Introducción1
En las democracias contemporáneas, los sistemas políticos poseen procesos que permiten agregar las preferencias y canalizar las demandas ciudadanas. Estos procesos se vinculan con la representación política y los mecanismos de sufragio, los cuales, por su parte, operacionalizan la elección de autoridades y, a su vez, generan una separación entre aquellos que gobiernan y quienes son gobernados. Esto suele asociarse con la existencia de ciertos supuestos como, por ejemplo, que los ciudadanos eligen representantes alineados con sus preferencias o, por otro lado, que la élite política tiene incentivos para canalizar adecuadamente las demandas ciudadanas para obtener apoyo popular, mantener su legitimidad y perpetuarse en el poder.
Estos supuestos se alinean con la teoría electoral de la representación y con una confluencia de la responsabilidad y el mandato en el marco de la teoría de la representación. Mientras la teoría electoral asume que la ciudadanía elige libre y periódicamente a sus representantes, por otro lado, comprender la representación como una confluencia entre responsabilidad y mandato implica suponer que la élite responde antes sus gobernados y que, además, son sus agentes o delegados (Pasquino, 2011; Sartori, 1999). Sin embargo, esto no necesariamente puede tener un correlato empírico. De hecho, la teoría consensual de la representación asume que la ciudadanía consiente las decisiones de los gobernantes (Sartori, 1999), lo cual tiende a alejar a la representación de concepciones participacionistas.
En este contexto, preguntarse sobre qué tan cerca están las preferencias de la élite política con las de los ciudadanos implica evaluar las brechas que existen entre gobernantes y gobernados en el sistema político. El trabajo clásico de Miller y Stokes (1963) puede identificarse como un punto desde el cual se abrió una línea de investigación en torno a las preferencias de los ciudadanos y sus representados. La congruencia política puede, en este contexto, entenderse como el grado de correspondencia entre las preferencias de la ciudadanía y las posiciones de sus representantes (Powell, 2004; Real-Dato, 2017).
Esto resulta relevante por los posibles vínculos con la teoría de la representación y de la democracia;2 sin embargo, también tiene una importancia práctica debido a la preocupación creciente por la existencia de brechas entre la élite y la ciudadanía, marco en el cual una eventual ruptura de la relación principal-agente puede asociarse con una crisis de representatividad (Mainwaring, 2006).
En este sentido, es importante aclarar que estas conceptualizaciones tienen foco en la representatividad; por lo tanto, más que ciudadanía, como concepto amplio, se hace referencia a los votantes específicamente, quienes se pueden entender como aquel segmento de la ciudadanía que posee derechos políticos.3
Este trabajo describe los niveles de congruencia élite-ciudadanía en Chile y Uruguay con métodos de medición que permiten una desagregación en dimensiones enfocadas en la autoidentificación ideológica, temas de políticas públicas, apoyo y satisfacción con la democracia, y preferencias sobre el rol del Estado en la economía. Se utilizan datos de encuestas nacionales y encuestas aplicadas a la élite política de ambos países entre 2013 y 2014, para determinar si las percepciones de los gobernantes se alinean con las de la ciudadanía en un nivel agregado. Además, se realizan distinciones dependiendo del nivel socioeconómico de la población chilena y uruguaya, lo cual permite identificar la existencia de mayores alineamientos entre gobernantes e individuos con mayores recursos sociales y económicos, lo que podría ser un rasgo de desigualdad política.
Los países de este estudio son, junto con Argentina, parte del Cono Sur de América Latina. Tanto Chile como Uruguay tienen presidencialismos con altos niveles de desarrollo humano en la región. Por otra parte, si bien los dos países tienen un alto nivel de calidad de la democracia (Levine y Molina, 2011), poseen diferencias actitudinales relevantes. Mientras Chile tiene altas tasas de desafección política y baja confianza en las instituciones (Siavelis, 2017), Uruguay es líder a nivel regional en estos aspectos (Morales, 2014).
Este artículo se divide en cuatro apartados. Primero, se presenta un apartado teórico que ofrece un breve estado del arte sobre los estudios de élites y la medición de congruencia élite-ciudadanía. Segundo, se desarrolla un apartado metodológico donde se detallan las encuestas utilizadas, la operacionalización de variables y los índices de congruencia usados para medir tres dimensiones: a) congruencia ideológica por bloques políticos; b) congruencia temática, apoyo y satisfacción con la democracia; y c) congruencia en preferencias sobre el rol del Estado en la economía.
Luego, se muestran los resultados de las tres dimensiones de análisis. Finalmente, se exponen las conclusiones con un resumen de los principales hallazgos.
Revisión de literatura
Estudios de élites y brechas élite-ciudadanía
Si bien la élite política y los gobernantes como objeto de estudio preceden al surgimiento del Estado moderno, un punto de partida relativamente contemporáneo y aceptado por la literatura especializada se puede fijar con el auge teórico del elitismo clásico a fines de siglo XIX. Los principales exponentes del elitismo clásico fueron Mosca, Pareto y Michels. Décadas después, a mediados del siglo XX, se advierte una división en el estudio de las élites y es posible identificar un enfoque más bien pluralista y, por otra parte, uno de corte unitario (González-Bustamante, 2016; Joignant, 2011).
En el marco del enfoque pluralista es posible situar trabajos como Dahl (1961) , el cual asume la existencia de una dispersión del poder, ya que diversos grupos pugnan por las posiciones dominantes. En oposición a esto, Mills (1956), uno de los exponentes más relevantes del enfoque unitario, desarrolla la idea de que no existe una relación de equilibrio en la sociedad, pues la élite política está compuesta por individuos que se ubican en la cúspide social, posición que no obtienen necesariamente por sus capacidades personales, ya que en el proceso median fuentes de riqueza y el mecanismo de la celebridad.
En este escenario, durante la segunda mitad del siglo XX, la sociología de Pierre Bourdieu emergió como una aproximación teórica útil para los estudios empíricos sobre élites. Su trabajo teórico encuadra una conceptualización sobre el funcionamiento del espacio social, los campos de poder, los recursos y capitales de los individuos, además de las estructuras estructurantes (habitus) (González-Bustamante y Garrido-Vergara, 2018; Serna, 2006). Los recursos y capitales de un individuo se asocian con un lenguaje de competencias y, en consecuencia, a desigualdades: el acceso al poder y la capacidad de conservarlo se da en un contexto de naturalización de atributos individuales, que en estricto rigor se vinculan con una herencia de capitales (Alcántara, 2013; González-Bustamante, 2016; Joignant, 2011).
Lo anterior implica que el principio de igualdad de la representatividad democrática está asociado con profundas desigualdades. Esto hace que, desde la teoría de las élites, el principio de igualdad en las democracias contemporáneas sea más bien una aspiración y no necesariamente una realidad (Arana, 2016; Parry, 2005). Además, el predominio de la representación electoral en las democracias modernas también se asocia con desigualdades.
Un supuesto teórico persistente durante el último medio siglo ha sido la existencia de un sesgo de clase en la participación política (Lipset, 1960). En este sentido, actualmente tanto la participación electoral como las formas no convencionales de participación política de corte contencioso, que a comienzos del siglo XX eran propias de sectores marginados, tienden a fortalecer la opinión de los individuos con más recursos sociales y económicos, cristalizando, de esta forma, una desigualdad política (Dalton et al., 2010; Dubrow, 2008).
En este contexto, durante la mayor parte del siglo XX, la teoría de élites ha buscado responder a la pregunta: quién gobierna. Para esto ha esbozado, con distintos matices, una respuesta similar: una pequeña minoría organizada (Bobbio, 2003). Así, durante las décadas recientes, los estudios sobre élites políticas se han concentrado en sus características, su rol en procesos políticos como las transiciones democráticas, su nivel de cohesión y su congruencia con la ciudadanía.4
Sobre consenso y congruencia hay trabajos que se han enfocado en las brechas ideológicas entre la élite y la ciudadanía. En esta línea es posible identificar, por una parte, trabajos cuyo foco es la congruencia temática (Alcántara y Luna, 2004; Kitschelt, 2000; Luna y Zechmeister, 2005). Por ejemplo, Luna y Zechmeister (2005) encuentran mayores niveles de congruencia élite-ciudadanía en los sistemas de partidos más consolidados y en los partidos más de izquierda en América Latina. Por otra parte, se pueden hallar trabajos cuyo foco es la congruencia entre las preferencias de los representantes y representados, como, por ejemplo, Andeweg y Thomassen (2005) o Barreda y Ruiz (2015).
La congruencia entre representantes y representados favorece la atención a las demandas ciudadanas (responsiveness), lo que a su vez beneficia la calidad de la representación y de la democracia (Barreda y Ruiz, 2015). Un gobierno es responsivo cuando impulsa políticas y decisiones vinculadas con los intereses del electorado.
En este sentido, la alineación entre representación y responsiveness se da en contextos donde el electorado cuenta con altos grados de información; además, puede considerarse una medida de cuanto accountability permite la estructura institucional (Przeworski et al., 1999). De no producirse esta alineación se generan brechas entre votantes y representantes, las cuales pueden generar corrientes de desafección, las que podrían ser un predictor de colapsos en los sistemas de partidos, realineamientos electorales o crisis de representación (Morales, 2014).
En este contexto, si se considera a las crisis de representación, siguiendo a Mainwaring (2006), como una ruptura en el continuum principal-agente que se plasma en la relación élite-ciudadanía, entonces la intermediación política dejaría de funcionar adecuadamente. Esto puede tener distintas consecuencias: disminución en la participación electoral, aumento de la movilización social, surgimiento de outsiders o aparición de movimientos antisistema.5
Previo a una crisis de representatividad, se puede identificar lo que Joignant et al. (2017) han denominado malestar. Este concepto combina la desconfianza en las instituciones, la desaprobación a la gestión gubernamental y la desafección política (Siavelis, 2017). Dichas dimensiones pueden variar en una serie de tiempo y si bien no necesariamente constituyen predictores de crisis, su presencia es una antesala a la ruptura del continuo de representatividad (Cantillana et al., 2017).
Por otra parte, el estudio de la congruencia también permite conocer mejor los vínculos entre representantes y representados (Barreda y Ruiz, 2015). En este sentido, si se enfoca en los partidos y sus votantes, se puede asociar a los vínculos programáticos de representación (Dalton, 2011; Selios, 2015). Por ejemplo, los vínculos programáticos tienden a ser más fuertes en las democracias donde los electores tienen preferencias similares a las de los representantes, situación que tiende a condicionar la disposición y capacidad para cumplir los programas de gobierno, ya que de no ocurrir esto los votantes dejarían de apoyar a los partidos (Kitschelt et al., 2010; Luna y Zechmeister, 2005 y 2010; Morales, 2014).
Medición de congruencia élite-ciudadanía
La congruencia élite-ciudadanía, como se indicó en el apartado anterior, tiende a favorecer la estabilidad democrática. Por el contrario, la existencia de brechas se asocia con crisis de representatividad y problemas en el sistema político y en el de partidos. Vista la relevancia de la congruencia, es necesario reflexionar respecto a su medición.
Una definición operacional de congruencia se vincula directamente con el grado de coincidencia entre representantes y representados, lo que se ha medido con diferentes técnicas y formas de operacionalización (Rivas et al., 2014). Utilizar distancias entre medias o promedios y distancias simples, con base en estimaciones puntuales, ha sido un método clásico y bastante sencillo; sin embargo, presenta problemas metodológicos asociados con imprecisiones en la medición (Golder y Stramski, 2010; Otero-Felipe, 2014).
De forma similar, la correlación de actitudes, al no considerar la distribución estadística de las opiniones, tiende a generar sobreestimaciones y subestimaciones en la medición (Achen, 1977; Weissberg, 1978).6
En los últimos años, en el contexto de la búsqueda por superar las ineficiencias asociadas con los métodos de medición menos sofisticados, se ha popularizado el trabajo de Golder y Stramski (2010), que distingue tres tipos de congruencia: a) one-to-one, entre ciudadanos y representantes, la cual puede ser alta cuando la distancia absoluta entre los ciudadanos y representantes es pequeña; b) many-to-one, enfocada en la congruencia entre varios ciudadanos y un representante; y c) many-to-many, que busca medir la congruencia entre varios ciudadanos y varios representantes. Siguiendo los lineamientos metodológicos de Golder y Stramski (2010), se puede medir la congruencia many-to-one con la Congruencia Ciudadana Absoluta Mediana (Absolute Median Citizen Congruence, posteriormente: AMCC) (i), donde MC es el posicionamiento ideológico promedio de la ciudadanía y G, del gobierno o de la élite.
También es posible medir la Congruencia Ciudadana Absoluta (Absolute Citizen Congruence, posteriormente: ACC) (ii), medición que incorpora cierta información sobre la distribución de las preferencias ciudadanas y permite obtener mayor precisión. En la fórmula, N indica el número de ciudadanos, y C i es la identificación del i th ciudadano.
Por último, otra posibilidad es la Congruencia Ciudadana Relativa (Relative Citizen Congruence, posteriormente: RCC) (iii), que contiene información útil sobre la congruencia entre los ciudadanos y sus representantes, al incorporar la dispersión de las preferencias ciudadanas. Esta medición va de cero a uno, mientras más congruencia existe, el indicador es más cercano a cero. De forma similar, cuando los valores de AMCC y ACC son bajos, hay mayor congruencia.
Por otra parte, la congruencia many-to-many evalúa cuán similares son las distribuciones de las preferencias, donde F 1 (x) y F 2 (x) son funciones de distribución acumulativa (Cumulative Distribution Functions, posteriormente: CDF) de las preferencias de la ciudadanía y de la élite, respectivamente; esta medición también es conocida como Manhattan (iv).
Cuando la distribución de las preferencias es idéntica, el área entre cada CDF es cero y la congruencia es perfecta (Golder y Stramski, 2010). En este sentido, si se considera una distancia Đ como una descripción numérica de cuán alejados están dos objetos en el espacio métrico, se necesita contar con un conjunto (M) y una métrica (D) para definir la distancia entre los objetos. Entonces, la congruencia many-to-many sería equivalente a calcular el área no sobrepuesta de las funciones distributivas acumulativas de X e Y para obtener Đ CDF (Lupu et al., 2017).
Otra medición de congruencia común es la superposición de la función de densidad (Probability Density Function, posteriormente: PDF) o coeficiente Bhattacharyya (v), que calcula el área de intersección de ambas distribuciones (Andeweg, 2011; Lupu et al., 2017; Selios, 2015).7 Esto puede generar una confusión, ya que para Đ CDF, como para las distancias entre medias o estimaciones puntuales, a menor valor existe mayor cercanía; para Đ PDF, en cambio, a mayor valor, mayor congruencia (Lupu et al., 2017; Lupu y Warner, 2017).
Finalmente, otra medición reciente que permite superar las limitaciones de las mediciones clásicas de congruencia, es Earth Mover’s Distance, posteriormente: EMD, que se deriva del campo de las ciencias de la computación (Rubner et al., 2000).
De acuerdo con Lupu et al. (2017), se puede explicar EMD de la siguiente forma: si se busca medir el autoposicionamiento en una escala de cero a diez, con datos de ubicación y densidad de dos conjuntos P x = {(2, 0,5), (5, 0,3), (8, 0,2)} y P y = {(4, 0,3), (5, 0,4), (6, 0,3)}, EMD entre X e Y es definido por la solución para una optimización lineal del problema, donde el flujo óptimo para el movimiento de distancia entre ambos conjuntos permite obtener Đ EMD. Así, una definición formal ofrecida por Lupu et al. (2017), una vez encontrado el flujo óptimo, es la siguiente (vi). En el indicador, de forma similar los indicadores de many-to-one, a mayor valor, existe mayor distancia y menor congruencia.
Es así como, para el ejemplo indicado, se genera una transferencia de datos entre P x y P y (vii).8 Este ejercicio permite obtener Đ EMD, que para el ejemplo sería
La principal ventaja de EMD es que permite estudiar la congruencia de un amplio rango de preferencias y áreas, posibilitando comparaciones de distribuciones con un costo mínimo de procesamiento de datos y gran precisión (Lupu et al., 2017).
Método
Datos
Para medir la opinión de la ciudadanía se utilizan las encuestas del proyecto “A Crisis of Legitimacy: Challenges of the Political Order in Argentina, Chile, and Uruguay”, financiado por IDRC de Canadá y coordinado por la Universidad Diego Portales, posteriormente: UDP. Estas encuestas fueron realizadas con entrevistas cara a cara en Chile (N = 1.200) y Uruguay (N = 1.202). El muestreo fue probabilístico en todas las etapas y las encuestas son representativas de la población nacional mayor de 18 años. El nivel de confianza es del 95% y el error ±2,8%. El trabajo de campo se efectuó en marzo y abril de 2013 en el caso chileno, y en febrero de 2014 en Uruguay.9
Por otra parte, las preferencias de la élite se miden con encuestas a una muestra de congresistas y miembros del poder ejecutivo realizadas en el marco del mismo proyecto de investigación en Chile (N = 164) y Uruguay (N = 121), de forma similar a la estrategia metodológica de trabajos como Lupu et al. (2017), Buquet y Selios (2017) y Lupu y Warner (2017).10 Para los análisis de este trabajo se ocupan las encuestas aplicadas a congresistas solamente, pues son cargos electos democráticamente y no nombramientos basados en confianza política, como es el caso de los gabinetes en los presidencialismos estudiados.11
En Chile la tasa de respuesta de los diputados alcanzó 80,73% (n = 97) y 89,47% (n = 34) para senadores. En Uruguay, por otro lado, la tasa de respuesta de los diputados fue 77,78% (n = 77), mientras que en senadores fue de 76,67% (n = 23).
Dimensiones de análisis y medición
Esta investigación se enfoca en describir los niveles de congruencia élite-ciudadanía en Chile y Uruguay, con métodos de medición que permiten una desagregación de la congruencia en tres dimensiones: a) ideológica por bloques políticos; b) temática, apoyo y satisfacción con la democracia; y c) en preferencias sobre el rol del Estado en la economía. Para esto se calculan los niveles de congruencia agregados y se realiza una distinción dependiendo del nivel socioeconómico de la población, para determinar si existen brechas entre los grupos, lo cual permite evaluar la existencia de desigualdad política o sesgo de clase. Las tres dimensiones se analizan en una perspectiva many-to-many con Đ EMD (Lupu et al., 2017; Rubner et al., 2000). Adicionalmente, la congruencia ideológica también se evalúa con la medida many-to-one RCC de Golder y Stramski (2010), asumiendo como supuesto la existencia de una ciudadanía heterogénea y una élite más bien homogénea.
La dimensión ideológica se operacionaliza con el autoposicionamiento de la élite y de la ciudadanía, usando la escala de medición estándar en encuestas de opinión pública, la cual va de cero a diez.12 La segunda dimensión mide la congruencia temática13 que incluye la percepción sobre el voto obligatorio, el apoyo a la democracia14 y la satisfacción con su funcionamiento.15 Por último, la tercera dimensión, enfocada en las preferencias sobre el rol del Estado en la economía, utiliza un conjunto de preguntas que miden si el encuestado está de acuerdo o en desacuerdo con las siguientes frases: a) el transporte público debería estar en manos de una empresa estatal; b) debería haber más bancos estatales; c) los colegios particulares-subvencionados deberían pasar al Estado; d) debería existir una red de farmacias estatales; y e) todas las universidades privadas deberían pasar a ser del Estado.16
Resultados
Congruencia y distribución ideológica por bloques políticos
Una inspección visual permite advertir que la distancia entre la distribución del autoposicionamiento ideológico de la élite y la ciudadanía tiende a ser menor en Chile (Figura 1).17 Eso se confirma con el área de intersección de ambas distribuciones: Chile presenta Đ PDF = 0,810 y Uruguay Đ PDF = 0,370. Sin embargo, hay que considerar que en Chile 38,08% de la ciudadanía no se autoposiciona en el continuo izquierda-derecha; mientras que en Uruguay la cifra corresponde a 20,71%. Entre los legisladores las cifras de desafección son bastante bajas: solo 0,77% en Chile y 2% en Uruguay.18
Los patrones identificados al evaluar la distribución del autoposicionamiento ideológico se ratifican con los distintos niveles de congruencia, calculados con Đ EMD y RCC (Tabla 1). Al evaluar los valores de EMD, se advierte que hay mayor congruencia élite-ciudadanía en Chile (Đ EMD = 0,419) que en Uruguay (Đ EMD = 2,995). Sin embargo, al considerar los desafectados ideológicos en el cálculo, el escenario tiende a cambiar: en Chile la distancia aumenta 500,24% (Đ EMD = 2,515), y en Uruguay solo 25,84% (Đ EMD = 3,769). En este sentido, la mayor alineación ideológica entre élite y ciudadanía en Chile no es tan elevada si se considera la desafección política en la medición.
Por otra parte, en Chile la población de menor nivel socioeconómico está más alineada ideológicamente con la élite, aunque en la coalición de centroderecha hay más congruencia con los sectores de nivel socioeconómico más elevado. A pesar de lo anterior, la coalición de centroderecha tiende a estar más alienada con el conjunto de la ciudadanía, pues la coalición de centroizquierda tiene brechas más considerables con los sectores más acomodados de la población. Al evaluar la congruencia ideológica en Chile con RCC, medición que por su cálculo asume la existencia de una ciudadanía heterogénea y una élite más bien homogénea, se aprecia que hay más congruencia entre la élite política y la población de mayor nivel socioeconómico, tanto a nivel agregado como entre los distintos bloques políticos.
En Uruguay, por otra parte, la población de nivel socioeconómico más bajo también tiene mayor congruencia ideológica con la élite. A nivel de bloques políticos, el Frente Amplio mantiene este alineamiento con los sectores menos acomodados, a pesar de que a nivel agregado verifica brechas más amplias con la sociedad en su conjunto; mientras que el Partido Nacional es el más cercano a la ciudadanía en un nivel agregado. Por otra parte, el Partido Nacional y Colorado tienden a tener más congruencia ideológica con la población de mayor nivel socioeconómico. Al evaluar la congruencia ideológica uruguaya con RCC, se tiende a reforzar una alineación con los sectores de menor nivel socioeconómico y la cercanía del Partido Nacional a la ciudadanía de forma transversal.
Congruencia temática, apoyo y satisfacción con la democracia
El apoyo a la democracia es mucho más fuerte en la élite que en la ciudadanía. En Uruguay, todos los diputados y senadores encuestados prefieren la democracia como forma de gobierno; en tanto, en Chile alcanzan el 96,18%. Entre la ciudadanía, las cifras son más bajas. En Chile, la preferencia por la democracia alcanza 54,94% y en Uruguay, 73,80%. Los niveles de congruencia para apoyo a la democracia muestran que hay mayor congruencia élite-ciudadanía en Uruguay. Por otra parte, en ambos países, los sectores más acomodados son los que tienden a apoyar más la democracia (Tabla 2). Esto implica que los sectores menos aventajados podrían eventualmente alinearse con cierta facilidad con posturas no democráticas.
A pesar de lo anterior, la situación se invierte al evaluar la satisfacción con la democracia: en Chile hay menos brechas al respecto. Esto es porque la élite chilena es bastante autocomplaciente: 74,05% está satisfecho o muy satisfecho con el funcionamiento de la democracia; mientras que en Uruguay, el porcentaje solo alcanza 7%. Pese a que en Chile solo 48,16% de la población está satisfecho o muy satisfecho con la democracia, mientras que en Uruguay la cifra alcanza 72,69%, la congruencia es mayor en Chile.
En el caso del voto obligatorio, solo 29,91% de la población chilena lo apoya, mientras que en Uruguay, 53,47%. Entre la élite el apoyo es más alto: 64,89% en Chile y 88% en Uruguay. La congruencia sobre este tema es similar en ambos países, siendo un poco mayor con la población de mayor nivel socioeconómico. Por último, la congruencia sobre los problemas públicos relevantes es similar en ambos países, aunque se enfoca en temas diferentes (Figura 2). Por otro lado, se advierte una brecha importante por nivel socioeconómico: hay mayor congruencia entre la élite y los sectores más acomodados de la población. Esto podría considerarse como un alineamiento asociado con un fortalecimiento de la opinión y la voz política de los individuos con mayores recursos sociales y económicos, rasgo de desigualdad política.
Congruencia en preferencias sobre el rol del Estado
Las preferencias por más intervención estatal son llamativas en Chile, ya que durante la dictadura se implementaron con bastante éxito reformas estructurales que implicaron una importante reducción del Estado y la creación de mercados no convencionales, con bajos niveles de regulación e intervención estatal (Solimano, 2014). Este modelo económico no se alteró con la recuperación democrática, al contrario, una serie de elementos garantizaron su intocabilidad (Garretón, 1999; Huneeus, 2014).
Las cifras son particularmente altas en temas relacionados con mayor intervención en mercados que han tenidos problemas de colusión, actividades monopólicas y tráfico de influencias en los últimos años. Por ejemplo, 79,57% de los chilenos se muestra de acuerdo con la creación de una red de farmacias estatales, de forma similar 75,29% piensa que deberían crearse más bancos estatales. También existe una alta preferencia, con 63,66%, por la estatización del transporte público urbano, lo cual resulta llamativo considerando que es una de las áreas más criticadas en términos de implementación de política pública en Chile. De igual forma es llamativa la idea de que las universidades privadas y los colegios particulares-subvencionados debiesen pasar al control del Estado (59,57% y 53,7%, respectivamente).
En este contexto, se verifican algunas brechas evidentes entre la ciudadanía y la élite política en algunas de estas áreas.19 La élite política se muestra bastante de acuerdo con implementar una red de farmacias estatales en Chile (59,54%), no así en Uruguay (37%). Por otra parte, en el resto de los temas hay diferencias más relevantes: en Chile solo 44,28% de la élite se muestra de acuerdo con la creación de más bancos estatales, mientras que en Uruguay la cifra es de 33%. Respecto a la estatización del transporte en Chile, 48,09% está de acuerdo, y en Uruguay solo 22%.
Por último, las brechas relevantes se perciben en torno al manejo de la educación secundaria y superior. En Chile, solo 9,16% está de acuerdo con que las universidades privadas pasen al control del Estado, cifra cercana a Uruguay (10%); respecto al control estatal de los colegios particulares-subvencionados, la cifra se mantiene en Chile (9,92%) y es levemente superior en Uruguay (16%).
Al evaluar la congruencia con Đ EMD en Chile (Tabla 3), se advierte que las principales brechas corresponden a temas educacionales, donde además se observan brechas por nivel socioeconómico: la población más acomodada tiende a estar más de acuerdo con la élite política, la cual se resiste al manejo estatal de colegios y universidades. Esto se alinea con los recientes cuestionamientos a los pilares del modelo chileno, tales como la Constitución y los sistemas educacional, tributario y previsional (Cortés, 2015).20
Conclusiones
Este artículo ofrece un diagnóstico sobre las preferencias de la élite política y la ciudadanía en Chile y Uruguay. Para esto se trabaja con encuestas de opinión nacionales y de élites, las cuales permiten evaluar tres dimensiones de congruencia: a) ideológica; b) temática, de apoyo y satisfacción con la democracia; y c) en preferencias sobre el rol del Estado en la economía. Se utilizan principalmente medidas many-to-many e índices de congruencia recientes que permiten mayor precisión en el diagnóstico de las brechas y alineamientos existentes.
En la primera dimensión, se advierte una mayor congruencia en Chile que en Uruguay, aunque la diferencia entre ambos países tiende a acercarse si se consideran los desafectados ideológicos en el cálculo, los cuales corresponden a 38,08% en Chile. Las mediciones con EMD permiten apreciar que en Chile la coalición de centroderecha tiende a estar más alineada con la ciudadanía; mientras que en Uruguay se advierte que el Frente Amplio tiene brechas relevantes con la población. Por otro lado, al utilizar RCC, se advierte que la élite, al considerarse como cuerpo homogéneo, tiende a alinearse ideológicamente con la población de mayor nivel socioeconómico en el caso chileno y con los sectores más desaventajados en Uruguay.
En la segunda dimensión, se percibe una alta congruencia élite-ciudadanía en el apoyo a la democracia en Uruguay, no así en la satisfacción con esta. Esto no es porque en Chile exista la percepción de que la democracia funciona mejor, sino porque la élite uruguaya es bastante autocrítica con su propia democracia. Respecto a la congruencia sobre problemas públicos relevantes y voto obligatorio, se observa que hay mayor congruencia entre la élite y los sectores de mayor nivel socioeconómico de la población.
Por último, en torno a la congruencia sobre preferencias del rol del Estado en la economía, se advierte una predisposición de la ciudadanía chilena hacia una mayor regulación e intervención estatal. Dichas tendencias son más conservadoras en la élite chilena y uruguaya. Las principales brechas en esta materia se aprecian en el manejo educacional en Chile: mientras la ciudadanía muestra tendencias hacia la estatización de universidades y colegios, la élite política se resiste a ello. Esto es consistente con las recientes movilizaciones sociales y el posicionamiento de la educación como un problema relevante en la agenda pública chilena.
Si bien todos estos resultados ofrecen un diagnóstico sobre las distintas brechas que existen entre la ciudadanía y la élite en dos democracias consolidadas en América Latina, es importante considerar que dichos resultados deben tener en cuenta posibles recambios recientes en las élites gobernantes y, además, deben ser contrastados con datos longitudinales, para delinear un diagnóstico más robusto. De todas maneras, este trabajo ofrece resultados con tendencias que resultan llamativas y requieren de mayor estudio, además presenta un estado del arte actualizado con una aplicación práctica sobre mediciones de congruencia política y su vínculo con la teoría de élites.