Introducción
En las últimas dos décadas, la migración internacional de mexicanos a Estados Unidos se ha incrementado de manera considerable, a tal grado que ha rebasado todas las tendencias y estimaciones posibles y, aunque recientemente se ha notado un ligero estancamiento, lo cierto es que el desplazamiento difícilmente se detendrá (Passel y Cohn, 2011). A pesar de que la principal razón para emigrar está relacionada con la búsqueda de una mejor calidad de vida, tanto del propio migrante como de la familia que se queda en su país de origen (CEPAL, 2006; Conapo, 2014), lo cierto es que uno de los factores que ha contribuido al incremento de la movilidad poblacional tiene que ver con las diferentes expresiones de violencia que se han venido presentando a nivel global (Gómez, 2004).
Por un lado, está la inoperancia del sistema económico de muchos países, que ha propiciado múltiples crisis que impiden o limitan el poder adquisitivo de las personas; por otro lado, se encuentra la fragmentación cada vez más evidente de las instituciones que conforman los sistemas de gobierno y que limitan el acceso a un desarrollo pleno de las actividades escolares y laborales de las personas (Gómez, 2004). En efecto, el propio sistema económico y la falta de instituciones sólidas y con credibilidad han limitado no sólo la posibilidad de tener un desarrollo personal óptimo, sino que además han obligado a miles de adultos, niños, adolescentes, hombres y mujeres, e incluso familias completas, a trasladarse a países desarrollados, en un intento por mejorar su calidad de vida.
En la actualidad, la mayoría de las personas que emigran lo hacen de manera indocumentada, lo cual ha propiciado que al trasladarse de un país a otro puedan estar expuestas a una serie de expresiones de violencia social o de grupos delincuenciales transnacionales, que se aprovechan de esta situación ya sea robándoles, secuestrándolos, haciéndolos objeto de trata e incluso privándoles de la vida si se oponen a sus mandatos (Chiarotti, 2003). Este es el escenario que enfrentan las personas que deciden salir de su país de origen y, dada su complejidad, puede provocar una mayor vulnerabilidad al experimentar cierto malestar psicológico (Coffman y Norton, 2010; Haasen, Demiralay y Reimer, 2008). En efecto, la experiencia migratoria por sí misma puede generar una serie de síntomas o alteraciones emocionales, producto del reajuste de toda su vida cotidiana, tales como ansiedad o depresión (Salgado et al., 2007), así como algunas enfermedades psicosomáticas (Finch, Kolody y Vega, 2000), pero, sobre todo, un alto nivel de estrés; esto es, la persona que migra experimenta una serie de tensiones que puede percibir como amenazantes o desbordantes y que le significan un daño o una pérdida, pero a la vez representan un desafío (retomando los principios teóricos de Lazarus y Folkman, 1984).
La presencia de estrés y la intensidad con la que el migrante lo evalúe, le puede facilitar u obstaculizar la experiencia migratoria. Diversos estudios han reportado que la experiencia migratoria genera una serie de tensiones que, al momento de interconectase, propician lo que se denomina como estrés migratorio (Achotegui, 2005; Arellanez, Ito y Reyes, 2009; Hidalgo et al., 2009; Patiño y Kirchner, 2010; 2011). Algunos autores señalan que el estrés migratorio inicia incluso antes de abandonar el lugar de residencia, al planear la partida o verse en la necesidad de salir repentinamente, al tener que separarse -aunque sea temporalmente- de sus seres queridos, amigos, cultura y tradiciones; así como las expectativas que se depositan en el lugar de destino, a través del denominado "sueño americano" para quienes se dirigen a Estados Unidos (Arellanez, Ito y Reyes, 2009; Ceja, Lira y Fernández, 2014).
En el caso de la migración de mexicanos a Estados Unidos, el trayecto migratorio y el cruce fronterizo parecen ser los principales promotores de este tipo de estrés, pues la cercanía territorial ha favorecido que la mayoría de los mexicanos se trasladen de forma indocumentada. Para cruzar la frontera, muchos migrantes establecen contacto con algún pollero, coyote, lanchero o patero -persona que a cambio de un beneficio económico o material realiza el tráfico de personas, facilita el traslado y la entrada ilegal a una nación que no es la propia y de la cual no es residente permanente (Mayorga, 2007)-, lo que implica tener o conseguir el dinero suficiente para pagarle. Esto, además de la incertidumbre misma del traslado, somete al migrante a un alto nivel de estrés, sobre todo si es la primera ocasión que realiza el viaje. Así mismo, las condiciones adversas del clima y la geografía para cruzar, la necesidad de nadar o permanecer un tiempo oculto en cabinas de autos y/o camiones para no ser detectados por la patrulla fronteriza (border patrol), entre otras, son algunas de las experiencias a las que se deben enfrentar y que pueden detonar en un estrés migratorio.
Tanto hombres como mujeres migrantes, independientemente de su edad, la mayoría de las veces sufren maltrato por parte de los polleros o de la patrulla fronteriza, a tal grado que un número considerable desisten del intento de cruzar, lo que les genera un sentimiento de frustración, desilusión y abandono. En suma, trasladarse implica un alto nivel de incertidumbre, requiere una alerta permanente de la persona que migra para cuidarse de no ser asaltada o golpeada, no ser violentada sexualmente u obligada a prostituirse cuando es captada por algún grupo delincuencial (Graglia, 2012). Quienes logran cruzar la frontera y llegar a territorio estadounidense -cuando podría pensarse que ya ha pasado lo más difícil- sufren un nuevo impacto en la salud mental, pues al incorporarse a un nuevo entorno y tratar de adaptarse, es muy probable que vuelvan a experimentar diversas tensiones, ya que no tienen la certeza de cómo responder a las demandas de ese medio. el hecho de no conocer el lugar al que llegan, tener que buscar trabajo sin contar con redes sociales de apoyo, desconocer las costumbres, tradiciones e idioma del lugar pueden contribuir a la aparición de cambios en la salud física y mental.
Además de la presencia de estrés migratorio, pueden aparecer síntomas de ansiedad y depresión (Hovey, 2000; Hovey y Magaña, 2000; Achotegui, 2002; Falicov, 2001), no sólo por la experiencia vivida en lo inmediato, sino por la fragmentación que se ha producido en su cotidianidad. La ausencia de los seres queridos, valores, tradiciones, y el cambio en la alimentación producen añoranza y, muchas veces, estas pérdidas no son asimiladas de forma óptima; esto puede incrementar la vulnerabilidad e inestabilidad emocional, las cuales pueden propiciar un dolor psicológico difícil de sobrellevar (Arellanez, 2010).
Dependiendo de los recursos y estrategias de las personas para enfrentar el estrés y otras afecciones emocionales, puede darse una mayor o menor adaptación al contexto al que se llega. En este sentido, algunos autores han planteado que las estrategias de enfrentamiento dirigidas a solucionar los eventos estresantes facilitan las transacciones culturales y son un factor determinante para la salud mental (LaFromboise, Coleman y Gerton, 1993). En la población latinoamericana de migrantes, algunos estudios han reportado que el enfrentamiento activo se asocia con una menor presencia de síntomas depresivos (Torres, 2010; Torres y Rollock, 2007). Sin embargo, en los migrantes que tienen menos recursos, una de las formas de enfrentar el malestar emocional está relacionada con el abuso de bebidas alcohólicas, el consumo de altas cantidades de tabaco e incluso la experimentación con drogas ilícitas (Sánchez et al., 2006; Borges et al., 2007; Arellanez, 2010; Sánchez y Arellanez, 2011; Torres et al., 2014).
Estos antecedentes permiten entrever que la migración internacional incide en la salud mental a través del estrés migratorio, y los mecanismos para enfrentarlo son diversos y complejos. Uno de éstos es el uso de sustancias psicoactivas, que puede presentarse como una forma de atenuar el malestar emocional, ya sea para evadir, olvidar, no reconocerse, o bien para pensar que es una de las maneras de incorporarse al contexto social de arribo. Estos elementos, entre otros, muestran que la interacción entre dichas variables conforma un fenómeno muy complejo, que todavía no se conoce bien. De allí que en relación con los migrantes mexicanos captados en Reynosa, Matamoros y Nuevo Laredo (ciudades localizadas en la frontera con Estados Unidos), la presente investigación haya tenido como objetivo conocer su experiencia migratoria; la ocurrencia e intensidad de estrés migratorio; la percepción de accesibilidad, riesgo y consumo de drogas tanto lícitas como ilícitas antes y durante esa experiencia, así como identificar algunos factores que pueden predisponer el uso de sustancias ilícitas.
Método
De acuerdo con el objetivo del estudio -y dadas las características de la población migrante, que está en constante movimiento hacia Estados Unidos o de regreso a México, por lo que no hay un universo definido de quiénes y cuántos se desplazan por la frontera-, se diseñó una investigación exploratoria transversal, ex post facto, considerando que un muestreo no probabilístico, por cuotas, era lo más acorde para la investigación. Así, se aplicó una encuesta a 605 migrantes mexicanos captados en los albergues y casas de migrantes localizados en las ciudades fronterizas participantes. De esta cifra, 202 se encontraban temporalmente en Matamoros, 204 en Reynosa y 199 en Nuevo Laredo.
Procedimiento para levantar la información
La aplicación de la encuesta se hizo con el apoyo del personal que colaboraba en la casa del migrante de Matamoros,1 de pasantes en la licenciatura en psicología que voluntariamente apoyaban al DIF2 de Reynosa y personal profesional del DIF de Nuevo Laredo. Las personas que aplicaron el cuestionario fueron capacitadas previamente por el investigador responsable del proyecto en los criterios de selección y en la aplicación del cuestionario. Para la selección de los migrantes se establecieron los siguientes criterios: ser originario de México, haber migrado a Estados Unidos o pretender hacerlo, no proceder de alguna de las ciudades fronterizas consideradas en la investigación, ser mayor de edad y participar en la encuesta de manera voluntaria. Los criterios de exclusión fueron: radicar en la frontera, tener menos de 18 años y rechazar tomar parte en el estudio.
Una vez contactados, se les solicitó a los migrantes participar en la investigación. A quienes aceptaron se les aplicó la encuesta; quienes no, continuaron recibiendo los servicios y actividades que ofrecía la institución que colaboró con el estudio. Antes de iniciar la aplicación de la encuesta se les explicaron los objetivos de la investigación, se les notificó de la confidencialidad y anonimato de la información y se les pidió su consentimiento. Cabe señalar que el proyecto fue avalado por todas las instituciones participantes y se elaboró con apego a la Norma Oficial Mexicana NOM-028 de la Secretaría de Salud de México para la prevención, tratamiento y control de adicciones (SSA, 2009) en el rubro de investigación, poniendo especial atención en el cuidado de la integridad y el anonimato de los participantes, así como en la confidencialidad de sus respuestas.
Instrumento
Para explorar la experiencia migratoria, las condiciones del contexto y el consumo de drogas, se retomó una encuesta elaborada para un estudio realizado en 2005 (Sánchez y Arellanez, 2011), cuya estructura de reactivos permite la medición de las variables de interés (proceso migratorio, accesibilidad, percepción de riesgo y protección contra el uso de drogas y patrón de consumo).
Para explorar el estrés se utilizó la escala de ocurrencia e intensidad del estrés migratorio (OIEM),3 que ha sido validada con población migrante mexicana y consta de tres áreas de estrés: por la partida, el traslado y el arribo al lugar de destino (Arellanez, Ito y Reyes, 2009). El instrumento está compuesto por 24 reactivos con cinco posibilidades de respuesta: la primera identifica la ocurrencia o no del estresor ("0. no le pasó") y las otras cuatro para definir su intensidad ("1. Nada", "2. Poco", "3. Regular" y "4. Mucho"). El cálculo de las calificaciones para determinar la intensidad de estrés percibido tiene como parámetro de medición un rango de 1 a 5 puntos, en donde a mayor calificación, mayor intensidad del estrés.
Así mismo, para valorar las estrategias de enfrentamiento utilizadas ante la presencia del estrés migratorio se utilizó la escala de estrategias de enfrentamiento al estrés migratorio -EsEnEM-4 (Arellanez, 2010), que también ha sido validada y que evalúa la respuesta al estrés por la partida, el traslado y el arribo al lugar de destino. La escala está compuesta por 19 reactivos con cuatro posibilidades de respuesta que muestran la frecuencia con que se responde al estrés migratorio percibido ("1. Nunca", "2. A veces", "3. Casi siempre" y "4. Siempre"). Las calificaciones para la escala global y para cada uno de los cuatro componentes que la conforman van en un continuo de 1 a 4 puntos, donde a mayor calificación se entiende que hay una mayor frecuencia en el uso de ese tipo de estrategias de enfrentamiento.
Finalmente, para evaluar la percepción del daño que causan las drogas -tanto lícitas (alcohol y tabaco) como ilícitas (marihuana, cocaína, heroína, metanfetaminas y éxtasis)-, se elaboró la escala de percepción del daño (EPD), cuyos reactivos, reorganizados, se tomaron de la escala de percepción de riesgo del uso de drogas utilizada en la Encuesta nacional de adicciones (SSA, 1993).5 La escala está compuesta por 12 reactivos con tres posibilidades de respuesta, que muestran cómo se evalúa la percepción del daño que puede ocasionar en la salud el uso de drogas ("1. Mucho", "2. Poco", "3. Nada"). Las calificaciones para la escala global y para cada uno de los tres factores que la conforman van en un continuo de uno a tres puntos, donde a mayor calificación se entiende que hay una mayor percepción del daño.
Estrategia de análisis
En primera instancia, con la ayuda de la estadística inferencial se analizó la calidad psicométrica de las escalas utilizadas. En segundo lugar, se utilizó la estadística descriptiva para explorar las características sociodemográficas de los participantes en el estudio, así como de las variables evaluadas (experiencia migratoria, estrés migratorio, estrategias de enfrentamiento, consumo de drogas, entre otras).
Finalmente, con el apoyo de la estadística inferencial, se definió un modelo de regresión logística bivariado con el método enter, en donde se utilizaron como variables independientes la edad, conocimiento de inglés, ocurrencia e intensidad del estrés migratorio (en la planeación de la partida, el trayecto y la llegada al lugar de destino) y sus estrategias de enfrentamiento, consumo de alcohol y/o tabaco, contar con redes sociales de usuarios de drogas (compañeros de trabajo/escuela, amigos, vecinos, familiares y/o pareja) y la percepción de acceso a drogas en México y Estados Unidos. Como variable dependiente se empleó el consumo de drogas ilícitas alguna vez, esto con el objetivo de identificar si alguna de las variables psicosociales podría predecir, en mayor o menor medida, el uso de drogas ilícitas.
Resultados
De los 605 encuestados, 85.3 por ciento son hombres y 13.1 por ciento, mujeres (1.6 % no proporcionó información), con una edad promedio de 28 años (± 7.73), en un rango de 18 a 59 años. Si bien casi la mitad de los migrantes señalaron tener vida en pareja (49.4 %), 38.8 por ciento de ellos dijeron ser solteros (11.2 % señaló estar divorciado o viudo y 0.5 % no proporcionó información). En cuanto al nivel de escolaridad, en la muestra de migrantes predominan los estudios de primaria y secundaria, seguidos del bachillerato/estudios técnicos. aunque hay algunas personas que cuentan con formación profesional, 8.3 por ciento dijo no tener ningún tipo de educación formal.
Experiencia migratoria
Los motivos de migración hacia Estados Unidos son diversos; sin embargo, los relacionados con la búsqueda de una mejora económica (69.4 %), la escasez de oportunidades laborales en el lugar de origen (53.1 %) y el traslado por razones familiares (23.5 %), ya sea por la separación de los padres, para alcanzar a la pareja o por enfermedad o muerte de algún familiar, son las tres opciones con mayores porcentajes.
Para 44.8 por ciento de los migrantes (271 personas) era su primera experiencia migratoria; el resto de ellos (52.2 %, que equivale a 316 casos) ya habían migrado a Estados Unidos en algún otro momento de su vida (3 % no proporcionó información). De quienes manifestaron tener su primera experiencia migratoria, 38.7 por ciento no había intentado cruzar la frontera aún, 55.4 por ciento ya lo había hecho una vez y apenas 5.9 por ciento pretendió traspasarla en dos y hasta tres ocasiones. En contraparte, para quienes ya tenían al menos una experiencia migratoria previa, los intentos de cruce sin haber tenido éxito fueron dos en promedio (± 1.27), en un rango de 1 a 10.
La expectativa de permanencia en Estados Unidos está relacionada con una migración de temporalidad indefinida (45 %) y la intención de ir sólo por una temporada (32.6 %); muy pocos tienen el propósito de ir y venir constantemente (9.3 %), aunque llama la atención que 6.8 por ciento planeó migrar y ya no regresar a México (6.3 % no proporcionó información en este sentido). únicamente 1.2 por ciento señaló contar con documentos migratorios -aunque ya vencidos al momento de la aplicación del cuestionario-, lo que implica que la mayoría (98.8 %) no disponía de este tipo de papeles. Las principales entidades de destino a las que se dirigían o donde ya habían estado fueron Texas (46 %), california (6.4 %), Florida y nueva york (4 % cada una) y otros destinos diversos (21.6 %). es importante señalar que 59 migrantes (9.8 %) no tenían una idea clara a qué lugar se dirigirían en Estados Unidos, en tanto que 8.2 por ciento no proporcionó información, probablemente porque también carecía de algún lugar como destino.
La mayoría tenía pensado llegar a vivir con familiares y amigos (39.8% y 25.8 %, respectivamente), aunque 5.3 por ciento señaló a otras personas (conocidos y familiares de amigos), lo que hace ver la existencia de redes sociales en Estados Unidos. Cabe notar que 17.5 por ciento de los migrantes habían planeado llegar solos y otros aún no tenían claro con quién apoyarse al estar del otro lado de la frontera (11.5 %). De los 316 encuestados que habían tenido una experiencia migratoria previa en Estados Unidos, 27.8 por ciento dijo haber aprendido a comunicarse en inglés, y el resto (71.2 %) manifestó no haberlo aprendido por falta de interés o por no necesitarlo, ya que sólo se relacionaba con personas que hablan español (1 % no contestó).
Ocurrencia e intensidad del estrés migratorio
En cuanto a la presencia de situaciones estresantes asociadas con la partida -tales como tener poco dinero para emprender la migración, contar con escasa información para cruzar la frontera o bien desconocer cómo cruzarla, entre otras-, 88.1 por ciento de los migrantes (533 casos) manifestaron haber experimentado alguna situación en este sentido, mientras que 11.9 por ciento (72 personas) señaló no haber vivido alguna experiencia de este tipo. De los que mencionaron haber pasado por una situación así, la intensidad con la que la vivieron va de alta a muy alta (Cuadro 1).
Intensidad |
Partida (n=533) |
Trayecto (n=488) |
Arribo (n=409) |
|||
del estrés | Frecuencia | Porcentaje | Frecuencia | Porcentaje | Frecuencia | Porcentaje |
Muy alta | 202 | 37.9 | 165 | 33.8 | 88 | 21.5 |
Alta | 157 | 29.5 | 166 | 34 | 133 | 32.5 |
Moderada | 118 | 22.1 | 104 | 21.3 | 112 | 27.4 |
Baja | 44 | 8.3 | 47 | 9.6 | 63 | 15.4 |
Muy baja | 12 | 2.2 | 6 | 1.3 | 13 | 3.2 |
Fuente: Elaboración propia con base en los datos obtenidos de los migrantes que participaron en el estudio.
Las situaciones estresantes evaluadas que se relacionan con el traslado a Estados Unidos se refieren a la preocupación de que el coyote, lanchero o patero los abandonara antes de lograr cruzar la frontera, la inseguridad percibida por no conocer a las personas con las que pasarían la frontera y la incertidumbre de que los pudiese "agarrar la migra", entre otras. Algunas de estas situaciones se presentaron en 80.7 por ciento de los migrantes (488 personas) y sólo en 19.3 por ciento de los casos (117 migrantes) no fue así. De los que mencionaron la ocurrencia de al menos una situación estresante relacionada con el trayecto, la intensidad con la que la vivieron fue alta y muy alta (Cuadro 1).
En lo que corresponde a la presencia de eventos estresantes asociados con el arribo a Estados Unidos, se valoraron aspectos como la preocupación por no conseguir trabajo, desconocer la ciudad, tener problemas para comunicarse debido al desconocimiento del inglés, entre otros. se encontró que 67.6 por ciento de los migrantes encuestados experimentaron alguna de estas situaciones de estrés (409 casos), mientras que 32.4 por ciento afirmó lo contrario (196 migrantes) y cabe precisar que las personas que mencionaron no haber vivido situaciones estresantes asociadas a la llegada al lugar de destino aún no habían cruzado la frontera. Ha de recordarse que casi la mitad del total de los encuestados apenas estaban viviendo su primera experiencia migratoria y se trasladaban a Estados Unidos, por lo que es lógico pensar que la ocurrencia de este tipo de estrés migratorio aún es nula porque todavía no se enfrentaban completamente al nuevo contexto. Sin embargo, de los 409 que mencionaron percibir una situación estresante, llama la atención que la mayoría la vivió con una intensidad entre moderada y alta.
Estrategias de enfrentamiento ante el estrés migratorio
Los 533 migrantes que mencionaron haber vivido una situación de estrés asociada a la partida utilizaron dos tipos de estrategias de enfrentamiento: las dirigidas a su resolución, cuyos indicadores hacen referencia a situaciones como superar una a una las dificultades que se presentan, pensar que es un reto que tenía que solucionar y/o buscar una solución. Un porcentaje muy alto de los migrantes reportaron usar siempre este tipo de estrategias (Cuadro 2). Las otras utilizadas para enfrentar el estrés migratorio por la partida fueron las relacionadas con la emoción; esto es desesperarse, sentirse de mal humor o preocuparse. De acuerdo con lo señalado por los migrantes, este tipo de estrategias casi nunca o nunca las utilizaron.
Frecuencia | Dirigidas a la resolución del estresor | Dirigidas a la emoción | ||
Número de casos | Porcentaje | Número de casos | Porcentaje | |
Siempre | 276 | 51.8 | - | - |
Casi siempre | 180 | 33.8 | - | - |
Casi nunca | 68 | 12.8 | 276 | 51.8 |
Nunca | 9 | 1.7 | 257 | 48.2 |
Total | 533 | 100 | 533 | 100 |
Fuente: Elaboración propia con base en los datos obtenidos de los migrantes que participaron en el estudio.
Ahora bien, las 488 personas que reconocieron haber vivido algún evento estresante durante el trayecto utilizaron las estrategias para enfrentar este tipo de estrés que están asociadas con respuestas de tipo emocional, tales como tener miedo, sentir peligro al cruzar la frontera, pensar que sería mejor regresar a México, entre otras; casi siempre y siempre respondieron así a este tipo de estrés (Cuadro 3). Esto es comprensible si se consideran las dificultades y riesgos que implica cruzar la frontera en la actualidad, en donde está presente un peligro inminente en el que puede estar en juego la vida misma.
Frecuencia | Número de casos | Porcentaje |
Siempre | 161 | 33 |
Casi siempre | 179 | 36.7 |
Casi nunca | 120 | 24.6 |
Nunca | 28 | 5.7 |
Total | 488 | 100 |
Fuente: Elaboración propia con base en los datos obtenidos por los migrantes participantes en el estudio.
Finalmente, quienes reportaron haber presentado algún evento estresante asociado con la llegada al lugar de destino utilizaron estrategias de enfrentamiento dirigidas, en mayor medida, a la resolución de dicho estrés, tales como tratar de relacionarse con otras personas, aprender inglés, adaptarse al trabajo, etcétera. En general, este tipo de estrategias se emplearon casi siempre (Cuadro 4).
Frecuencia | Número de casos | Porcentaje |
Siempre | 68 | 16.6 |
Casi siempre | 218 | 53.3 |
Casi nunca | 90 | 22 |
Nunca | 33 | 8.1 |
Total | 409 | 100 |
Fuente: Elaboración propia con base en los datos obtenidos de los migrantes que participaron en el estudio.
Redes sociales de usuarios de drogas
Llama la atención que casi la mitad de los migrantes encuestados señalaron tener algún amigo, compañero de trabajo y/o vecino que ha consumido drogas ilícitas, ya sea en México o Estados Unidos (45.1, 44 y 43.5 %, respectivamente); así mismo, 19.7 por ciento dijo tener al menos un familiar usuario de este tipo de sustancias y 6.9 por ciento mencionó que su pareja es consumidor o consumidora de drogas ilícitas.
Consumo de alcohol, tabaco y otras drogas
Poco más de la mitad de los encuestados mencionaron que han consumido alguna bebida alcohólica en el último año (53.6 %, que equivale a 324 migrantes). De éstos, 33.6 por ciento dijo haber incrementado el uso de este tipo de bebidas mientras se encontraba en Estados Unidos. Las razones por las que aumentó el consumo giraron en torno de la invitación por parte de amigos, familiares o compañeros y para dejar de lado malestares emocionales como soledad, melancolía, estrés o ansiedad, aspectos asociados directamente con su situación emocional y la experiencia migratoria.
Por otra parte, 24.1 por ciento (146 migrantes) afirmaron haber fumado algún cigarrillo de tabaco en el último año. De quienes lo hicieron, 37.7 por ciento dijeron haber aumentado la cantidad de cigarrillos durante su estancia en Estados Unidos, lo cual se relacionó con la presencia de algún malestar emocional como ansiedad, estrés, soledad o tristeza, así como fumar más por gusto o por vicio. Nuevamente resaltan las situaciones asociadas con la vivencia migratoria.
En cuanto al consumo de sustancias ilícitas, sobresale el hecho de que 33.6 por ciento (203 migrantes) mencionaron haber usado alguna droga al menos una vez en la vida. Las razones del consumo fueron diversas: lo han hecho para experimentar los efectos de la droga; dejar de sentir soledad, depresión o tensión; por invitación, especialmente de amigos, y como una forma de olvidar los problemas. Las drogas que se consumieron con mayor frecuencia fueron marihuana, cocaína, crack, solventes inhalables, éxtasis y metanfetaminas.
De los 203 migrantes que dijeron haber consumido alguna droga, 80.3 por ciento (163 personas) las usaron antes de migrar, 46.3 % (94 casos) las consumieron únicamente en México y 34 % (69 individuos) las utilizaron tanto en México como Estados Unidos. Así mismo, 17.7 por ciento de los encuestados (36 casos) empezaron con el uso de estas drogas en Estados Unidos, mientras que cuatro migrantes no dieron información sobre su consumo antes ni durante su experiencia migratoria. Durante la estancia en Estados Unidos, en general, los porcentajes de consumo disminuyeron ligeramente, excepto en metanfetaminas, cuya proporción pasó de uno por ciento antes de migrar a 2.1 por ciento durante la estancia migratoria (Cuadro 5). Aun así, las drogas que registraron elevadas tasas de consumo fueron marihuana, cocaína y crack.
Sustancia | Antes de migrar |
Durante su estancia migratoria |
||
Frecuencia | Porcentaje | Frecuencia | Porcentaje | |
Mariguana | 115 | 19 | 72 | 11.9 |
Cocaína | 76 | 12.6 | 67 | 11.1 |
Crack (piedra) | 30 | 5 | 24 | 4 |
Anfetaminas | 4 | 0.7 | 5 | 0.8 |
Éxtasis (tachas) | 10 | 1.7 | 11 | 1.8 |
Metanfetaminas (ice, cristal) | 6 | 1 | 13 | 2.1 |
Solventes inhalables (cemento plástico, activo o thiner) | 25 | 4.1 | 7 | 1.2 |
Rohypnol | 5 | 0.8 | 2 | 0.3 |
Valium, Tafil o Ativan | 5 | 0.8 | 1 | 0.2 |
Heroína | 7 | 1.2 | 8 | 1.3 |
Antidepresivos | 11 | 1.8 | 4 | 1.7 |
Fuente: Elaboración propia con base en los datos obtenidos de los migrantes que participaron en el estudio.
A partir de los hallazgos observados, se llevó a cabo un análisis de regresión logística con el propósito de identificar presuntos factores de riesgo/protección del consumo de drogas entre la población estudiada. Este análisis permite estimar, mediante el cálculo de razones de posibilidades, las probabilidades de que la variable dependiente (el uso de sustancias ilegales alguna vez en la vida) pueda ocurrir a partir de la presencia de uno o varios factores (variables independientes), tales como: edad, conocimiento del inglés, ocurrencia e intensidad del estrés migratorio (en la planeación de la partida, el trayecto y la llegada al lugar de destino) y sus estrategias de enfrentamiento: consumo de alcohol y/o tabaco, contar con redes sociales de usuarios de drogas (compañeros de trabajo/escuela, amigos, vecinos, familiares y/o pareja) y la percepción del acceso a drogas en México y Estados Unidos.
Considerando dicho modelo, se realizó el análisis con 401 migrantes (66.3 % del total de la muestra) que cumplieron con todos los criterios de información necesaria. El modelo identificó de manera correcta a 92.3 por ciento de los casos y arrojó valores aceptables al obtener una R2 de Cox y Snell de 0.533. Así mismo se encontró que las variables predictoras del consumo de drogas son, en orden de importancia: la ingesta de bebidas alcohólicas, contar con amigos usuarios de drogas y redes sociales en el trabajo o escuela también consumidoras de este tipo de sustancias (Cuadro 6). Además, se determinaron como factores de riesgo la ocurrencia de estrés migratorio por el traslado y la llegada al lugar de destino.
Factores | B | Sig. | Exp (B)* |
Conocimiento del inglés | -0.74 | 0.012 | 0.477 |
Consumo de alcohol | 1.847 | 0.001 | 6.339 |
Compañeros usuarios de drogas | 1.056 | 0.045 | 2.874 |
Amigos usuarios de drogas | 1.228 | 0.015 | 3.414 |
Percepción de que es difícil conseguir drogas en México | -2.654 | 0 | 0.07 |
Ocurrencia de estrés migratorio por la llegada al lugar de destino | 0.065 | 0.006 | 1.067 |
Ocurrencia de estrés migratorio por el traslado | 0.117 | 0.017 | 1.124 |
Enfrentamiento al estrés migratorio por el traslado | -0.126 | 0.043 | 0.882 |
Fuente: Elaboración propia con base en los datos obtenidos de los migrantes que participaron en el estudio.
Como puede apreciarse, las variables de mayor peso son las relacionadas con el consumo de alcohol y el contar con redes sociales usuarias de drogas. Si se consideran estas variables en la experiencia migratoria, es comprensible que el migrante, al estar expuesto a situaciones de estrés tanto en el trayecto como en la llegada, busque incorporarse a redes sociales en ese nuevo contexto y, si algunos de los integrantes de éstas son usuarios de drogas, estará expuesto a una mayor probabilidad de consumirlas. En contraparte, se encontró que el uso de estrategias de enfrentamiento dirigidas a resolver el estrés migratorio por el traslado, desarrollar el conocimiento del inglés y una percepción de difícil acceso a las drogas, son elementos protectores del consumo de estas sustancias en la población migrante (Cuadro 6). Los dos primeros componentes juegan un papel fundamental en la adaptación en el lugar de destino y fortalecen la capacidad de respuesta que el migrante debe poner en marcha y, de acuerdo con los resultados, fungen como elementos protectores del uso de drogas en la experiencia migratoria.
Conclusiones
Los hallazgos obtenidos en el presente trabajo, si bien no son directamente representativos o generalizables de la población migrante mexicana, aportan toda una serie de información que, al comparase con otros estudios, confirma ciertas ideas sobre la dinámica del fenómeno migratorio y sus repercusiones en la salud mental del migrante. en general, se confirma lo encontrado en algunos estudios previamente realizados respecto de la experiencia migratoria, donde se resaltan como principales destinos migratorios Texas y California, aun cuando también se refirieron entidades tan lejanas como Nueva York (Sánchez et al., 2006; Sánchez y Arellanez, 2011; Conapo, 2014).
Así mismo, la mayoría de los migrantes encuestados manifestaron haber vivido un tiempo en Estados Unidos, mientras que poco más de la tercera parte intentaba cruzar la frontera por primera vez. Este hallazgo es importante porque deja entrever la necesidad de realizar estudios comparativos entre los migrantes que han tenido la posibilidad de vivir en Estados Unidos y comparar sus características psicosociales con los que están desplazándose por primera vez hacia aquel país. De hecho, esta es una de las limitaciones del presente estudio, y el considerar la posibilidad de comparar a los migrantes con experiencia de vida en Estados Unidos con quienes están viajando por primera vez, probablemente mostrará elementos complementarios a los obtenidos en la presente investigación. Sin embargo, tampoco hay que dejar de lado el aporte del presente artículo, pues, como se pudo observar, un número considerable de los participantes afirmaron contar con alguna red de apoyo en Estados Unidos (familiares, amistades y conocidos), lo que permite suponer que al llegar al lugar de destino dispondrían de un espacio físico dónde llegar a asearse y descansar, por lo menos.
Es interesante que sólo la tercera parte de los migrantes manifestaran haber aprendido a comunicarse en inglés; el resto dijo no necesitarlo porque en su vida cotidiana sólo se relacionaban con otros mexicanos o con personas que hablaban tanto español como inglés. Esta situación, si bien es entendible porque genera cierta comodidad, limita las posibilidades de inserción en el contexto cultural estadounidense, pues el hecho de aprender el idioma contribuye o incrementa las posibilidades de un mejor empleo, así como adquirir conocimientos y experiencias; como se ha señalado en otro momento, no hablar el idioma dificulta la inserción en el contexto al que se arriba y es un generador potencial de estrés migratorio.
En cuanto a este último, cabe resaltar que el hecho de haber utilizado un instrumento con base en el paradigma cognitivo-conductual, sustentado en el modelo de Lazarus y Folkman (1984) y adaptado al contexto de la migración, permitió confirmar una alta ocurrencia de estresores (alrededor de 85 %) tanto en la planeación de la partida como durante el trayecto, percibiendo estas vivencias con una alta intensidad. Esto implica que, a pesar de que la mayoría ya contaba con experiencia migratoria, es inevitable que la separación familiar, así como la incertidumbre del trayecto y cruce, generan una alteración emocional. Aun con todo esto, las estrategias de enfrentamiento a estos estresores, en su mayoría, están dirigidas a su resolución, lo que resulta favorable, ya que los migrantes ponen en marcha mecanismos adaptativos.
La ocurrencia y la intensidad percibida en situaciones relacionadas con el estrés migratorio ante la llegada al lugar de destino son relativamente menores, probablemente porque la mayoría de las/os migrantes cuentan con alguna red social de apoyo que les permite lograr cierta certidumbre, así como el hecho de que la mayoría haya migrado en ocasiones anteriores también puede generar cierta sensación de familiaridad respecto a qué deben hacer al encontrarse en territorio estadounidense y cómo llevarlo a cabo.
Otra de las características valoradas que coinciden con estudios previos (Sánchez et al., 2006; Sánchez y Arellanez, 2011) tiene que ver con que alrededor de una tercera parte de los migrantes dijeron haber usado drogas al menos una vez en la vida, porcentaje muy alto si se considera que en las encuestas sobre consumo de drogas en México, aproximadamente siete por ciento de la población de entre 12 y 65 años ha utilizado alguna vez alguna sustancia de este tipo (SSA et al., 2011). otro aspecto importante es que la mayoría de quienes consumieron drogas habían iniciado en México y casi 20 por ciento de ellos lo hicieron en Estados Unidos, lo que hace suponer que las estrategias de afrontamiento asociadas con la migración no están directamente relacionadas con el uso de sustancias psicoactivas.
Vale precisar que, en lo que respecta a la determinación de presuntos factores predictores del consumo de drogas en este sector poblacional, se encontró que el uso de bebidas alcohólicas, la convivencia del migrante con algunos consumidores y la presencia de eventos estresantes propios de la migración son factores de riesgo para la utilización de drogas. En contraparte, la adquisición del inglés, solucionar eventos estresantes de la migración y tener una baja percepción de acceso a estas sustancias en México son componentes que protegen al migrante ante el consumo de drogas.
Si bien este estudio no es representativo de los millones de migrantes internacionales, los hallazgos aportan elementos para suponer que la migración entre países conlleva una alta ocurrencia e intensidad de eventos estresantes en las tres fases estudiadas: la planeación de la partida, el trayecto y el arribo al lugar de destino. También se encontraron indicios de que la dificultad para manejar la diversidad de estresores incrementa el riesgo del consumo de sustancias psicoactivas. Además, los resultados ofrecen algunos elementos para que quienes se interesan en el diseño y planeación de políticas públicas lleven a cabo una intervención centrada en la atención a eventos estresantes relacionados con la migración, con el fin de estimular en el migrante las estrategias de enfrentamiento para su resolución y el desarrollo de habilidades sociales para incorporarse a la cultura del país de arribo. Así mismo, sería fundamental impulsar la preservación de rasgos identitarios del lugar de origen y la generación de habilidades para la inserción en las tradiciones y costumbres del país de destino, esto con el fin de lograr una mejor integración en el grupo social del que formarán parte, al menos por algún tiempo.
Los hallazgos obtenidos en la investigación contribuyen no sólo a una mayor comprensión de los fenómenos implicados en su interacción (migración y consumo de drogas), sino que también ofrecen elementos acerca de cómo el uso de drogas ilícitas puede fungir como un paliativo del malestar emocional contenido, que detona en mayor medida cuando la persona tiene redes sociales de apoyo que consumen este tipo de sustancias.