Introducción
El propósito de este trabajo ha sido examinar el funcionamiento de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM) a partir de los cambios que ha experimentado la estructura urbana.1 Para ello hemos analizado las tendencias que resultan de las múltiples decisiones que suelen tomarse dentro de las unidades familiares con el fin de ajustar su ubicación residencial entre demarcaciones político administrativas al enfrentar las externalidades (positivas o negativas) que se generan en el ámbito metropolitano. Nos han inspirado algunos trabajos clásicos referidos a los cambios que a lo largo del tiempo ha sufrido la estructura urbana. No había sido posible aplicarlos al caso de México porque antes del año 2000 no se disponía de la información censal necesaria para comprender este tipo de análisis.2
La historia urbana reporta que la construcción de las grandes ciudades no ha sido uniforme a lo largo del tiempo; ha obedecido a impulsos de crecimiento originados por la dinámica de la población, los ciclos económicos y los cambios tecnológicos. Dentro de este proceso de crecimiento y expansión física de la ciudad se desarrolla una actividad inmobiliaria que responde a las altas y bajas del ingreso per cápita como consecuencia de los avances y retrocesos relativos y absolutos de la productividad, no necesariamente balanceados. Berry (1990) sugiere que la innovación tecnológica es el principal mecanismo en que subyacen las distintas etapas de evolución de las ciudades. Un planteamiento alternativo es el de Richardson y Schwartz (1988), quienes priorizan los cambios demográficos en su explicación de la distribución espacial de la población. Según estos autores los factores demográficos son la causa del crecimiento urbano y de la modificación de la estructura y el tamaño de las ciudades.
En términos espaciales, el proceso de crecimiento y estructuración de la ciudad se explica a partir de dos principios analíticos: 1) los mercados urbanos de vivienda y de trabajo se encuentran segmentados (Adams, 1991) ; y 2) el sistema de transporte urbano, que constituye el medio por el cual se da la interacción espacial de ambos mercados, responde y a la vez determina la estructura y el tamaño del área urbana (Paterson, 1977; Vance, 1990). Esta relación entre la actividad residencial, el trabajo y el consumo por medio del transporte queda explicitada en el modelo de economía urbana de Alonso (1960), cuya forma es y = f(v,t,c), en donde el ingreso familiar (y) se distribuye entre la renta de la vivienda (v), el gasto en transporte al trabajo y a otros puntos de consumo o de intercambio social (t), y el consumo de otros bienes y servicios (c) para garantizar la reproducción (Mills, 1975: 80-83). En todo caso, la estructura urbana se ve continuamente perturbada debido a las innumerables decisiones individuales, sean éstas de ajuste residencial, de migración de la población desde o hacia otros lugares, o de localización de la actividad económica y, por tanto, del empleo. Por supuesto, las decisiones de política macroeconómica y de inversión pública en infraestructura urbana, no menos que el comportamiento de actores diversos (Robson, 1975: 58) como los terratenientes, desarrolladores inmobiliarios y planificadores, entre otros, configuran el contexto de esta dinámica.
La pregunta es ¿qué explica que las unidades familiares decidan cambiar su lugar de residencia en el espacio metropolitano? La respuesta inmediata es que tratan de racionalizar su ingreso. Pero esta pregunta involucra dos niveles: el macro, o contexto urbano, y el micro, o condiciones y características de los individuos que toman las decisiones. El nivel macro remite a la idea de desempleo estructural o desequilibrio en el mercado de trabajo, que en su dimensión espacial es conocida como hipótesis del mismatch. Este concepto enfatiza la separación física de la oferta y la demanda de empleo que resulta de un desajuste entre los mercados de la vivienda y del trabajo. Según esta hipótesis existe una brecha entre los empleos que se ofrecen en un área y la mano de obra residente allí, lo que genera costos de transporte (en tiempo y dinero) que merman el ingreso familiar, de modo que los trabajadores, es decir las unidades familiares, toman decisiones para empatar espacialmente el lugar de residencia con el lugar de trabajo del miembro activo del hogar. En el plano micro algunos autores centran su atención en la historia migratoria de los individuos. Otros, por el contrario, insisten en que las probabilidades de que se dé un movimiento aumentan en la medida en que la unidad familiar ha permanecido más tiempo en su actual residencia.3 Diversos factores, además, contribuyen a tales decisiones, como el hecho de que sean varios los miembros de la familia incorporados al mercado de trabajo, que los hijos alcancen la edad escolar, que la familia se reduzca porque los hijos “se van”, etc. Pero también cabe la posibilidad de que la familia se mude debido a que percibe la diferencia entre su “ingreso nominal” y su “ingreso real” (Harvey, 1979). A nuestro entender esta diferencia se debe a externalidades generadas por los productores y los consumidores en el ámbito urbano, las cuales afectan a terceros y no pasan por los precios del mercado. El peso de las externalidades negativas sobre el ingreso puede ser considerable. Por ejemplo, ciertas áreas alcanzan elevados niveles de ruido y contaminación del aire, los servicios públicos no se distribuyen de manera homogénea entre las demarcaciones político administrativas (Tiebout, 1956), o bien la seguridad y la calidad del entorno se deterioran de manera diferenciada en la ciudad.
El conocimiento de las ventajas o externalidades positivas que ofrece un posible lugar de destino respecto de aquél en que se vive resulta crucial en la decisión de moverse (Sabagh et al., 1969: 93-94) y, por lo tanto, explicaría en gran medida la dirección del cambio. Pero, ¿cómo se obtiene tal conocimiento? Kozinski y Prothero (1975) aseguran que una proporción elevada de los cambios domiciliarios se lleva a cabo a partir de información que se consigue de manera informal entre conocidos y familiares, por lo cual es desde luego parcial e imperfecta. Por ello, si la información fuera perfecta y sin costo, la brecha entre el ingreso real y el nominal, así como entre los lugares de empleo y vivienda de los trabajadores se reduciría a una mínima expresión, y la mayoría de los habitantes de la ciudad alcanzaría una máxima “utilidad”.4
Antes de presentar la metodología empleada para el análisis, así como de manera sucinta los modelos analíticos que inspiran este trabajo, conviene mencionar la importante línea de investigación que ha presentado Schteingart (2001), quien con el mismo interés pero en forma distinta a la nuestra intenta acercarse al estudio del proceso de estructuración socioespacial metropolitano de la Ciudad de México.
Con este enfoque algunos investigadores han analizado la estructura urbana de la Ciudad de México. Rubalcava y Schteingart (1985, 1987, 2000) han llevado a cabo una serie de análisis de lo que llaman “la división social del espacio” con base en los patrones de distribución de las variables socioeconómicas que distinguen a la población metropolitana y permiten apreciar en distintos momentos la “diferenciación socioespacial”. Por otra parte, con una perspectiva geográfica francesa, Dávila, Constantino y Pérez Llanas (2000) han realizado un análisis sistemático -influido también por las anteriores autoras-, de las “manifestaciones territoriales de la segregación y marginación en el Área Metropolitana de la Ciudad de México”. Al igual que en el más reciente trabajo de Rubalcava y Schteingart, las unidades de análisis son las AGEB (área geoestadística básica), disponibles en la información censal desde 1990.
En ambos casos el antecedente original es un enfoque ecológico demográfico o de ecología humana que con el nombre de social area analisis pusieron en boga Shevky y Williams a fines de los cuarenta al analizar y tipificar las áreas sociales de Los Ángeles. No es éste el lugar para hacer una amplia crítica a tal enfoque, al que la literatura otorgó un considerable espacio. Pero dada la pertinencia de analizar la forma en que se crean y reflejan desigualdades en la ciudad, y en virtud del renovado interés por entender y explicar la diferenciación espacial que muestran en la actualidad las ciudades latinoamericanas (Schteingart, 2001), conviene mencionar algunas de las críticas que recibió en su momento dicho enfoque.
Shevky y Bell (1955) intentaron sistematizar teórica y empíricamente su análisis de áreas sociales urbanas para distinguir, con base en algunas variables, tres índices: rango social, urbanización, y segregación, que refieren la compleja estructura social de la ciudad.5 Como indicó en su momento Robson (1971: 52-53):
es difícil evitar la conclusión de que hay un fuerte elemento de racionalización ex post facto en la exposición teórica que Shevky y Bell proporcionan para justificar la selección de variables e índices utilizados como medidas de diagnóstico de la estructura social urbana […] Existiría una variedad de posibles índices y variables, en lugar de los que se utilizan como premisa para definir segregación [y, desde luego, marginalidad] Más aún, el cambio de escala de la totalidad social metropolitana al plano intraurbano [áreas pequeñas como municipios y delegaciones e incluso AGEB, en el caso de la Ciudad de México] no parece ser la mejor forma de hacer un diagnóstico al analizar la estructura social urbana [y puede llevar a una falacia ecológica] y a una confusión entre áreas sociales y áreas geográficas.
Otro problema derivado de la utilización de un índice de marginación agregado para caracterizar distintas áreas de la ciudad es que pasa por alto la diferencia marcada por Harvey (1979) entre “ingreso real” e “ingreso nominal”. Es decir, una familia que vive en el centro de la ciudad tendrá, con el mismo ingreso nominal, un ingreso real mayor que otra que reside en un área periférica de la metrópoli, pues cuenta con la accesibilidad a bienes y servicios de que carece la segunda. En ese sentido, no es extraño que Dávila et al. (2000) encuentren que los grupos de población con marginación más alta se localizan en la periferia del AMCM, si lo que se mide es el acceso a los servicios públicos y la vivienda consolidada.
Dicho lo anterior esperamos que el lector pueda discernir la diferencia entre un análisis que se propone caracterizar “áreas sociales urbanas” y otro que intenta descubrir tendencias en el proceso de estructuración del espacio metropolitano de la Ciudad de México valiéndose de la observación de los cambios de residencia que ocurrieron en el quinquenio 1995-2000.
Metodología
No está dentro de los propósitos de este trabajo el analizar la parte ex ante del proceso de migración intraurbana, es decir, la forma y la secuencia que sigue la decisión de moverse o buscar una alternativa de vivienda. Aquí sólo analizaremos el ex post, o sea el efecto de tales decisiones: el cambio en la estructura de la ciudad al final del periodo 1995 a 2000 en que se registró el fenómeno como un proceso de movilidad intrametropolitana para la Ciudad de México. No se trata, por lo tanto, de mostrar el patrón de diferenciación espacial en un momento dado, sino de descubrir las tendencias de cambio que la estructura urbana experimenta a lo largo del tiempo, a diferencia de un corte sincrónico que utiliza variables stock para mostrar un patrón de distribución espacial de esas variables.6 Efectivamente, como bien dijera Robson (1975: 16), “para tener una idea más clara de la realidad de las áreas sociales es necesario observar de cerca los procesos más que los patrones espaciales”.
Para analizar las tendencias que implican las decisiones del cambio de residencia hemos subdividido la Zona Metropolitana de la Ciudad de México en anillos concéntricos y en zonas o sectores urbanos (figura 1). Este recurso tiene una larga historia en la geografía social urbana como forma de simplificar los patrones de distribución de los individuos y los hogares con múltiples características económicas y sociales que interactúan de manera compleja en el espacio urbano (Robson, 1975: 13). Lo aparentemente simple de esta geometría de anillos y sectores ha probado ser una herramienta poderosa, pues permite ver qué relaciones ocurren entre las características de la vivienda, los atributos de los residentes, y la ubicación de ambos aspectos en el espacio urbano; en otras palabras, el funcionamiento de la estructura urbana.
* CBD : distrito central de negocios; DC : delegaciones centrales; RD : resto de delegaciones; MC : municipios conurbados; : municipios no conurbados; RMM: resto de municipios metropolitanos.
Con la información contenida en la muestra de 10% del Censo de Población de 2000 (INEGI) sobre migración intermunicipal durante el quinquenio 1995-2000 (población de 5 años y más en 2000 que en 1995 residía en otro municipio o delegación) construimos una matriz de flujos que a su vez convertimos a una matriz de probabilidades de transición. Este procedimiento permite examinar de manera agregada el fenómeno de cambio de residencia o ajuste residencial en la ZMCM,7 en diferentes niveles de agrupación. El enfoque de anillos concéntricos, los cuales en alguna forma representan las etapas de crecimiento metropolitano desde los años cincuenta, incorpora de manera general la “edad” del stock habitacional. El esquema por sectores urbanos, en cambio, sintetiza la idea de una ZMCM dividida en ciudad de “ricos” y “pobres” (oeste y este, respectivamente),8 con un núcleo o ciudad “vieja” (mapa 1). Esta subdivisión en sectores y en anillos ofrece la posibilidad de medir la fuerza que ejercen los atributos socioeconómicos, por una parte, y la influencia de la “edad” del espacio construido, por la otra, en las tendencias de movilidad residencial registradas en esta urbe entre 1995 y 2000.
Dado que nos interesa mostrar las grandes tendencias que reflejan la reciente estructuración del espacio metropolitano de la Ciudad de México a partir de la movilidad residencial, los cuadros que se incluyen están construidos con base en los esquemas de anillos y de sectores urbanos a partir de datos por delegación y municipio.
Modelos analíticos
Veamos tres modelos que intentan explicar el porqué las familias deciden mover su residencia dentro de la ciudad. En el primero, su autor Cadwallader (1985) analiza un conjunto de variables y sus relaciones en busca de una explicación de la movilidad residencial intraurbana, o lo que aquí llamamos ajuste residencial, con base en las características de la vivienda y los atributos socioeconómicos de los residentes. En su trabajo de 1992 propone medir la movilidad residencial a partir de la tasa de cambio de residencia en el área de origen. Explica la movilidad, por un lado, considerando la calidad de la vivienda y el estatus socioeconómico de la familia y, por el otro, el tipo de vivienda y la etapa del ciclo de vida familiar. El autor sostiene que el estatus socioeconómico se relaciona con la calidad (precio) de la vivienda, mientras que el ciclo de vida familiar con el tipo de vivienda (tamaño). Es decir, la movilidad residencial se interpreta como un fenómeno del mercado de la vivienda, con familias que cambian de residencia debido a modificaciones del ciclo de vida familiar y del estatus socioeconómico. Así, se supone que la tasa de cambio de residencia en el área de origen está relacionada con el estatus socioeconómico y con la etapa del ciclo de vida familiar. A su vez, y de manera colateral, el destino se explica por el precio y el tamaño de vivienda (Cadwallader, 1985: 241, Cuadro 9.5). Cabe advertir que ambas variantes reflejan las características socioeconómicas y demográficas de la población en las diferentes áreas de la ciudad (espacio social), así como los atributos de tales áreas. El problema, sin embargo, es la explicación de la variable dependiente, es decir, la movilidad residencial intraurbana. El propio autor considera que el modelo puede ser recursivo con un orden causal ambiguo para la variable dependiente. Efectivamente, la explicación no es sencilla ni directa.
Un segundo modelo intenta explicar el ajuste residencial de los habitantes de la ciudad como un proceso de “filtración” a través de un stock diferenciado de viviendas. Este modelo concibe la ciudad como una estructura monocéntrica tipo Burgess (1924). Explica la movilidad residencial en función de las condiciones de deterioro y la edad de las residencias ubicadas originalmente cerca del centro de la ciudad, que habiendo sido ocupadas tradicionalmente por un segmento de altos ingresos, son abandonadas y se abate su precio relativo, de ahí que sea factible que las ocupe otro segmento de menores ingresos. El modelo aclara los siguientes supuestos:9
Las familias de mayores ingresos prefieren las viviendas nuevas a las viejas.
Estos mismos estratos prefieren vivir en la periferia que en el centro de la ciudad.
Las viviendas se deprecian con la edad, y las familias en general prefieren comprar una nueva vivienda que renovar la que ocupan.
La tasa de filtración en el mercado de la vivienda, dice Cadwallader (1985: 123), está influida por la actividad inmobiliaria (construcción de viviendas) y por la formación de nuevos hogares. En otras palabras, un superávit de vivienda (la oferta excede a la formación o llegada de nuevas familias) afecta negativamente el valor del inventario de vivienda vieja o deteriorada, lo que hace posible que algunas familias de bajos ingresos puedan adquirirlas.
Un tercer modelo que intenta explicar la motivación del ajuste residencial es el clásico de Todaro (1969). Su autor afirma que la decisión de migrar -no necesariamente dentro de una ciudad- conlleva la expectativa del migrante potencial de mejorar sus ingresos. Queda claro que en el contexto urbano este modelo no podría explicar el cambio residencial como consecuencia de una reducción del ingreso familiar que obligara al grupo a moverse hacia una vivienda de menor renta o valor, situación que -adelantando conclusiones- suele suceder en la Ciudad de México. Sin embargo Todaro introduce un elemento que debe ser considerado, pues cierta proporción de los cambios residenciales es resultado de la percepción que el individuo tiene de sus oportunidades de trabajo en el lugar de destino.
Cabe mencionar que hay variables intervinientes que distorsionan el proceso de ajuste residencial, entre ellas la construcción de conjuntos habitacionales emprendida por organismos públicos de vivienda -que no necesariamente se guían por la racionalidad económica-; la actividad inmobiliaria de agentes privados que produce vivienda de interés social; y, no menos importantes, los asentamientos irregulares. Estas actividades ocurren principalmente en la periferia urbana. La población de bajos ingresos que no tiene acceso a crédito bancario, o que en condiciones de actividad informal no puede acceder a los créditos blandos que ofrecen las instituciones de vivienda del Estado se instala en los asentamientos irregulares.
Otro conjunto de variables se refiere al sistema de transporte urbano en términos de la estructura vial, la oferta y la cobertura del transporte público, y el irrefrenable deseo de poseer un auto propio. De este modo el “esqueleto” de la estructura urbana es la red vial que afecta el gradiente lineal negativo que expresa la renta o valor del suelo.
Finalmente intervienen otras variables adicionales que seguramente afectarán la movilidad espacial y las decisiones de ajuste residencial; se trata de las políticas públicas, que incluyen medidas de zonificación, subsidios, inversión pública en infraestructura, control de uso del suelo, etc. La inclusión de éstas y las demás variables mencionadas da lugar a un modelo econométrico (de múltiples variables) como el que en algún momento fue propuesto por Richardson (1977), cuyo valor heurístico es indudable.
Los factores psicológicos y cognoscitivos de los miembros de la familia también influyen. Es posible predecir en términos probabilísticos qué individuos son más susceptibles a ciertas condiciones de estrés, como el ambiente de inseguridad en un barrio o colonia, o la hostilidad hacia los vecinos. La satisfacción que se obtiene de un lugar para vivir depende, por un lado, de la capacidad del individuo para ajustar sus necesidades colectivas e individuales y, por otro, de las posibilidades que tiene la unidad familiar de influir en el entorno que rodea su vivienda. En caso contrario, cuando las disparidades o brechas son grandes o tienden a aumentar, la relocalización constituye una salida o solución (Brown y Moore, 1970: 2-3).
Estas consideraciones adicionales a los tres modelos mencionados constituyen un antecedente para interpretar los patrones que resultan del análisis empírico del ajuste residencial ocurrido en el quinquenio 1995-2000 en la ZMCM. Cabe advertir que este ajuste de lugar de residencia no necesariamente va acompañado por un cambio de lugar de trabajo, pues las familias deciden moverse como respuesta a diversos factores tanto exógenos como endógenos y a las expectativas que construyen a partir de su percepción de los cambios que experimenta el hogar o relativos al entorno en el que viven.
Análisis del cambio residencial
El total de movimientos ocurridos dentro de la ZMCM durante el quinquenio 1995-2000 alcanzó 2 082 100 individuos, poco más de 11% de los 18 396 677 habitantes de la zona metropolitana en el año 2000. De los individuos que se mudaron 647 066 fueron inmigrantes del resto del país (mapa 2) y 1 435 034 se movieron dentro de la propia ZMCM.11 Cabe reconocer que esta cifra subestima el volumen total de cambios residenciales, pues el censo no consigna los que ocurrieron dentro del perímetro de cada municipio o delegación.
Fuente: Cálculos propios con base en INEGI, Muestra del 10% del XII Censo General de Población y Vivienda, 2000.
Anillos concéntricos
La división de la ZMCM en anillos concéntricos distingue para el Distrito Federal un distrito central de negocios (CBD), tres delegaciones centrales (DC) y 12 que conforman el resto de delegaciones (RD). Los municipios del Estado de México incluyen 15 municipios conurbados (MCEM), 13 no conurbados (MNCEM) y 31 que corresponden al resto de municipios (RMEM), más uno de Hidalgo (Tizayuca), que en conjunto se consideran los municipios metropolitanos del Estado de México (MMEM).
La menor proporción de cambios residenciales y de inmigrantes en la zona corresponde al CBD (delegación Cuauhtémoc): 2.9 y 3.4% respectivamente, y la mayor corresponde a los MCEM, con 50.6% de cambios residenciales y 45.6% de inmigrantes. En segundo lugar aparece el RD con 31% de ajuste residencial y 35% de inmigración (cuadro 1).
Inmigración |
% |
Cambio residencial |
% |
Total |
|
CBD |
21 727 |
3.36 |
41 596 |
2.90 |
63 323 |
DC |
50 680 |
7.83 |
85 057 |
5.93 |
135 737 |
RD |
226 880 |
35.06 |
444 846 |
31.00 |
671 726 |
DF |
299 287 |
46.25 |
571 499 |
39.82 |
870 786 |
MCEM |
295183 |
45.62 |
726 767 |
50.64 |
1 021 950 |
MNCEM |
30 488 |
4.71 |
87 348 |
6.09 |
117 836 |
RMMEM |
22 108 |
3.42 |
49 420 |
3.44 |
71 528 |
MMEM |
347 779 |
53.75 |
863 535 |
60.18 |
1 211 314 |
Total ZMCM |
647 066 |
100.00 |
1 435 034 |
100.00 |
2 082 100 |
Fuente : Cálculos propios basados en INEGI , Muestra del 10% del XII Censo General de Población y Vivienda, 2000.
Del total de 1 435 034 desplazamientos por ajuste residencial, 60% (863 535) llegó a los MMEM y 40% (571 499) al Distrito Federal. Por otro lado, del Distrito Federal salieron 858 647 mientras que 576 387 abandonaron los MMEM. De aquéllos, poco más de la mitad (432 080) se distribuyó en las delegaciones de la ciudad y el resto (426 567) se asentó en los MMEM. En cambio, de los que se movieron de los MMEM, más de 76% (436 968) lo hizo dentro de los MMEM y el resto (139 419) se fue al Distrito Federal. Del total de movimientos, el anillo que más atrajo población fue el de los MCEM y el de menor atracción fue el CBD. Mientras que el anillo que expulsó mayor población fue el RD y del que menos gente salió el RMM (42.9 y 1.8%, respectivamente) (cuadro 2).
O/D |
CBD |
DC |
RD |
DF |
MCEM |
MNCEM |
RMMEM |
MMEM |
ZMCM |
CBD |
0 |
12 652 |
29 717 |
42 369 |
27 512 |
1 416 |
1 154 |
30 082 |
72 451 |
DC |
11 354 |
8 339 |
79 153 |
98 846 |
64 745 |
5 448 |
1 952 |
72 145 |
170 991 |
RD |
19 325 |
41 698 |
229 842 |
290 865 |
290 134 |
21 041 |
13 165 |
324 340 |
615 205 |
DF |
30 679 |
62 689 |
338 712 |
432 080 |
382 391 |
27 905 |
16 271 |
426 567 |
858 647 |
MCEM |
10 085 |
20 436 |
97 898 |
128 419 |
314 002 |
49 807 |
20 651 |
384 460 |
512 879 |
MNCEM |
334 |
919 |
4 275 |
5 528 |
22 460 |
5 109 |
4 780 |
32 349 |
37 877 |
RMMEM |
498 |
1 013 |
3 961 |
5 472 |
7 914 |
4 527 |
7 718 |
20 159 |
25 631 |
MMEM |
10 917 |
22 368 |
106 134 |
139 419 |
344 376 |
59 443 |
33 149 |
436 968 |
576 387 |
ZMCM |
41 596 |
85 057 |
444 846 |
571 499 |
726 767 |
87 348 |
49 420 |
863 535 |
1 435 034 |
Fuente: Cálculos propios basados en INEGI, Muestra del 10% del XII Censo General de Población y Vivienda, 2000.
El cuadro 3 muestra el balance entre la población que llegó a los diferentes anillos y la que salió de éstos. Se observa, de manera agregada, una pérdida de 287 148 individuos para el Distrito Federal, cantidad que ganan los MMEM. En forma desagregada tenemos que el CBD perdió 30 855, las DC 85 934 y el RD 200 076. En tanto ganaron los MC 213 888, los MNC 49 471 y el RMM 23 789, en un proceso gradual de expansión centrífuga en forma de olas, como queda implícito en el modelo de urbanización diferenciada (Geyer y Kontuly, 1993).
(O) salieron |
(D) llegaron |
O/D |
D/O |
D-O |
%TOTSAL |
%TOTLLEG |
|
CBD |
72 451 |
41 596 |
1.74 |
0.57 |
-30 855 |
5.05 |
2.90 |
DC |
170 991 |
85 057 |
2.01 |
0.50 |
-85 934 |
11.92 |
5.93 |
RD |
615 205 |
415 129 |
1.48 |
0.67 |
-200 076 |
42.87 |
28.93 |
DF |
858 647 |
571 499 |
1.50 |
0.67 |
-287 148 |
59.83 |
39.82 |
MCEM |
512 879 |
726 767 |
0.71 |
1.42 |
213 888 |
35.74 |
50.64 |
MNCEM |
37 877 |
87 348 |
0.43 |
2.31 |
49 471 |
2.64 |
6.09 |
RMMEM |
25 631 |
49 420 |
0.52 |
1.93 |
23 789 |
1.79 |
3.44 |
MMEM |
576 387 |
863 535 |
0.67 |
1.50 |
287 148 |
40.17 |
60.18 |
Total ZMCM |
1 435 034 |
1 435 034 |
1.00 |
1.00 |
0 |
100.00 |
100.00 |
Fuente : Cálculos propios basados en INEGI , Muestra del 10% del XII Censo General de Población y Vivienda, 2000.
Los mapas 3 y 4 muestran los patrones de origen y de destino del cambio residencial, y el 5 el balance (D/O) del mismo. En los dos primeros se aprecia que por unidad político administrativa las áreas de expulsión en términos proporcionales son los municipios colindantes con el Distrito Federal (Ecatepec y Chimalhuacán) y la delegación Iztapalapa. Por el contrario, las de mayor atracción relativa fueron Iztapalapa y Gustavo A. Madero, así como el municipio de Nezahualcóyotl, que sin embargo tiene un saldo neto negativo.
Fuente: Cálculos propios con base en INEGI, Muestra del 10% del XII Censo General de Población y Vivienda, 2000
Fuente: Cálculos propios con base en INEGI, Muestra del 10% del XII Censo General de Población y Vivienda, 2000.
En el mapa 5 se aprecia claramente la ganancia neta generalizada de los municipios metropolitanos frente a la pérdida neta de las delegaciones del Distrito Federal.
Sectores urbanos
Para este análisis se dividió la ZMCM en centro, oriente y poniente. El centro se circunscribe a la delegación Cuauhtémoc; al poniente corresponden 8 delegaciones del Distrito Federal (DFW) y 18 municipios del Estado de México (EMW); en el sector oriente se incluyen 7 delegaciones (DFE); en el norponiente 27 municipios del Estado de México y uno de Hidalgo (EMEN); y en el suroriente 13 municipios del estado de México (EMES).
El balance de la movilidad residencial por sector dentro de la ZMCM prueba una clara movilidad hacia el oriente de la zona (figura 2). Del total de cambios que ocurrieron entre 1995 y 2000, 866 903 personas (60.4%) llegaron al sector este; 526 460 (36.7%) al oeste, y 41 596 (2.9%) se ubicaron en el centro de la ciudad, es decir, en la delegación Cuauhtémoc (cuadros 4 y 5).
* C: centro; DFW : delegaciones del poniente; MEMW : municipios metropolitanos del poniente; DFE : delegaciones del oriente; MEMEN: municipios metropolitanos del nororiente; MEMES: municipios metropolitanos del suroriente.
Centro* |
DFW |
EMW |
Sector W |
DFE |
EMEN |
EMES |
Sector E |
Total |
|
Centro |
0 |
19 607 |
10 880 |
30 487 |
22 762 |
18 128 |
1 074 |
41 964 |
72 451 |
DFW |
15 687 |
106 352 |
68 604 |
174 956 |
82 243 |
57 717 |
8 118 |
148 078 |
338 721 |
EMW |
4 820 |
24 037 |
123 364 |
147 401 |
19 284 |
50 112 |
2 720 |
72 116 |
224 337 |
Oeste |
20 507 |
130 389 |
191 968 |
322 357 |
101 527 |
107 829 |
10 838 |
220 194 |
563 058 |
DFE |
14 992 |
60 496 |
49 626 |
110 122 |
109 941 |
181 917 |
30 503 |
322 361 |
447 475 |
EMEN |
5 741 |
18 388 |
41 701 |
60 089 |
57 993 |
180 133 |
21 559 |
259 685 |
325 590 |
EMES |
356 |
1 885 |
1 520 |
3 405 |
6 915 |
11 375 |
4 409 |
22 699 |
26 460 |
Este |
21 089 |
80 769 |
92 847 |
173 616 |
174 849 |
373 425 |
56 471 |
604 745 |
799 525 |
Total |
41 596 |
230 765 |
295 695 |
526 460 |
299 138 |
499 382 |
68 383 |
866 903 |
1 435 034 |
Fuente : Cálculos propios con base en INEGI , Muestra del 10% del XII Censo de Población y Vivienda, 2000.
(O) salieron |
(D) llegaron |
D-O |
D/O |
%TOTSAL |
%TOTLLEG |
|
Centro |
72 451 |
41 596 |
-30 855 |
0.57 |
5.05 |
2.90 |
Centro |
72 451 |
41 596 |
-30 855 |
0.57 |
5.05 |
2.90 |
DFW |
338 721 |
230 765 |
-107 956 |
0.68 |
23.60 |
16.08 |
EMW |
224 337 |
295 695 |
71 358 |
1.32 |
15.63 |
20.61 |
Oeste |
563 058 |
526 460 |
-36 598 |
0.94 |
39.24 |
36.69 |
DFE |
447 475 |
299 138 |
-148 337 |
0.67 |
31.18 |
20.85 |
EMEN |
325 590 |
499 457 |
173 867 |
1.53 |
22.69 |
34.80 |
EMES |
26 460 |
68 383 |
41 923 |
2.58 |
1.84 |
4.77 |
Este |
799 525 |
866 978 |
67 453 |
1.08 |
55.71 |
60.42 |
Total |
1 435 034 |
1 435 034 |
0 |
1.00 |
100.00 |
100.00 |
Fuente : Cálculos propios con base en INEGI , Muestra del 10% del XII Censo de Población y Vivienda, 2000.
Por otra parte, los municipios metropolitanos del noreste fueron el principal destino de la población con casi 35% de todos los movimientos, le siguió el sector oriente del Distrito Federal pues pese a haber perdido población todavía recibió 21% del total, otro 21% eligió los municipios metropolitanos del poniente, mientras que los municipios del sur alcanzaron los más bajos porcentajes de llegada con menos de 5%. Las únicas delegaciones del poniente del Distrito Federal que ganaron población fueron Cuajimalpa y Tlalpan, y del oriente Tláhuac, Xochimilco y Milpa Alta en menor grado. Mostraron un elevado número de nuevos residentes los municipios de Ixtapaluca (70 104) y Ecatepec (36 136) en el noreste, y los de Chalco y Valle de Chalco en el sureste, sumando cerca de 147 mil personas que se movieron a esos lugares. En Tultitlán y Atizapán, del sector poniente, se asentaron alrededor de 80 mil.
En la figura 3 se aprecia la dirección de los flujos, y en la figura 4 el balance expresado por el cociente de especialización, que cuando es mayor que la unidad tiene una ganancia en relación con el conjunto y ocurre lo contrario cuando es menor que 1.
En resumen, de las 41 596 personas que llegaron al centro de la ciudad, casi la mitad abandonó el poniente y la otra el oriente. De los 526 460 que llegaron al poniente, poco más de 6% residía en el centro, más de 60% se movió dentro del mismo sector, y el tercio restante llegó del oriente. De los 866 903 individuos que se asentaron en el oriente, poco menos de 5% vino del centro, una cuarta parte del poniente, y poco más de 600 mil (70%) cambiaron su residencia dentro del mismo sector. El balance es favorable para el sector oriente.
Del total de 1 435 034 personas implicadas en el ajuste residencial durante el quinquenio, 6 de cada 10 se asentaron en este sector, mientras que 56% salió del mismo, con una ganancia neta de 67 453. En cambio, para el sector poniente el balance fue negativo con una pérdida neta de 36 598 personas. Y en el caso del centro el balance también resultó negativo con una pérdida neta de 30 855 individuos, pues de este sector salió 5% del total y sólo llegó menos de 3 por ciento.
Dentro de los sectores la mayor pérdida correspondió al DFW, con -107 956; en cambio los MEMW lograron una ganancia neta de 71 358 personas, cifra que no compensó el resultado negativo total. En el este nuevamente las delegaciones del DFE perdieron 148 337 y los subsectores EMEN y EMES obtuvieron ganancias netas de 173 867 y 41 923 respectivamente. Cabe mencionar que el mayor volumen de llegadas correspondió a los municipios EMEN y ascendió a casi 500 mil (35% del total), y el mayor volumen de salidas tuvo su origen en las delegaciones del oriente del Distrito Federal con 31%, seguidas por las delegaciones del poniente con 24% del total de 1 435 034 personas que mudaron su residencia durante el periodo.
Las delegaciones del Distrito Federal que más perdieron población fueron G. A. Madero (79 383) y Venustiano Carranza (45 387) en el oriente; Azcapotzalco (37 112) en el poniente, y Cuauhtémoc (30 885) en el centro. El sector oriente es el principal ganador de población y el municipio de Nezahualcóyotl en el noreste registra la mayor pérdida, pues casi 88 mil habitantes lo dejaron durante el periodo; le siguieron Naucalpan y Tlalnepantla en el poniente, que perdieron entre ambos poco más de 71 mil pobladores. Si se considera la división por anillos, estos tres son los únicos municipios conurbados (cuarto anillo) que perdieron población (cuadros 6 y 7).
G > P |
P > G |
|||
Centro |
Cuauhtémoc |
Cuauhtémoc |
-30 855 |
|
DF oeste |
Cuajimalpa |
3 347 |
Azcapotzalco |
-37 112 |
Tlalpan |
1 516 |
M. Hidalgo |
-25 954 |
|
EM oeste |
Tultitlán |
47 642 |
Naucalpan* |
-43 142 |
Atizapán |
33 736 |
Tlalnepantla* |
-27 920 |
|
DF este |
Tláhuac |
22 696 |
G. A. Madero |
-79 383 |
Xochimilco |
9 585 |
V. Carranza |
-45 387 |
|
EM noreste |
Ixtapaluca |
70 104 |
Nezahualcoyotl** |
-87 927 |
Ecatepec |
36 136 |
Chiconcuac |
-788 |
|
EM sureste |
Valle de Chalco |
29 502 |
Tlalmanalco*** |
-319 |
Chalco |
11 076 | Juchitepec |
-72 |
* Fueron los únicos que perdieron población en este sector. ** En este sector la mayoría ganó población, cinco perdieron pero sólo Nezahualcóyotl esta cantidad. *** En sur del EM sólo tres perdieron; Amecameca muy poco. Fuente : Cálculos propios con base en INEGI , Muestra del 10% del XII Censo General de Población y Vivienda, 2000.
G > P |
P > G |
|||
BD* |
Cuauhtémoc |
-30 855 |
||
DC |
V. Carranza |
-25 954 |
||
M. Hidalgo |
-45 387 |
|||
RD** |
Tláhuac |
22 696 |
G.A. Madero |
-79 383 |
Xochimilco |
9 585 |
Iztacalco |
-35 311 |
|
MCEM |
Ixtapaluca |
70 104 |
Nezahualcóyotl |
-87 927 |
Chimalhuacán |
65 511 |
Naucalpan |
-43 142 |
|
MNCEM |
Tultepec |
12 871 |
Tlalmanalco*** |
-319 |
Nicolás Romero |
10 312 |
|||
RMMEM |
Texcoco |
6 943 |
Chiconcuac |
-788 |
Tizayuca |
4 066 |
Papalotla |
-391 |
* En el primero y segundo anillos no hubo delegaciones que ganaron población. ** En el resto de las delegaciones del DF la gran mayoría perdió población. *** De los municipios no conurbados sólo perdieron población éste y Amecameca en menor medida. Fuente : Cálculos propios con base en INEGI, Muestra del 10% del XII Censo General de Población y Vivienda, 2000.
Este resultado, especialmente en lo que atañe al centro de la ciudad, es congruente con los patrones observados en otras grandes metrópolis de países desarrollados y en desarrollo como Sao Paulo (Brasil) y Santiago (Chile) en América Latina. Respecto al caso de Estados Unidos, durante los ochenta se abandonaron las áreas centrales y las periferias ganaron población a expensas de los CBD. El movimiento lo inició la población blanca, que posteriormente fue seguida por los grupos minoritarios (negros, hispanos y otros). En la siguiente década las áreas centrales experimentaron ganancias netas de población (Frey y Fielding, 1996; South y Crowder, 1997). ¿A qué se deben estos movimientos? Algunos autores plantean que la principal variable explicativa resulta de la inseguridad y los altos niveles de criminalidad (Liska y Bellair, 1995) en los movimientos desde y hacia el centro y los suburbios. Sin embargo otros autores (South y Deane, 1993) han demostrado para el caso de Chicago que los movimientos hacia los suburbios no están relacionados con la percepción de una amenaza del crimen o de la inseguridad.
Cabe suponer con Joong (2005), que más bien existe una relación (seguramente desfasada) entre la criminalidad y la inseguridad pública con el cambio residencial, así como entre el crecimiento económico (oferta de empleo según los sectores de crecimiento) y el cambio de población en esa área o en las adyacentes. En otras palabras, independientemente de las subdivisiones en que se registra la información, la proximidad espacial es un factor que no debe ignorarse en el análisis del fenómeno del cambio residencial. Ese autor incluye las diferencias raciales, el nivel de ingresos y ciertas características del jefe de familia como variables adicionales al índice de criminalidad y el crecimiento del empleo como variables independientes que explican el cambio poblacional en el periodo. Concluye que en efecto el crecimiento de la criminalidad en las áreas centrales se asocia al crecimiento de la población (independientemente de la variable raza) en esas áreas y al decremento en otras. Igualmente el crecimiento reciente en las ciudades centrales va de la mano del aumento de la población en esas mismas áreas, aunque existe una mayor elasticidad positiva entre la población blanca y de mayores ingresos, lo que refleja el proceso de “gentrificación”.
Motivos del cambio residencial
La muestra de 10% del Censo de 2000 ofrece información sobre el motivo del cambio de residencia, sin embargo se refiere sólo a los movimientos entre entidades federativas y no dentro de éstas. Debido a la poco afortunada clasificación de los motivos del cambio de residencia en las opciones del cuestionario y al nivel de agregación que presenta, optamos por agrupar las respuestas en sólo dos categorías: “motivos de trabajo” y “otros”. Esto permite distinguir los motivos pecuniarios de los no pecuniarios causantes del ajuste residencial entre el Distrito Federal y los MMEM. Hay que tener presente que en el “costal” de “otros” quedan incluidas ciertas razones como el tamaño de la vivienda, la seguridad, el deterioro de la calidad de vida, la cercanía con la familia, el estatus, algunos aspectos ambientales, de salud, etc., que en este trabajo no distinguimos a pesar de su importancia actual. Habrá que esperar a que se reformule esta pregunta en el próximo censo o bien se requerirá llevar a cabo una encuesta, lo cual sería motivo de otra investigación.
Para el caso que nos ocupa se conoce sólo el motivo por el que cambiaron su residencia dentro de la ZMCM quienes vivían en el Distrito Federal en 1995 y se ubicaron en los MMEM durante el periodo y viceversa. No se conocen los motivos de los que se cambiaron de una delegación del Distrito Federal a otra, ni de los que vivían en un municipio y se mudaron a otro.12 De todos modos es interesante comparar los motivos del cambio residencial de la población que pasó de una a otra de estas dos entidades federativas. Un primer aspecto a destacar es que más de 9% de quienes llegaron al Distrito Federal desde los municipios metropolitanos declaró que lo hizo por motivos de trabajo, mientras que del Distrito Federal hacia los municipios sólo 4% persiguió ese propósito. ¿A qué obedece que en las delegaciones del Distrito Federal se registre la mayor proporción de llegadas por esa razón? Al parecer, según los datos, las mayores y mejores oportunidades de empleo que ofrece el Distrito Federal inducen cambios residenciales por trabajo en una proporción del doble comparada con los MMEM. Por otro lado, los resultados parecen indicar que la salida del Distrito Federal hacia la mayoría de los MMEM se debe a diversos motivos no pecuniarios, con excepción de quienes se asientan en algunos municipios muy pequeños y apartados cuyo cambio sólo se explica por motivos de trabajo.
El mapa 6 muestra las unidades político administrativas del Distrito Federal y del Estado de México (incluyendo Tizayuca, Hidalgo) que alcanzaron una proporción de 10% y más por dicho motivo. Destacan en el Distrito Federal las delegaciones de La Magdalena Contreras (23%) y Tlalpan (16%), mientras que municipios como Tizayuca (Hidalgo), Tequixquiac, Cocotitlán y Zumpango, pequeños y en los límites externos de la ZMCM, alcanzan proporciones superiores a 27%. Otra cuestión relevante es que de los 30 266 individuos que movieron su residencia con propósitos de trabajo 12 689 corresponden al flujo de los municipios metropolitanos hacia el Distrito Federal (con preferencia por las delegaciones del sur poniente), y el resto (17 577) al movimiento contrario, es decir, de las delegaciones hacia los municipios metropolitanos.
Fuente: Cálculos propios con base en INEGI, Muestra del 10% del XII Censo General de Población y Vivienda, 2000.
La información disponible no permite decir mucho más sobre el particular. Se podría sugerir, no obstante, que los cambios residenciales en la ZMCM van en el sentido que refiere la literatura. Las razones del “ajuste residencial” tendrían que ver con factores no pecuniarios ligados al estatus socioeconómico y al ciclo de vida y otros motivos de carácter social y ambiental (aumento del estrés que producen la inseguridad y el congestionamiento o la contaminación de todo tipo, visual y auditiva) más que con un cambio de lugar de trabajo. Como se sabe, la población muchas veces acepta los costos (tiempo invertido) del viaje al trabajo, aunque sean excesivos, con tal de mantener su empleo, pues se enfrenta a una situación económica de estancamiento o lento crecimiento y cuenta con pocas oportunidades de trabajo, o bien porque su bajo nivel de escolaridad y calificación reduce sus posibilidades de emplearse.
Una vez descritos los patrones espaciales mostraremos el comportamiento de algunas variables socioeconómicas que pueden incidir en éstos, de acuerdo a los modelos antes descritos.
Propiedad de la vivienda
Una razón que puede explicar el movimiento residencial que lleva a cabo la población en la metrópoli es la posibilidad de adquirir una vivienda propia y dejar de pagar renta. Para analizar este indicador se comparó la población con vivienda propia entre los años 1990 y 2000. Cabe aclarar que para esta variable y la de antigüedad de la vivienda, la información disponible (INEGI, 2005: 233, cuadro 3.3.4) abarca las 16 delegaciones y sólo 35 municipios metropolitanos conurbados del Estado de México, de ahí que ahora se haga referencia al Área Metropolitana de la Ciudad de México (AMCM).13
La vivienda propia rebasa tres cuartas partes del total en los municipios metropolitanos tanto en 1990 como en 2000. En el Distrito Federal el promedio en 2000 fue de 70% y 65% en 1990. Salvo Milpa Alta y Tláhuac, con cerca de 80% de viviendas propias, el resto de delegaciones se ubica cerca o por debajo de este promedio en dichos años (INEGI, 2005: 229). Aquí la diferencia era clara en 1990: había una mayor proporción de viviendas propias en los municipios metropolitanos que en el Distrito Federal. Sin embargo, como se aprecia en los resultados del análisis del índice de especialización (IE), en el año 2000 se revierte el patrón de 1990 donde predominaba la vivienda propia en los MM (cuadros 8 y 9).
Viviendas habitadas |
Viviendas propias |
Porcentaje de viviendas propias |
IE viviendas propias |
|
CBD |
149 352 |
84 384 |
56.50 |
0.77 |
DC |
329 356 |
196 359 |
59.62 |
0.81 |
RD |
1 645 196 |
1 222 509 |
74.31 |
1.01 |
DF |
2 123 904 |
1 503 252 |
70.78 |
0.96 |
MCEM |
1 778 375 |
1 340 322 |
75.37 |
1.03 |
MNCEM |
216 666 |
176 232 |
81.34 |
1.11 |
RMMEM |
83 272 |
67 673 |
81.27 |
1.11 |
MMEM |
2 078 313 |
1 584 227 |
76.23 |
1.04 |
Total |
4 202 217 |
3 087 479 |
73.47 |
1.00 |
Fuente : Cálculos propios basados en INEGI , 2005: 233, cuadro 3.3.4
Viviendas habitadas |
Viviendas propias |
Porcentaje de viviendas propias |
IE viviendas propias |
|
Centro |
149 352 |
84 384 |
56.5 |
0.77 |
DFW |
879 710 |
618 750 |
70.3 |
0.96 |
MEMW |
859 058 |
654 882 |
76.2 |
1.04 |
Oeste |
1 738 768 |
1 273 632 |
73.2 |
1.00 |
DFE |
1 094 842 |
800 119 |
73.1 |
0.99 |
MEMEN |
1 102 165 |
837 336 |
76.0 |
1.03 |
MEMES |
117 090 |
92 008 |
78.6 |
1.07 |
Este |
2 314 097 |
1 729 463 |
74.7 |
1.02 |
Total |
4 202 217 |
3 087 479 |
73.5 |
1.00 |
Fuente : Cálculos propios basados en INEGI , 2005: 233, cuadro 3.3.4
En efecto, en 1990 en el Distrito Federal predominaba la vivienda en renta y la propia era una condición característica en los municipios metropolitanos. Las mayores proporciones se encontraban en la parte oriente del área metropolitana, sin que hubiera diferencias significativas con los MM del poniente. En cambio en el 2000 se presenta el patrón contrario. Al parecer la proporción de viviendas propias ha aumentado en las delegaciones del Distrito Federal, lo que refleja la reconversión de vivienda rentada en vivienda para venta, así como una actividad inmobiliaria de construcción de nueva vivienda que encuentra un amplio mercado aprovechando las facilidades de crédito para adquirir este tipo de bienes.
En la mayoría de las delegaciones los valores del IE en 2000 son mayores que en 1990. Esto con las excepciones de Ixtapaluca, Milpa Alta, Tláhuac y Xochimilco en el oriente, quizá por una densificación debida al establecimiento de población recién llegada que ya no tiene acceso a la tierra y por lo tanto debe rentar; y en el poniente -excepto Coyoacán y Tlalpan-, probablemente a causa de los precios inaccesibles tanto de la tierra como de la vivienda en venta. En cambio los valores del IE han bajado en todos los MMEM del sector poniente, y salvo en Ixtapaluca y La Paz también en el oriente. Es decir, prácticamente en todos los MM la vivienda en renta ha aumentado en mayor proporción que la vivienda propia, y lo opuesto ha ocurrido en el Distrito Federal.
Viviendas nuevas
Seguramente influyen en el ajuste residencial las variables ingreso y calificación de la fuerza de trabajo, indicadores del estatus socioeconómico que afectan la decisión de la ubicación y el tipo de vivienda. Al respecto podemos suponer que tienen mayor propensión a la movilidad la población con mayores ingresos y la más calificada. La pregunta es ¿hacia dónde y por qué? Cuando se trata de movilidad residencial la literatura manifiesta que los movimientos ocurren hacia la periferia y hacia los lugares donde se ofrece vivienda nueva. Sin embargo ésta debe ofrecer buenas condiciones de calidad en sí misma y en el entorno inmediato (infraestructura, servicios, transporte). Pero conforme nos alejamos del centro encontramos menos infraestructura, y en cuanto a la vivienda, conforme más cerca del centro, presenta un mayor deterioro debido a la “edad” de las construcciones. Así, tenemos vivienda más nueva en un entorno con menos infraestructura, o bien vivienda más vieja y deteriorada con más infraestructura. Un aspecto a considerar, entonces, es la antigüedad de la vivienda.
El número de viviendas en el AMCM (4 202 217) se distribuye casi en igual proporción entre el Distrito Federal (2 123 904) y los MMEM (2 078 313). El cuadro 10 muestra la distribución de la vivienda de 5 años y menos y de la de 20 años y más por anillos concéntricos. Del total de las primeras, casi dos terceras partes se ubica en los municipios metropolitanos (64%), en tanto que las mayores de 20 años se concentran en el Distrito Federal (67%). Cabe notar que en los MCEM se halla más de la mitad de la vivienda construida en el quinquenio. En los MNC y en el RMEM se construyeron más viviendas entre 1995 y 2000 que en las cuatro delegaciones centrales del Distrito Federal: 80 mil contra 22 mil. De hecho, en todas las delegaciones del Distrito Federal el aumento del número de viviendas construidas en el quinquenio 1995-2000 fue inferior al incremento promedio del AMCM -con excepción de Cuajimalpa, Milpa Alta, Tláhuac y Xochimilco-. Por el contrario, salvo Naucalpan, Nezahuacóyotl, Tlalnepantla y Cuautitlán Izcalli -municipios que perdieron población en términos absolutos-, todos los MMEM incrementaron su stock a un ritmo mayor que el del AMCM. En otras palabras, la mayor parte de la vivienda construida en el AMCM en los últimos cinco años del siglo pasado se localizó en la periferia, lo cual era de esperarse en virtud de la forma en que ha ocurrido la expansión metropolitana. Este incremento, de hecho, se concentra en los municipios no conurbados y en el resto de MM.
Viviendas habitadas | Viviendas de 5 años y menos | Viviendas de más de 20 años | ||||||||||
Anillo concéntrico |
Absolutos |
% por anillo |
Absolutos |
% por anillo |
% del stock* |
IE |
Absolutos |
% por anillo |
% del stock* |
IE |
||
CBD |
149 352 |
3.55 |
7 916 |
1.15 |
5.30 |
0.32 |
100 514 |
6.98 |
67.30 |
2.00 |
||
DC |
329 356 |
7.84 |
14 016 |
2.04 |
4.26 |
0.26 |
238 577 |
16.56 |
72.44 |
2.11 |
||
RD |
1 645 196 |
39.15 |
226 344 |
32.93 |
13.76 |
0.84 |
624 193 |
43.32 |
37.94 |
1.11 |
||
DF |
2 123 904 |
50.54 |
248 275 |
36.12 |
11.69 |
0.71 |
963 283 |
66.86 |
45.35 |
1.32 |
||
MCEM |
1 778 375 |
42.32 |
358 982 |
52.23 |
20.19 |
1.23 |
420 056 |
29.15 |
23.62 |
0.69 |
||
MNCEM |
216 666 |
5.16 |
59 155 |
8.61 |
27.30 |
1.67 |
37 038 |
2.57 |
17.09 |
0.50 |
||
RMMEM |
83 272 |
1.98 |
20 876 |
3.04 |
25.07 |
1.53 |
20 417 |
1.42 |
24.52 |
1.07 |
||
MMEM |
2 078 313 |
49.46 |
439 013 |
63.88 |
21.12 |
1.29 |
477 512 |
33.14 |
22.98 |
0.67 |
||
AMCM |
4 202 217 |
100.00 |
687 288 |
100.00 |
16.36 |
1.00 |
1 440 795 |
100.00 |
34.29 |
1.00 |
* La diferencia de 100% en la suma de estas columnas está en la vivienda de 6 a 20 años. Fuente : Cálculos propios con base en INEGI , 2005: 251, cuadro 3.3.16.
El índice de especialización IE de vivienda de 5 años y menos, que relativiza el incremento del stock en cada unidad político administrativa comparada con el total metropolitano, muestra valores mayores incluso que el correspondiente al total de los municipios metropolitanos (1.29) en todos los municipios de estos dos anillos periféricos, excepto Chiconcuac con 1.23. Destacan por su dinámica los municipios conurbados (cuarto anillo) de Chalco y Valle de Chalco (2.55 y 2.08, respectivamente), Chimalhuacán, Ixtapaluca y La Paz (2.55, 2.60 y 2.10 en ese orden), así como los municipios de Jaltenco y Tultepec. Cabe recordar que un valor superior a 2 del índice de especialización (IE) significa que en términos relativos en esas unidades consideradas el valor de la variable fue el doble que en la región de referencia (en este caso el AMCM). No extraña por lo tanto que los flujos durante ese quinquenio tengan como destino preponderante el cuarto anillo (MC), ciertas delegaciones del tercer anillo (el resto de las delegaciones del Distrito Federal) y en menor medida, pero aún importante, el quinto anillo (MNC) de municipios, que rápidamente se urbaniza y conurba con la mancha urbana del AMCM.14
Por sectores, la principal actividad inmobiliaria (construcción de vivienda en el quinquenio) que se puede deducir del cuadro 11 se produjo en el sector oriente del AMCM. En efecto, dos terceras partes de las viviendas de 5 años y menos se localizan en ese sector, y sólo un tercio en el sector poniente.
Viviendas habitadas | Viviendas de 5 años y menos | Viviendas de más de 20 años | ||||||||||
Sector |
Absolutos |
% por sector |
Absolutos |
% por sector |
% del stock* |
IE |
Absolutos |
% por sector |
% % del stock* |
IE |
||
Centro |
149 352 |
3.55 |
7 916 |
1.15 |
5.30 |
0.32 |
100 514 |
6.98 |
67.30 |
1.96 |
||
DFW |
879 710 |
20.93 |
90 362 |
13.15 |
10.27 |
0.63 |
414 358 |
28.76 |
47.10 |
1.37 |
||
MEMW |
859 058 |
20.44 |
136 642 |
19.88 |
15.91 |
0.97 |
226 533 |
15.72 |
26.37 |
0.77 |
||
Oeste |
1 738 768 |
41.38 |
227 005 |
33.03 |
13.06 |
0.80 |
640 891 |
44.48 |
36.86 |
1.08 |
||
DFE |
1 094 842 |
26.05 |
149 997 |
21.82 |
13.70 |
0.84 |
448 411 |
31.12 |
40.96 |
1.19 |
||
MEMEN |
1 102 165 |
26.23 |
258 979 |
37.68 |
23.50 |
1.44 |
244 393 |
16.96 |
22.17 |
0.65 |
||
MEMES |
117 090 |
2.79 |
43 392 |
6.31 |
37.06 |
2.27 |
6 586 |
0.46 |
5.62 |
0.16 |
||
Este |
2 314 097 |
55.07 |
452 367 |
65.82 |
19.55 |
1.20 |
699 391 |
48.54 |
30.22 |
0.88 |
||
AMCM |
4 202 217 |
100.00 |
687 288 |
100.00 |
16.36 |
1.00 |
1 440 795 |
100.00 |
34.29 |
1.00 |
* La diferencia de 100% en la suma de estas columnas está en la vivienda de 6 a 20 años. Fuente : Cálculos propios con base en INEGI , 2005: 251, cuadro 3.3.16
El sector oriente es el que invariablemente arroja valores del IE superiores a la unidad, tal como se ve en el cuadro 11. Se exceptúan, pero son consistentes con la dinámica descrita en estas páginas, tres delegaciones y un municipio que presentan valores inferiores a la unidad. Se trata de Venustiano Carranza, Gustavo A. Madero e Iztacalco y Nezahualcóyotl, respectivamente. Todas estas demarcaciones perdieron población en términos absolutos en el quinquenio. Por otra parte, en algunos municipios del poniente el índice de especialización arroja valores superiores a 1 como en Teoloyucan, Coyotepec, Cuautitlán, Tepotzotlán, Tultitlán, y superiores a 2 en Tultepec. Sobresale el caso de la delegación de Cuajimalpa, cuyo IE, de 1.31, indica que se construyó 31% más de vivienda nueva respecto al promedio metropolitano.
Antigüedad del stock habitacional
La mayor edad o vejez del stock de vivienda explicaría el “origen” de la movilidad residencial en la zona, es decir, los mayores porcentajes de salidas de delegaciones del Distrito Federal respecto de los MMEM, especialmente si se cruza con los ingresos y la calificación de la mano de obra, dos atributos que aumentan la propensión al cambio residencial dentro del ámbito metropolitano. ¿Cómo se distribuye la vivienda vieja (de más de 20 años de construida) en el AMCM? y ¿dónde se ubica la población con mayores ingresos y calificación? La respuesta se da en los siguientes párrafos.
La vivienda “vieja” representa un tercio del total de vivienda construida y se concentra en el Distrito Federal, que cuenta con la mayor proporción de edificaciones con más de 20 años, especialmente en el tercer anillo, donde se ubica 43% del total del Distrito Federal. Sin embargo cabe destacar que en las tres delegaciones centrales 72% del stock corresponde a viviendas de 20 años y más, y una proporción semejante se observa en la Cuauhtémoc (cuadro 10).
En cuanto al Estado de México destaca el cuarto anillo, en donde se encuentra casi 30% de esta categoría, básicamente en tres municipios que ya en los años cincuenta se conurbaron y formaron parte del área continua de la Ciudad de México (Graizbord y Salazar, 1987); se trata de Tlalnepantla y Naucalpan, y una década después Nezahuacóyotl, que experimentó el primer brote masivo de asentamientos irregulares e incontrolables.
Algunos municipios del quinto y sexto anillos (cuadro 10) incluyen los pueblos que se conurbaron posteriormente pero que ya estaban ahí desde la Colonia o que se desarrollaron antes del siglo XX, como Acolman, Zumpango, Atenco, Chiconcuac, Papalotla, Teotihuacan y Texcoco. Destaca Chiautla, en el sexto anillo, con el valor más alto de todos los municipios metropolitanos y el tercero más elevado del AMCM en cuanto a vivienda de más de 50 años de antigüedad (14%), sólo después de Cuauhtémoc y Miguel Hidalgo en el Distrito Federal.
Por sectores urbanos, del total de vivienda de más de 20 años, 48.5% está en el oriente, 44.5% en el poniente y el 7% restante en el centro (cuadro 11). La cifra para el oriente se debe a los municipios de Chiautla, Nezahualcóyotl, Melchor Ocampo y Papalotla, que como dijimos experimentaron un proceso de conurbación explosivo en los setenta o que ya existían mucho antes que el resto. Ahora bien, si se considera el total del stock en cada sector, en el poniente la vivienda vieja mayor de 20 años representa casi 37% frente a 30% en el oriente. Esto contrasta con la antigüedad del stock en el centro de la ciudad (la ciudad “vieja”), en donde poco más de dos terceras partes tienen más de 20 años. El valor del IE viv 20+=1.96 en el centro revela que allí hay casi dos veces más vivienda vieja que en toda el AMCM en conjunto. El valor de 0.16 del IE correspondiente a los municipios del sur oriente significa que en ese sector la proporción de vivienda vieja equivale a una quinta parte del peso de la misma en toda el AMCM.
Estatus socioeconómico de la población
Si bien el ciclo de vida que atraviesa la familia -con la consecuente necesidad de espacio habitable- puede estimular un cambio residencial, como bien ha señalado Herbert (1991: 275) para el caso inglés, la movilidad social y ocupacional son factores significativos en esta decisión.
En el cuadro 12 se clasifican los sectores de acuerdo con el porcentaje de PEA ocupada que percibe más de cinco veces el salario mínimo, y el porcentaje de PEA ocupada integrado por profesionistas o técnicos (pyt) (INEGI, 2005: 263). Se advierte una segregación de población con estas dos características hacia el poniente del AMCM (ciudad “rica”). Las proporciones de PEA de 5 sm+ varían de poco más de 44% en Miguel Hidalgo (poniente del Distrito Federal), a 4.5% en Chimalhuacán (MM del oriente). El segundo indicador va de 22% en Miguel Hidalgo a sólo 3% en Nextlalpan (MM también del oriente).
Población |
PEAO 5vsm+ |
% de la pob. tot. |
IE 5vsm+ |
PEAO pyt |
% de la pob. tot. |
IE pyt |
|
Centro |
516 255 |
120 391 |
23.32 |
1.50 |
76 044 |
14.73 |
1.41 |
DFW |
3 436 622 |
862 761 |
25.10 |
1.62 |
521 529 |
15.18 |
1.46 |
EMW |
3 729 772 |
597 072 |
16.01 |
1.03 |
343 273 |
9.20 |
0.88 |
Oeste |
7 166 394 |
1 459 834 |
20.37 |
1.31 |
864 802 |
12.07 |
1.16 |
DFE |
4 652 362 |
647 361 |
13.91 |
0.90 |
520 807 |
11.19 |
1.07 |
EMEN |
4 968 385 |
516 266 |
10.39 |
0.67 |
378 007 |
7.61 |
0.73 |
EMES |
541 433 |
28 722 |
5.30 |
0.34 |
20 266 |
3.74 |
0.36 |
Este |
10 162 180 |
1 192 348 |
11.73 |
0.76 |
919 079 |
9.04 |
0.87 |
Total |
17 844 829 |
2 772 573 |
15.54 |
1.00 |
1 859 926 |
10.42 |
1.00 |
Fuente : Cálculos propios con base en INEGI , 2005: cuadro 3.4.3
El mayor valor del IE en ambos indicadores se presenta en el sector poniente del Distrito Federal. Destacan en particular las delegaciones Benito Juárez, Coyoacán y Miguel Hidalgo, en ese orden; y los municipios de Atizapán de Zaragoza y Cuautitlán Izcalli en el primer indicador, y Tlalnepantla y Cuautitlán Izcalli en el segundo. En el plano agregado las delegaciones del sector oriente siguen la tendencia esperada para el primer indicador, pero para el IEpyt (índice de especialización de profesionistas y técnicos) arrojan un valor superior a la unidad. Las delegaciones que empujan este valor son Iztacalco y Venustiano Carranza.
Tales resultados confirman, por un lado, que la población con elevados niveles ocupacionales reside en el Distrito Federal, pero también que en algunas delegaciones del oriente predomina una PEA con ingresos relativamente inferiores al promedio del AMCM, lo que a su vez soporta la idea de que el AMCM puede dividirse en ciudad “rica” (poniente) y ciudad “pobre” (oriente).
Conclusiones
De acuerdo con el nivel de agregación adoptado (anillos y sectores urbanos) se aprecia que la población implicada en la movilidad residencial durante el periodo se desplaza de los sectores del poniente (ciudad “rica”) hacia los sectores del oriente (ciudad “pobre”). Esto iría en contra, en principio, de la idea de que la población de altos ingresos busca residencias en las áreas de mejor calidad o mayor estatus del poniente. Sin embargo es posible pensar que los que se mueven son los segmentos de población de ingresos medios que rentaban y ahora aprovechan la oferta formal de vivienda nueva que se construye masivamente en algunas delegaciones y municipios del oriente, que cuenta con todos los servicios pero no con la mejor calidad. Puede también tratarse de población de bajos ingresos que vivía en pequeños núcleos dentro de los sectores ricos y que fue desplazada por la presión que ejercieron los elevados precios del suelo y de las rentas, debido entre otras causas a los efectos inflacionarios (plusvalía) que producen las inversiones de los grandes desarrollos urbanísticos para las clases altas, como Santa Fe, que se construyen en las delegaciones y municipios del poniente.
Se requiere profundizar y complementar esta investigación para probar que en el caso del AMCM se trata de una ciudad “dual” y polarizada, o que se está “medianizando” y convergiendo en términos ecológico demográficos. Sin embargo, con base en los resultados obtenidos podemos adelantar las siguientes consideraciones.
Desde Ravenstein (1885) se ha reconocido la existencia de un flujo y de su correspondiente contraflujo entre pares de lugares. Al estimar un coeficiente de correlación para comprobar si existe una asociación entre los flujos de origen y de destino en el conjunto de demarcaciones de la ZMCM se obtuvo una R2 = 0.51, lo que indica una relativa coincidencia sólo en la mitad de los casos, lo cual podría significar que es probable encontrar lugares de origen distintos de los de destino. Dicho de otro modo, hay áreas que son “expulsoras” de población y otras que son “atractoras”. Junto con esto hay que considerar el planteamiento de Herbert (1991: 279-282) acerca de la direccionalidad de tales movimientos en el ámbito metropolitano. Dicho autor sostiene que la inseguridad y el deterioro de la calidad de vida de las áreas centrales, e incluso de los barrios pobres dentro del área urbana consolidada, explica la expulsión de población de las mismas. Por el contrario, un proceso de “gentrificación”, renovación o rehabilitación de algunas áreas o barrios centrales tiene como efecto la atracción de pobladores cuyos ingresos sobrepasan el promedio de esos lugares. Esto último representa un repoblamiento o retorno de la población de ingresos medios y altos a los espacios que en algún momento fueron zonas residenciales de ricos, que generalmente se localizan en las áreas centrales de las grandes ciudades.
En este proceso pueden estar ocurriendo por lo menos dos fenómenos que afectan el espacio social de la ciudad y su estructura urbana. Si se trata de las clases medias que se mueven desde el poniente y del centro hacia el oriente (figura 3), las zonas receptoras de la ciudad “pobre” elevan el ingreso agregado promedio, y probablemente la escolaridad promedio de la población residente. Pero al mismo tiempo en la ciudad “rica” aumenta el grado de segregación, pues cada vez hay menos individuos con ingresos medios y bajos en tales sectores. Cabe plantear la siguiente hipótesis: en el plano metropolitano habrá una convergencia entre demarcaciones, pero dentro de cada demarcación habrá una mayor segregación, es decir, las demarcaciones de ingresos más altos se homogeneizan mientras las zonas “pobres” pueden estar sufriendo una “medianización”, en un sentido similar al expuesto por De Mattos (2005). En otras palabras, aunque con fuertes desigualdades se expanden los sectores medios, al tiempo que se dispersan las categorías de profesionistas y técnicos.
Este reacomodo de la población metropolitana influye en la estructuración jerarquizada del espacio urbano, lo que abre la posibilidad, como sugerimos en otro trabajo (Graizbord y Acuña, 2004), de una estructura hiperárquica en la que se modifica la direccionalidad de las interacciones volviéndola incierta y amorfa, lo cual desafía el orden jerárquico. La nueva urbanización (Ascher, 2004: 53) tiende a conformar una serie de redes horizontales que reflejan numerosos vínculos sociales de diversos tipos, directos, especializados, mediatizados, frágiles, de multipertenencia social y cultural.
La transformación de la estructura urbana que ha ocurrido en los últimos años del siglo XX en la Ciudad de México representa un reto para los analistas. Exige un cuidadoso seguimiento de las tendencias y la estructuración de modelos nuevos a partir de una nueva óptica que incorpore al análisis la naturaleza, la escala y los alcances de la fase aún incipiente de urbanización que experimentan nuestro país y su capital.