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Estudios sociales (Hermosillo, Son.)
versión impresa ISSN 0188-4557
Estud. soc vol.21 no.41 Hermosillo ene./jun. 2013
Artículos
Ecoturismo comunitario y conservación ambiental: la experiencia de La Ventanilla, Oaxaca, México
Community based ecotourism and environmental conservation in Mexico: the experience of La Ventanilla, Oaxaca
David Vargas del Río* Ludger Brenner **
*Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente. Dirección para correspondencia: davidvar@iteso.mx
**Universidad Autónoma Metropolitana
Fecha de recepción: febrero de 2012
Fecha de aceptación: mayo de 2012
Resumen
Mientras los apoyos financieros y logísticos para promover la conservación en comunidades campesinas e indígenas aumentan, la literatura sobre ecoturismo comunitario, que es una de sus estrategias más destacadas, está llena de contradicciones y suposiciones carentes de respaldo empírico. Particularmente, en lo que se refiere al cambio a largo plazo que esta modificación en las actividades productivas representa. Para analizar tales cuestiones se identificaron y evaluaron las profundas trasformaciones sociopolíticas impulsadas por esta actividad en La Ventanilla: un destino mexicano ubicado en la costa del estado de Oaxaca, y que frecuentemente se menciona como un caso ejemplar por su desarrollo social y ambientalmente equilibrado. En este artículo se presenta un estudio detallado de la ecología política a diferentes escalas geográficas y a lo largo del tiempo. Los resultados contrastan con otras versiones más optimistas que carecen de la visión diacrónica. Más bien, se ilustra un "choque de trenes institucional" que, paradójicamente, hace más vulnerable la ecología local: menor cohesión social, reciprocidad, sentido de comunidad y confianza mutua, mientras se detonan procesos como la especulación y la desigualdad. Consecuentemente, la intervención de actores externos, aunque bien intencionada, ha agudizado las desigualdades socioeconómicas y debilitado las instituciones locales.
Palabras clave: ecoturismo comunitario, ecología política, desarrollo local, conservación ambiental, La Ventanilla.
Abstract
While financial and logistical support to promote conservation in rural and indigenous communities' increase, academic literature on community-based ecotourism which is one of its most prominent strategiesis plenty of contradictions and assumptions lacking empirical support. Particularly in regard to long term changes in social and ecological relationships. To analyse such issues, socio-political transformations driven by ecotourism in La Ventanilla were identified and assessed. This destination is located on the coast of Oaxaca, México, and is frequently cited as an exemplary case because it's social and environmental balanced approach to ecotourism. This article presents the political ecology of La Ventanilla at different geographic scales and over time. The results contrast with those optimistic versions lacking of diachronic vision. Rather, it illustrates an "institutional train wreck" that makes local ecology more vulnerable: decreasing social cohesion, reciprocity, sense of community and mutual trust, while promoting processes like land speculation and inequality. Consequently, the intervention of outsiders, however well intentioned, has exacerbated socioeconomic inequalities and weakened local institutions.
Key words: community-based ecotourism, political ecology, local development, environmental conservation, La Ventanilla.
Una perspectiva crítica hacia el ecoturismo comunitario
Las trasformaciones recientes del sector turístico (p. e. la proliferación de estructuras de producción post y neofordistas) y las macrotendencias socioculturales (nuevos valores y modalidades de consumo) ocasionaron la incorporación de otros destinos en el mercado global, que buscaron diferenciarse del turismo masivo tradicional de sol y playa (Ioannides y Debbage, 2004; Torres, 2002). Tales destinos se fueron ubicando, preferentemente, en países y regiones con menor grado de desarrollo socioeconómico, ostentadores de paisajes rurales y áreas naturales relativamente poco alterados (Mowforth y Munt, 2009). A esos parajes se les asignaron denominaciones que responden a diferentes segmentos de mercado emergente: turismo de aventura, agroturismo, turismo basado en la naturaleza, etnoturismo, turismo alternativo o rural o ecológico, ecoturismo, turismo responsable, ecoturismo comunitario, turismo sostenible, entre otros.
John Urry (1990) relacionó la nueva actitud de los turistas con una nostalgia por ciertos estilos de vida, asociados a paisajes reales o imaginarios, así como a una creciente conciencia ambientalista que respondió a los cambios de valores de la sociedad occidental moderna. Al respecto, Daniel Hiernaux-Nicolas (2002) exploró la cuestión e identificó cuatro "idearios turísticos" o grupos de conceptos:
a. La búsqueda de la felicidad, es decir, la valoración del hedonismo como un valor central, que puede llevarse a cabo de forma preferente en determinados espacios turísticos.
b. La evasión del mundo cotidiano o el desplazamiento que realiza el turista para escapar de una cotidianidad opresiva.
c. El encuentro con el otro o el deseo de viajes distantes o intercambios con poblaciones y paisajes "exóticos".
d. El regreso a la naturaleza o la valoración de esta como fuente de salud física y mental, que implica un deseo de adecuar el consumo turístico a este tipo de experiencias.
Los idearios se articularon y adquirieron especial relevancia en los llamados países del sur global, en lo que puede generalizarse como el segmento del Turismo Basado en la Naturaleza (TBN), donde el turista "puede buscar la felicidad en la naturaleza, evadirse, y descubrir otro entorno y otras personas" (Hiernaux-Nicolas, 2002:27). El TBN representa "todas las formas de turismo que tienen lugar en áreas naturales y para las que la vida natural, en alguna de sus formas, ejerce atracción especial" (Strasdas, 2001:4).
La importancia del TBN se manifiesta por su crecimiento en el mercado turístico global que, si bien resulta difícil de cuantificar debido a la falta de claridad en los criterios conceptuales y a la falta de estadísticas confiables, es considerado como el segmento que más rápido aumenta (Drumm y Moore, 2005; Hawkins y Lamoureux, 2001; Tapper, 1993; TIES, 2006a), pues se registran alzas anuales desde 10% (Drumm y Moore, 2005) hasta 20 a 34% (European Commission, 2002). Tal incremento se refleja en destinos turísticos orientados a este tipo de mercado, como Costa Rica, Sudáfrica o Indonesia, donde los números de visitantes han crecido con tasas superiores al promedio desde 1990. Como resultado, el mercado del TBN ha ganado interés dentro de las políticas de desarrollo de los países del sur global y entre las diversas empresas turísticas que han ido dominando el segmento (Weaver y Lawton, 2007).
De forma paralela al avance del TBN, fue creciendo la preocupación a nivel mundial por conservar aquellos espacios y medioambientes destacados por su fragilidad y alta biodiversidad. Dentro del ámbito de la política ambiental internacional, la situación adquirió particular relevancia en áreas con manejo comunitario (Galvin y Haller, 2008), principalmente por la existencia de instituciones locales que gestionan el acceso y uso de los recursos naturales (Harris, 2009). Así pues, los territorios comunitarios que en 2004 representaban 11°% del total de bosques templados y selvas tropicales del planeta (Molnar, Scherr y Khare, 2004) "coincidieron", tanto con los idearios turísticos como con el discurso ambientalista emergente, tomando fuerza un tipo particular de TBN conocido como ecoturismo comunitario: un concepto explícitamente normativo relacionado con el ecoturismo, en el sentido de que implica "viajes responsables hacia áreas naturales que ayudan a conservar el medioambiente y mejorar las condiciones de la población" (TIES, 2006b). Este concepto también enfatiza el desarrollo local ambientalmente sostenible y la participación comunitaria como una estrategia para aprovechar las actuales tendencias socioculturales y económicas, y consecuentemente, potenciar la conservación ambiental (Borrini-Feyerabend, Kothari y Oviedo, 2004).
De esta manera, los proyectos de ecoturismo comunitario han aparecido ante todo en áreas naturales, legalmente protegidas o indefensas, que poseen altos niveles de biodiversidad imputables al conocimiento ancestral y manejo cuidadoso de los pobladores locales y con cierto potencial de mercado al estar ubicados cerca de centros turísticos establecidos (Vargas del Río, 2010). La estrategia más aceptada consiste en que los pobladores locales, con frecuencia idealizados como "comunidades", se adhieran de forma voluntaria al concepto emergente a partir de intereses comunes, como pueden ser: proteger la flora y fauna salvaje u obtener beneficios económicos y apoyos para generar o mejorar la oferta turística local (Borrini-Feyerabend, Kothari y Oviedo, 2004). Así, se busca combinar las estrategias modernas de conservación basadas en las ciencias ambientales y sociales con el conocimiento ecológico tradicional indígena y otorgar respaldo institucional y recursos financieros -del Estado, las organizaciones no gubernamentales ambientales (ONGA) e instituciones multilaterales- para fomentar el ecoturismo comunitario e intentar compensar las restricciones ambientales que los pobladores adquirieron de forma voluntaria (Kothari, 2006).
Considerando que los viajeros exigen prácticas aparentemente sustentables como elemento de su experiencia y consumo (Mowforth y Munt, 2009; Pigram y Wahab, 1997), muchos prestadores de servicios turísticos comenzaron a proclamarse "ecológicos" y a promocionar cualquier forma de TBN como "ecoturismo", mientras que las poblaciones locales exaltaron su "espíritu conservacionista" y "actitud comunitaria". De esta forma, el TBN, el ecoturismo y el ecoturismo comunitario se convirtieron en términos confusos e intercambiables (Page y Dowling, 2002): pasaron de ser conceptos normativos a actividades económicas controladas por diversos actores que buscaron adaptar sus prácticas al "mercado ecológico" creciente. En virtud de la doble naturaleza, conviene revisar algunas de las críticas que cuestionan la factibilidad de poner en práctica los ambiciosos objetivos del ecoturismo comunitario (Cater, 1995; Fernandes, 1994; Pigram y Wahab, 1997; Ryan, Hughes y Chirgwin, 2000; Wheeller, 1991 y 2006). Al respecto, es posible destacar al menos cuatro líneas generales de reflexión a propósito de la utilidad y viabilidad de este concepto.
Primero, las contradicciones que presenta una noción interesada en implementar objetivos sumamente ambiciosos dentro de un contexto económico aún dominado por el sector turístico convencional. En este sentido, el turismo tradicional, el tbn y los proyectos de ecoturismo comunitario tienden a traslaparse espacialmente, hecho que se refleja mediante un patrón geográfico particular en el que los proyectos de TBN y ecoturismo comunitario dependen de los centros del turismo masivo (Kontogeorgopoulos, 2004; Wheeller, 2006). Así pues, a menos que la oferta de los proyectos de turismo tradicional sea excepcional permanecen a expensas de estas estructuras económicas para garantizar cierta "masa crítica" en cuanto a demanda e infraestructura (Weaver y Lawton, 2007). De esta manera, las "comunidades" siguen dependiendo de los intereses de actores externos poderosos, y es posible inferir que tenderá a repetirse el mismo patrón observado en numerosos destinos del turismo convencional: los beneficios se concentrarán en los actores mejor posicionados en el mercado, mientras que los costos ambientales y sociales se acumularán en los nuevos espacios y actores del "turismo alternativo" (Brenner, 2011).
Otra implicación es que el flujo de turistas tenderá a aumentar en respuesta al mercado que controlan tales actores, más que por criterios de capacidad de carga (Mowforth y Munt, 2009). En un contexto sujeto a una demanda creciente, los encargados de gestionar el TBN comunitario con frecuencia enfrentarán el siguiente conflicto: aceptar mayor afluencia turística y mejorar la rentabilidad económica o bien, aplicar restricciones notables para dar prioridad a la conservación ambiental (Wheeller, 1991).
Una segunda línea de reflexión proviene de la dinámica del desarrollo de los destinos turísticos (Clarke, 1997; Vargas del Río, 2010; Wheeller, 2006): las inversiones en acceso, promoción e infraestructura para atraer visitantes que, en un principio eran limitadas, tenderán a incrementarse si el proyecto resulta exitoso en términos económicos, lo cual puede dar origen a formas de TBN masivas y menos controlables por las comunidades (clarke, 1997; Ryan, Hughes y Chirgwin, 2000). Considerando lo anterior, el ecoturismo comunitario requiere cierto grado de cohesión social para resistir la tentación de obtener los beneficios rápidos que ofrece el mercado turístico. Esto genera nuevas contradicciones, pero a un nivel espacial más amplio: aun cuando el grupo local logre mantener su cohesión social interna y confronte el poder de los actores interesados en formas no sustentables de TBN, los flujos de turistas pronto se dirigirán hacia otra área o comunidad más fragmentada en términos sociales (Wheeller, 1991). Este proceso genera en última instancia mayor dispersión espacial de la actividad turística y, consecuentemente, mayor presión sobre más ecosistemas y culturas frágiles (Ryan, Hughes y Chirgwin, 2000).
La tercera línea crítica resulta de los efectos sutiles y los complejos retos que implica el turismo comunitario al llevarse a cabo en la práctica cotidiana. Tales cuestiones son difícilmente evitables, a pesar de la existencia de numerosos y sofisticados planes de manejo. Por ejemplo, la simple presencia de turistas tiende a afectar el entorno natural mediante el ruido, la introducción de patógenos, la contaminación del suelo y el agua, así como la interferencia en las dinámicas de los animales y las plantas (Buckley, 2005). Algo similar se puede afirmar acerca del impacto sociocultural. Como describe Helena Norberg-Hodge (1991) en su estudio sobre la influencia cultural de los visitantes en localidades que han estado relativamente aisladas de las tendencias modernas, los turistas trasmiten, de manera intencionada o sin ella, patrones de consumo y comportamiento sobre los pobladores, exaltando los atributos occidentales que representan y denigrando el sentido de las localidades que visitan. Más aún, cuando la cultura por sí misma representa el atractivo, su mercantilización la puede convertir en un espectáculo, que se recrea solo para agradar a los turistas, mientras que el significado de la tradición se pierde (Wearing y Neil, 1999).
Por último, puede destacarse una cuarta vía crítica basada en la complejidad sociopolítica que implica la gestión integral y participativa del turismo comunitario (Brenner y Job, 2011; Vargas del Río, 2010). En este sentido, las políticas y medidas concretas involucran la asignación de recursos, la elaboración e implementación de planes de manejo, la promoción y la implementación de nuevas regulaciones ambientales que deberán ser gestionadas por actores externos, como por ejemplo, instituciones gubernamentales o no gubernamentales ambientales. De manera que ciertos recursos naturales y valores de uso que eran socialmente importantes, pero carentes de valor de cambio, adquieren nuevos valores para el mercado turístico y ambiental, dando lugar a conflictos de distribución ecológica a partir del usufructo de lo que antes era común. Así pues, con mayor número de actores políticos interesados en controlar los recursos, el contexto político se vuelve más complejo (Brenner y Job, 2006; Painter y Durham, 1995; Vargas del Río, 2010). Y esto mismo ocurrirá con la implementación y gestión de los proyectos "comunitarios". Tal vez los beneficiarios ambientales o económicos sean actores externos más que locales (Wearing y Neil, 1999), pero incluso, en caso de que sean estos últimos, la distribución puede generar disputas y conflictos, ya que las "comunidades" no son entes homogéneos sino grupos sociales -con élites locales y diferencias de clase, género y etnicidad (The Ecologist, 1993)-. Lo anterior implica la posible aparición de nuevos subgrupos de "ganadores" y "perdedores", así como de un contexto social cada vez más fragmentado y desigual.
Partiendo de estas inquietudes, en el artículo analizamos los resultados prácticos de un caso destacado de ecoturismo comunitario. En concreto, se estudia de manera cronológica cómo el fomento de la conservación del entorno y del TBN se articuló con el sistema de manejo ambiental de La Ventanilla, comunidad localizada en la costa del Pacífico sur mexicano. Cabe mencionar que la población llamó la atención a nivel nacional, incluso internacional, por la administración responsable y comunitaria de sus recursos naturales; se convirtió en un "proyecto ejemplar" (Avila-Foucat, 2000 y 2002; Becerril-Morales, 2000), que obtuvo varios reconocimientos (Betz, 2004; Semarnat, 2009), y que en la actualidad sirve de estandarte para promover el ecoturismo comunitario en la zona costera mexicana. Por todo lo anterior, se ha recurrido a La Ventanilla para generar indicadores de gestión comunitaria basados en la cohesión, la equidad, el interés por conservar y manejar el territorio (Avila-Foucat, 2002; Eugenio-Martin y Avila-Foucat, 2005).
El análisis de la interacción entre TBN y gestión ambiental local se realizó desde una perspectiva centrada en la configuración de actores durante dos fases históricas diferentes. Así se pudieron valorar las cambiantes relaciones entre las estructuras sociales, económicas y políticas y las diversas formas de apropiación y aprovechamiento, tomando en cuenta las diferencias y desigualdades entre los grupos interesados en utilizar los recursos naturales. En particular, se evaluó el poder, los intereses, las estrategias y la escala geográfica desde la que actuaron todos los actores involucrados. Estos fueron categorizados como locales o de base, instituciones gubernamentales, ONGA, instituciones multilaterales y empresas (Bryant y Bailey, 1997).
A continuación se describe de manera breve el contexto geográfico y socioeconómico de la zona de estudio, después se explica la metodología aplicada, luego se presentan los resultados agrupados en dos configuraciones sociopolíticas históricas. Para finalizar, se discuten los resultados específicos, terminando con algunas reflexiones generales.
El contexto regional y local
La Ventanilla se ubica en una comunidad agraria conocida como santa María Tonameca (241.1 km2) en la zona costera del estado mexicano de Oaxaca (véase la figura 1). La región se distingue, no solo porque en ella habita el mayor número de pueblos indígenas del país, sino por poseer altos índices de variedades biológicas (Toledo et ál., 2001). La relación entre diversidad cultural y biológica se debe, por un lado, al manejo colectivo y las tradiciones de las poblaciones humanas del lugar (Toledo, 2001) y, por otro, a que Oaxaca se ha mantenido al margen de las políticas de desarrollo turístico nacionales que han causado deterioros ambientales notables en otras partes de México (Brenner, 2005). Empero, se le considera una entidad con altos índices de marginación socioeconómica a nivel nacional (Conabio, 2006).
El litoral donde se asienta la población se caracteriza por tener acantilados de granito, que se alternan con bahías, playas de arena y lagunas costeras, alimentadas por ríos que provienen de la cordillera montañosa adyacente. La vegetación incluye importantes extensiones de manglares, en los humedales, y selva mediana caducifolia en buen estado de conservación, en los cerros (Conabio, 2004a y 2004b). Ambas zonas (costera y montañosa) contienen amplia diversidad de ambientes y especies, algunas de las cuales son endémicas o están en peligro de extinción (La Ventana, 2006). La parte marina destaca por su riqueza en peces y especies endémicas de algas, moluscos, poliquetos, equinodermos y crustáceos; por la presencia de variedades carismáticas de mamíferos: delfines y ballena jorobada (Megaptera novaeangliae) y de tortugas, como la Golfina (Lepidichelys olivacea), la Laúd (Dermochelys coriacea) y la Prieta (Chelonia agazzi). Dentro de esta comunidad se ubica un área importante a nivel mundial de anidación de golfinas. Por estas razones, el lugar es considerado una región terrestre y marina prioritaria para la conservación (Conabio, 2004a y 2004b).
Actualmente, son significativos los apoyos económicos gubernamentales para respaldar programas de conservación gestionados en la localidad y las acciones emprendidas para crear una "reserva natural comunitaria" en santa María Tonameca (La Ventana, 2006), promovida por diferentes instancias de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y una ONGA establecida en la región. La iniciativa implica restricciones ambientales voluntarias y establecidas de forma local, con el respaldo del gobierno federal, mediante un Ordenamiento Ecológico Territorial,1 que les permita obtener más apoyos económicos para desarrollar TBN y otras actividades (Conanp, 2006).
La estrategia de crear una "reserva natural comunitaria" coincide con el concepto de "áreas comunitarias conservadas" que la unión internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) define como:
[...] ecosistemas naturales y modificados con significativa biodiversidad y valores ecológicos y culturales relacionados, que son voluntariamente conservados por poblaciones indígenas y comunidades locales a través de reglas tradicionales y otros medios efectivos (Kothari, 2006:3).
El concepto busca motivar a los gobiernos de todo el mundo para que apoyen las labores de conservación de las sociedades locales. Así pues, la comunidad agraria de La Ventanilla se comprometió, en 2008, a dar seguimiento a un plan de Ordenamiento Ecológico Territorial, como primera fase de la instauración de un área comunitaria conservada, en la que se contempla mantener 48% de su territorio (La Ventana, 2008).
Por otra parte, la región se ha ido incorporando de manera paulatina a la actividad turística debido al crecimiento de dos corrientes turísticas cercanas. La primera comenzó en marzo de 1970, cuando un eclipse solar coincidió con el heyday del movimiento hippie, atrayendo a turistas mochileros. La belleza de las playas de la región y la conexión de la costa con la red nacional de carreteras fue consolidando a la población de Zipolite -próxima a la comunidad agraria de santa María Tonameca (véase la figura 1)- como el destino más importante de este perfil de viajeros en la costa sur del Pacífico mexicano (Brenner y Fricke, 2007). Posteriormente, a partir de 1997, el poblado de Mazunte comenzó a crecer bajo la influencia de Zipolite, pero también de una oferta propia con un proyecto de TBN, promocionado por una ONGA nacional. Como se muestra en la figura 1, Mazunte se consolidó como un destino turístico de corte mochilero y "ecologista", gracias a un museo de tortuga marina, proyectos para observación de flora y fauna marina y la venta de productos desarrollados en la localidad (Morales-Gómez, 2009; Vargas del Río, 2010).
La otra corriente turística preponderante proviene de dos centros de sol y playa, fomentados por el gobierno federal mexicano, desde donde llegaron grupos de visitantes a La Ventanilla, gracias a los operadores turísticos: Puerto Escondido, ubicado a unos treinta kilómetros al oeste y Huatulco, localizado a unos cincuenta kilómetros al este. Ambos destinos se consolidaron con políticas nacionales de desarrollo turístico masivo de sol, mar y playa, promociona-das a nivel gubernamental (para más detalles véanse: Brenner, 2005; Clancy, 2001). Debido al estancamiento de la afluencia turística en estos centros, desde hace más de una década, ahora buscan "rejuvenecer" su imagen y diversificar su oferta (Brenner, 2005).
Por su parte, La Ventanilla, localidad de aproximadamente 101 habitantes (INEGI, 2009), se pobló con originarios de la comunidad agraria de Santa María Tonameca (véase la figura 1), quienes obtuvieron de manera formal el territorio con la anuencia de la comunidad agraria en 1969. Las tierras incluyen una parte de la laguna costera, que se forma en la desembocadura del río Tonameca, donde hay flora y fauna propia del manglar; una zona de playa, en la que hay frecuentes anidaciones de tortuga marina, así como áreas que no se inundan en las inmediaciones de la laguna costera y en las laderas de los cerros, que colindan con los de la comunidad vecina de Mazunte, donde predomina la selva baja caducifolia y las tierras de cultivo. Los pobladores que se asentaron en este sitio comenzaron a utilizar el territorio con fines agrícolas y complementaron sus ingresos comercializando de forma ilegal huevos de tortuga marina, pieles de cocodrilo u otras especies protegidas.
Las porciones territoriales forman parte de un régimen de propiedad comunitario, es decir, un sistema de tenencia que resultó del periodo posrevolucionario de México, cuando el Estado posicionó la dotación de tierras agrícolas para uso colectivo en el centro de la política desarrollista del país, entre otras razones, con el propósito de fortalecer su presencia en zonas rurales. La toma de decisiones en el régimen comunitario está respaldado por el gobierno mexicano y es conocido como "usos y costumbres" (Carlsen, 1999). El modelo de organización social es similar al de otras poblaciones indígenas y campesinas del estado de Oaxaca, de donde son originarios la mayoría de los inmigrantes de la zona costera y supone que las decisiones se toman de forma colectiva en asambleas (la máxima autoridad). Los órganos políticos negocian con actores externos, dan a conocer las cuestiones que afectan a la localidad e imponen sanciones y castigos. Dentro de las asambleas participan los "avecindados", o sea, los jefes de familia que han residido por más de un año en el lugar y que han sido reconocidos por los otros miembros de la asamblea, y los "comuneros", es decir, aquellos avecindados que son reconocidos, tanto por el gobierno federal, por medio de la Secretaría de la Reforma Agraria (DOF, 1992), como por el comisariado de Bienes comunales, que es un gremio dependiente de la asamblea y conducido por comuneros destacados para llevar las cuestiones administrativas.
En este contexto, desde principios de la década de 1990 comenzaron a llegar turistas provenientes de Puerto Escondido, Huatulco, Zipolite y Mazunte, dando lugar a los primeros prestadores de servicios que ofrecieron recorridos en lancha para observar la flora y fauna del manglar cercano. La iniciativa local fue un éxito y la afluencia turística aumentó de manera notable. Como consecuencia, los habitantes de La Ventanilla solicitaron y recibieron considerables apoyos técnicos y financiamiento de diferentes instituciones gubernamentales y algunas ONGA. También impulsaron actividades de conservación y restauración ambiental, que se discutirán a detalle más adelante.
De tal suerte, en este poblado inciden dos fuerzas que diversificaron muy rápido las actividades económicas. La primera está relacionada con la conservación ambiental y pretende implementar estrategias de gestión "comunitaria" o, mejor dicho, actividades de manejo ambiental basadas en instrumentos promovidos por actores estatales, coordinados con las ONGA que buscan una fuerte participación local. La segunda es el sector turismo, que intenta ampliar y diversificar la oferta a nivel regional. Al respecto, existe consenso a propósito de que impulsar el "ecoturismo comunitario" es la mejor opción (La Ventana, 2008; Redes Consultores, 2000). Si bien, el TBN se empezó a difundir gracias a la intervención de grupos ambientalistas, como una forma de activismo orientado a promover la conservación de la naturaleza y un desarrollo socioeconómico más igualitario (Bori-Sanz, 2000), en fechas recientes se han sumado a estas iniciativas diversas ONGA, instituciones gubernamentales e, incluso, los residentes que se han visto beneficiados de manera económica por esta actividad. Así, la oferta de TBN se ha desarrollado de forma acelerada, con la observación de tortugas y los paseos en lancha por la zona marina o por los manglares para observar flora y fauna costera, entre otras opciones (véase la figura 1). sin embargo, las diferentes percepciones de lo que es "ecoturismo comunitario" y las estrategias para alcanzarlo, aunado al interés particular de ciertos actores por impulsar un desarrollo económico al margen de las cuestiones ambientales o sociales, han hecho de La Ventanilla un lugar sumamente politizado, en el que varias empresas turísticas, instituciones gubernamentales y ONGA dedicadas a la conservación ambiental, así como diferentes grupos de la población local, buscan controlar los recursos naturales de acuerdo con sus intereses.
Metodología y recopilación de datos
Para identificar a los actores sociales vinculados al uso turístico y de conservación se utilizó la técnica "bola de nieve". En este renglón se incluyeron las instituciones gubernamentales, empresas, ONGA, instituciones multilaterales y pobladores (Bryant y Bailey, 1997). Se analizó la constelación de actores, las alianzas y conflictos entre ellos en diferentes periodos característicos, así como la forma en la que tal interacción se reflejó en la apropiación de los recursos naturales, a partir de la interpretación de conversaciones y datos secundarios. Las entrevistas semiestructuradas se realizaron a representantes de los grupos formales establecidos en La Ventanilla (dos cooperativas de TBN, un funcionario municipal y un miembro de una red de cooperativas), aparte de cuatro entrevistas con otros pobladores locales. Además, se realizaron doce entrevistas con actores regionales (dos ONGA, cinco funcionarios de gobierno, una autoridad agraria y cuatro operadores turísticos). La duración de las conversaciones fue de entre treinta minutos hasta dos horas y treinta minutos, con un promedio de sesenta minutos. Todas las entrevistas fueron grabadas y transcritas. Después fueron analizadas mediante un proceso de asignación de códigos y recuperación de la información, mediado por una clasificación de categorías analíticas (Coffey y Atkinson, 1996). Así mismo, se participó como observadores en varias asambleas y foros regionales para la promoción de actividades de conservación y de TBN.
El trabajo de campo se llevó a cabo durante los meses de enero, septiembre, octubre y noviembre de 2007. El mes de enero coincide con la temporada alta de visitantes y se pudieron apreciar la presión turística y las dinámicas locales, en tanto que los meses de septiembre, octubre y noviembre son de temporada baja y media turística, durante los cuales la gente está más dispuesta a ser entrevistada. Con pocas excepciones, los pobladores se mostraron abiertos e interesados en exponer su punto de vista. La valoración del poder relativo de los actores en cada una de las fases se realizó ponderando de forma cualitativa los diferentes tipos de plataformas que Norman Uphoff (2005) sintetiza bajo seis diferentes categorías: recursos económicos, sociales, políticos, morales, de información y físicos. Los recursos económicos se relacionan con el control sobre el capital, el trabajo, el territorio, así como los bienes y servicios que de ellos se desprenden; los sociales corresponden al estatus o posición dentro de una estructura determinada, implicando la capacidad de movilizar a otros actores; los políticos resultan de la autoridad normativa formal y la legalidad que respalda las acciones de ciertos actores; los morales se asocian con la percepción de legitimidad o reputación que pueden ostentar algunos individuos; los recursos de información representan la posesión o la capacidad de acceder o trasmitir la información, y la capacidad para hacer uso de ciertas técnicas o conocimientos y, por último, los recursos físicos representan la fuerza física que un actor es capaz de ejercer contra otro para forzar su cooperación o conformidad.
A partir de esto se definieron dos fases temporales con base en el análisis histórico de la organización social de La Ventanilla. Cada estructura se describió de manera visual y verbal, y su análisis temporal se basó en la propuesta de Samuel Johnston (2001a y 2001b), quien sugiere distinguir entre:
• Eventos críticos que aparecen repentinamente, que provienen del exterior y que provocan cambios rápidos y profundos.
• Procesos graduales que actúan paulatinamente y de forma acumulativa.
Así, la primera fase (1969-1995) se relaciona con el predominio de actividades de caza, pesca artesanal y agricultura de subsistencia, así como turismo incipiente, en tanto que la segunda (1996 a la fecha) se caracteriza por el auge del TBN y las actividades relacionadas con la conservación ambiental. Una vez definidas las constelaciones de actores y las estructuras sociopolíticas correspondientes en ambas fases históricas, se realizó una cartografía funcional de las viviendas y lugares públicos, junto con una encuesta a los representantes de los hogares registrados. Todas las moradas fueron encuestadas, con excepción de tres viviendas desocupadas que sirven de segundas residencias. Las preguntas incluyeron datos socioeconómicos y demográficos, así como de adscripción a grupos productivos, adaptando a las necesidades del estudio los lineamientos del SocMon, que es una lista de variables y preguntas para la recolección de información dirigida a los gestores ambientales en la zona costera (Bunce y Pomeroy, 2003). Los datos cuantitativos sirvieron para complementar los resultados del trabajo de campo cualitativo y triangular la información.
El origen de la comunidad agraria y el turismo incipiente (1969-1994)
Los primeros habitantes que se asentaron en La Ventanilla llegaron a fines de la década de 1960. Eran originarios de la comunidad agraria de Santa María Tonameca (Avila-Foucat, 2002). Tres familias comenzaron a habilitar las tierras para su uso agrícola en las inmediaciones de la laguna costera y las obtuvieron del comisariado de Bienes comunales para su uso comunitario en 1969 (Zamora, 2009). La adquisición de las porciones territoriales se considera un evento crítico, a partir del cual comenzó a establecerse una población fija en la localidad de La Ventanilla. Durante los primeros años, las dificultades económicas obligaron a las familias a migrar de manera temporal y no se asentaron de forma permanente hasta principios de la década de 1980: "En 1969 llegamos a trabajar, pero nos fuimos por la pobreza, a ganar. Abandonamos aquí y desde 1980 ya nos quedamos aquí" (comunero, entrevista realizada el 1 de noviembre de 2007). La actividad económica principal era la agricultura de subsistencia (maíz y frijoles, principalmente), la cual se complementaba con pesca en la laguna, caza de autoconsumo y venta de excedentes agrícolas, así como de algunas especies y huevos de tortuga en el mercado regional (Zamora, 2009).
Al depender políticamente de la comunidad agraria de santa María Tonameca, la gestión territorial se efectuó bajo el modelo de uso comunitario terrestre, la respaldó el gobierno mexicano y se conoció como "usos y costumbres". Ello implicó la estructura sociopolítica que se muestra en la figura 2. La asamblea de La Ventanilla era el actor colectivo que tomaba las decisiones principales a nivel local. Por tanto, tenía un considerable poder moral, político, social, de información y físico, ya que representó los intereses de la población residente, al tiempo que era el agente responsable de negociar con actores externos y tenía la capacidad de imponer sanciones y castigos. interactuaron, tanto los comuneros como los avecindados. En la figura 2 se observa, aunque ambos grupos de actores tienen voz y voto en la asamblea, los segundos resultaron ser más débiles pues carecen de terrenos propios para sembrar y de reconocimiento moral de la comunidad agraria, ello da lugar a un menor poder económico, político, social y moral. Ambos actores estaban articulados regionalmente con otros como:
• La asamblea de la comunidad agraria de Tonameca, con poderes similares a los de la asamblea local descrita antes.
• El comisariado de Bienes comunales que representaba a la asamblea de la comunidad agraria de Tonameca, a través de comuneros destacados, era el actor responsable de las labores administrativas, con recursos morales, políticos, sociales y de información.
• El gobierno municipal de santa María Tonameca que, a su vez, recibió respaldo político del Estado mexicano, por medio del gobierno estatal de Oaxaca, con considerable poder moral, político, económico, físico, social y de información.
• La Secretaría de la Reforma Agraria, que era el actor responsable de regular la tenencia de la tierra a nivel nacional.
El principal interés de los actores estatales era desarrollar en términos socioeconómicos las poblaciones de la región y fortalecer su presencia en zonas periféricas. Debido a que en lo general los intereses del Estado mexicano y de los pobladores locales coincidieron, los conflictos fueron escasos.
Durante esta fase nunca se desarrolló una actividad pesquera notable debido a las condiciones de fuerte oleaje y corrientes de mar abierto, al origen campesino de sus colonizadores que no tenían experiencia en la actividad y a que las cooperativas pesqueras a nivel regional ya controlaban el espacio marino. Los pobladores de La Ventanilla no estuvieron adscritos a ninguna cooperativa y tampoco trabajaron como empleados del rastro, que desde 1967 existía en la comunidad cercana de Mazunte. Ahí se procesaba y comercializaba la carne de tortuga marina que capturaban dichas organizaciones (Bravo-Fuerte y Molina-Ramos, 1994). Así, aunque el rastro representó una principal fuente de empleo en la región, los pobladores de La Ventanilla solo se beneficiaron económicamente mediante la venta (ilegal) de huevos de tortuga marina que con frecuencia desovaba en su zona de la playa (Zamora, 2009). como se ilustra en la figura 2, dado que la recolección de huevos de tortuga estuvo prohibida desde 1971 (Tennesen, 1999), los "hueveros" (recolectores) asentados en La Ventanilla tenían un conflicto con los actores interesados en conservar o, por lo menos, mantener estable la población de tortugas marinas, es decir, las cooperativas pesqueras coordinadas con la secretaría de Pesca, así como con la secretaría de Marina y la Procuraduría General de la República; las dependencias gubernamentales responsables de ejercer su poder físico en la parte marina y terrestre, respectivamente. Luego, a partir de 1992, se coordinaron con la recién creada Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), que es la institución responsable de imponer la normatividad ambiental. Los actores del Estado mexicano poseen un considerable poder político y económico, ya que el territorio marino pertenece a la nación y no se reconocen derechos particulares sin la autorización del gobierno federal. sin embargo, su influencia real fue limitada, pues las competencias de los actores gubernamentales estaban fragmentadas y nunca hubo una coordinación efectiva entre las instituciones durante la primera fase (véase la figura 2).
El decreto de veda de tortuga marina de 1990 afectó de forma considerable a las poblaciones costeras de la región que dependían de su explotación. Este evento crítico impactó en La Ventanilla, dando lugar a restricciones cada vez más estrictas para recolectar huevos de tortuga, aunque de manera indirecta favoreció el desarrollo turístico, ya que este sector evitaba antes su presencia en la región debido al mal olor y al aspecto poco atractivo del rastro de Mazunte. Si bien, entre 1990 a 1994 estos procesos graduales no lograron modificar la estructura sociopolítica local, sí la fueron condicionando a partir de 1995. En este sentido, los turistas de Mazunte y Zipolite comenzaron a explorar de forma independiente la región y a visitar La Ventanilla, a partir de 1992 (Roldán-Vera, 2002). El hecho de que los productos agrícolas requeridos en la región (principalmente coco y palma real para surtir el mercado turístico) eran transportados, a través de la laguna, en embarcaciones pequeñas, dio lugar a recorridos informales para observar la flora y fauna del manglar:
Como a veces tenían un terreno de cultivo allá, pues esa canoíta la usaban para trasladarse [...] Pero a Mazunte, pues ya empezaba a llegar turismo [...] entonces, éstos empezaron con esta lanchita a llevarlos (Miembro de la cooperativa servicios Ecoturísticos La Ventanilla, entrevista realizada el 26 de octubre de 2007).
Los recorridos por la laguna comenzaron a popularizarse de forma gradual debido a la posibilidad de observar el cocodrilo americano (Crocodylus Acutus) en libertad (Avila-Foucat, 2002). Como se ilustra en la figura 2, aparecieron varios actores vinculados con la actividad turística incipiente. Los viajeros independientes que primero exploraron la región tenían recursos económicos considerables y empezaron a demandar servicios en La Ventanilla. Como el flujo de turistas era limitado y los prestadores de servicios no estaban organizados de manera formal, su poder social, moral y económico era reducido y las actividades se llevaron a cabo de manera desorganizada: "No había concesión ni cooperativa, era comunitario todo. No teníamos un papel que decía: seguro de vida, chaleco, no había nada" (Prestador de servicios independiente, entrevista realizada el 3 de noviembre de 2007). En este contexto, la ONGA Ecosolar, que estaba trabajando en Mazunte e interesada en conservar los recursos naturales de la región y en promover el TBN, buscó incorporar a La Ventanilla dentro de uno de sus proyectos y canalizar a los turistas independientes. Ecosolar tenía considerables recursos derivados de sus propias capacidades humanas y su imagen de altruismo y, consecuentemente, estaba respaldado a nivel nacional e internacional por empresas, universidades, embajadas y una serie de fundaciones. De tal suerte, comenzó a capacitar y asesorar a los prestadores de servicio de la localidad vecina: "Pero finalmente en 1992, 1993, llegó una asociación civil que se llama Ecosolar a la comunidad de Mazunte y empezó a visitar La Ventanilla también" (Miembro Cooperativa Servicios Ecoturísticos La Ventanilla, entrevista realizada el 26 de octubre de 2007).
Turismo y conservación ambiental "voluntaria" (1995 a la fecha)
Durante esta segunda fase, Ecosolar empezó a asesorar a los prestadores de servicios de La Ventanilla para coordinar sus actividades y consolidarse como una cooperativa turística comunitaria. Los objetivos fueron fortalecer la organización de la población para ser capaces de ofrecer servicios turísticos competitivos:
Entonces lo que él [un integrante de Ecosolar] nos dijo a nosotros fue: "Mejor organícense, porque si no se organizan viene otro y les come el mandado, y al rato van a estar asalariados de él como ha pasado en muchos lugares". Y así fue como nos organizamos y empezamos a trabajar de manera colectiva (Miembro Cooperativa Servicios Ecoturísticos La Ventanilla, entrevista realizada el 26 de octubre de 2007).
Como resultado, seis personas de la localidad fundaron en 1995 la cooperativa de servicios Ecoturísticos La Ventanilla (CSELV). La aparición de este actor a nivel local se considera un evento crítico, pues comenzó a aumentar de manera notable el flujo de turistas. En efecto, la situación fortaleció a los prestadores de servicios locales y aumentó sus ingresos económicos. Sin embargo, también trajo consigo la imposición de mayores restricciones ambientales, sustitución de actividades económicas, fragmentación social, marginación de una parte de los pobladores de las actividades productivas y pérdida de control sobre el territorio comunal.
La figura 3 ilustra la configuración actual de actores y el poder alcanzado por la CSELV a nivel local. Sus principales recursos son morales, de información, sociales y económicos, ya que es un grupo organizado de manera formal y vinculado a diversos actores que proporcionan apoyos económicos y asesoría profesional. Empero, este actor es independiente de la asamblea local y persigue intereses propios que no necesariamente coinciden con los de la comunidad en su conjunto:
Se decía que era una cooperativa comunitaria, pero no era cierto. Así nomás en una asamblea se separa la cooperativa de la comunidad: ya de ese lado está la cooperativa, la comunidad allá [...]" (Comunero, entrevista realizada el 1 de noviembre de 2007).
La organización interna de la cooperativa es jerárquica: hay "patrones", cuyos recursos de poder son morales, económicos, de información y sociales, pues son líderes fundadores de la cooperativa y propietarios de los terrenos donde se asientan los activos principales de la asociación (dos restaurantes, un centro de visitantes, varios alojamientos, un embarcadero, un pequeño museo y proyectos de conservación abiertos al público). Por otra parte, controlan la gestión financiera y administran los apoyos brindados por las instituciones gubernamentales y las ONGA, mientras negocian las condiciones de cooperación con operadores turísticos regionales (véase la figura 3). Esta considerable posesión de recursos confiere a los patrones poder político para controlar los puestos directivos al interior de la cooperativa y expulsar a los integrantes que se inconforman con la desigualdad (Prestador de servicios independiente, entrevista realizada el 3 de noviembre de 2007).
Por otro lado, también hay "mozos" asalariados, quienes ejecutan las tareas diarias, como la limpieza y el mantenimiento de las instalaciones o la atención a turistas, ente otros aspectos. Aunque son un grupo numeroso, siguen siendo débiles al interior de la cooperativa, lo cual ocasiona una participación desigual en los beneficios económicos, con salarios percibidos como insuficientes e, incluso, inferiores a los de un empleo formal en la región (Zamora, 2009). Dado lo anterior, se entiende que haya conflictos severos entre patrones y mozos (véase la figura 3).
Actualmente, la cooperativa está vinculada con la ONGA Bioplaneta, que los apoya de manera técnica y difunde su proyecto turístico. La organización surgió por iniciativa de Ecosolar, que operó en la región entre 1991 hasta 1998. Durante los primeros años de la segunda fase, los incentivos al turismo en La Ventanilla se concretizaron a través de Ecosolar y, después de una serie de conflictos sociopolíticos en la localidad vecina de Mazunte, que finalmente causaron el cese de actividades de esta organización en la zona, se lograron a través de Bioplaneta, desde una perspectiva nacional (véase la figura 3). Los apoyos técnicos y la difusión del proyecto local por parte de Ecosolar y luego de Bioplaneta favoreció que la cooperativa comenzara a recibir fomento adicional por parte de otros actores interesados en la conservación ambiental (Avila-Foucat, 2002). Como se ilustra en la figura 3, la CSELV recibió estímulos económicos y técnicos de fundaciones, embajadas extranjeras en México y, universidades, entre otras. Ambas organizaciones promocionaron el proyecto a nivel nacional, brindaron asesoría para gestionar diversos apoyos económicos y capacitación. Además, impulsaron la construcción de un centro de visitantes para la cooperativa. Al mismo tiempo, la Universidad del Mar (Umar) -centro de estudios establecido en la región- proporcionó soporte técnico y asesoría para gestionar otros apoyos vinculados a la conservación y la restauración ambiental. Las alianzas permitieron que la cooperativa empezara a recibir cada vez más recursos para fomentar el turismo, pero también para desarrollar y ejecutar programas de conservación a nivel local.
Así, en 1998 la CSELV inició un proyecto para reforestar el mangle con apoyo económico de la Secretaría de Medioambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap), y a partir del año 2000 aumentaron las oportunidades de recibir más incentivos similares. De esta forma, la cooperativa elaboró un plan para una "Unidad de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre" -una estrategia gubernamental para promover iniciativas de conservación y restauración ambiental- y comenzó a recibir fuertes recursos económicos de las instituciones gubernamentales interesadas en promover la conservación ambiental: primero, la Semarnap, y a partir del año 2000 -debido a varias reestructuraciones y cambios paradigmáticos con respecto a la política ambiental nacional- la comisión Nacional Forestal (Conafor) y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp).
Las actividades que se incentivaron fueron la incubación de huevos de cocodrilo americano y de tortugas marinas, así como la liberación de crías. Otros proyectos fueron la crianza y liberación de venado cola blanca (Odocoileus virginianus acapulcensis) (Becerril-Morales, 2000). Cabe mencionar que estas iniciativas exigieron explícitamente de la comunidad la aceptación proactiva de restricciones en el uso y acceso a los recursos naturales, en particular, respecto a la caza, la agricultura tradicional, la utilización de madera y la recolección de huevos de tortuga. Las medidas de conservación resultaron exitosas en términos generales -incrementaron el número de ciertas especies como el cocodrilo americano, el venado cola blanca y la iguana- y se generaron atractivos turísticos adicionales. sin embargo, las restricciones agudizaron el conflicto con los pobladores locales que no participaron en estos proyectos porque nunca recibieron beneficios económicos y perdieron la oportunidad de recolectar huevos de tortuga marina, utilizar madera para construir, o cazar animales en la laguna (véase la figura 3):
Tuvimos problemas fuertes porque le evitamos a la gente que entrara [a la laguna]. Hasta el momento todavía existen algunas personas que no están de acuerdo en la conservación, porque pues era una forma de vida que llevaban (Miembro de la cooperativa de servicios Ecoturísticos de La Ventanilla, entrevista realizada el 26 de octubre de 2007).
El éxito de los diferentes proyectos de conservación y fomento al TBN en La Ventanilla se convirtió en una iniciativa ejemplar para otras comunidades:
El programa regional de ecoturismo básicamente está liderado por el proyecto de Ventanilla. Ese es como el fin último de muchos de los grupos (Miembro de la Red de Humedales de la Costa de Oaxaca, entrevista realizada el 9 de noviembre de 2007).
Como parte de los resultados, a partir de 2001 se organizaron con otras cooperativas y grupos de la región y, en 2004, fundaron la Red de Humedales de la Costa de Oaxaca, liderada por miembros de la CSELV. Actualmente, está conformada por dieciocho grupos de la costa oaxaqueña, que son asesorados en materia técnica por la ONGA La Ventana:
El interés de la Red de Humedales es fortalecer la posición de sus integrantes frente a empresas turísticas, y obtener recursos gubernamentales para el fomento al TBN y a la conservación ambiental (Miembro de la Red de Humedales de la Costa de Oaxaca, entrevista realizada el 9 de noviembre de 2007).
La red posee considerables recursos de poder, en particular, morales y sociales, por ser una organización percibida como "comunitaria", aliada para conservar el medioambiente, y de información, por el respaldo técnico que ofrece a la comunidad de La Ventanilla, lo cual da lugar a la consecución de recursos sociales y económicos, proporcionados por varias instituciones. Entre ellas destacan la Conanp y el Centro Mexicano de la Tortuga, que se encargan de promover la conservación de esta especie marina, a través de un centro de información, actividades de vigilancia y educación ambiental (Asamblea de la Red de Humedales de la Costa de Oaxaca, reunión celebrada el 4 de noviembre de 2007). También se obtienen recursos de poder económicos de la Conafor, institución que busca restaurar ecosistemas considerados como prioritarios, mediante programas de apoyo financiero. El respaldo de la Red de Humedales de la Costa de Oaxaca a la CSELV favoreció que esta recibiera incentivos adicionales para desarrollar infraestructura de TBN por parte de la Secretaría de Turismo (Sectur). Esta dependencia de gobierno se encarga de promover la afluencia turística en México y posee considerables recursos económicos y políticos. En La Ventanilla proporcionó fondos a la CSELV para construir cabañas y un embarcadero frente a la laguna.
La formalización de la cooperativa, aunada a la posibilidad de acceder más fácilmente a La Ventanilla por la carretera Puerto Ángel y San Antonio (construida en 1993, véase la figura 1), favoreció una mayor afluencia de turistas a partir de 1995. Por lo general, los visitantes contratan paquetes con todo incluido, ofrecidos por operadores turísticos en Huatulco y Puerto Escondido. El poder económico y de información de estos operadores les permitió cobrar comisiones de hasta 30% de las tarifas que solicitaba la CSELV por sus recorridos, tan solo por acercar a los turistas a La Ventanilla. Sin embargo, gracias al reconocimiento regional y nacional de la cooperativa, los pobladores se empoderaron y lograron que se redujeran estas comisiones a la mitad:
Nos daban los diez pesos de comisión y llegó un momento en que ellos se dieron cuenta de que llegaba mucha gente [...] y llegó un momento que dijo -y con perdón de ustedes lo digo-: "A la chingada los de la asociación de guías [los operadores turísticos], les vamos a dar cinco pesos" (Operador turístico, entrevista realizada el 6 de noviembre de 2007).
La débil posición en la que se encontraban los operadores turísticos les despertó el interés de fragmentar la cooperativa para poder aumentar de nuevo las comisiones: "En alguna ocasión un guía quiso separar realmente las cooperativas... bueno, la cooperativa más bien dicho" (Operador turístico, entrevista realizada el 6 de noviembre de 2007). La estrategia se vio socorrida ante las desigualdades sociales que se daban al interior de la CSELV. Así, en 2004, nueve exmiembros (mozos) de la asociación fundaron la Cooperativa Lagarto Real: "No llevaban bien lo que era el control de entradas y salidas, y no nos tomaban en cuenta sobre los recursos bajados [...] Pero cuando se trata de colaborar todos en esto, no lo hacían, entonces ahí nos molestó bastante y decidimos hacer la otra" (Miembro de la Cooperativa Lagarto Real, entrevista realizada el 3 de noviembre de 2007).
Actualmente, la nueva asociación es considerablemente más débil que la CSELV, pues no tiene vínculos con alguna ONGA o instituciones gubernamentales (véase la figura 3). Además, carece de los recursos económicos que posee la otra cooperativa y no puede incluir dentro de sus recorridos la visita de los proyectos de conservación, que son una atracción turística en sí (Miembro de la Cooperativa Lagarto Real, entrevista realizada el 3 de noviembre de 2007). Debido a todo esto, sus servicios e instalaciones son de menor calidad, empero, aun así está en condiciones de atraer a un cierto número de visitantes, y algunos operadores turísticos prefieren colaborar con la Cooperativa Lagarto Real, ya que les permite obtener mayores ganancias (Operador turístico, entrevista realizada el 6 de noviembre de 2007).
La competencia entre ambas cooperativas mejoró la posición de los operadores turísticos, que lograron subir de nuevo la comisión al 30%, y ahora además están en condiciones de elegir a su proveedor. sin embargo, la competencia generó un fuerte conflicto entre las asociaciones y se deterioró la imagen "comunitaria" de la localidad:
Llegamos hasta los golpes [...] Esto de los golpes y delante del turismo es malísimo. Sí, es algo que no, al turista no le quedan ganas de regresar al lugar (Miembro de la cooperativa Lagarto Real, entrevista realizada el 3 de noviembre de 2007).
Por otra parte, el potencial de mercado junto con la belleza escénica de la localidad también resultaron atractivos para los turistas inversores, quienes intentaron comprar terrenos comunales, en particular, algunos ciudadanos estadounidenses y varios mexicanos, originarios de la urbe, de clase media-alta, interesados en estilos de vida alternativos. La venta de terrenos se vio favorecida por las facilidades del Comisariado de Bienes Comunales,2 el aumento de los precios de los lotes de la región, la fragmentación social interna y la creciente marginación de una parte de los integrantes de la comunidad. Así, los turistas inversores lograron adquirir algunos terrenos ubicados en La Ventanilla, y han construido sus segundas residencias (Agente municipal de La Ventanilla, entrevista realizada el 3 de noviembre de 2007). Aunque la compra-venta de terrenos aún es incipiente, representa un negocio potencial para algunos pobladores, en particular, para aquellas personas que solo participan de forma marginal en la actividad turística y ahora cuentan con porciones territoriales que han incrementado su precio de manera notable, como por ejemplo, los prestadores de servicios turísticos independientes que ofrecen comidas y bebidas a los turistas, y los miembros de la Cooperativa Lagarto Real y algunos mozos: "Puedo hacer un casón, pero pues mi jefe [padre] dice: 'Todavía no quiero vender un terreno'" (Prestador de servicios independiente, entrevista realizada el 1 de noviembre de 2007).
En este contexto, los miembros de la CSELV buscaron regular la venta de terrenos y el cambio de uso de suelo mediante un plan de ordenamiento territorial gestionado en la localidad. Por medio de este plan trataron de establecer de manera legal ciertos usos de suelo en las diferentes zonas de la población, aparte de una serie de normas constructivas (Martínez de Velasco, 2000). Sin embargo, en la actualidad no tiene respaldo gubernamental y poco apoyo a nivel local. El cambio de uso de suelo se controla de la siguiente manera: primero, se exige que quienes adquieren terrenos se presenten ante la asamblea local y reconozcan las facultades regulatorias de esta:
La estrategia es esa: que un nuevo personaje que llega a la comunidad, platicar con ella, entonces convenir y decirle: "Bienvenido, aquí ya eres vecino de la comunidad, nada más que te vas a acoplar a como estamos aquí trabajando" (Agente municipal de La Ventanilla, entrevista realizada el 3 de noviembre de 2007).
Y segundo, la CSELV utiliza sus vínculos con el sector conservacionista para impedir la construcción de infraestructura considerada incompatible con sus intereses. Por ejemplo, en 2006, un turista inversor estadounidense intentó edificar un hotel de varios pisos frente a la playa. La asamblea local y la cooperativa lograron impedirlo, coordinándose con la Red de Humedales de la Costa de Oaxaca, la Profepa y el Centro Mexicano de la Tortuga (Funcionario de la Conanp, entrevista realizada el 13 de noviembre de 2007). Persiste la duda si estas regulaciones serán eficientes a mediano y largo plazo, pues la fragmentación social en La Ventanilla es poco propicia para consensuar ante la tentación de obtener ganancias considerables de manera rápida. Además, resulta difícil impedir la venta de terrenos a turistas inversores, o imponer regularizaciones para la construcción de vivienda o infraestructura turística. Por ejemplo, en la actualidad es posible observar viviendas de ladrillo y cemento recién construidas, que no concuerdan con el plan que prescribe el uso de adobe y materiales típicos del lugar. Otra muestra del poco caso que se le hacen a los reglamentos locales es la pavimentación (visualmente nada atractiva) de la carretera a La Ventanilla, en 2006:
Nosotros queríamos un empedrado o adoquinado, no queríamos asfalto [...] Pero había gente que no le interesaba tanto el proyecto, gente que decía: "Yo quiero carretera, nada más". Pero bueno, la decisión no fue mía, así es que la comunidad lo decidió así (Miembro de la cooperativa de Servicios Ecoturística de La Ventanilla, entrevista realizada el 26 de noviembre de 2007).
De esta forma, la actividad turística y los proyectos de conservación que se consolidaron durante esta segunda fase dieron lugar a un contexto más conflictivo, fragmentado y desigual en la localidad. Como consecuencia, la capacidad de gestión ambiental se vio afectada frente a las acciones de actores externos que en la práctica fueron difíciles e, incluso, imposibles de controlar.
Discusión y conclusiones
El análisis de los procesos recientes que se suscitaron en La Ventanilla a raíz del fomento decidido al "ecoturismo comunitario" demuestra que han surgido estructuras sociales más fragmentadas y desiguales, en las que se pueden identificar con claridad ganadores y perdedores. A nivel local, el favorecido ha sido en particular un grupo reducido de comuneros y prestadores de servicios, representado por personas de mediana edad, quienes comenzaron a impulsar el turismo incipiente y fueron hábiles al momento de establecer alianzas estratégicas a nivel regional. Destacan, sobre todo, los cuatro líderes locales, quienes son los patrones de la CSELV. Así, a partir de las alianzas que crearon, lograron obtener apoyos considerables para el TBN y la conservación ambiental, y para desarrollar instituciones locales que les permitieron concentrar la mayor parte de los beneficios económicos. Además, consiguieron vincularse con otras instituciones que incrementaron sus posibilidades de obtener más apoyos financieros y logísticos.
El envés de la moneda está representado por la mayor parte de la población, que perdió el derecho a utilizar los recursos naturales de la zona y se vio desplazada en términos físicos y económicos. Este grupo se enfrentó a la disyuntiva de vender sus propiedades o trabajar como empleados mal remunerados, o bien, de desarrollar negocios y nuevas instituciones locales que resultaron de menor calidad y menos rentables.
También se identificaron varios actores externos que resultaron favorecidos. Por un lado, el sector conservacionista (instituciones gubernamentales y las ONGA nacionales) que logró implementar proyectos ambientales y limitar el uso de los recursos naturales. Así, estos actores fueron, en apariencia, capaces de impulsar con éxito la conservación ambiental "desde abajo"; hecho que justificó su labor (y razón de ser) ante donadores y organismos interesados en apoyar este tipo de proyectos "comunitarios. Por otro lado, también se benefició el sector turismo, en particular, las operadoras turísticas, pues la oferta regional se diversificó de forma considerable. Al mismo tiempo, se vieron favorecidos un grupo de turistas inmigrantes que adquirieron sus residencias de alto valor en territorios que antes eran de uso comunitario.
A partir de esta serie de hechos, se puede concluir que ha disminuido la capacidad de la comunidad para controlar el uso de suelo en La Ventanilla, debido a un contexto socioeconómico más fragmentado y desigual, así como a una mayor presencia de actores externos que son difíciles de regular de forma eficiente. Por una parte, la infraestructura de comunicaciones y la actividad turística creciente en la región han dado valor mercantil al territorio de La Ventanilla y han facilitado el acceso de actores interesados en fomentar un uso turístico, y por otra, los proyectos de conservación y de "ecoturismo comunitario" han proporcionado valor monetario al uso de los terrenos comunes, con consecuencias notables en el uso de suelo de todas estas porciones territoriales. En este contexto, los actores externos han fomentado -sin intención- un acceso claramente desigual a los beneficios económicos derivados del TBN, mediante la canalización exclusiva de fondos a los grupos formalmente organizados. El resultado es que los recursos naturales con fines turísticos son el punto medular de la disputa entre diferentes actores locales que buscan controlar su uso y acceso. Además, la gestión del territorio se ha vuelto más compleja, pues existen serios conflictos de interés entre una parte de la población que dejó de respaldar la tenencia común de la tierra y algunos actores externos interesados en comprar terrenos o beneficiarse del TBN.
Una evaluación superficial, desde una perspectiva técnico-administrativa, puede dar la impresión de que la sustitución de las actividades tradicionales por el TBN ha servido para reducir la presión sobre los ecosistemas y el medioambiente y, al mismo tiempo, ha mejorado el nivel de vida de los pobladores locales (Avila-Foucat, 2002). En efecto, es posible argumentar que se redujo el saqueo de huevos de tortuga y la presión agrícola sobre la parte terrestre. También, que la localidad se consolidó como un espacio donde se promueve el manejo sostenible y se da educación ambiental a diferentes clases de turistas. Incluso, la clausura del hotel frente a la playa, en la que se coordinaron actores de base con el sector conservacionista, puede dar la impresión de que es resultado de la intervención de estructuras sociopolíticas locales capaces de regular la actividad turística y el cambio de uso de suelo. Sin embargo, es pertinente mencionar que la sustitución de las actividades tradicionales por el TBN generó otros procesos que son difíciles de controlar. Por ejemplo, como carecen de regulaciones efectivas para evitar el cambio de uso de suelo, el lugar ahora es más vulnerable para que de manera gradual aparezcan formas de turismo intensivo que deterioren no solo la imagen "comunitaria" sino también la "ecologista".
En cuanto a la participación social -un elemento indispensable del ecoturismo comunitario-, la situación de La Ventanilla podría ser valorada como un caso en el que los actores gubernamentales se coordinaron con las ONGA y la población local para dar mayor respaldo al proyecto. Así, a diferencia de lo que suele ocurrir en los espacios sujetos a estrategias de conservación promovidas por actores externos a la comunidad, las principales restricciones ambientales en apariencia no fueron impuestas "desde arriba" sino que se fueron desarrollando mediante modelos en los que participaron actores de base interesados en obtener beneficios alternativos a la explotación directa. No obstante, como se demostró, la forma en la que se llevó a cabo la intervención no respetó las instituciones locales de manejo sino que generó otras nuevas, lo cual generó un contexto más jerárquico y fragmentado. La participación social actual de La Ventanilla, por tanto, solo está representada por un pequeño segmento de la población y posee poca legitimidad. Esto, a su vez, impide que se produzca una gestión comunitaria incluyente y eficaz.
Una valoración desde la visión crítica al "ecoturismo comunitario", presentada al principio del artículo, muestra una distorsión del argumento legítimo que aboga por una mayor capacidad de toma de decisiones a nivel local. En este sentido, una élite local, aliada con el sector conservacionista, utilizó el discurso ambientalista e idealizó a la comunidad de La Ventanilla como un ente homogéneo para mercantilizar los bienes comunes y apropiarse de los beneficios económicos derivados. En consecuencia, el fomento al TBN modificó profundamente el aprovechamiento de los recursos naturales y restringió las formas de uso tradicional a favor del uso turístico. En última instancia, se favorecieron nuevas formas de aprovechamiento de los recursos naturales, en las que participaron numerosos actores locales y externos, mientras que el entorno se fue haciendo más vulnerable en términos socioambientales, debido a que las instituciones tradicionales de gestión ambiental se fueron volviendo obsoletas.
Tomando en cuenta que el discurso de fomento al "ecoturismo comunitario" -no solo en México sino en varios países en vías de desarrollo-, implica la formación de cooperativas, el apoyo económico a estos nuevos grupos, el embellecimiento de la localidad y la promoción del nuevo segmento del mercado; la recomendación para los promotores que, con un interés genuino, pretenden conservar y ayudar a las poblaciones locales, consiste en considerar de manera cuidadosa los supuestos e idealizaciones que sustentan su altruismo y, en particular, evaluar la estructura bajo la cual se otorgan apoyos financieros y logísticos. Esta es una cuestión importante ya que las cooperativas suelen ser vistas como una alternativa económica más equilibrada, justa y humana, para la integración de las poblaciones marginadas del desarrollo económico (Restakin, 2010).
Sin embargo, la evidencia presentada se adapta mejor al modelo de la "tragedia de los cerramientos" descrita por The Ecologist (1993). Concretamente cuando se refiere a la degradación ecológica de espacios socioambientales destacados por su manejo histórico sustentable de los recursos, a causa de que un segmento de los usuarios locales establece alianzas con actores externos para dar un uso alternativo a los recursos naturales. Consecuentemente, el cerramiento altera el sistema de manejo original y favorece la subversión de los demás usuarios.
De esta manera, el choque de trenes institucional que ha sido descrito plantea serias cuestiones para los programas de conservación fundamentados en el turismo en términos de legitimidad y equidad, aquí presentamos algunos: ¿Cuándo puede justificarse poner en riesgo la integridad de una institución local que ha demostrado ser capaz de mantener un equilibrio ecológico? ¿Quiénes son los actores más aptos para poner en marcha tales iniciativa? Y si son actores externos quienes ponen en marcha las iniciativas ¿Qué actores locales y qué demandas deberían respaldarse? sugerimos a nuestros colegas investigadores apoyarnos en la búsqueda de respuestas.
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1 Se trata de una estrategia de conservación promovida en México desde hace más de una década, que consiste en la planificación participativa y el control espacial de las actividades productivas en un territorio dado. Este ordenamiento define los usos del suelo y el agua, y establece regulaciones que aplican a todas las dependencias de gobierno y a otros actores asentados en su jurisdicción.
2 Aunque la venta de terrenos comunales es ilegal, esto se logra por medio de mecanismos "legales", como son los documentos de posesión endosados y cartas notariales de cesión de derechos a favor del comprador, avalado por el comisariado de Bienes comunales.