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Investigaciones geográficas

versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.108 Ciudad de México ago. 2022  Epub 12-Sep-2022

https://doi.org/10.14350/rig.60604 

Notas y noticias

En un mundo aparte, geografías entre montañas y archivos: una conversación con Pere Sunyer Martín1

Gerónimo Barrera de la Torre* 

*Investigador independiente


Entre las montañas y los archivos Pere Sunyer ha transitado por diversos acercamientos a los paisajes y la historia de la geografía entre España y México abriéndose camino entre diferentes realidades. Sunyer es originario de Barcelona, España, y se desempeña actualmente como profesor investigador en la Universidad Autónoma de México, campus Iztapalapa, y fue profesor por varios años en la Facultad de Estudios Superiores Aragón (FES Aragón, UNAM). Realizó sus estudios de doctorado en Geografía e História (con una especialidad en Geografía) en la Universidad de Barcelona con una tesis enfocada en la genealogía de la ciencia del suelo en España entre los siglos XIX y XX (1996). Ha desarrollado investigaciones de diversa índole en estas instancias académicas y ha producido varios libros, artículos y capítulos que examinan cuestiones de la historia de la ciencia (1996, 2006), geografía histórica de México (Mendoza Vargas, Ribera Carbó y Sunyer, 2002; 2010, 2011, 2012a), temas ambientales (2008), paisaje (Checa-Artasu y Sunyer Martín, 2017) excursionismo y geografías de la montaña (2012b; Franch-Pardo et al., 2018), así como la intersección entre geografía y literatura (1988, 1991, 1992). Además de esta amplia gama de líneas de investigación, su trabajo docente, tanto en la UNAM como en la UAM, ha sido central en su actividad profesional formando múltiples generaciones. En sus investigaciones y docencia, Sunyer ha trabajado tanto en archivos, por ejemplo, el Archivo General de la Nación o el Archivo Histórico del Agua, como en campo, particularmente en paisajes de montaña. En esta conversación Pere Sunyer describe su trayectoria en el ámbito de la geografía enmarcada en su experiencia de vivir y trabajar en México y delineada por su interés en la transformación de los paisajes.

Gerónimo Barrera de la Torre (GBT): ¿Por qué decidió estudiar la licenciatura en geografía y quiénes influyeron académica y personalmente en su decisión para formarse como geógrafo?

Pere Sunyer (PS): Al igual que muchas personas, en el proceso de elección de los estudios universitarios o profesionales siempre uno duda hacia dónde orientarse. Sin embargo, en mi caso particular, sabía bien lo que me gustaba, pero no le había puesto nombre. No lo había asociado a ningún tipo de estudios en particular. Durante el bachillerato, los temas geográficos e históricos eran mis predilectos, aunque también me gustaban otros como los relativos a la geología y la biología.

Hay que aclarar que, desde mi infancia, al igual que Horace-Bénédict de Saussure, y remedándole, tuve en las montañas “la más decidida pasión” (“la passion la plus decidée”) y aparte de recorrerlas y disfrutarlas, me sirvió de excusa para conocer mi país2 y a sus gentes. El excursionismo, el montañismo, es una de las tradiciones más conspicuas de Cataluña (al menos de esa Cataluña inventada en el siglo XIX) y, a partir de esta actividad, sin saberlo, me fui acercando a los temas clásicos de la geografía humana francesa que tanta influencia tuvo en la catalana. Solo faltó asistir a una conferencia que nos ofreció Maria de Bolòs, entonces catedrática de geografía de la Universidad de Barcelona, para decidirme. Por aquel entonces, no sabía nada de la escuela geográfica catalana, ni de la española, ni de las divisiones de estos estudios, ni de sus métodos de investigación, ni conocía geógrafos relevantes de la tradición geográfica catalana como Pau Vila, Salvador Llobet, Lluís Solé i Sabaris, Joan Vilà i Valentí… pero sabía a lo que me quería dedicar.

La referencia anterior al excursionismo no es baladí. Con él se descubre la naturaleza, los paisajes, la arquitectura, la cultura y la identidad. En mi caso, me llevó hacia la geografía y a preguntarme, entre otras cosas, sobre los nacionalismos y esencialismos cada vez más presentes en la geopolítica local y mundial, y fundamental para entender una realidad tan diferente para mí como fue la de México.

En los años en que estudiaba, se dividió el Departamento de Geografía de la Universidad de Barcelona en dos y obligaban a optar entre el de “Geografía física y análisis territorial” y el de “Geografía humana”. Yo siempre fui muy reacio a esa elección pues consideraba que tan importante era un aspecto como el otro. El geógrafo debe tener una formación integral. Sin embargo, en mis estudios le di mayor peso a las materias de geografía física3 que de geografía humana. Eso me llevó a orientarme hacia la biogeografía, los estudios sobre los suelos y el paisaje. Pese a todo, como se suele decir: “los caminos del Señor son inextricables” y pasados los años me encontré en México, un mundo aparte (Figura 1).

Fotografía: Héctor Mendoza Vargas.

Figura 1 Un nuevo comienzo, una trayectoria. Pere Sunyer en el Espacio Escultórico en el campus de la UNAM. Archivo de campo: 10 de febrero de 1997.  

GBT: La geografía histórica ha tenido un auge en las últimas dos décadas y sus trabajos son un referente en este proceso. Nos podría comentar el ámbito de esta perspectiva geográfica y la importancia del cambio en la disciplina que impulsa el estudio de la misma.

PS: Mi aproximación y dedicación a la geografía histórica ha sido un tanto fortuita. Nace de esa preocupación por la historia del país en el que vives, de los territorios que recorres, de los paisajes que observas, pero cristalizó al llegar a México. Contribuyó a ello que mi formación en el doctorado, con Horacio Capel, me acercó a la historia de la ciencia4 y, en particular, a la edafología o ciencia del suelo (Sunyer, 1996). Al poco tiempo de llegar a México quise proseguir el camino iniciado en Barcelona con mi director de tesis y tenté una investigación sobre la historia de la ciencia del suelo en México. Esto me obligó a conocer el complejo siglo XIX mexicano, a su agricultura y los problemas del mundo rural, al papel de los ingenieros agrónomos y civiles en diferentes etapas de la historia contemporánea mexicana (Sunyer, 2002, 2006, 2007 y 2008). Este tema despertaba en mí una gran curiosidad: ¿cómo un territorio tan diverso, biológica, ecosistémica, paisajística, étnica y culturalmente, se conformó como Estado? Es decir, como una entidad jurídico-administrativa capaz de conducir los destinos de lugares tan disímiles como el norte y el sur, el centro y la costa, por decir; de concitar proyectos intelectuales, en cierta manera opuestos, de fuertes personalidades de la política del momento (Sunyer, 2013). Esa investigación me condujo a descubrir el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (1833), antecedente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, todavía existente (Azuela Bernal, 2003), y a reflexionar sobre el papel que pudo ejercer en la conformación de ese nuevo Estado llamado México, entre otras muchas cuestiones que me planteaba. De estas preguntas se derivó un proyecto que desarrollé junto con Eulalia Ribera Carbó (Instituto Mora) y Héctor Mendoza Vargas (Instituto de Geografía, UNAM) titulado “La integración del territorio en una idea de Estado. México y España, 1820-1940” (Mendoza Vargas, et. al., 2002), que tiene que ver con esa preocupación intelectual y a su vez con un problema de índole personal, derivado de ese nacionalismo tan acérrimo que se respiraba y todavía se respira en Cataluña… y en España (Figura 2).

Fotografía: Héctor Mendoza Vargas.

Figura 2 Pere Sunyer y Ángel Bassols Batalla, en el Coloquio: La integración del territorio en una idea de Estado. México y España, 1820-1940, Centro Histórico de la Ciudad de México. Achivo de campo: 15 de octubre de 1999.  

En mi opinión, los estudios de geografía histórica tienen en México un alentador futuro, y son muchas las disciplinas que los abordan con mayor o menor éxito. ¿Por qué digo “alentador”? porque la geografía histórica permite ahondar en las claves que ayudan a entender el México pasado y el actual (Sunyer, 2011 y 2012a). Tanto el pasado prehispánico como los problemas del México presente se pueden entender mejor a partir de una explicación geográfico-histórica de su territorio. Esto ya lo habían entendido Claude Bataillon, el geógrafo francés que tan bien conoció México y Bernardo García Martínez, con su extensa bibliografía sobre México (Urroz, 2018). Yo lo entendí a medida que iba adentrándome en su conocimiento histórico, político, cultural, etc.

En relación con la propia geografía histórica, una de sus preguntas que ya se planteaba Alan R. H. Baker (1972), en Progress in Historical Geography, es acerca del cambio geográfico: ¿por qué cambian las cosas? A ella le podemos dar una respuesta corriente tipo “por la propia esencia de las cosas, sabemos que todo cambia”; o bien, profundizarla: ¿cuáles son las causas del cambio?, ¿a qué ritmo?, ¿en qué dirección?, ¿en qué cantidad?, ¿hacia qué calidad?, ¿quién o quiénes lo impulsan?, ¿podemos modificar el curso de las cosas, de los cambios, o hay un destino inexorable? En dar respuesta a estas preguntas radica una parte del trabajo de esta disciplina (Sunyer, 2010).

GBT: La historia forma una parte importante de su trabajo como geógrafo, cuéntenos sobre su preferencia de vincular la geografía y la historia, y qué ventajas considera que se generan para una revitalización de este diálogo entre ambas disciplinas al inicio del siglo XXI.

PS: Yo me considero geógrafo. Eso significa que la perspectiva espacial y territorial la tengo prácticamente siempre en mente. Sin embargo, no todo en la geografía es espacio ni espacialidad. Hace falta lo que Richard Hartshorne, Derwent Whittlesey y Carl Sauer denominaron, entre 1939 y 1974: “la cuarta dimensión en la geografía”, necesaria para comprender los procesos naturales y humanos que se dan en el espacio, en el territorio, y forman y transforman continuamente los paisajes. Tampoco los historiadores podían explicar los sucesos del tiempo sin aproximarse necesariamente hacia lo espacial y la espacialidad. De ahí, el éxito de perspectivas como las que propusieron en su día Marc Bloch, Lucien Febvre y Fernand Braudel; la relevancia del concepto de “larga duración”, aplicable para la comprensión de muchos de los problemas del México presente, y la continuidad de ese enfoque en historiadores como Pierre Nora (1997), por mencionar a uno representativo, con su monumental Lugares de la memoria. Al respecto, como señala Martí Monterde, se necesita “descubrir la condición histórica de los lugares” para evitar que “desaparezcan sin que nadie se dé cuenta” (Monterde, 2015). Esta es una de las tareas de la geografía histórica.

La geografía histórica, al igual que la historia ambiental, aúnan en su esencia las preocupaciones de la geografía y de la historia. Un artículo de Héctor Rucinque explica bastante bien la necesidad de recuperar el diálogo entre la geografía y la historia y como este mismo se plasma en estas dos disciplinas emparentadas que son la geografía histórica y la historia ambiental (Rucinque et. al., 2007). Hay que subrayar que la geografía histórica es muy antigua, y que en los conocidos tratados de geografía de Carl Ritter (1822-1859) o de Friedrich Ratzel (1882-1891), sus respectivos títulos no dan lugar a engaño: la geografía ayuda explicar el curso de la historia. En ellos se puede encontrar otra parte de los objetivos de la geografía histórica: explicar los procesos de ocupación humana de la Tierra a lo largo de la historia.

La historia, a su vez, ya en el siglo XX, se acercará a la geografía para explicar de otra manera los procesos históricos. La influencia de Vidal de la Blache en la obra de Lucien Febvre es de sobra conocida, misma que proseguirá en los Annales d’Histoire. Un historiador que particularmente suelo hacer leer en clase es Edward W. Fox, en un trabajo que tradujo otro de mis profesores, Luis Urteaga, ya hace algún tiempo: La historia desde una perspectiva geográfica (Fox, 1998).5 En él se muestra el recorrido intelectual del historiador estadounidense para acercarse a la geografía (Urteaga, 1997).

Comprender la geografía y la historia actual de México requiere de un trabajo geográfico histórico, como el que hizo en su momento Donald Meinig (1986, 1993, 1998) para los Estados Unidos. Trabajar la geografía y la historia conjuntamente permite profundizar en los procesos que han conformado los Estados-nación actuales, pero también los numerosos territorios que los componen (Ribera Carbó, 2005).

GBT: Sus publicaciones, artículos, capítulos y libros, demuestran las complejas formas y variedad del paisaje, ¿cuáles son los aspectos centrales que han guiado su trabajo en este enfoque geográfico y en su aproximación a la experiencia mexicana?

PS: A lo largo de mis estudios de geografía en la Universidad de Barcelona tuve a dos excelentes profesoras que nos introdujeron en la lectura del paisaje. Por un lado, María Sala y, por otro, Maria de Bolòs. En aquellos años todavía estaba fresca la visita que hizo George Bertrand al entonces Departamento de Geografía, que tanta influencia tuvo en algunos investigadores del mismo, y que llevó a las lecturas de Jean Tricart y Jean Kilian (1982): La eco-geografia y la ordenacion del medio natural, que nos abrió la perspectiva ecológica, dinámica, también dentro de la geografía. Así y todo, aunque la lectura del paisaje y la investigación sobre el mismo siempre estuvo entre mis preocupaciones, nunca me especialicé en ello. Posiblemente, sin la mediación de Capel, mi camino hubiera sido trabajar en el Laboratorio del Paisaje que recientemente se había formado, dirigido por Maria de Bolòs. No fue así, claro.

Posteriormente, cuando llegué a México y empecé a impartir los cursos de “Evaluación de Impacto Ambiental”, en la carrera de Ingeniería civil, y de “Diseño urbano” en la de Arquitectura (FES Aragón, UNAM), me pareció que la forma más sencilla con que se les podía sensibilizar a unos y otros estudiantes de los efectos de las obras de ingeniería civil o de propuestas urbanas, por parte de los arquitectos, era a través del paisaje. Me di cuenta de la poca experiencia de “territorio” que tenían estudiantes que debían dedicarse a modificarlo, profesionalmente, o intervenir en él. La misma sorpresa me llevé con los estudiantes de geografía humana de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Izapalapa. En un mundo en el que el dominio de las pantallas electrónicas parece imponerse, la naturaleza y sus procesos parecen aburridos y estáticos. Todo lo contrario. En definitiva, mi interés por los estudios de paisaje, porque salgan a hacer prácticas de campo tiene que ver más con los aspectos pedagógicos de la geografía, que no tanto con la investigación y el desarrollo de métodos para evaluación del impacto humano en ellos u otros aspectos. Me interesa que vean, observen, expliquen lo que ven, que se pregunten sobre ello (Sunyer et al., 2018).

Es decir, aunque no he alejado la posibilidad de aproximarme más a los estudios de impacto ambiental a partir de la lectura de los paisajes, hay en esta aproximación actual a los paisajes un afán sobre todo pedagógico y formativo: sensibilizar para posteriormente actuar. Posteriormente, ya una vez incorporado en la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa, y a medida que he ido conociendo México, me fui dando cuenta, junto con Martín Checa Artasu, de que tampoco las administraciones públicas parecen muy interesadas en el paisaje; ni en aquellos que se asocian con una calidad estética, ecológica y cultural; ni en los que tienen sentido para la propia sociedad. Y se siguen empeñando en apoyar iniciativas turísticas, urbanísticas, de instalaciones energéticas, explotaciones mineras a tajo abierto, de construcción de grandes infraestructuras, que conducen el conjunto del territorio hacia lo que se ha denominado colapso, con todas las consecuencias que esto tendrá en el futuro, en el corto y mediano plazo. Esta preocupación nos llevó a organizar dos coloquios sobre el paisaje de los cuales se publicaron dos obras colectivas (Checa-Artasu et al., 2014 y 2017), y posteriormente a trabajar aspectos puntuales del paisaje.

En definitiva, esta preocupación por el deterioro rápido y alarmante de los paisajes presentes, alienta nuevamente la reflexión geográfico histórica. Es necesario recuperar y difundir la memoria de los lugares. Para ello se debe “destruir el olvido”, buscar los relatos de los lugares por los propios testimonios de la transformación de esos paisajes que envuelven nuestra existencia.

GBT: Con base en las preguntas anteriores, nos gustaría conocer, ¿cómo propone el estudio de la geografía histórica en el ámbito docente y su experiencia con el estudiantado?

PS: Como bien se sabe, “cada maestrillo tiene su librillo”, y este se aplica en función del público que se tiene, su formación y otros factores que intervienen en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Pero si me dan a elegir, me gustaría enseñar una materia a partir de algún caso práctico, que sea próximo y al que los estudiantes accediesen en repetidas ocasiones. También que se consultaran datos de archivo, algunos de los cuales funcionan actualmente en línea. O bien recurrir a las excelentes investigaciones de historia urbana o de mapas antiguos que hay en México y que proporcionan la base para trabajos escolares de geografía histórica. Interesa, nuevamente, sensibilizar, en este caso, con los aspectos históricos del lugar donde se vive y explicarlo desde la geografía y la historia.

La consulta, no solamente de documentos, sino también de cartografía y de fotografías antiguas, ayuda al investigador, en este caso al estudiantado, a contemporizar con el medio y con la época. Por lo general, suelo pedir al alumnado una investigación a partir de sus archivos o recursos familiares y, algunos, entrevistan a sus abuelos, parientes y vecinos que les explican, por ejemplo, como evolucionó su colonia o su municipio. En algunos casos, cuentan cosas que no por ser conocidas no dejan de ser sorprendentes. El estudiantado, a pesar de sus carencias formativas, muestran unas capacidades que los docentes no siempre sabemos valorar bien.

En general, en los cursos habituales de esta materia (UEA, Unidades de Enseñanza-Aprendizaje, en el lenguaje de la Universidad Autónoma Metropolitana), inicio hablándoles de la relación entre la geografía y la historia, para seguidamente ofrecerles un panorama de la evolución de la geografía histórica desde el siglo XIX hasta la actualidad; un capítulo está centrado en México y el caso de estudio que les muestro tiene que ver con lo que trabajamos con Ribera Carbó y Mendoza Vargas, libro ya citado, en relación a la integración del territorio en una idea de Estado (Sunyer, 2012a).

GBT: La figura de Jules Verne ha llamado su atención, de una forma particular, ¿cómo se interesó por los trabajos y la figura de este escritor y qué libro(s) sugiere leer de este autor?

PS: Las lecturas de Jules Verne formaron parte de mi adolescencia, como anteriormente lo habían sido las novelas de Enid Blyton, Malcolm Saville, Alfred Hitchcock y algunos pocos autores más dirigidos a la infancia y la juventud y que leíamos con asiduidad los chicos y chicas de mi país. Eran tiempos en los que los libros eran parte del día a día y, sobre todo, de las vacaciones.

De las novelas de Verne había algunas más socorridas que otras, en el sentido de que la aventura dominaba sobre la descripción: Cinco semanas en globo, Los hijos del capitán Grant, La isla misteriosa, Un capitán de quince años, La vuelta al mundo en 80 días, Veinte mil leguas de viaje en submarino, Viaje al centro de la Tierra, son algunas de las que formaban parte de la biblioteca familiar y que eran el bagaje cultural de esa burguesía catalana de mis años mozos.

Mi interés posterior por estudiar a Verne nació en el curso que impartía Capel en el último año de la carrera: “Teoría e historia de la geografía” (Capel, 1993). Nunca antes de ese curso sentí que eso llamado “geografía” tenía sentido. Mi geografía hasta ese momento estaba ligada a la experiencia en campo, a la observación y reflexión sobre lo que veíamos tanto en los ámbitos natural, rural como urbano. Pero la profundidad sobre la reflexión geográfica que se adquiría en ese curso de Horacio Capel me ayudó a que lecturas que ya había hecho a lo largo de la carrera (Deffontaines, Gourou, Claval, George…) y los realizados durante mi infancia y juventud tuvieran sentido y dirección. Desempolvé libros que había en mi casa, los de Malte-Brun, Guillermo de Bowles, Vivien de Saint-Martin y me aficioné a leerlos y a adaptarme a la tipografía y a su forma de redacción. En ese desempolvar encontré algunas de las obras de Verne editadas por Sáenz de Jubera Hermanos Editores, en Madrid, a finales del siglo XIX, con sus extraordinarios grabados, y pensé que también podía ser geografía lo que explicaba Verne en sus obras, así que le propuse a Capel hacer el trabajo de curso al respecto.

Dedicarme a Verne me absorbió horas, días y meses, teniendo en cuenta mi escasa formación historiadora y sus métodos de trabajo, y que tenía otras asignaturas que cursar, pero me ayudó a redescubrir también mi pasión por las bibliotecas y su ambiente de trabajo y reflexión. Verne me acercó a la historia de la ciencia y, posiblemente, hubiera sido mi tesis de doctorado.

Ahora, trabajar este autor u otros puede parecer “pecata minuta”, pero en los años en que yo estudiaba los enfoques que hoy son tan socorridos y que han enriquecido la geografía humana actual apenas empezaban a despuntar en la geografía catalana… y muchos de ellos los conocí a través del curso 1986-1987 de Capel. En su momento publiqué dos trabajos sobre el novelista francés (Sunyer, 1988 y 1991). No continué con el tema, aunque la exploración de la geografía en las obras literarias siempre me ha llamado la atención (Sunyer, 1992). Me metí de pleno en la historia de la ciencia del suelo en España, que formó parte de mis investigaciones de doctorado y me abrió otras puertas (Sunyer, 1996).

Posteriormente, ya en mi estancia en México, en marzo de 2005, me invitaron a participar en una mesa redonda que organizaba el Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM, bajo el título “Julio Verne, explorador de la cultura mexicana”, con motivo del centenario de su fallecimiento (Sunyer, 2005). Mientras preparaba mi ponencia, descubrí que el mundo de internet bullía de información y de estudios sobre el autor francés. Solo acercarse a estas numerosas fuentes existentes y estudios realizados, podía dar pie a numerosas investigaciones y, asimismo, actualizar lo que había podido hacer en mi época como estudiante de la licenciatura.

GBT: En cuanto a los archivos, ¿nos puede contar su experiencia de consulta en estos lugares, sobre las rutas de trabajo que abren, por ejemplo, la incorporación de los mapas y fotografías antiguas para el conocimiento del territorio o del paisaje?

PS: Como ratón de biblioteca y de archivo que he sido, su consulta siempre me ha despertado una gran curiosidad. Tener en mis propias manos, el relato mismo de los protagonistas y testimonios de un suceso; ahondar en los entresijos de la historia es, desde mi punto de vista, una experiencia muy gratificante. No importa que haya sido una historia de la que se haya hablado o escrito; lo importante es que uno, como investigador, se planta en el centro mismo de los sucesos que estudia. Es un trabajo demandante, que requiere una dosis importante de orden y capacidad de sistematización y extenuador; extenuación que se compensa cuando encuentras lo que buscabas, o te desespera más cuando no es así. En cualquier caso, el trabajo en archivo no solamente es útil al historiador, sino también para el geógrafo. Mi trabajo en archivos mexicanos no ha sido tan intenso como cuando realicé mi tesis doctoral. En México, han sido archivos muy particulares los que he consultado puntualmente cuando el tiempo docente y personal me lo han permitido.

Anteriormente, encontrar una fotografía o un plano relativo al tema que estuviera estudiando me parecía importante, pero más como ilustración que como hecho que me llevara a cuestionarme cosas. Las veía como un documento que mostraba los cambios acaecidos en el tiempo. Ahora los veo de otra manera. No solamente me dicen que las cosas cambian, sino que también me pregunto acerca de los propios cambios (cuantificarlos, calificarlos, entender su dirección y sentido) y aparte, por ejemplo, la oportunidad de tal fotografía, de su enfoque y tema; ¿Quiénes son retratados?, ¿cómo son las cosas en ese momento?, ¿qué datos o informaciones tengo que me permitan complementar o explicar la imagen vista?... Y lo mismo con la documentación cartográfica que puedo hallar en las mapotecas.

GBT: Una parte de su trabajo se ha centrado en el excursionismo. Nos gustaría saber si para usted esta actividad mantiene su vigencia en pleno siglo XXI y qué ideas, libros y autores han guiado su trabajo en esta temática.

PS: Más que en el excursionismo, me he centrado en los estudios sobre la montaña, en lo que se conoce como geografía de la montaña o, más recientemente, montología. Esto lo he ido desarrollando a partir de que empecé a trabajar en la Universidad Autónoma Metropolitana. El excursionismo es una faceta más de esa aproximación al conocimiento de la montaña, un medio que en México ocupa cerca del 50 por ciento de su territorio, y una actividad que tiene en los clubes de montañismo, alpinismo, excursionismo de México, a muchísimos aficionados (Sunyer, 2012b, Franch-Pardo et. al., 2018). Ahora bien, el excursionismo o, más concretamente, el montañismo, en todas sus variantes y facetas, es una de las actividades que más satisfacción proporciona a quienes lo practican (Sunyer, 2022). Muchos hemos sido los geógrafos que entramos en estos estudios por el montañismo. Como decía Georges Bertrand, hemos entrado en la geografía a través de los paisajes que observamos y que nos emocionan.

El montañismo no es una actividad propiamente deportiva, aunque hay quien lo asume de esa manera, pues requiere una parte importante de preparación física y mental necesarias para culminar exitosamente una ascensión o hacer un recorrido previamente planeado, o simplemente para mantener la cohesión del pequeño grupo que se unen para realizar esta actividad. Involucra autoconocimiento, relaciones personales y sociales; conlleva entender el mundo que se atraviesa y preguntarse al respecto; además de sensibilidad para detenerse en aquellos lugares de gran sublimidad o maravillarse ante los grandes fenómenos de la naturaleza de gran belleza e intensidad: un salto de agua; un silencio profundo; las salidas y puestas de Sol; la formación de una tormenta y su vivencia. Es una actividad que abre las puertas a la geografía de toda la vida y a entender el mundo tal cual se presenta.

Como tal, el montañismo tiene hoy en día plena vigencia, ya en su vertiente seudodeportiva, como formativa, personal y socialmente, y como actividad integradora de grupos. Ya sea desde la más sencilla caminata por recorridos previamente balizados, pasando por el excursionismo con sus correspondientes mapa, brújula y sentido común, hasta llegar a las variantes de mayor riesgo y compromiso; el montañismo forja el carácter, en la capacidad de esfuerzo, en el darse a sí mismo y a los demás; valores todos ellos cada vez menos difundidos en nuestra sociedad supertecnológica y “pagada de sí misma”.

El montañero clásico es un lector empedernido, tanto de los que le precedieron en sus ascensiones como de otras que formarán parte de sus objetivos futuros. Concuerdo con Geoffrey W. Young para quien montañero “no es solo aquel que asciende montañas, sino todo aquel que le gusta caminar, leer o pensar en ellas” (Young, 1920). La lectura de mapas es también parte fundamental de la formación del montañero, para entender los lugares que se visitan o atraviesan, pero también para imaginar lo que puede acontecer en tal o cual lugar. Finalmente, a través de mis cursos he animado al estudiantado a seguir este camino y adoptar una actitud de respeto, solidaridad y de amistad con quienes nos acompañan en los recorridos, o con quienes nos ofrecen alojamiento, su pan y su amor (Figura 3).

Autor: Pere Sunyer.

Figura 3 Salida de prácticas a las montañas sagradas de Morelos. Curso de geografía de la montaña (Tema selecto) con el grupo de VII trimestre de la licenciatura en geografía humana, Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa. Archivo de campo: octubre de 2018.  

GBT: ¿Qué le recomendaría a las nuevas generaciones de geógrafas y geógrafos con base en los cambios experimentados por la disciplina geográfica en los últimos años y al papel que ha ido ganando en la sociedad?

PS: La geografía humana, en su conjunto, es la que ha manifestado los cambios más acusados. El proceso de convergencia mutuo entre la geografía y el resto de las ciencias sociales ha enriquecido a unos y otros. Ha ampliado los problemas a estudiar desde la geografía y ha proporcionado nuevos enfoques y métodos de investigación. Fruto de ese enriquecimiento es el hecho de que temas que habían sido tradicionalmente pasados por alto han adquirido una inusitada relevancia. Por ejemplo, el cuerpo, los espacios domésticos y laborales, los espacios del transporte. También, los enfoques han cambiado. La perspectiva de género, la decolonial, la geografía de la interseccionalidad, llaman hoy bastante la atención, y parecen desatenderse otros clásicos que siguen siendo importantes para comprender el mundo que hemos edificado. Sin embargo, cualquier perspectiva que se adopte en geografía nos acerca a lo que Ana Fani Alessandri Carlos denomina “el reto de comprender la realidad que nos rodea”.

También sorprende la cantidad de información que poseemos, por ejemplo, en nuestro teléfono celular ligada a la tecnología GPS y que nos permite llegar rápidamente a un destino, solicitar un servicio de taxi, ver en tiempo real la posición de un autobús o una persona, geolocalizar una imagen o video, o paralelamente proporcionar de forma continua datos personales a las grandes compañías que dominan la tecnología digital de internet. Apoyarnos de esa tecnología no nos hace ser más geógrafos y tampoco más humanos. Al contrario. Perdemos la capacidad instintiva de orientarnos y reflexionar sobre el recorrido realizado, de entender la relación entre las cosas, las personas y el espacio en el que se encuentran, o donde nos encontramos.6 No hay, como suele decirse, tecnología buena o mala. Es el uso que le demos lo que la vuelve así. Aprovechemos las bondades de la tecnología sin esclavizarnos y manteniéndonos lo más libres posibles.

En cuanto a recomendaciones, no suelo ser buen consejero, por aquello de “consejos vendo, que para mí no tengo”. En todo caso, es recomendable, para aquellos que se animen a iniciar su vida dentro de la geografía, abrir nuestros sentidos al mundo que nos rodea, permearnos de él, de las bellezas que podemos encontrar; denunciar la corrupción y la falsedad, y no desesperarse frente a los malos augurios y los agoreros. La única salida es seguir trabajando para que el mundo sea cada vez mejor.

REFERENCIAS

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1Entrevista mixta (oral y escrita) aplicada por Gerónimo Barrera de la Torre a Pere Sunyer Martín, el 13 de junio de 2022, en la cafetería de la librería “Octavio Paz” del Fondo de Cultura Económica (Miguel Ángel de Quevedo 115, Alcaldía Coyoacán, Ciudad de México) con una duración de 99 minutos. Posteriormente se agregaron las referencias de sus trabajos.

2Entiendo país, como ese pequeño territorio en el que se vive y se puede recorrer en una jornada.

3De esa época procede la publicación de la traducción del inglés al español que hice, con Marta Barrutia, de la Modernd Physical Geography de Arthur N. Strahler y Alan H. Strahler (Wiley & Sons, 1987, 3era edición), que publicó en 1989, Ediciones Omega, en Barcelona.

4Sobre la historia de la ciencia en el Departamento de Geografía humana de la Universidad de Barcelona, de sus ideas y trabajos, impulsados por Horacio Capel, véase el número 84 de Geocrítica. Cuadernos críticos de Geografía humana, con la ruta de un programa de investigación sobre historia de la geografía (Capel, 1989) [N. del E.].

5De 1946 hasta su jubilación en 1978, Fox fue miembro del Departamento de Historia en Cornell University.

6Franco Michieli, el geógrafo italiano, “propone volver sobre los pasos de la humanidad en sus orígenes como caminantes de un extenso mundo indómito. Sugiere hacer el camino inverso al desarrollo del conocimiento geográfico y sus avances tecnológicos. A través de una severa crítica al mundo actual y su cultura tecnológica, que permea todas las actividades de la humanidad y la vocación geográfica, Michieli invita a que el espacio nazca en nosotros de nuevo como una experiencia originaria, que las distancias pierdan lo abstracto del metro, que el tiempo acelerado se detenga y vivamos los ciclos de la naturaleza, entender las formas del paisaje en la experiencia de caminarlas, memorizar las geometrías de los mapas, dejarlos en casa y salir a recorrerlos”. Véase la reseña de Valeria Consuelo de Pina Ravest del libro de Michieli (2021) en este número de Investigaciones Geográficas, revista del Instituto de Geografía de la UNAM [N. del E.].

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