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Nueva antropología
versión impresa ISSN 0185-0636
Nueva antropol vol.28 no.83 México jul./dic. 2015
Artículos
Campos de dominación y ámbitos de condensación: el estudio multidimensional de las relaciones políticas en la ciudad de México
Héctor Tejera Gaona*
* Profesor investigador titular nivel "C" del Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa. Línea principal de investigación: Antropología política y urbana, Teoría antropológica y Procesos político-electorales. Correo electrónico: htejera@gmail.com.
Resumen
Se presenta una descripción de la estrategia teórico-metodológica con base en la cual se ha realizado el estudio etnográfico de los procesos electorales como expresión de la dinámica político-territorial que se expresa en la ciudad de México. Se profundiza en cómo se han organizado las redes clientelares y su vínculo con representantes de facciones partidarias, particularmente del PRD. Se muestra cómo los resultados electorales pueden ser explicados, particularmente en las zonas de mayor pobreza, con base en las negociaciones entabladas por líderes de organizaciones urbanas con intermediarios asociados al partido político predominante (PRD) hasta 2015 en la capital del país.
Palabras clave: redes políticas, elecciones, alianzas, ciudad de México.
Abstract
A description of theoretical-methodological strategies which have been used to carry out the ethnographic study of electoral processes as expressions of political-territorial dynamics expressed in Mexico City is presented. The article examines how clientelistic networks have been organized and their relation to the representatives of party factions, especially of the PRD. It shows how the results of elections can be explained, especially in areas of the greatest poverty, based on negotiations entered into by the leaders of urban organizations with intermediaries associated with the predominant political party (PRD) up to the year 2015 in the capital of the country.
Keywords: political networks, elections, alliances, Mexico City.
Este artículo presenta tanto la estrategia teórico-metodológica con base en la cual se ha realizado investigación etnográfica para profundizar en la dinámica político-gubernamental existente en la ciudad de México, así como algunos de los resultados obtenidos mediante la misma. Particularmente sobre cómo una estrategia etnográfica combinada con el análisis cuantitativo ha permitido explicar algunos mecanismos de dominación político-territorial mediante los cuales el Partido de la Revolución Democrática (PRD) ha adquirido carácter predominante a nivel subnacional. Se muestra cómo el análisis georreferenciado, combinado con el estudio de campo etnográfico, es una estrategia poderosa para explicar la dinámica político-electoral en la capital del país, cuestión que se ejemplifica mediante la presentación de dos casos a nivel delegacional. Igualmente, se despliega la propuesta sobre la estructura de funcionamiento del dominio político-territorial que se ha instaurado como parte del predominio de ese partido, exponiendo algunas de sus fortalezas y debilidades.
La capital del país, como anotan Alvarado (2012) y Gómez-Tagle (2000), destaca en el entorno nacional porque concentra los procesos políticos, económicos y sociales de mayor riqueza y complejidad; conviven los gobiernos local y federal, y desde 1997 la gobierna un partido distinto al PRI con la bandera de la izquierda. Puede agregarse, además, que en la capital del país se ha formado una nueva elite política al amparo de dicha bandera, la cual ha sido impulsada electoralmente, por una parte, por la ascendente influencia de las organizaciones urbano-populares en la estructura del PRD capitalino, y por otra, el apoyo de amplios sectores de la capital, ya sea por recibir beneficios del gasto social o por convicción.
La confluencia del control partidario, el gasto social y la tendencia a sufragar por la izquierda que caracterizan a la capital del país ha permitido a esta elite política consolidarse políticamente en los últimos años, a pesar de sus divisiones y confrontaciones como resultado de estar integrada por facciones partidarias.1 El análisis aspiracional (normativo) sobre el desempeño democrático o no de esta elite política es insuficiente para explicar su consolidación y desempeño actual. La falta de alternancia partidaria en la capital puede enfocarse -a la manera en que lo sostiene Przeworski et al. (2000)- como signo de mal funcionamiento de la democracia, pero más allá de esta afirmación (lo que presupone que la democracia funciona adecuadamente sólo cuando existe alternancia), no parece que dicho enfoque -como tampoco buscar la distancia del gobierno de la ciudad de México con los principios democráticos generales- permita avanzar demasiado en la explicación. Parece más productivo investigar cómo se mantiene el poder, buscando aportar a la discusión sobre el funcionamiento de algunos de los mecanismos que reproducen la dominación (Simmel, 2009 [1908]) en la ciudad de México.
1. El enfoque teórico-metodológico que sustenta la estrategia etnográfica. A continuación se realiza una breve exposición del fundamento teórico en que se ha basado el estudio de la dinámica político-gubernamental que caracteriza a la ciudad de México; fundamento que se ha vertido en estrategias metodológico-etnográficas.
Un partido predominante puede considerarse como tal con base en su capacidad para ejercer la dominación de manera eficiente en tres dimensiones: la electoral, la legislativo-parlamentaria y la gubernamental; para consolidar dicho ejercicio requiere mantenerse en el poder un cierto número de elecciones consecutivas (Dunleavy, 2010; Greene, 2007; Hiskey y Canache, 2005, Sartori, 2005 [1976]). Dicho predominio puede analizarse a partir de cuatro aspectos: el cronológico (temporalidad en el poder), el desempeño de los representantes legislativos a favor de los intereses de ese partido o el gobierno que se ha formado con sus integrantes; la predominancia (electoral), y el control del ejercicio gubernamental.
Desde una perspectiva socioantropológica, las formas de dominación partidaria requieren, para consolidarse, partidizar tanto las dimensiones mencionadas como los diversos niveles de gobierno (en este caso el delegacional y del poder central), transformándolos en herramientas para perpetuarse en el poder (Goldstone, 2003). De esta forma, las fronteras entre las dimensiones mencionadas se diluyen y los vínculos entre ciudadanos y gobierno se subsumen al propósito de profundizar las relaciones de dominación mediante la aplicación de políticas públicas (Sztompka, 1991).
En los últimos años se ha profundizado en las dimensiones partidario-electoral y en el ejercicio gubernamental, así como el efecto de ambas en la participación ciudadana, observando cómo se forman y reproducen las redes políticas, su influencia en los procesos electorales, el ejercicio de gobierno y su expresión en las políticas públicas, particularmente aquellas relacionadas con el gasto social y las formas de representación y participación ciudadanas.
El enfoque teórico que sustenta la metodología para realizar el estudio etnográfico de la estructura política de la ciudad de México ha buscado establecer prácticas político-culturales, las cuales son prevalecientes en las relaciones políticas. Dichas prácticas se entienden como acciones cuyos contenidos son aprendidos, reproducidos y modificados por la interacción entre cultura y política, y sintetizan imaginarios (Parameshwar, 2002) e intencionalidades políticas (Tejera, 2005). Estas prácticas son resultado de la interacción entre cultura y política. Al respecto se ha propuesto (Tejera, 2009a, 2009b) que la cultura puede considerarse integrada por tres planos: el primero, el de las convicciones de fondo, las cuales son difusas, raramente cuestionadas, sustentan la convivencia social y se modifican muy lentamente; el segundo plano está compuesto por los valores significativos, que son -por decirlo a la manera en que Evans-Pritchard (1977 [1940]) designaba al sistema de parentesco entre los nuer, al estudiar su sistema político- el "esqueleto conceptual" que matiza la posición que los sujetos sociales adoptan ante diversos acontecimientos que imprimen sentido a su cotidianidad; finalmente, el tercer plano está integrado por la atribución de significados por parte de los sujetos y grupos sociales, resultado de su propósito de establecer las convicciones y sentidos que impregnan las relaciones y prácticas sociales.
Las relaciones políticas expresan pugnas sobre cómo nombrar y clasificar las relaciones sociales apuntalando "campos" de significación social. Siendo el espacio del ejercicio político, en este tercer nivel se ponen en constante tensión las convicciones, los sentidos y las atribuciones, las cuales dinamizan sus contenidos. Ha sido este último plano en el cual se ha concentrado el análisis realizado en los últimos años, porque la asignación de significados sustenta la posibilidad de que los actores o grupos sociales que se enfrentan políticamente, refuercen o cuestionen los contenidos dominantes de la cultura; contenidos delineados por una determinada correlación de las relaciones de poder (Dagnino, 1998). La política está matizada por dicha asignación y propicia -más no garantiza, como se expone más adelante- su eficacia. Este proceso se ha designado como objetivación de la cultura,2 y se realiza a través de prácticas como discursos y performances culturales sobre las relaciones políticas existentes, o de aquellas que se desea establecer. A través de la objetivación se propician cambios en las percepciones políticas que, a su vez, son las causantes de transformaciones en las relaciones políticas; relaciones que, al cambiar, también modifican los contenidos de la cultura.
Se propone que la política está cargada de intencionalidad debido a que los individuos buscan alcanzar sus objetivos en un contexto social y cultural que matiza sus percepciones y el contenido de la información que obtienen del entorno. Es común que ambas se combinen y expresen con base en prácticas que no son racionales en el sentido del rational choice, ni tampoco lo son bajo la propuesta de la teoría crítica, ya que no están dirigidas a reflexionar sobre los estándares de valor con los cuales se interpretan acciones y necesidades (Habermas, 1989: 39). Son, por decirlo en los términos ya expuestos, formas de objetivación que se expresan en prácticas político-culturales, las cuales están dirigidas a obtener determinados resultados en el ámbito de la percepción de las relaciones políticas. Este propósito puede o no tener éxito, en cuanto a modificar o mantener dichas relaciones, pero lo anterior no necesariamente depende de la eficacia cultural de las prácticas, sino de aspectos que influyen en las mismas.
En efecto, si la propuesta se restringiera a la eficacia de las prácticas político-culturales para explicar el cambio político se ubicaría en el reduccionismo culturalista. Pero cabe precisar que las prácticas empleadas para ejercer o enfrentarse a la dominación integran tanto la constitución de ámbitos significativos como la intencionalidad de los actores sociales, pero no garantizan las transformaciones en las relaciones políticas. Dichas transformaciones dependen -por decirlo metafóricamente- de la "porosidad" del sistema político; de la posibilidad de que se pueda influirlo con base en la acción política. En otros términos, las transformaciones sociales derivan de la intencionalidad resultante de las necesidades, deseos y utopías de los sujetos sociales; su capacidad de convertir éstas en campos culturalmente significativos para otros sujetos o grupos sociales; transformar los sentidos derivados de dichos campos en acción o participación política en su sentido más amplio, y realizarse en un contexto donde dicha participación influye en las relaciones y el sistema político. Esta perspectiva explica el cambio político rebasando tanto las perspectivas institucionales de la política, como en las visiones normativas de la cultura (Lieberman, 2002). Como puede observarse en la gráfica 3, la cultura entendida como el establecimiento de campos significativos es solamente uno de los elementos que influyen en las transformaciones del sistema político. Los otros tres son la intencionalidad, con su carga de percepciones e información matizados por la cultura y el contexto social; las características de la acción política, que pueden ser eficientes para lograr los propósitos propuestos o generar el efecto contrario al deseado, y la forma en que el sistema político responde ante los otros elementos.
Pongamos un ejemplo relacionado con una metrópolis como la ciudad de México, donde las demandas por atención gubernamental a muy diversas necesidades materiales y de servicios es una constante. Dichas demandas, obviamente, indican carencias y problemas urbanos pero además, desde la perspectiva socioantropológica, objetivan la cultura -y se expresan en prácticas político-culturales- mediante las cuales se pretende solventarlas. La búsqueda de su satisfacción se fusiona con el contenido cultural que acompaña a las negociaciones con los representantes del gobierno o los representantes de los partidos políticos. Pero las posibilidades de que sean satisfechas es una combinación entre eficacia política y la permeabilidad de las instituciones gubernamentales. Las demandas ciudadanas son, en este sentido, una condensación de contenidos estructurales, culturales y de intencionalidad asociados a relaciones políticas.
2. El quehacer etnográfico sobre la política en la ciudad de México. El enfoque de la etnografía sobre cómo se relacionan los ciudadanos con las instituciones gubernamentales y políticas se sustenta en un principio general: que ambas son organizaciones culturales en el sentido de que objetivan la cultura o, en otros términos, configuran culturalmente las formas que adquieren las relaciones sociopolíticas. Mediante prácticas político-culturales expresadas como políticas públicas en el caso gubernamental, y proselitismo por los partidos políticos, infiltran su quehacer en los contenidos de algunos de los valores significativos constitutivos de la arena política.3 Dichas políticas públicas contienen mensajes implícitos imbricados en la interacción informal y la aplicación de las reglas de otorgamiento de, por ejemplo, el gasto social. Éstas acotan los alcances de los derechos ciudadanos al configurar sus percepciones, ya que son procesos performativos (Alexander, 2004) que al desplegarse develan roles, jerarquías, exigencias, deberes y derechos, entre otros, mediante los cuales los ciudadanos se compenetran de las relaciones políticas (Prozorov, 2004: 268) y se configuran, por ejemplo, los diversos sentidos de la democracia (Paley, 2002).
Las prácticas instrumentales o reflexivas que acompañan una política gubernamental están codificadas por un horizonte de significación matizado por relaciones de poder y dominación. Este horizonte propicia modos de percepción, vocabulario, tipos de autoridad y formas mediante las cuales, quienes participan de éste, se juzgan a sí mismos y a los demás como comportamientos sustentados en la educación de deseos y establecimiento de hábitos, aspiraciones y creencias (Foucault, 1991; Murray, 2007). En su conjunto, todos ellos delinean cómo se interactúa en diversos ámbitos de condensación social, en los cuales los actores políticos confluyen alrededor de cuestiones como los procesos electorales o la participación y representación ciudadanas en tanto formas particulares de relación entre gobierno y ciudadanos, formas matizadas por el contenido político-cultural que ambos asignan a la participación (Shore, 2010: 29), y que la convierte en un símbolo condensado, ambiguo y multisemántico sobre lo social y la ciudadanía (Ahluwalia, 1999).
Los partidos políticos producen y reproducen una identidad particular,4 y su proselitismo busca generar nuevos sentidos de lo político con el propósito de obtener el apoyo ciudadano para alcanzar el poder, y a la vez bosquejar formas de ser y actuar lo ciudadano (Bolos, 1995; Salles, 2000: 274). Por lo anterior, aun cuando los políticos muestran una fuerte tendencia a acoplarse a las expectativas ciudadanas para obtener su confianza y voto -como también a ubicarse en el "centro" del espectro político-, también los "empapan" con una cultura partidaria sobre qué es la política y cómo ejercerla. Las estrategias proselitistas son prácticas político-culturales que revelan los imaginarios de los partidos y de sus integrantes acerca del poder, la política y los ciudadanos.
En las etnografías realizadas durante casi 20 años se ha reformulado y avanzado en la comprensión teórica y la estrategia metodológico-etnográfica para ahondar en los procesos asociados a la configuración de la cultura y el poder, en momentos, espacios geográficos y ámbitos del ejercicio de las políticas públicas distintas. También se ha profundizado en el sentido que tienen las acciones para los involucrados, y como los conocimientos, las materialidades y la intersocialidad que propician las relaciones políticas genera un conocimiento tácito ubicado en el campo de lo no dicho, pero que es constantemente renegociado en los procesos de traducción de expectativas e intereses. A la vez, los procesos observados se han modificado y generado formas novedosas de ensamble entre ciudadanos, partidos políticos y poder gubernamental local (delegacional) y central, debido a que son dominios de gobernabilidad y administración (Dean, 1999: 29) en constante proceso de ajuste.
Para profundizar en la naturaleza de los procesos políticos se han buscado aquellos campos de reproducción de la dominación que expresan dimensiones de ejercicio político, los cuales se han dividido en temas y estudiado en diversos ámbitos de condensación que, a su vez, reflejan procesos político-territoriales donde la interinfluencia entre ciudadanía, gobierno y partidos políticos adquiere corporeidad (véase la tabla 1).
El campo de la representación y la participación ciudadana ha permitido estudiar la constitución y reproducción de la dominación en la relación ciudadanía/gobierno/partidos políticos al abarcar dos aspectos: la forma en que son definidas las estructuras de representación ciudadana y su empleo electoral, y su influencia en la formación de la identidad político-cultural de los ciudadanos, sea por carácter autónomo, sustentado en deberes y derechos o, por el contrario, dependiente y subordinada. En el ejercicio de gobierno se ha profundizado en cómo se generan adhesiones e identificaciones políticas con base en las formas mediante las cuales se entrega el gasto social, las particularidades de la relación que entablan funcionarios e intermediarios con los habitantes de la capital, y la forma en que se propicia la "domesticación" y acotamiento de las demandas ciudadanas. En el último campo, el partidario-electoral, se ha realizado trabajo etnográfico sobre cómo se forman y actúan las redes políticas y su expresión como organizaciones prepartidarias y parapartidarias, así como su efecto sobre las identificaciones e identidades políticas como base para explicar el comportamiento electoral.5
Nos hemos movido entre diversas perspectivas disciplinares buscando ahondar en los campos problemáticos con base en propuestas de diversos autores. Se han buscado estructuras, ideas y conflictos en lugares distintos, o acompañado a diversos actores políticos y reflexionado con ellos ante situaciones diferentes; se ha comparado el funcionamiento de estructuras y el comportamiento de personas en contextos diferentes; confrontando ideas generales en situaciones particulares, pero sustancialmente se han buscado ámbitos de condensación política, ya que en ellos el conflicto se hace evidente. Cabe precisar que no realizamos etnografía multisituada en o sobre el Sistema Mundo (Marcus, 2001), sino sobre procesos de carácter político los cuales, por su naturaleza, son multidimensionales, se suscitan en diferentes campos, se expresan en ámbitos de condensación diferentes, se encuentran interrelacionados unos con otros, y pocas veces presentan una ubicación geográfica determinada, sino que se expanden y contraen como resultado de las confrontaciones y acuerdos sociales.
3. La estrategia para el estudio de la política en la ciudad de México. Se han combinado técnicas cualitativas y cuantitativas a partir de las preguntas a responder, y porque los resultados de unas y otras invitan a nuevas preguntas. Entre las cualitativas pueden mencionarse algunas tradicionales, como la observación sistemática del comportamiento político de actores clave y las entrevistas a profundidad a funcionarios públicos, legisladores y líderes políticos, acompañados de diálogos casuales con participantes de los diferentes procesos estudiados. Se ha analizado material gráfico y documental (fotos, panfletos, encuestas, propaganda de muy diversa índole) y realizado consulta hemerográfica y de portales de internet (blogs y redes sociales virtuales). Incluso, en 2009 se ha seguido por internet a un candidato panista a jefe delegacional que hacía grabar sus recorridos proselitistas en la delegación Miguel Hidalgo -el denominado "Big Sodi"-, y se ha comprobado que esta especie de video-etnografía proporciona resultados poco útiles para el estudio etnográfico, aun cuando no deja de ser un intento interesante y novedoso de un candidato por trascender los límites electorales que implican los tradicionales recorridos a pie, el toque de puertas y las reuniones con vecinos.
Se ha buscado la saturación etnográfica para determinar procesos estructurales, y diferenciarlos de lo contingente. Con ese propósito, los datos obtenidos mediante alguna de las técnicas mencionadas se han confirmado por la redundancia, o mediante ejemplos discriminantes al confrontar información de situaciones similares (Creswell, 2007).
En cuanto a las estrategias cuantitativas, en los últimos análisis realizados (Tejera y Rodríguez, 2014) se han combinado la etnografía sobre ubicación, funcionamiento y negociación entre redes políticas,6 representantes gubernamentales y líderes de facciones partidarias, con el análisis histórico-estadístico por conglomerados (clúster) de resultados electorales, vinculados a información georreferenciada por secciones electorales y niveles de desarrollo socioeconómico, indicadores numéricos de la influencia de diversas facciones del PRD, número de diputados por corriente y distritos donde tienen presencia. El análisis ha buscado explicar los efectos político-electorales de la distribución territorial e influencia sociopolítica de diversas redes.
Hemos generado dos tipos de mapas que presentamos a continuación; en el mapa 1 se muestra la distribución por clústers que concentran resultados electorales diferenciados en tres o cuatro grupos; resultados que se han relacionado con los procesos políticos observados durante las etnografías realizadas. Dicho mapa fue elaborado como parte del análisis del comportamiento político-electoral mostrado en la delegación Iztapalapa en las elecciones de 2009. Al analizar las modificaciones en las relaciones clientelares en los últimos años se observa una creciente demanda de eficacia por parte de los líderes de las organizaciones corporativas ubicadas en diversos espacios de la ciudad de México. Uno de los casos más sugerentes que ha demostrado lo anterior ha sido la delegación Iztapalapa, donde la alternancia es producto de los vaivenes en las lealtades electorales, como resultado de una combinación entre el desempeño de los gobiernos delegacionales y las negociaciones establecidas entre las diferentes facciones políticas que se disputan el poder.
Expuesto en términos sintéticos, la facción perredista de Nueva Izquierda (NI) gobernó tres administraciones (2000-2009), pero los diversos grupos político-territoriales existentes en la delegación se fueron distanciando al disminuir los apoyos recibidos. En términos electorales, la ruptura se sintetiza en el caso "Juanito" de 2009. En las elecciones internas del PRD para definir la candidata a la delegación contienden Clara Brugada, quien pertenece a la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata (UPREZ), y Silvia Oliva (esposa de uno de los delegados anteriores), pero los resultados electorales se judicializan. El fallo final del Tribunal Electoral Federal establece, a dos semanas de las elecciones, que Oliva sea la candidata para jefa delegacional. Las boletas del Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF) ya habían sido impresas con Brugada como candidata, por lo que ese instituto informa que no será posible realizar el cambio de boletas. Ante esta situación, en un mitin Andrés Manuel López Obrador (AMLO) acuerda con el candidato del Partido del Trabajo (PT), Rafael Acosta Ángeles, "Juanito", que se le apoyará electoralmente, y de ganar, renunciara en favor de Brugada (lo que también compromete indirectamente al jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, a nombrarla como sustituta). Se organizan más de 30 asambleas en las cuales AMLO impulsa la candidatura de Brugada. La cuestión esencial es que las redes locales que habían negociado el apoyo que le brindarían a Brugada realizan un intenso proselitismo para que se cambie el voto a favor del PT. En junio la intención de voto para este partido era de 13.7% mientras que para el PRD del 33.2%.7 Sin embargo, el PT triunfa en la elección con el 31.18% de los votos. Una diferencia de 4.07% de votos sobre el PRD. Después de vencer la resistencia de "Juanito" a renunciar, Brugada toma finalmente la jefatura delegacional.
Al correlacionar la información electoral con la etnográfica sobre la influencia territorial de las facciones políticas en los distritos electorales de Iztapalapa; el número y lugar de las asambleas informativas realizadas por López Obrador antes de las elecciones del 2009; las facciones a las que pertenecieron los candidatos a diputados locales; los resultados electorales del 2009 analizados con base en los clústers presentados en el mapa 1, así como los índices de desarrollo social por sección electoral, se desprende lo siguiente: Los distritos XXVI, XXIX y XXXII, que muestran un grado de desarrollo social muy bajo, son aquellos donde el PT obtiene mayor cantidad de votos. Los clústers muestran que la media de votos a favor del PT fue de 44.3%, mientras que de 22.7%, para el PRD. El distrito XXVI se caracteriza por la influencia de grupos como la üprez, a la cual pertenece Brugada, y liderazgos locales asociados con Arturo Santana. Siendo así, las secciones de este distrito se repartieron de forma relativamente equitativa entre el PRD y el PT, como se muestra en el mapa citado. En el distrito XXIX el voto para el PT es mayoritario para la jefatura delegacional. Aquí predominan Izquierda Democrática Nacional (IDN) y el Frente Popular Francisco Villa (FPFV), quienes apoyaron a Brugada. En el distrito XXXII los grupos políticos se disputan el territorio. Por un lado, en los resultados a jefe delegacional, Nueva Izquierda gana aproximadamente la mitad de las secciones electorales, promoviendo el voto por Oliva; por su parte, el Movimiento de Equidad Social de Izquierdas (MESI) y el IDN ganan las demás secciones. En el distrito XIX se impone Brugada, quien es impulsada por el MESI. Los distritos XXII y XXIII se comportan de manera multicolor, pero ni gana la mayoría de las secciones electorales en la votación para jefe delegacional. En el distrito XXVIII triunfa el PT. En este distrito se ubican zonas con índices de desarrollo social medio y alto que votan por el PAN y las secciones electorales tradicionalmente perredistas votaron por el PT. "Los Morales" son líderes de organizaciones en el distrito XXIV y sus integrantes, ligados a ni han ocupado puestos legislativos, y la votación es para el PRD.
Como se desprende de lo expuesto, se ha logrado una mayor riqueza en el análisis de los procesos político-electorales de la capital del país, al conjuntar información etnográfica con aquella de carácter cuantitativo.
En el mapa 2 se correlacionan los clústers de los resultados electorales de 2003-2012 con el índice de desarrollo social elaborado por el Consejo de Evaluación de Desarrollo Social (Evalúa-DF). Para elaborar los mapas, los límites de las unidades territoriales se han interrelacionado con las secciones electorales. Esto permitió ubicar zonas con distintos niveles de bienestar y desempeño partidario-electoral. Este mapa se conjunta con la investigación etnográfica y permite sostener que, en términos similares a los que encontramos en Iztapalapa, el comportamiento electoral es consecuencia de la interinfluencia de varios factores. En Cuajimalpa se estudiaron las razones por las cuales el PRI ganó en las elecciones de 2012 con un candidato proveniente de las filas del PRD. Entre los elementos más significativos que explican dicho triunfo destacan, primero, la labor proselitista que vincula a las redes locales con los funcionarios delegacionales; en este caso, particularmente con el director Jurídico y de Gobierno (2006-2008), Adrián Rubalcava; segundo, la reacción adversa entre la ciudadanía por el deficiente desempeño del delegado panista (2009-2012); tercero, el proselitismo con base en gasto social y apoyo para gestión por parte de Rubalcava, quien de 2009 a 2012 ocupó el cargo de director general de Fomento Económico en el gobierno de la Ciudad de México; cuarto, la negociación entre el líder de la IDN y el jefe de Gobierno para elegir como candidato para esa demarcación a una persona con vínculos y acuerdos endebles con las redes y los sectores beneficiarios de gasto social; quinto, la disminución de votos para el PAN -a pesar de la campaña permanente y la consolidación de clientelas en la delegación- debido al descrédito de la administración federal, los conflictos intrapartidarios por las candidaturas en la ciudad de México y, en el caso de Cuajimalpa, por la judicialización de la pugna entre sus aspirantes.
El experredista triunfó en los comicios por el proselitismo realizado como funcionario delegacional y luego en el gobierno central, así como por las negociaciones entabladas con las redes político-territoriales ubicadas en la delegación. Esto se muestra claramente al comparar los resultados electorales de 2009 y 2012 desagregados por colonias y organizados en clústers y su correlación con los índices de desarrollo social organizados por colonia.8 Los principales partidos políticos han consolidado áreas de influencia político-electoral que pueden relacionarse con los índices de desarrollo social. Las colonias Fraccionamiento, Lomas de Vista Hermosa, La Rosita y Lomas de Santa Fe (ubicadas al norte de la delegación) poseen índices de desarrollo social medio y alto, y han mantenido su tendencia a sufragar por el PAN. Al oeste de la delegación (con algunas excepciones en la región centro) se concentran colonias con índice de desarrollo social bajo, donde el PRD tiene preferencias electorales altas; por ejemplo, el pueblo de San Pablo Chimalpa, Pueblo de San Lorenzo Acopilco y sus barrios (Xalpa, Cruz Blanca Cola de Pato, entre otros). En el centro de la delegación, las colonias muestran un desarrollo social medio, e históricamente pueden oscilar entre el PAN y el PRD. Ahí se ubican Contadero, la colonia Abdías García Soto, Lomas de Memetla, el Yaqui, Cuajimalpa Centro y El Molino. Al este de la delegación se ubican Pueblo San Mateo Tlaltenango, Santa Lucía y Prados de la Montaña, los cuales han votado históricamente por el PRD. La delegación se caracteriza por mostrar una herradura de colonias con voto perredista, un centro con competencia entre los partidos y una zona alta con voto históricamente panista que, en las últimas elecciones dividió su votación entre un centro competido y una zona panista (véase el mapa 3).
En los textos más recientes que se han elaborado se abarcan los tres campos de reproducción de la dominación propuestos: la representación y participación ciudadanas y las pugnas entre grupos políticos por controlarlas; el ejercicio de gobierno y la disputa entre diversas facciones políticas por el control clientelar del gasto social y la gestión de demandas, y el campo de las redes políticas y las elecciones, donde se analizan las negociaciones entre facciones partidarias en conjunto con las estrategias para la formación de redes prepartidarias y parapartidarias.
Se han explicado con base en la combinación entre el estudio etnográfico y el análisis georreferenciado de los resultados electorales, cómo se estructuran las redes en términos político-territoriales y cómo influyen, entre otros, en los procesos electorales, particularmente de aquellas delegaciones políticas donde el control clientelar es más intenso. Se ha propuesto que las redes políticas que caracterizan a la ciudad de México se han consolidado en territorios relativamente estables y muestran la tendencia de agruparse piramidalmente.
Han integrado un amplio entramado de organizaciones vinculadas con base en alianzas y adhesiones para ejercer un eficiente dominio político-electoral sobre colonias, delegaciones o distritos electorales (A); también encontramos varias organizaciones locales relacionadas con líderes que controlan territorios más extensos (B); dichos líderes se alían para formar frentes políticos (C); asociándose, a su vez, con dirigentes transterritoriales que encabezan varias estructuras territoriales (T1, T2, T3). En conjunto, estas redes se integran jerárquicamente a facciones políticas partidarias. La forma en que ellas se constituyen, recuerdan lo que Pansters (1997) sostuvo: los defeños son habitantes de las pirámides sujetos a relaciones políticas centralizadas, verticales y aglutinadas con base en la personalización. La gráfica 4 nos muestra el relativamente dinámico proceso de integración, expansión y contracción político-territorial de las redes, como resultado de la asociación, ascenso, escisión y decadencia de sus líderes en su intención por incrementar su influencia política y poder económico; sin embargo, ilustra el esquema general que caracteriza su estructura.
Los resultados de la etnografía realizada durante los últimos años muestra que la construcción de acuerdos políticos entre dirigentes de facciones partidarias y quienes encabezan las redes clientelares en los espacios locales son dúctiles, débiles y coyunturales. Dependen de negociaciones que estipulan los beneficios que, en el futuro, obtendrán dichas redes y sus dirigentes; por ejemplo, la entrega de apoyos directos expresados en gasto social (becas escolares, ayudas para adultos mayores y madres solteras), gestiones para el mejoramiento de los servicios, así como impulso a la economía (créditos y permisos para ejercer el comercio), el otorgamiento de puestos en las administraciones delegacionales, entre otros. Las alianzas responden al pragmatismo y aspiraciones políticas de los líderes de las redes, así como a las expectativas de sus integrantes y pueden favorecer a cierto candidato o, por el contrario, abandonar el acuerdo en aras de un mayor beneficio con nuevas alianzas.
La estructura política está organizada a nivel local como un conjunto de redes territoriales con identificaciones personalizadas hacia quienes las encabezan. Esta característica desplaza las identidades políticas y, por tanto, debe matizarse la importancia del componente identitario en el comportamiento electoral. Las identificaciones son dúctiles y más sensibles a procesos de reacomodo y reestructuración jerarquizada de las percepciones sobre el contenido de los vínculos sociales (Giménez, 2000).
La asociación de los líderes de las redes con el PRD, transmuta las identificaciones en expresiones electorales que fácilmente pueden confundirse con preferencias o identidades político-partidarias. Pero son, en realidad, expresión de la sumatoria electoral de intereses políticamente atomizados. El voto hacia el PRD, más que mostrar apoyo partidario, expresa la adhesión de las redes a sus dirigentes y muestra la debilidad más importante de la estructura política a nivel territorial: la pulverización de las identificaciones entre múltiples redes cuyos intereses particulares se manifiestan colectivamente como apoyo electoral, son débiles y coyunturales.
Los resultados electorales en la ciudad de México expresan, hasta el momento, un relativo consenso ciudadano con el desempeño del gobierno, pero también de negociaciones entre facciones partidarias y líderes de redes político-clientelares que operan a nivel local. Existe una estrecha correlación entre resultados electorales y predominio de redes políticas vinculadas a una facción. Dichas redes tienen mayor influencia electoral en zonas con Índice de Desarrollo Social (IDS) bajo y muy bajo, donde la debilidad política de sus habitantes, quienes viven en condiciones de pobreza, los hacen más susceptibles a participar de dichas redes. Además, en esas zonas puede encontrarse también un efecto multiplicador a causa de los vínculos de parentesco y rituales (compadrazgo), así como de la influencia vecinal sustentada en la identidad generada por compartir un territorio con problemáticas comunes para quienes lo habitan; todas las cuales irradian el comportamiento electoral de las redes hacia grupos más extensos. Las redes no necesariamente tienen que ser muy amplias, sino estar ubicadas en ámbitos donde la interacción cotidiana canaliza las percepciones políticas de familiares y vecinos.
Los resultados obtenidos sugieren que la integración de las redes políticas alrededor del PRD es circunstancial. Depende más de que este partido es predominante en la ciudad de México que a una identidad política consolidada. Dicha integración está sujeta a la fortaleza de las alianzas que los líderes establecen con los representantes de las facciones partidarias, lo cual se evidencia cuando se profundiza sobre cómo estas redes actúan electoralmente en casos como los antes presentados.
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1 Se entienden las facciones políticas como grupos relativamente organizados que teniendo presencia en el marco de otro grupo más amplio, compiten para incrementar su poder (Belloni y Beller, 1996).
2 Se entiende como objetivación cultural el conjunto de prácticas dirigidas a reforzar o cuestionar los significados sobre las relaciones políticas e implantar fronteras de significado sobre las relaciones sociales (Tejera, 2005).
3 Valores significativos o convicciones de fondo que establecen las reglas compartidas con base en las cuales se relacionan los adversarios o contendientes políticos.
4 Expresada en una ideología política y percepción afín del mundo y, en términos generales, un estilo de vida; particularmente en aquellos partidos que apelan a valores para preservar tradiciones, como es el caso del PAN. Lomnitz y Melnick (2000) y también Goren (2005) muestran cómo las adscripciones partidarias predisponen a ciertos valores y formas de acción social y política.
5 Se ha acuñado el término de organizaciones prepartidarias para referirse a las formadas por algunos emprendedores políticos con la finalidad de alcanzar presencia pública para insertarse en la política partidaria. Las organizaciones parapartidarias son aquellas promovidas por integrantes del aparato político y gubernamental con el propósito de ampliar su influencia política y esquivar la ley electoral, ya que son usualmente utilizadas para su promoción personal.
6 Siguiendo a Auyero (2001: 100), las definimos como aquellas en donde individuos o grupos mantienen contactos o conexiones regulares entre ellos y en los cuales, al menos alguno pertenece a un partido político o es funcionario público. En este sentido, nuestra perspectiva es distinta a la que concibe a las redes como sistema de vínculos horizontales que potencian capacidades. Para una sugerente revisión acerca de estas últimas puede consultarse Luna (2004).
7 Encuesta realizada por el Grupo de Comunicación Estratégica para el periódico Milenio, 17 de junio de 2009.
8 Recuérdese que Cuajimalpa forma parte de un solo distrito electoral local en conjunto con una porción de Álvaro Obregón, por lo que realizamos un análisis por colonias y no por distritos electorales.