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Perfiles educativos
versión impresa ISSN 0185-2698
Perfiles educativos vol.33 no.132 Ciudad de México ene. 2011
Claves
El crecimiento del campo de la investigación educativa en México. Un análisis a través de sus agentes
The growth of the field of education in Mexico: An analysis through its agents
Alicia Colina Escalante*
* Doctora en Educación. Catedrática e investigadora de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, Facultad de Ciencias de la Educación y Posgrado en Educación. CE: colinaescalante@hotmail.com
Recepción: 18 de marzo de 2010
Aceptación: 12 de octubre de 2010
Resumen
El presente trabajo forma parte de una investigación más amplia del campo de la investigación educativa en México, por lo que la información que se presenta en este artículo se limita a reportar parte de la información recabada sobre el crecimiento del campo en relación al número de investigadores que se han incorporado al mismo en los últimos ocho años. La investigación realizada trata de aportar conocimiento sobre la estructura y dinámica del campo de la investigación educativa (IE) a través del análisis del aumento del número de investigadores que lo integran en todas las entidades federativas del país. En el presente trabajo también se analizan brevemente los orígenes del campo de la investigación educativa en México y el número de agentes que pertenecen al Consejo Mexicano de Investigación Educativa y al Sistema Nacional de Investigadores.
Palabras clave: Investigación educativa, México, Investigadores, Productividad, Reconocimiento profesional.
Abstract
This paper is part of a wider research on the field of education in Mexico, this is why the information it contains only reports part of the data gathered about the field's growth with regard to the number of researchers who have been joining it during the last eight years. The final purpose of this research is to obtain specific knowledge about the structure and the dynamics of the field of Educational Research (Investigación Educativa, IE) thorough the analysis of the number of researchers who make it up in the whole country. In this article the author also offers an analysis of the origins of the field of educational research in Mexico and of the number of agents who belong to the Mexican Council of Educational Research (Consejo Mexicano de Investigación Educativa) and to the National Researchers System (Sistema Nacional de Investigadores).
Keywords: Educational research, Mexico, Researchers, Productivity, Professional recognition.
INTRODUCCIÓN
Todos los campos científicos poseen identidades reconocibles y atributos culturales particulares (Becher, 2001). Reconocer las formas que toman esas identidades y atributos dentro del campo de la investigación educativa (IE) permite no sólo ampliar el conocimiento sobre el mismo, sino conocer la manera en que los investigadores en activo en el campo impactan y conforman dicho campo (Wenger, 2001). Por lo tanto, el hecho de que sean tan pocas las investigaciones que profundizan en la dinámica del campo de la IE justifica la necesidad de actualizar los datos existentes y analizar detalladamente la dinámica y el crecimiento del mismo en los últimos diez años. Esto último nos lleva no sólo a conocer en dónde están y cuántos son los investigadores en educación en México, sino también detectar y reportar cuáles han sido los cambios en estos últimos diez años sobre los requisitos de entrada al campo de la IE; cómo logran cumplir los investigadores con las reglas del juego que les permiten incorporarse al mismo y adquirir los capitales de poder para aportar conocimientos y obtener el reconocimiento de sus pares; y cómo se construye la identidad del investigador en educación (Colina, 2008) que conlleva a un desarrollo de habitus (Bourdieu, 1999) capaz de permitir la socialización a través de redes (Colina, 2009) y de la pertenencia a asociaciones especializadas nacionales e internacionales.
En el presente trabajo se reporta el crecimiento del campo en relación al número de investigadores en educación que son reconocidos como tales por asociaciones relacionadas con la IE o por laborar en instituciones o centros de investigación como investigadores en educación y mostrar una participación activa en el campo.
METODOLOGÍA
La construcción del objeto de estudio se llevó a cabo a través de una metodología descriptivainterpretativa; primero se realizó una búsqueda, vía Internet, de las principales instituciones de nivel superior del país que cuentan con centros, departamentos o líneas de investigación en ciencias sociales y/o de la educación, localizando e identificando a aquellos investigadores cuya producción reportada está relacionada con el campo de la IE; asimismo, se buscó la coincidencia de sus nombres con aquellos que aparecen en otras bases de datos (Colina, 2002; SNI, 2009; COMIE, 2010; CONACyT, 2009) con el fin de detectar su pertenencia o no al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y al Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE). Cuando alguno de ellos no aparecía en las bases de datos anteriormente mencionadas se buscaba la producción reportada con sus nombre en la base de datos del Índice de Revistas de Educación Superior e Investigación Educativa (IRESIE), con el propósito de identificar sus líneas de investigación y así incluirlos o no como investigadores en educación. La creación de una base de datos con toda la información recabada permitió realizar un análisis heurístico de la misma.
Con el fin de conocer cuándo y cómo se comienza a sentir un investigador en educación como tal, y cómo vive, piensa y siente su profesión, se han realizado a la fecha 30 entrevistas con informantes clave, elegidos a través de un muestreo teórico (Trinidad, Carrero y Soriano, 2006) tomando en cuenta, además, el consentimiento informado así como los criterios de heterogeneidad y accesibilidad.
ANTECEDENTES DE LA FORMACIÓN DEL CAMPO DE LA IE
El Instituto Nacional de Psicopedagogía (INP), fundado por la Secretaría de Educación Pública (SEP) en 1936 y convertido en 1970 en el Instituto Nacional de Investigación Educativa (INIE), es para muchos normalistas el origen histórico de la investigación educativa en México, sin embargo, no todos los investigadores reconocen este hecho como tal, debido a que se cuestionan si la producción que se daba en esa época era realmente IE. En realidad, las escasas referencias bibliográficas de esa época indican que la investigación que el INP asumía tenía la perspectiva antropométrica de la pedagogía de los años treinta. Los datos analizados y reportados por Rubio, Safa y Torres (1982) con respecto a la producción intelectual lograda durante la existencia del INP (19361970) indican, entre otras cosas, que dicho instituto mantuvo durante 15 años (de 1947 a 1961) una revista, logrando publicar en dicho periodo 59 números. Los artículos publicados consistían principalmente en temas relacionados con la antropometría, la fisiología y la pedagogía, temas basados en las teorías organicistas y mecanicistas en boga en ese entonces. Sin embargo, resalta el dato de que sólo 25 por ciento de los artículos publicados corresponde a informes de investigación (parciales o finales y a proyectos de investigación).
Por otro lado, la creación del Centro de Estudios Educativos (CEE), fundado en 1963 por Pablo Latapí Sarre, debido al tipo de estudios que produce así como por tratarse de una idea original en México (se constituye en un centro de investigación respaldado por una orden religiosa los jesuitas y por la iniciativa privada organizada), marca el inicio de una nueva etapa de la investigación educativa, etapa que muchos investigadores señalan como los orígenes de la IE en México. Es decir, mientras que los estudios del INP se realizaban sobre las medidas de los niños mexicanos para construir mobiliario escolar adecuado a las distintas edades, y aunque en su etapa final trabajaba temas de didáctica, psicotécnica y evaluación del aprendizaje a través de pruebas objetivas, el CEE, en cambio, instaló la tradición de preguntarse sobre el resultado de la educación con grupos desprotegidos, marginales, lo que lo llevó a trabajar sobre la eficiencia del sistema escolar. Posteriormente, esto le permitió tener importantes contratos con la SEP e influir en las políticas educativas (Díaz Barriga, 1998). Este inicio se vio fortalecido con la fundación y desarrollo de otras instancias, como el Centro de Didáctica del la UNAM, la Comisión de Nuevos Métodos de Enseñanza (CNME)1 en 1969 y el Departamento de Investigaciones Educativas (DIE) del Instituto Politécnico Nacional en 1971 (Gutiérrez, 1999:31,32).
Más tarde enriqueció este campo la creación del Centro de Estudios Sobre la Universidad (CESU)2 y el Centro de Investigaciones y Servicios Educativos (CISE),3 particularmente al incorporar este último, en 1979, cursos sobre metodología de investigación educativa en el Programa de Especialización para la Docencia que venía ofreciendo. De igual modo contribuyeron la creación de la Maestría en Ciencias con Especialidad en Educación del DIE del CINVESTAV en 1975 y la Maestría en Educación de la Universidad Iberoamericana en los ochenta (Díaz Barriga, 1996: 60).
En el desarrollo de la IE en México destacan, además, los siguientes acontecimientos: la creación del Programa Nacional Indicativo de Investigación Educativa del CONACyT, la creación del Sistema Nacional de Investigadores en 1984, el primer Congreso Nacional de Investigación Educativa (1981) impulsado por Pablo Latapí, bajo los auspicios del CONACyT y la SEP y, a partir de éste, la conformación del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE)4 y los Congresos Nacionales de Investigación Educativa que a partir de 1993 se realizan cada dos años. Sin duda, el hecho de valorar el desarrollo que han tenido dichos congresos en el transcurso de estos últimos diez años es uno de los aspectos que permite observar y constatar el crecimiento del interés de los docentes de todos los niveles educativos por la investigación. Sin embargo, no es ésta la línea de investigación que abordaremos en esta ocasión.
Otro de los factores que se debe tomar en cuenta cuando se quiere comprender la dinámica del crecimiento del campo de la IE en relación a sus agentes, es el papel que han tenido los posgrados en ciencias sociales y de la educación, especialmente los doctorados, en la formación y consolidación del profesional de la investigación. Aunque en el presente documento no se profundizará en el tema, si se debe considerar el hecho de que a partir de los años noventa, el CONACyT, a través de la creación del Padrón de Posgrados de Excelencia, actualmente denominado Padrón Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC), establece una serie de indicadores que orientan a las instituciones de educación superior con capacidad y disponibilidad para competir y lograr los beneficios de acreditar programas de posgrado claramente orientados a la investigación (Díaz Barriga, 2009).
El análisis del desarrollo de dichos posgrados desde la perspectiva del crecimiento del campo en relación a sus agentes se debe centrar no sólo en la calidad de los posgrados para formar investigadores, sino también en la localización geográfica de los mismos y por lo tanto en la relación existente entre el número y calidad de posgrados en los diferentes estados de la República y el número de investigadores integrados al campo que producen conocimiento.
EL CRECIMIENTO DEL CAMPO A TRAVÉS DEL NÚMERO DE INVESTIGADORES
Los datos encontrados indican que los investigadores con más antigüedad en el campo de la IE sitúan sus inicios a mediados de la década de los sesenta. Durante los siguientes 15 años, cerca de 20 investigadores impulsaron la conformación y crecimiento del mismo. Se trataba de un grupo que de manera incipiente realizaba IE. Los diagnósticos que formulaba la SEP a finales de los años setenta permitían observar que más de 80 por ciento de quienes hacían investigación sólo tenían licenciatura, algunos incluso eran pasantes, esto es, se trataba de una comunidad en formación. Algunos de ellos continuaron desarrollándose en el campo y hoy en día forman parte de la comunidad de investigadores consolidados.
En la década de los ochenta se encontraban publicando sus primeras investigaciones alrededor de 90 investigadores, la mayoría de ellos en instituciones y centros de investigación del Distrito Federal (DF) y zona metropolitana de la Ciudad de México (ZM). En las entidades federativas, es hasta la década de los noventa que el número de investigadores muestra un crecimiento claro. Es decir, el incremento de investigadores de la IE en dichas zonas se da diez años después que en el DF y la zona metropolitana sin haberse logrado, hasta la fecha, que el crecimiento en el número de investigadores sea igual que en el DF y ni siquiera igual en cada una de las entidades (Colina y Osorio, 2004).
En la investigación documental realizada se encontró que antes del año 2000 había una serie de contradicciones en los reportes de investigación sobre el número de investigadores que tenía el campo de la IE en México; sin duda, las contradicciones tenían su origen en "la elasticidad del concepto de investigador de la educación", como lo señala Latapí (2007). Los siguientes datos ejemplifican lo dicho:
El PNIIE5 informa que hay aproximadamente 2000 investigadores dedicados a la educación. El inventario de 1974 reporta 379 investigadores, el de 1979,762 y el diagnóstico de la SEP, 968 investigadores, en el sector público (Arredondo et al., 1989:15).
El directorio del Sistema Nacional de Investigadores (1990) consigna la existencia de 55 investigadores pertenecientes al sistema en el área educativa. A ello habría que añadir más de 200 profesores de tiempo completo que se encuentran adscritos a diversas licenciaturas universitarias en educación (Díaz Barriga, 1991).
En su Diagnóstico de la investigación educativa, Latapí (1994:2l) refiere que, en relación al número de investigadores, "no es aventurado afirmar que existen en el país más de 2000, si se considera el número de unidades y el hecho que el reciente inventario del sector público federal [se refiere al de la SEP, 1981] registra en ese sector 900 investigadores".
Kent (1994:23) comenta que la cifra de 200 investigadores educativos en México reportada por Eduardo Weiss era sumamente exagerada y dice: "de ningún modo tenemos una comunidad de esas dimensiones... Si tuviéramos ese número de investigadores consolidados, no estaríamos padeciendo el gravísimo panorama de las maestrías en educación de ínfimo nivel en México". Sin embargo, tres años más tarde, Weiss insiste: "Somos cada vez más y mejores: ya hay miles de personas que investigan lo educativo y por lo menos 300 lo hacen profesionalmente de tiempo completo y de forma destacada" (Weiss y Maggi, 1997:15).
Colina (2002) identifica a 309 investigadores de los cuales 58 por ciento se encontraban ubicados en el DF y la zona metropolitana de la Ciudad de México. En esta investigación los investigadores en educación fueron seleccionados a partir de los siguientes criterios: a) tener membrecía en alguna asociación perteneciente al campo de la investigación educativa en México (COMIE, RISEU6) o laborar en centros de investigación educativa; y/o b) mostrar una participación activa en el campo (mediante la publicación de sus trabajos, en comités editoriales, desempeño de cargos directivos en el campo, participación activa en congresos mediante conferencias magistrales, etcétera), para lo cual se basa principalmente en un análisis del banco de datos del IRESIE.
Ramírez y Weiss (2004), relacionando tres bases de datos la del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), la del COMIE y la reportada por Colina y Osorio en 2003 y eliminando repeticiones llegaron a la cifra de 508 investigadores en educación en México. Los autores afirman:
Sin duda, hay más personas dentro de la investigación educativa, es decir aquellos que realizan algunos trabajos de investigación siendo fundamentalmente docentes o profesionales de la educación y que no alcanzan los requisitos para afiliarse o que no han deseado hacerlo, como puede ser también el caso de personas que trabajan en consultorías u organismos no gubernamentales (ONG) (Ramírez y Weiss, 2004: 505).
El informe de la OCD/CERI (2006) reporta la existencia de "cerca de 500 investigadores educativos en México, lo que corresponde a 0.03 por ciento de los 1.5 millones de profesores (considerando a los profesores desde preescolar hasta la educación superior)".
En fechas más recientes, el Observatorio Ciudadano de la Educación (OCE, 2008) menciona que en 2006 el SNI reconocía aproximadamente a 225 investigadores en educación "a los cuales habría que sumar aquellos investigadores nacionales ubicados en otras disciplinas relacionadas con el tema: historia, psicología, lingüística, sociología, economía y política (éstos eran en 2003 alrededor de 120)"; así, los autores confirman que en México existían cerca de 345 investigadores en educación reconocidos por el SNI y consideraban, al igual que Ramírez y Weiss (2004), que
si se suma a estos investigadores el número de profesores de tiempo completo de las escuelas y facultades universitarias orientadas a la educación o a la pedagogía, de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) y de sus más de ochenta unidades en todo el país y de las propias escuelas normales, o a los integrantes de los grupos técnicos de las oficinas gubernamentales federales y ahora estatales, así como a los estudiantes de posgrado, se alcanza la cifra aproximada de 2 mil profesionales del área educativa (OCE, 2008: 2).
Sin embargo, en todos los reportes hasta ahora mencionados se señala que debido a que el conocimiento que generan todos estos profesores del área educativa no necesariamente se somete a los rigores del método científico, o incluso no se registra ni se sistematiza debidamente para facilitar su análisis, no se logra la valoración de dichos trabajos por los pares ni su transferencia o difusión a otros grupos para que puedan hacer uso de él. Es por ello que sus productos difícilmente son considerados como investigación y por lo tanto a sus autores como investigadores.
La diferencia y contradicción de los datos en relación al número de investigadores es obvia. Sin duda, el resultado de no delimitar a quién se le considera un profesional de la IE y a quién no, es el origen de tal discrepancia. En años más recientes, en cambio, los reportes de investigación que señalan el número de investigadores que tiene el país van más allá de los datos recopilados por inventarios o diagnósticos basados en el número de unidades de IE. La diferencia parece estar fundada en consideraciones más puntuales para identificar a un investigador en educación como tal. Díaz Barriga (2001), por ejemplo, identifica a un investigador como "establecido" cuando reúne las siguientes características: a) ha desarrollado al menos una línea de investigación, en la cual es reconocido; b) tiene publicaciones en revistas de calidad nacional o internacional y mantiene un cierto ritmo de publicaciones sobre el tema; c) puede tener libro de autor; d) ejerce un claro liderazgo académico en relación a su línea de investigación.
Por otro lado, el COMIE establece en su reglamento de admisión que para ser considerado miembro, y por lo tanto investigador en educación, el aspirante deberá ser investigador en activo en el área educativa; tener una antigüedad mínima de tres años como investigador en el área educativa, un posgrado, o su equivalente en producción demostrada; tener productos de investigación educativa publicados, de los cuales al menos dos deberán ser artículos de investigación en revistas de prestigio o capítulos de libro o un libro (como autor o coautor) publicado (o aceptado para publicación) en una editorial que garantice un arbitraje. Además, en dicho reglamento se señala que es importante que el aspirante demuestre no sólo las actividades de investigación, sino también la contribución a la formación de investigadores (tutorías, comités tutorales, dirección de tesis) y proyectos financiados, entre otros (Grediaga, Díaz Barriga y Landesmann, 2008).
Los requisitos para ser considerado investigador dentro del campo de la IE y específicamente por el Sistema Nacional de Investigadores han venido creciendo en exigencia en los últimos diez años.
En el año 2001,7 para lograr el nivel I se requería:
Tener una línea definida de investigación. Haber publicado un libro original o un mínimo de cinco artículos en revistas científicas o académicas, capítulos de libros o ponencias en congresos y/o varias reseñas críticas. También se tomará en cuenta los libros coordinados, antologías y compilaciones que incluyan la participación personal de investigación original. Demostrar participación en labores docentes y en la formación de recursos humanos.
En el año 2010, para ese mismo nivel se requería:
Tener una línea definida de investigación. Haber publicado un libro original de investigación en editoriales de reconocido prestigio científico y académico o un mínimo de cinco artículos en revistas científicas con arbitraje estricto y circulación nacional o internacional, así como capítulos de libros de investigación en editoriales de reconocido prestigio científico y académico. También se tomará en cuenta, de forma complementaria, los libros de investigación coordinados y editados, libros de texto de alta calidad y ediciones críticas. Se considera la formación de investigadores independientes a través de la dirección de tesis de licenciatura y posgrado y, de acuerdo con su disciplina, grupos de investigación que se encuentren publicando productos de investigación científica. Se considera la participación en actividades docentes como la impartición de cátedra en licenciatura y posgrado, la colaboración en proyectos de servicio social y en actividades de educación continua, así como actualización profesional. Es deseable la participación en actividades de divulgación, como ponente en congresos, seminarios, conferencias, etcétera (CONACyT, 2009).
Como se puede ver, el cambio en este nivel se refiere a una especificidad más clara de los mismos requisitos, la diferencia central está en relación al arbitraje estricto en los medios de publicación de los productos logrados.
Las entrevistas realizadas a investigadores consolidados dan una pauta al conocimiento de cómo viven y piensan las actividades que realizan los actores de esta profesión. Por ejemplo, ante la pregunta: ¿en qué consiste su trabajo de investigación en un día normal? Dos de los investigadores entrevistados contestaron:
Investigador A: "La investigación educativa es mi trabajo principal. Los proyectos en que actualmente colaboro tienen un enfoque aplicado. Participo en un proyecto sobre género y educación para.., y en otro sobre la cobertura de la educación superior para... Las actividades de investigación ocupan la mayor parte de mi tiempo y dedicación, aunque también realizo actividades complementarias de docencia, difusión y asesoría. Doy clases en la Facultad de..., así como tutoría a estudiantes con tesis de posgrado, y dirijo varias tesis. En materia de difusión, publico semanalmente un artículo en..., formo parte del grupo redactor de... y dirijo la revista..".
Investigador B: "Es bastante típico lo que estoy haciendo en estas últimas semanas. Se trata de un proyecto de evaluación externa de los lineamientos pedagógicos y curriculares y materiales educativos para las escuelas primarias... Yo estoy participando en el análisis y coordino el equipo de evaluación... Con los colegas especialistas en didáctica de las matemáticas, de la enseñanza del español, de ciencias y de historia elaboramos los criterios y ahora los estoy persiguiendo para que entreguen sus análisis y así poder integrar el escrito conjunto. El otro trabajo que siempre tengo, e incluso normalmente ocupa la mayor parte de mi tiempo, es asesorar las tesis de mis estudiantes de maestría y doctorado; y también leer los avances de los estudiantes dirigidos por colegas".
En estos dos ejemplos de entrevistas la valoración del tiempo dedicado a la investigación, la redacción y la asesoría de tesis varía en cada uno de los investigadores, sin embargo en los dos casos la investigación y la asesoría de tesis constituyen el centro de su trabajo.
EL NÚMERO DE INVESTIGADORES EN EDUCACIÓN ACTUALMENTE DETECTADOS
Tomando en cuenta la importancia de tener una guía específica de productividad y reconocimiento de pares, en la investigación cuyos resultados se reportan se ha tomado como criterio de "investigador en educación" a aquellos agentes que son reconocidos como tales por asociaciones relacionadas con la investigación educativa o por laborar en instituciones o centros de investigación educativa como investigadores y mostrar una participación activa en el campo (mediante la publicación de sus trabajos, en comités editoriales, desempeño de cargos directivos en el campo, participación activa en congresos mediante conferencias magistrales, etcétera). La búsqueda de investigadores realizada hasta el momento arroja el dato de 712 investigadores, siendo 52.9 por ciento mujeres (Cuadro 1). Es importante señalar que si bien todos los investigadores detectados investigan en educación, no todos lo hacen exclusivamente en esa área ni es forzosamente su línea principal de productividad.
Al comparar estos datos con los encontrados en el año 2002 (Colina y Osorio, 2004) se observa un aumento de 376 investigadores (Cuadro 2), es decir, de más de 100 por ciento. Sin embargo, a pesar del incremento del número de investigadores en las distintas entidades federativas, la centralización en el DF y zona metropolitana (ZM) sigue siendo notoria ya que poco más de la mitad (50.7 por ciento) de los investigadores se encuentran en dicha zona y el resto (49.3 por ciento) están repartidos en 28 entidades federativas.
Con respecto a las entidades federativas se observa que, al igual que lo informado en 2002 (Colina y Osorio, 2004), Jalisco continúa siendo el estado con mayor número de investigadores, y es en la Universidad de Guadalajara (UdeG) en donde se agrupa el mayor número de ellos. Le siguen en número con más de 20 investigadores el Estado de México, Nuevo León, Baja California, Morelos y Veracruz. Es importante destacar que hace ocho años el número de investigadores detectados en los estados de Nuevo León, Sinaloa y Estado de México fue muy bajo y que actualmente se encuentran entre las entidades federativas con mayor número de investigadores. Por otro lado, comparado con lo detectado en 2002 (Cuadro 2), actualmente se ha logrado encontrar investigadores en diez entidades federativas más, a pesar de que en Quintana Roo sólo se lograra identificar a una investigadora.
Otro dato importante es que el crecimiento en el número de investigadores en algunas de las entidades federativas del país podría sugerir que, aunque en forma lenta, estos investigadores se están relacionando cada vez más con sus pares del DF y ZM, y que su producción está impactando al campo de la investigación educativa, no obstante, la forma en que se está llevando a cabo dicha relación debe estudiarse en forma más minuciosa ya que también se encontró que ha habido cierto desplazamiento de investigadores del DF a otras entidades del país; así, saber cuántos de los investigadores de los estados son originarios de los mismos, a cuales redes o asociaciones pertenecen y cuántos de ellos han emigrado ayudaría a comprender con más exactitud la dinámica del campo de la IE en estos últimos diez años.
INSTITUCIONES EN DONDE SE ENCUENTRAN LOS INVESTIGADORES
Los investigadores detectados en este estudio se encuentran laborando en 83 instituciones educativas del país y sólo seis de ellos se identificaron como consultores independientes. Sin embargo, los datos recabados indican que son 15 instituciones públicas y una privada (Universidad Iberoamericana) en donde se localiza a 75 por ciento de los investigadores en educación detectados. En 29 instituciones se localiza a un investigador por institución, en 12 de ellas a dos y en 20 entre tres y cinco investigadores.
La universidad en donde se localiza el mayor número de investigadores sigue siendo la UNAM; en ella se encontró a 21.2 por ciento de los investigadores del país y a 37.4 por ciento (135) de los investigadores del DF y ZM; el Instituto Politécnico Nacional (IPN), específicamente el CINVESTAV, agrupa a 58 investigadores que representan 16 por ciento de los agentes de la investigación educativa de dicha zona; y en la Universidad Pedagógica Nacional se encontraron 50 investigadores, que corresponde a 14.0 por ciento de los investigadores del DF y ZM. Por lo tanto, es en la UNAM, el IPN, la UPN y la UAM donde se encuentra 78.8 por ciento de los investigadores en educación de dicha zona geográfica (Cuadro 3).
Es importante destacar que el incremento en el número de investigadores en la UPN es un dato positivo de la dinámica del campo, es decir, hoy en día existen más agentes de la UPN del DF y ZM reconocidos por su productividad como investigadores que hace ocho años (Colina y Osorio, 2004). Sin embargo, los investigadores de esta institución que se encuentran laborando en el interior de la República y cuyas investigaciones forman parte de la producción científica del país son aún muy pocos; de hecho, sólo se detectaron 14 investigadores (Cuadro 4), dispersos en nueve entidades federativas, como incorporados laboralmente a dicha institución.
Con respecto a las instituciones en las entidades federativas, se encontró que sólo en 13 de ellas se localiza a 62 de los investigadores de los estados y son la Universidad de Guadalajara (UdeG), la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) y la Universidad Veracruzana (UV) en donde se encuentra el mayor número de ellos. Otro dato importante en cuanto a la dinámica del campo es que existe un porcentaje mayor de investigadores hombres en las entidades federativas que en el DF y ZM. Las diferencias de género son más significativas si se observa por estado o por institución (Cuadros 2 y 4), por ejemplo, el número de investigadores en Sinaloa, Veracruz y Baja California es notoriamente mayor que el de investigadoras. Lo anterior invita a abrir una línea de investigación para conocer las oportunidades y la equidad respecto al género en esos estados e instituciones.
LOS INVESTIGADORES EN EDUCACIÓN DEL SISTEMA NACIONAL DE INVESTIGADORES
Los requisitos de ingreso y permanencia del SNI siguen siendo una base para el reconocimiento de investigadores consolidados en el campo de la investigación educativa en México. Dichos requisitos han tenido algunos cambios en los últimos diez años; uno de ellos, que abre las oportunidades a más investigadores, es que actualmente pueden concursar para dicho reconocimiento investigadores con producción científica que no cuenten con un tiempo completo en sus instituciones de adscripción, algo que no era posible hace diez años.
Según datos reportados por el Foro Consultivo Científico y Tecnológico, en el área de Humanidades y Ciencias de la Conducta (área IV) del SNI, el número de investigadores reconocidos como tales por esta institución ha aumentado en aproximadamente un 70 por ciento de 2002 a 2009 (Cuadro 5). Sin embargo, debido a que en esta área se agrupan investigadores de otros campos8 el dato por sí solo no permite ver con claridad el número de investigadores cuyo objetivo e interés sea la educación. Además , los datos encontrados indican se relacionan con el campo educativo pero que pertenecen a otras áreas; especialmente se encontraron investigadores en educación que se encuentran reconocidos como tales en el área de Ciencias Sociales (área VI).
Por lo tanto, los datos que a continuación se presentan son el resultado del análisis de los que conformaron el estudio no pertenecen al datos curriculares encontrados vía Internet o solicitados y enviados por los mismos investigadores.9 Dichos datos reportan que sólo 34.4 por ciento de los 712 investigadores en educación que conforman el estudio no pertenecen al SNI, es decir, 467 investigadores en educación son miembros del Sistema, de los cuales 240 (51.4 por ciento) se encuentran en el DF y ZM y el 48.6 por ciento restante en el resto de las 27 entidades de la República Mexicana (Cuadro 6).
Si se toman en cuenta los requisitos de ingreso al SNI se puede afirmar que el número de investigadores en educación que se encuentran reconocidos por dicho Sistema indica que existe en el país una producción científica en el campo de la educación. El análisis de los niveles del SNI en los que se encuentran los investigadores detectados reporta que son en las áreas académicas IV y V, en los niveles 1 y 2, en donde se encuentra ubicado el mayor número de ellos, es decir, 57.6 por ciento pertenece al nivel I, 23.6 por ciento al nivel II y sólo 5.6 por ciento al nivel ni (Cuadro 7).
Por lo tanto, tomando en cuenta los lineamientos del último reglamento de admisión del SNI (SNI, 2009), 136 investigadores de los 712 detectados han demostrado tener un reconocimiento nacional en la línea de investigación que han consolidado y de éstos sólo 26 son considerados por dicho Sistema como investigadores que han logrado:
Tener liderazgo y prestigio nacional e internacional, demostrado mediante reconocimientos o distinciones académicas, citas de calidad a sus obras (por autores reconocidos internacionalmente), reseñas y comentarios a sus trabajos en revistas de circulación internacional y haber recibido invitaciones del extranjero para dictar conferencias o impartir cursos (SNI, 2009).
(Cuadro 8)
Las entidades federativas que menos investigadores reconocidos como investigadores en educación del SNI tienen son: Chiapas, Colima, Durango, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Oaxaca, Querétaro, Tabasco, Tamaulipas, Tlaxcala y Yucatán. Es decir, si se toma en cuenta que en Quintana Roo no hay investigador SNI detectado, entonces son 13 entidades federativas en las que no hay arriba de cuatro investigadores en educación reconocidos por el Sistema, y sólo en cinco estados (Jalisco, Estado de México, Baja California, Nuevo León y Morelos), se encuentran 118 investigadores, es decir, un poco más de 50 por ciento de los investigadores SNI del interior de la República.
LOS MIEMBROS DEL CONSEJO MEXICANO DE INVESTIGACIÒN EDUCATIVA (COMIE)
Otra forma de ver el crecimiento de un campo se relaciona con la dinámica y consolidación de asociaciones, comunidades y redes relacionadas con éste. El número de miembros inscritos en ellas permite vislumbrar la importancia de dicha asociación en la conformación del campo. Sin duda alguna se puede afirmar que el número de asociaciones, comunidades y redes que se relaciona con la investigación educativa en nuestro país se han consolidado notoriamente en los últimos diez años. Gutiérrez (2009) menciona que ya para 2004 el COMIE tenía registradas 24 comunidades en su página electrónica; actualmente se pueden encontrar en esa misma página 25 "ligas" o hipervínculos entre los que se encuentran redes, seminarios permanentes de investigación y diversas asociaciones relacionadas con el campo de la educación. La autora menciona también que las redes han aparecido en el campo de la investigación educativa como un tercer actor y que por lo tanto éstas resultan tan importantes como los investigadores y las instituciones para el crecimiento y consolidación del mismo.
La pertenencia a redes o asociaciones permite también detectar el capital social de los investigadores y resultan de crucial importancia para los investigadores alejados del centro del país, lugar en donde resulta más fácil la comunicación y reunión de pares debido a que es ahí en donde se encuentra y reúne el mayor número de investigadores del país. Es decir, de nada sirve la Internet y toda la nueva tecnología de comunicación si no existe una red de investigadores que hagan llegar las noticias, los acuerdos y eventos más significativos del campo de la IE y que además organicen e inviten a sus miembros a participar en dictámenes de ponencias y estudios del arte del conocimiento en educación.
El investigador en educación, si bien requiere de un tiempo de trabajo individual, y de reflexión en su proceso creativo, también le es indispensable un espacio de interacción con sus pares a través de redes o comunidades que permiten integrar la identidad por los otros a la identidad de sí mismo.
Una de estas redes o comunidades de investigación es el COMIE, que reúne al mayor número de investigadores del país; los requisitos de entrada, así como los congresos que organiza y en los que participan sus socios, son indicadores de pertenencia al campo de la IE. En este apartado se presenta un breve estudio en donde se analiza el crecimiento del campo en relación al número de investigadores que pertenecen a dicha asociación.
Los datos recabados hasta marzo de 2010 indican que existen actualmente 343 investigadores mexicanos asociados al COMIE, 51 por ciento de los cuales se encuentra repartido en 28 entidades federativas.
Los estados de la Republica Mexicana con más investigadores asociados al COMIE en 2010 eran Jalisco (33), Estado de México (16), Morelos (15), Nuevo León (15), Yucatán (14), Puebla (11), Veracruz (10) y Aguascalientes (9). El resto de los estados cuenta con un número de investigadores menor de siete, mientras que en el DF y ZM se detectaron 168 investigadores asociados al COMIE (Cuadro 9).
Otra de las características de los socios del COMIE es que 62 por ciento de ellos también se encuentra reconocido como investigadores en educación por el SNI, lo cual apoya la importancia de estas dos instancias en la conformación del campo de la IE en México (Cuadro 10).
Por otro lado, el hecho de que 49.9 por ciento de los investigadores de las diferentes entidades federativas se encuentren asociados al COMIE es otra forma de observar cómo el interés de ellos por pertenecer al campo de la IE se ha visto cristalizado a través de la productividad realizada y del reconocimiento de ésta por sus pares.
Al comparar este dato con el número de investigadores detectados en 2002 (Colina y Osorio, 2004:68) se observa que existen 106 investigadores más asociados al COMIE, es decir, se podría considerar a 13 investigadores más por año, sin embargo, tomando en cuenta el número de investigadores actualmente detectados se encuentra que la proporción de investigadores que no están asociados es mayor, es decir que en ese entonces 29 por ciento de los investigadores localizados (336) no se encontraban asociados al COMIE y actualmente éstos representan 51.8 por ciento de la población estudiada.
En relación a los investigadores de las entidades federativas se observa que son miembros del COMIE 46.5 por ciento de ellos, mientras que en 2002 eran más de 80 por ciento los que se localizaron como miembros de dicha asociación.
Este dato lleva a dos hipótesis: la primera es que los investigadores actualmente han logrado ser detectados por otras vías, por ejemplo el SNI (Cuadro 6), y la segunda es que, al no tener un reconocimiento como tales por sus instituciones, no pudieron ser detectados antes por no estar relacionados con redes que los asociaran o identificaran. Se puede afirmar, entonces, que la única forma de detectar a los investigadores de las diferentes entidades federativas en el año 2002 fue a través de los centros de investigación institucionales y por encontrarse registrados como investigadores en las redes y asociaciones relacionadas con la IE de ese entonces. En realidad, la verdadera antigüedad en el campo de la IE será confirmada al analizar el CV de cada uno de ellos e identificar el hecho a través de su primera publicación registrada.
CONCLUSIONES
Los datos recabados y analizados indican que ha habido un aumento considerable en el número de investigadores en educación en los últimos ocho años, sin embargo, el incremento y la producción de conocimiento más importante en nuestro país sigue estando centralizada en la Ciudad de México. Jalisco sigue siendo el estado de la República Mexicana con mayor número de investigadores identificados, pero se comienza a observar un incremento, aunque muy lento, en otros estados.
El bajo número de investigadores detectado en la gran mayoría de las entidades federativas indica que la investigación en educación sigue siendo pobre e incipiente en éstas y por lo tanto se puede inferir que no ha habido un cambio significativo a lo reportado en investigaciones realizadas hace cinco o seis años atrás en diferentes regiones del país (Rueda, 2006).
Con respecto a las instituciones de educación superior, destaca el aumento de investigadores en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN). Sin embargo, la mayoría de ellos se encuentran ubicados en la Ciudad de México, lo cual refuerza la imagen de centralización de la producción de conocimiento en el país.
En relación a los requisitos que permiten ser reconocido y apoyado como investigador en educación por el SNI destaca un incremento en las exigencias del estricto arbitraje de los medios en donde se publican los resultados de las investigaciones realizadas. Esto último parece ser una medida que permite aumentar la calidad de las producciones de los mismos investigadores, sin embargo no se justifica si se toma en cuenta que en el año 2000 había sólo dos revistas especializadas en educación indexadas como científicas por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) (Díaz Barriga, 2000:4) y que actualmente, a pesar de que dicha institución reporta 29 revistas en el área IV (Humanidades y Ciencias de la Conducta), sólo seis se relacionan específicamente con la educación. Se puede afirmar, por lo tanto, que en los últimos diez años sólo cuatro revistas han sido catalogadas como científicas por haber pasado la evaluación y aceptación de la comunidad científica mexicana.
Por otro lado, de estas seis revistas, dos son especializadas en educación e investigación en matemática y otra en educación superior (Cuadro 11).
Es decir, la especialización de algunas de las revistas en educación limita las posibilidades a algunos investigadores de publicar en revistas nacionales arbitradas y de amplia circulación, como pide el SNI, ya que, por ejemplo, a quien no investiga en el área de las matemáticas y en educación superior sólo le quedan tres revistas certificadas por el CONACyT para publicar; si a esto se añade que la dificultad para encontrar espacios en un corto plazo en algunas de ellas es muy frecuente, entonces la publicación de artículos en revistas especializadas, arbitradas y de amplia difusión se convierte en otra especie de habilidad que el investigador debe desarrollar.
Por lo tanto, tomando en cuenta el incremento del número de investigadores en México, el número de revistas arbitradas como científicas en estos últimos diez años no ha tenido un incremento proporcional, lo cual deberá resolverse si se quiere ampliar la oferta de publicación y difusión del conocimiento en el país.
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1 La comisión de Nuevos Métodos de Enseñanza y el Centro de Didáctica de la UNAM conforman en 1977 el Centro de Investigaciones y Servicios Educativos (CISE).
2 Actualmente Instituto de Investigaciones Sobre la Universidad y la Educación (IISUEUNAM).
3 En 1997 el CISE desaparece y sus investigadores se incorporan al CESU, hoy en día IISUE.
4 El COMIE es una asociación civil que agrupa a los investigadores del campo de la educación. Tiene carácter voluntario y se sostiene gracias a las aportaciones de sus miembros y a la distribución de sus publicaciones.
5 Programa Nacional Indicativo de Investigación Educativa (CONACyT).
6 Red de Investigadores sobre Educación Universitaria (RISEU).
7 Página web del CONACyT, actualización 7 de mayo de 2001.
8 El Área IV concentra a los investigadores que se dedican al estudio de la Arquitectura, Antropología, Bellas Artes, Biblioteconomía, Educación, Filosofía, Historia, Lingüística, Literatura y Psicología, y que generan nuevos conocimientos y, en su caso, desarrollos tecnológicos (SNI, criterios internos, 2009).
9 Agradecemos al Dr. Ángel Díaz Barriga el habernos facilitado su base de datos de investigadores en educación del SNI.