Entre junio de 1934 y enero de 1939 la cervecería Cuauhtémoc de México, con el apoyo de varios escritores y artistas plásticos que pertenecieron en su mayoría a los grupos literarios Ulises, Contemporáneos y Examen, llevó a cabo una interesante obra de difusión cultural que hoy resulta de difícil acceso, y en algunos casos, es prácticamente desconocida. Se trata del Boletín Mensual Carta Blanca, una publicación periódica privada hecha con fines publicitarios de la que se editaron alrededor de 53 números y que ejemplifica el interés de las vanguardias de la primera mitad del siglo XX por participar en medios populares masivos de difusión.
El Boletín tenía como finalidad primordial promocionar el consumo de la cerveza Carta Blanca entre la población de mayores ingresos, como lo muestran los anuncios que ilustraban el interior y la contraportada, que procuraban vincular en su publicidad y en sus artículos el consumo de dicha cerveza con la gastronomía, las actividades culturales y deportivas, la celebración de fiestas y con el mundo del arte. Dada la naturaleza publicitaria de dicho boletín, y su consiguiente apreciación como literatura de difusión, prácticamente no existen colecciones completas del mismo.1
En general se puede afirmar que hasta ahora, el Boletín Mensual Carta Blanca no se ha estudiado en forma integral. Ciertamente su importancia la han señalado autores como Miguel Capistrán y Luis Mario Schneider, y de sus páginas se han rescatado las colaboraciones de Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Jorge Cuesta, Carlos Pellicer e incluso Antonin Artaud, para integrarlas a sus obras completas. Sin embargo, todavía está pendiente recuperar las colabora ciones de Bernardo Ortiz de Montellano, Octavo G. Barreda, o del escritor y diplomático de Zapotlán, Guillermo Jiménez, por ejemplo. Tampoco se han abordado los testimonios de los artistas plásticos que colaboraron como críticos en sus páginas, y que contribuyeron a las reflexiones y al ambiente literario y estético de la época. Por ello, a manera de rescate, y con la idea de contribuir a un análisis más integral de los contenidos del Boletín Mensual Carta Blanca, presento ocho notas de artistas plásticos (David Alfaro Siqueiros, Carlos Mérida, Carlos Orozco Romero y Roberto Montenegro) que participaron como críticos de obras de arte en dicha publicación entre 1935 y 1938. Por otra parte, difundir algunos elementos del diseño, de los contenidos y la forma de promover la cultura a través de un medio publicitario, como la publicación reseñada en esta nota, puede ser de interés para futuros trabajos sobre fuentes para la historia del arte en México.
De acuerdo con la información disponible, a lo largo de su existencia, el Boletín publicó un total de 53 números, agrupados en cinco series temáticas de pintura: Galería de Pintores Modernos Mexicanos (10 números, de marzo a diciembre de 1934); El Arte en México. Pintura Colonial (11 números, de abril de 1935 a febrero de 1936); Pintura Europea de los Siglos XIV y XV en Colecciones de México (12 números, de marzo de 1936 a febrero de 1937); El Arte en México. Pintura Moderna. Pintores Modernos Mexicanos (13 números, de marzo de 1937 a marzo de 1938); y La Pintura Mexicana de finales del Siglo XIX y principios del xx. Pintura de los Siglos XIX y XX (7 números, de abril de 1938 a enero de 1939). Los tres números finales de la última serie fueron bimestrales, por lo que la revista cambió su nombre a Boletín de Arte Carta Blanca.
En el cuadro 1 que aparece como anexo al final de esta nota se presenta la relación de obras de arte reseñadas y sus respectivos comentaristas que se publicaron en el Boletín. Debe destacarse la gran variedad de puntos de vista incluidos en la publicación, pues de acuerdo con una hoja suelta inserta en el Boletín a partir del inicio de la serie de Pintores Modernos Mexicanos, éste no perseguía "otro fin sino hacer una divulgación cultural. Ajena por completo a todo sectarismo preferencias que desvirtuarían esta acción, en esta Galería tendrán cabida aquellos que hayan realizado una valiosa labor original, sea cual fuere la ideología que la hubiese inspirado". Este mismo comentario fue válido para los autores de las notas críticas, los cuales provenían de todos los ámbitos del espectro ideológico de México en aquel momento, desde Pedro Zuloaga, quien fuese miembro fundador del Partido Acción Nacional, hasta David Alfaro Siqueiros, militante declarado de izquierda.
El diseño editorial de la revista procuraba perfilar a los lectores, al esmerarse en la impresión y variedad de secciones al interior. Aunque los formatos variaron a lo largo de los años, por lo general, el Boletín era un folleto sin paginación de tamaño carta (21.5 x 28 cm) que se componía de portada, seguido de una primera hoja que contenía una sección de notas culturales escrita por Novo (Estampas del México Viejo) o por algún otro autor anónimo o con seudónimo (como por ejemplo el periodista Guillermo Enríquez Simoní, bajo el seudónimo de Pepe Rouletabille);2 e invariablemente aparecía la nota referente a la imagen de la obra de arte seleccionada, la cual se reproducía a color al frente de la nota. Para proteger la impresión a color se incluía una hoja suelta impresa en papel de china en la que se hacía la descripción de la serie a la que pertenecía la imagen a color incluida en el boletín.
La siguiente página se dedicaba a notas culturales referentes a la historia, fabricación y beneficios de la cerveza, recetas de cocina, imágenes y descripciones de costumbres relacionadas con la bebida y los brindis, e incluso estaban ilustradas con imágenes a color de platillos gastronómicos sofisticados preparados por diversos chefs de restaurantes de lujo o clubes sociales a solicitud del redactor de la revista (en este caso Novo). Invariablemente todas estas notas terminaban invitando a los lectores a consumir y brindar con la cerveza Carta Blanca. En la última página siempre se incluía un anuncio de la misma cerveza.
A lo largo de su historia, el Boletín sufrió múltiples cambios en el nombre, diseño y formato. Durante el primer año el Boletín se llamó Galería de Pintores Modernos Mexicanos, y sólo incluía en las páginas centrales la imagen reseñada y la nota crítica correspondiente. A partir de entonces, todas las reseñas sobre arte se acompañaron de la fotografía de su autor, junto con la reproducción de su firma hológrafa (véase Figs. 1 y 2). Durante el segundo año, la publicación cambió su nombre al de Boletín Mensual Carta Blanca, y el folleto que contenía la reseña sobre arte y la reproducción de la obra reseñada se convirtió en un anexo que venía dentro de una sobrecubierta en la que se incluían los artículos y secciones ya mencionados, incluyendo además en la portada de dicha sobrecubierta una historia o leyenda sobre la historia de la cerveza o de otra bebida espirituosa, escritos por autor anónimo, y con una ilustración del artista publicitario Fernando Bolaños Cacho, quien también dibujó muchas de las imágenes publicitarias de Carta Blanca (véase Figs. 3 y 4). La crítica de arte y la reproducción correspondiente se publicaron como un anexo llamado El Arte en México. Pintura Colonial, contenido al interior de la sobrecubierta (véase Figs. 5 y 6).
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1. Contraportada y portada de Galería de Pintores Modernos Mexicanos, ca. 1934. Colección particular. Fotografía del autor.
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2. Páginas interiores de Galería de Pintores Modernos Mexicanos, ca. 1934. Colección particular. Fotografía del autor.
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3. Contraportada y portada del Boletín Mensual Carta Blanca, noviembre de 1935. Colección particular. Fotografía del autor.
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4. Reverso de la portada y contraportada del Boletín Mensual Carta Blanca, noviembre de 1935. Colección particular. Fotografía del autor.
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5. Contraportada y portada del anexo del Boletín Mensual Carta Blanca, noviembre de 1935. Colección particular. Fotografía del autor.
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6. Páginas interiores del anexo del Boletín Mensual Carta Blanca, noviembre de 1935. Colección particular. Fotografía del autor.
A partir del tercer año, el Boletín cambió su formato a una especie de tríptico, al eliminar la sobrecubierta, e incorporar todas las secciones y notas al cuerpo del boletín, agregando una solapa que se doblaba en portada sobre el cuerpo de la revista. Al abrirse la publicación se observaba por lo general la fotografía y descripción de un elaborado platillo gastronómico preparado por un chef de un restaurante famoso de México, a invitación del editor (en este caso Novo, autor de varias de estas descripciones gastronómicas). En dicho texto invariablemente se recomendaba acompañar el platillo con cerveza Carta Blanca. Al desdoblar esta solapa, en la parte central del interior siempre aparecía la nota crítica de la obra de arte y la reproducción a color de la misma. El color de la portada, así como el anuncio al final del Boletín, variaban en cada número (véase Figs. 7, 8, 9 y 10).
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7. Portada del Boletín Mensual Carta Blanca, marzo de 1936. Colección particular. Fotografía del autor.
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8. Contraportada del Boletín Mensual Carta Blanca, marzo de 1936. Colección particular. Fotografía del autor.
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9. Páginas interiores del Boletín Mensual Carta Blanca, marzo de 1936. Colección particular. Fotografía del autor.
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10. Páginas interiores desplegadas del Boletín Mensual Carta Blanca, marzo de 1936. Colección particular. Fotografía del autor.
En el cuarto año del Boletín se simplificó el diseño y los contenidos al eliminar la página que se doblaba al centro, y reducir el número de las notas no dedicadas al arte, pero se conservaron los artículos relativos a la cerveza y su publicidad (Figs. 11 y 12).
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11. Contraportada y portada del Boletín Mensual Carta Blanca, mayo de 1937. Colección particular. Fotografía del autor.
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12. Páginas interiores del Boletín Mensual Carta Blanca, mayo de 1937. Colección particular. Fotografía del autor.
Es a partir del quinto año cuando el Boletín, además de la tradicional sección escrita por Novo de "Estampas del México Viejo", incluye nuevas secciones fijas, como "Para las damas", apartado mensual de recetas de cocina (que incluían a la cerveza Carta Blanca como ingrediente) cuya responsable era Marichu;3 y la sección "Lugares que deben visitarse", patrocinado por la Aso ciación Mexicana de Automovilistas (AMA), para la cual se seleccionaban textos de la revista de turismo Mapa (véase Figs. 13 y 14).
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13. Contraportada, página central y portada del Boletín de Arte Carta Blanca, agosto-septiembre de 1938. Colección particular. Fotografía del autor.
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14. Páginas interiores del Boletín de Arte Carta Blanca, agosto-septiembre de 1938. Colección particular. Fotografía del autor.
Breve historia del Boletín
Miguel Capistrán, en un artículo publicado en 2011 en el suplemento cultural del diario Milenio, resumió la historia de dicha publicación, la cual vale la pena citar in extenso:
En vista de la cercanía que me proporcionaba el hecho de ser asistente de Novo, supe que en su faceta de publicista -téngase en cuenta que fue socio de la Agencia de Publicidad Augusto Elías- dirigió las campañas de promoción de los productos del Grupo Monterrey, entre cuyas empresas estaba la Cervecería Cuauhtémoc, fabricante de la cerveza Carta Blanca. Xavier Villaurrutia le aconsejó a Novo que considerara la utilidad de lanzar una campaña que aportara conocimientos de una manera atractiva. Para ello propuso una serie de folletos que difundieran la obra de los creadores de la moderna pintura mexicana que ya ocupaban un sitio en el extranjero. El mensaje comercial llegaría de forma aceptable al público y, consecuentemente, la compañía embotelladora obtendría una imagen de respetabilidad y reconocimiento.
La propuesta de Villaurrutia no tomó a Novo por sorpresa, que sabía del interés que su amigo y colega tenía por el arte en general y, muy particularmente, por la nueva pintura mexicana. Novo sabía también que Villaurrutia había incitado a varios artistas plásticos a incursionar en el terreno de la escenografía, que promovió con entusiasmo la creación de una de las primeras galerías de arte privadas en México y organizó exposiciones de carácter individual y colectivo. Los tycoons regiomontanos apoyaron la idea y un equipo de "creativos" se puso a trabajar de inmediato. En sus comienzos, el Boletín Mensual estuvo bajo la responsabilidad de los pintores Carlos Mérida y Carlos Orozco Romero. Villaurrutia intervino en la elección de los pintores y colaboró con frecuencia. Así pues, con el título Galería de pintores modernos mexicanos, en 1934 nació la campaña. [...] Sospecho que este esfuerzo de divulgación llegó a su fin en abril de 1939. Lo digo porque, a pesar de mis pesquisas, no he podido hallar un número posterior a esta fecha. El propio Novo no recordaba con precisión el dato a este respecto, cuando hablamos del asunto en 1967.4
Este Boletín no fue simplemente una feliz ocurrencia de Novo y Villaurrutia, sino una continuación de las actividades mediante las cuales la Cervecería Cuauhtémoc promovió el arte moderno en México. En enero de 1931, la empresa abrió la Galería Carta Blanca en la avenida Madero de la Ciudad de México, con una exposición de ocho pintores mexicanos (Carlos Mérida, Carlos Orozco Romero, Agustín Lazo, Fermín Revueltas, Jean Charlot, Tamiji Kitagawa, Roberto Montenegro y David Alfaro Siqueiros) organizada por Carlos Orozco Romero y Carlos Mérida. El discurso inaugural, sobre el arte moderno, corrió a cargo de Xavier Villaurrutia,5 y José Gorostiza hizo una reseña muy crítica de la exposición, la cual fue publicada en El Universal Ilustrado en febrero de 1931.6 A su vez, esta exposición le daba continuidad en cierta forma a la labor realizada por Orozco Romero y Mérida, quienes entre 1929 y 1930 dirigieron la Galería del Teatro Nacional que se instaló en el edificio, entonces sin terminar que ahora es el Palacio de Bellas Artes, por encargo de la dirección de Acción Cívica del Departamento del Distrito Federal.7 Mérida y Orozco Romero compartieron la responsabilidad de la parte artística del Boletín durante 1934, y hasta el número cinco del segundo año, correspondiente a agosto de 1935. Posteriormente, fue Orozco Romero quien se encargó de realizar esta labor.
La crítica de arte realizada por escritores y artistas plásticos en revistas como el Boletín Mensual Carta Blanca reforzaba la idea de Villaurrutia, seguramente compartida por otros miembros del "Grupo sin grupo",8 de las afinidades estéticas existentes entre el poeta y el pintor, y las formas poéticas y las plásticas, misma que desarrolló Villaurrutia en una conferencia introductoria a la Exposición de Arte Moderno de 1932.9 Por ello, no es de extrañar que muchos de los que antes participaron en las revistas Contemporáneos (1928-1931) de Novo y Villaurrutia, y Examen (1932) de Jorge Cuesta, se unieran a esta nueva labor cultural.
De hecho, Capistrán señala que con este Boletín se demuestra que la colaboración del grupo Contemporáneos fue mucho más allá de 1932, así como que dicho grupo "convocó a muchos artistas que suelen olvidarse cuando nos referimos a los proyectos multidisciplinarios de Ulises y Contemporáneos -Rufino Tamayo, Agustín Lazo, Julio Castellanos, Carlos Orozco Romero, Manuel Rodríguez Lozano, Carlos González-".10 En este sentido sería relevante plantear a futuro el análisis integral del Boletín, en el contexto del de las redes intelectuales que permitieron la colaboración, seguramente pagada, de estos artistas y escritores en el proyecto, así como la publicidad alcanzada por los artistas en la incorporación de pintores contemporáneos en la serie.
La publicación del Boletín en el contexto de la política cultural del Estado mexicano de la primera mitad del siglo XX
La publicación del Boletín así como sus esfuerzos por combinar la apreciación conjunta del arte, la literatura y la gastronomía también deben analizarse en el contexto de la visión de modernización cultural del país, que promovió el Estado mexicano a principios del siglo XX. La participación de los escritores y los artistas plásticos como críticos de arte fue importante como elemento de validación de esta nueva concepción de la ética y la estética compartida hasta cierto punto por el Estado y las vanguardias. Recordemos que para José Vasconcelos (con quien colaboraron en la Secretaría de Educación Pública de México muchos de los escritores de Contemporáneos y del Boletín Mensual Carta Blanca cuando éste fue secretario) el fin de toda educación humana debía tener como culminación la formación estética del individuo. En el prólogo de La raza cósmica Vasconcelos hizo explícita esta relación entre ética y estética, al proponer que el estado más alto que alcanzaría la humanidad sería el espiritual o estético, en el que "la orientación de la conducta no se buscará en la pobre razón, [...] se buscará en el sentimiento creador y en la belleza que convence".11 Es posible que muchos de sus colaboradores también compartiesen este ideal y se dedicasen a difundir el arte para elevar la educación de las masas.
A partir de la consolidación en el poder del nuevo régimen político emanado de la Revolución mexicana durante la segunda década del siglo XX, una de las principales preocupaciones del Estado fue tratar de generar un proyecto cultural representativo de los ideales del nuevo régimen que ayudase a superar las diferencias étnicas, políticas y sociales que caracterizaban al país. En dicho proyecto se procuró incorporar no sólo lo tradicionalmente considerado como alta cultura, sino también lo popular y lo folclórico, con vistas a generar un patrimonio cultural nacionalista común a todos los mexicanos.12
Una de las estrategias seguidas para la promoción de este nuevo proyecto, en especial a partir del periodo comprendido entre 1920 y 1930, fue la difusión masiva de productos culturales que adquirieron una categoría simbólica, como fue el caso de la colección de autores clásicos publicada por la Secretaría de Educación Pública bajo el patrocinio de Vasconcelos, editada en grandes tirajes y distribuida de manera gratuita entre la población, o la promoción del arte para el disfrute de las masas mediante el muralismo realizado en espacios públicos. Carlos Monsiváis afirma que entre 1930 y 1950 ocurrió la etapa más fecunda de la cultura popular urbana con el inicio de nuevas industrias culturales que buscaban incorporar al pueblo a este proyecto a través de los medios masivos de comunicación,13 como el cine, la radio y publicaciones periódicas como diarios y suplementos culturales.
Si bien es cierto que durante la década de los años veinte y treinta del siglo XX, la edición de libros, revistas y carteles encontró en el Estado mexicano posrevolucionario a uno de sus mayores patrocinadores, existieron varias publicaciones periódicas que se editaron de forma autónoma, o con recursos privados, por grupos interesados en una visión particular que buscaba incidir en la vida pública. En México, a partir de los años veinte del siglo pasado, diversos grupos de escritores y artistas que pertenecieron a distintos movimientos de vanguardia buscaron contribuir a la definición de lo que debería considerarse como parte de la cultura nacional. Para ello, desde los años treinta hicieron uso ya no de revistas culturales autofinanciadas de corto tiraje, sino de publicaciones periódicas patrocinadas por particulares y de medios masivos de comunicación, como los suplementos culturales de diferentes diarios y revistas. En ellos dieron cabida en sus páginas centrales al trabajo de artistas visuales de la época, de manera similar a como lo hacían revistas europeas (como por ejemplo Transition, de Eugene Jolas y Elliot Paul), integraban imágenes y crítica, y generaban con ello nuevos objetos culturales híbridos14 que servían a sus propósitos de difusión.
Para Esther Gabara, un ejemplo emblemático de estos objetos culturales híbridos en los que se combina la reflexión crítica con el uso de las reproducciones fotográficas y el diseño gráfico lo constituye precisamente el Boletín Mensual Carta Blanca. Gabara también ha señalado que en México los movimientos literarios de vanguardia participaron activamente en las versiones tem pranas de los medios de comunicación masiva y contribuyeron con ello a la representación de una cultura urbana y nacionalista de masas.15 Pero además, partiendo de la fotografía y de las imágenes de que hicieron uso estos escritores y artistas de las vanguardias, Gabara propone que el novedoso empleo de fotografías y la idea de la representación a través de la imagen condujo a los artistas y escritores a producir trabajos en los que fusionaron sus ideas y meditaciones sobre la ética con experimentos estéticos que dieron lugar a lo que la autora llama el "ethos de la modernidad", es decir reflexiones sobre el qué y el cómo debe considerarse parte del sentido de comunidad y de la cultura nacional en el contexto de la modernidad.16
Al hablar de la sección dedicada a las recomendaciones turísticas que se incluyeron en el Boletín a partir de abril de 1938 en la sección "Lugares que deben visitarse", Gabara señala que el artista, en su función de aprendiz de turista, participó de manera directa en el desarrollo de una nueva estética de la modernidad, al visualizarse como alguien que se involucraba en la actividad que describía, y no como alguien ajeno a ella.17 De la misma forma, es de suponer que los artistas plásticos que participaron como críticos en el Boletín procuraron acercarse a las obras de los artistas coloniales, europeos y contemporáneos con ese mismo sentido de involucramiento, al reconocer aquellas técnicas y valores universales dignas de difundirse, en un proceso simultáneo de aproximación y distanciamiento de la obra plástica comentada, procurando acercar y divulgar al mismo tiempo la obra seleccionada a un público más amplio. Gabara señala que fue mediante esta participación activa en la creación de una cultura popular, que la modernidad estableció un puente entre la ética y la estética.
Las múltiples funciones del Boletín
En esta discusión no debe perderse de vista la naturaleza publicitaria y de difusión del Boletín. Si bien los escritores y artistas que participaron en las notas de dicha publicación expresaron en ocasiones su sentir sobre las implicaciones ideológicas de la pintura que reseñaban (como es el caso de Siqueiros en la nota que aquí se presenta), en general la publicación estaba planteada desde el inicio como un formato divulgativo asociado abiertamente a una agencia publicitaria. Las notas sobre arte que incluía no pretendían ser exhaustivas ni presentar reflexiones teóricas profundas, sino ser breves ensayos dedicados a promover la difusión del arte entre la población de cierto nivel sociocultural. Por ello, varios de los ejemplos transcritos parecieran ser más una reseña histórico-biográfica de los autores que el análisis de una obra específica. Si bien la pre sencia de la nota sobre arte y su correspondiente ilustración siempre ocupó el lugar central del Boletín, casi siempre iban acompañadas de otras notas diversas sobre múltiples temas de cultura general. Se trataba de pequeños artículos que fuesen atrayentes para unas incipientes clases media y alta urbanas con mayor poder adquisitivo y nuevos gustos en el comer y el beber. De hecho, a la publicidad de la cerveza siempre se le dedicó un espacio igual al de la imagen artística, así como otros artículos con frases y expresiones que asociaban beber cerveza con eventos sociales y el buen gusto en el vivir. La afición por el arte parecería estar presentada implícitamente en esta publicación como un complemento para las nuevas pretensiones de modernidad que traían aparejadas las nuevas condiciones socioeconómicas de la población.18
Tampoco debe soslayarse el hecho de que el Boletín era una empresa particular cuyos directivos también tenían intereses específicos al realizar la selección de obra y el encargo de las críticas, las cuales seguramente eran remuneradas. Como se señaló con anterioridad, sólo la primera serie del Boletín y los primeros cinco números de la segunda, los dirigieron en forma conjunta Orozco Romero y Mérida; el resto fue dirigido únicamente por Orozco Romero. El interés de Orozco Romero por dirigir el Boletín obedeció muy probablemente no sólo al deseo de promover una obra cultural, sino también de promocionar el arte mexicano dentro de un mercado artístico en desarrollo y figurar él mismo dentro del panorama de la crítica de arte en México, todo ello mediante tres vertientes: coadyuvar en la selección de los artistas a comentar, haciendo uso de su buen ojo como maestro de pintura; promover por medio del Boletín la obra de los artistas mexicanos entre potenciales coleccionistas de una clase alta que comenzaba a despegar; y abrir la puerta a los más diversos puntos de vista en materia artística, buscando promover el desarrollo de la crítica de arte. Al hablar de la pintura de Orozco Romero, Inés Amor señala que "sus intereses fueron diferentes de la escuela mexicana; era más frívolo, le interesaba el éxito social, el éxito de venta".19 Este interés por posicionar la obra de arte en el mercado combinando la publicidad con el arte también lo señalaron otros contemporáneos suyos. Justino Fernández mencionó que "Desde su regreso a México en 1925 no ha dejado de estar activo en la pintura, mas también se ha ocupado en la divulgación del arte, y la serie de publicaciones del boletín mensual 'Carta Blanca' (1935-1938) dirigidas por él, que llevan reproducidas a color obras de pintores mexicanos, fue una muestra de su talento".20 Y Agustín Veláz-quez Chávez, al mencionar su labor en México mencionó que: "ha publicado, en compañía de Carlos Mérida, transformando en una obra cultural un trabajo de propaganda, varios cuadernos sobre la obra de pintores modernos mexicanos antiguos y contemporáneos (Galería de Pintores Modernos Mexicanos, El Arte en México. Pintura Colonial; Publicaciones de la Cervecería Cuauhtémoc S.A. México, 1933-1935)."21
Un ejemplo de la forma en que el Boletín trató de contribuir a revalorar las colecciones de arte privadas en México lo constituye la serie Pintura Europea de los Siglos XIV y XV en Colecciones de México (reseñada entre 1936 y 1937), dedicada a comentar casi exclusivamente piezas de la segunda colección Pani, propiedad del ingeniero, funcionario y diplomático Alberto J. Pani,22 quien unos años después, entre 1938 y 1940, trató de vender sin éxito dicha colección al gobierno de México. De un total de 12 obras que comprendía la serie, 10 pertenecían a la colección Pani; las otras dos obras comentadas formaban parte de la colección del también funcionario y diplomático Genaro Estrada. Incluso uno de los comentadores de esta serie fue el pintor Roberto Montenegro, quien fungió como experto certificador de la primera colección Pani que se vendió en 1926 al gobierno de México y que ahora forma parte de los acervos del Museo de San Carlos en la Ciudad de México.23 Ana Garduño menciona que la forma en que se llevó a cabo la primera venta y los reproches que se le hicieron por las "exageradas atribuciones autorales y la inconsistencia de autenticidades [...] provocó sospechas sobre la originalidad de muchas de ellas y se le percibió como un coleccionista si no malintencionado, al menos cándido e inexperto".24 Convocar a pintores y escritores de prestigio para que comentaran algunas de las piezas de su segunda colección en el Boletín fue quizá una manera de reivindicar su talento y buen ojo como coleccionista, y de mejorar también la posible valoración de su colección. Samuel Gordon ha señalado también el caso del poeta Carlos Pellicer y su artículo del Boletín de febrero de 1937 dedicado dentro de esta misma serie al pintor Guido Reni. En una carta fechada en 1927 dirigida al entonces cónsul de México en París, Alberto J. Pani, Pellicer había señalado su desagrado ("respetuosa repugnancia") por las obras de Caracci y de Reni. Sin embargo, en 1937 cuando se le invita a opinar sobre una obra de Reni perteneciente a la colección de su amigo Genaro Estrada (con quien Pellicer estaba agradecido por salvarlo de la cárcel y de un fusilamiento injusto), su juicio sobre la obra se atempera sin dejar de ser negativo, e incluso dedica a la pieza propiedad de su amigo algunos elogios, 25 y cierra su crítica con la elegante frase: "El cuadro que reproducimos muestra más las virtudes que los defectos de su autor".26
Los artistas plásticos como críticos de arte en el Boletín
A continuación se presentan ocho colaboraciones de artistas plásticos que elaboraron notas de crítica de arte en el Boletín. Representan prácticamente todos los textos de artistas plásticos publicados a lo largo de la historia editorial del folleto, con excepción del artículo de Carlos Mérida sobre Fermín Revueltas (de julio de 1934) al que no se pudo tener acceso. Estas notas complementan los trabajos de rescate de las reseñas elaboradas por los escritores Novo, Villaurrutia, Cuesta y Gorostiza, y que han sido publicadas con anterioridad en las ediciones de sus obras completas. Las ocho notas que presento no se habían vuelto a editar y las realizaron David Alfaro Siqueiros, Carlos Mérida, Carlos Orozco Romero y Roberto Montenegro, quienes participaron como críticos en el proyecto de Orozco Romero entre 1935 y 1938.
Para realizar la selección de notas que abordo en este artículo, tuve acceso a una colección de 42 números pertenecientes originalmente al pintor jalisciense Francisco Rodríguez "Caracalla" (1907-1989).27 A partir de dicha colección y de información proveniente del catálogo público en línea de la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero de la Universidad Iberoamericana (que posee la colección más completa del Boletín) se hizo una relación de los contenidos de la revista referentes a las notas sobre crítica de arte, que se presentan en el Cuadro 1 como anexo al final de esta nota.
Destaca entre ellas la primera nota de Alfaro Siqueiros sobre el pintor Echave el Mozo, ya que en ella expone tempranamente por escrito su idea del colonialismo de la pintura latinoamericana hasta antes del siglo XX, y que más adelante desarrolló con mayor amplitud en algunas de los artículos recopilados en las páginas de su obra No hay más ruta que la nuestra.28 En cambio, las notas de Mérida, Orozco Romero y Montenegro dedicadas a la pintura de los siglos XIV y XV son más convencionales y buscan señalar las características técnicas y compositivas de las obras reseñadas y los méritos intrínsecos que las hacen dignas de estar incluidas en la colección Pani. Los artículos de Mérida referentes a Goitia, Antonio Ruiz y Landesio, y el de Siqueiros dedicado a Orozco Romero, muestran profundo conocimiento del oficio al analizar la obra de otro colega y expresan una interesante comprensión del trabajo ajeno.
A manera de conclusión
A partir de lo visto a lo largo de este ensayo, destaca la necesidad de realizar una aproximación compleja al formato de divulgación y a los contenidos que caracterizaron al Boletín Mensual Carta Blanca, incluyendo el diseño, las imágenes y otros artículos no necesariamente vinculados a la reseña, pero que contextualizan a cada número, lo que permitiría colocar al Boletín en perspectiva, así como abrir espacios de análisis e intercambios con otras rutas de la historia del arte en México.
En este sentido, la incorporación de la prensa como objeto de estudio, y dentro de ella las ediciones de carácter publicitario está apenas en sus inicios como parte de la investigación actual sobre la historia del arte en México. Por ello el tema de un boletín como el reseñado en esta nota puede ser de interés para futuros trabajos sobre recuperación y valoración de otras fuentes para la historia del arte en México. Vale la pena rescatar estos proyectos editoriales que lograron mantenerse en circulación durante varios años, y destacar los intereses que perseguían y sus aportaciones a la escena artística mexicana.