Introducción
En la actualidad se considera que no existe lugar sobre la biosfera terrestre sin la huella humana, lo que ha generado un punto de no retorno en la pérdida de la biodiversidad de los ecosistemas terrestres y marinos (Hautier et al., 2015; Venter et al., 2016). A través de la información disponible en publicaciones recientes y de los modelos de predicción sobre diferentes indicadores de la biodiversidad es posible pronosticar consecuencias que nos encaminan a una sexta extinción masiva en la historia del planeta (Bellard, Berteslsmeier, Leadley, Thuiller & Courchamp, 2012; Ceballos et al., 2015).
En la búsqueda de soluciones para lograr minimizar estos efectos, destaca la comprensión de dos actividades que en muchas ocasiones se consideran como incompatibles: 1) la rentabilidad económica basada en el aprovechamiento de vida silvestre, y 2) la preservación a largo plazo de las especies. La vida silvestre es un componente de la biodiversidad (genes, poblaciones, especies, comunidades y paisajes) que incluye la fauna y flora no domesticada de diferentes grupos taxonómicos, ubicada en ambientes naturales o artificiales (zoológicos), medio terrestre o marítimo y que son parte de los procesos de evolución (Diario Oficial de la Federación [DOF], 2016b; Krausman, 2002; Morrison, Marcot & Mannan, 1998; Patton, 1997).
El uso del concepto de vida silvestre es complejo y tratar de dividirlo en flora o fauna puede ser confuso, en la legislación mexicana en materia ambiental claramente se separan dichos conceptos (DOF, 2016a; 2016b). Esta división entre las especies silvestres y domesticadas se ve reflejada en la separación de dependencias gubernamentales, así por una parte existen dependencias que promueven la conservación de la vida silvestre en general como Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat); la Comisión Nacional para el Conocimiento de la Biodiversidad (Conabio) que ha difundido, promovido, descrito y creado políticas públicas que vinculen el uso de la biodiversidad y su relación con la sociedad. Mientras que otras separan las especies claramente y se enfocan en biodiversidad que ha sido derivada de un proceso de domesticación como la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa).
A partir de la fauna silvestre el humano obtiene beneficios en bienes o servicios provenientes de las pesquerías, producción forestal, servicios ambientales, la cacería y la producción intensiva (Covisa, 2015; Reyes-Bonilla, Herrero-Pérezrul, Gonzáles-Romero, González-Peralta & Ramírez-Hernández, 2008; Valdez, 2014). Aquí se define a la fauna silvestre como:
Todos aquellos individuos de especies integrantes del reino animal, vertebrados e invertebrados, acuáticos y terrestres, que viven de forma libre y sujetos a los procesos evolutivos en su hábitat o en cautiverio y que representen importancia para el humano, tanto si producen un servicio, beneficios o si causan daños.
Los beneficios se clasifican en categorías de valor directo (tangible) o indirecto (intrínseco): el primero se fundamenta en una utilidad, basada en unidades monetarias; mientras que los valores indirectos son difíciles de medir porque se basan en un valor real o de interés para algunas personas, es así como estos valores se relacionan con una importancia económica, ecológica y sociocultural (Chardonnet et al., 2002; Ojasti & Dallmeier, 2000).
En general, la vida silvestre ha sido valorada y aprovechada por el hombre a través del tiempo, sin embargo, el aprovechamiento se ha realizado de forma no sustentable, este tipo de sucesos fueron causantes del surgimiento de la Biología de la Conservación como una ciencia a finales de la década de los 70, la cual pretendió en sus inicios mantener intactos a los ecosistemas que consideramos como una acción extrema de conservación pues implica que no se puede modificar ningún componente de la biodiversidad (Rozzi, Primack, Fainsinger, Dirzo & Massardo, 2001; Van Dyke, 2008). No obstante, el mismo tiempo ha demostrado que esta ideología de conservación es utópica y que la naturaleza interactúa con el humano desde siempre, por lo que mantener una ideología de separación entre ellos se convertiría en una acción desfavorable tanto para la sociedad humana como para el medio natural (Ehrlich, 2001; Western, 2001).
Ante la evidencia fehaciente de la necesidad de mantener a largo plazo los diferentes elementos de la biodiversidad frente a su inevitable uso por el humano, surgen como una idea conciliadora de ambas acciones la sustentabilidad y el desarrollo sustentable. La primera se refiere a la existencia de condiciones ambientales ideales para satisfacer las necesidades humanas y que se mantengan en las futuras generaciones (Lélé, 1991). Mientras que el segundo concepto se fundamenta en un proceso paulatino donde existe una relación entre satisfacer necesidades del presente a través de un enfoque económico-social, bajo una perspectiva de conservación del ambiente (World Commission on Environment and Development [WCED], 1987).
La sustentabilidad de la fauna silvestre se podrá obtener a mediano y largo plazo si se cuentan con objetivos claros, resumidos en metas de preservación que contengan el qué (conservar una población, eliminar un especie invasora o mantener un servicio ecosistémico), el cómo (aplicando estrategias, métodos y conocimiento multidisciplinario de ciencias sociales, ecología, biología, climatología, economía, etc.) y el para qué (basado en un proceso de satisfacción de necesidades específicas para el humano).
A este conjunto de propósitos, conocimientos, experiencias y prácticas encaminadas a modificar la composición y estructura de poblaciones de fauna silvestre se le nombra manejo, es decir, aquellas actividades humanas que logren mantener, aumentar, establecer y disminuir el número de individuos de una población (Giles, 1978; Ojasti & Dallmeier, 2000) y se basa en metas de conservación, control, aprovechamiento sustentable y la reproducción de especies silvestres in situ (dentro de su hábitat natural) o ex situ (fuera de su hábitat natural, criaderos estabulados o zoológicos).
Legalmente (DOF, 2016b), se considera como manejo a la aplicación de métodos y técnicas para la conservación y aprovechamiento sustentable de la vida silvestre y su hábitat. El manejo en vida libre se realiza con ejemplares o poblaciones de especies que se desarrollan en condiciones naturales, sin imponer restricciones a sus movimientos. Mientras que el manejo intensivo es aquel que se realiza sobre ejemplares o poblaciones de especies silvestres en condiciones de cautiverio o confinamiento.
A pesar de la importancia que tiene la fauna silvestre de ofrecer beneficios para futuras generaciones humanas, conciliar el trinomio de conservación-manejo-aprovechamiento sustentable se percibe de formas desiguales, en ocasiones como actividades paralelas o en su caso, incompatibles. Sin embargo, solo a través del manejo adecuado de la fauna silvestre será posible preservarla a largo plazo y garantizar su capacidad de ofrecer un beneficio que satisfaga las necesidades humanas.
Bajo este contexto, este trabajo se enfoca en describir las acciones, los actores involucrados y resultados obtenidos por el manejo de la fauna silvestre con metas de conservación, control, reproducción y aprovechamiento sustentable. En especial, se citarán algunos ejemplos realizados en México, con diferentes especies y ecosistemas naturales.
El manejo de fauna silvestre
Este concepto se ha definido por diferentes autores, durante el siglo pasado Bailey (1984) y Leopold (1986) lo percibieron a partir de una visión de tierra productiva, pues de ella se obtienen diferentes recursos valiosos incluida la fauna silvestre por lo que es una necesidad mantener condiciones adecuadas del hábitat para que estas especies persistan y se reproduzcan y sean aptas de ser aprovechadas. También se ha definido legalmente como la aplicación de métodos y técnicas para conservar y aprovechar sustentablemente la fauna silvestre y su hábitat respetando una normatividad vigente y especializada (DOF, 2016b).
Dentro de estas definiciones existen tres componentes principales en el manejo de la fauna silvestre, el medio donde se realice (hábitat), el objetivo humano y la parte legal que regula las metas del manejo de fauna. Dichas metas se basan en actividades pasivas (intervención indirecta para proteger o preservar) o actividades activas (intervención directa sobre algunos de los componentes del manejo) (Ojasti & Dallmeier, 2000), todo ello enmarcado bajo el esquema de sustentabilidad.
Desde otra perspectiva, las metas basadas en actividades pasivas se sustentan a través de objetivos de conservación o preservación (Ojasti & Dallmeier, 2000), los cuales se aplican en estrategias como los parques nacionales (DOF, 2016a) o las vedas que están establecidas para ciertas especies tales como el bisonte americano (Bison bison) que está vigente desde los años sesentas, en México (DOF, 1961). Por otra parte, las metas basadas en actividades intrusivas se sustentan con los objetivos de aumentar, estabilizar o reducir (Ojasti & Dallmeier, 2000), las cuales se aplican para realizar el aprovechamiento extractivo de una especie o para aplicar el control de individuos que causen efectos negativos (como plagas que dañan a cultivos).
Se define al manejo de fauna silvestre como “el conjunto de acciones que involucran la manipulación directa o indirecta realizada por el hombre sobre individuos o poblaciones de fauna silvestre y su hábitat, con el objetivo de obtener un balance para conservarla, controlarla, reproducirla o aprovecharla sustentablemente”.
Para aplicar cualquier acción de manejo de fauna silvestre es necesario realizar una evaluación técnica/científica, que se adecúe a la legislación vigente, que se conozcan aspectos biológicos y ecológicos de las especies silvestres y de su hábitat y que se considere el bienestar animal (Figura 1). El propósito de realizar el manejo de fauna silvestre nunca tendrá que estar enmarcado por un juicio de valores morales, al contrario tiene que estar basado en la mayor cantidad de información disponible de calidad, para la aplicación de estrategias, métodos o actividades que garanticen un manejo adecuado.
La parte legal tiene que considerarse en aspectos del estado de conservación de una especie, ya sea que se encuentre en riesgo, si es candidata a ingresar a un esquema de protección o si es posible aprovecharla bajo medios de extracción de individuos de su hábitat natural. La legislación que regula el manejo de fauna silvestre en México, se encuentra vigente, es extensa y presenta deficiencias en ciertos aspectos, sin embargo, esta tiene que acatarse para aplicarlo (Figura 1). Un ejemplo de estas deficiencias es la falta de explicación en la Ley general de vida silvestre y su reglamento para realizar el aprovechamiento extractivo comercial, el cual se gestiona para el uso de ejemplares, partes o derivados de fauna silvestre para la obtención de carne o pie de cría (DOF, 2016b).
Del mismo modo, ya sea que se realice la colecta y captura para actividades de restauración o repoblamiento de especies en riesgo, se necesite controlar una piara de pecarí de collar (Pecari tajacu) que cause daños a cultivos, promover la reintroducción de codornices en un matorral xerófilo o realizar el uso comercial de fotografías de fauna silvestre, existen procedimientos que deben ser acatados (DOF, 2016b).
Conocer la dinámica de una población susceptible a manejar es una herramienta indispensable para lograr cualquiera de los objetivos del manejo. Por ejemplo, sobresalen los estudios a largo plazo de la tortuga verde (Chelonia mydas) en las costas de Baja California (López-Castro, Koch, Mariscal-Loza & Nichols, 2010) y el monitoreo de jaguares en Sonora realizado durante 12 años (Gutiérrez-González, Gómez-Ramírez, López-González & Doherty 2015). En este tipo de estudios se describen los cambios en la dinámica de la población durante largos períodos de tiempo e incluso se detectan ciclos, los cuales son aportes necesarios para establecer un programa de manejo y ejecutar acciones que garanticen el mantenimiento e integridad genética de las especies de fauna silvestre.
Conceptos fundamentales de ecología de poblaciones para apoyar al manejo de fauna silvestre son la densidad de población y la abundancia, la distribución espacial, la estructura de edades y sexos, la tasa de crecimiento, tablas de vida, sobrevivencia, mortalidad, reclutamiento y tasa de cosecha (Krebs, 2009). Sin embargo, para la mayor parte de las especies que están bajo manejo no cuenta con esta información básica (DOF, 2010).
En la actualidad, un aspecto sobresaliente en el manejo de fauna silvestre es el bienestar animal, que va en paralelo ante las crecientes ideologías, la legislación y aquellos sucesos que enjuician, limitan o detienen las acciones aplicadas sobre ésta (McMahon, Harcourt, Bateson & Hindell, 2012). En 2013 en México se hicieron reformas en la legislación actual sobre el trato digno y respetuoso de los animales, para realizar acciones de control, reproducción, aprovechamiento y traslado de ejemplares evitando el dolor, deterioro físico o sufrimiento (DOF, 2016a; 2016b).
Actores en el manejo de fauna silvestre
La percepción del manejo de fauna silvestre es subjetiva, por lo que su planteamiento, desarrollo y ejecución se concentran en la vocación del o los actores que se propongan realizarlo en la búsqueda de un objetivo específico. Para ello, se consideran como actores en el manejo de fauna silvestre: a los poseedores (aquellos legítimos poseedores de territorios donde habita naturalmente la fauna silvestre), las organizaciones gubernamentales (OGS) y no gubernamentales (ONGS), la academia y los manejadores.
Los legítimos poseedores han realizado un manejo histórico basado en un conocimiento tradicional y que es trasmitido de generación en generación. Por ejemplo, el manejo y crianza del guajolote silvestre (Meleagris gallopavo) inició durante el Preclásico Tardío en Mesoamérica, con un intercambio interregional de individuos (Thornton et al., 2012), actualmente esta especie se distribuye en Norteamérica a través de poblaciones naturales y domésticas.
En México a partir de la reforma agraria implementada el siglo pasado, existe la tenencia de la tierra basada en una propiedad social (ejidal y comunal) de la cual sus poseedores tienen uso y disfrute preferente del 50.6% del territorio nacional (valores estimados a partir de archivos shapefile: Registro Agrario Nacional [RAN], 2015; DOF, 2017a). Esta superficie presenta en promedio el 32% de bosques, selvas y matorrales presentes en el país en la actualidad (valores estimados a partir de archivos shapefile: Instituto Nacional de Estadística y Geografía [INEGI], 2013; RAN, 2015), es por ello que el hábitat natural presente en la propiedad social debe ser considerada como parte fundamental en la sustentabilidad de la fauna silvestre (Figura 2), ya que el conocimiento tradicional presente en las miles de comunidades rurales tiene que ser rescatado, agregado y mejorado hacia una transferencia de tecnologías modernas (Sarukhán, Carabias, Koleff & Urquiza-Haas, 2012).
Los demás actores involucrados que componen un grupo de profesionistas en el manejo de fauna silvestre se desarrollan y laboran en territorios sociales, privados y federales a través de proyectos de conservación, de aprovechamiento sustentable o son las áreas de estudio para sus investigaciones.
Las OGS y las ONGS, nacionales o internacionales, han realizado el manejo de fauna silvestre bajo metas basadas en conservar, instaurar gobernanza en la población, fomentar el aprovechamiento sustentable y en la recuperación y aumento de poblaciones bajo una categoría de protección (Figura 2), asimismo, estos actores participan en conjunto con instancias internacionales para obtener financiamiento y promover un enfoque sustentable.
Por su parte el sector académico ha aplicado ciencia básica para obtener conocimiento de la biología y ecología de las especies de fauna silvestre generando información como la coexistencia trófica entre especies, ampliación de distribución geográfica, patrones de movimientos, carga parasitaria o sensibilidad de especies ante factores antropogénicos, como la deforestación (Ávila-Gómez et al., 2015; Hernández-Camacho et al., 2016; Márquez & Sierra-Martínez, 2009; Pérez-Solano, Gallina-Tessaro & Sánchez-Rojas, 2016).
Aunque estos estudios ameriten la manipulación de ejemplares de fauna para generar información, no corresponden al manejo de fauna, porque estas actividades no implican alguno de los objetivos o metas planteadas. Desde otra perspectiva, la academia ha realizado manejo de fauna con el objetivo de mantener sus poblaciones, por ejemplo, el ajolote en el centro de México (Ambystoma mexicanum) es una especie endémica, catalogada como en peligro de extinción y que cuenta con un programa de reproducción ex situ, gracias al cual se han realizado reintroducciones a su hábitat natural en 2013 y 2015 (Arana, 2016; DOF, 2010).
El papel de la academia es importante como formadora de personal capacitado en materia de fauna silvestre, de aquí surgen los manejadores que tendrán las bases teóricas y prácticas para realizar las acciones que conlleven a la conservación y aprovechamiento sustentable de los recursos naturales. Con estos conocimientos los manejadores pueden estimar los datos poblacionales de una especie y con ello determinar las mejores estrategias para lograr cumplir las metas que se proyecten hacia la fauna silvestre.
Es en los manejadores sensu stricto en los que recae la mayor parte del desafío (Figura 2), su eficiencia se determinará por la habilidad para integrar a las ciencias biológicas con otras ciencias para realizar un manejo adecuado de la fauna silvestre (Riley et al., 2002), de tener la capacidad de establecer equipos de trabajo multidisciplinarios, y cada manejador debe contar con diferentes herramientas reconocidas, novedosas e innovadoras para evitar un manejo inadecuado que conduzca a consecuencias como la disminución poblacional de una especie.
Ejemplos de manejo de fauna silvestre en México
Como se ha descrito, es necesario cambiar el enfoque sobre el manejo de fauna silvestre de manera que se busque una perspectiva multidisciplinaria y de colaboración entre los actores y para que se apliquen algunas de las cuatro metas antes mencionadas (Tabla 1): conservar, reproducir, aprovechar sustentablemente o controlar, en la cuales se considera que participan todos los actores involucrados en el manejo de fauna silvestre. Esta relación será mencionada con ejemplos de manejo de fauna silvestre realizados en México.
Actividades | Objetivo | Meta |
---|---|---|
Pasivas | Mantener | Conservación |
Activas | Aumentar | Conservación |
Reproducción | ||
Estabilizar | Aprovechamiento sustentable | |
Control | ||
Disminuir | Aprovechamiento sustentable Control |
Fuente: Adaptado de Giles (1978), Ojasti & Dallmeier (2000), González-Romero (2011).
Manejo de fauna con metas de conservación
El manejo con metas de conservación se efectúa con la finalidad de evitar el riesgo de extinción de una población de fauna silvestre y para tratar de disminuir la pérdida de su hábitat y se considera como la forma de manejo más reportada en la literatura (Arizmendi & Márquez-Valdelamar, 2000; Halffter, 1985; Montijo, Rubio, Corrales & Arredondo, 2006; Programa de Recuperación de Especies en Riesgo [Procer], 2016).
Esta actividad se ha relacionado con el mantenimiento o incremento de especies de fauna catalogadas bajo un criterio de protección especial o especies subrogadas, es decir, que su presencia puede estar asociada a alguno de los componentes de la biodiversidad (Caro, 2003; Moreno, Pineda, Escobar & Sánchez Rojas, 2007). Esta visión de conservación de una especie en particular obtiene la atención de la sociedad y en muchas ocasiones facilita que se consigan fondos económicos (Douglas & Veríssimo, 2013), lo cual se ve reflejado en especies carismáticas que las sociedades occidentales tienen afinidad o familiaridad como los grandes felinos (ejemplo: tigre de bengala, Panthera tigris; jaguar Panthera onca o puma Puma concolor) (Macdonald, Hinks, Dickmna, Malhi & Macdonald, 2015).
En el Alto Golfo de California, desde 2015 se prohibió la pesca comercial con redes operadas por embarcaciones menores, ya que este tipo de pesquería se considera como causa principal de la disminución de la población de la emblemática vaquita marina (Phocoena sinus) (DOF, 2017b). El gobierno mexicano ha invertido millones de pesos en proyectos destinados a la protección de este mamífero marino endémico y en peligro de extinción otorgando apoyos a los pescadores (Secretaría de Desarrollo Social [Sedesol], 2015), a pesar de ello los datos del monitoreo de la vaquita marina demuestran un promedio de 34.2% en su tasa de reducción anual, resultando en el registro de aproximadamente 30 vaquitas en 2017 (Comité internacional para la Recuperación de la Vaquita Marina [Cirva], 2017).
Manejo con metas de reproducción
En particular este objetivo coadyuva a la realización de las metas del manejo, ya que es a través de un programa de reproducción que es posible contar con individuos viables para repoblar, translocar, reintroducir o aumentar la variabilidad genética de una población, en México estos casos se vinculan a la recuperación de especies bajo una categoría de protección.
En Cosalá, Sinaloa, se localiza el segundo aviario más grande de México donde se desarrolla un programa de reproducción y reintroducción de la guacamaya verde (Ara militaris) para la conservación de poblaciones silvestres que se encuentran catalogadas como en peligro de extinción (DOF, 2010). Dicho programa es realizado por un equipo conformado por la Universidad Autónoma del Estado de Sinaloa, Semarnat-Sinaloa y los pobladores de Cosalá (Montijo et al., 2006).
Otro esfuerzo que se vincula al manejo de la fauna con objetivo de aumentar y de mantener poblaciones es el Proyecto Paloma de Socorro, que involucra el trabajo multidisciplinario, multinacional e interinstitucional, ya que esta especie está extinta en vida libre desde los años setentas. Actualmente existen un grupo de palomas que se están reproduciendo a través de un programa de conservación ex situ en diferentes zoológicos del mundo para ser reintroducidas en la Isla Socorro a largo plazo, a su vez el hábitat de la isla está siendo manejado para erradicar especies exóticas como los gatos y para la propagación y reforestación con árboles endémicos (Martínez-Gómez, Stadler, Horblit, Shannon & Bell, 2010; Procer, 2016).
Manejo con metas de control
El control de fauna silvestre implica limitar la abundancia de poblaciones que generan problemas para la conservación de la biodiversidad como son las especies invasoras, generalmente estos programas requieren de un esfuerzo constante y sostenido a largo plazo para lograr controlar o erradicar a estas especies (Aguirre-Muñoz & Mendoza, 2009), su aplicación debe estar determinada por el daño generado, especie a controlar, si hay un efecto por sexo o edad, momento del año en que se deba controlar, posibilidad de reubicar a los individuos que se tornen perjudiciales y sólo en casos necesarios se utiliza el control letal o la erradicación, sobre todo en islas.
Para este tipo de manejo se han desarrollado una amplia gama de productos naturales, químicos y técnicas de control, entre estas se encuentran el uso de señuelos visuales (decoys), sonidos que ahuyenten a los individuos de fauna silvestre (armas de fuego, pirotecnia, etc.), uso de especies de fauna entrenada (perros y cetrería), establecer barreras impermeables, productos químicos (olores) y armas de fuego.
El control de fauna silvestre se aplica por ejemplo, cuando hay aves en aeropuertos, mamíferos en áreas de cultivos y en casos de conflicto humano-carnívoro (por la depredación de animales domésticos por grandes felinos); este manejo se traduce en salvar vidas humanas por accidentes y disminuir pérdidas económicas, conflictos en actividades agropecuarias y efectos negativos sobre la biodiversidad por especies exóticas-invasoras (Chen et al., 2016; Pérez & Pacheco, 2006; Shanti, Gopalaswamy, Shi, Hughes & Riordan, 2016; Sodji, 2002; Vercauteren, Lavelle & Philips, 2005).
Dentro del contexto del control como manejo de fauna silvestre para no tener que llegar a una erradicación, es necesario crear estrategias que coadyuven a mantener una relación positiva donde puedan coexistir la fauna y los animales domésticos. Es también importante considerar las enfermedades transmitidas por vectores en unidades de producción animal como la tuberculosis aviar (Mycrobacterium avium) que es portada por aves como palomas bravía (Columba livia f. domestica) y gorriones domésticos (Passer spp.) (Dvorska et al., 2007) y que es trasmitida a los bovinos de engorda. El producto final de este tipo de producción animal debe estar libre de tuberculosis para que pueda ser comercializado, por lo tanto, debe realizarse el control de estas aves, incluso a nivel regional por la vagilidad que puedan tener las aves entre diferentes localidades.
En México existen pocos registros publicados de control de fauna silvestre, entre ellos destaca lo reportado por Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA, 2016), donde se hace referencia a los estándares sobre seguridad en las operaciones de aeropuertos, por ello el ASA realiza la captura y reubicación de fauna silvestre dentro de sus instalaciones.
Otro caso de control de fauna silvestre, pero orientado a erradicación, se ha realizado sobre especies que son introducidas en islas del litoral Mexicano, las cuales ponen en riesgo a la biodiversidad nativa. Estos programas hasta 2008 sumaron 57 erradicaciones de mamíferos en 32 islas: entre ellos Felis catus, Capra hircus, Equus asinus, Musmusculos, Sylvilagus spp., Canis lupus familiaris, etc. (Aguirre-Muñoz & Mendoza, 2009).
Manejo con metas de aprovechamiento sustentable
El aprovechamiento sustentable se puede realizar conforme a la legislación vigente a través de la cacería cinegética, que es un tipo de cacería autorizada de ejemplares de fauna silvestre para obtener una pieza o trofeo; o de la cacería de subsistencia, aquella que se realiza por comunidades rurales o indígenas, con el propósito de consumo directo o para su comercialización directa. O en su caso, a través de un aprovechamiento no extractivo el cual se relaciona con actividades donde no hay remoción de ejemplares, partes o derivados que causen impactos sobre sus poblaciones (ecoturismo, investigación o educación ambiental) (DOF, 2016b).
La cacería de subsistencia en México se vincula con los usos, costumbres o tradiciones que presentan las comunidades rurales sobre la fauna silvestre. El venado cola blanca (Odocoileus virginianus), el temazate rojo (Mazama temama) y el pecarí de collar son especies que se prefieren (Segovia & Hernández, 2003; Villarreal, 2010) sobre otras especies como el tepezcuintle (Cuniculus paca), el hocofaisán (Crax rubra), el pavo ocelado (Meleagris ocellata) y el armadillo de nueve bandas (Dasypus novemcinctus) (Ramírez & Naranjo, 2005; Tejada-Cruz, Naranjo-Piñera, Medina-Sanson & Guevara-Hernández, 2014; Tlapaya & Gallina, 2010).
La cacería cinegética en México es una actividad que se ha impulsado a través de la ganadería diversificada, en la cual se busca involucrar a estas especies de fauna silvestre en la producción de ganado, con el fin de obtener un aprovechamiento sustentable y rentable (Villarreal, 2010).
Bajo esta perspectiva destaca el programa de manejo del borrego cimarrón (Ovis canadensis) en la Isla Tiburón, Sonora (Medellín, Colchero, Manterola, Ramirez & Ceballos, 1999) que inició en 1975 con la reintroducción no intencional de 20 individuos (Wilder et al., 2014). Actualmente este ovino se aprovecha y se conserva de forma sustentable en unidades de manejo para la conservación de la vida silvestre (UMA) y es el mamífero con mayor valor monetario por ejemplar en el mercado cinegético nacional, para la época hábil 2018-2019 (aprovechamiento extractivo, por medio de cacería cinegética) la subasta legal de un ejemplar de borrego cimarrón alcanzó un precio de $115 000 dólares americanos (Wild Sheep Foundation [WSF], 2018).
Por otra parte, existen especies de fauna silvestre que se distribuyen en otras regiones de México y también tiene interés cinegético pero su demanda no es comparada con la del borrego cimarrón, un pecarí de collar llega a tener un precio de $500 dólares o los $400 dólares que se pagan para un coatí (Nasua narica); para el caso de cacería de pluma, especies como la chachalaca oriental (Ortalis vetula) llega a venderse en $250 dólares (Balam-México, 2018).
Como se apreció en los ejemplos mencionados, el manejo de fauna silvestre es diverso y no será lo mismo realizar un manejo relacionado con el aumento de una plantación comercial de pino con fines forestales, que disminuir una especie de planta invasora o tratar de controlar los depredadores de una pesquería comparada con el manejo holístico de depredadores en producciones ganaderas, así como será totalmente diferente al manejo que se realice en un humedal para aumentar el éxito de eclosión en nidos de aves migratorias o hacer sustentable el aprovechamiento extractivo de anátidos o en su caso mantener la integridad de cuevas con murciélagos que brindan servicios ecosistémicos y aprovechar el guano como fertilizante natural en la agricultura.
Conclusiones
El manejo de fauna silvestre debe realizarse por medio de una evaluación y planeación, tiene que ser metódico y deberá adaptarse a la legislación pertinente.
Es necesario formalizar la integración del gobierno (instituciones gubernamentales y no gubernamentales), la sociedad (academia, poseedores y manejadores) y la fauna silvestre para realizar un manejo adecuado, para ello se buscan objetivos en común que ofrezcan beneficios económicos, sociales y ecológicos a las partes involucradas.
El éxito en el manejo de la fauna silvestre está totalmente relacionado con el manejador, con los conocimientos y la experiencia que debe de tener sobre la especie y hábitat a manejar, con la ética pueda llegar a tener para obtener los resultados esperados, garantizar el bienestar e integridad de la fauna silvestre, mostrar información verificable y digna de lo realizado y estar enteramente comprometido con los demás actores involucrados.
La fauna silvestre seguirá siendo aprovechada por una variedad de razones, como la subsistencia, el comercio o por deporte, por ello es necesario que se realice a través de un manejo sustentable, que sea de forma controlada, justa, minuciosa y con objetivos y metas que satisfagan las necesidades ecológicas, socioculturales y económicas.
La conveniencia entre el manejo con fines de conservación y de aprovechamiento es una necesidad que se debe lograr, entendiendo que el recurso que se maneje de manera sustentable es un recurso que puede perdurar para las generaciones futuras y su percepción tiene que ser un acto que no debe ser limitado o condicionado por la ciencia o disciplina involucrada en su aplicación.
Es evidente que se requiere personal altamente capacitado y especializado en manejo de fauna silvestre y debería de ser un objetivo en el corto plazo de las universidades y los centros de investigación crear carreras y posgrados específicos para esta herramienta de desarrollo profesional o técnica que es una necesidad prioritaria en un país como México que posee alta biodiversidad.