¿Es posible producir conocimiento a partir de una obra de divulgación? El libro que en este momento tengo entre mis manos nos lleva a plantearnos dicha pregunta. Como parte de la Colección México 500,1 este trabajo tiene como objetivo reunir en una misma obra distintas perspectivas y procesos históricos a partir de los cuales se modeló el paisaje novohispano y hacerlos accesibles al público no especializado.
Sin duda el objetivo de bosquejar el paisaje de Nueva España no es inédito, cabría simplemente recordar el monumental trabajo de Peter Gerhard (2000). Por otro lado, ha habido grandes referentes de la historia ambiental que, como Alfred Crosby (1991), han indagado sobre las consecuencias ambientales de la conquista en el territorio novohispano. Ahora bien, ¿cómo confluyen ambos aspectos en una misma obra?
El paisaje es el pilar que sostiene esta compleja y organizada estructura argumentativa. Este término, que en tiempos remotos refería a la representación de una porción del espacio aprehendida por el espectador, es actualmente un concepto fundamental en la geografía cultural. El paisaje es el resultado de la relación entre la sociedad y el medio. No se trata de una determinación unidireccional, sino que ambos entran en diálogo para crear el complejo espacio que tenemos frente a nosotros.
Este diálogo entre la sociedad y el medio se imprime en cada página del libro sin mostrar partidismo hacia alguna de las partes. En el complejo proceso de cambio cultural que suscitó la creación de Nueva España, el medio no determinó a los hombres y mujeres, ni viceversa. Los autores son muy cuidadosos al desmentir desde un principio la aún sonada idea de que los indígenas americanos vivían en armonía con el medio. El mismo contexto natural que posibilitó la fundación de su sociedad fue moldeado por ellos. Cabe mencionar como ejemplo la laguna de Tenochtitlán. Por un lado, el contexto lacustre motivó ciertos rasgos propios de la cultura mexica, como la agricultura de chinampas y las calles de agua. Por otro, los habitantes de la urbe modificaron considerablemente el medio al construir enormes albarradas que dividían los lagos o islas que expandían la superficie habitable.
Otro aspecto sobre el que los autores muestran un punto de vista balanceado es el deterioro ambiental. A diferencia de algunas historias que se enfocan en hacer un relato de cómo los recién llegados acabaron con el medio y la sociedad mesoamericanas (muy al estilo de la Brevísima relación de la destruición de las Indias de Bartolomé de las Casas, publicada en 1552), este libro presenta la conquista como un conjunto de nuevas tecnologías, perspectivas y formas de organización que llegaron al territorio mesoamericano para crear una nueva realidad. El paisaje que surgió del encuentro no es la suma de dos paisajes opuestos, sino una nueva creación en la que participaron indios de distintos contextos culturales, españoles, africanos y todas las partes de la sociedad colonial.
Como mencionábamos al principio, los autores retoman distintas hipótesis sobre el mundo colonial bien conocidas en el medio académico. Pero el valor de esta obra no se encuentra únicamente en la recopilación de ideas, sino en una nueva lectura desde el punto de vista ambiental. Un ejemplo de esto es la explicación sobre el origen de los latifundios en clara referencia al monumental trabajo de François Chevalier (1999, p. 182). La introducción de ganado al territorio mexicano, donde antes únicamente se daba la crianza de animales como el perro y el guajolote a pequeña escala, trastocó toda la lógica territorial. La acelerada reproducción de los ungulados generó un cúmulo de problemas entre los ganaderos y con las comunidades campesinas. Como respuesta se designaron áreas específicas para el apacentamiento y comenzaron a bardearse los terrenos, lo que marcó el inicio de una forma de propiedad que daría como resultado los grandes latifundios del siglo siguiente.
A pesar de abordar temas de considerable complejidad, el libro se lee con la misma facilidad de quien observa la instantánea de un lugar. Los autores hacen honor al concepto de paisaje al brindarnos un completo panorama de la sociedad novohispana donde todo tiene su espacio. Desde explicaciones sobre la calidad del suelo, hasta indagaciones sobre las creencias religiosas que motivaban ciertas prácticas agrícolas, todos los diversos factores que confluyen en la creación del paisaje encuentran su lugar en esta obra.
¿Cuál es el paisaje que se pinta en las páginas de este libro de pequeño formato? Conscientes de la imposibilidad de abarcar la totalidad de Nueva España, y de lo reduccionista que resultaría proyectar las construcciones espaciales de una sociedad específica a todo el territorio novohispano, los autores oscilan entre lo general y lo particular para brindarnos una visión de conjunto. Si bien una generosa parte de la investigación se enfoca en los grupos agrícolas y su modo de relacionarse con el medio, no se dejan de lado las realidades de los pueblos nómadas y seminómadas, así como las de comunidades montañosas, lacustres o desérticas.
En ese sentido, llama la atención que se haya seleccionado para la portada del libro una imagen del territorio fronterizo mesoamericano: el mapa de San Miguel y San Felipe de los Chichimecas. No cabe duda de que este retrato del paisaje novohispano es un excelente artefacto visual del uso de los recursos y el impacto ambiental de la conquista. Se aprecian en el mapa la vegetación desértica y boscosa que domina gran parte del territorio mexicano, la acelerada reproducción del ganado, la profusión de asentamientos en torno a los caminos, el encuentro de modos de representación de las ciudad mesoamericanos y españoles, etc. Sin embargo, cabe preguntarse si estos aspectos son notables a ojos de un público no especializado, sobre todo cuando el mapa no recibe el espacio necesario para que se logre apreciar el contenido.
Llegados a este punto, la cartografía como fuente y como exposición de conocimiento es, sin duda, uno de los recursos más valiosos para el estudio de la geografía histórica. En este libro son varios mapas los que se reproducen, tres coloniales y uno moderno. Una limitación que contrasta con la gran calidad del texto es el formato de las imágenes, pues es difícil apreciar lo que los autores nos quieren expresar. De cualquier modo, la inclusión de referencias completas e incluso ligas electrónicas es una excelente invitación para que el lector interesado valore de mejor manera las representaciones.
Al regresar a nuestra pregunta inicial, el libro va mucho más allá de una exposición simplificada de las consecuencias ambientales que tuvo la conquista. No es casual que esta no sea la única obra con un enfoque ambiental que forma parte de la Colección México 500 (Pacheco, 2021). La explicación sobre las modificaciones del medio, las razones que hay detrás y sus consecuencias, cumple una necesidad muy clara en la sociedad actual. El trabajo de Marta Martín Gabaldón, Huemac Escalona Lüttig y Raquel Güereca Durán no solamente cumple la función de divulgar ideas surgidas de la academia, sino que genera por sí mismo nuevos cuestionamientos en la mente del público. Para una nueva generación de historiadores, geógrafos y lectores en general, nacidos en el contexto de un extremo deterioro ambiental que pone en riesgo la reproducción de nuestra sociedad, una propuesta temática como esta no solamente brinda respuestas a preguntas que constantemente nos abaten, sino que abre una infinidad de caminos para futuras investigaciones.