Hoy en día, las ciencias sociales muestran una mayor apertura a ámbitos antes considerados como no científicos, como la filosofía, las artes y, particularmente, la literatura. Esto se debe a lo que supuso la reestructuración económica-política que se dio a mediados del siglo pasado para la transformación de la realidad social en su conjunto y, por tanto, de los modos de producir conocimientos sobre ella. En ese contexto, la literatura y la crítica literaria proveyeron insumos para reflexionar acerca de las transformaciones en curso, así como del papel que podría desempeñar la ciencia para dar cuenta de ese panorama. Ello llevó a cuestionar la separación tan tajante que se había establecido, aún cuando sus fronteras siempre fueron porosas, entre “el mundo de las letras y el mundo de la ciencia” (Rosemberg, 2016, p. 290).
Así, se llevaron a cabo nuevos acercamientos a la realidad social en los que se revalorizó el vínculo entre la ficción, la realidad y la ciencia, así como la posibilidad de generar rutas teórico-metodológicas para el acceso a la literatura desde las ciencias sociales. La profundización en el concepto de representación y en las bases ideológicas de situaciones ficcionales correspondientes a cuestionamientos propios de dichas ciencias (género, etnicidad, clase, identidad, injusticia social, entre otros), dan cuenta de ello y, sobre todo, de lo que ha significado la literatura para la relectura de los abordajes científicos convencionales.
En ese sentido, Rosemberg (2016) tiene razón al plantear que la vinculación entre literatura y ciencias sociales ofrece la posibilidad de discutir algunas situaciones epistemológicas que atraviesan la producción actual de la ciencia, por ejemplo, lo que puede generar la aproximación a otro tipo de fuentes en la investigación científica; la reflexión, aún inacabada, entre realidad, ficción y sus relaciones; el cuestionamiento del monopolio de la verdad y el conocimiento que aún tiene la ciencia frente al arte (Rodríguez, 2018). Todo esto subyace y es uno de los valores del libro El Salvaje y la Unidad Modelo. Leer la novela desde las ciencias sociales (2021) de López Levi, coordinadora principal de la obra, profesora de geografía humana del Colegio de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y profesora investigadora en el Departamento de Política y Cultura de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco.
Este trabajo reúne a un equipo de investigadores de diversas áreas (geografía, urbanismo, ciencia política, antropología, urbanismo, filosofía) con el fin de reflexionar de manera conjunta sobre una novela y un lugar específicos, a saber, El Salvaje (2016), del reconocido escritor y guionista cinematográfico Guillermo Arriaga (quien colabora también en el trabajo colectivo), y la colonia Unidad Modelo de la Ciudad de México, donde se desarrolla buena parte de la obra. La edición consta de catorce capítulos que corresponden a diferentes interpretaciones individuales de la novela en las cuales se proponen mediaciones teóricas, conceptuales y metodológicas para analizar el papel de dicho lugar en la trama, las narrativas, la construcción de los personajes o las representaciones socio-espaciales presentes, de manera implícita o explícita, en todo ello.
Una parte de los capítulos gira en torno al espacio urbano de la Ciudad de México, particularmente a la colonia y la época de la novela. De ese modo se analiza la historia, la forma, el proyecto de ordenamiento, el modelo urbano y las transformaciones de la Unidad Modelo con el fin de dar cuenta de su carácter activo dentro de la narrativa, así como de los referentes materiales de sus elementos ficcionales. En la otra parte, se profundiza en la vivencia y la representación de la ciudad desde los márgenes; en las emociones, los sentimientos y las contradicciones identitarias de quienes habitan ahí. Las aproximaciones también varían en función del modo que cada autor encontró para adentrarse al terreno, muchas veces ajeno, de la literatura a partir de la lectura de El Salvaje. Encontramos que en el libro hay tres puntos de partida para generar relaciones con la literatura desde las ciencias sociales y que incluso son extensivos a la producción de conocimiento en general.
Un primer grupo corresponde a escritos que abordan la novela desde reflexiones existenciales derivadas del recuerdo del contexto espacio-temporal que retrata o de lo que generó su lectura para la elaboración de cuestionamientos personales o sociales por parte de los autores; aspectos que adquieren otro sentido al ser puestos en relación con propuestas teóricas y categorías científicas de gran alcance. Los acercamientos desde la relación que han mantenido perspectivas disciplinares específicas con la literatura, constituye un segundo grupo de textos. Estos capítulos rebasan las fronteras de las disciplinas de las que parten (urbanismo, geografía, antropología, por mencionar algunas) y son como secciones transversales al pensamiento social en su conjunto. Finalmente, el tercer grupo se compone de ejercicios interpretativos acerca de algunas contradicciones inherentes al desarrollo social en general y la forma que asumen en la novela. Destaca, por ejemplo, el tratamiento de las relaciones tensionales entre espacio y lugar, naturaleza y cultura, emoción y razón, sagrado y profano, masculino y femenino, entre otras.
Cabe señalar que la publicación cuenta con un capítulo escrito por el autor de la novela, en el cual plasma algunos recuerdos de su vida personal y familiar en la Unidad Modelo que han sido determinantes en su obra, a pesar de que esta no es propiamente autobiográfica. Aunado a ello, el libro cuenta con diversos recursos visuales incorporados (imágenes tanto antiguas como recientes de la colonia, planos, cartografía) y un código QR lleva al lector a un video en el que a vuelo de dron se muestra una perspectiva aérea de la colonia. Esto, aunado a la visión de cada capítulo, da lugar a un libro cuidado e interesante que nutre de múltiples formas a las ciencias sociales contemporáneas.
Para la geografía es un material recomendable debido a la heterogeneidad de reflexiones que contiene sobre la dimensión espacial que fundamenta la vida. El análisis que realizan los autores sobre El Salvaje deja ver que, como ocurre en la realidad, el espacio dentro de la literatura no es accesorio, ni un reflejo fiel de los lugares o las experiencias subjetivas representadas ficcionalmente por el autor, sino un medio fundamental que informa y transforma la propia escritura de la ficción. Por eso, como sugiere Baron (2011), la literatura solo puede abrir caminos para buscar otras maneras de problematizar el espacio más allá de su materialidad o de sus simbolismos más evidentes y, así, impulsar un cambio de paradigma sobre la espacialidad en las ciencias sociales. Después de todo, esto es algo que ofrece la lectura del libro que comentamos.