Introducción1
La forma en que una sociedad valora y acepta los riesgos ante las amenazas que percibe varía constantemente (Innerarity & Solana, 2011). En esta dinámica los riesgos no pueden ser definidos de una vez y para siempre (Bechmann, 1995), pues al ser la posibilidad de ocurrencia de eventos en el futuro (Luhmann, 1992; Corsi, Esposito & Baraldi, 1996), su valoración implica un proceso continuo de descubrimiento y proyección, razón por la que se hacen necesarias formas para tratarlos en caso de que se concreticen en externalidades para la sociedad.
La visión de las comunidades y sus posibilidades de respuesta frente a lo que ellas consideran un riesgo o un peligro es determinante al momento de establecer cómo hacerse cargo de ellos en sociedades policéntricas y de escasa previsión y proyección del futuro. Por tal motivo, en una sociedad moderna, donde los riesgos y los peligros llegaron para quedarse y modernidad significa diferenciación funcional (Luhmann, 2007), unos y otros no pueden ser definidos solo desde una esfera social, organizacional, individual o territorial, sino que, a partir de procesos complejos, se debe tener en cuenta su construcción social, su contexto y las estrategias formales e informales que la sociedad emprende para asegurarse y resguardarse de los riesgos y peligros. Es decir, que estos últimos se encuentran marcados por quién y desde dónde los observa, construye y define, así como por el contexto o segmento territorial desde donde esto se lleva a cabo (Vallejos-Romero, Cárdenas-Gómez & Sáez-Ardura, 2015).
Dada esta problemática, aquí se pretende configurar y mapear los riesgos de forma diferenciada en contextos territoriales específicos, pues las propuestas teóricas, estrategias y formas de gestionarlos los asumen como algo objetivo y principalmente definidos por expertos, lo que no permite ver las condicionantes subjetivas que configuran repertorios de sentido en contextos determinados. Por ello es que se considera necesario visibilizar las narrativas del riesgo que dan forma y concreción a lo que construye la sociedad en espacios diferenciados, pues las definiciones y acciones que se plasman, lo mismo que las estrategias para dar cuenta de ellos, serán muy distintas entre quienes viven y le son propias las dinámicas culturales del borde mar, el centro y/o el valle o bien las prácticas sociales de los centros urbanos localizados a los pies de la cordillera de los Andes o en el norte, centro, sur o Patagonia chilena.
Con base en un estudio de corte mixto2 que pretende configurar de manera diferenciada los riesgos y peligros en Chile, se explora la dimensión cualitativa en torno a las narrativas del riesgo en la Patagonia chilena a través de ocho grupos de discusión en las regiones de Magallanes y Aysén. El artículo propone, en primer lugar, visibilizar las narrativas del riesgo por medio de los repertorios de sentido que dan cuenta de las construcciones sociales que configura la sociedad en la Patagonia chilena. Y en segundo, poner en tensión las teorías y diseños que actualmente operan para hacerse cargo de los riesgos, que por lo general los conciben de manera unidireccional, mediante estrategias de intervención que operan bajo un modelo de sociedad estandarizada, privilegiando racionalidades técnicas (expertos) como medidas de relacionamiento social y subordinando diferencias. Se espera que los resultados contribuyan a orientar las estrategias de intervención y políticas públicas que aporten para minimizar tales riesgos y peligros en la sociedad.
Riesgos y modernidad
Para autores como Ulrich Beck, Niklas Luhmann y Anthony Giddens, entre otros, la característica representativa de la modernidad es la presencia mundial de una sociedad diferenciada que produce y reproduce sus propios riesgos, los cuales serían efectos colaterales de procesos tecnológicos, industriales y de infraestructura indispensables para el desarrollo y evolución de las sociedades modernas (Vallejos-Romero & Garrido, 2015; Vallejos, 2012).
Tratado el riesgo como un fenómeno global, las estrategias utilizadas para su gestión no pueden asegurarnos un riesgo cero. Aunque los riesgos se han caracterizado como democráticos (Beck, 2006) e impactan transversalmente a todas las zonas y estratos, no se reparten por igual en el espacio o segmento territorial. Precisamente por su materialización y repartición desigual, el riesgo tiene niveles y grados de afectación diferenciada (Vallejos et al., 2015). Ello se traduce en que la población tiene una exposición, percepción y construcción diferente de los riesgos dependiendo de la estructura que opere en un contexto social específico, o de si vive en zonas urbanas, rurales, precordillera, borde costero, norte, centro o sur. En consecuencia, si bien hay una horizontalidad de los riesgos, se sabe que estos reproducen la estructura estratificada, desigual y segmentada de la sociedad moderna, y que por tal motivo cada colectivo social desarrolla procesos particulares de adhesión y pertenencia a formas culturales y sociales, que les permiten tolerar o evitar lo que es o no riesgoso (García, 2015).
Para los teóricos de la sociedad del riesgo (Beck & Beck-Gernsheim, 2003; Beck, 2008, 2006; Luhmann, 2007, 1992; Giddens, 1993; Douglas & Wildavsky, 1982; Douglas, 1996), esta es portadora de una concepción que ha sido usada para gestionar las oportunidades y amenazas que produce y reproduce en su interior cuya definición está marcada por la alta incertidumbre y contingencia de su propia dinámica interna, lo que provoca que sus posibilidades de previsión ante los riesgos sean difíciles de calcular. Es así como la modernidad vive en permanente tensión con los riesgos y peligros que produce (Beck, 2006): miedos, oportunidades, amenazas y expresiones de seguridad/inseguridad que se concretan como problemas y conflictos altamente complejos (Luhmann, 1996), y ante los que la sociedad se protege y acciona para su resguardo.
Hoy en día, previsión, seguridad y control son deficitarios y poco posibles de alcanzar, lo que permite poner en tensión los marcos teóricos y las herramientas que se emplean en una sociedad altamente compleja como la actual. Por otra parte, hay pocos estudios teóricos desde las ciencias sociales que lleven a determinar qué construye socialmente la sociedad (individuos, grupos, organizaciones, sistemas sociales), qué valora, qué acepta o no, y a qué medios se remite para salvaguardarse ante riesgos y peligros (Douglas & Wiklasky, 1982; Douglas, 1996; Steinführer, Kuhlicke & Begg, 2011; Wachinger & Renn, 2010; Protección Civil y Emergencias, 2008a, 2008b, 2008c; MAPFRE, 2012).
En América Latina, por ejemplo, se ha plasmado un modelo de desarrollo con impactos en el trabajo, el medio ambiente, las identidades, etc., y ha generado peligros naturales cuyas causas estarían asociadas a la actividad social (antrópica) (el cambio climático sería un caso) y a la propia naturaleza, estos últimos como terremotos, erupciones volcánicas, tsunamis o cualquier accidente o catástrofe, los cuales han aumentado de forma acelerada e impactado fuertemente a la sociedad (Vallejos et al., 2015).
En este sentido, la sociedad ha generado mecanismos para hacerse cargo de los riesgos y peligros. Así, a través del mercado ha provisto un paquete de seguros para el resguardo y, por medio del Estado, se ha hecho parte aceptando ciertos riesgos, planificando y proponiendo medidas para asegurar a la gente (Vallejos et al., 2015).
Del riesgo en la teoría social a las narrativas del riesgo
Dado que el riesgo es la posibilidad de que un evento ocurra en el futuro, el cual puede o no materializarse, su narración no está representada solo por su materialidad, sino que es una relación del problema identificado (material u objetivo) con el contexto (subjetivo) en el que se desarrolla. Dicho de otra manera, existe un “objeto” de riesgo y un “objeto” en riesgo (Mairal, 2009).
Identificados los objetos, que según Mairal “[…] derivan de situaciones previas, de sucesos acaecidos con anterioridad y que vinieron a ser una experiencia asimilada de la cual se extrajo una lección. Esta lección viene a ser una “matriz narrativa”, es decir, una narración tipo que inspira nuevas narraciones que surgen si llega el caso de que una misma o parecida situación se repita.” (Mairal, 2009: p. 134). Por lo tanto, esta matriz “[…] viene a ser un patrón narrativo que provee de conocimiento acerca de situaciones determinadas […] tendiendo así a su reproducción y que con capacidad para mantenerse latente a lo largo del tiempo, puede reaparecer si hay nuevas circunstancias que lo promuevan.” (Mairal, 2009: p. 136).
Estas estabilizaciones y reestabilizaciones se muestran, según Ramos (2013), en variaciones que se hallan y asocian siempre con situaciones por lo general muy complejas, que dicho autor denomina ideación-vivencia de la incertidumbre y el futuro. Esto se debe a que los riesgos son eventuales, a veces calculables con una mayor o menor probabilidad; sin embargo, a pesar de que se les puede reducir y gestionar, son imposibles de erradicar.
Para dar cuenta de los riesgos y peligros, la aproximación metodológica en este artículo se basa en las narrativas. La narración, como recurso metodológico para la investigación en sociología (y ciencias sociales en general), se utiliza en este texto como descripciones que, a través de personas, organizaciones y sistemas sociales, la propia sociedad produce para autodescribirse. La narración como autoadscripción implica en este caso poner la vivencia y la acción en palabras y escritura, entre otras formas, lo que da pauta para significar y resignificar las experiencias mediante configuraciones particulares y complejas frente a la vivencia y la acción. La narración como relato hablado o escrito se construye y reconstruye colectivamente en un entramado relacional entre el narrador y el narrador del narrador.
En este artículo se asume la narrativa como dispositivo de investigación con la finalidad de recrear los sentidos de las acciones de manera contextuada (Blanco, 2011), con el fin de configurar la realidad y relacionarse con ella de acuerdo a momentos históricos y en un contexto sociocultural (Arias & Alvarado, 2015). Denzin (2003) señala que vivimos en el momento de la narración, donde lo que investigamos está inmerso en la narrativa o el relato, es decir, que somos narradores de narradores. En consecuencia, la aproximación narrativa aquí es un método que lleva a recrear dialógicamente las realidades, lo que genera conocimiento y sentido de la vida de las personas mediante sus preocupaciones, miedos, visiones de futuro, vivencias y acciones en torno a los riesgos y peligros que construyen socialmente.
Delimitados los conceptos de riesgo y de narrativas del riesgo, para su construcción se retoman aquí las dimensiones del sentido de Luhmann (2007), que son la material (ego/alter), la temporal (futuro/pasado) y la social (decisión/no decisión). La primera corresponde a quién o quiénes definen y se ven afectados por los riesgos una vez que estos son identificados; la segunda sitúa los riesgos como presentes o venideros, y la tercera alude a quien toma las decisiones de actuar o no en respuesta a lo identificado como riesgo. Todas las dimensiones están relacionadas, pues quien define y se ve afectado por un posible evento lo hace tomando como referencia el tiempo (pasado, presente o futuro) ante el cual podrá o no accionar.
Modelo metodológico
Este trabajo forma parte de una investigación de mayores dimensiones y alcance, la cual, además de haberse propuesto con un diseño mixto (cualitativo y cuantitativo), se realiza en las quince regiones de Chile. En este artículo se retoman algunas de las reflexiones de esa investigación y, puntualmente, uno de sus objetivos que consiste en identificar las narrativas del riesgo en Chile. Se toma como base un conjunto de discursos construidos mediante técnicas dialógicas en Punta Arenas y Puerto Natales, de la región de Magallanes, y en Chile Chico, Coyhaique y Puerto Cisnes, de la región de Aysén.
El artículo refleja entonces la generación, análisis e interpretación de información cualitativa construida mediante grupos de discusión. Esta forma de aproximación recoge la autodeterminación expresiva de los sujetos (Ortí, 2000) en tanto da pie para escuchar y reconocer la reflexión de cada informante en un debate abierto y espontáneo; es el camino apropiado para identificar las narrativas de la construcción social del riesgo y las diferentes estrategias sociales para resguardarse, que asumen formal e informalmente los habitantes de la Patagonia chilena, mediante sus valoraciones y repertorios discursivos.
Ramos & Callejo (2016), en un reciente trabajo, coinciden en relevar las virtudes de los grupos de discusión como estrategia de indagación propiamente sociológica, con atributos para reconstruir y poner en perspectiva el estudio de los discursos sociales. En su opinión, esta técnica permite que el analista acceda a los repertorios de sentido, entendidos estos como “conjunto o colección de imágenes, ideas, expresiones, barruntos, intuiciones, etc., que en forma de tópicos y contra-tópicos surgen al hilo de las discusiones de los grupos” (Ramos & Callejo, 2016: p. 36), lo que sintetiza en un diálogo aprehensible las experiencias y expectativas. En esa misma línea, Pereda et al. (2010) precisan que el producto de un grupo de discusión “permite representaciones e imágenes colectivas que configuran las actitudes, valores y expectativas de un grupo social, y condicionan su comportamiento, dando lugar a estados de opinión más o menos duraderos” (Pereda et al., 2010: p. 15).
De acuerdo a lo anterior, la opción epistémica y metodológica de auxiliar la generación de información mediante grupos de discusión es importante por sus competencias indagativas y por sus posibilidades de observación e interpretación permanente, lo que le otorga un amplio sentido hermenéutico (Martínez, 2002; Conde, 2010). Alonso (1998) la describe como una práctica relacional reflexiva, en oposición y con ventaja respecto de aquellas técnicas objetivo-explicativas, puesto que hay un desarrollo intersubjetivo desde el momento en que se realiza la técnica grupal, por lo que el sentido e implicación de los discursos, emanados de la realización de los grupos, son enunciados como praxis social concreta (Pereda et al., 2010: p. 15).
Esto es, existe un conjunto heterogéneo de métodos de análisis del trabajo con grupos. Leech & Onwuegbuzie (2007) distinguen esquemáticamente distintas técnicas para analizar los datos que proceden de este tipo de relevamiento de datos. Según Flick (2014), el actual análisis del discurso tiende a ser el enfoque más usado en las aproximaciones cualitativas. Rapley (2014), por su parte, afirma que en la expresión análisis del discurso se cobijan diversas maneras y significados de procesar la información recabada en un texto. En ese sentido, hay tradiciones que aluden a repertorios interpretativos como unidades claves para articular el análisis, otros hablan de identidades y/o posiciones del sujeto. En esa tesitura se expresa Ruiz (2009), cuando señala similitudes y confusiones con el análisis del discurso desarrollado por disciplinas como la lingüística, la etnografía, la antropología o la psicología, lo que en último término muestra las múltiples formas de análisis.
Sobre estos principios generales, y la coherencia epistémica con los objetivosde esta investigación, aquí se ha recurrido a la estrategia de análisis sociológico del discurso, tal como la ha desarrollado Criado (2014), Conde (2010), Ruiz (2009) y que se refleja en los trabajos de Ramos (2018, 2017, 2016), Ramos & Callejo (2016) y Pereda et al. (2010). En específico, este tipo de análisis-interpretación responde a la necesidad de comprender las características de los discursos reconstruyendo los sentidos asociados y su relación con su contexto o contextos de producción (Conde, 2010; Pereda et al., 2010), lo cual conduce al aumento de la sensibilidad sociológica (Ruiz, 2009) -tomando distancia de aquello que se limita a “recoger, ordenar y clasificar expresiones verbales” en el plano de los enunciados-, a fin de visibilizar la dimensión no explícita del discurso, es decir, los contenidos implícitos que es menester reducir hermenéuticamente para determinar su sentido y acceder al conocimiento de la realidad social (Ruiz, 2014).
Desde el punto de vista operativo, el diseño y composición de los grupos demandó la clasificación de los sujetos en un marco científico de análisis, es decir, mediante un ejercicio reflexivo que construyó criterios de inclusión de acuerdo a parámetros y características sociales relevantes para la investigación y llegar así a los individuos epistémicos, en el sentido de Bourdieu (Moreno, 2012), los cuales comparten condicionantes contextuales que agrupan a personas diversas con rasgos en común, más allá de su representatividad.
Previo a lo anterior, las decisiones relevantes se dieron en relación con los espacios urbanos seleccionados para la muestra. Con este propósito se utilizaron criterios de inclusión definidos jerárquicamente, entre estos los administrativos, demográficos, geográficos, productivos y experiencia frente al riesgo. Así, los dos primeros remiten a la división político-administrativa del país (quince regiones), y a la estructura del sistema urbano nacional (Minvu, 2013), el cual reconoce áreas metropolitanas, ciudades intermedias mayores, ciudades intermedias menores y ciudades pequeñas. El criterio geográfico condujo a considerar zonas costeras, interiores, cordilleranas y precordilleranas para cada una de las regiones, vinculando este criterio con la vocación productiva de cada territorio.
Los criterios para la conformación de los grupos de discusión fueron, primero, las personas o ciudadanos sin representación organizacional habitantes de las ciudades de la Patagonia chilena, y segundo, la variable sexo (hombres y mujeres), edad (18-29, 30-45, 46- 60 y 60 y más), y diferentes perfiles laborales, niveles educacionales y estratos sociales (económicos), observados todos de acuerdo a pertinencias territoriales. Se trabajó con tres grupos en Punta Arenas, con uno en Puerto Natales, con dos en Coyhaique, con uno en Chile Chico y con uno más en Puerto Cisnes. Todo esto se llevó a cabo entre septiembre de 2016 y enero de 2017.
Los temas que activaron el diálogo, la confrontación y el debate en los grupos de discusión, fueron las conjeturas interpretativas sobre las que se sustentan parte de los objetivos del proyecto, y los contenidos discursivos: i) las preocupaciones, miedos o amenazas que perciben; ii) cómo piensan el futuro, y iii) los mecanismos formales e informales que usan para asegurarse respecto de sus problemas actuales y los que ven a futuro.
La Patagonia chilena
Para cualquier investigación empírica, en especial las cualitativas, el contexto social en el que se genera la información es de gran importancia, más aún cuando las estrategias de análisis se basan en aproximaciones constructivistas que fundamentan sus procedimientos interpretativos en la comprensión de los espacios sociotemporales de producción del discurso. Por ello aquí se suscribe la idea de que el contexto, como espacio social en el que los sujetos desarrollan su cotidianidad, define sus relaciones e interacciones, y que es en él donde se producen los intercambios sociales, adquieren sentido y orientación las prácticas sociales, y estas se constituyen en los referentes desde donde se precisan los horizontes de actuación y los procesos subjetivos se resignifican. Dicha acotación se retroalimenta con una definición sociológica que entiende el discurso “como cualquier práctica por la que los sujetos dotan de sentido a la realidad” (Ruiz, 2009: p. 2), lo que lo convierte en una enunciación simbólica que expresa posiciones sociales (Pereda et al., 2010: p. 15).
Las regiones de Aysén y Magallanes forman parte de la Patagonia chilena, la cual se localiza en la zona sur de Chile (Mapa 1). Ambas cuentan con grandes lagos y parques nacionales, paisajes prístinos y relieves de gran atractivo. Suman ciento cuarenta mil km2, que representan un tercio del territorio nacional. De las quince regiones chilenas, las de la Patagonia son las de menor densidad demográfica. De acuerdo al censo de 2017, su población ascendía a 269 691 habitantes, es decir, 1.5% del total nacional. Aysén y Magallanes son territorios que se vincularon al resto del país recién a finales del siglo XIX. El asentamiento masivo en Aysén data de la primera mitad del siglo XX; de allí que se comprenda como un espacio construido con el impulso de inmigrantes y colonizadores, que han enfrentado distancia, condiciones climáticas y recursos como una dificultad permanente. Por ello, desde una dimensión subjetiva, la Patagonia se ha descrito como una figura territorial asociada a la lejanía y a la vida difícil, desafiante, riesgosa, intimista y desolada, aunque, al mismo tiempo, como un espacio resignificado por su potencial natural y destino que debe conocerse (Rodríguez, Medina & Reyes, 2014).
Por ello, el Estado ha sido el principal agente económico e impulsor del desarrollo en ese territorio, con todas las limitaciones y déficit que esto ha traído. En la actualidad, las actividades silvoagropecuarias y el turismo juegan un papel fundamental en el progreso económico de la Patagonia chilena.
Análisis
El procedimiento para avanzar en la identificación de las categorías y estrategias discursivas que posibilitan la configuración narrativa de los repertorios simbólicos disponibles, se fundamenta en la búsqueda de tensiones, conflictos, diferencias de posiciones y opiniones que se evidencian explicita e implícitamente en las sesiones de debate de los grupos, entendidas como las oscilaciones, contradicciones e incoherencias del discurso, las cuales constituyen los elementos esenciales para el análisis (Criado, 2014).
En esto subyace la concepción de rastrear la estructura pendular del discurso que, en palabras de Conde, implica hacer manifiestas las “posiciones que operan a modo de polos de un campo de fuerzas” (Conde, 2010: p. 169) o como “parejas contrapuestas de términos que al mismo tiempo que se excluyen y niegan, se definen recíprocamente” (Alonso, 1998, citado en Conde, 2010: p. 169). Es la misma idea en la que se fundamenta Ramos (2016) para caracterizar los “tópicos y contra-tópicos que surgen al hilo de las discusiones entre hablantes” (Ramos, 2016: p. 337).
El análisis de este artículo coloca en perspectiva la estructura de oposiciones que evidencia una configuración interpretativa relacional. Fue así que la primera tarea consistió en descomponer, a través de una forma analítica inferencial, el texto en unidades elementales, a fin de aproximarse al modelo clásico de análisis. Para esta labor se recurrió al software Nvivo.11.
El primer resultado fue la codificación de fracciones discursivas o nodos de acuerdo a la revisión del material expresivo de cada grupo, de tal modo que se reconocieron 251 referencias contenidas en 134 nodos. Mediante una reducción analítica relacional se efectuó un reagrupamiento que resultó en un mapa discursivo dispuesto en función de 31 fracciones. Para tener un primer acercamiento al sistema discursivo se elaboró un ejercicio estadístico y gráfico, que ayudó a identificar las referencias de sentido del debate observando los nudos de relaciones reconocidos.
En la Figura 1 se observan comprensivamente las cadenas discursivas que presentan densidad simbólica y de sentido. No fue la intención reducir la interpretación a “parcelas semánticas” -en el entendido de que lo ilustrado corresponde a una etapa básica y convencional del análisis del discurso que ignora las tensiones que se despliegan en el relato-, lo importante fue desplazar las categorías y relacionarlas con los contextos y el sentido amplio en el que se desarrollaron los relatos con el fin de develar la condición de ambivalencia (Criado, 2014) en que fueron expresados.
Con esa base, se pasó a una configuración interpretativa relacional-reflexiva (procedimiento de análisis contextual y de referencias de sentido), a través de la cual se identificaron las posiciones discursivas, entendidas en un sentido amplio, y de acuerdo al interés de la investigación, como el lugar social desde el cual hablaron los grupos y que se transforman en perspectivas singulares que otorgan un sentido de generalización, representación del discurso y una toma de posición ante otras posturas. Tomando en consideración las condiciones sociales, históricas, climáticas y geográficas, la posición discursiva de la Patagonia chilena presentó las siguientes dimensiones referenciales:
Tensión ante la acción del Estado. Esta dimensión hace referencia y una evaluación constante sobre la acción pública “por hacer o no hacer”. En ella se despliega un campo de fuerza implícito y explícito que se observa en las diferentes composiciones discursivas que se vinculan a necesidades sociales sentidas y de demandas concretas hacia el Estado. La posición discursiva se sustenta en las subcategorías de a) ausencia de un marco de derechos, b) no existe educación de calidad en la educación superior, c) intervenciones limitadas del Estado, d) migración forzada por educación, e) necesidad de un Estado desarrollista, y f) falta de especialistas médicos. En consecuencia, se posiciona la responsabilidad de las carencias en la inacción del Estado, a la vez que se idealiza y se norma el papel que este debiera tener:
¿Cuál es el rol del Estado en cuanto a ir en ayuda del progreso?, tenemos que ver que en el lugar en que vivimos tenemos condiciones que son súper particulares en la región y que me gustaría ver una participación estatal más comprometida. (Grupo 2 Coyhaique).
A mi juicio es el desentendimiento del Estado por garantizar los derechos fundamentales de las personas: salud, educación, vivienda […] en Chile el que no tiene plata se muere, o no tiene casa, y eso es una realidad y ha sido siempre una realidad, que no digan lo contrario es una mentira, yo creo que estamos claros y convencidos todo el país que eso es así efectivamente. (Grupo 1 Punta Arenas).
Yo llegue acá a Punta Arenas, el hospital era paupérrimo, era una cosa terrible, la gente de Natales no podía llegar acá, y llegaban con neumonía o qué sé yo, y hoy día eso está mejorando, pero me pregunto qué calidad es, eso también me preocupa; o sea, me entrego como al Estado pero lo que me está entregando ¿es de calidad?, ¿será lo mejor? (Grupo 2 Punta Arenas).
Aislamiento y precariedad. En esta dimensión se observa con claridad y en forma homogénea un esquema simbólico que describe condiciones precarias de existencia y sentimientos de abandono, determinado por lo costoso de las zonas, por las condiciones climáticas difíciles y escasos apoyos institucionales. Lo que resume e ilustra estos campos discursivos son los constructos semánticos de “viajar al continente”, es decir, cuando se sale de la zona y se va al norte del país: “Chile termina en Puerto Montt”, o la toponimia: “La provincia de la última esperanza”. Así, las principales fracciones discursivas que sustentan la posición son a) la zona se encuentra abandonada y no hay beneficios para las personas, b) existe una cultura del desarraigo, c) sensación de desesperanza, d) ausencia de conectividad, e) el aislamiento genera sentidos de marginación, f) sensación de encierro, g) el excesivo centralismo, h) épocas del año con falta de luz, y i) nadie quiere estar aquí en invierno. Esquemáticamente, el discurso se enmarca en un espacio en el cual persiste la sensación de vivir en una zona extrema, abandonada, padeciendo el centralismo y en condiciones muy distintas a las del resto del país.
El tema de la contaminación realmente y muchas otras cosas que se asemejan a ese tema refleja que no existe una voluntad verdadera de ayudar a esta región, no existe, yo veo que no existe eso, porque si no existirían políticas de gobierno acertadas […] no hay nada que a nosotros nos demuestre que realmente hay un interés en ayudar. (Grupo 2 Coyhaique).
Me parece que esa es la preocupación de que acá una persona se quiebra y la ambulancia llega tres días después, si tú tienes acá una apendicitis, se transforma en una peritonitis porque nadie te sabe hacer nada. (Grupo Puerto Natales).
[…] Aparte de caro es malo, porque hay una, es curioso porque si uno pone atención muchas cosas cotidianas, por ejemplo la ropa misma que viene, no es la que más nos atrae, ya que siempre encontramos que la ropa acá es fome, […] ¿Por qué los adultos no podemos tener una ropa como la de los más chicos?, una ropa bonita, y eso influye mucho en el aspecto del ánimo, de nuestra cultura, de la búsqueda de la luz, el sol y todo eso que tiene que ver con una región muy particular en donde pasamos a veces con muy pocas horas de luz, en el caso del invierno. (Grupo 1 Punta Arenas).
Preocupación por la esfera pública y la organización social. En esta dimensión las prácticas discursivas posicionan narrativas que dan cuenta de preocupaciones que ocurren en el espacio público político. Estas ideas se intersectan con las de responsabilizar o imputar al Estado, abriéndose un debate que recoge la necesidad de actuar colectivamente en función de transformaciones institucionales y resistencia sistémica, junto a una demanda por valores morales como la justicia y la igualdad. El significativo número de nodos que se infieren del debate de los grupos son a) confianza en la asociación y lo colectivo, b) desconformidad con el sistema político e institucional y c) un malestar con el modelo económico.
Cabe señalar que ambas regiones hace un par de años protagonizaron un potente movimiento social por demandas con pertenencia territorial inéditas en el país, movilización que lleva a comprender que la discusión de mayor densidad se situó en el plano macrosocial, con una crítica implícita al individualismo.
Pienso que nosotros tenemos una fuerza y es común de todos, que es la unidad, yo creo que se han hecho grandes revoluciones y grandes cambios solamente con el hecho de que la gente se una y con el hecho de que la gente esté informada verdaderamente, que la gente no solamente vea los noticieros nacionales, sino que empiece a informarse más allá, qué está pasando más allá, leer no solamente los titulares de los diarios o del Facebook y lo que publiquen, sino que vea los contenidos, yo creo que cuando la persona empiece a entender la historia de Chile y lo que está pasando y el contexto en el que nosotros estamos viviendo hoy en día, acá en nuestra región, si nosotros nos unimos podemos hacer grandes cambios. (Grupo 1 Punta Arenas).
Tratar de ojalá dinamitar al actual sistema, creo que un cambio, una reforma. A nosotros nos rige la Constitución, en este caso, una reforma a la Constitución es más que urgente y redefinir cuáles son las prioridades de la gente, dejando de pensar un poco en un par de personas que toman la decisiones de acuerdo a sus intereses en el país, sino que redireccionar eso de acuerdo a lo que realmente estamos conversando nosotros que son las preocupaciones de la gente común y corriente. (Grupo 1 Punta Arenas).
Lo que me preocupa es el sentido colectivo de la sociedad, la solidaridad, un término tan poco escuchado hoy día, hoy día todo tratamos de arreglarnos solos. (Grupo 1 Punta Arenas).
Identidad regional. Esta dimensión refiere a una zona del país que se reconoce con fuertes sentidos colectivos e identitarios, donde los sentidos de comunidad no se pierden. Son significativos los elementos que contribuyen a sostener y desplegar una adherencia a prácticas culturales y tradiciones que se asumen propias y distintivas. El ser magallánicos, patagónicos, natalinos, reconstruye permanentemente el colectivo, por lo que el nosotros aparece permanentemente en el relato, con lo cual se puede inferir como una narrativa en sí misma.
Otra dinámica de vida, que favorece un poco más el sentimiento colectivo […] no voy a dejar a la otra persona sola porque es magallánico, entonces está muy arraigado esto del magallánico y todo, entonces yo siento que es como distinto y por eso yo creo que la gente igual no se identifica tanto con esa frase (dejar que las cosas pasen). (Grupo 1 Punta Arenas).
Acá no habría patria, no habría nada y si hay un premio al natalino que hay que darle es ese, porque acá no hay petróleo, porque acá no hay nada, […] siempre tú vas a ver que a los natalinos les gusta su geografía, les encanta la montaña, ir a pescar, […] pero está acá y podría vivir en Chiloé podría irse a otro lado, pero les gusta. (Grupo Puerto Natales).
En resumen, son estas cuatro grandes categorías las que expresan las posiciones discursivas que nos aproximan a quién y desde dónde se construye la narrativa del riesgo en la Patagonia chilena. En el análisis y reinterpretaciones de estas posiciones se puede inferir una narrativa de proyección al futuro que demanda participación y cambio en el espacio público político, que confía en la comunidad y requiere un rol estatal protagónico.
Configuración narrativa
Teniendo a la vista los nodos principales que expresan la diversidad y riqueza del debate de los ocho grupos de discusión, y estableciendo relaciones significativas con las posiciones discursivas emergentes, se avanza en lo que se entiende en el análisis sociológico del discurso como la configuración narrativa. Mediante el uso del software Nvivo 11 fue posible un “análisis de conglomerados” de las fracciones discursivas de acuerdo a relaciones de similitud. Esto facilitó la emergencia de dimensiones conceptuales que permitieron identificar cuatro ejes fundamentales del discurso que ordenan la disposición en un plano de tensiones, correlaciones, conflictos y acuerdos de los discursos que componen la narrativa. Los ejes se definen como relación, imputación, acción y aseguramiento, temporalidad.
La primera sección de la Figura 2, Preocupación-Temor, vincula los ejes de relación e imputación, lo cual corresponde a las dimensiones que se reconocen en las conjeturas preanalíticas, es decir, a nuestras interpelaciones iniciales para activar la discusión al interior de los grupos (qué le preocupa y desde dónde). Así, el eje relación alude a la posición o ámbito de acción desde el cual se reflexiona y se estructura el discurso respecto de los temores, daños, preocupaciones y riesgos; y en él se observan dos dimensiones pendulares o campos de fuerza extremos: i) la familiar-afectiva, que refiere a las fracciones discursivas que evidencian preocupación-temores sociales vinculados al desarrollo personal y a la esfera de relaciones de mayor proximidad y cooperación, donde el parentesco es una variable sustantiva; y ii) la ciudadana-cívica que corresponde a la esfera cuyo nivel de preocupación se sitúa en el ámbito público, en un nivel de intervención que escapa a las posibilidades inmediatas del individuo.
El eje imputación3 alude a quién o desde dónde se asigna la responsabilidad de la causa de la preocupación-temor. Sus dimensiones extremas son instituyente-sistémico, donde la asignación de responsabilidad se otorga al sistema político o a las injusticias causadas por el sistema económico. Y la dimensión lo natural, en la cual se distinguen los atributos vinculados a cuestiones propias de las condiciones ecológico-ambientales: la geografía, el clima y las disposiciones subjetivas que asumen una situación con base en fenómenos que no se reconocen y de condiciones subordinadas y de aceptación de hechos ante los cuales no se puede actuar, como los desastres naturales y la predestinación divina.
La segunda sección de la Figura 2, Acción y Riesgo, contiene los ejes centrales, acción y aseguramiento y temporalidad. Las dimensiones que estos expresan muestran el repertorio de sentido en torno a los comportamientos y actitudes frente a lo que se ha diagnosticado como riesgo-preocupación-miedo (qué se hace).
Para ordenar e ilustrar el análisis, se han elaborado dos mapas topológicos narrativos del sistema de discurso sobre la construcción del riesgo y el aseguramiento en la Patagonia chilena. Esta representación gráfica permitió simplificar y ordenar el análisis mediante la disposición de las expresiones significativas del texto (puntos) en función de las distancias y cercanías relativas entre otros puntos situados en el mapa, y en relación con cada uno de los polos o “nudos atractores definidos”. La relación entre los polos se lee como narrativas bidimensionales.
De la representación topológica preocupación-temor se desprenden tres dimensiones narrativas. En los puntos de encuentro entre instituyente-sistémico y familiar-afectiva, se expresa una dimensión cuya preocupación se relaciona con la integración social. Aquí se interpelan los esquemas que promueven condiciones institucionales y que aseguran niveles de bienestar inmediato, o permiten reducir la incertidumbre y mejoran las expectativas del futuro. El riesgo se vislumbra en tanto no se perciben respuestas públicas institucionales efectivas y satisfactorias; el conjunto de expresiones simbólicas relevan la vulnerabilidad de la integración social.
Los espacios de intersección entre ciudadanía-cívica e instituyente/sistémico se pueden comprender desde el concepto de ilegitimidad, entendido este como el riesgo/temor por los políticos, empresarios y la autoridad, a raíz de la desconfianza que provoca la actuación de estas figuras. La experiencia colectiva muestra inconformidad y malestar debido a las prácticas observadas como injustas e inequitativas, donde las élites trabajan para su propio interés.
Finalmente, la relación entre los nudos lo natural y ciudadanía-cívica se reinterpreta como aguante, en relación a situaciones que afectan y crean condiciones de riesgo para la sociedad regional, pero ante las cuales no existen posibilidades de actuar. En la narrativa aparecen voces cuya jerarquía simbólica remite al aguante como sufrimiento, pero con estoicismo.
La Figura 4 muestra intersecciones y distancia entre sus puntos que dan pie a la construcción de cuatro tipologías discursivas, que se tensionan y complementan en su estructura. La dimensión entre los ejes transformar-presente se conceptualiza como disposición comunitaria, y corresponde a un relato de significantes afectivos e ideológicamente cargados en la confianza comunitaria y en la movilización de recursos colectivos para obtener cambios e incidir en las esferas que les preocupan, donde el asidero (como refugio) lo encuentran y sienten en la identidad territorial.
En un sentido que tensiona este relato, y que se expresa entre la dimensión presente-conformidad, se halla la narración que se resignifica en vivir el día a día. Esta se reconoce en el desapego por estrategias que reduzcan la incertidumbre, con las que se anticipe de algún modo a los riesgos; esto hace que los testimonios asuman la acción con resignación, sin posibilidad de actuar ante un futuro y entonces el estoicismo aparece de nuevo como la clave descriptiva.
Por otro lado, se distingue un relato complementario en los puntos dispuestos en los extremos conformidad-futuro, en tanto la narrativa se define como resignación. Aquí el futuro es incierto y sombrío, pero se refuerzan lazos que hacen que la acción se recluya en el mundo privado e íntimo, en el que se acentúan las estrategias de reciprocidad representada en la familia.
La última configuración semántica da cuenta de la narrativa capacidad de agencia. En esta los encadenamientos discursivos distinguen actores que se reconocen como agentes de cambio y transformación ante situaciones de incertidumbre, que poniendo sus recursos a disposición, construyen estrategias para resguardarse a través del hacer, del actuar y del anticiparse, repertorios recurrentes en las narrativas de los actores en la Patagonia chilena.
Conclusiones
El producto que se pretendía alcanzar con la realización de los ocho grupos de discusión en la Patagonia, buscaba comprender y repensar cómo se entienden los riesgos en el presente y en el futuro y cómo se acciona ante las percepciones del riesgo, es decir, cómo los ciudadanos se resguardan o aseguran ante la disposición subjetiva de daño o temor que observan. Sobre la base de una operación analítica de inducción, relacionamiento contextual de fracciones discursivas e imputación de sentido de los tópicos principales desarrollados en los grupos, se avanzó en la configuración narrativa de la construcción de riesgo.
Del sistema de discursos (semánticas) de la construcción del riesgo y su aseguramiento en la Patagonia chilena, emergen algunas imágenes que ratifican los supuestos en los cuales descansa el proyecto de investigación. Las percepciones se construyen y encuentran sentido en los contextos socioterritoriales en los cuales se expresan; los discursos se orientan en concordancia a la experiencia de los sujetos y se pueden comprender como productores de subjetividad, a su vez la subjetividad es el dispositivo de encuentro entre el discurso y la acción. En este esquema las conclusiones identifican la existencia de una percepción particular y de varios elementos que configuran cierta homogeneidad discursiva en la Patagonia chilena, condicionada por referencias geográficas, culturales e ideológicas.
De acuerdo a las distinciones teóricas señaladas arriba es posible situar y fijar algunas ideas. La dimensión de sentido alter/ego se estructura y reconoce en las posiciones discursivas encontradas, las cuales definen a los sujetos en tensión permanente ante la acción del Estado, lo que se muestra en los reclamos y reivindicaciones de derechos relacionados con la preocupación por la esfera pública y la organización social. Tanto lo que acontece y cómo se incide en el espacio público es materia de interés para los habitantes de la Patagonia, quienes asumen que sus condiciones sociales de existencia son precarias y transcurren en un espacio sometido al aislamiento, denotando así que su fortaleza reside en el sentido comunitario cuyo sustento es la identidad y el apego al territorio.
Por su lado, las dimensiones del sentido temporal (futuro/pasado) y social (decisión/no decisión) se expresan en la estructura narrativa. Así, en la línea de temporalidad el riesgo existe y conlleva materialidad; mientras que la mirada del futuro es incierta y gris, pues este se observa poblado de dificultades, lo que evita que haya posiciones optimistas que se desprendan de los discursos y que se enuncien pocas estrategias para accionar ante ello.
En resumen, los riesgos se vinculan significativamente a dimensiones sociales; y en los discursos narrativos, las preocupaciones socioambientales y desastres naturales emergen de manera tenue como riesgos o peligros en la construcción y acción por parte de la ciudadanía. Ante la importancia de los eventos y desastres naturales en Chile, debido a sus características y condiciones naturales, lo relevado y significado por la Patagonia permite, por ejemplo, tensionar y problematizar la construcción del riesgo por parte de la política pública a través de los discursos e instrumentos de política de organismos como la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior (ONEMI) y las construcciones y acciones de la ciudadanía; para los primeros hay riesgos objetivos y se acciona ante los eventos ambientales que pudieran ocurrir (terremotos, tsunamis, erupciones volcánicas, entre otros); para los segundos, estos fenómenos no son significativos y ocurren en el continente: “de Puerto Montt al norte” (Grupo 1 Coyhaique) o expresando concretamente que un tsunami no puede afectar el borde mar de la Patagonia chilena.
[…] no va a haber […], bueno eso no va a pasar nunca por la tremenda isla que hay ahí enfrente, eso de los letreros, bueno mi marido trabaja en el mar por eso le digo, lo de los letreros eso es una normativa, porque en todas las costas tienen que estar, pero que a nosotros nos afecte un tsunami como el que afectó al norte es imposible, porque tenemos una tremenda barrera adelante que es la segunda isla más grande de Chile, así que, si llega, llega un oleaje nomás. (Grupo Puerto Cisnes).
En concreto, los riesgos en la Patagonia chilena se vinculan a la integración social, la cual se ejemplifica en el miedo a la exclusión, el miedo a no surgir o perder lo obtenido, contexto en el cual el aseguramiento se vincula con la capacidad de acción colectiva y las posibilidades de respuesta que entregue el Estado.