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Problemas del desarrollo

versión impresa ISSN 0301-7036

Prob. Des vol.54 no.215 Ciudad de México oct./dic. 2023  Epub 18-Mar-2024

https://doi.org/10.22201/iiec.20078951e.2023.215.70023 

Artículos

El laberinto neodesarrollista. Volver a la heterodoxia por la sostenibilidad socioambiental

Juan Carlos Travela* 

*Universidad Nacional Arturo Jauretche, Argentina. Correo electrónico: juancarlostravela@gmail.com


Resumen.

En Argentina se identifica una clara coincidencia entre neoliberales y neo-desarrollistas respecto al aumento de las exportaciones como primera condición para avanzar hacia el desarrollo; consolidando el poder político y económico que ostenta la cúpula empresarial exportadora y configurando, a su vez, una senda de desarrollo insostenible en términos socioambientales. Un laberinto sin salida. Este trabajo se ha propuesto desandar este laberinto, tendiendo puentes entre distintas corrientes de la heterodoxia económica que permitan construir una salida. La pujante consolidación del neodesarrollismo a nivel académico y político en Argentina dan cuenta de la relevancia de esta discusión que, por los elementos en juego, trasciende al ámbito nacional para situarse como un problema del desarrollo a nivel global.

Palabras clave: mandato exportador; desarrollo; problemas del desarrollo; neoliberalismo; neodesarrollismo

Clasificación JEL: B29; B59; O10; O20; Q01

Abstract.

In Argentina, there is a clear consensus between neoliberals and neo-developmentalists regarding the increase of exports as the first step towards development, consolidating the political and economic power held by the exporting business elite and, at the same time, creating an unsustainable development path in socio-environmental terms. A labyrinth with no way out. This paper has set out to retrace this labyrinth, building bridges between different currents of economic heterodoxy that enable the construction of an exit. The powerful consolidation of neodevelopmentalism at the academic and political level in Argentina shows the relevance of this discussion, which transcends national boundaries to become a global development problem due to the elements at stake.

Key Words: export mandate; development; development problems; neoliberalism; neodevelopmentalism

1. Introducción

El 2020 comenzó en Argentina con el inicio del gobierno de Alberto Fernández, quien llegó al poder encabezando un frente político amplio y progresista (Travela, 2022) contrario al de su predecesor, quien impuso un modelo neoliberal, que terminó en una fuerte crisis de restricción externa y empeoramiento general de las condiciones sociales (Travela, 2020). En principio, se suceden gobiernos de ideologías contrapuestas que vienen a representar el histórico péndulo, utilizando el famoso concepto elaborado por Diamand (1983), que tanto se repite en la historia argentina.

Sin embargo, Cantamutto y Schorr (2022) señalan la fuerte coincidencia entre neoliberales y neodesarrollistas en Argentina respecto a la necesidad de aumentar el nivel de exportaciones como primera condición a cumplir en pos de avanzar en una senda de desarrollo. Para neoliberales, esto es un país altamente integrado a la libre movilidad de capitales y mercancías -bienes primarios para Argentina- con un Estado retirado de la economía; para neodesarrollistas, un país altamente vinculado a los flujos comerciales, pero con un entramado industrial más integrado a las cadenas globales de valor. Residualmente, el mayor nivel de actividad se reflejará en mayores niveles de ingresos y así, automáticamente, en un mayor bienestar para la población.

Esta coincidencia lejos está de ser estéril o anecdótica, en tanto, oculta el carácter actual, transnacionalizado y financiarizado del proceso de acumulación de capital en donde la restricción externa más tiene que ver en Argentina con la fuga de capitales que con el crecimiento industrial, para dar curso a un modelo de crecimiento que consolida el lugar de Argentina como proveedora de materias primas para el mercado mundial, amplifica con ello la fuga de divisas y la restricción externa y, consolida, a contra mano de lo que el neodesarrollismo esperaría, el poder económico y político de la cúpula empresarial exportadora, asociada a las actividades primarias (Cantamutto y Schorr, 2022).

Asimismo, Cantamutto y Schorr (2022) identifican en el neodesarrollismo, o al menos en economistas de referencia en Argentina, la creación, llamativa, de un nuevo problema del desarrollo: el activismo socioambiental y la movilización ciudadana que pretende, en todo caso, participar del diálogo en torno al desarrollo. En el análisis de sus argumentos, como se demostrará en este trabajo, se refleja no sólo el desconocimiento respecto al actual deterioro del estado del ambiente y los conflictos socioambientales en el territorio, sino también, la negación de un aspecto fundamental para la planificación del desarrollo que es, la necesidad de eliminar o reducir al mínimo posible los desequilibrios de poder económico y político entre los distintos actores que hacen parte de este proceso (Travela, 2022). Ambos aspectos colocan al neodesarrollismo en un laberinto sin salida.

En contraposición a estas ideas, y no sin un largo camino por delante, el posdesarrollismo no reduce la crisis socioambiental estrictamente al cambio climático y la emisión de gases de efecto de invernadero, y tampoco abona al mandato exportador como salida a la crisis que atraviesa Argentina y la humanidad en su conjunto.

En este marco, a partir de una metodología de tipo cualitativa basada en el análisis de información bibliográfica y documental, el objetivo de este trabajo es explicar el laberinto sin salida que consolida el mandato exportador; laberinto sin salida porque en la medida que se busca exportar más para contar con recursos para avanzar en la industrialización, en verdad consolida el poder político y económico de los actores tradicionales que históricamente han saboteado en Argentina todo intento por transformar la estructura productiva; y en la medida que este plan sigue su curso, se consolida un sentido de desarrollo que se convierte un obstáculo para la sostenibilidad socioambiental.

Para cumplir con este objetivo se utilizaron indicadores provenientes de la Economía Ecológica como Huella Ecológica (HE) y Biocapacidad de la tierra (biocapacidad), y propuestas académicas originadas desde el estructuralismo, el posdesarrollismo y cosmovisiones como el Buen Vivir latinoamericano.

Más allá de las dificultades o debates en torno a esta clasificación, siguiendo a Bona y Wainer (2021), se entiende por neodesarrollistas a aquellas experiencias ligadas al pensamiento neoestructuralista con origen en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en el que se reafirma la necesidad de un cambio en la estructura económica primarizada de la región, aunque con mayor eficiencia y cautela en la participación del Estado dentro de la economía y resguardando los equilibrios macroeconómicos como condición elemental, que se pusieron en práctica en algunos países de la región (Argentina, Brasil, Uruguay) con el ascenso, iniciado el siglo XXI, de gobiernos de carácter progresistas, críticos al Consenso de Washington. Este segundo aspecto ligado a la gestión política, requiere que, en ciertos casos, se haga mención a declaraciones o explicaciones que economistas de referencia relacionados a estos gobiernos realizan por fuera del ámbito académico, y que no dejan de ser relevantes, en tanto son los órganos de difusión que ellos mismos eligen y utilizan para la construcción de la hegemonía política que permita llevar adelante sus programas.

La pujante consolidación del neodesarrollismo y el mandato exportador, como se intentará demostrar, dan cuenta de la relevancia de esta discusión que, por su propio contenido, trasciende el ámbito estrictamente nacional para situarse como problema del desarrollo tanto a nivel latinoamericano como a nivel global.

De esta forma, es que este trabajo se estructura de la siguiente manera. Luego de esta introducción, se presenta en la segunda sección, un análisis comparado entre las formas de introducir la dimensión ambiental que presenta la ortodoxia y la heterodoxia económica. Esto permitirá, en la siguiente sección, introducir elementos de la economía ecológica y la ecología política a fin de elaborar un marco integral para abordar la crisis socioambiental. La cuarta sección analiza en profundidad las formas en las que el neodesarrollismo argentino pretende atender el problema socioambiental y avanzar hacia el desarrollo, consolidando un laberinto sin salida; mientras que la quinta sección introduce claves para debatir una salida posdesarrollista.

2. ¿Problema ambiental vs. problema económico?

La economía neoclásica considera al proceso económico como un circuito continuo entre la producción y el consumo. Es decir, un proceso mecánico, autosostenido e ignorante de los aspectos físicos de la actividad productiva, la cual se considera dentro de un sistema aislado, sin ambiente (Van Hauwermeiren, 1999).

Dentro de esta corriente, el elemento clave para abordar el deterioro del ambiente es el concepto de externalidad. En el proceso productivo se tienen efectos involuntarios que no son contabilizados e incorporados en los precios, generando así una errónea asignación (Van Hauwermeiren, 1999) y que, sostenidos en el tiempo, pueden provocar la extracción desmedida y el agotamiento de un recurso específico, la contaminación o destrucción de un ecosistema, el depósito en la atmósfera de gases de efecto invernadero, entre otros. La corrección del sistema de precios, preferencias del consumidor más sustentables y mejoras en los procesos productivos corregirán paulatinamente este problema.

Entre las diferencias que se encuentran, entre la ortodoxia económica y la heterodoxia, Lavoie (2007) señala que mientras la economía neoclásica tiene el centro de análisis en el intercambio, la heterodoxia se centra en el proceso de producción. “La producción en la economía neoclásica es una forma de intercambio indirecto entre agentes consumidores individuales después llamados productores” (p. 26); mientras que la heterodoxia, partiendo de la economía clásica y su preocupación por las causas del progreso, al centrarse en el proceso de producción, sitúa la cuestión de la reproducción en primera línea.

Como se intentará demostrar, este aspecto es central para abordar el problema ambiental. La viabilidad de los ecosistemas, los niveles adecuados de ozono atmosférico, la calidad del suelo, el aire y el agua, etcétera, se contemplan en la categoría marxiana como “condiciones físicas externas”, definida por Marx como una de las tres condiciones de producción capitalista. La “fuerza de trabajo”, que poseen las personas trabajadoras, es definida como las “condiciones personales de producción”, por un lado, y “las condiciones comunales, generales, de la producción social”, por el otro, completan estas tres condiciones de producción capitalista en las que están implícitos los conceptos espacio y ambiente social (O’Connor, 2002).

Starosta y Caligaris (2017) afirman que las necesidades del capital total de la sociedad de resguardar las condiciones de su propia reproducción chocan con su realización concreta a través de las acciones privadas de los capitales individuales, los cuales, bajo la presión de la competencia y la búsqueda de ganancias extraordinarias, degradan, por ejemplo, las cualidades de los obreros en el avance de la automatización y mecanización.

Cuando Cantamutto y Schorr (2022) advierten que el mandato exportador consolida el poder político y económico de la cúpula exportadora argentina y eso profundiza la estructura económica basada en las ventajas comparativas, se puede afirmar que se están teniendo en cuenta (y degradando) “las condiciones comunales, generales, de la producción social”. Travela (2022), por su parte, señala este problema y su implicancia en las posibilidades concretas de planificar el desarrollo en Argentina.

Teniendo en cuenta, además, los efectos negativos de esta especialización productiva sobre las “condiciones físicas externas”, que bien describen Cantamutto y Schorr (2022), la degradación de las condiciones de producción capitalista se verifica en las tres categorías marxianas que señala O’Connor (2002).

Sin embargo, la idea central aquí es que no es el desarrollo lo que entra en tensión vs. la conservación del ambiente, por el contrario, éste lo requiere, sino que son las acciones concretas de los capitales individuales los que atentan contra las condiciones de producción capitalista, y así, contra su propia reproducción, la de la economía en su conjunto y de la vida en general en el planeta.

En suma, Althusser (1974) afirma que, para existir, toda formación social, al mismo tiempo que produce, debe reproducir las condiciones de su propia producción, lo que sintetiza un sólido posicionamiento heterodoxo que se busca explicar en este apartado.

El neodesarrollismo, por el contrario, se aleja de este abordaje y al menos en este tema parece retomar la tradición neoclásica en donde el ambiente no es parte de las condiciones de producción sino algo externo, del cual se puede prescindir, y es por esta razón que su conservación se convierte en una variable posible de ajustar en función de la búsqueda de un determinado nivel de competitividad o de volumen de exportaciones. Sólo bajo este paradigma es que se puede considerar que destruir el ambiente y las condiciones de aptitud para la vida que posee el planeta no significa además destruir las condiciones de producción y reproducción social. Por su parte, Bielschowsky (2009), analizando la aparición en la agenda del problema ambiental en la década de los setenta, afirma que “la ‘tensión’ entre desarrollo socioeconómico mundial y conservación del medio ambiente adquiriría en ese momento los contornos básicos con que se manejan hasta la fecha las instituciones y los especialistas que debaten la problemática ambiental en todo el mundo” (p. 188). Justamente es esta mirada la que es necesario modificar para salir del laberinto en el que se encuentra el neodesarrollismo y su mandato exportador. Aquí se puede presentar una primera contribución puntal de este trabajo a la literatura neodesarrollista.

Para retomar un abordaje heterodoxo de la cuestión ambiental es necesario abandonar la idea del cambio climático como único problema a resolver y empezar a trabajar en función de los límites biofísicos que el planeta le impone a la expansión continua de la producción.

Hablar de límites planetarios no es hacerlo en abstracto. El concepto de biocapacidad permite cuantificar el área biológicamente productiva existente disponible, capaz de regenerar los recursos naturales y absorber carbono y desechos, y permite compararse vs. la HE. Sobre ello se avanzará en el apartado siguiente.

3. Crisis socioambiental y Huella Ecológica

La exigencia que los seres humanos provocan sobre la capacidad de la Tierra para suministrar recursos renovables y servicios ecológicos se duplicó durante los últimos 50 años (Global Footprint Network, s.f.). Lo anterior se mide en función de la HE, un sistema de indicadores cuyo contexto subyacente, justamente, es el reconocimiento de que la Tierra tiene una cantidad limitada de producción biológica que sustenta la vida en ella (Lin et al., 2018).

Si bien conviven numerosas metodologías a partir de las cuales es posible calcular la HE (Gareis y Ferraro, 2019), en función de la disponibilidad de datos para este trabajo se seleccionó el método utilizado por Global Footprint Network (Red Global de la Huella Ecológica) basado en la aplicación iniciada por un equipo de investigadores liderado por Mathis Wackernagel (Lin et al., 2018).

En resumen, la HE permite analizar patrones de consumo y considera seis categorías de demanda:

  1. Tierras de cultivo: superficie de tierra necesaria para producir alimentos y fibra;

  2. Tierras de pastoreo: superficie de pastizales para criar ganado;

  3. Zonas de pesca: ecosistemas de aguas marinas y continentales necesarias para sostener la captura de peces y acuicultura;

  4. Productos forestales: superficie boscosa necesaria para el suministro de combustibles, pulpa, productos de madera;

  5. Suelo urbanizado: áreas biológicamente productivas, utilizadas para construir infraestructura de transporte, vivienda e industriales, y

  6. Huella de carbono: demanda de bosque necesario para el secuestro de carbono, excluyendo lo que absorbe el océano.

Luego se compara con el área natural que existe para satisfacerla, que se define como la biocapacidad de la Tierra (World Wildlife Fund [WWF], 2016).

Según Lin et al. (2018), para realizar el cálculo de la HE se toma el flujo de cosecha o producción de desechos, se cuantifica en masa por tiempo y se traduce en hectáreas globales.

Para cada tipo de uso de la tierra se utiliza un factor de equivalencia (EQF, por sus siglas en inglés), que es la proporción de la productividad global promedio de un tipo de tierra dado, dividido por la productividad global promedio de las superficies productivas de todo el planeta. Esto permite comparar la tierra utilizada para una determinada categoría de producto con el promedio mundial, dada las diferencias de productividad marcadas que existen en todo el planeta. Para cada país, la HE de producción (EFp) de una sola categoría de huella es calculada sumando todos los productos de esa categoría de huella (por ejemplo, arroz, trigo, maíz, etcétera, para tierras de cultivo). La EFp total de un país es la suma de la HE de todas las categorías de productos combinadas. La HE de consumo de un país se estima calculando la HE de todo lo que se produce dentro de su territorio, luego agregando la HE incorporada en importaciones y restando la HE incorporada en las exportaciones (Lin et al., 2018).

La biocapacidad, como ya se señaló, es una medida del área biológicamente productiva existente capaz de sustraer dióxido de carbono y regenerar recursos naturales bajo la forma de alimentos, fibra y madera. Se efectúa teniendo en cuenta cinco de las categorías contempladas en la HE: tierra de cultivo, tierra de pastoreo, zona de pesca, productos forestales y suelo urbanizado. Juntas, satisfacen la demanda humana contemplada en las categorías de la HE, ya que el carbono es absorbido por la superficie boscosa contemplada en la categoría productos forestales. La biocapacidad puede cambiar cada año debido al clima, la gestión del ecosistema, variaciones en las condiciones del suelo e insumos agrícolas (WWF, 2016).

Siguiendo con Lin et al. (2018), de manera similar a la HE, la biocapacidad se puede medir en hectáreas globales (gha) a cualquier escala.

A nivel mundial, para el 2018, con una biocapacidad per cápita disponible de 1.58 gha, la HE per cápita fue de 2.77 gha, es decir, se consumió más de lo que el planeta puede regenerar. Sin embargo, a lo largo y ancho del planeta los niveles de he per cápita son desiguales.

En las siguientes figuras se puede observar para el 2018, la HE per cápita total a nivel mundial (véase Figura 1), a nivel promedio de los países europeos (véase Figura 2) y para Argentina, y su comparación con la biocapacidad per cápita a nivel mundial (véase Figura 3). También se puede observar la HE abierta por categoría y la biocapacidad correspondiente a cada una de ellas.

Fuente: elaboración propia con base en Global Footprint Network (s.f.).

Figura 1 HE global per cápita y biocapacidad global per cápita 

Fuente: elaboración propia con base en Global Footprint Network (s.f.).

Figura 2 HE per cápita de Europa y biocapacidad global per cápita 

Fuente: elaboración propia con base en Global Footprint Network (s.f.).

Figura 3 HE per cápita de Argentina y biocapacidad global per cápita 

La información presentada es más que relevante, en tanto, como sostiene Fazio (2018), sólo en el corto plazo se pueden talar árboles a mayor velocidad de lo que maduran; capturar más peces de los que el océano puede restablecer, o emitir más carbono en la atmósfera del que bosques y océanos pueden absorber. En el mediano y largo plazo esto provoca la degradación de los servicios ecosistémicos y, con ello, la capacidad del planeta de restablecer las condiciones de producción y de reproducción social.

Esta sobre exigencia al planeta en las últimas décadas ha deteriorado en gran magnitud el estado del ambiente. Es por esto que, la CEPAL (2016) señala que lo que está en riesgo es nada menos que la supervivencia de la especie humana -y otras especies- a raíz del deterioro del ambiente.

Ahora bien, se ha llegado a este nivel de HE con millones de personas en la pobreza y una alta concentración de la riqueza, y así el consumo material, en unos pocos países. Lo anterior representa un gran desafío: prevalecer en el tiempo, pero garantizando los derechos humanos para la humanidad en su conjunto y no modelos sociales excluyentes (“el desarrollo” en la visión neodesarrollista) que requieren sostener a las grandes mayorías en la pobreza.

Como se puede observar, en la Figura 2 que toma el promedio de he per cápita de Europa,1 si la humanidad en su conjunto avanza a esos niveles de consumo, el crecimiento de la HE global aceleraría los efectos nocivos de la crisis socioambiental. Peor aún si existe una convergencia con Estados Unidos o Canadá, pero también si la hay con países como Argentina (véase Figura 3), en los que a nivel per cápita, se consume el equivalente a dos planetas Tierra, incluso con los niveles de pobreza que existen. Con el agravante de que el mayor nivel de eventos climáticos extremos, la escasez de alimentos y de energía, generalmente, siempre comienzan por sufrirlo las personas con menores ingresos.

Si bien el componente más alto de la HE es la huella de carbono, a nivel global año tras año se supera la biocapacidad para producir alimentos y fibra, para sustraer elementos para la construcción de infraestructura urbana, y tomando como referencia el promedio europeo, también se supera la existencia de ecosistemas marinos y la superficie boscosa se encuentra al límite.

Es conveniente resaltar la importancia de mantener las presiones humanas sobre el entorno dentro de un nivel seguro para los procesos clave del sistema terrestre. Este límite está establecido por el funcionamiento y la resiliencia de los ecosistemas globales. Si bien, a lo largo de la historia, las distintas sociedades han tenido percepciones diversas sobre estos límites (WWF, 2016), como sostiene Unceta Satrustegui (2009), la Revolución Industrial y la Ilustración permitieron derribar gran parte de los límites que históricamente habían condicionado la capacidad productiva de la humanidad, “cortando el cordón umbilical que unía originariamente la noción de producción al mundo físico, elevando el carrusel del sistema económico por encima de las contingencias derivadas de la naturaleza” (p. 5).

De esta manera, si la población mundial en su totalidad alcanza el desarrollo, entendido éste como lograr el nivel de vida, la fisonomía e idiosincrasia de los países de altos ingresos (Graña y Piqué, 2017), las posibilidades de prevalencia de la vida humana en el planeta se reducen. Puede ser que no se requiera el nivel de he per cápita norteamericano, pero, aun así, el promedio europeo, muy por debajo, sigue siendo un problema. Es por ello que se presenta la Figura 2 que desagrega el nivel de he per cápita europeo, ya que sus formas de vida y consumo son aspiracionales para los países de ingresos medios y bajos, pero imposibles de alcanzar para la humanidad en su conjunto.

Por otro lado, la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero está lejos de resolver el problema, en tanto existen otras categorías de la HE, que superan los límites. En este sentido, como alertan Carpintero y Nieto (2021), el automóvil eléctrico requiere de la utilización de seis veces más inputs de materiales y minerales que uno convencional. Si sólo se busca reducir la huella de carbono puede ser una solución, bajo el supuesto poco realista de que exista energía renovable suficiente para alimentar por completo el parque automotor, pero si se busca llevar la HE a límites seguros parecería ser sólo una pérdida de tiempo valioso.

4. El eodesarrollismo argentino bajo la lupa

La jerarquización que se establece cuando se señala que el estado del ambiente limita los medios para alcanzar la equidad social y, a su vez, ésta limita los medios para alcanzar la satisfacción personal (Hidalgo-Capitán et al., 2019) no pretende optar por una postura conservacionista que busque sostener en la pobreza a las mayorías a fin de cuidar el ambiente. Por el contrario, trata de demostrar la relación inherente entre ellas. Condición elemental para no caer en falsas soluciones. La degradación del ambiente conlleva a la destrucción de capital, la interrupción del proceso de reproducción de la actividad económica y así, en la merma en los medios de vida.

Sin embargo, aún existen posturas que presentan al deterioro del ambiente y la prevalencia de la pobreza como dos problemas por separado en el que se tendría una suerte de posibilidad de elección. Por ejemplo, Möhle y Schteingart (2021, 13 de marzo) señalan que:

A menudo el debate entre desarrollistas y ambientalistas se centra en las limitaciones de cada uno de los enfoques. Desde las posturas desarrollistas se suele criticar el sesgo prohibicionista que aparece en muchas demandas ambientales, mientras que desde el ambientalismo se señala la subestimación de la variable ambiental que tienden a hacer los desarrollistas. Esto no es una particularidad argentina, sino un debate global que se puede reducir a las siguientes preguntas: “¿Y ustedes cómo van a hacer para generar empleo y aumentar la calidad de vida de las mayorías?” “¿Y ustedes cómo piensan abordar el cambio climático y la destrucción de la naturaleza?”.

En este tipo de planteamientos se evidencia la creencia de que se puede mejorar la calidad de vida de las personas optando por actividades que al mismo tiempo deterioran el soporte físico donde sucede la vida y la producción. Otra creencia que se evidencia es la opción de declarar un territorio como zona sacrificable para el desarrollo, alejado, con la promesa de resguardar el estado del ambiente en una zona más cercana. La integralidad de los ecosistemas no hace viable esta opción.

Más allá de que los autores citados proclamen la intención de tender puentes entre el neodesarrollismo y un ambientalismo genérico más vinculado a la visión neoclásica del problema ambiental, que a la heterodoxia, el motivo del planteo no es otro que sostener el mandato exportador. En el mismo artículo señalan: “Por un lado, entonces, nos encontramos con que el mundo atraviesa una crisis ambiental sin precedentes donde el cambio climático y la degradación de la naturaleza amenazan a la especie humana. Por el otro, es bien sabido que para reducir la pobreza y crear empleo de calidad, Argentina necesita producir y exportar más”.

A su vez, entre quienes sostienen el mandato exportador se suele responder ante argumentos como los aquí planteados, que son propuestas funcionales al imperialismo, a la derecha, cuando no, incluso, financiados por estos. En este sentido, Scaletta (2022, 16 de enero) señala: “el falso ambientalismo no tiene nada de ‘izquierda’ en el sentido tradicional del término, por el contrario, es un pensamiento funcional al imperialismo en tanto consolida de hecho la actual estructura económica”. Crespo (2021, 03 de mayo), por su parte, afirma “otra variante del progresismo naif al interior de la coalición gubernamental es el ambientalismo radical, un movimiento carente de rigor científico, irresponsable en materia social y política, despreocupado por la producción y apático con cualquier restricción de naturaleza económica”.

Sin embargo, más que el ambientalismo, quienes parecen despreocupados por la producción y la propia reproducción de las actividades económicas son los neodesarrollistas que, a toda costa, abonan por el mandato exportador casi sin ningún tipo de problematización o rigor científico sobre los límites al crecimiento de la actividad económica que impone que las mismas se realicen dentro de un planeta con un territorio y elementos naturales limitados, ya sea por su stock o por su tasa natural de renovación que no alcanza los niveles que la economía en su conjunto necesita para continuar con su impronta expansiva. Aunque Crespo (2021, 03 de mayo) señala sobre el ambientalismo que “otra característica sobresaliente de estos grupos es su total desatención por las leyes de la naturaleza”, son justamente los neodesarrollistas quienes, además de no atender a la tasa de renovación natural de cada elemento de la naturaleza, están desconociendo también la integralidad de los ecosistemas que no reconocen fronteras políticas creadas por el ser humano.

Cuando Scaletta (2022, 16 de enero) presenta, en modo de excusa, que Argentina emite sólo entre el 0.6 y 0.9% de las emisiones de gases de efecto invernadero mundial, resulta extraño que no se detenga un instante a considerar que existen casi 200 países en el mundo y que Argentina es un país de poco menos de 50 millones de habitantes, mientras en el mundo existen casi 8 mil millones de personas. En verdad, la huella de carbono argentina representa el 2% de la huella de carbono global (Global Footprint Network, s.f.), pero a la argumentación, este número no le es importante. Scaletta (2022, 16 de enero) define “como ‘falsa agenda ecológica’ a la que combate actividades que no tienen relación alguna con el problema de las emisiones de carbono”, a fin de promover los extractivismos en Argentina y el mandato exportador, y es justamente esto lo más importante para discutir: no se trata sólo de la huella de carbono. Paradójicamente, en el mismo artículo, Scaletta se presenta como el portador de la verdadera visión ambientalista: “el verdadero ambientalismo contiene una visión integradora”, señala, cuando justamente presenta una visión sesgada sólo en el cambio climático y la huella de carbono.

También se podrá decir que Argentina, o cualquier país, no es responsable por lo que sucede en otro y que en todo caso es necesario otro tipo de institucionalidad supranacional que haga efectiva algún tipo de acción, pero ello no implica que los estudios del desarrollo se mantengan estancados bajo el supuesto de que 8 mil millones de personas pueden tener la HE per cápita, que se posee en los países de altos ingresos. Entre otras cosas, es por ello que esta discusión trasciende al ámbito argentino. No está de más señalar que otro de los preceptos que, según Lavoie (2007), diferencian a un economista heterodoxo frente a uno ortodoxo es la adopción de hipótesis realistas vs. el instrumentalismo metodológico adoptado por la teoría neoclásica.

Esta crítica, respecto al abandono de hipótesis realistas por parte del neodesarrollismo, también cabe respecto a la falta de problematización sobre las asimetrías de poder político y económico que consolida el mandato exportador y, así, limita las posibilidades de un desarrollo diferente.

En este trabajo se toman datos elaborados desde “el imperio” podrá señalar el neodesarrollismo, pero justamente se utilizan para argumentar la necesidad de tomar a la redistribución de la riqueza no como variable dependiente del crecimiento de las exportaciones, sino como única opción y condición fundamental para pensar alternativas al sentido hegemónico de desarrollo y una posibilidad de futuro. Teniendo en cuenta que, a diferencia de lo que plantea el neodesarrollismo, el mandato exportador no conlleva a la industrialización y “la liberación nacional”, sino que justamente lo que se consolida es el lugar que la globalización otorgó a Argentina dentro de la división internacional del trabajo.

En este sentido, el carácter financiarizado y transnacionalizado de las lóicas de acumulación predominantes en la actualidad configura un tipo de restricción externa que, ya no está principalmente asociada a la expansión del sector industrial (más allá de que lógicamente se requieran divisas), sino más bien se encarna en un proceso de fuga capitales que se amplifica y robustece a la par de que se consolida el poder político y económico de la cúpula exportadora argentina (Cantamutto y Schorr, 2022). En otras palabras, el mayor volumen de exportaciones primarias se traduce en mayor poder político de los actores concentrados a quienes se dificulta cada vez más la posibilidad de imponerle controles de cambio y cualquier tipo de mecanismo de redistribución de la riqueza.

A su vez, la supuesta idealización que erróneamente Scaletta señala en los ambientalistas por las formas precapitalistas (De la Calle, 2021, 14 de mayo) se puede al menos equiparar con la idealización que el neodesarrollismo hace de la capacidad del Estado de controlar y comandar a los grandes capitales transnacionales, ocultando las dificultades, debido a la asimetría de poder, que los Estados nación de los países periféricos poseen para ese cometido. Respecto a esto, consultado por De la Calle (2021, 14 de mayo), Scaletta señala “son los Estados quienes tienen que incluir la regulación y vigilancia adecuadas para que este cuidado se haga efectivo” (s.p.) y, el ambientalismo, continua, tiene la creencia de que el Estado carece del poder y la eficiencia para controlar cualquier actividad. Crespo (2021, 03 de mayo), por su parte, afirma sobre el ambientalismo que “estos grupos no se contentan con reclamar regulaciones claras e inspecciones estrictas, algo a todas luces razonable. Promueven la prohibición preventiva como regla general”. Möhle y Schteingart (2021, 13 de marzo) señalan que, para abordar el desarrollo sostenible, es necesario un mejor Estado y que frente a la desconfianza del ambientalismo se debe avanzar con la mejora en las capacidades estatales. Es así como el neoinstitucionalismo incorpora sin contradicción alguna la impronta extractivista de la historia latinoamericana.

La respuesta a estos señalamientos no viene estrictamente de la ecología política o de académicos posdesarrollistas sino desde el estructuralismo latinoamericano que, con un mayor grado de realismo y conocimiento sobre planificación del desarrollo, agudamente explica:

El prohibicionismo no debe ser considerado una posición irracional de un grupo ambiental extremista. Por el contrario, debe ser comprendido como la consecuencia de la falta de credibilidad social en la capacidad de control público sobre el poder corporativo. Quienes realicen propuestas sinceras para avanzar en una agenda del desarrollo con una mirada ambiental no deben pasar por alto esta realidad (Asiain, 2021, 11 de julio).

De esta idea, planteada por Asiain (2021, 11 de julio), se desprenden varios aspectos importantes para este trabajo. En primer lugar, la importancia de la historia. Sólo basta con mencionar como ejemplo los numerosos derrames de solución cianurada efectuados por la empresa Barrick Gold en los últimos 10 años (Fernández y Travela, 2017, 15 de marzo). Si parte de la población no confía en la capacidad de control del Estado argentino, no es por una especie de propaganda anticapitalista o antidesarrollista, más bien por todos los eventos del pasado.

También, de esta idea de Asiain se desprende la necesidad, aunque Scaletta (2022, 16 de enero) se oponga a la participación de este sector, de invitar al debate a todos los sectores de la sociedad en pos de construir una agenda de desarrollo. Travela (2022) aborda el conflicto suscitado en diciembre de 2019, en torno a la modificación de una ley que habilitaba la megaminería en la provincia de Mendoza, Argentina, en el que identifica cómo existen sectores dentro de la política argentina que aún consideran que la planificación del desarrollo de un país es tarea exclusiva de un ministro de producción y su equipo económico, en un despacho ministerial y de espaldas a la comunidad. Y asombra, no sólo el enfado del neodesarrollismo frente a la negativa de buena parte de la sociedad a sus mega-proyectos extractivistas, sino también su pasividad frente al poder que el sostenimiento del mandato exportador genera en sectores históricamente opositores a un cambio en la estructura económica argentina.

En relación a esto último, Cantamutto y Schorr (2021) afirman: “Cómo espera el neodesarrollismo convencer por la vía del consenso a los poderes fácticos legados por el neoliberalismo que lo mejor es que moderen sus pretensiones y se permitan perder poder estructural, es un misterio. Y mientras no lo hagan, las posibilidades de desarrollo del país quedarán atrapadas en vetos constantes” (p. 27).

A conclusiones similares llegó Travela (2022) cuando se analizaron las contradicciones que se manifiestan entre la plataforma de gobierno de Alberto Fernández y las decisiones que tomó el gobierno una vez que asumió el poder. Si se requiere de aportes de campaña de actores concentrados para poder ganar las elecciones, o se requiere de ciertos apoyos para luego poder gobernar, parece difícil no caer en un escepticismo dependentista.

Sin embargo, como afirman Cantamutto y Schorr (2021), si bien la forma en que el desarrollo se cristaliza en un determinado territorio no depende únicamente de la voluntad de un gobernante y su fuerza política, las ideas que él mismo defiende hacen parte de la disputa de sentidos necesaria para la generación y el sostenimiento de políticas públicas que puedan modificar el camino. Entonces, sí efectivamente el Estado cuenta con herramientas para construir hegemonía, la esperanza no está perdida.

5. Un primer paso para construir una salida posdesarrollista

Desde la década de los cuarenta en adelante, por diversos factores sociopolíticos, se da el auge de los estudios sobre el desarrollo y la consolidación de la Economía Política del Desarrollo como subdisciplina (Hidalgo-Capitán, 2011). Desde entonces existe la competencia entre distintas escuelas o corrientes de pensamiento tratando de hacer valer sus postulados. Ahora bien, si el problema que se busca resolver es la reducción y posterior erradicación de la pobreza sin sobrepasar los umbrales críticos de he que soporta el planeta, sólo la escuela islamita y la alternativa son las que discuten el sentido del desarrollo, proponiendo una concepción diferente a la mera generación infinita de riqueza. Este cambio en la idea de progreso ya no asociado al consumo material ilimitado y superfluo sino basado en el desarrollo de las potencialidades humanas y la adaptación a la biocapacidad existente es la clave para salir del laberinto. El resto de las escuelas, desde diferentes estrategias, actores o variables clave, abonan a la concepción hegemónica del desarrollo.

Dada la circunscripción de la escuela islamita por su carácter religioso al ámbito islámico, interesa continuar, a los fines de este trabajo, con la escuela alternativa que, más allá de su carácter fragmentario, recoge el diálogo entre el posdesarrollismo, el Buen Vivir, la ecología política, la economía ecológica, la altermundización, entre otros (Hidalgo-Capitán, 2011), y permite vislumbrar salidas al laberinto del mandato exportador.

En este trabajo se presentaron elementos de la economía ecológica como la HE y la biocapacidad, la crítica al desarrollo, la concepción de éste como la adaptación a la biocapacidad y la concepción integral del deterioro del ambiente de la ecología política. Este diálogo entre corrientes que hacen a la escuela alternativa, no puede abordarse a profundidad por una cuestión de extensión, pero sí es posible afirmar que no entra en contradicciones entre sus distintas partes y que avanza en la conformación de un corpus más que interesante para pensar alternativas al desarrollo. Desde aquí se avanzará con el posdesarrollismo y el Buen Vivir, que ponen en el centro la cuestión del desarrollo.

Como señala Unceta Satrustegui (2009), dentro del posdesarrollismo se encuentran los aportes de importantes autores como Sachs (1981), Escobar (1996), Rist (2002) y Latouche (2007), entre otros. Hacer un recorrido por cada uno de estos aportes no es motivo de este trabajo, pero sí remarcar que el posdesarrollismo propone, entre otras cosas, replantear la concepción del desarrollo, invirtiendo la relación entre fines y medios que ha ceñido la discusión a lo largo de los años. La relación automática entre crecimiento y bienestar (o exportaciones y progreso) que hizo del crecimiento la referencia central de la estrategia y dejó en un segundo plano (ocultando o directamente ignorando) las necesidades e intereses vitales de las personas y las exigencias derivadas de una base limitada de recursos, es transformada por un sentido desarrollo u objetivo social, que vuelve al nivel de HE una variable dependiente de la biocapacidad del planeta conformando un techo al nivel de extracción de elementos naturales y actividad económica posible de realizar y a partir de ahí, busca establecer los mecanismos de distribución del excedente social generado, vía el mercado o también de forma administrativa, a fin de lograr una sociedad en la que las personas puedan salir de la pobreza material sin poner en riesgo la prevalencia de la vida humana. Este nuevo sentido de desarrollo, ignorado por el neoliberalismo y neodesarrollismo, es la salida posdesarrollista al laberinto del mando exportador.

A este punto de desarrollo del trabajo, se espera que el lector no considere más utópico este objetivo que el objetivo neodesarrollista de que la humanidad en su conjunto alcance el desarrollo vía el mandato exportador, sin extinguirse en el camino. Si se niega esta realidad entonces no queda lugar a debate. La crítica a las pautas de vida occidental que trae consigo el posdesarrollismo y los cambios propuestos basados en aspectos diferentes al momento de considerar -y evaluar- el bienestar necesariamente concluyen en una reducción del nivel de HE. Aspecto a considerar a continuación.

Basados en el Buen Vivir como cosmovisión y rechazando la idea de desarrollo sostenible como marco para las políticas públicas, Hidalgo-Capitán et al. (2019) elaboraron una serie de metas tituladas “Objetivos del Buen Vivir” (OBV)2 en los que se busca “que las políticas públicas se orienten hacia la implantación de formas de vida en armonía con todos los seres de la naturaleza, con todos los seres humanos y con uno/a mismo/a” (p. 9).

Para los fines de este trabajo interesa señalar el fomento de la producción local como uno de los objetivos específicos a buscar. Dentro de una serie de transformaciones que entre sí se potencian, se destaca el fomento de la economía circular, la reducción de las extracciones de elementos de la naturaleza y así, el fomento de una economía sostenible; sumado ello a la promoción del comercio de cercanía, la vida sencilla y la promoción de la producción local como medio para reducir los niveles de pobreza e inequidad social.

La existencia de producción local, según Hidalgo-Capitán et al. (2019), genera en el territorio la aparición de “redes de productores, consumidores, empresarios y trabajadores que dinamizan las economías locales y contribuyen a reducir los niveles de pobreza y de inequidad social, tanto a escala local como a escala nacional” (p. 32). Basada en el comercio de cercanía, y entonces, en las regulaciones de mercado correspondientes para resguardarla de la competencia internacional, la producción local es de menor escala (comparativamente con las cadenas globales de valor), requiere menores inversiones de capital, prioriza insumos locales y genera menos emisiones de carbono al acortarse los traslados, entre otros beneficios, como podría ser la necesidad de una menor cantidad de divisas para la importación o para el flujo hacia el exterior en concepto de regalías, etcétera.

En otras palabras, el fomento de la producción local, si se analiza desde un punto de vista nacional, no es otra cosa que la sustitución de importaciones. En este sentido, Cassini y Schorr (2022) identifican en Argentina, por ejemplo, importaciones con potencialidad sustitutiva por un valor corriente de 6 248 millones de dólares, representando, para el 2021, el 18.34% de las importaciones manufactureras. Más allá de algunos productos, en líneas generales, lo que principalmente se destaca es la industria automotriz, entre otras cosas, por una cuestión metodológica, ya que para realizar el estudio se analizó el comercio intraindustrial. Sin embargo, los autores señalan que puede haber otros productos potenciales que no han sido identificados al no participar del comercio internacional o por una cuestión de nomencladores y convocan a continuar profundizando en “la sintonía fina” para encontrar estas potencialidades.

Ante este punto, es importante analizar cómo impactaría en los distintos componentes de la HE, el aumento en la producción nacional a raíz de la sustitución de importaciones. Para este trabajo, el estudio de Cassini y Schorr (2002) se considera un avance, ya que permite poner sobre la mesa de discusión un camino a continuar que no está basado en el mandato exportador y que puede compatibilizarse, si así se lo desea, con un marco posdesarrollista.

Ahora bien, ¿cómo se construye un marco posdesarrollista a las economías de la región, con las especificidades de cada una? ¿Qué acuerdos políticos son necesarios para llevar adelante un proyecto de esta envergadura? ¿Alcanza con abandonar el mandato exportador? ¿Qué bienes se pueden producir localmente y dejar de importar? ¿Hasta qué punto se puede reducir la escala de producción en cada sector sin volver inviable una economía nacional en su conjunto? Son algunas de las tantas interrogantes que restan por responder y cada una abre una posible línea de investigación.

Una manera de construir un marco posdesarrollista para cada economía de la región podría ser, planificando, con base en la biocapacidad per cápita sostenible a nivel global, las actividades económicas a realizar en el territorio -y su nivel de output-, que garanticen un piso al nivel de contenido material mínimo per cápita para que la población desarrolle una vida con derechos plenos y un techo al nivel de HE per cápita posible de alcanzar. Esto implica, per se, el abandono del mandato exportador. Es decir, las exportaciones y la generación de riqueza no se rechazan, pero quedan en un segundo plano frente a la búsqueda de la sostenibilidad socioambiental del desarrollo.

Además, deben tenerse en cuenta la estructura económica heredada, el nivel de productividad y los atributos que porta el trabajo en cada territorio. Esto configura el marco de acuerdos políticos necesarios, que generalmente son amplios e incluso muy difíciles de concretar, en tanto afectan la rentabilidad presente de los actores con mayor poder en cada territorio.

Sin embargo, estas dificultades no pueden traducirse en la inacción en la búsqueda de estos acuerdos o transformaciones y mucho menos en otorgar, casi sin problematización, mayor poder económico y político a los actores concentrados, como ya se explicó, lo hace el mandato exportador.

Desde el posdesarrollismo no se escapa a estos interrogantes y se reconoce la dificultad de esta empresa, pero los más importante es que, sea cual sea este grado de dificultad o viabilidad, ello no vuelve menos utópico al mandato exportador neodesarrollista como camino hacia un mayor nivel bienestar de la sociedad.

En este sentido, lo que sí es posible de afirmar es que, partir del reconocimiento de los límites biofísicos del planeta, los niveles de he y sus distintos componentes, vuelve más realista cualquier consideración del problema del desarrollo y entonces, frente al neodesarrollismo, el posdesarrollismo se encuentra, por lo menos, un paso adelantado.

6. Reflexiones finales

Si bien el neodesarrollismo se diferencia de la teoría neoclásica en gran parte de sus fundamentos, la fuerte coincidencia en el abordaje del problema ambiental y el mandato exportador lo posiciona como generador de grandes problemas para el desarrollo. El estado del arte demuestra que las limitaciones que contiene este enfoque, planteadas en este artículo, ameritan, al menos, ser discutidas. Incluso, muchas de estas limitaciones marcadas son ignoradas por una buena parte de los teóricos del desarrollo que, profundamente abocados en resolver problemas tradicionales al desarrollo, por mencionar un ejemplo, para Argentina la restricción externa, han dejado de lado la problematización respecto a las condiciones básicas de producción y a la reproducción en el tiempo de las actividades económicas.

Sin embargo, es justo mencionar que, como el neoliberalismo, principalmente en su vertiente más liberal, se opone a límites o recorte de libertades de toda índole y a cualquier intento del Estado por influir en gustos y preferencias de la población (Dobson, 1999), si para resolver la crisis socioambiental, entre otras cosas, se requiere de planificación y límites en el ámbito de la producción debido al nivel de HE, el neodesarrollismo presenta al menos espacios fértiles para la discusión, que no se encuentran en el neoliberalismo.

En este sentido, si ambas corrientes (neoliberales y neodesarrollistas) se encuentran en un mismo laberinto, la discusión planteada en este trabajo puede servir para que el neodesarrollismo encuentre la salida que propone construir el posdesarrollismo, no sin un arduo trabajo por delante, y que tiene como meta construir alternativas al desarrollo social y ambientalmente viable.

Hidalgo-Capitán (2011) afirma que, a nivel global, el neoinstitucionalismo está llamado a ser la nueva ortodoxia en la Economía Política del Desarrollo. Al menos en Argentina se puede afirmar que está sucediendo, ya que, como se ha demostrado, la propuesta, tanto de neoliberales como neodesarrollistas es profundizar el extractivismo con mejores capacidades estatales. En este sentido, el carácter extractivista de las economías de la región latinoamericana y su inserción con bajo valor agregado dentro del mercado mundial destaca lo internacional y pertinente de este debate, como así también la superación a nivel global de la biocapacidad, la integralidad de los ecosistemas y la distribución irregular a lo largo y ancho del planeta de los distintos elementos naturales que hacen al bienestar material de la sociedad. La magnitud de este problema demanda el esfuerzo intelectual y el diálogo entre la heterodoxia económica y salir de este laberinto puede ser el primer paso.

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1Es decir, no sólo a aquellos de HE más altos.

2Por extensión no se abordará a detalle cada uno de ellos.

Recibido: 30 de Enero de 2023; Aprobado: 22 de Mayo de 2023

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