Introducción
El concepto de cohesión social padece una elevada ambigüedad, que contrasta con su importancia en la teoría social, en el desarrollo de la investigación empírica y en el diseño de las políticas públicas. Esto provoca un solapamiento con los conceptos de “comunidad” y de “capital social”, de manera que es necesario distinguirlos para que, en el caso de la cohesión social, existe la posibilidad de incorporar en su definición variables que midan el bienestar y la calidad de vida (Schiefer y Van der Noll, 2017), es decir, que tengan en cuenta la desigualdad. A partir de esta idea, los objetivos de este trabajo son establecer cuáles son las dimensiones definitorias de la cohesión social y crear un punto de encuentro entre este ejercicio, que comienza revisando las agendas de investigación, con el modo en que se articula en el ámbito institucional.
Para desarrollar esta propuesta, partimos de las premisas de que: 1) la ambigüedad de la cohesión social redunda en la idea de que “el mundo de la política podría parecer el menos propicio de todos los mundos para el tratamiento racionalista” (Oakeshott, 2000: 23) y 2) “las políticas son una creación intelectual, una categoría analítica cuyo contenido debe ser previamente identificado por el analista” (Majone, 2000: 192), en un contexto complejo, donde la definición de los conceptos se produce en distintos ámbitos interrelacionados pero con distintas racionalidades. Estas dos premisas, permiten evaluar la distancia que hay entre el contenido científico y el institucional de un concepto, pero sin pretender ofrecer una solución teórica en tanto “perfeccionista” o que pretenda asentar una definición unívoca de la cohesión social, y “uniformadora” o que aspire a situarla en un marco de interpretación abstracto y ajeno a la casuística (Oakeshott, 2000: 25). Sin embargo, también obligan a conocer qué significa la cohesión para las ciencias sociales y para las instituciones, qué implican esos significados en la relación entre ambos espacios, y bajo qué distinciones mínimas pueden mantener cierta coherencia y conexión al trabajar con este concepto. Esto nos llevará a preguntarnos hasta qué punto la ambigüedad es problemática, pese a haberla aceptado como punto de partida.
Por ello, la estructura del artículo es la siguiente: 1) mostraremos la existencia de tres rutas de desarrollo del concepto que han implicado seis dilemas de indefinición; 2) trataremos de resolver parte de este problema con una clasificación de las dimensiones de la cohesión utilizadas en 54 investigaciones, desde las que identificamos ocho dimensiones definitorias y una dimensión distintiva: la desigualdad; y 3) veremos cómo esas dimensiones impactan en los indicadores utilizados por varios organismos internacionales. Para concluir, reflexionaremos sobre como la ambigüedad contribuye a mantener una distancia entre la investigación empírica y las instituciones, pero también en cómo ambas tratan a la dimensión distintiva permitiendo marcar una nueva ruta de desarrollo conceptual que limite la ambigüedad y los problemas que ésta conlleva.
Las tres rutas de indefinición de la cohesión social
La indefinición de la cohesión social parte de la existencia de tres rutas de desarrollo del concepto que, pese a estar conectadas, ni en conjunto ni por sí mismas han logrado: 1) establecer una definición distintiva; 2) ubicarla dentro de una lógica causal por la que se clarifique si actúa como variable dependiente o independiente; 3) contar con un marco teórico capaz de soportar su elevado contenido normativo; 4) acordar sus dimensiones definitorias y sus variables de medición; 5) procurando que las políticas públicas sobre la cohesión social puedan ser evaluadas bajo criterios constantes; y 6) evitando que la ambigüedad sea sinónimo de un uso argumentativo sin un contenido per se, más allá de cumplir una función de legitimación de las políticas. Las tres rutas que expresarían estos seis dilemas son la teórica, la empírica y la institucional.
La ruta teórica
Hemos reconstruido la ruta teórica a partir de un autor del siglo XIII, Ibn Jaldun, dada la centralidad que en su obra tiene la noción de abasiya, que englobaría “el espíritu coligativo (sic)” y “los lazos de agnación” que caracterizan a los grupos tribales (Jaldun, 1997: 277-281). Desde entonces, la cohesión social se ha enmarcado en una doble acepción por la que, por un lado, refiere a un plano subjetivo de sentimientos y creencias compartidas, y por otro, a su plasmación objetivable en las relaciones de intercambio y las redes de afiliación. Además, su uso se ha vinculado al tránsito de las comunidades tradicionales hacia las sociedades complejas, es decir, a un sentimiento de pérdida y redefinición de la cohesión en un mundo más desarrollado. Dado este marco que se mantiene hasta la actualidad, en los inicios de la sociología moderna, los principales referentes fueron Ferdinan Tönnies, Georg Simmel y Emile Durkheim. El primero, cuando desarrolla la diferenciación entre los conceptos de comunidad -parentesco, vecindad y amistad- y sociedad -relaciones objetivas puras y racionales- (Tönnies, 1986), el segundo, con la idea de que la definición de un enemigo y el conflicto son factores de cohesión (Simmel, 1977: 335-338), cuyos principios rigen la asistencia a la pobreza como una condición dual de exclusión-inclusión (Simmel, 2011: 56-93), y Durkheim -incluyendo una crítica a Simmel por su “extremada indeterminación” cuando diferencia las interacciones cotidianas de su sentido social (Durkheim, 1988: 269)- al mostrar cómo la pérdida de la semejanza y los lazos sociales explicarían los comportamientos individuales y anómicos como hechos sociales (Durkheim, 1982).
Desde este debate inicial, el concepto fue recuperado por las corrientes institucionalista y funcionalista: 1) bajo un solapamiento con el concepto de comunidad (que perdura hasta hoy: Witten, McCreanor, Kearns y Ramasubramanian, 2001; Labonte, 2004; Schölmerich et al. 2014); 2) asumiendo al conflicto como un factor explicativo del cambio (Coser, 1956), y 3) considerando a Durkheim como el principal referente (Coser y Rosenberg, 1969), para posicionar a la cohesión o “comunidad societaria” como un factor de integración a través de “una gran variedad de lealtades y pertenencia a colectividades” (Parsons, 1987: 23). La influencia de estas ideas en la investigación derivaría en un nuevo solapamiento conceptual con el capital social (Putnam, 2004), haciendo el primer dilema de indefinición, es decir, que no hay una definición canónica de la cohesión social que, partiendo de la ecuación del sentimiento de pertenencia más las redes de afiliación, pueda distinguir a este concepto de los de comunidad y capital social.
Pese a que el concepto fue recuperado por otras corrientes teóricas -como la marxista, que lo observó como un producto-mecanismo de alienación (Mann, 1970)- las revisiones teóricas más recientes y encaminadas a descubrir las variables definitorias de la cohesión social han concretado sus niveles de desarrollo -comunitario, individual e institucional (Fonseca, Lukosch y Brazie, 2019)- y su importancia para la acción colectiva (Burns, Lefko-Everett y Njozela, 2018) y la integración (Berman y Phillips, 2004; Jenson 2010a, 2010b). Sin embargo, no han podido superar la dicotomía de la pertenencia subjetiva y objetiva al momento de comprenderlo, lo que indiferencia a la cohesión de la comunidad y del capital social. Por otro lado, estos avances no han resuelto qué posición ocupa el concepto dentro de una lógica explicativa abstracta. Un segundo dilema, acrecentado por la carga normativa que se dio en la cohesión como fin y medio de integración social y que la situó como un elemento explicativo del contexto social, tanto como eran determinados contextos sociales los que explicaban su presencia. A partir de aquí, se desarrolló la producción científica, pero sin ser evidente si se trataba de una variable explicativa o a ser explicada.
La ruta de investigación
La investigación sobre la cohesión social parte de un artículo de 1934, en el que Jacob Moreno (1950) (Moreno y Jennings, 1938) la midió a partir del número de los lazos sociales de los individuos. Desde este antecedente, Robert K. Merton (1948) consideró a la cohesión social como ejemplo de un concepto definido por sus variables de medición e integrado en la lógica de las teorías de alcance intermedio, es decir, determinadas por la corroboración empírica de hipótesis concretas, con la suficiente abstracción como para no ser meramente descriptivas, ser concordantes “con toda una variedad de sistemas del pensamiento sociológico [y estar orientadas por las] formulaciones teóricas clásicas de Emile Durkheim y Max Weber” (Merton, 2002: 87). Esto ayudó a su desarrollo empírico, asociándolo al uso de las encuestas para la captación de los comportamientos cotidianos y adaptándose a enfoques como el conductismo (Blumer y Lazarsfeld, 1958), el conflicto intergrupal (Murphy, 1957) y el interaccionismo simbólico (Blumer, 1956). Sin embargo, esta alta flexibilidad, implicó que las investigaciones ahondaran en la ausencia de un marco teórico robusto por el que la cohesión social fuera capaz de adoptar una posición explicativa clara.
El crecimiento cuantitativo de la producción de artículos científicos sobre la cohesión social, se produjo a mediados de la década de los años noventa del siglo XX (Corrochano, 2014), en coincidencia con su posicionamiento institucional, pero también con el de la corriente durkheimiana de epidemiólogos estadounidenses, del concepto de capital social acuñado por Robert Putnam y de la capacidad de establecer una agenda de investigación desde la Universidad de Harvard,1 con una elevada capacidad de extenderse en otras universidades e incorporar variables de desigualdad y diversidad al análisis.2
Esta corriente asentó una metodología basada en análisis multivariable, en la que la cohesión se relaciona con la salud, la seguridad pública en las ciudades, los ingresos y/o la etnia, demostrando que hay una estrecha relación entre ellas. Pero sin determinar si la cohesión social es la que permite que haya buenos indicadores de salud y bajos de delitos en las ciudades (Sánchez, Van Der Heijden y Osmond, 2018), o es la buena salud y la seguridad las que permiten que ésta se reproduzca (Kearns y Forrest, 2000). Lo que, entrando en el tercer dilema, normativamente resultaba problemático cuando la ausencia de cohesión social implicaba pobreza, segregación o una penalización de la diversidad étnica.
Dentro de la escuela estadounidense y en el mismo marco metodológico, surgió una corriente crítica (Muntaner y Lynch, 1999, 2002; Muntaner, Oates y Lynch, 1999; Lynch, 2000; Lynch, Due, Muntaner y Smith, 2000; Lynch, Smith, Kaplan y House, 2000). La innovación fue la incorporación de la dimensión de desigualdad en la definición de la cohesión, lo que no resolvía la suerte causal del concepto, pero sí lo situaba en el debate normativo y de calidad o grados de cohesión (Hyde, Dixon y Joyner, 1999, 2002; Berman y Phillips, 2000, 2004; Juul, 2010, 2012; Green, Janmaat y Han, 2009). Partiendo de las implicaciones que suponía tratarlo desde una metáfora médica y de los diagnósticos exagerados sobre su pérdida (Forrest y Kearns, 2001), la agenda científica tenía que resolver si era una “herramienta” al servicio del desarrollo (Sampson, Raudenbush y Earls, 1997), o una demanda necesitada de inversión institucional (McDaniel, 2004; Siddiqi, Kawachi, Keating y Hertzman, 2013). Desde aquí, la cohesión social es un concepto aplicado a multitud de estudios referentes al desempeño o a las carencias de las políticas de bienestar social,3 donde los trabajos sobre inmigración son los que tienen una agenda mejor definida a partir de las nociones de integración e inclusión. Pero también aquellos que soportan de manera más evidente el tercer dilema: la carga normativa que implica compatibilizar la cohesión y la diversidad (Portes, 2000; Portes y Vickstrom, 2011, 2012), al mismo tiempo que se constatan las dificultades de cohesión social entre grupos culturales y religiosos no homogéneos y en territorios segregados (Bolt, Burgers y Van Kempen, 1998; Van Marissing, Bolt y Van Kempen, 2006).
En este contexto, donde la metodología se amplió a las técnicas cualitativas, la cohesión social siguió apareciendo como un concepto deseable e institucionalmente atractivo. Pero sin saber ni cómo ni para qué al momento de articularlo como política pública. Máxime cuando los trabajos científicos mostraban: 1) el riesgo de que la cohesión social se volviese un sustituto de la intervención estatal (Lynch, 2000); 2) las dudas sobre la capacidad de las administraciones para fomentarla y gestionar a pie de calle (Engel, 2004; Jenson, 2010a; Egan, Bond, Kearns y Tannahill, 2012); 3) asumir las fracturas sociales que producían las políticas de cohesión aplicadas en las comunidades (Takagi et al., 2013; Vasta y Leander, 2010), y 4) la complejidad de manejar un concepto con efectos no unidireccionales y dependiente en su definición del ámbito cultural, socioeconómico y político (Hrast y Dekker, 2009). Un marco de investigación lo suficientemente amplio, flexible y abierto como para que a la indefinición le correspondiera un cuarto dilema, la multiplicación de las dimensiones definitorias y variables de medición del concepto, dentro o yendo más allá de la ecuación básica de la pertenencia subjetiva y objetiva. Un ámbito científico capaz, por tanto, de ofrecer a las instituciones una noción lo suficientemente evocadora e indefinida como para adaptarse a multitud de coyunturas, temas y políticas a evaluar.
La ruta institucional
Desde su creación originaria, la institución pionera en el posicionamiento del concepto de cohesión social ha sido la Unión Europea (UE). Este aparece asociado a la educación y la vulnerabilidad en el Fondo Social de 1958, a la cohesión territorial en el de Desarrollo Regional de 1975, al cumplimiento de los criterios del Tratado de Maastricht con el Fondo de Cohesión de 1994, al aumento de la integración política con el Tratado de Lisboa de 2007 y la Estrategia 2020, y a la sostenibilidad ambiental de la Estrategia 2030. Esta presencia marco hizo que el Consejo de Europa (2005) publicara una Guía metodológica sobre cohesión social con más de 2 000 indicadores de evaluación. Una situación que, cuando el concepto se posicionó internacionalmente más allá de la UE, anunciaba un “empacho” institucional de cohesión y cuestionaba la posibilidad de una convergencia en sus variables de medición (Jenson, 2010b).
En la década de 1990, el concepto fue impulsado por la agenda política conservadora y progresista. En la primera, con la celebración de una serie de encuentros, como el Coloquio de Roskilde (Bessis, 1995), e informes como el del Club de Roma (Berger, 1999) y el de la Comisión Trilateral (Pharr y Putnam, 2000). En la segunda, también a partir de encuentros, como la conferencia Más allá de 2000: La Nueva Agenda de la Política Social de 1996 (Jenson, 2010b) y por la adopción del concepto por el Nuevo Laborismo en Gran Bretaña, los demócratas en Estados Unidos y los socialdemócratas continentales (Fonner et al., 2014). Esto se tradujo, primero, en políticas de cohesión social en países como Canadá (Raphael et al., 2005), Nueva Zelanda (Adams, Witten y Conway, 2009) y Bélgica (Botterman, Hooghe y Reeskens, 2012); segundo, su aparición en los foros de intercambio internacional (Bussmann y Schneider, 2007; Bufon, 2011), y tercero, su adopción por instituciones como el bm (Colletta y Cullen, 2000; Alatas, Ghee y Kuroda, 2003; Ritzen, Easterly y Woolcock, 2010), el bid (Ferroni, 2006; Ferroni, Mateo-Berganza y Payne, 2007, 2008), la OCDE (Laiglesia, 2011) y la Cepal. Esta última, una institución que ejemplifica el quinto dilema de indefinición, por el que es complicado tener evaluaciones sobre cohesión social a lo largo del tiempo (Kropp y Lein, 2012), máxime cuando ni siquiera dentro de un organismo se mantienen las dimensiones para entenderla y las variables para medirla.
La Cepal incorporó el concepto de cohesión social de manera temprana, como una de las claves para la transformación productiva y la exigencia de equidad en los procesos de modernización (Lahera, Ottone y Rosales, 1995), es decir, vinculando el concepto a un objetivo político de desarrollo económico con inclusión que incidía en la dimensión de la desigualdad. Esta política condujo a asumirla como un fin dotador de contenido de las políticas sociales (Ottone, 2007), trasladable a indicadores de medición basados en un planteamiento teórico por el que, primero, había que localizar las distancias sociales en términos de ingresos, empleo, derechos y consumo; segundo, situar al Estado como un medio de corrección de esas distancias, vía las reglas democráticas, la normas, la operación en el mercado y las políticas públicas; y, tercero, ver a la cohesión social como un resultado dador de contenido de las políticas en términos de diversidad, capital social, valores, pertenencia y expectativas (Villatoro, 2017; Villatoro y Rivera, 2007) (tabla 1).
Componentes | Distancias | Mecanismos institucionales de inclusión/exclusión | Sentido de pertenencia |
---|---|---|---|
Dimensiones | Pobreza e ingresos | Sistema democrático | Multiculturalismo y no discriminación |
Empleo | Estado de derecho: Lucha corrupción Justicia y seguridad humana | Capital social y participación | |
Acceso a la protección social | Valores pro-sociales y solidaridad | ||
Consumo de bienes y acceso a servicios básicos | Expectativas de futuro y de movilidad social | ||
Acceso a la educación | Políticas públicas | Sentido de integración y afiliación social | |
Acceso a la salud | Operación del mercado | ||
Acceso a nuevas tecnologías |
Fuente: Villatoro (2017) y Villatoro y Rivera (2007).
El desarrollo de esta propuesta implicó, por un lado, posicionarla en el ámbito regional a través de las cumbres iberoamericanas y, por otro, contar con un medio de evaluación de las políticas aplicable en América Latina (Sojo y Uthoff, 2007; Feres y Villatoro 2010; Guerrero y Acosta, 2013). Sin embargo, también generó un debate sobre qué dimensiones entraban adecuadamente en la definición (Sorj y Martuccelli, 2008), lo que llevó a una revisión por parte de la Cepal de su planteamiento originario. De la medición de las distancias, la intervención estatal y los efectos en clave de cohesión, se transitó a un esquema teórico donde ésta se desarrollaba en una serie de “arenas” que transcurrían desde las relaciones micro a la macro-comunidad, marcando una serie de predictores sobre el acceso a esas arenas, y un diagnóstico sobre las dimensiones que posibilitan la inclusión en ellas (Márquez, 2010) (tabla 2), es decir, donde la cohesión social era un medio de competencia más que una finalidad del desarrollo y en el que las dimensiones para entender y las variables para medir el concepto pasaban a ser otras.
Arenas | Predictores | Dimensiones |
---|---|---|
Lazo social -relaciones micro- | Seguridad de acogimiento y reconocimiento | Familia Sociabilidad Confianza en el otro |
Arena ciudadana -objetivos compartidos- | Participación y estado de derecho | Representación Democracia Estado de derecho |
Arena mercado -relación del individuo con el sistema- | Consumo, trabajo y movilidad social | Movilidad social Acceso al consume Trabajo |
Arena protección -relación del individuo con el colectivo- | Bienestar y equidad | Salud Previsión |
Fuente: Márquez (2010).
Esta ruta ha podido promover el objetivo asumido por la Cepal, situándola como un espacio de debate teórico-institucional donde, por un lado, la cohesión ha sido trabajada en distintos campos como valores (Cepal, 2010), grados de institucionalización (Franco y Szêkely, 2010) y crecimiento económico (Bounomo y Yanes, 2013), aún sin ajustarse de modo estricto a los modelos anteriores, y, por otro, en el que la cohesión social sigue siendo objeto de revisión, lo que implica cambios y la reproducción de los ejercicios de compilación de los indicadores que usan las diversas instituciones para reconfigurar uno propio (Maldonado, Marinho y Robles, 2020), es decir, sin que haya un marco constante por el que se puedan ofrecer evaluaciones comparables a lo largo del tiempo. Por tanto, el último dilema, consiste en determinar si el grado de ambigüedad que el concepto manifiesta desde su desarrollo teórico y se reproduce en la investigación, facilita que su uso por parte de las instituciones tenga un contenido más legitimador que práctico. Frente a estas tres rutas de desarrollo del concepto y los seis dilemas de indefinición que se localizan en ellas, este trabajo se centra en resolver sólo uno de ellos a partir de la pregunta: ¿cuáles son las dimensiones definitorias y distintivas de la cohesión social?
Las ocho dimensiones de la cohesión social
La indefinición de la cohesión social es un hecho reconocido que se aborda desde el repaso de la producción científica e institucional, con especial atención a la recopilación de las dimensiones y variables que la pueden definir y hacer medible. Esta metodología puede adoptar dos sentidos: 1) de romper con la ambigüedad a partir de la construcción de una definición unívoca con contenido teórico y 2) asumir la ambigüedad para conformarse con entender al concepto tal y como es dimensionado y medido.
Dentro de la primera estrategia, el modelo inicial de medición de la Cepal contuvo una definición canónica, por la que la cohesión era entendida como el resultado de la relación dialéctica entre los mecanismos institucionales de inclusión social, y las percepciones y respuestas de la ciudadanía (Villatoro, 2017). Sin embargo, en un ejercicio más reciente, vinculado a otro ámbito institucional, la cohesión social se define como la posibilidad de articular acciones cooperativas no coactivas ni interesadas, al interior de los subgrupos, entre éstos y con la sociedad (Burns, Lefko-Everett y Njozela, 2018). Por tanto, con este par de ejemplos, podemos evidenciar que esta estrategia muestra fuertes divergencias en las definiciones adoptadas, con las dificultades que esto conlleva para asentar alguna de ellas y una teoría robusta que las soporte. Así que, frente a ella, queda asumir la ambigüedad y, por tanto, tratar de acordar las dimensiones definitorias de la cohesión sin pretender dar una definición unívoca ni ubicar al concepto en una lógica explicativa.
La segunda estrategia es la habitual en las investigaciones sobre cohesión, al momento que cada autor plantee sus variables de observación frente a algún antecedente y dentro de determinada perspectiva teórica; como es esperable, los repasos a la literatura inciden en aquellas dimensiones relacionadas con la ecuación de pertenencia subjetiva y objetiva, sin embargo, en nuestro caso, esta estrategia presumía tener resultados en cierta medida distintos ya que, por un lado, partió no sólo de un repaso a la literatura, sino de una recopilación bibliográfica previa y sistemática, cuyo objetivo era contar con un compendio lo más completo posible de la producción científica e institucional sobre cohesión en términos de sus variables (Corrochano, 2014); por otro lado, la disposición de este antecedente, permitió distinguir las tres rutas de desarrollo del concepto, desprender de ellas seis dilemas de indefinición y, en consecuencia, abordar la ambigüedad conceptual sin la pretensión de dar una solución global a un marco tan complejo como el descrito en el apartado anterior. Sin embargo, replicar -como conclusión de un ejercicio recopilatorio- a la ecuación de pertenencia subjetiva y objetiva, era no aportar nada nuevo al debate en su conjunto. Por último, el seguimiento de las tres rutas nos ha señalado como pista que, de modo marginal en la teoría, de manera crítica en la producción empírica, y con una presumible centralidad para las instituciones, la desigualdad aparece como una dimensión de la cohesión social que, cuando menos, complementaría a la ecuación de la doble pertenencia. A partir de aquí, retomamos una parte del ejercicio previo de búsqueda bibliográfica y lo actualizamos, bajo la hipótesis de que la desigualdad podía ser una dimensión no sólo definitoria sino distintiva. Sobre todo, si permite ser un elemento diferencial de la cohesión frente a los conceptos de “comunidad” y “capital social”.
La selección de las fuentes
El método para seleccionar las fuentes partió de un trabajo previo sobre el concepto de comunidad elaborado por Marzbali, Abdula, Abd y Javad (2014), basado en la recopilación de artículos publicados en revistas científicas, con muchas referencias y bajo el propósito de extraer de ellos las variables de medición de la comunidad. El resultado es una tabla que resume la variabilidad de las investigaciones (tabla 4), pero también el grado de acuerdo en las dimensiones definitorias una vez son ordenadas tal como mostraremos más adelante.
Referencia | Variables utilizadas |
---|---|
McDougall (1920) | Adscripción al grupo |
Bollen y Hoyle (1990) | Escala de cohesión percibida: sentido de pertenencia y sentido moral |
Bellair (1997) | Frecuencia de interacción con los vecinos |
Warner y Rountree (1997) | Compartir y ayuda a los vecinos |
Sampson et al. (1997) | Cohesión social y confianza, más eficacia social (voluntad de intervenir por el bien común) |
Greenberg and Rohe (1982) | Disposición a intervenir en una supuesta crisis |
Sampson y Groves (1989) | Red de amigos y participación en organizaciones |
Pattillo (1998) | Red social y control informal |
Bonaiuto et al. (1999) | Apego al barrio: sentimientos hacia la vecindad |
Rountree y Warner (1999) | Compartir y ayuda a los vecinos |
Morenoff et al. (2001) | Red de amigos, participación en organizaciones y eficacia colectiva |
Markowitz et al. (2001) | Cohesión percibida y confianza |
Browning et al. (2002, 2004) | Eficacia colectiva, intercambio de favores y frecuencia de interacción con los vecinos |
McCrea et al. (2005) | Confianza en el barrio, buena voluntad, reciprocidad, participación y amistad |
Schafer et al. (2006) | Frecuencia de interacción con los vecinos, compartir y ayuda a los vecinos |
Villarreal y Silva (2006) | Frecuencia de interacción con los vecinos |
Hipp y Perrin (2006) | Cohesión percibida: sentido de pertenencia y sentido moral |
Van Hooijdonk et al. (2008) | Cohesión percibida: sentido de pertenencia y sentido moral |
Franklin et al. (2008, 2009) | Cohesión percibida y confianza |
Comstock et al. (2010) | Eficacia colectiva y adscripción al grupo |
Steenbeek y Hipp (2011) | Eficacia colectiva y sentido de pertenencia |
Lindblad et al. (2012) | Eficacia colectiva y control social informal |
Kuipers et al. (2012) | Cohesión percibida: sentido de pertenencia y sentido moral |
Takagi et al. (2012) | Confianza generalizada, reciprocidad y redes |
Fuente: Marzbali, Abdula, Abd y Javad (2014).
Esta metodología fue replicada sobre el concepto de cohesión social (Corrochano, 2014), pero con una divergencia y una necesidad: la primera, es una mayor acotación temporal frente al ejercicio de Marzbali et al. (2014) , limitándose a trabajos más recientes, esto es, publicados desde 1997 en adelante. En segundo término, actualizamos el antecedente, que finalizaba la recopilación en 2014, añadiendo nuevos trabajos que completasen la búsqueda (tabla 5). Por último, hay que aclarar que las búsquedas se hicieron con la base de datos Scopus, para asegurar la calidad científica de los trabajos incorporados y conocer el número de citaciones de cada uno de ellos. Esto posibilitó trabajar sobre los 24 artículos de la búsqueda de Marzbali et al. (2014), teniendo en cuenta que se centra en el concepto solapado de comunidad, más los 24 de la búsqueda antecedente y 6 de su actualización, es decir, sobre un total de 54 artículos.
Referencia | Variables utilizadas |
---|---|
Sampson et al. (1997) | Reciprocidad, unión, confianza interpersonal, armonía, valores compartidos |
Kawachi et al. (1997) | Capital social: densidad asociaciones, confianza interpersonal, reciprocidad, recursos individuales y colectivos para acción colectiva |
Berkman et al. (2000) | Vínculos sociales, confianza, conflicto latente |
Forrest y Kearns (2001) | Valores compartidos y cultura cívica, orden y control social, solidaridad social y reducción de la desigualdad, redes y capital social, arraigo e identidad |
Muntaner et al. (2012) | Asociacionismo, participación, voluntariado, sociabilidad informal, confianza, clase social, género, raza, confianza institucional, reciprocidad |
Kawachi et al. (2004) | Capital social: eficacia colectiva, confianza, autonomía, control, sentido de pertenencia, reciprocidad e intercambio entre redes |
Hulse et al. (2005) | Desigualdades y diferencias, conectividad social, cultura, orden y control social, apego al lugar e identidad |
Heshmati et al. (2006) | Riesgo de pobreza, desempleo, dispersión regional del desempleo |
Berman y Phillips | Confianza (institucional e interpersonal), normas y valores (altruismo, |
(2004) | justicia social, comunitarismo y reciprocidad), redes (verticales, horizon- |
tales, corta-pega), identidad (nacional/europea, regional, comunitaria, | |
local), tolerancia (interpersonal) | |
Mujahid et al. (2007) | Capital social: ayuda, afabilidad, confianza, valores compartidos |
Van Kempen y Bolt (2009) | Seguridad, contactos, oportunidad de intercambio, sentido de pertenencia, redes flexibles y densas |
Green et al. (2009) | Valores y objetivos compartidos, sentido de pertenencia e identidad compartida, tolerancia y respeto, confianza interpersonal e institucional, cooperación cívica, participación cívica activa, respeto a la ley |
Livingstone et al. (2010) | Apego al lugar (proximidad, experiencia y percepción del delito, cambio y elección de residencia, contactos familiares y en la escuela, disponibilidad de redes, resilencia), rotación (contactos, familiaridad, interacción, percepciones de recién llegados, confianza, miedo). |
Ball et al. (2010) | Confianza en vecinos, sentimiento de unión con vecinos, disposición a ayudar, armonía, valores compartidos |
Cramm y Nieboer (2011) | Comprensión del rol, bienestar individual, comunicación, sentido de pertenencia, compromiso |
Hanibuchi et al. (2012) | Normas de reciprocidad, participación, sentimientos de solidaridad |
Botterman et al. (2012) | Normas y valores compartidos, orden social, inclusión/exclusión, capital social y redes, comunidades (apego) |
Demireva y McNeil (2012) | Confianza, participación, integración, posición socioeconómica, participación política |
Takagi et al. (2013) | Distancia social (ingresos, años residencia, origen, etapa de vida) |
Wickes et al. (2013) | Eficacia colectiva, vínculos, cohesión (sentido de pertenencia y compromiso) |
Sakip et al. (2013) | Sentido de pertenencia: membresía, influencia, refuerzo y conexiones emocionales |
White et al. (2014) | Visitar amistades, significado del barrio, consejo, ayuda, préstamo, cooperación, visita vecinos, conocidos (saludo) |
Hipp et al. (2014) | Vecindad (interacción, favores, información), sentido de pertenencia (formar parte, tiempo residencia, orgullo), cohesión (ayuda, unión, confianza y valores compartidos) |
Gau et al. (2014) | Control, cohesión (confianza, cercanía, reciprocidad, valores compartidos) |
Marzbali et al. (2014) | Eficacia colectiva, sentido de pertenencia, sentimiento moral de comunidad |
Hewstone (2015) | Contacto, diversidad, confianza y riesgos comunitarios, contacto intergrupal, confianza y percepciones de diversidad y riesgo social |
Veen et al. (2016) | Redes, relaciones en el vecindario y ayuda mutua |
Schiefer y Van der Noll (2017) | Relaciones sociales, sentido de pertenencia, orientación a un bien común, valores compartidos, desigualdad y calidad de vida |
McLeigh et al. (2018) | Ayuda mutua, confianza, unión, conflicto y diversidad de valores |
Liu et al. (2019) | Conocimiento del vecindario, confianza, reciprocidad, seguridad e interacciones |
Hikicho et al. (2020) | Confianza en la comunidad, normas de ayuda mutua y apego comunitario |
Fuente: elaboración propia.
La clasificación en ocho dimensiones definitorias
En un concepto que, siguiendo la lógica de las teorías de rango intermedio, se define como se mide, las variables de medición y las dimensiones definitorias serían equivalentes. Sin embargo, las variables enunciadas en las tablas 4 y 5 tienen expresiones concretas y traducibles a preguntas de cuestionario, por las que una misma variable puede ser definida-medida de formas distintas según la investigación. En este sentido, no hemos tratado de indagar qué alternativas de medición, fraseo de cuestionario y, por tanto, qué definición observable estaba detrás de las variables enunciadas en cada artículo, sino que las entendemos como la enunciación de dimensiones amplias, por las que las variables asumidas en los mismos términos pudieran ser agrupadas en una dimensión definitoria de la cohesión y compartida por distintos autores más allá de sus divergencias para medirla.
Hubo que ubicar las etiquetas reiteradas en las investigaciones como las de “pertenencia”, “participación”, “reciprocidad”, “confianza” o “valores”, y aquellas menos comunes, como las de “armonía”, “distancia” o “membresía”, para construir nuestras dimensiones clasificatorias-definitorias y poder ordenar este cúmulo de variables en ellas (tabla 6). En este ejercicio, había que tener en cuenta el solapamiento con los conceptos de comunidad y de capital social, de modo que la incorporación del ejercicio de Marzbali et al. (2014) sirve para contrastar las divergencias y similitudes entre la comunidad y la cohesión social; segundo, la presencia de autores integrados en agendas de investigación de alto impacto, como la de los epidemiólogos, donde sabíamos que el concepto de capital social se solapa al de cohesión (caso de los planteamientos de Kawachi et al. (1997) Kawachi y Kennedy (1997); Kawachi, Kim, Coutts y Subramanian (2004)), que la vertiente crítica añadía la variable desigualdad (Muntaner et al. 2012) y algunas derivaciones como la etnia (Diez-Roux, 2012), nos ubicaba al capital social como un concepto centrado en el asociacionismo y la confianza; y tercero, con estas advertencias, asumimos que lo importante era ordenar la producción en su conjunto y cuantificar las reiteraciones, para comprobar en qué medida y con qué grado de distinción la desigualdad era parte del concepto de cohesión social.
Dimensión | Variables incluidas |
---|---|
Reciprocidad y vecindad | Reciprocidad, vínculos sociales, sociabilidad informal, conectividad social, ayuda, afabilidad, compromiso, comunicación, consejo, ayuda, préstamo, visitas, cercanía, conocimiento, seguridad, interacciones |
Identidad y pertenencia | Adscripción, unión, arraigo, identidad, sentido de pertenencia, apego al lugar, rotación y cambio de residencia, comprensión del rol, significado del barrio |
Asociacionismo y participación | Densidad asociaciones, participación, voluntariado |
Confianza | Confianza interpersonal, confianza, confianza institucional |
Tejido social y redes | Recursos para acción colectiva, redes, eficacia colectiva, intercambio entre redes, cooperación, orientación a un bien común, buena voluntad |
Valores | Valores compartidos, cultura cívica, sentimiento moral |
Orden y conflicto | Armonía, conflicto latente, orden y control social, autonomía, diversidad. |
Desigualdad | Solidaridad social y reducción de la desigualdad, clase social, género, raza, desigualdad y diferencias, riesgo, riesgo de pobreza, desempleo, bienestar, inclusión/exclusión, integración, posición, socioeconómica, distancia social, calidad de vida |
Fuente: elaboración propia.
El resultado: la desigualdad como dimensión distintiva
El resultado de este ejercicio es (tabla 7):
1) Confirma el solapamiento existente entre los conceptos de cohesión, comunidad y capital social en la ecuación pertenencia subjetiva y objetiva; por lo tanto: a) las dimensiones de reciprocidad-vecindad, redes-cooperación e identidad-pertenencia, son reiteradas y compartidas por la cohesión social y la comunidad, de modo que serían definitorias de ambos conceptos; b) también tiene una elevada referenciación la confianza, asociada al capital social, sin embargo, el asociacionismo-participación apenas es un descriptor de la comunidad y la cohesión, y c) las dimensiones de valores y orden-conflicto, aunque también son compartidas por la cohesión social y la comunidad, parecen más descriptivas de la primera (tabla 7). En resumen, los conceptos de cohesión social, comunidad y capital social, se solapan en la ecuación de la pertenencia subjetiva y objetiva, sin embargo, frente al capital social, la cohesión social y la comunidad están más centrados en el tejido social informal que en el asociacionismo, y la cohesión tiene cierta distinción respecto a la comunidad al tratar más las dimensiones de valores y de orden y conflicto, aunque las compartan.
2) Más allá de las dimensiones que apelan a la doble ecuación de la pertenencia, la dimensión de la desigualdad no aparece cuando se conceptualiza a la comunidad, aunque puede ser agregada al concepto de capital social-cohesión como hace la corriente crítica de los epidemiólogos (Muntaner et al. 2012). Esto confirma parcialmente nuestra hipótesis, no sólo porque la desigualdad se asocie al capital social sino porque, junto al orden-conflicto al definir a la cohesión, son dimensiones menos reiteradas que aquellas que forman la ecuación de la pertenencia subjetiva y objetiva.
3) Si vemos los resultados finales, podemos concluir que la cohesión social es un concepto que se distingue del de comunidad por la dimensión de desigualdad y que, dada su capacidad abarcadora en la ecuación de la doble pertenencia, integra al capital social, incluida la posibilidad que éste se entienda junto a la dimensión de la desigualdad.
Dimensión | Elaboración propia | Marzbali et. al. (2004) | Total |
---|---|---|---|
Reciprocidad y vecindad | 25 | 10 | 35 |
Identidad y pertenencia | 17 | 8 | 25 |
Asociacionismo y participación | 6 | 2 | 8 |
Confianza | 16 | 5 | 21 |
Cooperación y redes | 16 | 11 | 27 |
Valores y sentimiento moral | 13 | 4 | 17 |
Orden y conflicto | 10 | 2 | 12 |
Desigualdad | 10 | -- | 10 |
Fuente: elaboración propia.
En síntesis, aunque el uso de esta dimensión sea minoritario en las mediciones sobre cohesión social, tiene un grado de distinción por el que su uso parece conveniente para: por un lado, tratarla como un concepto abarcador, especialmente frente al capital social y, por otro, evitar el solapamiento con el concepto de comunidad. Una posibilidad que, además, conecta la producción académica con la de las instituciones y, simultáneamente, puede limitar la ambigüedad.
La desigualdad como “la” dimensión institucional
El ejemplo del tratamiento del concepto de cohesión social por la Cepal mostró como la desigualdad era un elemento central en sus modelos de medición. Del mismo modo que su mención por la ue nos remite a diferencias sociales y territoriales. Lo que se confirma cuando observamos el modelo sobre el que la UE basa su noción de cohesión social, centrada en las tendencias vitales de los sujetos y, en particular, de los grupos vulnerables. Un tratamiento volcado en indicadores sociales donde, incluso, la ecuación definitoria de la cohesión social se ha diluido hasta no ser perceptible (tabla 8).
Tendencias | Conjunto | Áreas de vida | Grupos vulnerables |
---|---|---|---|
Condiciones de vida | Equidad derechos | Laboral | Pertenencia minoría |
Ingresos/poder adquisitivo | Migrantes | ||
Calidad de vida | Autonomía/Desarrollo personal | Vivienda | Niñez |
Salud/cobertura social | Mayores | ||
Nutrición | Dependientes | ||
Áreas de vida | Dignidad/reconocimiento de la diversidad | Educación | Mujer |
Información/comunicación | |||
Participación | Cultura |
Fuente: elaboración propia.
La preocupación de las instituciones por la desigualdad, cuando hablan de la cohesión social, aparece lógica en tanto el concepto es integrado en los objetivos de inclusión y de integración y, por tanto, en las políticas sociales. Sin embargo, la centralidad de este vínculo, y dada la ambigüedad en el manejo del concepto, puede producir una suerte de indefinición de la cohesión tal que, como también ocurre en el marco que Ferroni, Mateo-Berganza y Payne (2008) diseñó para el bid, la ecuación que define a la cohesión como una doble pertenencia desaparezca o se diluya, en este caso bajo una visión restrictiva del capital social limitado a la confianza (tabla 9).
Distribución de oportunidades | Incidencia de la pobreza | |
Índice Gini Tamaño de la clase media | ||
Gini educativo Movilidad intergeneracional | ||
Capital social | Efectos positivos | Conformidad con la ley |
Confianza interpersonal Confianza institucional Confianza en los políticos | ||
Efectos negativos | Conflicto laboral | |
Victimización | ||
Tasa de homicidios |
Fuente: Ferroni, Mateo-Berganza y Payne (2008) .
Esta disolución institucional del concepto, que redunda en la ambigüedad, puede ser justificada por el ajuste de los modelos a los datos macro disponibles, contrastando con otras propuestas más completas y capaces de captar información sobre pertenencia, como la de Jenson (2010) para la UNRISD (tabla 10); pero aquí no se trata de hacer un repaso sistemático a la producción institucional, sino de constatar como la desigualdad es la dimensión distintiva y casi definitoria de la cohesión social para las instituciones. De esta forma, través de ella conecta con aquellas investigaciones que la incluyen en el dimensionamiento del concepto, facilitando un punto de encuentro dentro de una ambigüedad por resolver cuando, como estamos evidenciando, ésta permite trabajar sobre la cohesión social a las instituciones sin comprender su doble ecuación de pertenencia, es decir, sus dimensiones definitorias.
Cohesión social como inclusión social | Acceso a recursos financieros | Coeficiente Gini |
Ingresos | ||
Pobreza | ||
Acceso a la actividad económica | Tasa de desempleo | |
Empleo informal | ||
Acceso a la educación y capital humano | Alfabetismo | |
Niveles educativos | ||
Acceso a la salud | Esperanza de vida | |
Mortalidad infantil | ||
Acceso a la tecnología | Población con acceso internet | |
Cohesión social como homogeneidad cultural y étnica | Porcentaje de nacidos en el extranjero | |
Fraccionamiento étnico | ||
Estado multilingüístico | ||
Cohesión social como confianza | Cuestiones sobre encuestas de opinión | |
Cohesión social como participación y solidaridad | Participación electoral | |
Asociacionismo (voluntariado) | ||
Donaciones caritativas |
Fuente: Jenson (2010).
A modo de conclusión
El tratamiento del concepto de cohesión social ha de ser capaz de enfrentarse a un debate complejo que redunda en su ambigüedad, para lo cual una buena estrategia puede ser la de aceptar esta condición y tratar de superarla, aun de modo parcial, a través de repasos sistemáticos a la producción existente en sus distintas rutas de desarrollo. En este trabajo, ese repaso se ha limitado a la producción científica, aun teniendo en cuenta la teórica y sobre todo la institucional, y haciéndolo sin pretender llegar a una definición canónica ni a la introducción del concepto en un marco teórico. Pese a estas limitaciones, se ha cumplido el objetivo de clarificar las ocho dimensiones definitorias de la cohesión social, bajo la certeza de estar trabajando sobre una concepción completa del concepto y capaz de evitar el solapamiento con la comunidad y el capital social. Las dimensiones son: en un plano subjetivo: la identidad y la pertenencia, la confianza, y los valores-sentimientos morales; en un plano de relaciones objetivables: la reciprocidad y la vecindad, el asociacionismo junto a la participación, y la cooperación y las redes. Además, a estos elementos que conforman la ecuación de la doble pertenencia por la que el concepto es aprehensible, pero por la que se solapa con el de comunidad y el de capital social, la cohesión añade el orden y conflicto, pero, especialmente, la desigualdad, que operaría como una dimensión distintiva y conectora del ámbito científico y el institucional.
La ambigüedad es una característica de la cohesión social, que aceptamos como punto de partida, y que ha podido ayudar a que éste se expandiera tanto en el ámbito científico como en el institucional al dotarlo de una elevada flexibilidad. Ahora bien, la ambigüedad puede transformarse en la carencia de un marco mínimo de entendimiento que acreciente los dilemas de indefinición del concepto hasta vaciarlo de su contenido. Frente a esta situación, es probable que no nos encontremos con el desarrollo de una definición canónica y una teoría aceptada de la cohesión que rompan con la ambigüedad. Pero con este trabajo hemos demostrado que es posible enfrentarse a ella, aun siendo de manera parcial, no sólo para establecer un resumen sistemático de las dimensiones usadas para definir al concepto y proponer a la desigualdad como una dimensión distintiva, especialmente en el ámbito institucional.