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Política y cultura

versión impresa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.46 México sep./dic. 2016

 

Diversa / Reseña de libros

Los partidos políticos latinoamericanos. Una segunda mirada

Francisco R. García Samaniego* 

* Investigador en el Centro de Investigaciones de Política Comparada (CipcomULA). Profesor de cátedra, Universidad de Los Andes, Venezuela [franciscogarcia_samaniego@hotmail.com].

Jiménez, Alfredo Ramos. Los partidos políticos latinoamericanos. Una segunda mirada. Mérida: Centro de Investigaciones de Política Comparada, Universidad de Los Andes, 2015.


La destacada obra de Alfredo Ramos Jiménez, es el resultado de un detenido estudio del fenómeno partidista latinoamericano y se nos presenta como un gran aporte teórico para el estudio de los partidos políticos, como condición primigenia para que los procesos de la democratización funcionen, y repensar los partidos ante las posturas sobre la antipolítica, que tanto daño ha causado a nuestras democracias. Por ello plantea que hoy los partidos políticos están de regreso para hacer que la democracia tenga una mejor cobertura en la sociedad. El propio autor destaca: "[...] si el partidismo constituye la esencia de la democracia, mi interés por los partidos políticos se inscribe dentro de una vocación indeclinable por la defensa del único sistema político que nos permite el goce de libertades públicas amplias, prerrequisito para el despliegue efectivo de nuestro trabajo". Pensamiento que se desarrolla sobre las transformaciones de la política en el contexto sociopolítico de la democratización de América Latina.

El estudio comparativo que nos delega forma parte, por un lado, de la revisión actualizada sobre las obras más destacadas del análisis de los partidos políticos. Por otra, es parte de una trilogía, por cierto bien documentada y actualizada, que incluye dos trabajos complementarios que le han ocupado ya varias décadas de constante investigación y replanteo de sus ideas: Las formas modernas de la política. Estudio sobre la democratización de América Latina (segunda edición, 2007); y el más reciente, La construcción del orden democrático. Burocracia, tecnocracia y meritocracia (2014), editados por el Centro de Investigaciones de Política Comparada, y con el apoyo de la Universidad de Los Andes.

A partir de una postura profundamente democrática e innovadora, el autor realiza su análisis y tratamiento del fenómeno partidista en los países latinoamericanos, desde una perspectiva comparativa original, puesto que se trata de la obra de un solo autor que rompe con la "tradición" -a la que estamos acostumbrados- en este tipo de trabajos, los cuales obedecen a una preocupación intelectual (sobre la democratización y gobernanza latinoamericana) que ha dominado la discusión y renovado el debate en nuestra región sobre la transición y consolidación de la democracia, en espacios dominados por la tradición populista, neopopulista, autoritaria, militarista o por la corrupción según los casos, por un lado, y por la profunda desigualdad social persistente, por otro.

La investigación de Ramos Jiménez se inscribe dentro de la conocida teoría de los clivajes, propuesta originalmente por Seymour Martín Lipset y Stein Rokkan para los sistemas políticos europeos, y renovada posteriormente por DanielLouis Seiler y los comparatistas franceses Bertrand Badie y Guy Hermet. Perspectiva teórico-metodológica, histórico-conflictual, enriquecida posteriormente por los cultivadores de la sociología histórica, con Charles Tilly en la punta.

Vale la pena destacar sus orientaciones teórico-metodológicas haciendo referencia a las reconocidas compilaciones y ediciones de Marcelo Cavarozzi y Manuel Antonio Garretón (1989), Alain Rouquié (1991), Scott Mainwaring y Timothy Scully (1995), Manuel Alcántara Sáez y Flavia Freindenberg (2000), Marcelo Cavarozzi y Juan Manuel Abal Medina (2002), Kay Lawson y Jorge Lanzaro (2010) y la obra colectiva, más orientada hacia la búsqueda de nuevos marcos teóricos y metodológicos para la investigación especializada sobre el tema, de Herbert Kitschelt, Kirk A. Hawkins et al. (2010).

Merece destacarse el hecho de que este estudio es realizado con el apoyo de materiales históricos, sociológicos y políticos de autores latinoamericanos que volcaron su interés en las cuestiones relevantes planteadas por la difícil democratización latinoamericana, por una parte, y en los aportes de las historias nacionales de corte más convencional, por otra. Con ello, el autor realiza un mapa político actual y compacto que se propone como ensayo reactualizado de interpretación lleno de sugerencias para la investigación comparativa e histórica latinoamericana.

Entre otros temas, Ramos Jiménez aborda en una primera parte los aspectos más relevantes de la emergencia de las formas partidistas de hacer política (party politics) en los siglos XIX y XX; las funciones y definición de los partidos políticos latinoamericanos, destacando los contrastes con el modelo europeo; los principales tipos de organización y proyectos partidistas.

Debemos destacar el esfuerzo teórico comparativo e histórico, poco frecuente, para exponer lo que el autor caracteriza como la genealogía de los partidos latinoamericanos. Los ejes de la investigación van del conflicto estructural y funcional/principales clivajes y tal vez la tipología más completa propuesta hasta hoy, en la que, a partir de las tres principales revoluciones y clivajes, se llega hasta la identificación de las cuatros principales familias políticas y los correspondientes tipos de partidos.

Si admitimos con el autor el hecho de que las formas partidistas se encuentran en el centro del proceso de democratización, los partidos se ocupan significativamente de la organización de los diversos intereses con la mira puesta en la resolución de los conflictos de la sociedad en su vida cotidiana. Su debilidad o fortaleza, según los casos, explica la baja o alta calidad de la democracia. Sin embargo, la omnipresencia de populismo y neopopulismo, con su peso emocional antidemocrático, también evidencia la recurrente tensión entre la política de partido y la antipolítica, sobre los liderazgos y su efecto colateral para el déficit democrático de los partidos, por la desafección política que se genera en la sociedad civil, a raíz de las promesas incumplidas de unos cuantos demagogos populistas al asecho del banquete del Estado.

La nueva edición de esta obra toma distancia de los trabajos estadounidenses y europeos que privilegian las pautas electorales (Mainwaring y Scully, Nohlen, Alcántara, entre los más representativos de la tendencia); así, asume las pautas socioestructurales en la pista de investigación abierta por Lipset y Rokkan en la década de 1960. Porque lo que estos últimos autores propusieron como realineamientos electorales se traduce en la práctica por los efectos de la organización interna del partido volcada hacia el electorado. En otros términos, no son los electores quienes se alinean conforme a las contingencias políticoelectorales, sino que son los partidos los que influyen y moldean decisivamente las orientaciones del electorado. De modo tal que en la ya recurrente volatilidad electoral ocupan un lugar determinante los partidos, con lo que hacen y con lo que han dejado de hacer. Porque, como lo afirma el autor:

[...] si admitimos que la identificación de los principales clivajes de la vida política de nuestros países ha sido más viable en el seno de la organización partidista que en el electorado, entonces tenemos que aceptar que la explicación del fenómeno partidista no se reduce a la explicación por el voto.

De hecho y contrariando una idea expuesta recientemente en la literatura especializada sobre el asunto en torno a las limitaciones de la teoría de los clivajes en el contexto de la así llamada "tercera ola de la democratización", el autor se propone adelantar unos cuantos elementos cruciales en la vida de los partidos, que desmienten en la práctica y dinámicas políticas, los presupuestos de esa proposición, fundamentalmente en el evidente y necesario retorno de los partidos políticos para mejorar la calidad de la democracia y la de las instituciones del Estado.

Con esta premisa, Ramos Jiménez penetra en la explicación de la multidimensionalidad de la forma-partido dentro del contexto latinoamericano. De modo tal que la lógica del partido tiende a identificarse con la dinámica misma de la democracia en lo que se ha convenido en llamar la etapa post-autoritaria. Así, los partidos deben confrontar todo un abanico de presiones que influyen en su funcionamiento:

[...] presión de los medios de comunicación, de los intereses corporativos, en fin, del ciudadano común que no parece dispuesto a avalar sin más el discurso efectista, con frecuencia vacío, de unos cuantos líderes improvisados de la antipolítica.

Eventos como la fundación, consolidación, fraccionamiento, escisión y desaparición de los partidos ocupan un importante espacio en este libro, puesto que nos ayudan a explicar la evolución, impasses, extravíos y enraizamiento social de la estructura partidista al interior de los sistemas políticos democráticos.

A partir de la conocida afirmación kelseniana, según la cual, "sólo por ilusión o hipocresía se puede sostener que la democracia es posible sin partidos políticos. La democracia necesaria e inevitablemente requiere un estado de partidos". Es por ello que Ramos Jiménez entiende que la democracia es posible en nuestros países como democracia de partidos. Y ello en la línea trazada por los autores más representativos de la teoría democrática actual: Norberto Bobbio, Robert Dahl, Giovanni Sartori, Manuel García Pelayo y Klaus von Beyme.

Asimismo, con algunos matices de las concepciones estructuralistas de los partidos (Maurice Duverger y Angelo Panebianco), que el autor incorpora a su percepción genético-conflictual, se arriba a unas cuantas proposiciones explicativas un tanto controversiales:

No se puede hablar de Estado democrático en América Latina antes del surgimiento de los partidos políticos modernos, aquellos que han asegurado dentro del Estado la representación de los diversos intereses.

Por consiguiente, el fenómeno partidista moderno en América Latina será un hecho sólo en la segunda mitad del siglo XX. Pero se vislumbra, en el futuro próximo, el relanzamiento de las formas de partidos para dirigir las democracias en el continente; y si el autor nos retrotrae hasta el siglo XIX, es para ubicar los orígenes genéticos de las diversas familias de partidos, sin lo cual nos sería difícil, si no imposible, entender ese fenómeno crucial para la construcción de las democracias y neodemocracias latinoamericanas.

Si penetramos en la génesis de los partidos y familias políticas, debemos asumir con el autor las tres grandes revoluciones sociopolíticas que nos propone: oligárquica (siglo XIX, a partir de la post-independencia), nacional-popular (primera mitad del siglo XX) y democrática (segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días). Y los cambios en las democracias, por la desgobernanza y crisis económicas, de principios del siglo XXI, cargadas de neopopulismos y unos cuantos recién llegados outsider de la política. Ello cobra mayor significado cuando Ramos Jiménez describe en detalle las cuatro principales contradicciones sociales: renta/capital; tradición/modernidad; capital/trabajo y dependencia/autonomía. De cuya combinación histórica deriva todo un conjunto de matrices conflictuales que difieren en el tiempo y en el espacio, y de un país a otro.

En tal sentido, la revolución oligárquica comprende, en su eje estructural, los clivajes grandes propietarios/burguesía y gran burguesía/pequeña burguesía; y en el eje funcional, el clivaje Iglesia/Estado. La revolución nacional-popular comprende, en su eje estructural, los clivajes burguesía/ clase obrera y oligarquía/masa popular; y en el eje funcional, el clivaje imperialismo/ nación. En fin, la revolución democrática comprende en su eje estructural el clivaje Estado/mercado y en su eje funcional el clivaje autoritarismo/democracia. En este conjunto de clivajes se inscribe una amplia gama de partidos con sus respectivas etiquetas: conservadores, liberales, radicales, socialistas, comunistas, revolucionarios, nacionalistas, populistas, socialdemócratas, democristianos, en fin, neoliberales y neoconservadores.

La evolución y desarrollo de tales partidos encuentra significativos elementos de explicación al interior de las cuatro principales familias políticas: oligárquica, socialista, popular y democrática, a las que el autor les dedica una segunda parte, con una rica y selectiva colección de datos históricos que alimenta la perspectiva comparativa del análisis.

Asimismo, las dos tipologías que recogen aquellos aspectos relevantes de la estructura y funcionamiento de los partidos, a saber: la organización y proyecto. En estas últimas, el autor procede a una clasificación de gran utilidad para las investigaciones más centradas en los diversos casos nacionales. Así, en el nivel del proyecto partidista, el autor distingue cinco principales tipos de partido: ideológico, estratégico, táctico, pragmático y oficial. En el nivel de la organización, los partidos son de: notables, militantes, masas, electores y cuadros.

A partir de la combinación de estas dos tipologías, Ramos Jiménez arriba a la proposición sistemática de lo que él denomina doce modelos de partido: notables-pragmático, notables-oficial; militantes-ideológico, militantes-estratégico; masas-ideológico, masas-estratégico, masa-oficial; electoraltáctico, electoral-pragmático; cuadrosideológico, cuadros-estratégico y cuadros-táctico. Identificando en cada uno de estos modelos a los grandes partidos latinoamericanos: los partidos Conservador y Liberal de Colombia; Colorado y Nacional de Uruguay; el mexicano Partido Revolucionario Institucional (PRI); Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA peruano); el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) boliviano; el Justicialista y Radical de Argentina; el Partido Liberación Nacional (PLN) y Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) de Costa Rica; y en Venezuela, Acción Democrática (AD), Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), y Movimiento Quinta República (MVR)/Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), partidos éstos que, débiles o fuertes según las coyunturas históricas, se adaptaron a los cambios sociales y políticos (fenómeno del realineamiento), particularmente en la segunda mitad del siglo pasado; y para el caso del MVR y el PSUV, el declive, por el liderazgo demagógico, bajo la égida de la improvisación desde supuestos y trasnochos ideológicos, que terminan generando un sistema militar-militarista populista, hacia el desgobierno en Venezuela de principios del siglo XXI.

Finaliza su obra con un capítulo dedicado al tratamiento de los sistemas de partidos y su consolidación, bien encaminado hacia el balance necesario de las contribuciones actuales sobre el tema y sus aplicaciones posibles en los países latinoamericanos. En la línea de las conocidas clasificaciones al uso en este campo, que van desde la original propuesta de Maurice Duverger en la década de 1950, hasta las más recientes de Giovanni Sartori y Klaus von Beyme, Arend Lijphart, Dieter Nohlen, Isidoro Cheresky e Inés Pousadela, César Cansino, Miriam Kornblith, Daniel H. Levine, René Antonio Mayorga, entre otros. Así, la propuesta de Ramos Jiménez se inscribe directamente en esta dirección, agregándole ciertos matices, si no modificaciones de fondo, particulares a la experiencia interpartidista lati-noamericana. Y si bien es cierto que los cambios recientes en los principales sistemas de partidos -los casos de Venezuela, México, Brasil, Bolivia, Ecuador, Argentina, etcétera, entre los más significativos- parecen haber provocado transformaciones profundas, no es menos cierto que el "potencial de coalición" de los partidos entra en relación directa con la madurez de los diversos liderazgos.

Incorporando al estudio de los sistemas partidarios categorías tales como las familias políticas, la práctica de la oposición (competitiva y no competitiva) y del gobierno (necesidad de la coalición), el autor nos conduce hacia la institucionalización de los sistemas de partidos. Ello nos ayuda a entender mejor la interrelación partidista que resulta en cada uno de los ambientes y espacio de la competición política, con sus avances y retrocesos, con sus fortalezas y debilidades.

En una época caracterizada por la antipolítica -la desmovilización de la sociedad civil de por medio- y por una recurrente política de outsiders (liderazgos políticos sin profesionalización partidista), el debilitamiento creciente de los partidos parecía la norma en la última década del siglo. Aunque las experiencias desastrosas de los Fujimori y Chávez, en Perú y Venezuela respectivamente, han terminado por desacreditar las soluciones políticas extra-partido. Ni Lula Da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, ni menos aún Lucio Gutiérrez, Eduardo Correa en Ecuador, como Evo Morales en Bolivia, han pretendido pasar por encima de los partidos. Por el contrario, la forma-partido ha salido fortalecida de las contiendas electorales recientes, desmintiendo los pronósticos que se adelantaron en confirmar los avances del neopopulismo.

De aquí que el sistema propuesto por Ramos Jiménez (tipologías, categorías y modelos de análisis) se revele fecundo para la investigación aplicada o coyuntural y la calidad de una aguda observación crítica alimente una discusión que nos parece vinculada con el debate actual latinoamericano sobre las posibilidades de la democracia en nuestro continente. Porque un estudio detenido sobre las formas partidistas de hacer política en América Latina, como el que aquí comentamos, constituye una contribución de punta para el avance de la disciplina politológica, cada vez más comprometida con la política de todos los días.

En definitiva, este texto será de lectura imprescindible para quienes estén interesados en el estudio de los problemas de la democratización latinoamericana que afectan a los sistemas políticos de cara al siglo XXI. Y ello en la medida en que la práctica partidista resulta cada vez más crucial para el porvenir de la democracia en nuestros países. De la calidad de los partidos dependerá la calidad de la participación política de los ciudadanos y, lo que será decisivo en el futuro, la capacidad de manejo y resolución de los conflictos por parte de las élites dirigentes. Porque, como lo afirma el autor, "allí donde no existen partidos no existe democracia: los partidos definen la democracia". Por ello, la quiebra de la simplificación neopopulista, víctima de sus evidentes excesos antidemocráticos y autoritarios, está ahí para demostrar que el nuevo orden democrático, donde funciona sin mayores sobresaltos o inequidades, ha llegado para quedarse: este nuevo orden resulta impensable sin la presencia de los partidos políticos para hacer que la democracia funcione.

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