1. El problema
¿Cuál es la relación entre la palabra siete y el concepto SIETE? ¿Cuál es el significado fijo y estable de una palabra con que se designa un número natural? La respuesta corta es que siete, al igual que tres o cien, es una expresión lingüística diseñada para identificar al número cardinal SIETE, un concepto alojado en nuestras mentes.1 Además de palabras, tenemos otros símbolos externos a las lenguas naturales que cumplen el mismo propósito: por ejemplo, los numerales arábigos como 3, 7, 100, ciertos arreglos de líneas y puntos en maya, algunos jeroglíficos en el Egipto antiguo, etc. Visto así, el significado de los términos numéricos en los sistemas lingüísticos no parece ser un problema mayor. No obstante, la literatura especializada de los últimos cuarenta años muestra que establecer el contenido semántico de los términos numéricos no es una cuestión trivial.2
Algunas de las intuiciones más tempranas sobre la dificultad de establecer con precisión el contenido lingüístico estable de un término numérico en una lengua natural, y su diferencia con respecto al símbolo numeral correspondiente, no surgieron ni en la lingüística, ni en la filosofía del lenguaje, ni en la psicología, sino en la historia de las matemáticas:
El hombre difiere de otros animales de manera más notable en su lenguaje, cuyo desarrollo fue esencial para el surgimiento del pensamiento matemático abstracto; sin embargo, las palabras que expresan ideas numéricas tardaron en surgir. Los signos numéricos probablemente antecedieron a las palabras numéricas, porque es más fácil cortar muescas en un palo que establecer una frase bien modulada para identificar un número.3
No quiero entrar aquí en el debate de si el lenguaje natural es efectivamente un prerrequisito para el pensamiento matemático, tema complejo que rebasa el alcance de este trabajo. Además, no es necesario tomar posición alguna al respecto para el tema que me ocupa. La cuestión que me interesa rescatar de esta cita es ¿qué debemos entender exactamente por “una frase bien modulada para identificar a un número”? Además de ser un elemento lingüístico que se apegue a las reglas gramaticales del sistema de una lengua, un término numérico -en contraste con un símbolo numérico o numeral- debe amoldarse a las necesidades de la comunicación. Una mirada veloz al funcionamiento de los términos numéricos en una lengua natural da una idea de la flexibilidad de contenido que estos elementos léxicos despliegan en la actividad conversacional. Lo primero que se advierte en una inspección somera de su funcionamiento es la diversidad de interpretaciones que los términos numéricos pueden tener. Tres de ellas (‘exactamente n’, ‘al menos n’ y ‘a lo más n’) se han discutido extensamente en la literatura de las últimas décadas (Horn 1972; Sadock 1984; Koenig 1991; Scharten 1997; Carston 1998; Atlas 2005; Geurts 2006; Spector 2012, y Kennedy 2015, por mencionar sólo algunos ejemplos).
Como corresponde a nuestras intuiciones, un término numérico n con mucha frecuencia se interpreta como [EXACTAMENTE N], según se ilustra en (1):
(1) [EXACTAMENTE N].
Éstos son los cinco libros que leí cuando estaba enfermo ( ? si no es que más / ? si no es que menos).
Un pentágono tiene cinco lados ( ? si no es que más / ? si no es que menos).
Ningún animal tiene cinco patas ( ? si no es que más / ? si no es que menos).4
En estos ejemplos previos, además, no es posible dar a cinco ninguna interpretación diferente de la exacta. Continuar estas oraciones con “si no es que más” o “si no es que menos” resulta no sólo inadecuado, sino tal vez incluso agramatical, lo que constituye evidencia de que en estas construcciones no hay ambigüedad posible. Sin embargo, en otras ocasiones un término numérico también puede tener interpretaciones no exactas, ya sea acotadas inferiormente ([AL MENOS N]), como en (2), o superiormente ([A LO MÁS N]), como en (3).5
(2) [AL MENOS N]
Hay que tener (al menos / ?a lo más) veinticinco aciertos para aprobar.
En Inglaterra, debes tener (al menos / ?a lo más) dieciocho años para consumir alcohol legalmente.
En España, en 1945, las familias con doce hijos (o más / ?o menos) eran condecoradas y recibidas por Franco en el Palacio del Pardo.
(3) [A LO MÁS N]
Con esta dieta, puedes ingerir (a lo más / ?al menos) dos mil calorías.
Debe limitar su trabajo a quince páginas (o menos / ?o más).
Puedes cometer (a lo más / ?al menos) tres errores.
Esta diversidad de interpretaciones posibles (y en ocasiones imposibles) requiere ser explicada. Sabemos que el mapeo de la semántica lingüística a las interpretaciones finales es complejo, así que nuestras intuiciones preteóricas sobre el significado lingüístico de una palabra no constituyen una ventana directa a él. Un primer paso para poder establecer cuál es el significado semántico estable de los términos numéricos, que alimenta los procesos pragmáticos, es entender cuáles son los factores que condicionan su interpretación.
Naturalmente, el hecho de que un elemento léxico reciba cierta interpretación en el discurso no constituye por sí mismo evidencia directa del contenido que tiene especificado en el sistema lingüístico. Si así fuera, bastaría con postular una semántica polisémica para los términos numéricos. No obstante, las palabras que usamos para denotar números naturales no parecen polisémicas en el sentido habitual del término.6
En la polisemia genuina, los sentidos alternos son discretos y autónomos, y únicamente hay posibilidad de que se yuxtapongan si se les considera de manera diacrónica. Sincrónicamente, los sentidos diferentes de una palabra polisémica no se empalman. Por ejemplo, los diversos sentidos de banco (banco 1=[INSTITUCIÓN FINANCIERA ],
banco 2=[ASIENTO ], banco 3=[EQUIPO DE CARPINTERÍA ]) son independientes, tanto desde el punto de vista relacional, como desde el composicional y desde el de la atención cognitiva. Cada uno de los sentidos de una palabra polisémica mantiene relaciones semánticas independientes dentro del sistema de la lengua y se compone con otros términos de manera propia. Además, los sujetos del discurso normalmente tienen en su campo de atención sólo uno de los varios sentidos de un elemento polisémico a la vez (Cruse 2011). En el caso de los términos numéricos, sus sentidos diversos no se apegan a ninguno de estos criterios de autonomía.
La intuición sugiere que para los términos numéricos, en los casos de ambigüedad interpretativa, la interpretación exacta siempre es una de las interpretaciones posibles.7 No es el caso que se dé autonomía atencional entre los sentidos alternos, porque el sentido [EXACTAMENTE N] está incluido en los sentidos [EXACTAMENTE N Y TAL VEZ MÁS / MENOS QUE N] y [APROXIMADAMENTE N Y TAL VEZ EXACTAMENTE N]. Es decir, los varios sentidos de un término numérico sí se sobreponen y, por lo tanto, no son autónomos. Esto sugiere que, más que ser polisémicos, los términos numéricos podrían estar sujetos a procesos de modulación de significado como los que se proponen en la literatura (e.g., Cruse 2011; Recanati 2004; Carston 2002, y Wilson y Carston 2007).
Las posibilidades de interpretación de oraciones y enunciados que contienen un término numérico están constreñidas por varios factores; algunos de ellos son lingüísticos y otros son ajenos al sistema de la lengua. Por ejemplo, si se nos dice que un examen se aprueba con veinticinco respuestas correctas, en el mundo en que vivimos es poco probable que no se apruebe a quien obtenga veintiséis o más respuestas acertadas, pero esta restricción no proviene de las reglas gramaticales,8 sino del contexto de interpretación, de nuestro conocimiento enciclopédico sobre lo que es un examen y a qué propósitos sirve. En cambio, no hay ningún conocimiento sobre el mundo que establezca que si leí cinco libros mientras estaba enferma, no pude haber leído más, así que los factores que impiden la diversidad de interpretaciones en casos como (1a) seguramente derivan de las características del entorno lingüístico en el que aparece el término numérico, es decir, de elementos sistémicos como rasgos semánticos, morfosintácticos y fonológicos, y no de datos enciclopédicos.9
En la siguiente sección me detendré brevemente en algunos de los factores lingüísticos que limitan la interpretación de un término numérico, únicamente como ilustración de sus efectos y sin pretender dar cuenta de ellos de manera exhaustiva. Esto permitirá visualizar panorámicamente el problema que me ocupa, y también despejará el camino para formular la propuesta que planteo y que resumo así: la semántica de un término numérico, como la del resto de palabras de contenido, no consiste en un concepto codificado léxicamente. El léxico de una lengua natural es una interfaz entre el sistema lingüístico y el sistema conceptual. Las palabras de contenido dan acceso a éste activando convencionalmente una zona conceptual que contiene los conceptos que pueden expresarse mediante su uso. En particular, una palabra numérica no codifica rasgos conceptuales, sino que activa un área conceptual que contiene aquellos conceptos numéricos a los que un hablante puede referirse a través de su uso. Los detalles y consecuencias principales de esta idea general se desarrollan en las secciones 5 y 6.10 Parto de una visión general de lo que es el léxico de una lengua: una interfaz encargada de accionar ciertas estructuras mentales. En ocasiones, como en el caso de las palabras de contenido, son conceptos o áreas conceptuales, en ocasiones, como en el caso de las palabras funcionales o las interjecciones, procedimientos cognitivos que muchas veces están disponibles al sujeto independientemente del lenguaje (cfr. Wilson 2011).
2. Condicionantes en la interpretación: factores lingüísticos y discursivos
2. 1. Restricciones semánticas
Las interpretaciones posibles de un término numérico están condicionadas por cuestiones semánticas, tales como la forma en que ciertos rasgos se combinan y componen, el alcance de los operadores presentes y el tipo de referencia posible (colectiva o distributiva) de las frases nominales involucradas, entre otras.
Sabemos que este último factor puede condicionar la interpretación que admite un término numérico escueto. Por ejemplo, oraciones como (4) son ambiguas, pero no debido a factores contextuales, sino como consecuencia de que se puede asignar a la frase nominal estos libros un referente de carácter colectivo, o bien, un referente de carácter distributivo. El contexto, por supuesto, incidirá en la elección referencial que haga el sujeto, pero el sistema lingüístico permite dos opciones.
(4) Estos libros valen ciento cincuenta pesos.
En caso de que la referencia de estos libros sea colectiva, supondremos que hay un conjunto A, que A es un conjunto de libros, y que A vale ciento cincuenta pesos. En estos casos, la contribución de ciento cincuenta a la interpretación es [EXACTAMENTE CIENTO CINCUENTA]. En el caso de que la referencia de estos libros sea distributiva, partiremos, en cambio, de que hay un conjunto A, que A es un conjunto de libros, y que para cada elemento a de A, a vale ciento cincuenta pesos. Así, el conjunto de libros tendría un valor mayor a ciento cincuenta pesos.
En este punto es pertinente hacer el siguiente matiz. Aunque en gran parte de la literatura estos ejemplos se analizan como evidencia de diferentes sentidos de los términos numéricos mismos, en realidad, lo que observamos aquí no son necesariamente dos sentidos diferentes de un término numérico, sino dos contenidos informativos diferentes de los enunciados que lo contienen.11 Por ello, estos ejemplos son compatibles con varias hipótesis acerca de la semántica de los términos numéricos. Volveré a esto después.
Un factor semántico más que condiciona la interpretación son los fenómenos de alcance. ¿Qué sucede si una oración contiene dos frases nominales cuantificadas numéricamente? Al hecho semántico de que cada una de ellas pueda recibir una interpretación colectiva o una distributiva debemos sumar la complejidad adicional de que también son portadoras de cierto alcance. Dependiendo de cuál sea la frase nominal cuantificada que cae en el alcance de la otra, obtendremos interpretaciones diferentes para el término numérico. En ejemplos como (5a) podemos tener el objeto dentro del alcance amplio del sujeto, como en (5b), o bien al sujeto dentro del alcance amplio del objeto, como en (5c).
(5) a. Tres hombres cargan dos cajas
b. Hay tres x, x es hombre, y para cada x hay dos z, z es una caja y cada x carga z.
c. Hay dos z, z es una caja, y para cada z hay tres x, x es un hombre y x carga z.
Si suponemos que dos cajas está dentro del alcance de tres hombres, entonces las condiciones de verdad de (5) son tales que el número de cajas es seis. Si, por el contrario, la frase nominal que realiza la función de objeto directo (dos cajas) es la que toma dentro de su alcance a la frase nominal sujeto (tres hombres), podemos parafrasear el contenido de (5) como que hay dos cajas, cada una de las cuales es cargada por un conjunto diferente de tres hombres, es decir, seis (a lo más) hombres en total.12
Como para el caso en (4) sería descabellado concluir de esta evidencia que, entonces, dos y tres pueden significar [SEIS], la conclusión legítima es solamente que, en este tipo de construcción, la ambigüedad de alcance permite interpretaciones del enunciado en las que la predicación afecta a seis hombres o a seis cajas, o a algún número de ellos ubicado entre dos / tres y seis. En cualquier caso, es necesario poder llegar a establecer cuál sí es el contenido lingüístico estable que los términos numéricos aportan a cada una de estas interpretaciones en todos los casos.
También de manera sucinta, consideremos la modalidad como uno más de los factores semánticos que incide en la interpretación de un término numérico. A primera vista, los modales universales parecen generar interpretaciones acotadas inferiormente (cfr. (6)), mientras que los modales existenciales tienden a dar lugar a interpretaciones acotadas superiormente (cfr. (7)).13
(6) a. Tenemos que vender (al menos / ?a lo más) diez boletos para tener ganancias en la rifa.
b. María seguro tiene (al menos / ?a lo más) dos tardes libres al mes para acompañarte.
(7) a. Podemos comprar (a lo sumo / ?al menos) diez boletos para la rifa.
b. Quizá María tenga (a lo sumo / ?al menos) dos tardes libres al mes.14
Sin embargo, el ejemplo en (8) muestra que la cuestión es más compleja. Mientras que (8a), (8b), (8c) y (8d) son gramaticales y aceptables, (8e) es inaceptable e incluso agramatical.
(8) a. Juan tomó tres cervezas.
b. Juan tomó quizá tres cervezas.
c. Quizá Juan tomó tres cervezas.
d. Quizá Juan no tomó tres cervezas.
e. *Juan no tomó quizá tres cervezas.15
Aparentemente, y en ausencia de un análisis detallado, el cuantificador débil tres es admisible en el alcance de un operador modal, siempre que el operador modal mismo no esté a su vez en el ámbito de una negación sintáctica. Éstas son intuiciones que deberán ser exploradas en detalle antes de poder establecerlas como generalizaciones de utilidad, pero ilustran el tipo de restricciones semánticas a las que está sujeto un término numérico.16
Las interacciones entre los elementos modales y los cuantificadores numéricos son un tema complejo y resbaladizo, tanto desde el punto de vista lingüístico como desde el filosófico, y muchos de sus detalles están todavía por esclarecerse.17
Los ejemplos dados hasta aquí deben bastar para ilustrar que, en ocasiones, la posibilidad de interpretaciones diversas para un término numérico está condicionada o limitada por factores semánticos. Además de esta dimensión, hay elementos estructurales que restringen u orientan la interpretación.
2. 2. Restricciones sintácticas
Un factor sintáctico que incide en las interpretaciones que puede admitir un término numérico es su papel como determinante, como adjetivo, como argumento o como predicado, cuestiones que dependen del entorno gramatical en el que aparece. Una diferencia entre (9) y (10) es que en (9) tres aparece modificando al sustantivo en una frase nominal y tiene fuerza existencial, mientras que en (10) se usa como un predicado sin fuerza existencial (Geurts 2006).
(9) Tres actores participan (exactamente / y tal vez más / ∗y tal vez menos).
(10) Los participantes son tres actores (exactamente / ∗y tal vez más / ∗y tal vez menos).
En (9) es posible asignarle a la palabra tres tanto una interpretación puntual como una interpretación acotada inferiormente; pero en (10), tres sólo puede tener una puntual.18
Otro rasgo estructural que parece incidir en la interpretación de un término numérico es el patrón de implicaciones lógicas de la construcción en la que se ubica.19 Se ha propuesto que un término numérico en el antecedente de un condicional tiende a recibir una interpretación de intervalo, acotada inferiormente, mientras que, ubicado en el consecuente, se interpreta normalmente de manera exacta (Panizza y Chierchia 2011), como se ilustra en (11) y (12).
(11) Si tienes quinientos pesos (exactamente / o más/ ?o menos), podrás comprar lo necesario
(12)Si pasas este examen, te daré quinientos pesos (exactamente / ?o más / ?o menos).
La explicación que Panizza y Chierchia (2011) proponen de este hecho es que el consecuente de un condicional permite hacer inferencias lógicas que van de subconjuntos a superconjuntos (y constituye, por lo tanto, un entorno de entrañamiento ascendente (upward entailing context)), en tanto que el antecedente permite hacer inferencias lógicas de patrón contrario, es decir, que van de subconjuntos a superconjuntos, por lo cual es un contexto de entrañamiento descendente (downward entailing context). Esto se ejemplifica en (13), donde (a) implica lógicamente a (b), y (c) implica lógicamente a (d).
(13) a. Si salimos al bar, tomaré una cerveza oscura.
b. Si salimos al bar, tomaré una cerveza.
c. Si me tomo una cerveza, tendré dolor de cabeza.
d. Si me tomo una cerveza oscura, tendré dolor de cabeza.
Panizza y Chierchia (2011) ofrecen evidencia experimental de que la interpretación de los términos numéricos acotada superiormente sí tiende a ocurrir preferentemente en contextos de entrañamiento descendente, con respecto a contextos de entrañamiento ascendente mínimamente diferentes. Por su parte, la interpretación acotada inferiormente tiende a ocurrir en contextos de entrañamiento ascendente, con respecto a contextos de entrañamiento descendente mínimamente diferentes.20
Esto, sin embargo, parece ser sólo una tendencia en la que intervienen otros factores, como el tipo de acto que se realiza con una enunciación. Por ejemplo, el hecho de que (12) sea una promesa provoca que el compromiso del enunciador consista en entregar exactamente quinientos pesos. Por un lado, cualquier cifra menor a quinientos pesos lo haría incumplir su promesa, y por otro, su compromiso no involucra ninguna cantidad mayor a quinientos pesos. Esto es claramente una consecuencia de las condiciones de adecuación del acto de habla “prometer” y no del condicional mismo.
Además, los ejemplos de Panizza y Chierchia no consideran casos como (14), que muestran que es posible encontrar interpretaciones de intervalo también en el consecuente de un condicional, y (15), que ejemplifica situaciones de emisión en las que un término numérico en el antecedente de un condicional no puede tener una interpretación de intervalo.
(14) a. Si llenaste el depósito y has hecho 400 km, puedes seguir otros 400 km (al menos / a lo más) sin repostar.
b. Si hizo el viaje de México a Pachuca, tendrá 94 km (al menos) en el total del cuentakilómetros.21
(15) a. Si los tres testigos que conocen la verdad son honestos, hablarán.
b. Si los personajes en la obra son cinco, podemos contratar a Juan, Paco, Pedro, Luisa y Josefina como actores.
El interés de Panizza y Chierchia (2011) es mostrar que hay factores puramente estructurales, como la polaridad del contexto, que sistemáticamente afectan la distribución de las interpretaciones acotadas inferiormente en contraste con las acotadas superiormente. Mi propuesta toma en cuenta estos datos y es compatible con ellos, pero también, como mostraré más adelante, da cuenta de casos como (14) y (15).
Por último, haré mención del papel de las restricciones prosódicas en la interpretación de un término numérico.
2. 3. Restricciones prosódicas
La acentuación de un término numérico puede funcionar para ponerlo en foco, lo que en general parece anular la posibilidad de que tenga más de una interpretación. El contraste entre (16) y (17) ilustra el efecto de este rasgo prosódico.22
(16) Hay tres estudiantes inscritos.
(17) Hay TRES estudiantes inscritos.
Intuitivamente, (16) admite la paráfrasis “Hay tres estudiantes inscritos y posiblemente más”, pero (17) es más compatible con la interpretación puntual (“Hay exactamente tres estudiantes inscritos”).23
Finalmente, quiero mencionar algunas características discursivas que orientan la interpretación de un término numérico.
2. 4. Restricciones discursivas
Uno de los factores discursivos involucrados en las restricciones de interpretación para un término numérico es la estructura informativa de una oración, frecuentemente marcada gramaticalmente o por el orden de palabras. Para ilustrarla, consideremos el ejemplo (18), en el que solamente es aceptable la interpretación puntual, en contraste con el ejemplo (19), donde es posible tener tanto una interpretación acotada inferiormente como una exacta.
?Juan tiene tres libros, de hecho, tiene cinco
Juan tiene tres libros, de hecho, tiene cinco.
La diferencia entre ambos ejemplos es la pregunta a la cual responden. En el ejemplo (18), el tópico discursivo (intuitivamente, aquello de lo que se habla, lo que es conocido) es Juan y no tres, que aquí funge como comentario discursivo (intuitivamente, la información nueva).24 Pero en (19) tres tiene función de tópico (y Juan de comentario). Este tipo de evidencia ha dado lugar a la idea de que en función de comentario un término numérico solamente puede tener una interpretación puntual, en tanto que como tópico sí puede dar lugar a ambigüedad (cfr. van Kuppevelt 1996; Scharten 1997).25
Los casos descritos hasta aquí muestran que es necesario estudiar en detalle la naturaleza de la relación entre el contenido semántico de un término léxico, especificado en el sistema de la lengua, y la interpretación que recibe en una enunciación específica, dado que el vínculo entre ambos no es fijo, sino que se trata de un fenómeno complejo y multifactorial en el que intervienen tanto variables pertenecientes al sistema de la lengua como ajenas a él.
3. Explicaciones
Aunque sabemos que la relación entre un concepto y un término léxico no es en general rígida, en la mayor parte de los trabajos con orientación psicológica se admite sin mucha discusión que los términos numéricos tienen un significado puntual (es decir, n significa “exactamente N”). En otras palabras, el término léxico simplemente se hace corresponder con el concepto de un número cardinal.26 Los textos en el área de lingüística y filosofía del lenguaje muestran, en cambio, una gran falta de consenso al respecto.
No me adentraré en las cuestiones cognitivas sobre adquisición del concepto de número y su relación con la adquisición de los términos numéricos en el lenguaje. Me restringiré a plantear el panorama en torno a la semántica de los términos numéricos en la literatura contemporánea, donde coexisten tres grandes posturas. Como veremos a continuación, dos de ellas ponen en tela de juicio la intuición de que un término n simplemente signifique [EXACTAMENTE N].
3. 1. La postura ingenua
La perspectiva de que el contenido semántico (fijo, estable) de los términos numéricos es puntual ([EXACTAMENTE N]) se conoce en la literatura como la visión ingenua, en buena medida porque se apega al sentido común de los hablantes. Para algunos de sus defensores, las interpretaciones de intervalo ([AL MENOS] y [A LO MÁS]) se derivan pragmáticamente (p.ej., Breheny 2008), para otros, semánticamente (p.ej. Spector 2013), o mediante una combinación de procesos semánticos (para las acotadas inferiormente) y pragmáticos (para las interpretaciones acotadas superiormente) (p.ej., Geurts 2006), siempre a partir del significado exacto como punto de partida. A pesar de lo intuitiva que resulta, esta postura no fue la visión dominante sino hasta hace unos cuantos años, cuando empezó a establecerse como la mejor explicación tanto para los datos lingüísticos como para la evidencia experimental sobre interpretación. No obstante, hay algunas razones para dudar de ella.
En primer lugar, supongamos que el contenido de un término numérico n es [EXACTAMENTE N]. Si es así, entonces ¿por qué no son redundantes enunciados de oraciones como las que aparecen en (20), que son notablemente diferentes de los efectivamente redundantes en (21)?
(20) a. Tienes exactamente tres oportunidades para acertar.
b. Tengo exactamente siete pesos.
c. Marzo tiene treinta y un días, ni uno más ni uno menos.
(21) a. Nadar con delfines cetáceos se ha puesto de moda.
b. ¿Podemos posponer esto para después?
c. Puedes endosarme la factura al reverso.
d. Si al perder la vida mueres, ya no podrás hacer mucho.
e. Estoy completa y enteramente convencida.
Carston (1998) ha señalado este problema como un reto para la postura ingenua. Podría contestarse que los casos no son equiparables porque, por ejemplo, delfín es un hipónimo de cetáceo, mientras que exactamente no es un hipónimo de tres, ni tres un hipónimo de exactamente, y que, además, los ejemplos en (20) son casos de énfasis.27 Esto es cierto, pero confunde la definición de redundancia con su función.28
Es verdad que en ocasiones se recurre a la redundancia, que aquí entenderé como la repetición innecesaria de rasgos semánticos,29 para realizar funciones discursivas tales como poner énfasis (como podría ser el caso de (21b)), clarificar o precisar un significado (como podría ser el caso en (21c)).
Tal vez la mejor manera de entender estos ejemplos sea que, aun en el caso de que la semántica de los términos numéricos sea [EXACTAMENTE N], el repetir el rasgo semántico puntual encuentra fácilmente la función discursiva de evitar la ambigüedad, precisar, poner énfasis, dadas las diversas interpretaciones que un término n puede tener, y por eso no encontramos tan inadecuada una emisión de (20b) como una de (21a), en donde la función discursiva de la redundancia semántica no es obvia. En todo caso, habría que preguntarse por qué es tan frecuente enfatizar, precisar o esclarecer el significado de un término numérico de manera que expresiones como las de (20) resultan aceptables. Volveré a esto más adelante.
Una segunda razón para cuestionar la visión ingenua es que algunos resultados experimentales recientes (Villaseñor y Peralta 2015) indican que, en casos en los que puede haber más de una interpretación para un término numérico, los sujetos que seleccionan una interpretación de intervalo no toman más tiempo en hacerlo que en seleccionar una interpretación exacta, en contra de lo que la postura ingenua predice.30
3. 2. La postura clásica
La postura clásica deriva de Horn (1972) y fue dominante durante décadas. Sostiene que un término numérico n tiene como significado semántico [AL MENOS N Y POSIBLEMENTE MÁS]. Cuando el contexto permite la derivación de la implicatura de cantidad [A LO MÁS N], la combinación del significado lingüístico con la cota superior implicada da lugar a la interpretación [EXACTAMENTE N]. Es sólo porque estos contextos son abundantes que tenemos la impresión generalizada de que n tiene un significado exacto. Conviene resaltar que, según esta perspectiva, siempre que un término numérico recibe una interpretación puntual, éste es resultado de la combinación de una implicatura conversacional de cantidad que acota superiormente a una semántica acotada inferiormente.31
En años recientes, la postura clásica, que parecía haberse abandonado, ha resurgido con variaciones importantes (Spector 2013; Kennedy 2013). Estos autores defienden la interpretación acotada inferiormente como la semántica de un término numérico, pero hacen derivar el resto de las interpretaciones a partir de restricciones gramaticales estrictamente, sin intervención de implicaturas conversacionales en la recuperación de la interpretación exacta.
Es la visión clásica la que ha recibido la mayor atención en la literatura, pero enfrenta varios problemas que se han discutido profusamente. Una de sus dificultades más conocidas es que, si un término numérico tuviera una semántica acotada inferiormente, entonces este contenido y solamente éste debería interactuar composicionalmente con otras expresiones de una oración, como los operadores de negación y modales.32 Pero éste no parece ser el caso. Por ejemplo, si la semántica de trescientos fuera [AL MENOS TRESCIENTOS Y POSIBLEMENTE MÁS], en (22) la respuesta de B debería interpretarse como una negación de que B tiene al menos trescientos pesos. Esto es consistente con la continuación en (22B-i), pero no con la conti-nuación en (22B-ii). En los hechos, y al contrario de esta predicción, ambas respuestas son posibles.
Un problema similar surge con la interacción de los términos numéricos con operadores modales (Kennedy 2013), ya que, en muchos casos, esta interacción sí sugiere que la semántica de un término numérico está acotada inferiormente, pero no siempre. En ejemplos como (23), efectivamente el modal se combina con la interpretación [AL MENOS CINCO].33
Debes tener cinco años de antigüedad en la empresa para recibir este estímulo a tu salario.
Sin embargo, como señala Kennedy (2013), hay casos en los que el ámbito del operador modal parece ser una interpretación exacta, como en (24).
(24) a. En el póker mentiroso cada jugador debe tirar (exactamente / ?al menos / ?a lo más) cinco dados.
b. La tarea debe ser de dos páginas (exactamente / ?al menos / ?a lo más).
Evidencia lingüística como ésta pone en duda la postura clásica, pero son los datos empíricos los que con más fuerza sugieren que los términos numéricos son interpretados de manera muy distinta al resto de las escalas lingüísticas (Papafragou y Musolino 2003; Huang, Spelke y Snedeker 2013; Curcó y Peralta 2013), en contra de lo que predice la postura clásica en su forma original.34
Hace más de diez años, Papafragou y Musolino encontraron que los niños dan un tratamiento muy diferente a los términos escalares del que dan a los numéricos (Papafragou y Musolino 2003). Más recientemente, Huang, Spelke y Snedeker (2013) intentaron destejer la semántica de la pragmática en el proceso de interpretación de los términos numéricos, empleando lo que llaman “el paradigma de la caja cubierta”, un escenario experimental en el que, sostienen, se cancelan las implicaturas escalares. En estas circunstancias, tanto niños como adultos dan consistentemente interpretaciones exactas para los términos numéricos, aunque admiten interpretaciones acotadas inferiormente para otros términos escalares cuantificacionales.35 De estas observaciones concluyen que, dado que han mostrado que las interpretaciones exactas no pueden provenir del acotamiento superior que daría una implicatura de cantidad, entonces el contenido puntual debe constituir el significado semántico, estable, invariable de un término numérico. Todo lo anterior ha conducido a descartar la postura clásica paulatinamente, al menos en la versión que involucra la derivación de una implicatura conversacional de cantidad para obtener las interpretaciones exactas.
Aunque los datos para rechazar la postura clásica neogriceana son robustos, parece precipitada la conclusión de que, entonces, la semántica de los términos numéricos es exacta. Hacia lo que apunta la evidencia es que la interpretación exacta no se deriva de un proceso de derivación de implicatura conversacional de cantidad. Esto parece indiscutible. Pero bien podría ser que el contenido exacto tampoco constituyera la semántica misma del término numérico, y que esta interpretación se derivase, no a partir del efecto de implicaturas conversacionales, sino a partir de procesos pragmáticos primarios, como la saturación, según proponen Atlas (2005) y Carston (1998), o el enriquecimiento.36 Ésta es, al menos, una posibilidad lógica y que ha sido propuesta en la literatura, por lo que debe ser considerada y descartada antes de concluir que la semántica de los términos numéricos es puntual.
3. 3. La postura contextualista
Atlas (1989; 2005, e inédito) y Carston (1998), cada uno por su parte, han defendido una visión contextualista sobre la semántica de los términos numéricos. Proponen que el significado de un término n es un sentido general e incompleto, que solamente ofrece un esqueleto de significado que se completa en cada ocasión de uso mediante procesos pragmáticos diferentes de la derivación de implicaturas conversacionales.
Los términos numéricos se conciben léxicamente neutrales con respecto a sus tres interpretaciones posibles. Se supone que éstos no poseen ninguna interpretación completa en tanto no se coloquen en un contexto específico. Ambos autores suponen que la semántica de un término n contiene una variable oculta X que puede ser satisfecha ya sea con el valor “exactamente”, con el valor “al menos” o con el valor “a lo más”. Es una semántica más débil que cualquiera de las interpretaciones que puede recibir un término numérico en una ocasión de uso dada, pero compatible con todas ellas. Carston la representa como en (25), donde TRES y N representan a los conceptos cardinales alojados en el lenguaje del pensamiento. El signo de igualdad indica que se atribuye como contenido del elemento léxico a la izquierda el concepto esquemático descrito del lado derecho de la igualdad.
(25) tres = [X[TRES]], n = [X[N]] (Carston 1998).
En esta propuesta, la dependencia contextual de un término numérico está dictada lingüísticamente, ya que esta fórmula semántica requiere que se aporte material contextual para satisfacer la variable X a través de un tipo de proceso pragmático al que se conoce como saturación.37 Concebir la semántica de los términos numéricos de esta manera tiene ventajas. Por un lado, genera todas las interpretaciones de los numerales. Por otro, es compatible con el hecho de que el significado de un término numérico forma parte de las condiciones de verdad de la proposición expresada por el enunciado. También da cuenta de por qué cuando hay interpretaciones alternas y los sujetos escogen una interpretación de intervalo no tardan más que cuando optan por una interpretación exacta (Villaseñor y Peralta 2015).
Ahora bien, la postura contextualista al modo de Carston y de Atlas hace algunas predicciones equivocadas, o que van en contra de nuestras intuiciones, particularmente, en cuanto a las interpretaciones preferidas de un término numérico. La predicción más inmediata de esta postura es que en contextos que no desvíen notoriamente, ninguna de las interpretaciones tendrá precedencia o jerarquía sobre otra. No obstante, hay resultados empíricos que la refutan (Villaseñor y Peralta 2015), puesto que en casos de ambigüedad potencial y en ausencia de contextos tendenciosos, los sujetos tienden a seleccionar abrumadoramente la interpretación puntual.
Además, Spector (2013) hace un señalamiento de interés en este sentido. A partir del contraste entre (26a) y (26b), muestra que hay una falta de simetría entre las interpretaciones [AL MENOS] y [A LO MÁS], simetría que el enfoque contextualista nos haría esperar y que sin embargo no observamos.
(26) a. Hay que tener dieciocho años para votar.
b. ?Hay que tener veinticinco años para poder solicitar una beca.38
Según el enfoque contextualista, éstos son casos en los que interviene nuestro conocimiento del mundo para rellenar el espacio que presenta la variable X. Entonces, si se interpretan (26a) y (26b) incorporando las creencias relevantes, es decir, que la edad para votar es una edad mínima y que la edad para ganar una beca es una edad máxima, obtendremos las interpretaciones [AL MENOS 18] para (26a) y [A LO MÁS 25] para (26b). Pero, dice Spector, los juicios de verdad de los hablantes revelan otra cosa. Por una parte, juzgan (26a) como verdadera (lo que nos dice que efectivamente la interpretación [AL MENOS 18] está disponible), pero consideran que (26b) es anómala y, además, falsa. Si la interpretación [A LO MÁS 25] estuviera disponible, el enunciado sería verdadero en esa interpretación, pero los sujetos encuentran el enunciado inusual (lo que pone en duda la disponibilidad del valor [A LO MÁS]), y una vez que sabemos que para obtener una beca juvenil lo que está en cuestión es una edad máxima, juzgamos (25b) como necesariamente falsa. En cambio, si se añade a lo más inmediatamente a la izquierda de veinticinco de manera explícita, la oración se juzga como verdadera. Esto, para Spector, revela que aun si ambas interpretaciones están disponibles, no están en la misma jerarquía.39
La mayor parte del debate sobre el significado semántico de los términos numéricos se ha dirigido a descartar la postura clásica, mientras que se ha dedicado muy poca atención a intentar dirimir entre la postura ingenua y la contextualista. La evidencia es escasa, pero merece ser citada.
En un reciente experimento, Villaseñor y Peralta (2015) sometieron a prueba las predicciones de ambos enfoques en un paradigma que mide tiempos de reacción. Los sujetos leían una oración en una pantalla y se les pedía seleccionar entre cuatro opciones la imagen que mejor se apegaba a su contenido. En los reactivos críticos, la oración escuchada contenía un término numérico con posibilidad de ambigüedad entre una interpretación exacta y otra de intervalo. En una de las dos condiciones experimentales, entre las cuatro imágenes visibles había una opción de interpretación exacta que correspondía con el contenido de la oración escuchada. En la otra condición, solamente era visible una imagen correspondiente a la interpretación de intervalo que describía verazmente dicho contenido y no había imagen que representara la cantidad exacta. La postura ingenua supone que una semántica puntual alimenta los procesos pragmáticos secundarios (Breheny 2008), o las operaciones semánticas (Geurts 2006) que producen las interpretaciones de intervalo. La contextualista parte de que desde una semántica infradeterminada un proceso de saturación genera cualquiera de las tres interpretaciones posibles. Por ello, la postura ingenua predice que seleccionar una interpretación de intervalo tomará un tiempo mayor que elegir una interpretación exacta. La contextualista, en cambio, anticipa que no habrá diferencia significativa entre ambas interpretaciones en los contextos en los que se permite la ambigüedad. Además, en ausencia de una interpretación puntual visible, los sujetos deberían elegir la imagen correspondiente a la interpretación de intervalo.
Los resultados apoyan parcialmente ambas posturas. Tal vez el resultado más importante sea que, en los contextos en los que se permite la ambigüedad, los sujetos seleccionan la interpretación exacta de manera abrumadora, lo que apoya a la postura ingenua. Sin embargo, en los pocos casos en los que los sujetos sí seleccionan la interpretación de intervalo, no hay evidencia de que ello les tome significativamente más tiempo, lo que constituye cierta evidencia a favor de la perspectiva contextualista.
Éstas son algunas de las razones que llevan a pensar en la pertinencia de un enfoque alternativo. Al contrario de los numerales, o las “muescas en un palo”, que no son realmente flexibles, los términos numéricos son sensibles al contexto, aunque no tenemos razón para pensar que esta flexibilidad sea análoga a la de las expresiones deícticas, como sí sucede con las propuestas de Carston (1998) y Atlas (2005), quienes proponen que los términos numéricos poseen una variable que debe llenarse en el contexto con uno de tres valores posibles. La sensibilidad al contexto de los términos numéricos no parece estar siempre dictada lingüísticamente, ni guiada por la necesidad de saturar una variable. Entre otras cosas, un indéxico no saturado impide que haya una forma proposicional. En cambio, un término numérico parece tener una interpretación exacta disponible en todos los casos y su presencia no produce, por sí misma, fórmulas abiertas que requieran saturación para ser plenamente proposicionales. Los términos numéricos son maleables, pero su modulación de significado parece opcional y dirigida por el contexto, tal y como ocurre con el resto de las palabras de contenido.40 Es por ello que me propongo encontrar una forma de dar cuenta del significado semántico de los términos numéricos que explique estos datos y que no se desvíe de una caracterización general del significado de las expresiones léxicas no funcionales -es decir, las palabras de contenido- en las lenguas naturales. Es necesario tomar en serio el dato de que la interpretación puntual es la preferida, cosa que no anticipa la postura contextualista. Pero tampoco interesa pasar por alto que, cuando se elige una interpretación de intervalo, el tiempo de reacción no es mayor que cuando se elige la puntual, lo que podría poner en duda que hubiera un proceso interpretativo que tomara como punto de partida una semántica exacta. Además, la propuesta debe poder explicar por qué muchas veces las restricciones semánticas, sintácticas y discursivas pueden ser sobrepasadas por contextos específicos, y también dar cuenta de los casos en los que esto no es posible.
4. El significado léxico y el concepto expresado
La idea de que las palabras de contenido en las lenguas naturales codifican esquemas conceptuales o proconceptos ha sido defendida en la pragmática, dentro de la teoría de la relevancia (Sperber y Wilson 1998; Carston 2002, y 2012), y en los enfoques contextualistas en la filosofía del lenguaje (p.ej., Recanati 2004; Atlas 2005). Es una propuesta natural y adecuada para capturar el hecho de que el significado fijo y estable que una palabra tipo tiene dentro del sistema lingüístico es, en general, diferente del contenido que comunica en una ocasión dada de emisión.
Carston, por ejemplo, ha abordado los procesos de modulación del significado en casos de ensanchamiento y estrechamiento conceptual (ampliación o delimitación de la denotación original de un concepto).41 La idea es que la emisión de una palabra en una ocasión específica de uso da lugar a un concepto ad hoc, que se incorpora como un constituyente de la explicatura (en los términos de la teoría de la relevancia) o de lo dicho enriquecido pragmáticamente (en los términos de Recanati 2004). Para Carston, estos conceptos son construidos por el escucha en su búsqueda de una interpretación que satisfaga las expectativas de relevancia óptima. Este proceso de modulación de significado (o ajuste conceptual) puede dar por resultado cualquiera de las siguientes posibilidades: un concepto cuya denotación sea más amplia, más restringida, o ambas (en distintos sentidos), que la denotación del concepto léxico. A diferencia del proceso que conduce a fijar el valor de una variable, el proceso de ajuste conceptual no está dictado por el sistema lingüístico, sino que es una manifestación de enriquecimiento libre enteramente pragmático (Carston 2002).
No obstante, esta manera de enfocar el significado léxico, el significado comunicado y la relación entre ambos enfrenta algunos problemas (Burton-Roberts 2007; Carston 2002). Desde mi punto de vista, el más importante es que el concepto léxico que sirve como base para los procesos de ensanchamiento y estrechamiento no parece ser una entidad que pueda individuarse claramente. Además, es difícil asignarle algún otro papel importante en la vida mental de los hablantes. Lo más probable es que, de existir, tal concepto fuera tan general que sería psicológicamente inerte.42
Si tomamos los conceptos como direcciones en la memoria que dan acceso a un conjunto de información lógica y enciclopédica sobre una categoría, un concepto ad hoc podría verse como un conjunto de información activada o accesible para ser usada en procesos de inferencia interpretativa guiados por un objetivo específico (Allot y Textor 2012). No necesitamos suponer que hay un concepto léxico especificado en el sistema lingüístico.
En realidad, no necesitamos los procesos de ajuste conceptual si concebimos la semántica léxica de manera diferente. Hace unos años, Wilson (2011) propuso que las palabras con contenido procedimental tenían como semántica, no un contenido especificado, sino la función convencional de disparar ciertos procesos y procedimientos disponibles a un sujeto de manera cognitivamente independiente.43 De esta manera, las palabras con contenido procedimental funcionarían como enlaces entre el sistema lingüístico y otros subsistemas cognitivos. Ahora bien, ¿por qué no unificar toda la semántica léxica bajo esta visión? Lo único que se requiere de las palabras con contenido es que funcionen como una interfaz eficaz entre el sistema lingüístico y el sistema conceptual, no que las palabras mismas, como tales, posean un contenido conceptual.
Con otras consideraciones en mente,44 Burton-Roberts (2007) sugirió que las palabras de contenido de una lengua natural solamente fungen como “apuntadores” que señalizan cierta región conceptual en el lenguaje del pensamiento, en la que residen todos aquellos conceptos a los que un hablante puede referirse mediante su uso. Muy recientemente, repensando el contenido procedimental, Carston misma (2016) ha retomado esta posibilidad. Aquí me muevo en esta misma dirección.
En la propuesta que presento en la siguiente sección hay dos ingredientes fundamentales. En primer lugar, planteo que la semántica de un término léxico no consiste en un concepto léxico, ni siquiera esquemático (como sugiere Carston 1997) ni plenamente desarrollado, como sugieren otras tradiciones. Propongo que un término numérico es simplemente una vía de acceso que pone en correspondencia un elemento de un sistema lingüístico con una zona conceptual y no necesariamente con un concepto fijo. Su semántica consiste en un vínculo convencional que la activa cognitivamente para que sea utilizada en la comunicación, con fines de interpretación específicos.45
En segundo lugar, tomo la operación de la búsqueda de relevancia óptima como el principio cognitivo pragmático que guía la interpretación (Sperber y Wilson 1995) mediante un procesamiento de ajuste mutuo en paralelo en el que las expectativas de relevancia pueden incidir en la determinación de lo dicho (Carston 2002). Así, la semántica marca el acceso cognitivo a una zona conceptual, y la pragmática, a partir de la búsqueda de relevancia óptima, la delimita y activa rasgos específicos para ser empleados en la identificación del significado del hablante.46
Finalmente, no incluyo un procesamiento secuencial según el cual sea necesario, en primer término, determinar el contenido de lo dicho y, en segundo término, derivar el material implícito tomando lo dicho como una premisa. Ésta es una necesidad lógica, pero no interpretativa. Adopto la visión de ajuste mutuo en paralelo que proponen Sperber y Wilson (2002) y Carston (2002) según el cual las expectativas de relevancia van guiando un proceso de construcción de lo dicho y de lo implicado en paralelo, de manera tal que un contenido se ajusta al otro continuamente, en línea, hasta que la expectativa de relevancia se satisface:
Las hipótesis interpretativas se realizan rápidamente, en línea, y en paralelo. El mecanismo que media las inferencias de la forma lógica a las proposiciones comunicadas es uno de “ajuste paralelo mutuo” de explicaturas e implicaturas, constreñido por la estrategia de comprensión. El resultado debe ser (un conjunto de) premisas y conclusiones que entre sí constituyen un argumento válido, como en los ejemplos de la sección anterior, pero el punto importante es que el razonamiento no tiene por qué avanzar paso a paso, de premisas a conclusiones. Por ejemplo, puede ser que se espere una conclusión particular, o un tipo de conclusión, a partir de consideraciones de relevancia y, por medio de un proceso de inferencia hacia atrás, las premisas construidas (explicaturas e implicaturas) que constituyen una inferencia sólida a la conclusión. El proceso puede involucrar varios ajustes del contenido hacia delante y hacia atrás antes de lograr un equilibrio que satisfaga la expectativa de relevancia del sistema en ese momento. (Carston 2002, p. 143)
Con estas consideraciones en mente, puedo ahora definir mi propuesta sobre el significado de los términos numéricos.
5. El significado de un término numérico
¿Qué implicaciones tiene lo anterior para el significado de un término numérico? En primer lugar, en vez de intentar definir el contenido fijo e inmutable de un término numérico n, que seguramente no existe como tal, parto de que hay que establecer los tipos de concepto que pueden expresarse convencionalmente a partir del uso de la palabra n. El “significado” léxico de un término numérico puede verse así como un disparador que activa un espacio de información conceptual desde el cual el oyente debe acceder a o construir el concepto relevante que el hablante quiere comunicar. Cada palabra posee un apuntador distintivo, o su propia componente de interfaz. Es un medio convencional para ubicar una zona del espacio conceptual que, en combinación con principios pragmáticos, permite identificar el significado del hablante (cfr. Burton-Roberts 2007; Carston 2016).
Supondré entonces que un término numérico n no codifica contenido conceptual, sino más bien que su uso activa una zona conceptual estructurada alrededor del concepto cardinal N en el lenguaje del pensamiento. Más que establecer una correspondencia entre un elemento léxico y un concepto, el uso del término n abre una compuerta a un conjunto de conceptos que pueden expresarse por medio de su uso. Estos conceptos deben cumplir dos propiedades, una semántica y otra pragmática:
(i) tener [EXACTAMENTE N] en su composición,
(ii) contener información relevante para la identificación del significado del hablante.
Tomemos la palabra siete como ejemplo. Es el concepto SIETE, alojado en el lenguaje del pensamiento, el que posee contenido semántico conceptual, no la palabra siete. Según la propuesta que hago, la palabra siete se usa convencionalmente para vincular de manera sistemática al sistema lingüístico con una parte específica del sistema conceptual. Su semántica consiste en la asociación convencional entre la forma fonética /sje’te/ y la activación de una zona conceptual alrededor del concepto SIETE en el lenguaje del pensamiento. El uso de siete activa una zona conceptual en la que se ubican (en principio) todos aquellos conceptos que contienen [EXACTAMENTE SIETE] en su composición y que, además (en la práctica), contienen información relevante para el proceso de inferencia que conduce a la identificación del significado del hablante. El decir, los rasgos analíticos y conceptuales activados y a los que puede accederse en cada ocasión de uso de una palabra están determinados por la orientación del sujeto a la satisfacción de metas específicas, en concreto, a la identificación del significado del hablante. Los conceptos compuestos [[NECESARIAMENTE [EXACTAMENTE SIETE]] Y [TAL VEZ [MÁS DE EXACTAMENTE SIETE]]], [[NECESARIAMENTE [EXACTAMENTE SIETE]] Y [TAL VEZ [MENOS DE EXACTAMENTE SIETE]]] constituyen intervalos que están en esta zona conceptual porque cumplen con la condición (i). También lo está, y por la misma razón, el concepto [[NECESARIAMENTE [EXACTAMENTE SIETE]]Y [TAL VEZ [MÁS DE EXACTAMENTE SIETE]]] Y [[NECESARIAMENTE [EXACTAMENTE SIETE]] Y [TAL VEZ [MENOS DE EXACTAMENTE SIETE]]], que corresponde a la interpretación aproximativa, y que se discute poco en la literatura.47
La primera objeción que podría hacerse a esta propuesta es que genera en exceso. ¿Por qué no entraría en esa zona cualquier número, por ejemplo, 39 924 778, que es un múltiplo de 7? La respuesta es que serán las consideraciones de relevancia las que delimiten adecuadamente la zona pertinente en cada ocasión de uso. Un hablante que quisiera comunicar 39 924 778, seguramente no usaría el término siete. Por su parte, un oyente solamente podría incluir este concepto numérico en la zona activada por el uso de siete si sus metas interpretativas lo hicieran suficientemente accesible a partir del uso de siete, escenario que parece poco probable y difícil de construir.
Esta caracterización del significado léxico en general, y del significado de un término numérico en particular, es concebible solamente en combinación con la operación de un sistema pragmático que guíe la interpretación. Si el hablante ha seleccionado el término siete y no el término cuarenta millones es porque los rasgos que son relevantes para identificar el significado que pretende expresar se hacen accesibles de mejor manera a través de siete que de cuarenta millones.
Finalmente, esta manera de entender el significado de un término numérico permite ver por qué en los casos de ambigüedad potencial, la interpretación exacta es siempre una de las posibles interpretaciones. Es esto justamente lo que se deriva de la manera en la que hemos definido su semántica, puesto que los zona conceptual activada por el uso de siete contiene siempre al concepto EXACTAMENTE SIETE.48
¿En qué difiere de la postura ingenua esta manera de ver las cosas? Cognitivamente, una cosa es sostener que la semántica del elemento léxico n es [EXACTAMENTE N] y otra es afirmar que el elemento léxico n simplemente establece una ruta de acceso a los conceptos que contienen [EXACTAMENTE N] en su composición.
¿Qué ventajas tiene la visión que propongo? En primer lugar, al contrario de la postura ingenua, no predice que el tiempo de reacción al seleccionar una interpretación de intervalo deba ser mayor al tiempo invertido en asignar una interpretación puntual, porque la región conceptual activada contiene los conceptos que corresponden a ambas interpretaciones. Son consideraciones de relevancia las que hacen que puedan o no ser accesibles simultáneamente, o que una de ellas sea más accesible que otra en contextos específicos.
Todas las versiones de la postura ingenua predicen un menor tiempo de reacción para interpretaciones puntuales, lo que es contrario a la evidencia experimental, aunque, hay que admitirlo, no es abundante, pero sí sugerente. Para Geurts (2006), debe haber un proceso semántico de aplicación de reglas de cambio de tipo, y en ocasiones, la derivación de una implicatura escalar. Para Breheny (2008), hay que derivar en todos los casos una implicatura conversacional. Si alguien sostuviera una postura ingenua aceptando, con Recanati, la existencia de los distintos procedimientos de enriquecimiento pragmático, también habríamos de esperar que hubiera una dilación, así fuera mínima, en los tiempos de reacción que toman los sujetos para modular el significado. Sin embargo, los datos de Villaseñor y Peralta (2015) sugieren que éste no es el caso.
Es posible que la ruta de entrada a la zona conceptual de todos aquellos conceptos que contienen [EXACTAMENTE N] en su composición sea precisamente [EXACTAMENTE N], pero no necesariamente ha de ser así. Lo que sugiere la propuesta que hago aquí es que una zona conceptual que contiene al concepto [EXACTAMENTE N] se activa en su totalidad a través del uso del término n, y por lo tanto se vuelve, en principio, igualmente accesible en cualquiera de sus puntos. En la práctica, será la zona más relevante para producir los efectos contextuales buscados la que se volverá más accesible en una ocasión de uso dada. Por ejemplo, un enunciado como (23) da acceso a una zona conceptual en la que están los conceptos que contienen [EXACTAMENTE SIETE] en su composición, pero lo más probable es que la zona de activación principal no sea [EXACTAMENTE SIETE], sino una vecindad suya que produzca la interpretación [APROXIMADAMENTE SIETE] sin necesidad de pasar por la interpretación [EXACTAMENTE SIETE] para después modular su significado y producir una suelta, donde siete tiene una denotación más amplia. Esto es porque la presencia de “unos” activa una zona conceptual que contiene a APROXIMADAMENTE, y esto hace que la zona [EXACTAMENTE SIETE] se active como parte de la zona conceptual en cuestión, pero que no sea especialmente relevante. Lo que se vuelve relevante en este contexto es el entorno más o menos inmediato a [EXACTAMENTE SIETE].
(23) a. Aunque el martes pasado el Ejército americano afirmó que jamás había utilizado esas municiones en territorio alemán, ayer admitió además un accidente que alarmó a unos siete mil habitantes que viven en los alrededores del campo militar. El Diario Vasco, 11/01/2001, España.
b. Inmediatamente, los socorristas y otros colaboradores abrieron un orificio de unos siete metros cuadrados. El Siglo, 16/01/2001, Panamá.
Por otra parte, ¿en qué difiere esta propuesta de la idea contextualista de Atlas (inédito, y 2005) y Carston (1998)? Básicamente, en que no postula una variable oculta como parte de la semántica de los términos numéricos que deba ser completada paramétricamente en cada ocasión de uso. No traza, por lo tanto, ninguna analogía entre los deícticos y los términos numéricos, como sí se sigue, indeseablemente, de la propuesta de Atlas y Carston.
En la última sección quiero revisar de manera somera algunos de los problemas que las posturas alternativas tienen, y cómo se resuelven en la propuesta que hago aquí.
6. Consecuencias
Más que desarrollar detalladamente las aplicaciones de esta visión a diferentes casos de enunciados tipo, con diversas estructuras sintácticas y condicionantes semánticas y discursivas, quiero concentrarme en los problemas que enfrentan las tres posturas que he revisado, y en cómo pienso que esta propuesta los resuelve.
Inicio con algunos de los problemas de la visión ingenua que señalé antes. Recordemos que si la semántica de n es [EXACTAMENTE N], no se puede explicar por qué las oraciones en (20) no producen sensación de redundancia, como sí la producen las de (21). En realidad, pienso que tanto (20) como (21) pueden resultar adecuadas o inadecuadas, dependiendo de si hay o no posibilidad de reconocer alguna función discursiva para la redundancia semántica, como también lo esbocé antes. Consideremos ahora los contextos en (27) para (20b) y
(28) para (20c):
Juan: Tengo exactamente siete pesos (20b).
Para las dos preguntas potenciales de Luis, la respuesta que incluye exactamente es, para (27a), muy relevante, porque contesta negativamente a la pregunta de Luis y además explica por qué no puede prestarle los diez pesos que solicita. La redundancia aquí cumple una función comunicativa precisa. Pero, como respuesta a (27b), es absurda, a menos que Luis quiera comunicar que no desea quedarse con únicamente cinco pesos. Contestar solamente Tengo siete pesos activa una zona conceptual amplia a partir del uso de siete y no ayuda a identificar el significado del hablante.49 En cambio, incluir “exactamente” facilita el esfuerzo de procesamiento y da más efectos contextuales, lo que la hace más relevante. Lo mismo sucede en (28). La respuesta de Juan a la pregunta de Luis en (28a) parece exigir un esfuerzo de procesamiento inútil, porque no aporta ningún efecto adicional. En cambio, como réplica al enunciado de Luis en (28b) es muy pertinente, porque señala cierta duda, irritación, advertencia, etcétera.
(28) Luis: a. ¿Cuántos días tiene marzo?
b. Te entregaré el informe antes de abril.
Juan: Marzo tiene treinta y un días, ni uno más ni uno menos. (20c)
Es decir, no pienso que los ejemplos incluidos en (20) constituyan evidencia muy sólida en contra de la postura ingenua, pero sí creo que (27) y (28) apoyan la propuesta que hago. Como lo que se activa por medio del uso de un término numérico es una zona conceptual relativamente amplia, en ocasiones el hablante puede considerar incluir información explícita o formular su enunciado por medio de estructuras semánticas, sintácticas y discursivas que la delimiten claramente, con el fin de ayudar a la identificación del sentido del hablante, eliminar ambigüedades, o producir efectos adicionales. Notemos que tampoco las apariciones explícitas de otros modificadores como al menos o a lo más son necesariamente anómalas.50
(30) a. En Inglaterra hay que tener al menos dieciocho años para consumir alcohol legalmente.
b. Debes tener a lo más 25 años para solicitar esta beca.
c. Dejé como / unos / más o menos cien pesos en el cajón.
El segundo problema de la postura ingenua es la falta de evidencia de que exista diferencia significativa en los tiempos de reacción cuando los sujetos escogen una interpretación de intervalo con respecto al tiempo que toman en escoger una interpretación puntual. Con el enfoque que planteo, esto es lo esperado. La estructura de la oración, las restricciones semánticas, la estructura informativa, orientan hacia un tipo de interpretación. Pero también lo hace la expectativa de la manera en la que el enunciado será óptimamente relevante. De este modo, el uso de un término activa una zona conceptual, pero es posible que el contexto y las restricciones lingüísticas y discursivas hagan que algunas áreas contenidas en esta zona sean más accesibles que otras.
Por su parte, la postura clásica no puede explicar por qué en el ejemplo (22), reproducido a continuación como (31) para facilitar la exposición, tanto la respuesta B(i) como la B(ii) son adecuadas.
(i) Tengo doscientos.
(ii) Tengo cuatrocientos.
La idea de que el uso de trescientos activa una zona conceptual que contiene puntos cuya accesibilidad relativa está determinada, además, por la búsqueda de relevancia, ayuda a entender por qué. Una vez que el hablante ha negado tener trescientos pesos, el hablante puede explicar que posee cualquier cantidad diferente de ésa sin contradicción, porque no ha afirmado no tener [AL MENOS TRESCIENTOS PESOS], ni siquiera no tener [EXACTAMENTE TRESCIENTOS PESOS].
Finalmente, señalamos antes que la postura contextualista tiene, entre otros, el problema de la asimetría que se observa en (26) y que reproduzco aquí con una modificación como (32)
(32) a. Hay que tener diecisiete años para votar el domingo.
b. ?Hay que tener cuarenta años para poder solicitar esta beca.
Spector hace ver que (32b) no es percibida como adecuada por los hablantes, y que puede incluso juzgarse como falsa. Pero supongamos que la beca en cuestión es una beca para realizar estudios de capacitación avanzada en terapia psicoanalítica, y que un requisito es que los postulantes tengan cierta experiencia de vida personal y madurez. En este contexto, la interpretación [AL MENOS CUARENTA] se vuelve accesible y no necesita ser reforzada explícitamente. Ahora bien, en un contexto muy específico en el que se están realizando ejercicios electorales para involucrar a niños y adolescentes en procesos de este tipo (como ha sucedido en México antes), la interpretación más accesible de diecisiete es [A LO MÁS DIECISIETE].51 Lo que quiero defender es que no es una interpretación u otra la que es más accesible en virtud de que haya uno u otro contenido especificado semánticamente en un término numérico. Lo que es más o menos accesible es una interpretación específica de un término numérico en contextos lingüísticos y de enunciación concretos.
Finalmente, ¿cómo explica esta manera de concebir la semántica de un término numérico los ejemplos en (14), que reproduzco aquí como (33), en los cuales un término numérico en el antecedente de un condicional puede tener una interpretación exacta y una de intervalo en el consecuente? Recordemos que estos ejemplos contradicen la postura de Scharten (1997) y los experimentos de Panizza y Chierchia (2011).
(33) a. Si llenaste el depósito y has hecho 400 km, puedes seguir otros 400 km (al menos/ a lo más) sin repostar.
b. Si hizo el viaje de México a Pachuca, tendrá 94 km (al menos) en el total del cuentakilómetros.
Panizza y Chierchia reportan una tendencia. Es posible que el contexto de entrañamiento descendente favorezca una interpretación de intervalo y el contexto de entrañamiento ascendente una puntual. Éste es un elemento semántico que interviene en la accesibilidad de zonas específicas activadas por el uso de cuatrocientos, pero no determina completamente la interpretación. En un contexto en el que un hablante se pregunta cuántos kilómetros más puede seguir sin volver a llenar el tanque de gasolina, siendo que ha recorrido exactamente cuatrocientos kilómetros desde que salió, alguien más puede responderle con (33a), respetando el sentido exacto como algo que el hablante ha dicho, y darle la seguridad de que puede recorrer otros cuatrocientos kilómetros sin problemas de combustible, o bien, advertirle que la gasolina en el depósito le dará a lo más cuatrocientos kilómetros. Es el tipo de acto de habla que realiza el hablante (asegurar o advertir) el que finalmente inclina la balanza en un sentido o en otro. Lo que produce una interpretación particular es el hecho de que la selección de rasgos específicos en cada ocasión de uso está guiada por objetivos interpretativos concretos, a partir de la activación semántica de una zona conceptual específica que el uso del término hace accesible.
Esto no quiere decir que podamos usar cualquier cosa para comunicar cualquier otra. Las restricciones sintácticas y semánticas que inciden en una interpretación son eso: constreñimientos que favorecen una interpretación u otra en virtud del acoplamiento de la semántica léxica a las reglas gramaticales, pero que el contexto de emisión puede alterar. Seguramente los hablantes tienen conocimiento tácito de estas restricciones formales, y las toman en cuenta, formulando sus enunciados de acuerdo con ellas como una estrategia que ayuda a sus interlocutores a encontrar las interpretaciones óptimamente relevantes.52
7. Conclusiones
El interés en los términos numéricos ha generado un debate entre distintas posiciones sobre su contenido semántico y la forma en que se derivan interpretaciones alternativas. He propuesto aquí que una vía más fértil para dirimir la cuestión es repensar la semántica léxica y abandonar la búsqueda de un contenido conceptual determinado para los términos numéricos a favor de una visión cognitiva, según la cual la semántica de una palabra numérica n la pone en correspondencia con una zona conceptual que contiene los conceptos en cuya composición figura [EXACTAMENTE N]. Para los términos numéricos en particular, el entender la semántica léxica más bien como una liga convencional entre una forma lingüística y la activación de una zona conceptual permite dar cuenta de un mayor número de datos, siempre que combinemos esta semántica con principios pragmáticos cognitivos que expliquen la accesibilidad relativa de ciertas interpretaciones a partir de metas comunicativas concretas. Claramente, esta visión pone en duda la idea de que existan conceptos léxicos. Es posible que esta visión nos acerque un poco más a la idea de “buena modulación” de un término numérico que Boyer (1968) percibió.53