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Política y cultura

versión impresa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.29 México ene. 2008

 

Cultura Política

 

Las teorías de sistemas en el estudio de la cultura política

 

Ángel Gustavo López Montiel*

 

* Tecnológico de Monterrey, Campus Ciudad de México. Dirección electrónica: anlopez@itesm.mx

 

Artículo recibido el 13–03–07
Artículo aceptado el 26–03–08

 

Resumen

El presente ensayo busca delinear de manera descriptiva y analítica, los principales impactos de las perspectivas sistémicas en la ciencia política, aterrizando su aplicación al espacio de la cultura política. Identificaremos corrientes metodológicas que nos permitirán ubicar su impacto en la construcción de interpretaciones sobre los tipos de cultura, las actitudes, opiniones, conductas, etc. Con el objeto de plantear las dificultades metodológicas que aún se mantienen al interior de la ciencia política y la necesidad de construir herramientas metodológicas propias adecuadas al tipo de fenómenos que se estudian en la disciplina para incrementar su capacidad de análisis e interpretación.

Palabras clave: sistemas, ciencia política, cultura política, metodología.

 

Abstract

This essay seeks to build analytically and descriptively the main impacts of systemic perspectives in the study political culture. Based on the conceptual elements made by the systemic trends in political science, we can identify its developments in the area of political culture, allowing for the interpretation about kinds of cultures, attitudes, opinions, behaviors, etc. This perspective places a discussion about methodological difficulties for political scientists in the study of specific issues of politics, drawing common bases of methodological tools more adequate to the phenomena under study and interpretation.

Key words: systems, political science, political culture, methodology.

 

INTRODUCCIÓN

Durante las décadas de 1950 y 1960 en el siglo XX, la ciencia política se vio favorecida por la introducción de nuevas perspectivas teórico–metodológicas que permitieron el desarrollo de problemas que hasta el momento habían sido poco estudiados, debido a los límites que la disciplina enfrentó históricamente. La aplicación de metodologías formales e informales profundizaron el entendimiento e interpretación de diversos fenómenos en las subdisciplinas, e iniciaron una "revolución" en el estudio científico de la política, sin precedentes desde su origen.1 Fue un movimiento orientado al futuro, como lo describían en la época, que impactó y determinó sustancialmente nuestro destino técnico–metodológico y que algunos denominaron, no con mucha precisión, "conductismo".2 Implicó la necesidad de pasar de formas de investigación basadas en el deber ser y el juicio ético, a la descripción, la explicación, la interpretación y la verificación, a pesar de límites asociados a las nuevas herramientas empleadas en esos esfuerzos.

Uno de esos fenómenos que rápidamente atrajeron la atención de los estudiosos fue el de la cultura política,3 definida como tal a partir de planteamientos sistémicos de tipo desarrollista, particularmente los de Almond, Verba, Powell, Pye, etc., que marcaron uno de los momentos de mayor discusión e innovación en la disciplina. Las estrategias de estudio e interpretación de los elementos asociados al entendimiento de la cultura implicaron la aplicación, que poco a poco se fue haciendo más intensa, de técnicas estadísticas descriptivas e inferenciales que después favorecieron la incorporación de técnicas más avanzadas con resultados diversos en la investigación politológica, pero que abrieron una brecha de especialización y formación, todavía hoy poco consistente como subcampo, al interior de la disciplina.

En ese contexto, el presente ensayo busca delinear de manera descriptiva y analítica los principales impactos de las perspectivas sistémicas, aterrizando su aplicación al espacio de la cultura política. A partir de los elementos definitorios de las diversas corrientes sistémicas en la ciencia política, podremos identificar corrientes metodológicas específicas en el estudio de dicho tema que nos permitirán ubicar su impacto en la construcción de interpretaciones sobre los tipos de cultura, las actitudes, opiniones, conductas, etc., que son determinantes en los resultados políticos. Lo anterior, con el objeto de plantear las dificultades metodológicas que aún se mantienen al interior de la disciplina y proponer vertientes de investigación y desarrollo con las que se podrían superar.

 

LA TEORÍA GENERAL DE SISTEMAS Y LAS TEORÍAS DE SISTEMAS

Desde su inicio, la ciencia política había recibido la influencia del derecho, la historia, la filosofía y la sociología, pero desde los años cincuentas la economía por un lado, y la psicología, la antropología, la sociología política, la cibernética y la biología, por el otro, introdujeron métodos que ayudaron a enriquecer las formas de explicación disponibles para los investigadores, haciendo posible ampliar las bases metodológicas para el diseño, conducción e interpretación de la investigación.

La influencia de la teoría de sistemas, o mejor dicho de las teorías de sistemas en la ciencia política tuvo varias vertientes que dominaron distintas formas de interpretación política y que derivaron en la observación más minuciosa y consistente de los fenómenos. Antes de entrar al estudio de ellas, podemos ubicar la noción de sistema como una idea en el contexto del pensamiento social, más que como un descubrimiento científico reciente. Lo anterior, porque podemos identificar distintas aproximaciones del pensamiento humano a la forma en que las cosas funcionan, que se asemejan en mucho a los modelos creados por las distintas corrientes del pensamiento sistémico desde el siglo XVIII con la revolución científico–tecnológica que marcó el nacimiento de una era con intereses, prácticas y formas de pensar diametralmente distintas a las que había hasta el momento.

Las explicaciones de la organización de las cosas, determinada por la racionalidad o por la suerte, fueron elementos fundamentales en las primeras conceptualizaciones formales sobre la idea del sistema.4 El nacimiento de una visión orgánica de los seres vivos –donde las partes se dejaron de estudiar como elementos aislados y se identificaron como componentes de un todo, con lo que se generaban posibilidades de explicación de procesos, puntos de coordinación, funciones, etc., que no era posible observar– fue la base de lo que después se llamó teoría de sistemas. A partir de la idea de la "complejidad organizada" o la interrelación de muchos componentes, aunque no de manera infinita, se dio la posibilidad de avanzar en la construcción de un esquema que permitiera mantener las necesidades planteadas por la investigación de relaciones causales, con elementos complejos, de una o más variables, pero observando también problemas de orden, forma e interconexión, con lo que surgió la "Teoría general de sistemas".

Un conjunto de esfuerzos provenientes de disciplinas como la química, la biofísica, la fisiología, la biología, algunas partes de las matemáticas, la termodinámica, la psiquiatría, etc., hicieron posible la creación del modelo de sistemas abiertos, definiendo propiedades como el todo, la suma de las partes, el crecimiento, la competencia interna, los procesos, la centralización, la descentralización, los fines, el dinamismo, la estática, etc. A su vez, algunas interpretaciones de la cibernética, la electrónica, partes de la física y la química, crearon otro tipo de aproximaciones sistémicas cerradas para el tipo de fenómenos que enfrentaban.

En este sentido, podemos identificar tres tipos del uso de la palabra "sistema". Por un lado, podemos referirnos al sistema como una descripción de algo. Es decir, un sistema es un conjunto de elementos que se interrelacionan entre ellos y con el ambiente.5 Este uso es básicamente definitorio del objeto que queremos estudiar, pero no va más allá, pues no cuenta con elementos teóricos que impliquen una discusión sobre su potencial de explicación para un fenómeno en particular.

En una segunda utilización, el sistema se refiere a las maneras de construir explicaciones sobre cómo un conjunto de elementos se estructuran, se relacionan y se conectan con el ambiente. Sirve para plantear las diferencias al interior de los enfoques sistémicos dentro de la propia teoría de sistemas. Esto es relevante para nuestro objeto de estudio, puesto que concebir el origen de nuestras perspectivas sistémicas nos ayuda a entender las técnicas que se emplean para la medición y explicación de su comportamiento.

El tercer uso es el de la aplicación de una perspectiva específica sobre los sistemas que incluye conceptos analíticos, metodologías y enfoques sobre el concepto de sistema en el estudio de un fenómeno. En este sentido, las siguientes partes de este documento se refieren a la segunda y tercera formas de su utilización en la disciplina.

 

CIENCIA POLÍTICA Y TEORÍA DE SISTEMAS

Antes de pasar a una revisión básica de los enfoques sistémicos en la ciencia política en el siguiente apartado, debemos mencionar que todos ellos parten de esquemas teóricos distintos, a pesar de que en el desarrollo posterior de la disciplina se les ha ubicado como parte de una misma corriente. Sus diferencias en términos de la forma de ubicar el objeto de estudio, así como de los atributos de los elementos y procesos que se identifican en cada perspectiva sistémica, van más allá de una interpretación simplemente metodológica y hacen sentido a la segunda forma de utilización de la palabra sistema como la referimos en el apartado anterior.

De esta manera, la ciencia política se vio envuelta en esta vorágine de transformación teórica y metodológica donde el enfoque sistémico ayudó a ubicar de mejor manera el objeto de estudio, pero fundamentalmente a esquematizar nuevas formas de explicación y profundización sobre el proceso político. En este sentido, el desarrollo de enfoques teóricos robusteció el trabajo científico con la ayuda de otras disciplinas ya adelantadas en este esfuerzo, permitiendo también la evolución y consolidación de la política comparada como subdisciplina, que tiene como uno de sus elementos básicos de desarrollo el estudio de los sistemas políticos.6 Sin embargo, un problema de medición reside en la definición de la unidad de análisis a seguir, partiendo del reconocimiento de que la cultura es un problema de comportamiento individual, ¿a quién analizamos? ¿a la persona? ¿al votante? etc.7

El sistema político, bajo cualquier enfoque, es fundamentalmente un modelo que nos permite abstraer un fenómeno para entenderlo, interpretarlo y explicarlo.8 Así, un modelo cumple algunas funciones para nuestra ventaja, como organizar las partes del fenómeno, proveer elementos heurísticos para la creación de nuevo conocimiento, generar posibilidades de predicción y ser mensurable. A este particular regresaremos más adelante para establecer las formas y la efectividad de los modelos sistémicos bajo estudio, en la explicación de la cultura política. otra perspectiva es la de Deutsch, que si bien no fue tan popular como Easton y Almond, es muy importante no sólo por ser una alternativa, sino que también modifica nuestro entendimiento de la cultura, al experimentar con formas de explicación en que la cultura se entiende como un modelo ideal, no logrado, y que debe ser ubicado como objetivo.

 

DAVID EASTON Y LA CAJA NEGRA

En su búsqueda por desarrollar "teorías generales y empíricas como la forma más económica en el camino para entender la vida política",9 Easton desarrolló uno de los planteamientos más influyentes al interior de la ciencia política. Su interés se centró en explicar de qué manera se toman y ejecutan las decisiones autoritativas al interior de la sociedad. Introducir la idea del sistema en la política, implica la posibilidad de diferenciar a la política de cualquier otra actividad social y examinarla como si fuera un contenedor rodeado, y por lo tanto diferente, por un ambiente en el cual opera y que crea resultados que son aplicables para todos los componentes del sistema.

Lo que mantiene al sistema funcionando son entradas10 en forma de demandas y apoyos que son convertidos en resultados en términos de decisiones políticas de varios tipos, que tienen consecuencias para el ambiente y para el sistema mismo en que existe. Estas decisiones son consideradas como importantes, pero están determinadas por el flujo de entradas que mantienen activo al sistema y que caracterizan a la acción política. De esta manera, identificar a un sistema y sus propiedades, sus unidades, sus fronteras y sus procesos son elementos de definición que nos permiten operar variables para el estudio empírico como tal. En este sentido, la diferenciación del objeto de estudio con respecto a su ambiente, o de los aspectos individuales que lo integran, permite sistematizar las formas de observación y búsqueda de patrones en el comportamiento de sus elementos. Finalmente, la articulación de dichos componentes para la toma de esas decisiones autoritativas y su ejecución, es otra dimensión del sistema que permite el estudio de los procesos inherentes a su funcionamiento.

La teoría de sistemas de Easton proviene de una perspectiva mecani–cista y cibernética que define de manera externa al sistema y lo considera una "caja negra" donde sus relaciones con el ambiente y otros sistemas se presentan gráficamente y con diagramas de flujo y bloques. Su forma general es la transferencia de entradas y salidas que se asumen como lineales y que se representan por grupos de decisiones, donde la diferenciación se da en términos del intercambio de información entre el sistema y su ambiente, y entre los elementos del sistema en sí, así como de control de sus funciones con respecto al ambiente.11

Como vemos, un aspecto fundamental de la teoría de Easton reside en las entradas y no tanto en los procesos, donde se ubican dos elementos fundamentales, por un lado la construcción de una teoría del apoyo político que podría derivar en una teoría de la política;12 y por el otro el estudio de la cultura como el atributo que moldea dichas entradas a la caja negra.13 En este último sentido se asume que los ciudadanos actúan en un contexto en que un conjunto de valores y prácticas moldean las metas y objetivos generales, así como los procedimientos que los ciudadanos sienten que deben ser usados.

Las culturas se diferencian en el sentido de que dan énfasis a aspectos o valores determinantes de conductas, que sirven para definir el tipo de demandas y la manera en que se expresan e introducen al sistema. Esto es lo que genera diferencias en los intereses individuales y colectivos. Así, en algunos espacios los bienes materiales, las ganancias económicas, la eficiencia racional, etc., se asumen como deseables, mientras que en otros es la armonía, la seguridad, etc., por encima de otras metas y objetivos configurados socialmente.

Estos estándares de acción y valores son los que definen no únicamente metas, objetivos y prácticas, sino que también inciden en los espacios y formas de conflicto que se consideran como relevantes en el sistema en particular, pero además también determinan el tipo de entradas que son aceptadas por el sistema. Por ejemplo, no es lo mismo en términos de la relevancia, contenido y mecanismos de entrada, iniciar una demanda laboral en el sistema político mexicano actual que hace 30 años, o entre el sistema político mexicano y el norteamericano, por las formas, mecanismos, valores, entendidos y prácticas, etc., que están definidas por elementos culturales.

Las entradas en términos de apoyos también resultan relevantes para el funcionamiento y vitalidad del sistema, puesto que determinan la forma en que los componentes se ordenan para procesar dichas entradas. En este sentido, el apoyo entre la comunidad, el apoyo al régimen y el apoyo al gobierno son elementos que están determinados, en parte, por los elementos culturales que configuran las percepciones de las personas sobre su participación en política, de hecho algunos autores transformaron esta perspectiva en la noción de confianza política al interior del estudio de la cultura,14 al mismo tiempo que se establecieron como elementos en la construcción de legitimidad política para el ejercicio del poder, pero además en aspectos funcionales del sistema en sí y que pretenden ser explicados por Easton como fundamentos de los resultados que el propio sistema genera.

 

KARL DEUTSCH Y EL ENFOQUE SISTÉMICO COMUNICACIONAL

Deutsch fue uno de los estudiosos que mantuvo, tal vez como nadie más, una posición militante a favor de la introducción al estudio de la política de métodos y técnicas más rigurosos que permitieran la construcción de argumentos sólidos, durables, examinables y verificables que provocaran el avance de la disciplina como ciencia, con respecto al resto de las ciencias, tanto sociales como "duras".15

A partir de un estudio sobre nacionalismo que interpretó como un problema de comunicación,16 así como de un texto que resultó controvertido pero muy sugerente sobre la conexión en términos de información entre gobierno y sociedad,17 Deutsch planteó un modelo basado en aquellos empleados por la perspectiva cibernética de Norbert Wiener.18 Para Deutsch, el "sistema es una clase particular de sistema...que mantiene coordinadas las expectativas de los individuos que en él viven y coordina buena parte del comportamiento mediante su cooperación y hábitos de obediencia que refuerzan las recompensas y castigos".19 Para Deutsch, las teorías y sus métodos hasta ahora utilizados en la política tienen límites para entender la manera en que el poder se ejerce y legitima en la sociedad, así como su función en la construcción de decisiones. A diferencia de Easton, no se interesa en las decisiones autoritativas como tales, sino en los procesos que las hacen posibles, lo que significa una diferencia sustancial en modelos sistémicos que tienen un origen similar.

Discutiendo con otros modelos sistémicos, fundamentalmente los organicistas, Deutsch asume que los conceptos de "mecanismo" y "equilibrio" de los sistemas orgánicos no pueden explicar los procesos de ordenamiento y reconfiguración del sistema social, puesto que los elementos de éste último se comportan obedeciendo aspectos que no son codificables de manera permanente. De la misma forma, los modelos históricos son deficientes en sus elementos estructurales y potencialidades de cuantificación, por lo que tampoco son una herramienta relevante en la comprensión de los procesos de toma de decisiones, más que en la medida en que aportan información relevante para el estudio de procesos que pueden ser similares a los que ahora utilizamos. También se desliga del estructural–funcionalismo como corriente metodológica por presuponer metas y objetivos colectivos, pero no lograr explicar la forma en que dichos objetivos son creados.20

La solución a estas deficiencias es vista a partir de la adopción de un modelo cibernético, debido a sus procesos de comunicación y control que pueden generar mayor posibilidad de explicación.21 Para Deutsch, el modelo de redes de información permite mucha más flexibilidad en el análisis político pues incluye mecanismos para ubicar los problemas de búsqueda y modificación de objetivos, porque ambos dependen del desempeño en el ambiente, información recibida desde el sistema e información sobre desempeños anteriores. De esta manera, una red de información es un sistema caracterizado por grados relevantes de organización, comunicación y control, independientemente de los procesos particulares a través de los cuales sus componentes transmiten sus mensajes y cumplen sus funciones.

La información puede ser transmitida, guardada, analizada y medida, pero independientemente de su forma y mecanismo de transmisión, ésta no cambia. Lo que sí puede ocurrir es que la información se pierda, lo que puede generar un efecto de eficiencia, o que el canal funcione efectivamente entre los componentes y en relación a otros canales, lo que genera un efecto de complementariedad, conceptos que permiten la operacionalización de variables que pueden ser mensurables para evaluar el funcionamiento del sistema.

Es este último concepto el que resulta relevante en la medición de la cultura, puesto que permite observar el grado de pertenencia de los elementos del sistema utilizando variables de cohesión, símbolos, hábitos, etc., que les permitan transmitir, combinar, recordar, etc., la información que obtienen a partir de la interacción en el sistema. De esta manera, los cambios inducidos por mecanismos externos o internos reciben la misma atención, mientras que el grado de integración y cambio del sistema depende de la eficiencia de los códigos y canales de comunicación. El control de la retroalimentación se establece como una contraparte a la idea del equilibrio de otros modelos sistémicos, que puede responder a nuevas informaciones y que puede corregir resultados sobre la base de esa nueva información y que puede ser asumido entonces como un mecanismo de evaluación continua, mensurable, de la forma en que el sistema alcanza sus fines e impacta a su ambiente y aprende de él. Así, el modelo es fundamentalmente un esquema de medición de desempeño del sistema y sus procesos, más que de los resultados y su impacto en el sistema mismo.

Tiempo después Deutsch afinó los esfuerzos conceptuales sobre el sistema político, definiéndolo como "una colección de unidades reconocibles que se caracterizan por su cohesión y covarianza. Cohesión significa permanecer unidos o formar un todo...Covarianza significa cambiar juntos".22 De esta manera, en la medida en que las unidades varían juntas y se mantienen unidas son interdependientes de manera asimétrica o simétrica, lo que da consistencia al sistema y posibilidad de clasificación dependiendo del comportamiento de dichas variables. El sistema político entonces se entiende por la interdependencia de sus componentes y por las transacciones entre ellos, que en el sentido de que pueden ser medidas en diversas formas, ya sea por la cantidad de información intercambiada entre componentes, entre el sistema y el ambiente o su intensidad, su configuración, etc., presupone lógicas propias y comportamientos observables. un elemento relevante en el planteamiento de Deutsch, tiene que ver con la introducción del problema del conflicto al sistema, lo que hace posible definir niveles de sistemas para el ordenamiento de los intereses de los componentes que los integran y tener mayor movilidad, y que pueden derivar de la simetría o asimetría dada por las condiciones anteriormente mencionadas.

 

GABRIEL ALMOND Y BINGHAM POWELL, UN MODELO SISTÉMICO PARA EL ESTUDIO DEL DESARROLLO Y LA MODERNIZACIÓN

Almond y Powell son parte de una misma tradición de investigación científica. Como defensores de la corriente conductista, aunque distintos de Easton, construyen un modelo que busca el entendimiento del sistema político fundamentalmente como un sistema de "acción"23 en el que se estudia el comportamiento observable de los elementos del sistema, lo que implica un soporte teórico basado en Weber, haciendo referencia parcial a Parsons. Esto último es relevante puesto que incorporan una visión de la sociología política que abrió discusiones y vertientes de desarrollo relevantes para la disciplina, consolidando incluso las potencialidades del método comparativo.

El concepto de sistema de Almond y Powell, hace referencia al de proceso político, con la diferencia de que el sistema incluye la totalidad de las unidades relevantes, la interdependencia entre las interacciones de las unidades, y una cierta estabilidad en la interacción de estas unidades, entendido esto último como equilibrio cambiante.24 En esta concepción sistémica, el rol cumple una función importante como un elemento que permite la acción en un contexto de interacción de actores. Hasta aquí las perspectivas sociológicas del sistema y del rol permiten un entendimiento parcial de la política, puesto que el problema del poder no necesariamente se limita a estos dos aspectos. Por ello, incorporan la concepción Weberiana que asume el monopolio del uso de la fuerza como un aspecto sustancial del ámbito político. El sistema es definido como "los patrones de interacción de roles que afectan decisiones, respaldadas por la amenaza de la fuerza física".25

En este contexto, cada sistema político, como un modelo de acción, incluye una orientación hacia tipos de acción política, determinados por actitudes, valores políticos, ideologías, caracteres, etc., que en conjunto generan funciones políticas. Basados en el esquema parsoniano de la acción, ubican los tres componentes sobre los que ésta se construye: la percepción (cognición), la preferencia (cathexis), y la evaluación de estándares y valores a los dos primeros.

De esta manera, para Almond la cultura política es precisamente el patrón de orientación a la acción política hacia el interior del sistema. Dicho patrón no necesariamente coincide con las fronteras del sistema, y tampoco es lo mismo que la concepción general de cultura, pues está diferenciada de ésta y tiene autonomía. Estos elementos les permiten construir clasificaciones de los distintos tipos de sistemas políticos, más que utilizar conceptos como partidos, ideología, etc.,26 cuyas posibilidades de comparación son más limitadas.

En la identificación de funciones sistémicas ubica a las entradas o funciones políticas: 1.– la socialización política, que es el conjunto de procesos a través de los cuales nos vamos familiarizando con la política y que van determinando nuestras actitudes a lo largo de la vida; 2.– la articulación de intereses, que son los mecanismos con los que se establecen relaciones de mediación y vinculación entre intereses, para la acción política; 3.– la agregación de intereses, que son las formas en que los intereses se articulan y cómo actúan una vez cohesionados; 4.– la comunicación política, que incluye las estrategias, símbolos, mensajes, etc., que se utilizan para relacionarse entre actores.

De la misma forma, tenemos salidas o funciones de gobierno: 1.– gobierno, como el conjunto de instituciones, organizaciones y decisiones sobre recursos públicos; 2.– aplicación de la ley, a partir de las organizaciones del gobierno que tienen la responsabilidad de hacer cumplir las normas; 3.– formulación de la ley, como el acto de legislar.27 En 1965,28 Almond ajusta la primera entrada al diferenciar la socialización política de los procesos de incorporación individual al sistema como tal. Posteriormente, ubica únicamente tres funciones, 1.– socialización política; 2.– cooptación, como un mecanismo de incorporación basado en incentivos y manejo de recursos; 3.– comunicación,29 perspectiva que permanece estable a lo largo de sus textos recientes. En este sentido, la cultura política se convierte en un elemento de la socialización política y se entiende como una distribución particular de actitudes, valores, sentimientos, información y habilidades políticas. La cultura entonces afecta la conducta de los ciudadanos y sus líderes a lo largo del sistema político, determinando entonces el tipo de entradas al sistema, pero también el tipo de resultados que emanan de él, convirtiéndose en variable explicativa.

 

EL ESTUDIO DE LA CULTURA POLÍTICA Y TEORÍAS DE SISTEMAS EN LA CIENCIA POLÍTICA

La descripción anterior sobre los enfoques sistémicos, es relevante porque nos permite entender entonces qué se busca explicar, para entrar a la discusión sobre cómo se ha hecho y si se ha hecho metodológicamente de manera adecuada. El concepto de cultura política es uno de los más difusos y sobreutilizados al interior de la ciencia política, pero a pesar de ello diversos autores han planteado su valía en el análisis30 como un sistema de significados o como un esquema de organización de la vida política. Podemos diferenciar dos vertientes fundamentales de estudio de la cultura que se generaron a partir de los esquemas analizados: el nivel general y el nivel particular. En la primera, las concepciones de cultura se derivan de Weber y Parsons, y en menor medida de Kroeber,31 mientras que en la segunda son los enfoques comunicacionales los que aterrizan en elementos mucho más particulares de la interacción social para explicar sus efectos. Esto es relevante puesto que el enfoque metodológico que construye las formas de medición, varía de acuerdo a la concepción teórica que se plantee, y también influye en las técnicas empleadas para la recolección de datos y el análisis.

En su vertiente general, los enfoques sistémicos de Almond y Powell, y de Easton, son los que ofrecen las mejores formas de operacionalización por su visión sobre la acción y la conducta individual y colectiva. En el sentido estricto, el esquema de Easton presenta posibilidades más limitadas que las de Almond y Powell, debido a la naturaleza del esquema que ya ha sido mencionado anteriormente.

Sin embargo, en el desarrollo de las variables de las entradas al sistema como mecanismos básicos del mismo para la generación de respuestas, se encuentran aspectos valiosos32 como la teoría de las entradas como apoyos en sus dos formas, difusos y concretos, lo que lleva a la explicación de otras variables del comportamiento político como el voto o la participación, los que después ajusta como parte de la variable de la confianza política y la legitimidad.33

En el caso del enfoque de Deutsch, las posibilidades de operacionalización de variables responden a otra lógica que tiene más que ver con el proceso y la efectividad del mismo al interior del sistema que con el resultado, pero tiene también un potencial de medición debido a la posibilidad de identificar variables más claras en el proceso como tal, pero que no gozó de la aceptación con que contó el esquema propuesto por Almond y, en menor medida, el de Easton. Este último desarrolló una teoría en que las entradas en términos de apoyos al sistema, son fundamentales en su operación, pues dan forma y fluidez a dos tipos de poder, el poder difuso y el poder específico, así como los procesos de socialización que hacen posible la legitimidad en el sistema.34

El objetivo de Almond y Verba era "establecer la relación entre las actitudes y motivaciones de individuos discretos que forman los sistemas políticos y el carácter y desempeño del sistema político". Esta definición no está lejos de ser problemática, pues un primer cuestionamiento fue hasta qué punto cultura política es una variable que puede ser estudiada en sus propios términos y sus determinantes, con respecto a otras variables. Se definió entonces como las actitudes de las personas hacia el sistema y sus partes, así como actitudes sobre la participación de esas personas en política. Estas actitudes tienen tres orientaciones, la cognitiva, la afectiva y la evaluativa,35 bajo el esquema parsoniano, donde se definieron variables.

De esta forma, desde el enfoque de Almond, Verba y Powell, la cultura política se operacionalizó en otros conceptos de segundo grado como la confianza, la eficacia, las preferencias políticas, la socialización política, etc., de los que a su vez derivaron variables que tendieron a indicar y luego medir las formas de comportamiento al interior de los sistemas, generando posibilidades de explicación y comparación. Esto fue relevante pues se pusieron en juego las potencialidades metodológicas no únicamente de las teorías, sino de la disciplina como tal.

 

LA CONSTRUCCIÓN DE LA MEDICIÓN DE LA CULTURA POLÍTICA A PARTIR DE LOS ENFOQUES SISTÉMICOS

En apartados anteriores se ubicó la idea de la utilidad de los modelos. Cuatro dimensiones fueron mencionadas, que en su conjunto configuran la robustez de una construcción abstracta. La capacidad de ordenamiento de los elementos de un fenómeno que el modelo presenta, la capacidad heurística que permita el descubrimiento de conocimiento nuevo sobre el problema, la capacidad predictiva en varias escalas, desde el simple si–no hasta posibilidades de explicación más elaboradas, así como la capacidad de medición en términos indicativos o efectivamente medidos.

En la medición de la cultura política podemos encontrar dos discusiones: investigación inductiva vs. deductiva e investigación cuantitativa vs. no cuantitativa. Los primeros planteaban un interés en la explicación científica, buscando relaciones y correlaciones de dos o más variables. Los deductivistas se interesaban en la construcción de modelos que a priori explicaran el fenómeno. La investigación cuantitativa involucraba el método estadístico, mientras que la no cuantitativa asumía que la primera no era sustituta de la relación cualitativa.

Esta discusión entre lo cualitativo y lo cuantitativo se desarrolló sobre lo que me parece un falso dilema en términos del objeto de la investigación, pues su principal diferencia radica en las técnicas utilizadas, pues incluso al adoptar una u otra perspectiva, las discusiones que se dan a su interior se refieren a aspectos generalizables a ambas tradiciones.36

Lijphart planteó como una alternativa metodológica la construcción de una perspectiva ecléctica que integrara los métodos experimental, estadístico y comparativo, pues sus principales diferencias residen en la cantidad de control de las variables.37 Puesto que la experimentación no es siempre posible, la construcción de correlaciones estadísticas parciales para descubrir tendencias es una herramienta alternativa. Esas correlaciones son parciales porque no necesariamente integran datos sobre cada componente de las variables, o datos importantes de los casos estudiados. La construcción de variables para el estudio de la cultura requiere, como dice Easton,38 un indicador sobre cualquier comportamiento humano identificable. La inducción y la utilización de la estadística descriptiva para encontrar tendencias actitudinales y de comportamiento, así como relaciones simples con variables sociodemográficas fueron herramientas iniciales. Podemos ver la incorporación gradual de técnicas estadísticas inferenciales que permitieron avanzar hacia generalizaciones de las poblaciones bajo estudio, acerca de orientaciones, percepciones, opiniones, actitudes que determinaban el comportamiento en diversas dimensiones como la participación política no electoral, las elecciones, las entradas de demandas al sistema, u otras formas de comportamiento político, en ocasiones en términos de grupos, etnias, regiones, etc.

Las técnicas más usadas en el estudio de la cultura fueron desde la distribución de frecuencias, medidas de tendencia central, medidas de dispersión, medidas de dispersión relativa, hasta las regresiones lineales.39 Sin embargo, la diversidad de intereses sobre los problemas de la cultura, generó la construcción de variables en todos sus tipos, nominales, ordinales, de intervalo, que implicaron la necesidad de técnicas específicas en su nivel de medición como la Chi cuadrada, la V de Cramer, Lambda, Q de Qules, Q de Yules, Tau, D de Somers, Gamma, r de Pearson, R2, etc.40 El problema no fue la utilización técnica de estas herramientas, pues usual–mente era impecable, sino la adaptación de las variables bajo estudio a una lógica que no necesariamente les era propia.

Las capacidades predictivas de los modelos en la cultura política tuvieron variaciones significativas. Por un lado, el modelo de Almond y Verba tuvo alcances importantes en ubicar variables que permitían identificar comportamientos específicos que variaban de acuerdo al tipo de tendencias actitudinales en la dimensión de la cultura, y que coincidían con tipos de sistemas en términos del régimen existente. En este sentido, por ejemplo, los conceptos de cultura cívica, parroquial y tradicional permitieron afirmar, no sin discusión obviamente, que la variación en las formas de participación, grado de participación (eficacia), confianza, preferencias partidarias, etc., se relacionaba con un tipo de régimen y en la medida en que estos comportamientos se modificaran, pues entonces también podría inferirse la existencia de un cambio hacia un régimen distinto. Sin embargo, persistieron cuestionamientos a estas capacidades de predicción debido a la inconsistencia de los diseños de investigación, a su ajuste a las necesidades y conceptos, así como a la discusión sobre qué variables eran las relevantes y cuáles, así como a la acusada utilización acrítica de las técnicas de análisis.

Otro aspecto importante fue el estudio del comportamiento político derivado de la cultura, y sus efectos en el sistema político, así como la capacidad de predicción de los modelos. En términos del comportamiento, algunas críticas fueron importantes como aquella donde se afirmaba la incapacidad de la metodología por conectar actitudes con comportamiento,41 así como su inhabilidad por definir conceptos de manera clara para conectar entre situaciones distintas,42 o por contener errores de consistencia entre la personalidad y el comportamiento de las personas.43

Los estudios comparativos sobre cultura política tuvieron críticas en la recopilación de datos, imbuidos por los sesgos en el diseño de investigación, muéstreos incorrectos, fraseo sin atender poblaciones específicas, mala adaptación de los diseños de investigación, etc., muchos de los cuales fueron respondidos en el segundo volumen titulado The Civic Culture Revisited,44 asumiendo errores, pero resaltando los descubrimientos que habían generando avances importantes en la disciplina.

La evolución de estas formas de medición posterior a los años setentas tuvo vaivenes que diversificaron las técnicas disponibles. La intensificación de estudios sobre comportamiento electoral, procesos políticos, toma de decisiones, actitudes políticas, procesos de socialización, movimientos sociales, grupos de interés, etc., llevó a una lluvia de discusiones sobre aspectos específicos de las técnicas, mejorando el proceso estadístico, pero no necesariamente contribuyendo a la construcción y validación de teorías.45

 

CONCLUSIÓN: TÉCNICAS DE MEDICIÓN EN LA CIENCIA POLÍTICA, EL FUTURO

Si bien los enfoques sistémicos tuvieron un fuerte impacto en la forma en que se hacía ciencia política antes de los años cincuentas, resultaron limitados en la construcción de metodologías propias de la disciplina.46 La revolución conductista legó la utilización de formas de medición de la conducta política, pero posiblemente se sobresaturó la disciplina de técnicas que a la larga dejaron poco pues éstas han probado ser débiles en diversos aspectos.47 Aún hoy, en la ciencia política tenemos estándares metodológicos diversos, algunos utilizan aquellos derivados de la economía, mientras que otros asumen los de la sociología, y muchos otros incluso utilizan los de la psicología. En este sentido nuestras capacidades metodológicas son poco consistentes originando dispersión en el conocimiento que se produce como disciplina.48

La mayor parte de las herramientas estadísticas han sido importadas de otras disciplinas casi sin cambio alguno, lo que implica que no están adaptadas a las necesidades de investigación y de temas que requerimos. En ocasiones, nos formamos como politólogos expertos en metodologías cuantitativas creadas para problemas de otras disciplinas. En muchos sentidos, los politólogos aprendemos metodologías que nos causan más problemas que aquellos que se solucionan en la investigación, e incluso los datos no observables que podemos ubicar a partir de éstas herramientas pueden permanecer ocultos si no hacemos adaptaciones a dichas técnicas. Por ejemplo, en ocasiones utilizamos la regresión linear que nos obliga a operacionalizar variables como continuas sobre un concepto discreto, generando error en los resultados y por lo tanto interpretaciones parciales y/o erróneas. Un autor afirma que "hay evidencia en el sentido de que los fundamentos endebles [de la metodología] han debilitado las estructuras intelectuales a lo largo de la disciplina",49 al mismo tiempo que la falta de comunicación entre los investigadores provoca que se dupliquen esfuerzos y se sigan analizando metodologías cuando otras ya resolvieron los mismos problemas.50

Análisis factorial, series de tiempo de diversos tipos, modelos lineares logarítmicos para tablas de contingencia, autorregresión vectorial, inferencia ecológica, medidas dicotómicas, entropía, etc., son técnicas que han sido incorporadas al bagaje de la disciplina pero de manera poco crítica y siguiendo modas metodológicas.51 Es cierto, los estudiantes en la disciplina tienen que saberlas y usarlas, pero fundamentalmente deben entender la lógica de su utilización y los alcances de la misma para reducir su mala aplicación y generación de resultados inválidos o erróneos.

Un tema que ha surgido recientemente en el área metodológica de la ciencia política, tiene que ver con la validez de las mediciones, en el sentido de si la operacionalización y el registro de los casos y sus datos reflejan el concepto que el investigador quiere ubicar de manera adecuada.52 En este sentido, se han hecho planteamientos importantes sobre dos necesidades para el corto plazo: 1.– lograr la unificación de metodologías para el uso de la ciencia política, evitando la dispersión,53 y; 2.– lograr reconocimiento de las contribuciones de la ciencia política al desarrollo de los métodos, tanto cualitativos como cuantitativos.54 En ese sentido, los politólogos que están siendo formados en este momento, no deben ser bombardeados con técnicas de análisis estadístico de manera indiscriminada, sino que deben conocer, comprender la lógica y saber para qué sirven y cómo se aplican métodos que sean eficientes para el análisis e interpretación de los fenómenos bajo estudio.55 Dejar de pensar en el método como el fin y asumirlo como la herramienta es un objetivo.

La introducción de métodos formales al estudio de la política ayuda a los estudiantes no únicamente a comprobar o explicar algo, sino a generar ejercicios de teorización que los obligue a contribuir al desarrollo de nuevas formas de interpretación de los fenómenos.56 Introducir a los estudiantes en la construcción de modelos deductivos que vayan más allá de los límites de la lógica inductiva y a partir de los cuales podamos avanzar más en el entendimiento, explicación e interpretación de fenómenos, puede funcionar como un esfuerzo que complementa los logros metodológicos, con sus límites, que tenemos hasta ahora.

 

NOTAS

1 Easton, David. "The new revolution in Political Science", en The American Political Science Review, Vol. 63, no. 4, diciembre de 1969, p. 1501.         [ Links ] "This new Development is then a genuine revolution, not a reaction, a becoming, a preservation, a reform, not counter–reformation".

2 Digo, no con mucha precisión, porque no todas las formas de estudio de la política que recibieron esta etiqueta fueron genuinamente conductistas técnicamente, aunque en términos de representar una nueva escuela metodológica el término conductista puede ser utilizado. De la misma forma, su encuadre en una tipología estructural–funcionalista en términos llanos también tendría algunos cuestionamientos. Aunque no es el tema de este documento, ver el artículo de Gerard Bergeron. "Structure des "fonctionnalismes" en science politique", en Revue canadienne de science politique, Vol. 3, no. 2, junio de 1970.        [ Links ]

3 En el resto del texto nuestra referencia a la cultura será al concepto de cultura política, a menos que se indique explícitamente lo contrario.

4 Bertalanffy, Ludwig Von. "The History and Status of General Systems Theory", en The Academy of Management Journal, Vol. 15, no. 4, diciembre, 1972. p. 405.        [ Links ]

5 Klir, Geoffrey. An Approach to General Systems Theory, New York, Reinhold, 1969. p. 25.        [ Links ]

6 Para mayor profundización sobre el tema ver, entre otros, Giovanni Sartori, La Política, México, Fondo de Cultura Económica, 1989;         [ Links ] Chilcote, Ronald. Comparative Politics, Boulder, Westview Press, 1994.        [ Links ]

7  Lichbach, Mark. Alan Zuckerman. Comparative Politics, Rationality, Culture and Structure. Cambridge University Press, 1997.        [ Links ]

8 Deutsch, Kart. "Mechanism, organism and Society: Some Models in natural and Social Science", en Philosophy of Science, Vol. 18, no. 3, julio 1951, p. 231.        [ Links ]

9  Easton, David. "An Approach to the Analysis of Political Systems", en World Politics, Vol. 9, no. 3, abril 1957, p. 383.        [ Links ]

10   Las entradas son los "inputs", mientras que las salidas o resultados son los "outputs".

11  Bertalanffy, 1972, p. 419.

12 Easton, David. "Theoretical Approaches to Political Support", en Canadian Journal of Political Science, Vol. 9, no. 3, septiembre 1976, p. 431.        [ Links ]

13 Easton, 1957, p. 388.

14  Ver. Gabriel, oscar. Cambio social y cultura política, Barcelona, 1990;         [ Links ] Citrin, Jack. "The Political relevance of Trust in Government", en The American Political Science Review, Vol. 68, no. 3, marzo de 1974.        [ Links ]

15  Deutsch, Karl. "Toward an Inventory of Basic Trends and Patterns in Comparative and International Politics", en The American Journal of Political Science, Vol. 54, no. 1, marzo de 1960, p. 36;         [ Links ] Deutsch, Karl. "on Political Theory and Political Action", en The American Political Science Review, Vol. 65, no. 1, marzo de 1971, p. 22.        [ Links ]

16 Deutsch, Karl. Nationalism and Social Communication, New York, Cambridge University Press, 1953.        [ Links ]

17 Deutsch, Karl. Los nervios del gobierno, medios de comunicación y control políticos, México, Paidós, 1989 (1963) pp. 105–156.        [ Links ]

18 Wierner, norbert. Cybernetics, New York, John Wiley, 1942 citado por Deutsch.        [ Links ]

19  Deutsch, Karl. Política y Gobierno, México, Fondo de Cultura Económica, 1976 (1974), pp. 169.        [ Links ]

20 Esta autodiferenciación de Deutsch con el estructural–funcionalismo es discutida por Bergeron, op. Cit., p. 217.

21  Deutsch, 1951, p. 239.

22 Deutsch, Karl. Política y Gobierno, pp. 149–180.

23 Almond, Gabriel. "Comparative Political Systems", en The Journal of Politics, Vol. 18, no. 3, agosto de 1956, p. 393.        [ Links ]

24  La crítica de la inutilidad del concepto de equilibrio en el análisis sistémico hecha por Deutsch, deriva de este modelo.

25  Almond, op. cit., p. 395.

26  Algunos de los cuales son utilizados en el esquema de Easton.

27 Almond, Gabriel. james Coleman. The Politics of Developing Areas, new york, Princeton University Press, 1960.        [ Links ]

28 Almond, Gabriel. "A Developmental Approach to Political Systems", en World Politics, Vol. 17, no. 2, enero de 1965, p. 191.        [ Links ]

29 Almond, Gabriel, Binhgam Powell, Comparative Politics Today, A World View, Harper Collins Publishers, quinta edición, 1992, p. 10.        [ Links ]

30  Ross, Marc Howard. "Culture and Identity in Comparative Political Analysis", en Lichbach op. Cit. 1997; Lehman, Edward. "on the Concept of Political Culture; A Theoretical reassessment", en Social Forces, Vol. 50, no. 3, marzo de 1972;         [ Links ] Inglehart, Ronald. "The renaissance of Political Culture", en The American Political Science Review, Vol. 82, no. 4, diciembre de 1988.        [ Links ]

31  Kroeber, Alfred. Culture: A Critical Review of Concepts and Definitions. Massachusetts, Cambridge University Press, 1952.        [ Links ]

32  Easton, David. A Systems Analysis of Political Life, Chicago, The university of Chicago Press, 1965.        [ Links ]

33 Easton, David. "A reassessment on the Concept of Political Support, en British journal of Political Science, Vol. 5, no. 2; Gabriel, Oscar. op Cit., p. 48.        [ Links ]

34  Easton, David. Jack Dennis. Children in the Political System: Origins of Political Legitimacy, Chicago, Chicago university Press, 1969.        [ Links ]

35 Almond, Gabriel. Sidney Verba, The Civic Culture, Sage, 1989 (1963) pp. 13–15.        [ Links ]

36 Brady, Henry y David Collier (eds.), Rethinking Social Inquiry. Diverse Tools, Shared Standards, Oxford, Rowman & Littlefield, 2004.        [ Links ]

37 Lijphart, Arend. "Comparative Politics and the Comparative Method", en The American Political Science Review, Vol. 65, no. 3, septiembre de 1971, p. 685.        [ Links ]

38  Easton, David. "Traditional and Behavioral research in American Political Science", en Administrative Science Quarterly, Vol. 2, no. 1, junio de 1957, p. 115.        [ Links ]

39  Weisberg, Herbert. "The Fundamentals of Data Analysis", en Theory–Building, and Data Analysis in the Social Sciences, Asher et al (cords), University of Tennessee Press, 1984.        [ Links ]

40  Burnham, Peter, et al. Research Methods in Politics, Macmillan, 2004.        [ Links ]

41 Luttberg, Norman. "Political Attidudes: A Historical artifact or Concept of Continuing Importance in Political Science, en Political Behavior, William Crotty (coord.), Northwestern University Press, 1991.        [ Links ]

42  Conover, Pamela Johnston, "Political Socialization", en William Crotty (coord.), Northwestern University Press, 1991.        [ Links ]

43 Greenstein, Fred, Personality and Politics, Princeton, Princeton University Press, 1987.        [ Links ]

44  Gabriel, Almond; Sidney Verba, The Civic Culture Revisited, Sage, 1989 [1980].        [ Links ]

45  Ver por ejemplo las críticas en Katz, Jonathan. "A Statistical Model for Multiparty Electoral Data", en The American Political Science Review, Vol. 93, no. 1, marzo de 1999;         [ Links ] King, Gary. "Statistical Models for Political Science Event Counts", en The American Journal of Political Science, Vol. 32, no. 3, agosto de 1988;         [ Links ] King, Gary. "Truth is Stranger Than Prediction, More questionable than Causal Inference", en The American Journal of Political Science, Vol. 35, no. 4, noviembre de 1991;         [ Links ] Olsen, Mancur. "Multivariate Analysis of national Political Development", en American Sociological Review, Vol. 33, no. 5, octubre de 1968.        [ Links ]

46 Aunque hubo excepciones, por ejemplo, La Palombara planteó una perspectiva de sistemas parciales para el estudio de sistemas no desarrollados, contrario a la perspectiva de sistemas generales de sistemas desarrollados. La Palombara, Joseph. "Whole Systems vs. Partial Systems", en The Practice of Comparative Politics, Lewis y Potter (coords.) Londres, Sage, 1973.        [ Links ]

47  Coleman, Stephen. Measurement and Analysis of Political Systems, New York, John Wiley, 1975.        [ Links ]

48  Esto es más dramático en países como México, donde los planes de estudio de la mayor parte de las universidades no cuentan con materias suficientes en la formación metodológica y de técnicas cuantitativas, impartidas incluso por profesores que no son matemáticos o ingenieros, sino de alguna disciplina social y, por lo tanto, sensibles a este tipo de problemáticas.

49 Achen, Christopher. "Toward Theories of Data: The State of Political Methodology", en Political Science: The State of the Discipline, Ada Finidter (Coord.), American Political Science Association, 1983, p. 71.        [ Links ]

50  King, Gary. "How not to Lie with Statistics; Avoiding Common Mistakes in quantitative Political Science", en American Journal of Political Science, Vol. 30, no. 3, agosto de 1986.        [ Links ]

51  Basta con observar las revistas especializadas de manera temporal, para darnos cuenta que los artículos publicados van en consonancia con la moda metodológica del momento.

52 King, Gary; Robert Keohane; Sidney Verba, Designing Social Inquiry: Scientific Inference in Qualitative Research. Princeton, Princeton University Press, 1994.        [ Links ]

53  Przeworski, Adam, John Sprague, "Concepts in Search of Explicit Formulation; A Study in Measurement", en Midwest Journal of Political Science, Vol. 15, no. 2, mayo de 1971.        [ Links ]

54 Adcock, Robert; Collier, David, "Measurement Validity: A Shared Standard for qualitative and quantitative research", en The American Political Science Review, Vol. 95, no. 3, septiembre de 2001;         [ Links ] King, Gary, Unifying Political Methodology, Michigan University Press, 1998;         [ Links ] Theodoulou, Stella "There is Method to this Madness: The Fundamentals of Applied Social Statistics", en Methods for Political Inquiry, Stella Theodoulou (coord.), New York, Prentice Hall, 1999.        [ Links ]

55 El aprendizaje no debe ir asociado al uso de la estadística, sino a decidir qué método estadístico es el adecuado para nuestro análisis.

56 Alarcón, Víctor. Métodos en la ciencia política, UAM–Iztapalapa, 2006.        [ Links ]

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