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Alteridades

versión On-line ISSN 2448-850Xversión impresa ISSN 0188-7017

Alteridades vol.18 no.36 Ciudad de México jul./dic. 2008

 

Lecturas

 

Antropología del cuerpo. Género, itinerarios corporales, identidad y cambio*

 

Reseñado por Guadalupe Georgina Poot Campos**

 

*Mari Luz Esteban, Antropología del cuerpo. Género, itinerarios corporales, identidad y cambio, Ediciones Bellaterra, Barcelona, 2004

 

 

** Estudiante del doctorado en Antropología Social de El Colegio de Michoacán. <gpootcampos@yahoo.com.mx>.

 

Pensar el cuerpo como sujeto, como lugar de resistencia y espacio reflexivo es el propósito de Mari Luz Esteban en Antropología del cuerpo. Género, itinerarios corporales, identidad y cambio. Formada en la medicina y posteriormente en la antropología, Esteban se ha enfocado en el estudio de temas como el cuerpo y la imagen corporal en Europa del Sur, y en los últimos 14 años de su vida profesional ha estado vinculada a proyectos sobre planificación familiar y sexualidad reproductiva.

El trabajo de campo que sustenta el presente libro fue llevado a cabo en España, y algunos capítulos están incluidos en trabajos previos expuestos en simposios y congresos.1 La obra está conformada por tres partes. En la primera, la autora reflexiona sobre una teoría social y feminista del cuerpo, revisando el estudio del cuerpo en las ciencias sociales desde la sociología y la antropología del siglo XX; los nuevos desafíos de la teoría feminista frente a las exigencias en el análisis del cuerpo de las mujeres; un autoanálisis de la propia trayectoria profesional y de vida de la autora; y la propuesta de una teoría corporal de la acción social e individual.

La segunda parte consta de un examen del cuerpo en la sociedad occidental; considera tanto las relaciones como las diferencias de género, y abunda sobre cuestiones relacionadas con el control y el consumo en ámbitos como la alimentación, el ejercicio físico, la sexualidad y el cuidado estético del cuerpo. En este último aspecto, la autora aborda una profesión donde la exhibición del cuerpo es su eje principal: el modelaje en la sociedad actual.

La tercera parte es un recorrido por los itinerarios corporales de hombres y mujeres con distintas profesiones y experiencias de vida, que Esteban juzga clave para discurrir sobre el cambio y la transformación en las identidades y concepciones del desigual sistema de género.

Así, en la primera sección de la obra, se identifica a Marcel Mauss como el pionero del análisis socioantropológico del cuerpo con su concepto de técnicas corporales. La autora retoma el planteamiento de Mauss de que no "hay un comportamiento natural en relación con el cuerpo y que convertirse en un individuo social implica un determinado aprendizaje corporal" (p. 19). Mari Douglas es otra pensadora que Esteban rescata en la relación que establece entre el cuerpo individual y el cuerpo social, concibiendo al primero como una metáfora del segundo. Foucault con su concepto de biopoder, Bourdieu con el de habitus y Merleau Ponty con la experiencia encarnada y el cuerpo vivido, son también tres estudiosos que Esteban considera fundamentales en el análisis del cuerpo desde las ciencias sociales.

Sin embargo, es en Thomas Csordas donde la autora parece encontrar el punto hasta ahora culminante de la teoría social del cuerpo en su concepto de embodiment, con el cual busca "superar la idea de que lo social se inscribe en el cuerpo, para hablar de lo corporal como auténtico campo de la cultura, como 'proceso material de interacción social'" (p. 21).

Entender el cuerpo como agente y como intersección de lo biológico, lo psicológico y lo social, resulta fundamental para comprender las relaciones entre el cuerpo, el sujeto y la sociedad. En este sentido, la postura de Esteban no se enfrasca en determinismos biologicistas ni constructivistas de la corporeidad; más bien pugna por una antropología del cuerpo que considere la experiencia corporal reflexiva de los actores y actoras2 dentro de, pero también frente a, la cultura. Entonces, la agencia de los actores/as en el sistema de género es una preocupación central a lo largo de su libro.

Los conceptos manejados por la autora están enfocados a recuperar la experiencia corporal y social de los agentes, sus resistencias y contestaciones dentro de la enculturación corporal, y para ello recurre a la noción de itinerarios corporales como aquellos

...procesos vitales individuales [...] que nos remiten siempre a un colectivo, que ocurren dentro de estructuras sociales concretas y en los que damos toda la centralidad a las acciones sociales de los sujetos, entendidas éstas como prácticas corporales. El cuerpo es así entendido como el lugar de la vivencia, el deseo, la reflexión, la resistencia, la contestación y el cambio social en diferentes encrucijadas económicas, políticas, sexuales, estéticas e intelectuales (p. 54).

Para entender esta idea y contribuir a una teoría de la acción social e individual, Esteban transita por una serie de conceptos como el de empoderamiento y de la identidad de género –a los que opone el empoderamiento y la identidad corporales–, las prácticas de género y la reflexión corporal en discusión y diálogo con autores como Joan Scott, Judith Butler y R.W. Connell.

Esteban define la identidad de género como una identidad corporal puesto que nos identificamos con relación al género y desde vivencias y percepciones como seres carnales; pero esta identidad de género va más allá de las afirmaciones de Scott en cuanto a su configuración en actos, discursos y representaciones simbólicas. Inspirada en Butler y Connell, la investigadora agrega a ello una base reflexiva corporal y performativa, física y material. El énfasis en la interacción social es central para Esteban, de modo que las prácticas de género surgen de ella como prácticas "que no son internas, ni individuales, sino que conforman el mundo social" (p. 58).

El empoderamiento es otro concepto relevante para el análisis de los itinerarios corporales. Entendido como "un proceso por el cual las personas oprimidas ganan control sobre sus propias vidas tomando parte, con otras, en actividades transformadoras de la vida cotidiana y de las estructuras, aumentando así su capacidad de incidir en todo aquello que les afecta" (Del Valle etal., 1999, cit. en p. 61), el empoderamiento, según Esteban, es siempre corporal.

Así, intentando superar la dicotomía de explicaciones racionalistas/irracionalistas de la acción social e individual, en la obra se plantea el concepto de reflexión corporal como aquella "que va guiando las acciones de hombres y mujeres, permitiéndoles en circunstancias y coyunturas concretas, reducir sus itinerarios y resistir y contestar a las estructuras sociales, al margen de la intencionalidad o no de partida, y contribuyendo así también a su propio 'empoderamiento'" (p. 63).

Por otra parte, Esteban dedica un apartado especial a lo que denomina autoetnografía, donde hace referencia a la vinculación entre sus intereses (tópicos, orientaciones y preguntas) como investigadora y sus experiencias y circunstancias de vida. Esta interrelación, según ella, es propia del trabajo científico y pertinente para una antropología encarnada.

La preocupación de la autora por incluirse en su obra implica deliberar sobre la reflexibidad científica de tal hecho. En la crítica que Bourdieu hace a la "objetividad" en las ciencias sociales propone objetivar la posición del sujeto conocedor "en el universo de la producción cultural" (Bourdieu y Wacquant, 1995: 44), de modo que pueda hacerse visible el epistemocentrismo consistente en "ignorar todo aquello que el analista proyecta en su percepción del objeto, por el hecho de que es exterior al objeto, que lo observa desde lejos y desde arriba" (Bourdieu y Wacquant, 1995: 44).

La investigadora sostiene que hacer etnografía de una misma "sirve para validar otras formas de expresión y acercamiento a la realidad social, y reconoce el valor de lo personal, lo subjetivo, en la práctica científica o académica, sin descomponer la tarea antropológica" (p. 49). Siguiendo este argumento, se posiciona a sí misma desde su formación profesional como médica y luego como antropóloga, pero también como mujer y feminista. Con este apartado sobre la autoetnografía, Esteban adjunta a su libro una especie de reporte de los límites científicos de su investigación y se presenta como un itinerario corporal más involucrado en tal proceso. Desde aquí, podría decirse que la sujeto conocedora se muestra posicionada y consciente de las implicaciones de la intersubjetividad en la investigación.

Sin embargo, Esteban trasciende la reflexión sobre la relación "observadora–observado" y cruza la frontera de la llamada reflexibidad científica, con un continuo énfasis (que reconoce narcisista) en cómo la práctica antropológica ha influenciado diferentes aspectos de su trayectoria de vida. Por lo tanto, afirma que "poder entender las zonas más oscuras de mi propia experiencia sexual, corporal, emocional, intelectual o política ha sido algo implícito en los fines de mi investigación" (p. 45).

En la segunda parte del libro, Esteban sostiene que en Occidente, a finales de los siglos XX y principios del XXI , el cuerpo se ha caracterizado por un culto total, el cual lo vincula con una relación contradictoria entre consumo y estética, por un lado, y control y autodisciplina, por otro. En este sentido, la autora habla de los ideales corporales y el cuerpo mediático de la publicidad como uno de sus principales generadores. Señala que los ideales corporales hegemónicos no afectan por igual a los distintos sectores culturales y grupos étnicos; esto se refiere a que, no obstante tales ideales sobre el cuerpo y la belleza fueran socialmente compartidos como un "deber ser", no necesariamente se corresponderían con las necesidades y experiencias reales de las personas, pudiendo haber entonces una especie de "desfase" entre el ideal estandarizado de la estética corporal y las prácticas de quienes lo comparten, ante la imposibilidad de coincidir consigo mismos (cf. Viqueira, 2000).

La última parte del libro se centra en los itinerarios corporales de diez mujeres y dos hombres, con la hipótesis de que "la imagen y el cuerpo, y sobre todo los cambios respecto a él, son elementos ineludibles para el análisis de las transformaciones sociales generales" (p. 80). Como ya se ha señalado, el principal interés de la autora al utilizar el concepto de itinerarios corporales es abordar a los agentes como sujetos encarnados, que de esta manera resisten y contestan a la cultura, al igual que participan en el cambio social.

Esteban plantea, analizando los doce casos que presenta, que los procesos corporales experimentados en la práctica del modelaje, los deportes (la halterofilia femenina) y determinadas actividades artísticas (hombres en la danza) son procesos corporales de autotransformación. En el análisis de los itinerarios corporales identifica que, en la autotransformación corporal de los sujetos entrevistados, sus identidades de género han entrado en un proceso de complejización, no siendo suficiente su clasificación como femeninas o masculinas.

En este proceso, los sujetos participan reflexionando sobre sí mismos y al hacerlo adquieren una autoconciencia que los lleva a plantearse alternativas de género diferentes a las del sistema (de género) dominante. Aquí podrían ligarse el argumento de Esteban y el concepto gramsciano de cultura como auto–conocimiento. Kate Crehan apunta que la cultura desde Gramsci es vista como "producto del autoconocimiento [...] crítico e interesado en comprender las relaciones con los demás, incluidos los propios 'derechos y obligaciones' en relación y nuestro lugar en la historia" (Crehan, 2004: 96). Sin embargo, Gramsci estaba pensando en la cultura como parte de un proyecto político en otras esferas distintas de la del género, mientras que Esteban ve en la reflexión corporal un cuestionamiento a la propia cultura.

Por otro lado, aunque a lo largo del texto se subraya la relación entre los sujetos (el cuerpo como agente) y los procesos sociales, no hay en el abordaje de los itinerarios corporales un nexo muy estrecho de las trayectorias individuales con sus contextos sociales más amplios que permita entender sus interrelaciones más allá del grupo familiar, laboral o de amigos. Me parece que en este aspecto Esteban no logra concretar esta relación en términos etnográficos, dominando en el análisis de los itinerarios un cierto dejo de "individualismo metodológico" con el que implícitamente ella pretende romper. Asimismo, aunque reconoce esta limitación, al concentrarse sólo en entrevistas y no en observaciones de campo, el análisis de los itinerarios corporales se queda en el nivel del discurso de los sujetos y no en conjunción con sus prácticas concretas. El "desfase" es ahora el de la propia investigadora con su preocupación por la experiencia de los actores/as.

Me parece, en síntesis, que la aportación del libro está centrada en los apuntes y en las reflexiones teóricas que hace Mari Luz Esteban sobre la corporeidad y el género y la posibilidad de una teoría corporal de la acción social e individual; pero es aún de mayor importancia su propuesta de una antropología que abandone la descorporeización y que considere la carnalidad (yo diría corporeidad) de la agencia y la experiencia humanas. Así pues, el estudio de la corporeidad debe ser visto no como una moda sino como una necesidad para entender a los sujetos menos en la abstracción y más en la experiencia etnográfica concreta.

 

Bibliografía

Bourdieu , Pierre y Löic J.D. Wacquant. 1995. Respuestas por una antropología reflexiva, Grijalbo, México.         [ Links ]

Crehan, Kate. 2004. Gramsci, cultura y antropología, Ediciones Bellaterra, Barcelona.         [ Links ]

Viqueira, Juan Pedro. 2000. "Una historia en construcción. Teoría y práctica de los desfases", en Miguel Hernández y José Lameiras (eds.), Las ciencias sociales y humanas en México, El Colegio de Michoacán, Zamora, pp. 119–159.         [ Links ]

 

Notas

1 Como en el Simposio de Cultura, Salud y Poder, que fue parte del IX Congreso Estatal de Antropología realizado en septiembre de 2002 en Barcelona.

2 Término que utiliza la autora.

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