Introducción
Desde hace varias décadas las ideas en torno al concepto de patrimonio (Ibáñez et al., 2017), a los procesos de patrimonialización (Fontal, García e Ibáñez, 2015) y los agentes relacionados a éstos han sido objeto de debate y reflexión por parte no sólo de las instituciones, sino también de los ciudadanos y ciudadanas que de una manera u otra han visto en peligro la preservación de sus patrimonios y su identidad. En este caso, los propios individuos que comparten unas ideas, costumbres, tradiciones o territorios han sido quienes han generado más proyectos y propuestas sociales para la salvaguarda de sus patrimonios (Portolés, 2020).
Sin embargo, siguiendo a Adasme y Quinteros, creemos que “esas costumbres, creencias, mitos, muchas veces no son reconocidas por los sistemas educativos formales e institucionales quedando expuestas a su posible desaparición frente a la inexistencia de personas claves que lo reproduzcan a través de la oralidad u otros medios similares” (Adasme y Quinteros, 2018: 126), o incluso su representatividad, se ha limitado a ser una muestra sesgada y reducida al folklore. También, en algunos contextos rurales, el patrimonio cultural se ha visto como un problema ante el que las instituciones no han sabido cómo actuar, escudándose en la falta de recursos para su recuperación, conservación y transmisión, manteniendo su carácter de problema. En otros casos, por el contrario, se ha considerado tan sólo una nueva oportunidad de negocio, vaciando así la tradición cultural de estos pueblos para mostrar una idea del pasado irreal e idealizada (Andonegui et al., 2019). Pese a todo ello, en México, como en otras partes de Latinoamérica, aún prevalece la idea de que “el reconocimiento de lo indígena, sus saberes, su lengua, su cultura, es un asunto para ellos mismos y no para la población no indígena” (Leo y Cortés, 2017: 1).
Ante esta situación y frente a la ineficacia o inexistencia de acciones de las instituciones, en ocasiones resulta necesaria una acción impulsadora o un proceso de dinamización externo a esas instituciones estructurales que omiten la existencia de estos patrimonios o que son incapaces de gestionarlas desde un punto de vista fuera de lo económico o instrumental (Tenas, 2019). De este modo, nuevos instrumentos, como las comunidades patrimoniales, que enraízan con la tradición de los museos comunitarios se han erigido como pilares de estos procesos, siendo capaces de liderar dinámicas de procesos de patrimonialización propias, con base en los contextos territoriales en los que se desarrollan, además de convertirse en espacios educadores para lograr transformaciones sociales necesarias (Reyes y Mijangos, 2017).
Con relación a esta situación, este trabajo tiene como primer objetivo documentar la historia y evolución del Centro Comunitario Uj-Ja’ Síijo’ob. Así, se muestra un informe de las actividades desarrolladas y se recoge el trabajo realizado en este espacio dedicado a la educación y el patrimonio de la comunidad. El segundo objetivo busca conocer el impacto e influencia que el Centro Comunitario ha suscitado como posible articulador de una comunidad patrimonial. El tercer objetivo es servir como ejemplo de buenas prácticas en las acciones de los espacios comunitarios y su incidencia en la preservación del patrimonio cultural local.
Metodología
Este trabajo se basa en una recopilación de datos y actividades realizadas en el Centro Comunitario de Canicab que permiten conocer el nacimiento y desarrollo de este espacio educativo patrimonial, además de recoger las observaciones de la significación y transformación supuesta por el centro para la comunidad.
Por un lado, se ha realizado una revisión bibliográfica de las investigaciones publicadas sobre el Centro (Castillo y Mijangos, 2015; Mijangos y Castillo, 2012; Mijangos y Romero, 2006; Rejón, 2019; Reyes y Mijangos, 2017; Reyes, Mijangos y Castillo, 2015; Tenas, 2019), así como la tesis de Tenas (2016), que es clave en la documentación de la historia del Centro.
Por otro lado, se han recogido los datos de las observaciones participantes de Juan Carlos Mijangos Noh, fundador y coordinador del centro comunitario. Además, el coordinador es a su vez organizador y participante de las actividades y eventos que se relatan. Dichas observaciones se han hecho en la dinámica cotidiana de talleres, cursos, encuentros, congresos y actividades efectuadas por el centro comunitario de Canicab.
Así, se combinan los datos publicados hasta la actualidad con los del campo de trabajo recogidos no publicados. De esta manera, se ha documentado la experiencia personal de los voluntarios y fundadores del centro, tan necesaria para el conocimiento de la labor realizada en estas comunidades, y se ha completado un informe de actividades ya recogidas en las publicaciones citadas.
Comunidades patrimoniales: reconocerse y ser reconocidos en el contexto de la Convención de Faro
Las comunidades patrimoniales han generado un verdadero cambio y han dado una respuesta eficaz en diferentes contextos (Reyes y Mijangos, 2017), no sólo para reconocerse, sino también para ser reconocidos. Un instrumento muy interesante para conocer qué son las comunidades patrimoniales es el Convenio marco del Consejo de Europa sobre el valor del patrimonio cultural para la sociedad (CoE, 2005), más conocido como Convención de Faro, que se considera un hito para el reconocimiento del rol de las comunidades en la conservación y protección del patrimonio cultural, y que sentó las bases para un auténtico patrimonio participativo (Cimadomo, 2016; Lozano, 2019; Zagato, 2015). En ella, se establece por primera vez la definición de comunidad patrimonial, entendida como “una comunidad compuesta por personas que valoran aspectos específicos de un patrimonio cultural que desean conservar y transmitir a futuras generaciones en el marco de la actuación de los poderes públicos” (CoE, 2005: artículo 2). A esto, añadimos que las comunidades patrimoniales se basan en la horizontalidad, participación, desarrollo de vínculos emocionales e inclusión, generando procesos de reflexión y acción para mantener vivo el patrimonio cultural (Portolés, 2017a).
En este contexto, más allá de entender a los ciudadanos como observadores del patrimonio declarado por instituciones culturales o gubernamentales, los individuos comenzarán a ser entendidos como sujetos activos portadores de su patrimonio, fortaleciéndose la idea de las comunidades como repensadoras de su cultura, y generado una necesidad de reflexión acerca del valor y significado que cada comunidad atribuye a su patrimonio cultural (CoE, 2005). Por tanto, y asumiendo que somos “seres patrimoniales, y que nosotros somos quienes dotamos de valor, significado y marco al objeto a partir de nuestros vínculos emocionales, de nuestros recuerdos y experiencias” (Portolés, 2017b: 91), es deseable que las personas en comunidad sumemos una nueva mirada sobre el patrimonio.
En este marco, se entiende que las personas que conforman la comunidad son aquellas que resultan indispensables para abordar los problemas (Fernández, 2016) en una acción endógena, donde se postula el propio patrimonio como un instrumento de cambio. De hecho, por ello debemos “entenderlo como una práctica social con un alto potencial para ser instrumentalizada política y económicamente” (Sánchez y Jiménez, 2016: 188). Es decir, los patrimonios no alcanzan a ser considerados como tales hasta que se convierten en una herramienta en sentido ritual, económico o de cohesión colectiva, formando parte de la identidad comunitaria. Sólo así se puede lograr el paso a su preservación como algo valioso y es así como las comunidades patrimoniales adquieren la importancia en la transmisión de saberes y conservación de conocimientos de un grupo social (Figura 1).
En la Europa mediterránea, y unidos a la aplicación de la Convención de Faro, son numerosos los proyectos implementados bajo el marco de las comunidades patrimoniales, desarrolladas en municipios rurales y unidos al enfoque propuesto por Strategy 21 (CoE, 2015). Existen ejemplos de buenas prácticas, entre ellos encontramos el Proyecto Patrimoni de Castellón en España (Portolés, 2017b), en el que se trabaja con grupos locales de zonas rurales con graves problemas de despoblamiento, sobre el patrimonio cultural, con trabajos como la recuperación de la cultura del vino, la arquitectura de piedra en seco o los saberes tradicionales relacionados con la explotación hidráulica. En Italia, el caso del municipio de Fontecchio es relevante por su apuesta en la recuperación basado en el fomento de empleos y negocios además de un reforzamiento de la identidad local y recuperación del patrimonio como elemento de cohesión entre los vecinos (Piccioni, 2018). En el caso de Portugal, es destacable la labor realizada en Grândola (Mendes, 2012), donde se centraron en la recuperación del patrimonio industrial y la identidad minera de la zona (Andonegui et al., 2019).
Comunidades patrimoniales en Yucatán: preservación de la historia y cultura maya a través de los centros comunitarios
El estado de Yucatán constituye, junto con los de Oaxaca, Quintana Roo, Chiapas, Hidalgo y Campeche, una de las entidades en las que se concentra la quinta parte del total de población originaria del país, alcanzado 51.8% la presencia indígena en Yucatán (según los datos del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) del año 2016; citado por Leo y Cortés, 2017: 3). Las zonas rurales del país, donde se encuentra la mayoría de las comunidades indígenas, son las que mayores cambios han sufrido durante los últimos años, y donde mayores acciones se han desarrollado de manera comunitaria a falta de un apoyo institucional y gubernamental que fomentase el desarrollo de estas zonas.
En México, en la tradición de los museos comunitarios (Burón, 2012; González, 2016), aun no siendo estrictamente autodefinidos como tales, aunque si en sus funcionalidades, existen infinidad de proyectos de comunidades patrimoniales. Éstas vienen desarrollándose desde la década de 1990 en diferentes partes del país, funcionando como verdaderos centros de ejercicio del poder comunal (Camarena y Morales, 2009).
En este contexto geográfico, asociativo y cultural las comunidades mayas han sido uno de los elementos clave para la transmisión y conservación de la cultura y la historia propias, desarrollándose desde hace varias décadas proyectos de gran relevancia para la preservación de dicho patrimonio y unidos, en muchos casos, a propuestas de turismo alternativo (García de Fuentes, Jouault y Romero, 2015), como en Ek Balam (Guzmán 2007), Yokdzonot (Jouault, 2018) o Xohuayán (Rodríguez Martínez, 2017), entre otros.
En lo que se refiere a los saberes ancestrales de los mayas, la oralidad ha jugado un papel primordial, puesto que todos esos conocimientos que abarcan aspectos de la vida y la naturaleza son aportados por los propios habitantes de las comunidades y han ido transmitiéndose de generación en generación. La recuperación y documentación de dichos saberes es uno de los retos principales de los últimos años, desarrollándose así trabajos de investigación muy diversos, desde aquellos centrados en la educación y la lengua (Mijangos y Romero, 2006) hasta los que han recogido conocimientos etnozoológicos de los mayas (Cupul et al., 2019). No debemos olvidar que “el conocimiento indígena es holístico porque está intrínsecamente ligado a las necesidades prácticas de uso y manejo de los ecosistemas locales” (Toledo, 2003: 78), lo que ha generado una obligatoria transmisión de esos saberes para la supervivencia de las comunidades en sus territorios y muchas veces estas comunidades patrimoniales han estado vehiculizadas a través de instituciones locales, tipo museo comunitario o centro cultural.
Para el caso que nos afecta, tenemos ejemplos muy cercanos en la región de Oaxaca (Pierce, 1996; Sepúlveda, 2017) o Yucatán, como el Centro Alternativo de Desarrollo Integral Indígena (CADIN) en San Antonio Sihó, en Halachó (Montejo y Ulloa, 2020). Pero la experiencia que realmente ejemplifica el camino recorrido por la comunidad de Canicab es el proyecto de otra localidad yucateca: Yaxunah. Los fundadores del Centro de Canicab han tenido contacto con la organización de Yaxunah, el cual ha servido de fuente de inspiración.
Yaxunah, que significa “casa verde” en maya, es una de las localidades que más actividades de desarrollo comunitario ha acogido en los últimos años, desde múltiples acciones basadas en el voluntariado hasta proyectos de diferente temática impulsados por instituciones como la Universidad Autónoma de Yucatán (Falcón y Rojas, 2016; López, Ramírez y Rosado, 2016). Podemos establecer el comienzo de este proyecto en el Centro Cultural (Yaxunah Centro Cultural, 2018), que se inaugura en octubre de 2010, un lugar de exposición, reunión y estudio abierto a la comunidad, y que ha ido evolucionando y adaptándose a las necesidades de los pobladores. Siendo el Centro Cultural uno de los principales ejes de la comunidad, se desarrollan en Yaxunah otras propuestas de éxito que atraen a personas de todo el mundo, pero que han permitido a su vez afianzar los lazos de unión y sentido de pertenencia de la comunidad y propiciar a su vez un desarrollo económico y cultural sostenible (Ardren, 2018; Fisher y Ardren, 2020; Tegeler, 2016).
Uno de los proyectos más interesantes que encontramos en Yaxunah es su museo comunitario, que es “de” la comunidad y no elaborado “para” la comunidad (Red de Museos Comunitarios de América, 2019). Es decir, es una herramienta entendida como una posesión tanto física como simbólica de su patrimonio. En el museo del Centro Comunitario de Yaxunah se ofrece información sobre la zona arqueológica prehispánica, los rituales mayas tradicionales y las prácticas culturales actuales de los miembros de la comunidad (Yaxunah Centro Cultural, 2018).
Otra de las estrategias que han servido a este fin es el turismo comunitario, también relacionado con el turismo solidario, que es un “tipo de turismo que define a aquellos turistas que pasan parte de sus vacaciones ayudando a las comunidades receptoras” (López, Sancho y Millán, 2006: 31). Esta idea de “voluntourism” en Yaxunah (Tegeler, 2016: 47-52) aparece en confrontación con un tipo de turismo masivo de estrategia mercantilista y que ignora a los pobladores locales (Luque, 2004: 63). Es el turismo mercantilista que encontramos en la zona de Quintana Roo y parte de Yucatán, precisamente donde las comunidades mayas tienen una mayor presencia.
Todas estas acciones son necesarias porque, tal y como hemos definido previamente, este tipo de zonas rurales mayas se encuentran en un estado de desigualdad frente a otras comunidades mexicanas, con menos oportunidades de desarrollo y problemas de pobreza y marginalidad. Por ello, podemos afirmar que este proyecto no sólo pone en primera línea la problemática de una sola comunidad, sino que además ejemplifica el contexto de las zonas rurales mayas del estado de Yucatán.
El Centro Comunitario de Canicab: Uj-ja’ Síijo’ob
Canicab es una localidad rural maya que se encuentra en el municipio de Acanceh, en el estado de Yucatán, a unos 30 km de su capital, Mérida (Figura 2). Según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía de 2010, tiene 758 habitantes de los cuales 91% es población indígena (INEGI, 2010).
![](/img/revistas/ecm/v61//0185-2574-ecm-61-257-gf2.png)
Figura 2 Localización de Canicab (https://www.google.com/maps/place/Canicab,+Yuc.,+M%C3%A9xico/data=!4m2!3m1!1s0x8f5662fbfc2d89ab:0xd9bea9c9f1737f34?sa=X&ved=2ahUKEwiSrMLKl7LvAhUG3xoKHRDQAAsQ8gEwAHoECAMQAQ).
En este entorno geográfico, la cultura maya se encuentra en todos los aspectos de la vida de sus habitantes, desde las costumbres y tradiciones hasta la lengua y la gastronomía, pero las tradiciones y saberes mayas están en grave peligro de desaparición (Reyes y Mijangos, 2017). La caída de la agroindustria henequenera, de gran importancia en la localidad hasta comienzos del siglo XX, supuso un gran cambio en sus habitantes y sus modos de vida, siendo una de las causas de los cambios en el municipio, aunque no la única. Desde la segunda mitad del siglo XX, habitantes de diferentes zonas rurales de Yucatán se trasladaron por cuestiones laborales a ciudades como Mérida o Cancún. En el caso de Canicab, la inmensa mayoría de sus pobladores trabaja en Mérida o Acanceh.
Sobre los saberes ancestrales y las tradiciones mayas, el pensamiento occidental de las nuevas generaciones ha ido transformando la propia comunidad canicabense. En la actualidad la localidad ha sido clasificada por el Consejo Nacional de Población (CONAPO) como lugar de alta marginación, además de encontrarse su población en una situación de rezago educativo acusado desde hace una década (Reyes y Mijangos, 2017). Según los últimos datos del INEGI (2020), 37.73% de los habitantes de Canicab de más de 15 años de edad no concluyeron la secundaria. En números absolutos significa que, de 326 personas con más de 15 años, 123 no han concluido la secundaria.
Tenas define Canicab como “una comunidad maya que vive en la tensión cultural e identitaria, entre las orientaciones culturales propias que significan el mundo y los elementos culturales que canaliza la ciudad, inmersa en dinámicas modernas y posmodernas” (Tenas, 2019: 92).
En este municipio, en línea con la experiencia de Yaxunah, se abrió en el año 2012 el Centro Comunitario de Canicab bajo el nombre Uj-Ja’ Síijo’ob, ‘el renacimiento del agua y la luna’, pues desde el principio se tenía la mira puesta en que el sitio se convirtiera en un lugar donde las ideas y las acciones pudieran fluir de forma libre y espontánea.
La idea de este centro nace a partir de un grupo de voluntarios, muchos de ellos vinculados a la comunidad universitaria -principalmente la Universidad Autónoma de Yucatán- y otros colaboradores tanto locales como extranjeros que participan en el proyecto de manera continuada o mediante acciones puntuales. Como parte de esos voluntarios pertenecen a la universidad, las familias de Canicab conocen el centro coloquialmente como “La UADY”, aunque esta iniciativa surja fuera del organismo oficial y con total autonomía de dicha institución. Con el centro, se pretende crear un espacio de reunión activo para la comunidad, donde se den procesos de identización hasta ese momento olvidados, y se convierta en un “espacio-territorio de aprendizaje en colectivo” (Reyes, Pech y Mijangos, 2018: 231) y de participación comunitaria desde un enfoque crítico (Tenas, 2016: 102). En el contexto de la identización, el objetivo es generar identidades positivas, donde las identidades étnica, local o rural no son excluyentes unas de otras, puesto que también son yucatecos, mexicanos, latinoamericanos e indígenas.
Todo ello mediante un acompañamiento externo (Reyes, Mijangos y Castillo, 2015: 42) que da muestra de la mencionada necesidad del impulso para el desarrollo de este tipo de proyectos; es decir, del apoyo de instituciones o grupos a priori ajenos a la comunidad local que puedan acompañar, que no dirigir, a los pobladores implicados.
De este modo, se pretende trabajar para mejorar la educación de Canicab y, por consiguiente, del pueblo maya yucateco (Tenas, 2019). Se trata de un proyecto comunitario donde la educación y el patrimonio han sido ejes clave y generadores de cambios entre los pobladores de Canicab, pues el Centro Comunitario nace como un espacio abierto a la comunidad, no sólo física o conceptualmente, sino como un entorno de convivencia común, en el que los pobladores pudiesen reunirse y desarrollar en conjunto actividades de diversa índole fortaleciendo así su sentido de pertenencia e identidad. Es decir, es más que un espacio físico, donde el objetivo es la preservación y difusión de la cultura maya a generaciones futuras.
Durante la implementación del proyecto en Canicab se detectaron algunos problemas incipientes, que ha habido que afrontar de manera progresiva, como la necesidad de apoyo académico extraescolar, la ausencia de vinculación a su cultura y lengua maya, y la falta de cohesión social y participación comunitaria por parte de diferentes agentes (Reyes y Mijangos, 2017; Reyes, Pech y Mijangos, 2018).
Tal y como recoge Tenas (2019: 61-62) el Centro Comunitario partió de unos objetivos establecidos que han ido ampliándose en los últimos años, en los que se han incorporado nuevos proyectos.
Tabla 1 Objetivos iniciales del proyecto del Centro Comunitario (Tenas, 2019: 61-62).
Objetivos iniciales del Centro Comunitario | |
---|---|
1 | Creación y puesta en función de un espacio transdisciplinario de interpretación etnoecológica para la educación de niños, niñas y personas adultas. |
2 | Conocer la situación de la lengua maya en Canicab y contribuir a su recuperación entre los niños de la comunidad. |
3 | Crear un espacio de convivencia para niños y mujeres. |
4 | Apoyo extraescolar de formación en lengua extranjera a estudiantes de primaria. |
5 | Crear un blog gestionado colectivamente por estudiantes de secundaria. |
6 | Acompañar el proceso de formación para el bachillerato de jóvenes de 18 a 24 años. |
7 | Generar un espacio de reflexión acerca de temas específicos mediante la visua lización y análisis de material cinematográfico. |
Como hemos adelantado, era necesario ofrecer un apoyo académico extraescolar a los niños de la comunidad, así como un espacio de educación no formal que permita el conocimiento de su cultura fuera del contexto escolar. En México en general, y en Yucatán en particular, existen entre los grupos indígenas problemas de acceso a la educación, y mucho más si es de calidad, (Mijangos, Canto y Cisneros, 2009), por lo que en muchas ocasiones se ha optado por estrategias que se adapten a los diferentes contextos en busca de una solución eficaz a esta situación, como es el caso de las escuelas zapatistas de Chiapas (Baronnet, 2010; 2011). En Canicab, el problema clave es el bajo nivel académico de los niños de educación básica, para cuyo remedio se pusieron en marcha diferentes clases extraescolares de apoyo para poder completar así la escasa formación escolar. A este respecto, también debemos añadir la ausencia de una educación en consonancia con la identidad de los propios niños y jóvenes de las zonas rurales mayas (Mijangos y Romero, 2006).
También se detectó una falta de vinculación de los habitantes con su propia lengua. En este punto es importante hacer notar que las propuestas educativas desarrolladas se encuentran frente a un marco de fuerte discriminación hacia la lengua (Mijangos y Castillo, 2012). En el Centro Comunitario de Canicab, sin embargo, se parte de algunas ideas que tienden a favorecer el aprecio por el patrimonio cultural maya, tangible e intangible. En ese sentido, se pretende que el Centro Comunitario sea un terreno libre de discriminación y/o asimilación en relación con la cultura dominante. No se asume, sin embargo, una posición doctrinaria o esencialista respecto de la cultura maya, ya que el patrimonio y el aprecio por la cultura maya deben ir de la mano con el desarrollo de relaciones sociales y culturales justas.
Experiencias y actividades desarrolladas en el Centro Comunitario
El proyecto, que sigue actualmente en marcha, ha tenido objetivos muy diversos, encontrándose diferentes etapas en su desarrollo (Figura 3).
Tras la inauguración en 2012 y una vez construidos los espacios básicos para el funcionamiento del Centro, se desarrolla el primer proyecto: la gestión y ejecución del programa “Creación de un jardín etnoecológico, que desde su creación sirvió para la educación de niños y adultos de la localidad” (Reyes y Pech, 2020: 38). Este proyecto, operado con fondos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), sirve para hacer un ejercicio de recuperación de los saberes etnobotánicos de las personas ancianas de Canicab (Castillo y Mijangos, 2015: 220), así como para configurarse como punto de partida para los trabajos de investigación en patrimonio y comunidad.
Ese año se celebra en Canicab el Primer Verano de Investigación, con la participación de estudiantes universitarios de diferentes partes del país, evento que se instaurará y repetirá anualmente. Estos alumnos organizarán las primeras actividades educativas dirigidas a niños y madres de familia de la localidad, como cursos de lengua maya o repostería, así como eventos deportivos y culturales. Además, poco a poco se irán incorporando al proyecto investigadores de todas partes del mundo, que plasman sus trabajos en tesis de licenciatura, máster o doctorado, u otras publicaciones (León, 2015; Tenas, 2016, 2019).
Como proyecto destacable relacionado con la recuperación de la historia de Canicab y de los saberes mayas encontramos Historia oral de la hacienda de Canicab. Aquí se combina el estudio basado en proyectos, en el que los educandos deben realizar entrevistas y recoger los testimonios orales de los habitantes de la comunidad, utilizando además otro tipo de fuentes históricas (documentos, fotografías) para conformar la memoria de la hacienda de Canicab (Tenas, 2019: 81-82). A partir de lo recogido mediante este proyecto se crea, junto con los estudiantes de secundaria de Canicab, el blog “La hacienda de Canicab” (Tenas, 2016, 2019). 1 Este blog sirve además como centro de difusión de noticias relacionadas con la comunidad, desde el año 2013 hasta el 2015.
Tal y como hemos mencionado, la educación ha sido desde el comienzo una de las claves principales del desarrollo de la comunidad y eje del proyecto del Centro Comunitario. En 2013 se organizan clases de inglés para los niños de primaria, en 2014 un grupo de jóvenes y adultos de Canicab inician la preparatoria abierta, y en 2015 se inicia un proceso de alfabetización inicial con niños de preescolar y primaria de Canicab, que continuó hasta el año 2018. En el año 2016 se realizó un taller de fotografía.
Debemos destacar un hito que sin duda incide no sólo en el proyecto del centro cultural, sino en la propia vida de Canicab. En noviembre de 2017 se celebró en la localidad el V Congreso Internacional de Socialización del Patrimonio en el medio Rural2 (SOPA17, 2017), un hecho que marcó un antes y un después en los habitantes de la localidad. Ese mismo año comienza, además, la grabación de un documental sobre la vida en la comunidad, dirigido por Nathaniel Dennison, de Through My Eyes Foundation, en colaboración con un grupo de jóvenes canicabenses (Dennison, 2018).
Desde 2017, y con una serie de actividades ya afianzadas, se trabaja en la investigación y desarrollo de nuevas acciones de cohesión e identización dentro de la comunidad, siendo la educación patrimonial uno de los pilares fundamentales sobre los que se va trabajando. Entre las actividades desarrolladas se realiza un taller de nutrición por y para mujeres, lecturas de cuentos para niños, creación de un huerto propio en la comunidad y actividades de Museo Móvil donde un historiador llegó a impartir una sesión para niños.
Un nuevo hito se produce entre mayo y junio de 2019, cuando en un ejercicio de empoderamiento cultural se organiza y efectúa el “Primer Encuentro de Mujeres Mayas en Canicab” (Rejón, 2019). En este encuentro se reunieron mujeres de los municipios yucatecos de Acanceh, Sanahcat, Peto, Teabo, Mérida, Kinchil, Halachó y Seyé para discutir temas de patrimonio cultural, discriminación, violencia intrafamiliar, identidad y adicciones. Los temas fueron seleccionados por las mujeres canicabenses que participaron en la organización del encuentro. Como parte del evento hubo conferencias, proyecciones de video, talleres, conversatorios y actividades artísticas (Montejo y Ulloa, 2020). De este modo, el proyecto de Canicab se unía a la trayectoria de programas de desarrollo en zonas mayas en las que las protagonistas son las propias mujeres de la comunidad (Rubio, 2018).
Finalmente, en enero de 2020 se presentó el libro Practicar la interculturalidad en la escuela. Experiencias en una comunidad maya de Yucatán (Tenas, 2019), cuyo autor hizo la presentación en colaboración con el respetado miembro de la comunidad Víctor Kantún, flanqueados por Eduardo Puch Chan, coordinador logístico del Centro Comunitario, y Juan Kú director de la escuela secundaria donde se efectuó el estudio, dando idea de la dimensión comunitaria y cultural de la acción. Por primera vez, se presentó un libro que, en su parte central, explica el proceso de creación de un proceso de recuperación de la memoria histórica de Canicab.
En la actualidad, el trabajo del Centro se orienta al fortalecimiento de la percepción de los niños y demás habitantes de la comunidad respecto de su patrimonio histórico y cultural tangible e intangible. Para tal efecto se han planificado visitas a la comunidad de un museo móvil en el que se presenten piezas de la cultura popular yucateca, charlas sobre las haciendas henequeneras de finales del siglo XIX y principios del siglo XX y sobre las haciendas de Canicab, principal industria canicabense hasta su abandono a mediados del siglo XX (Tenas, 2019). También se están programando visitas guiadas a los sitios arqueológicos maya-prehispánicos de Acanceh y ruinas de Aké, y se están preparando nuevas lecturas de cuentos infantiles sobre mitos, leyendas e historia del pueblo maya, aunque lamentablemente, debido a la situación de pandemia mundial, la actividad del Centro Comunitario ha debido paralizar su actividad desde marzo de 2020, impidiendo el desarrollo natural de estas propuestas.
Conclusiones y líneas de futuro
El proyecto comunitario desarrollado en torno al Centro Uj-Ja’ Síijo’ob, articulado en torno a la comunidad patrimonial de Canicab, se ha demostrado como un elemento vertebrador de la comunidad local, convirtiéndose en elemento tractor de una voluntad identitaria en torno a su patrimonio cultural e histórico, tal y como han observado los fundadores y voluntarios del centro durante los últimos años. Las actividades desarrolladas en él han supuesto un espacio enriquecedor no sólo en el ámbito personal y profesional de las personas involucradas, sino que se ha convertido en campo de estudio y en origen de investigaciones científicas para muchos estudiantes tanto del propio estado de Yucatán como extranjeros, lo que ha propiciado conocer nuevos escenarios sobre los que trabajar, así como la apertura de nuevas vías de actuación en pro de la comunidad de Canicab, aportando el factor validatorio del interés externo que ha reforzado la autoestima de la identidad local.
Desde la comunidad se ha podido dar respuesta a una necesidad primordial, siendo ésta la formación académica complementaria a la escuela bajo los valores culturales y fomento de la lengua indígena, aunque todavía falta establecer puntos de unión y trabajo en coordinación con el colegio del municipio para poder trabajar en conjunto desde una perspectiva de realidad sociocultural concreta. También se ha fomentado el uso de la lengua maya, implicando esto un elemento indispensable para la formación de identidad colectiva maya. El objetivo futuro es que la lengua maya, como elemento intrínseco del patrimonio y de la identidad, siga siendo una de las claves de la educación del Centro Comunitario. De manera particular es importante señalar que las relaciones horizontales que se viven y promueven en el Centro Comunitario han permitido a los niños y niñas, y a las mujeres, interactuar con equidad con personas de diferentes antecedentes e identidades culturales.
Además, desde el despertar de la autoconciencia patrimonial, más allá de la pertenencia a la comunidad que supusieron las sesiones del congreso SOPA, los y las canicabenses pudieron ver que su comunidad y lo que en ella pasaba era de interés para personas llegadas de diferentes países, lo que ayudó, por factor externo, a descubrir y autoafirmarse en el valor patrimonial de la comunidad, que se encontraba dormido. Del mismo modo, se ha trabajado en la valoración de aspectos específicos del patrimonio cultural maya y transmitido a las futuras generaciones. Como señala Portolés (2017a), se ejerce la participación horizontal y se desarrollan procesos de reflexión y acción para mantener vivo el patrimonio cultural. Asimismo, puede atisbarse como un principal cambio cultural e identitario la promoción de la conciencia como mayas, el derecho a serlo en igualdad de condiciones con todas las personas de diferente cultura e identidad.
En cuanto a las futuras líneas de actuación, se han establecido algunas pautas que se observan como ejes indispensables del desarrollo de la comunidad de Canicab y, por lo tanto, de la labor realizada en el Centro Comunitario. Por un lado, aún existe mucho trabajo que realizar para la implicación de todos los agentes vinculados a la propia comunidad, siendo hasta ahora los niños, principalmente, los protagonistas en las acciones realizadas en el municipio, y en menor medida algunas madres. Sin embargo, aún encontramos agentes que no participan en las actividades propuestas en el Centro Cultural, ya que perciben como algo ajeno a ellos todo lo relacionado con las actividades que allí se llevan a cabo.
El cuanto al desarrollo sostenible de Canicab, la comunidad y la identidad serían causa y producto de los procesos de innovación social y de la puesta en valor del patrimonio. Es decir, se ve en ellos una interacción dialéctica que se debe poder explicar sobre la base de las evidencias proporcionadas tanto en el caso de Yaxunah, como en el de Canicab. En esos contextos, el museo en Yaxunah y las actividades de educación no formal en Canicab y Yaxunah cumplen con los elementos que describen a las innovaciones sociales, mientras que sirven para la puesta en valor del patrimonio y la construcción de la comunidad, lo cual es francamente visible en ambos casos de estudio, aunque más evidente en el caso de Yaxunah.
Por tanto, y ante esta situación, el desarrollo de la educación patrimonial se avista como clave del futuro para seguir avanzando en el desarrollo de la comunidad de Canicab, donde ya se han comenzado a establecer los primeros pilares que han generado un sentido de pertenencia e identidad antes abandonado.
Para finalizar, debemos mencionar que existe un problema de fondo que no se ha podido resolver en relación con mantener una economía política que sostenga estructuralmente los procesos identitarios: ¿el turismo sería una alternativa?, ¿la modernización de una agricultura orgánica de subsistencia sería otra? En ese campo todavía existe mucho por avanzar, ya que mantener económicamente estos procesos será también una de las claves de su éxito y está ligado inevitablemente al aspecto político. Todo ello tendrá lugar en los próximos y, esperemos, fructíferos años de trabajo en Canicab.