Abordar el auge del comercio popular en Bolivia, destacando la historia de “larga duración” de la organización reticular del comercio andino (basado en relaciones de parentesco y reciprocidad), constituye el eje vertebral de esta investigación del Programa de Investigación Estratégica de Bolivia (PIEB), ofreciéndonos ir más allá de la teoría económica clásica.
Como hipótesis central, el libro parte de la premisa de que el comercio popular en Bolivia, supone la regla y no la excepción de las relaciones comerciales, mismas que subyacen de estrategias creativas, tanto de indígenas como de cholos, que lograron imbricarse en los intersticios de las coyunturas del proyecto hegemónico colonial-republicano. Dichas estrategias están encaminadas a la consolidación de un “institucionalidad alternativa”.1
No obstante, la estrategia metodológica de este estudio de los comerciantes aymaras parece agotarse en la descripción formal del fenómeno, presentando la emergencia de los sujetos de investigación como producto tan sólo de un solo emplazamiento de coyuntura: El auge económico popular de principios del siglo XXI. Existen distintas categorías desde la propuesta zavaletiana para caracterizar el trasfondo histórico de esta emergencia popular: “sociedad abigarrada” esto es, la trasposición de distintas épocas económicas en un mismo escenario (que en el caso boliviano, provienen del campesinado andino y del sindicalismo minero), supone el “fondo histórico” de la sociedad andina.2
El Alto, lugar donde trascurre la investigación, es quizá la ciudad boliviana que condensa más claramente esa superposición de diversas épocas económicas. Esta diversidad puede aglutinarse en dos ejes principales: 1) el trabajo de los exmineros que finalizó con el desplazamiento laboral más grande de la historia de Bolivia a partir del proyecto de relocalización económica neoliberal en 1985 y 2) el paulatino desplazamiento de trabajadores campesinos a la ciudad ante el fracaso de la reforma agraria de 1952. La matriz campesino-sindical es enunciada continuamente por los comerciantes aymaras a la hora de desarrollar estrategias culturales de solidaridad y reciprocidad, por tanto, es fundamental considerarla en cualquier estudio de la realidad altiplánica boliviana.
El desarrollo del libro versa sobre tres ejes temáticos. El primero propone un debate teórico sobre el cual debe abordarse la informalidad en las economías populares y su inserción en la “globalización desde abajo” acuñando el abordaje teórico de la informalidad que realizan Alejandro Portes y Manuel Castells. Comienza con una crítica a las teorías funcionalistas de la modernización presentando a los comerciantes informales como la evidencia inobjetable del agotamiento del paradigma de la modernidad unilineal y positiva. Si bien el fenómeno de “globalización desde abajo” puede interpretarse como un área de oportunidad a las estrategias locales y redes internacionales de los comerciantes aymaras (como parecen considerarlo los autores), cabría advertir la tensión negativa que supone la enajenación de las actividades económicas populares a la integración, todavía vertical, del comercio global.
Continúa problematizando el carácter limitado que supone definir la economía informal desde su opuesto (formal), resaltando que desde los estudios etnográficos parece existir un lugar legítimo de descripción sustantiva de sus actores, transitando así al concepto de “economía popular” (Tassi y Medeiros, 2013: 29). Esta propuesta metodológica se circunscribe en los debates de antropología económica que en los años cincuenta Karl Polanyi inaugura3 en su ya canónica obra Comercio y mercado en los imperios antiguos.4
Habría que matizar, afirmando que el énfasis sustantivo a los estudios antropológicos no corresponde exclusivamente a las investigaciones de las sociedades “primitivas”. Si lográramos amalgamar la propuesta zavaletiana de sociedad abigarrada y los estudios antropológicos de economía sustantiva, tenemos un campo fecundo para abordar el desborde popular de los comerciantes aymaras.
El segundo eje de análisis recae en el papel que ha tenido la reapropiación del patrón primario exportador (principalmente gas), por parte de los actores económicos populares durante el proceso de cambio en Bolivia. A través de un análisis macroeconómico, Tassi y Medeiros sugieren la profundización del patrón primario exportador fruto del aumento vertiginoso de las exportaciones tradicionales (hidrocarburos y minerales). Este crecimiento económico ha sido reapropiado por los actores económicos populares a través de la trasferencia del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) a los gobiernos departamentales y la captación directa de rentas extractivas a través de cooperativas mineras y cocaleras. Dicha redistribución popular del excedente primario, continúan los autores, se ha traducido en un aumento del poder adquisitivo de las bases populares, y por tanto, en un incremento del crédito, así como el aumento de las importaciones dada la incapacidad de la industria interna de satisfacer esa demanda (Tassi, Medeiros et al., 2013: 72). En este círculo virtuoso de coyuntura se sitúan los comerciantes aymaras ya que parecen ser los interlocutores más eficaces de importar bienes, argentinos y chinos, principalmente, dada su red de acuerdos.5 De esta descripción, un tanto lineal y mecanicista de la coyuntura económica boliviana6 se desprende el corpus de la investigación que gira en torno a la exposición de las redes de comercio y estrategias locales de comercio popular. Sobre las redes del comercio popular, destaca la conformación de un eje panamericano de comercio: Arica, Iquique-El Alto, La Paz-Cochabamba-Santa Cruz-Puerto Suárez sobre la cual se asentara el mercado, mismo del que surgirán las “nuevas instituciones” y estructuras locales. Destacan el Pasanako,7 el rol del don y la fiesta entre comerciantes, la Aynuqa8 prácticas que responden al sincretismo de las lógicas originario-ancestral y moderno-sindicales. Estas estrategias se articulan a partir de distintas instituciones tradicionales tales como: el gremio, el sindicato, la junta vecinal y la confederación, permitiendo la consolidación de una política barrial basada en la proximidad, misma que desde el campo sociológico Pablo Mamani denomina “micro gobiernos barriales”.
El constante anuncio que el libro hace respecto al papel de las resignificaciones culturales y la conformación de “nuevas institucionalidades” en el comercio popular, se limita a la descripción de las prácticas originarias enunciadas por los comerciantes populares. Estas conclusiones se enriquecerían con la realización de un análisis semiótico más detallado del conjunto de prácticas y discursos originarios, tan recurrentes en el proceso de cambio en Bolivia y que parece amalgamar una cultura popular subalterna con despliegues emancipatorios.