Introducción1
Diversos han sido los esfuerzos para entender, medir y mejorar el desarrollo de los seres humanos y las sociedades a través del tiempo. Esta búsqueda ha generado diferentes posturas teóricas; sin embargo, han predominado aquellas centradas en la producción y el consumo de bienes materiales como pilares del crecimiento económico y se usan como sinónimo del desarrollo de las personas (Max-Neef, Elizalde & Hopenhayn, 1986). Esta lógica sigue ejerciendo una influencia significativa sobre las teorías, programas, indicadores, protagonistas, etc. que se aplican o trabajan para impulsar el desarrollo de las personas. El sistema económico con predominio global usa al consumo como una de las bases de la dinámica económica. Su promoción facilita a las personas la obtención de objetos que la costumbre parece haber convertido en necesidades (Ricardo, 1973; Smith, 1958).
Este vínculo entre bienes de consumo y desarrollo se ha establecido en la intersubjetividad creando, manteniendo y modificando significados individuales y colectivos que muchos han adoptado como estilo de vida (Miranda, 2003; Perlo, 2006; Rentería, Lledias & Giraldo, 2008). El desarrollo de los sujetos parece girar en torno a la producción y compra de bienes y no viceversa, dando cuenta de un ser humano concebido como un objeto más de esta cadena y no sujeto de su propio desarrollo. Así, la orientación al consumo que genera necesidades banales imposibilita el desarrollo humano, la autonomía y la independencia de las personas (Max et al., 2010). Esta perspectiva reduccionista de la vida en sociedad ha sido duramente cuestionada, de manera que distintos autores se han orientado a promover propuestas enfocadas en las personas, como es el caso del enfoque de desarrollo humano (DH), entre otros (Bolívar & Cuéllar, 2009).
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) es el órgano que promueve con mayor fuerza a nivel internacional el DH. No obstante, el indicador en que se apoya, el índice de desarrollo humano (IDH), ha estado rodeado de enérgicos cuestionamientos entre los que destaca su medición (Blas & Rojas, 2008; Panam, 1995; PNUD, 2010). Aunque el PNUD ha realizado modificaciones para mejorar sus mediciones (PNUD, 2010), las controversias se mantienen pues, de un lado, pretende la sostenibilidad del planeta y, por el otro, promueve entre los países considerados pobres, la búsqueda del desarrollo de las naciones de primer mundo, las cuales se basan en un alto grado de consumo que parece dificultar la sostenibilidad del planeta (Blas & Rojas, 2008; Panam, 1995; PNUD, 2011a; Spicker, Alvarez & Gordon, 2009).
Una propuesta alternativa, con una perspectiva centrada en las personas, es la del Desarrollo a Escala Humana (DEH). Sustentándose en los postulados de las necesidades humanas, la autodependencia y las articulaciones orgánicas (Max et al., 2010; Max-Neef et al., 1986), el DEH considera que “el desarrollo se refiere a las personas y no a los objetos” (Max et al., 2010, p. 16). Así, esta perspectiva no valora las necesidades como simples carencias, sino también como “potencialidades humanas individuales y colectivas” (Max et al., 2010, p. 24) finitas, las cuales se clasifican en existenciales -ser, tener, hacer, estar- y axiológicas -subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad, libertad-. Ambas categorías se pueden combinar, permitiendo una mirada más comprensiva de las necesidades del ser humano y sus satisfactores (Max et al., 2010). Estos últimos no deben ser confundidos con objetos materiales: “son formas de ser, tener, hacer y estar, de carácter individual y colectivo, conducentes a la actualización de necesidades” (Max et al., 2010, p. 24) y a las que las personas atribuyen significados cotidianamente (Cabrolié, 2010; Max et al., 2010; Perlo, 2006): “Las necesidades humanas fundamentales (como las contenidas en el sistema propuesto) son las mismas en todas las culturas y en todos los períodos históricos. Lo que cambia, a través del tiempo y las culturas, es la manera o los medios utilizados para la satisfacción de las necesidades.” (Max et al., 2010, p. 17).
Así, cada cultura se define de acuerdo con los significados que cada grupo requiere para la satisfacción de sus necesidades, aun cuando estas sean las mismas para todos (Max et al., 2010; Perlo, 2006). La calidad o no de vida estará sujeta a los niveles e intensidades de satisfacción que cada persona logra: “La persona es un ser de necesidades múltiples e interdependientes. Por ello, las necesidades humanas deben entenderse como un sistema en el que las mismas se interrelacionan e interactúan” (Max et al., 2010, p. 17).
Los bienes materiales no son satisfactores, pero pueden contribuir de forma positiva o negativa sobre uno o varios satisfactores, por lo que se debe aspirar a la construcción de estructuras económicas donde el fin no sean los objetos materiales, sino el impulso de la satisfacción plena y coherente de las necesidades (Max et al., 2010). En este sentido y según sus características, el DEH plantea los siguientes tipos de satisfactores: a) violadores o destructores, b) pseudosatisfactores, c) inhibidores, d) singulares y e) sinérgicos (Max et al., 2010).
Los satisfactores violadores o destructores por lo general destruyen la satisfacción de la necesidad a la que se dirigían e imposibilitan la satisfacción de otras necesidades; los pseudosatisfactores crean una aparente satisfacción de una necesidad y pueden llegar a terminar con la posibilidad de satisfacción de la necesidad; los satisfactores inhibidores tienden a sobresatisfacer una necesidad determinada, pero impiden la posible satisfacción de otras necesidades; los satisfactores singulares se orientan a la satisfacción de una necesidad específica; mientras que los satisfactores sinérgicos se orientan a una necesidad, pero estimulan de forma simultánea la resolución de otras (Max et al., 2010).
Los primeros cuatro tipos de satisfactores se generan de manera exógena en relación a la persona o comunidad, en tanto que los sinérgicos son creados de forma endógena, lo que permite a los sujetos obtener cada vez mayor autodependencia y acercarse a la consolidación de Estados más sanos y fuertes (Max et al., 2010; Ricardo, 1973).
Esta propuesta sobre el desarrollo resulta interesante en un país como Colombia, sobre todo en una zona interfase rural-urbana como la del sur del departamento del Atlántico, que ha sido afectada por la adversidad climática y cuenta con niveles muy bajos de IDH caracterizados por la pobreza económica y la desigualdad (Gil, 2011; PNUD, 2011b, 2012). Los territorios rurales-urbanos se definen como interfase porque las personas parecen lidiar entre la aspiración por la modernidad de las ciudades con sus ideales de desarrollo o conservar las características tradicionales locales (Amar et al., 2016; López, Delgado & Vinasco, 2005). Ante este panorama, muchos adolescentes pierden la esperanza de un proyecto de vida en sus territorios (Cardozo et al., 2012) y migran a las ciudades en busca de oportunidades de estudio y trabajo, razón por la cual la población en estos territorios termina conformada principalmente por niños, adultos y ancianos (Gobernación del Atlántico, 2012).
Las condiciones de pobreza, dificultades en el acceso a bienes y servicios, una escasa apropiación de los deberes y derechos y en general una cultura que se debate entre la modernidad y las prácticas tradicionales, hacen que miles de niños y niñas enfrenten en sus primeros años muchas dificultades que impactan de manera negativa en la calidad de sus vidas (Amar et al., 2016). El concepto de prácticas de cuidado enmarca todas las acciones intencionadas y reguladas que se llevan a cabo con el fin de satisfacer las necesidades de los infantes. Estas se producen en el seno del hogar, pero también en escenarios más amplios de interacción que ocurren en la vida pública y desde los servicios sociales brindados por las instituciones responsables (Amar, 2015). Esto conduce a reflexionar en las posibles situaciones que se generan en la implementación de estas acciones y cómo pueden incidir de forma compleja sobre el desarrollo de las potencialidades de los sujetos (Amar & Martínez-González, 2011).
Resulta inviable comprender el desarrollo de las naciones sin el desarrollo de las personas y este sucede a lo largo de sus vidas de acuerdo a las oportunidades que se les presentan o que ellos mismos forjan (Amar & Martínez-González, 2011). Considerando que los significados sobre la vida generados entre padres e hijos se reproducen de generación en generación (Aguirre, 2002), mientras aquellos sobre lo que es el desarrollo y la calidad de vida no se transformen y se distancien del objetivo del consumo, difícilmente se alcanzará la autodependencia de las poblaciones (Max et al., 2010). Así, considerar las condiciones en que está inmersa la infancia en estos municipios y los distintos comportamientos de los adultos para garantizar su cuidado, se convierte en una alternativa para abordar la situación desde una perspectiva que pueda aportar soluciones distintas al problema del desarrollo (Unicef & Fundación Kaleidos, 2012; Max et al., 2010; Unicef et al., 2010).
Es así como esta investigación se propuso caracterizar las prácticas de cuidado implementadas por sus cuidadores como satisfactores para el desarrollo de la niñez en contextos de interfase rural-urbana. Para esto se han analizado las prácticas que aparecieron como satisfactores sinérgicos, singulares, inhibidores, pseudosatisfactores y destructores de las necesidades de los infantes entre los 0 y 8 años edad en el sur del departamento del Atlántico, tomando como referente la perspectiva del DEH.
Metodología
La investigación se desarrolló desde el enfoque cualitativo empleando el análisis categorial de información propio de la teoría fundamentada (TF) (Strauss & Corbin, 2012). La técnica de recolección utilizada fue el grupo focal (Hernández, Fernández & Baptista, 2010; Sandoval, 2002). Para el proceso de codificación se utilizó el programa Atlas.ti 7.5.
La TF tiene como fin la construcción de teorías sustantivas a través del surgimiento de conceptos que tengan origen en los datos recolectados (Carrero, Soriano & Trinidad, 2012; Trinidad, Carrero & Soriano, 2006). Este método permite aproximarse a la realidad social debido a su proceso inductivo y su abordaje desde el campo donde se genera (Carrero et al., 2012; Trinidad et al., 2006). Es así como los datos que emergen para la fundamentación contienen los significados que los individuos tienen sobre los objetos. Estos significados suelen expresarse como sucesos, discursos, puntos de vista, acontecimientos, acciones, entre otros (Gaete, 2014; Strauss & Corbin, 2012; Giraldo, 2011; Mella, 1998), y sus contenidos son creados, reforzados, modificados y compartidos intersubjetivamente en el escenario de la realidad (Strauss & Corbin, 2012; Salgado, 2007).
El análisis comparativo constante es el método para extraer inductivamente las categorías nucleares y axiales que permiten estructurar redes de significado en los que se articulan las vivencias colectivas de los participantes del estudio. Este análisis se basa en la implementación de cuatro estrategias: “a) Preguntas generativas, que buscan relacionar conceptos, b) el muestreo teórico, c) los procedimientos de categorización (codificación) sistemáticos, y d) el seguimiento de algunos principios dirigidos a conseguir un desarrollo conceptual sólido (no solamente descriptivo).” (Sandoval, 2002, p. 84).
El muestreo teórico es el proceso sucesivo de recolección de datos para generar teoría (Sandoval, 2002), en el cual las unidades de análisis, e incluso personas, se seleccionan a partir de los hallazgos que surgen en el transcurso del estudio (Martínez-Salgado, 2012).
La categorización consiste en analizar datos según la tendencia identificada de su repetición, siguiendo criterios de ordenamiento o codificación que contienen diversas particularidades de acuerdo con el avance de la investigación (Glaser, 1978). Primero se organizan los datos con la codificación abierta, y en un segundo nivel de abstracción y relación se organizan en la codificación selectiva o axial (Sandoval, 2002).
Tal como lo señala Sandoval (2002), en la codificación sustantiva las categorías se nombran con un código que las describe y los fragmentos de la transcripción se juntan en el sistema de categorías generado. Por su parte, la codificación axial implica un mayor nivel de abstracción con el fin de determinar la correspondencia entre las categorías y su relación con elementos de la revisión de literatura. Finalmente, la comparación y revisión constante de los códigos permite generar un corpus conceptual o teórico sobre el fenómeno estudiado, cuando se alcanza la saturación, esto es, cuando no emergen nuevas categorías de la información proporcionada por los participantes.
Es así como el análisis categorial de información permitió identificar 634 unidades de análisis desde las que se pudieron establecer los satisfactores generados en las prácticas de cuidado utilizadas por padres o cuidadores con sus hijos, desde la perspectiva de DEH.
Algunas de estas unidades de análisis se incluyen como ejemplos de los significados intersubjetivos expresados por los participantes en torno a sus prácticas de cuidado en la relación con los niños. Para una mayor comprensión de la codificación presentada, la nomenclatura PGF (número)-(número) permite citar al participante que expresó la frase (P), el número del grupo focal (GF#) en el que participó y el número al que corresponde la unidad de análisis.
Participantes
Los resultados se fundamentan en los datos obtenidos de 28 participantes, cuidadores que conformaron un total de cinco grupos focales. La muestra fue tomada por conveniencia, recolectándose datos hasta alcanzar la saturación de las categorías emergentes. El estudio se llevó a cabo en cinco municipios que se encuentran ubicados en el sur del departamento del Atlántico, Colombia, los cuales son Suán, Candelaria, Manatí, Santa Lucía y Ponedera. Estas comunidades, además de haber sido afectadas por la inundación de los años 2010-2011, tienen características similares en cuanto a su condición económica, tamaño poblacional y situaciones de riesgo, entre otras (Amar et al., 2016; Gil, 2011).
Se procedió a invitar a los potenciales participantes para los grupos focales, acordando el día y el lugar. Algunos decidieron convocar conocidos, convirtiéndose una parte del muestreo en bola de nieve. Los grupos focales se realizaron en bibliotecas, casas, Centros de Desarrollo Infantil (CDI) y centros comunitarios, entre otros lugares de los municipios donde las personas residen.
Resultados
A continuación se presentan los satisfactores identificados en cada práctica de cuidado reportada por los cuidadores en el siguiente orden: satisfactores sinérgicos, satisfactores singulares, satisfactores inhibidores, pseudosatisfactores y satisfactores destructores. Asimismo, se presentará una serie de redes semánticas que solo intentan ilustrar un posible acercamiento a la complejidad de la intersubjetividad de estas comunidades en torno a esta temática.
Satisfactores sinérgicos en las prácticas de cuidado que contribuyen a las necesidades axiológicas de los infantes y sus cuidadores
Los significados encontrados en los datos recolectados permitieron identificar que los cuidadores acostumbran a implementar diversas prácticas de cuidado: estimulación, intimidad familiar, jugar, salir en familia, participar de rituales religiosos, enseñanza familiar, y vincular a sus hijos en una guardería.
Estas prácticas se caracterizan por contener satisfactores que contribuyen de manera simultánea a la actualización sinérgica de varias de las necesidades axiológicas, tanto de los infantes como de sus cuidadores, y que se aprecian en un continuo que va desde la vida privada hasta la pública: palabras afectuosas, contacto físico, uso del espacio, sonidos afectuosos, emociones positivas, pertenencia familiar, juegos, imaginación, diversión, cortesía, encuentros religiosos, enseñar con ejemplos, educación comunitaria. La Figura 1 ilustra la multiplicidad de vinculaciones entre las prácticas de cuidado, los satisfactores que contienen y las necesidades axiológicas a las que aportan.
Los satisfactores sinérgicos palabras afectuosas, contacto físico, emociones, sentimientos y pertenencia familiar suelen estar implícitos principalmente en la práctica de cuidado estimulación y casi siempre se generan en el ámbito privado de la familia. Se pueden considerar como algunos de los primeros satisfactores que experimenta un ser humano, lo que le permite conocer y participar de la construcción de significados consensuados colectivamente (Barón, Galindo & Müller, 2014).
Estos satisfactores contribuyen de manera directa a la necesidad de afecto de los niños y sus cuidadores, así como a su identidad, participación y entendimiento, tal como se evidencia en lo mencionado por algunas de las participantes: “Pues yo lo mimo, lo acaricio, lo beso, le digo que es lo más grande que me ha pasado en el mundo, le doy gracias por esa felicidad” (PGF3-185); “Tú la estimulas desde tu barriga, tú, tu mamá, tu hermana, tu pareja, tu papá, ‘¡Hola yo soy tu abuelito!’ […], y cuando ellos nacen esa persona le habla y ellos identifican esa voz que los saludaba” (PGF3-180).
La sinergia provocada por estos satisfactores da la pauta para estructurar un entorno sano y seguro que aporta a la comunicación, a la comprensión y al reconocimiento de los demás, generando un estado de ánimo saludable y un humor equilibrado que estimula la creatividad (Amar & Martínez-González, 2011; Barón et al., 2014; Max et al., 2010), gracias al tiempo de calidad compartido entre infantes y sus cuidadores (Montero, 2000).
Los satisfactores juegos, imaginación, diversión, cortesía, encuentros religiosos, enseñar con ejemplos y educación comunitaria, se presentan en la vida privada familiar en la pública. Se caracterizan por favorecer la construcción de significados que ayudan a los infantes a participar y adaptarse a su entorno social. Un ejemplo de esto se encuentra en la frase de una participante: “¿De qué manera juego? Con juguetes de él, con… con muñequitos de hule... Con cascabeles, hablándole, le enseño, o sea, le enseño cositas que él puede, que él puede manejar ¿Sí me entiendes?” (PGF4-34). Es amplia la literatura sobre cómo a través del juego y la lúdica los niños desarrollan el aprendizaje de las normas sociales (Pellegrini, 2002; Rubin, Bukowski & Parker, 1998) y también cómo pueden convertirse en una herramienta para la convivencia (Cardozo, 2017; Ariza & Pertuz, 2011).
Asimismo, diversos autores de teorías del aprendizaje señalan la importancia que tiene el ejemplo y la observación de la conducta de personas significativas para la apropiación de conocimientos y su aplicación en la vida cotidiana (Bandura, 1986). Ahora bien, los niños no solo aprenden el funcionamiento del mundo y de las relaciones sociales en el marco familiar, de ahí la importancia de la presencia de satisfactores de naturaleza comunitaria como la vinculación a guarderías presentes en la comunidad (Amar, 2015; Amar & Martínez-González, 2011), e incluso la participación en rituales religiosos, lo que se evidencia en frases como “Yo fui a la misa en la mañana y él como va con su preparación […] el padre habló de la humildad y el respeto de los padres hacia los hijos y de los hijos hacia los padres” (PGF3-195).
La participación familiar y el encuentro comunitario a través de estos espacios pueden dotar de sentido e identidad a los niños vinculándolos activamente a su territorio, pudieran aportar a construir un proyecto de vida orientado a la superación de las adversidades (De la Peña, 2010), e inclusive ser un factor protector de la salud mental (Salgado, 2014).
Así, los satisfactores incluidos en las prácticas de cuidado antes expuestas, debido a su condición sinérgica, aportan positivamente a las potencialidades humanas, en especial cuando se brindan desde la primera infancia. La construcción de significados dentro de afectos positivos con una vida comunitaria sana y participativa podría favorecer el inicio de la autodependencia y propiciar un desarrollo que estimule la ruptura de racionalidades dominantes que asocian el bienestar con la dependencia a la producción y al consumo, los cuales constituyen obstáculos para el desarrollo justo de las naciones (Max et al., 2010).
Satisfactores singulares en las prácticas de cuidado que contribuyen a las necesidades axiológicas de los infantes y sus cuidadores
Los datos permitieron identificar prácticas utilizadas por los cuidadores que contienen satisfactores que contribuyen de manera singular a las necesidades de los infantes. Entre estas se encuentran la consulta psicológica y la vinculación al colegio. Asimismo, los satisfactores singulares relacionados son la psicoterapia y la educación formal. Aunque estos satisfactores podrían beneficiar de forma indirecta necesidades como afecto, identidad, libertad, etc., los cuidadores parecen utilizarlas con el único fin de satisfacer las necesidades entendimiento y subsistencia. La Figura 2 ilustra una posible manera de acercarse a las prácticas de cuidado, a los satisfactores y a cómo estos contribuyen de manera singular a las necesidades axiológicas mencionadas de los niños y sus padres.
Por la manera en que los satisfactores son impulsados desde las acciones y creencias de los cuidadores en este caso, contribuyen de manera focalizada a ciertas potencialidades de infantes y cuidadores, aportando puntualmente a elevar los niveles de autodependencia, pero sin igualar a los satisfactores sinérgicos.
En relación a la terapia psicológica, se observa una preocupación porque los niños no obedecen o tienen dificultad para focalizar su atención en una tarea que el cuidador quiere que realicen, por ejemplo: “Cuando los niños salen rebeldes, que por lo menos el mío… yo… yo lo tengo que llevar al psicólogo porque no, o sea, siento que no, no he podido yo, no he podido” (PGF2-22); “Porque él es así, o sea, todas las cosas es corriendo […] no ve la televisión, no entretiene el juego, sino que quiere estar yendo cualquier cosa a la calle” (PGF3-48). En los comentarios de los participantes se evidenció la tendencia generalizada al diagnóstico por hiperactividad, reforzado incluso por profesionales en psicología.
No obstante, esta tendencia ha comenzado a estudiarse debido a que en los últimos años se ha presentado un sobrediagnóstico del transtorno de déficit atencional con hiperactividad, ocasionado por las dificultades para el control y la orientación de la conducta de los niños tanto en el hogar como en las escuelas y la falta de apropiación del conocimiento sobre el mismo (Ferrer et al., 2017). Muchas veces los padres terminan angustiados por la salud de sus hijos ante el diagnóstico del trastorno, cuando posiblemente con mejoras en las prácticas de cuidado se podría disminuir la presencia de comportamientos indeseados como pataletas o falta de atención a los deberes académicos.
En cuanto a los hallazgos relacionados con la educación como satisfactor singular de la necesidad de entendimiento, se evidencia en testimonios como “Que al niño mío, el mayor [...] por mucho que uno le diga las cosas… él siempre… jaja, parece que no entendiera, en el colegio le va mal” (PGF2-31). Asociar la capacidad de entendimiento del infante a su desempeño académico da cuenta de significaciones alrededor de la educación formal que mantienen la creencia generalizada sobre el rol de la escuela como el escenario encaminado a transmitir conceptos y formar para la vida laboral y productiva (Restrepo, 2006), descuidando otros aspectos como la preparación para la realización personal en un amplio espectro de capacidades.
Padres de familia y profesores se debaten entre la crianza y la educación infantil basada en sus propias experiencias formativas tradicionales y la normatividad vigente que choca con su ejercicio de poder sobre los niños. Muchos de los adultos que hoy acompañan el proceso formativo consideran que es correcta la proscripción de la pregunta y la crítica, lo cual paraliza la iniciativa y el pensamiento, afecta la autoestima, la confianza y la posibilidad de pensar libremente (Beleño-Martínez, 2015; Serrano-Jaimes, 2014), justificándose en las concepciones acerca de la infancia como objeto sobre el que recae el quehacer formativo de los adultos (Batallán, 2003). De ahí la importancia de generar la resignificación de la escuela, de tal modo que se vaya más allá de su aporte al aprendizaje de conceptos formales, y se facilite una verdadera formación integral para el desarrollo de los infantes en sus diversas potencialidades.
Satisfactores inhibidores en las prácticas de cuidado que contribuyen a las necesidades axiológicas de los infantes y sus cuidadores
En este apartado se exponen las prácticas de cuidado, los satisfactores inhibidores y la manera en que estos afectan las necesidades axiológicas tanto de los niños como de los cuidadores. Con base en los datos se encontró que las prácticas empleadas cotidianamente por los padres para el cuidado de los infantes son sobreproteger y entretenimiento. Los satisfactores inhibidores generados o compartidos en estas prácticas de cuidado son familia sobreprotectora y ver programas televisivos. La Figura 3 refleja cómo estas prácticas y sus satisfactores impactan sobre algunas de las necesidades axiológicas.
Estos satisfactores se consideran inhibidores porque limitan las posibilidades de autodependencia. Por ejemplo, lo que decía una participante: “Yo no la dejaba que […] jugara!, ni que se reuniera con otros niños porque siempre alguien me la tumbaba y eso […] era un dolor bien grande [… ] Me dicen que la sobreprotejo mucho” (PGF2-28).
Una familia sobreprotectora puede impulsar distintas manifestaciones de dependencia frente a la posibilidad de satisfacer la subsistencia, dependencia respecto de la protección de otros, dependencia afectiva (Amar & Martinez, 2011; Mantini, 2015; Remor et al., 2003), dependencia en relación con la opinión de otros para tomar decisiones y crisis de identidad (Strang, 2015; Iancu, Bodner & Ben-Zion, 2015). Asimismo limita las posibilidades de integración más allá del seno familiar, lo que dificulta la participación de los infantes en el desarrollo comunitario (Lin et al., 2017; Crawford et al., 2017).
Por su parte, la utilización del entretenimiento a través de los programas televisivos, suele ser una estrategia que ayuda a los cuidadores a reducir la ansiedad del cuidado y atención de los niños que estos demandan cuando realizan otras actividades para su diversión y esparcimiento. Acerca de ello una participante señalaba: “Los pongo a ver televisión […] la niña a veces […] se pone a llorar, entonces yo los cojo y les prendo el televisor y […] los pongo a ver películas […] muñequitos y ahí se pasan todo” (PGF2-39).
Estar expuesto a este tipo de satisfactor puede asociarse a un tiempo compartido bajo en calidad (Montero, 2000), de tal manera que se podría ver interrumpida la satisfacción de la necesidad de entendimiento desde los aprendizajes contextualizados a partir del diálogo familiar; también se convierte en la principal fuente de satisfacción del ocio, lo que lleva a los niños a perder interés por otras alternativas que pudieran resultar sinérgicas para la satisfacción de la creatividad, la libertad e incluso la supervivencia pues se ha asociado el consumo de televisión con obesidad y sedentarismo (Martínez-Álvarez et al., 2017).
La sobreexposición de los niños a la televisión puede reforzar su inmersión a lógicas de consumo compulsivo y facilitar el desarrollo de conductas agresivas o disruptivas, sobre todo cuando no se cuenta con acompañamiento de los adultos y orientación sobre los contenidos televisivos que observan (Fernández-Martínez et al., 2011). La exposición prolongada a inhibidores no favorece la autodependencia de los niños y cuidadores, pues los significados que se construyen favorecen la instalación de lógicas de dependencia que conciben la producción y el consumo como sinónimos de bienestar.
Pseudosatisfactores en las prácticas de cuidado dirigidas a las necesidades axiológicas de los infantes y sus cuidadores
Las prácticas de cuidado que los participantes implementan para la reorientación de la conducta de sus hijos evidenciaron la presencia de pseudosatisfactores como promesas y condiciones, amenazas, prohibiciones y castigo físico, los cuales se orientan a la resolución de necesidades de subsistencia, protección y entendimiento; ello se presenta en la Figura 4.
Se consideran pseudosatisfactores puesto que generan la ilusoria sensación de control de los niños, al utilizar el engaño, las amenazas o el maltrato físico como una forma válida de educación, pero que, como se ha evidenciado ampliamente en la literatura, estos satisfactores tienen implicaciones negativas en el desarrollo socioafectivo de los infantes (Amar & Martínez, 2011).
Recurrir a los intercambios para obtener la conducta deseada, generalmente asociada a la alimentación o al cumplimiento de deberes, es una práctica habitual de los cuidadores: “Entonces coge el desayuno con tal de que yo no le apague el televisor o los fines de semana no hay salchipapas y ya con eso yo […] no le miento […] Yo la manipulo” (PGF1-70). De igual forma se usan promesas que no siempre se cumplen: “De hecho uno como mamá miente a veces, que uno cumpla… de diez prometiendo, cinco sí los cumple” (PGF3-146), e incluso recurren al castigo físico: “Se me pone a llorar y a patalear y que no lo va a hacer […] yo lo obligo con el fajón, o sea, me regañan que yo por todo le pego, pero si no me hace caso, toca” (PGF5-57).
Este tipo de prácticas, además de las secuelas por el maltrato físico que pueden dejar, podrían reforzar la tendencia de las personas al cambio, la venta y la permuta, así como el mantenimiento de lógicas dominantes como la dependencia respecto de la producción y del consumo como sinónimos de bienestar, la competencia y la coacción, en especial cuando se promueven desde la primera infancia (Salazar-Espinal & Ceballos-Jiménez, 2017).
Los significados sobre las prácticas de cuidado que van construyendo los niños en la interacción con sus cuidadores van siendo aprehendidas y apropiadas como el justo proceder y luego las ponen en práctica con sus semejantes al momento de resolver conflictos y alcanzar sus objetivos. Así, muchas veces el principal mecanismo termina siendo la imposición violenta o condicionada de sus intereses (Martínez-González & Amar, 2017).
Satisfactores violadores en las prácticas de cuidado que imposibilitan la resolución de las necesidades axiológicas de los infantes y sus cuidadores
Entre las prácticas de cuidado mencionadas por los participantes, se encontró satisfactores violadores o destructores, considerados de esta forma porque en general son acciones que imposibilitan la resolución de las necesidades axiológicas de los infantes y su uso lleva a las familias a pensar en medidas cada vez más dañinas para el control de la conducta de los niños. La Figura 5 presenta la posible articulación de la práctica de reorientación de la conducta con el satisfactor confinamiento en espacios reducidos, que, en este caso, truncan la potencial satisfacción de las necesidades axiológicas.
El confinamiento en espacios reducidos apareció como un caso aislado, pero se evidencia en la siguiente frase: “Cuando cada vez, para que ella no me desordene el cuarto, cada cosita, la meto en la lavadora, paradita ahí” (PGF1-21).
Los cuidadores pueden tener la idea de que estas medidas están dirigidas a satisfacer la necesidad de entendimiento, pero pueden terminar provocando una gran sensación de desamparo y abandono, afectando de manera significativa la posibilidad de crecer con la satisfacción de las diversas necesidades axiológicas, en particular el afecto, la creación y la libertad. Es necesario considerar que esta práctica que resulta llamativa no es más que un ejemplo de la práctica parental preocupada por limitar la movilidad de los niños, bien para protegerlos de accidentes en medio de los elementos del hogar, bien para evitar que hagan daños cuando han empezado su proceso de exploración del entorno. Esta participante señala el uso de la lavadora cuando está apagada como un implemento del que dispone en su casa, mientras que otros cuidadores, por ejemplo, optan por caminadores, cunas u otros desarrollados para limitar el movimiento en el espacio doméstico (Benito-Alonso, 2017).
Esta práctica pretende solucionar la incapacidad de los cuidadores para manejar las conductas disruptivas de sus hijos, pero impide alcanzar niveles progresivos de autodependencia, conduciendo así a la aniquilación de un desarrollo sinérgico y promoviendo la resolución de conflictos de un modo irreflexivo. El desarrollo infantil requiere de la exploración segura del espacio, la cual no se consigue limitando el movimiento sino acompañando el descubrimiento, que aportará no solo al proceso de maduración física, sino también al emocional y social de los infantes (Amar & Martínez-González, 2011).
Es preciso recordar que lo expuesto no fue una práctica generalizada. Se ha presentado con la intención de acercarse a un posible satisfactor destructor, por tanto, se invita a futuras investigaciones a conocer las características de posibles satisfactores destructores que puedan existir en las prácticas de cuidado implementadas en estas comunidades.
Conclusiones
Esta investigación ha buscado caracterizar las prácticas de cuidado involucradas como satisfactores para el desarrollo de los niños en familias de contexto ruralurbano, desde la perspectiva del desarrollo a escala humana en el sur del departamento del Atlántico. Y se ha encontrado que los satisfactores compartidos con mayor frecuencia, entre las familias estudiadas, son sinérgicos, inhibidores y pseudosatisfactores. En todas las circunstancias, los satisfactores aportan a la significación y resignificación que las personas hacen sobre los objetos cotidianos, los cuales se transmiten generacionalmente y señalan el camino que seguirán las nuevas generaciones en el cuidado de sus hijos.
Los satisfactores sinérgicos evidenciados mostraron gran carga afectiva y un favorecimiento generalizado para la satisfacción de las distintas necesidades axiológicas. Por su parte, los inhibidores y los pseudosatisfactores se concentraron en la reorientación de la conducta de los hijos, develando dificultades que se presentan en la crianza para obtener resultados en el proceso formativo. La coexistencia de prácticas tradicionales con prácticas asociadas a las tecnologías de la contemporaneidad y a los bienes que ofrece el mercado, evidencian la necesidad de un acompañamiento para que los cuidadores promuevan el desarrollo de sus hijos con prácticas para su socialización que no refuercen la dependencia respecto del consumo y la violencia como garantes del bienestar.
Con base en lo planteado resulta oportuno que las poblaciones de estos municipios -por su cualidad rural-urbano- implementen prácticas dirigidas al cuidado que impliquen o conlleven satisfactores sinérgicos que les permitan, en especial a los infantes, crear, modificar o mantener significados que aporten a elevar los niveles de autodependencia e impulsar un desarrollo que propicie el rompimiento de lógicas dominantes de sometimiento a la producción y al consumo.
Una de las limitaciones al realizar la investigación fue que solo se conoció la perspectiva de los adultos y no se conocieron las creencias de los niños sobre estas u otras prácticas de cuidado, ni los satisfactores implementados por sus cuidadores. Además se debe mencionar la escasa participación por parte de los hombres en su rol de cuidadores, que quizá no permitió ver su postura reflejada de manera significativa, pero que también da cuenta de una cultura donde todavía el cuidado infantil está muy relegada a las figuras femeninas y donde el hombre principalmente se manifiesta como el proveedor, aun cuando muchas veces las mujeres consiguen el sustento a través de prácticas productivas no formales y/o basadas en la solidaridad comunitaria.
Este trabajo deja algunas reflexiones y preguntas. Una es si existen diferencias entre las prácticas de cuidado y sus satisfactores, es decir, los que utilizan las familias de estos municipios respecto a los que se implementan en los diferentes estratos sociales en las áreas urbanas o en las de mayor ruralidad en el país, por lo que se sugiere profundizar en este tipo de investigaciones. Dado que el desarrollo no es un proceso homogéneo ni generalizado, sino que adquiere matices desde lo local y su conocimiento, podría favorecer lógicas de intervención desde los instrumentos de planeación para que fueran más coherentes con la cultura y las realidades de las comunidades.