia epidemiológica por ONUSIDA para incluir en las campañas de prevención e información sobre VIH-sida, al principio destinadas a los homosexua/gays, a todos los varones que, sin necesariamente identificarse como homosexuales, gays o bisexuales, mantienen relaciones sexuales con otras personas de su mismo sexo. 

8 Tanto en Francia como en España, los militantes gays pensaron en un primer momento que el sida no era sino una invención estadounidense destinada a estigmatizar a los gays (Guash, 1995; Martel, 2001), de ahí que tardarían varios años antes de reaccionar frente a la crisis sanitaria.

9 La Plaza de Chueca, según información policial recogida en El País y ABC entre 1988 y 1990, junto con Lavapiés, se habría convertido en uno de los principales focos de distribución de hachís y heroína.

10 Tales resultados se basan en un estudio de las representaciones de la homosexualidad y del barrio de Chueca realizado a partir de las hemerotecas de ABC, El País, y El Mundo (1960-2008): se trataba de ver cuándo y en qué términos se asociaron homosexualidad y ámbito geográfico, con el objetivo de entender la génesis del barrio gay (véase Boivin, 2010a). El análisis similar para los casos del Marais y la Zona Rosa aún no está terminado en estos momentos.

11 Una descripción del ambiente de Chueca hallado en El País (31-07-83) ilustra mi argumento: "(...) coexisten bares de alterne, con sus típicas luces rojas en la puerta, y pubs para una clase más escondida de iniciados: los homosexuales. Todas las manías, todas las rarezas, tienen en este lugar su santuario; la mezcla es impresionante. En el Phalos, con un ambiente selecto, se masca el vicio, porque el bujarrón (viejo homosexual) trata de comprar los favores de una nube de adolescentes que sólo ve el dinero delante de ellos (...). En el Leathers, unas siniestras escaleras negras nos conducen al mundo de cuero y cadenas del gay duro. Un olor fuerte y penetrante es el primer síntoma de la violencia que allí se respira: chaquetones de piel curtida, cinturones claveteados, botas altas, música ensordecedora, completan un panorama que destila masculinidad. El trapicheo no existe tanto en la calle como dentro de los pubs. La heroína es para muchos homosexuales una manera más de ganarse la vida y un complemento de su relación sexual".

12 Nace así la Radical Gai, grupo queer al que se sumarían las lesbianas de ultraizquierda de LSD, ligadas al movimiento okupa de Lavapiés, barrio en el cual establecen su terreno de acción precisamente para salir del "gueto gay".

13 Fundada por miembros del COGAM y comerciantes de Chueca, Zero se presenta como "la primera revista gay de información y estilo de vida", y es dirigida a un público de clase media, clientela potencial para los productos labelizados como gays.

14 La "normalización gay" hace referencia tanto a la banalización del hecho gay (y aparente mayor aceptación social de la homosexualidad) como al ascenso de una normatividad gay, es decir, una serie de conductas, formas de vida y modas, asumidas como referencias ejemplares gays.

15 Martel (2001), Pollak y Schiltz (1987), dan elementos de dicha "desexualización" de los comportamientos bi/homosexuales en Francia, la cual afectaría sobre todo la clase media, la cual cambio sus prácticas (pareja, uso de condón, etc.) antes y en mayor medida que los grupos más vulnerables socio-económicamente; Guash (1995), y Villamil (2004), señalan la influencia de la epidemia sobre las prácticas sexuales, la experiencia del medio gay y la identificación comunitaria en España. No se hicieron estudios sobre estos cambios en México, pero la investigación de Gallego (2009) permite percibir una evolución de este tipo entre les generaciones.

16 Véase Redoutey (2002) y Grésillon (2000) para París y Berlín respectivamente. Giraud (2009) muestra que desde finales de los años 1990, la apertura de nuevos establecimientos en el Marais se hace selectiva, perdiendo peso relativo los cuartos oscuros, discotecas, saunas; mientras que los nuevos servicios, tiendas, cafés y restaurantes se concentran en dicho barrio.

17 Los cálculos se han hecho sin incluir los establecimientos de bebida mixtos (como Samborn's y Vips en México o el Café Gijón en Madrid) o "gay friendly", de ahí la reducida presencia de cafés en Zona Rosa para el año 1986. No incluimos en la presentación de las tablas los resultados del área metropolitana, si bien han sido integrados en el cálculo de los porcentajes.

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