Introducción
En contextos marcados por la creciente internacionalización, la diversidad de puntos de vista y la rápida difusión de nuevas ideas, es clave la formación de profesionales que promuevan el desarrollo de sociedades creativas, democráticas y plurales (Nussbaum, 2002). No obstante, en las instituciones encargadas de la formación y generación de conocimiento a nivel terciario persisten importantes desigualdades de acceso y participación por razones étnicas, religiosas o de clase. En particular, persiste una desigualdad que subyace a las anteriores: la vinculada al género.
El género denomina las construcciones sociales y culturales por las que las sociedades han asignado a lo femenino y lo masculino jerarquías y formas específicas de subordinación, que históricamente han reflejado la dominación de los varones sobre las mujeres (Scott, 1986). El trabajo académico no escapa al orden de género vigente y, por tanto, lo reproduce y legitima en diversos aspectos. Los datos muestran que las mujeres siguen siendo una minoría en los espacios universitarios de mayor prestigio o en aquellos ligados a la toma de decisiones; acceden a menos direcciones de proyectos de investigación y lideran una menor cantidad de equipos de trabajo. Las mujeres también tienen una escasa representación en los premios científicos y en los tribunales de selección para acceder a puestos académicos y alcanzan un menor número de postulaciones que sus pares varones (Biglia y Vergés-Bosch, 2016; Alcázar y Balarin, 2018).
Este trabajo explora en qué medida la situación de las mujeres y la equidad de género replica estos patrones en las actividades académicas realizadas en el campo de la historia económica en Uruguay. Se trata de un análisis de naturaleza descriptiva: reúne registros hasta ahora dispersos y presenta indicadores que recogen el estado de la situación de la profesión en términos de equidad de género.
Si bien los estudios de historia económica cuentan con extensos antecedentes en la academia local, la disciplina se consolida como tal desde mediados de los años ochenta. Desde entonces, se ha desarrollado con base en múltiples enfoques dentro de las ciencias sociales, en especial a partir del contrapunto entre las teorías económicas y los abordajes de corte histórico. De esta riqueza también se han nutrido los abordajes metodológicos, que combinan diferentes tradiciones intelectuales y de producción científica. La relativa juventud del campo académico en Uruguay, así como la pluralidad de miradas y maneras de hacer ciencia que convocan, vuelven este espacio interesante para indagar si ha tendido a reproducir desigualdades de género similares a las que aparecen en otras áreas científicas.
La investigación se centra en la actividad académica que se desarrolla en torno a la Asociación Uruguaya de Historia Económica (audhe). Creada en 1992, la audhe reúne a la mayoría de los investigadores e investigadoras con producción en la disciplina, más allá de su centro académico específico de procedencia.1 Como sociedad científica cuenta con espacios de toma de decisión y de difusión de resultados basados en publicaciones propias y en la organización de jornadas o seminarios.
Tomando a la Asociación como referencia principal, el presente artículo busca dimensionar las diferencias de género en términos de formación y proyección en la carrera académica de quienes se dedican a la historia económica en Uruguay. También ofrece un panorama de la participación de hombres y mujeres en los ámbitos de decisión y legitimación propios de la disciplina, que reflejan la configuración de relaciones de poder que afectan la práctica diaria de la profesión.
Creemos que la evidencia que aquí presentamos puede contribuir a abrir reflexiones y acciones en diferentes frentes. Por un lado, interpela a la comunidad académica sobre sus aportes a la construcción de diversidad y equidad en sus tareas cotidianas. Por otro lado, coloca un foco en qué y cómo enseñamos, qué preguntas de investigación privilegiamos y qué tipo de relaciones laborales se entablan en el trabajo diario. Finalmente, al visibilizar brechas de género antes naturalizadas, se habilita la propuesta de medidas para procurar avanzar hacia la equidad.
El artículo se inicia con la presentación de una panorámica de la literatura sobre brechas de género en las prácticas académicas. En la segunda sección se presenta el abordaje metodológico utilizado en el trabajo. La tercera parte describe el funcionamiento de la audhe con atención a la presencia de hombres y mujeres en su estructura. Los resultados asociados a formación y desempeño académico de hombres y mujeres en la historia económica de Uruguay se presentan en la cuarta sección. En la quinta se relevan las percepciones de en qué medida las características de la práctica cotidiana de la profesión implican desbalances de género y, finalmente, se comparten las conclusiones.
Marco de análisis: los sesgos de género en la profesión académica
En 1998 se realizó en Bruselas la conferencia Women and Science, reconocida como punto de partida para los estudios de género en los ámbitos científicos en la Unión Europea (Maz et al., 2011). A partir de entonces, se ha avanzado en la identificación de brechas de género en el acceso y desempeño en las carreras científicas, en la producción académica y en la participación en los órganos de gobierno universitarios.
En este marco general, las disparidades de género han tendido a ser especialmente altas en carreras basadas en contenidos matemáticos, donde las mujeres suelen estar subrepresentadas (Vázquez-Cupeiro, 2015). En línea con este patrón, dentro de las ciencias sociales sobresale el caso de la economía como una disciplina especialmente hostil. Diversos estudios muestran que las mujeres en el área de economía experimentan trabas en su trayectoria académica en relación con los varones, que no pueden explicarse por productividad, por lo que persisten una vez controlado este factor (Lundberg y Stears, 2019). En consonancia, respecto a sus pares masculinos, presentan diferencias salariales, de acceso a cargos permanentes e insatisfacción con sus carreras que son mayores que en otros campos académicos comparables (Ceci et al., 2014).
La profundidad de las desigualdades de género observadas para la economía constituye un signo de alerta para la historia económica debido a la cercanía en temas y prácticas disciplinares entre ambas especialidades. También, debido a la formación en economía de un núcleo relevante de investigadores e investigadoras que se han especializado en la disciplina. Por ello, a continuación, se sintetizan las principales barreras de la equidad de género en la profesión académica que han sido identificadas por la literatura, con especial atención en los hallazgos para la economía. A continuación, se describen algunos rasgos de la situación de las mujeres académicas en Uruguay. Esta revisión servirá de referencia para describir el tipo de restricciones que operan en el ámbito de la historia económica en Uruguay.
En su carrera, las mujeres suelen enfrentar dificultades para acceder a cargos académicos altos. Este efecto de segregación vertical se asocia a la existencia de los llamados techos de cristal, que comprenden sesgos implícitos e invisibles que frenan el avance profesional de las mujeres. Si bien este tipo de factores son difíciles de identificar y medir debido a que descansan en procesos largamente arraigados e inconscientes, existe evidencia reciente de la manera en que se manifiestan. Por ejemplo, a través de estudios experimentales y de comportamiento se ha encontrado una relación entre la composición de género de los comités de selección y la probabilidad de las mujeres de obtener un cargo permanente (Checchi, Cicognani, y Kulic, 2015). En el mismo sentido, la dispar composición de género de los comités editoriales de las revistas o de las redes académicas puede jugar en contra de la presencia de mujeres (Addis y Villa, 2003; Bagues, Sylos-Labini, y Zinovyeva, 2015). La segregación vertical implica desventajas para las mujeres en términos de su acceso al prestigio, la autoridad y el reconocimiento social por su trabajo dentro de las universidades (Alcázar y Balarin, 2018). En concordancia con lo marcado renglones arriba, Bayer y Rouse (2016) señalan que en economía se verifica una menor presencia relativa de mujeres en altos cargos académicos en comparación con otros campos de conocimiento en las ciencias sociales y naturales.
La menor diversidad de género en la jerarquía universitaria se proyecta a las nuevas generaciones, porque la falta de modelos y referentes femeninos desalienta la entrada de nuevas estudiantes (Lundberg y Stears, 2019). Blau et al. (2010) subrayan que cuanto más diverso sea el plantel docente, más se amplían las maneras de comunicar los temas, lo que contribuye a capturar la atención y el interés de diferentes audiencias. Además, por el mero funcionamiento de las redes informales propias de toda organización, la mayor presencia de mujeres como tutoras o referentes puede contribuir a circular información relevante entre las estudiantes acerca de redes académicas, publicaciones y cargos disponibles.
Las carreras académicas de las mujeres también experimentan las consecuencias de la segregación horizontal. Esta situación describe una división del trabajo que otorga a hombres y mujeres espacios diferentes, en que se asocia lo femenino a ciertas metodologías, líneas de trabajo o prácticas peor valoradas que las ligadas a lo masculino (Alcázar y Balarin, 2018). Por ejemplo, en economía, las mujeres se inclinan por temas laborales y de microeconomía aplicada y tienen baja representación en macroeconomía y finanzas (Beneito et al., 2018; Chari y Goldsmith-Pinkham, 2017). Como consecuencia, tienen mayores dificultades que los varones para difundir los resultados de sus investigaciones, ya sea en conferencias o en publicaciones. De hecho, en economía, los trabajos de autoría femenina tienen una menor probabilidad de ser aceptados en seminarios y congresos que los de sus pares varones (Hospido y Sanz, 2019). Incluso, sus publicaciones parecerían estar sometidas a evaluaciones relativamente más estrictas y exigentes. Por esta misma razón, las mujeres tienen menos publicaciones y el público en general pierde oportunidades de acceso a artículos de calidad (Card et al., 2021; Hengel, 2019).
Otro aspecto distintivo hallado en los estudios refiere a los estilos de trabajo asociados al género. Se ha señalado que, en comparación con los varones, las mujeres tienden a adoptar menor cantidad de decisiones que conducen al éxito académico, como el uso de la autocita (King et al., 2017). Tampoco incurren en alianzas o colaboraciones arriesgadas que se relacionen con mejores resultados futuros. A diferencia de los varones, las mujeres tienen mayor cantidad de trabajos en coautoría, en particular con colegas experimentados y tienden a mantener los mismos equipos de trabajo (Ductor, Goyal, y Prummer, 2018).
Un asunto adicional planteado en la literatura remite al peso de la división sexual del trabajo doméstico y los cuidados. Con frecuencia, estas tareas aparecen como origen de desigualdades en la trayectoria académica, sobre todo en las primeras etapas de la carrera. La razón es que, aun en los niveles más altos de calificación, la presión por conciliar responsabilidades familiares con responsabilidades derivadas de la carrera académica continúan recayendo básicamente sobre las mujeres (Ceci et al., 2014; Ginther y Kahn, 2004).
Finalmente, es importante subrayar que el funcionamiento de las instituciones suele llevar implícito valores organizacionales y socioculturales que resultan en obstáculos para la movilidad ascendente de las mujeres. Esta restricción se explica porque tanto varones como mujeres desarrollan sus carreras académicas en contextos tradicionalmente dominados por varones. Se ha encontrado que ambos géneros suelen asociar los mejores desempeños profesionales, los cargos jerárquicos más altos y los requisitos para ese desempeño, con varones y no con mujeres (Mendez y Busenbark, 2015).
En Uruguay existe una alta participación de mujeres en la educación universitaria. Según estadísticas de la Universidad de la República (2017), dos de cada tres estudiantes son mujeres. Pese a esta presencia mayoritaria, las prácticas profesionales parecen estar lejos de revertir los sesgos de género. Entre las mujeres con título de doctorado, 56% declara experimentar barreras asociadas a techos de cristal en su vida profesional. Llama la atención que sólo 37% de los varones con el mismo nivel de estudios coincida con esta percepción (Méndez et al., 2019). Asimismo, dentro de la Universidad de la República, las investigadoras con título de doctorado se encuentran relativamente menos satisfechas que los varones con su trabajo en términos de autonomía, oportunidades de ascenso y tiempo destinado a realizar tareas administrativas (Burone y Méndez, 2021).
En términos de los campos de formación en línea, con la experiencia internacional, las mujeres tienden a matricularse menos en las áreas de ciencia, tecnología e ingeniería (donde no alcanzan al tercio de estudiantes). Ello ha despertado la preocupación por indagar en las restricciones y posibilidades de avance que enfrentan en estas profesiones (Mesa Interinstitucional Mujeres en Ciencia, 2020; Tomassini, 2012). En contraposición, la trayectoria académica diferenciada de varones y mujeres en las ciencias sociales, y en la economía en particular, ha recibido menor atención. No obstante, un estudio reciente señala que las mujeres en economía representan 44% del total de investigadores y que son responsables de 49% de la producción de artículos, entre 1984 y 2019 (Amarante et al., 2021). Según el mismo análisis, la historia económica aparece entre las áreas disciplinares que concentran más investigadoras con formación en economía, junto a economía laboral, demografía, organización industrial, salud, educación y bienestar.
Considerando el panorama aquí detallado, ¿en qué medida la historia económica uruguaya presenta desequilibrios de género similares a otros campos académicos? Tomando como base los datos compilados en torno a los miembros de la audhe, en las siguientes secciones se brinda información para esta discusión.
Abordaje empírico
En este trabajo, la identificación de desigualdades de género requirió seleccionar, compilar y sistematizar información proveniente de diferentes fuentes. En primer lugar, para describir la carrera e inserción académica de las y los miembros de la audhe se recurrió a los registros de la propia asociación. Las asimetrías de género en términos de ingresos y egresos de programas académicos en la especialidad se aproximaron con información sobre el diplomado y maestría en historia económica –que desde 1998 se dicta en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República– y sobre el doctorado en Ciencias Sociales (opción historia económica), que desde 2005 brinda la misma casa de estudios.
En segundo término, se relevó la producción académica en el área tomando como referencia tres tipos de material. Por un lado, los listados de publicaciones en línea de dos series de documentos de trabajo. Se tomaron los elaborados por las instituciones que albergan a los principales grupos de investigación en historia económica: el Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración y el Programa de Historia Económica de la Facultad de Ciencias Sociales. Las series disponibles comprenden el periodo 1993-2020 y cubren un total de 97 publicaciones. Los documentos de trabajo se consideraron un mejor reflejo de la producción científica que los artículos de investigación, pues hasta avanzados los años 2000 la difusión principal de la investigación en Uruguay se canalizó a través de este medio (sumado a informes, libros y capítulos de libros). Además, con el tiempo, afianzaron su papel como paso previo a las publicaciones arbitradas.
Por otro lado, se tomaron los artículos incluidos en las publicaciones de la audhe. Se relevó un total de 94 trabajos, distribuidos entre el Boletín de Historia Económica, publicación bianual vigente entre 2002 y 2010, y la Revista Uruguaya de Historia Económica (RUHE), que se edita desde 2011. La revista nuclea artículos nacionales e iberoamericanos y tuvo una frecuencia anual hasta 2012 y bianual desde entonces.2
Finalmente, se compilaron las comunicaciones y ponencias presentadas a las Jornadas Anuales de Investigación en Historia Económica. Se trata de instancias de encuentro tradicional para la disciplina, de alcance netamente local, donde se realiza el intercambio de los primeros resultados de investigación, la visibilización de las líneas en curso y la interacción con distintos equipos de trabajo.3 Constituye un espacio muy valioso para quienes se inician en la disciplina, no sólo por ser la primera oportunidad de realizar presentaciones y recibir comentarios, sino por el acceso al intercambio con compañeros y compañeras de mayor trayectoria en la disciplina. Para este análisis, se ha identificado un total de 158 trabajos correspondientes a jornadas realizadas entre el 2004 y 2005 y de 2009 a 2018. En la mayor parte de las ediciones, las presentaciones tienen un formato de ponencia acabada, aunque desde 2012 se han incluido también comunicaciones de investigación. Estas últimas tienen un carácter exploratorio y breve y dan cuenta del inicio o de los primeros pasos de la investigación.
Para los tres tipos de materiales analizados, los trabajos se clasificaron según la autoría (femenina, masculina, mixta) y temas tratados. Las áreas temáticas se definieron siguiendo la categoría N (historia económica) del código jel (Journal of Economic Literature).4 Con el objetivo de estimar el nivel de concentración de varones y mujeres en diferentes áreas temáticas, también se estimó un índice de Duncan.5
Por último, se llevó adelante una encuesta a los miembros de la asociación acerca de estereotipos y barreras a la equidad de género en la profesión. El cuestionario fue respondido por 40% de los miembros de la audhe. Con base en esta información se extrajeron algunas conclusiones sobre las percepciones acerca de la situación de las mujeres y las desigualdades de género entre colegas (véase cuadro 6, en el anexo).6
La Asociación Uruguaya de Historia Económica como objeto de análisis
La historia económica en Uruguay cuenta con una trayectoria importante a lo largo del siglo xx. Como señalan Bértola (1999) y Camou y Moraes (2012), los antecedentes para la construcción de un espacio disciplinar se remontan a mucho tiempo antes de que se formaran los programas o institutos de investigación con este cometido específico. No obstante, como disciplina institucionalizada, comienza a consolidarse a partir de 1985 con la reapertura democrática y la recuperación de la autonomía universitaria, tras el golpe de Estado de 1973. Años más tarde, la identidad que fue adquiriendo la profesión en distintos ámbitos académicos generó una masa crítica que sentó las bases para la creación de la audhe, en octubre de 1992.7
La audhe es una de las primeras sociedades científicas del área social en Uruguay.8 Tiene por finalidad impulsar todas las actividades que conduzcan a estimular la investigación y la preservación de fuentes históricas, la enseñanza y la publicación en la disciplina. Busca promover el contacto con organizaciones profesionales similares en el exterior y alentar la participación de sus integrantes en eventos nacionales, regionales e internacionales.
En la actualidad, la asociación está integrada por docentes, investigadores e investigadoras que se desempeñan tanto en la Universidad de la República como en universidades privadas y profesionales de libre ejercicio; investigadores residentes en el exterior y docentes retirados que han manifestado su intención de seguir formando parte del gremio. Entre los miembros activos, la mayoría pertenece a tres centros universitarios de la Universidad de la República: a) el Programa de Historia Económica y Social (phes) de la Facultad de Ciencias Sociales que comprende alrededor de 30% de los socios; b) el Grupo de Historia Económica del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, que pasó de representar 11% del total en 2005 a 25% en 2021, y c) la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, donde docentes pertenecientes a diferentes departamentos académicos desarrollan investigaciones sobre empresas, energía, elites coloniales y trabajo. Estos investigadores pasaron de 27% en 2005 a 8% en 2021, en parte debido a la reciente creación de la Asociación Uruguaya de Historiadores.
Desde su creación hasta la actualidad, la cantidad de socios ha ido en ascenso y en los últimos quince años casi se ha duplicado (véase gráfica 1). No obstante, en ese total en expansión, la composición por sexo ha tendido a mantener un predominio masculino: en promedio 60% de los miembros de la Asociación han sido varones.
Nota. Se incluyen los socios fundadores en 1992 y los miembros activos en 2005, 2010, y 2020. Se consideran activos los socios que están al día con la cuota social de membresía de la asociación o aquellos que a pesar de tener deuda expresaron su interés de cancelarla en algún momento.
Fuente: elaboración propia con base en la tesorería de la audhe.
En cuanto a la composición por edades, la audhe presenta una estructura integrada en su mayoría por miembros de entre 30 y 49 años (64%), seguida por aquellos con 50 años y más (30%) y pocos menores de 30 años (6%). En la distribución por sexo, sobresalen los varones en todos los tramos de edad: en 2021 representan 59% del tramo 30-49 años y 63% de los de 50 años y más.
De acuerdo con sus estatutos, la dirección y administración de la audhe dependen de una comisión directiva formada por tres cargos titulares (presidencia, secretaría y tesorería) y sus tres suplentes. Los miembros de la comisión directiva se eligen por mayoría simple de la asamblea general de socios y socias. Tradicionalmente, las postulaciones para su integración son voluntarias (sin listas) y se fomenta la rotación en los cargos. No obstante, la presencia de varones y mujeres ha sido relativamente homogénea en este ámbito. Mientras las mujeres han participado mayoritariamente en la presidencia y tesorería (60%), la secretaría ha sido ocupada en mayor proporción por varones (véase cuadro 1).
Presidencia | Secretaría | Tesorería | Promedio | |
---|---|---|---|---|
Mujeres | 60 | 40 | 60 | 53 |
Varones | 40 | 60 | 40 | 47 |
Nota. La composición de la comisión directiva entre 2002 y 2021 cambió en ocho ocasiones.
Fuente: elaboración propia con base en http://www.audhe.org.uy/audhe/directiva.html desde el 2012, y para el periodo anterior la composición de la directiva fue obtenida de los Boletines de Historia Económica de la audhe (varios números).
Si se consideran las dos publicaciones de la audhe –Boletín hasta 2011 y RUHE desde entonces–, la edición ha cambiado de responsable once veces entre 2002 y 2021: 80% de las veces la tarea ha sido cumplida por varones.9 Entre 2002 y 2021, el comité editorial ha estado integrado por mayoría de varones (67%) (véase gráfica 2).10 Finalmente, el consejo académico ha visto menguar la presencia de mujeres, aun cuando ha aumentado la cantidad de integrantes (en el Boletín eran diez integrantes en promedio, en la RUHE pasaron a 22 y en 2017 a 29).
Estos resultados presentan algunas ambigüedades que merecen consideración. La participación en la comisión directiva permite que sus integrantes, en particular quien ejerce la presidencia, alcancen una mayor interacción con colegas de otras asociaciones. Estos contactos implican el acceso a redes y al reconocimiento dentro de un espacio más amplio que el local. En este sentido, debe valorarse como positivo el balance de género en la participación en este órgano. Aún más, si se tiene en cuenta que, dentro de la Universidad de la República, las mujeres no han sido elegidas como rectoras. Y que, recién en la última década, se ha logrado que 47% del total de decanatos de facultades sean ocupados por mujeres (Organización de las Naciones Unidas, 2021).
En cambio, la conducción de la revista revela un importante desequilibrio de género. Este dato debería considerarse con atención, en tanto se trata de otro espacio privilegiado para fortalecer las redes de investigación con referentes de relevancia dentro de los espacios académicos.
¿Es breve el espacio en que no estás?
En este apartado se reúnen datos para valorar si el acceso a la formación, la carrera profesional y la producción académica en historia económica presentan desbalances de género.
La formación en historia económica
Además de la creación de la asociación, otro punto de inflexión en la historia de la disciplina es el año 1998, en el que se inició la maestría y diplomado en historia económica.11 Instalada en la Facultad de Ciencias Sociales, se realiza con una periodicidad de tres años. Tiempo después, en 2005, se creó el doctorado en Ciencias Sociales, con especialización en historia económica, que cuenta con ediciones periódicas desde ese momento.
La población estudiantil del programa de maestría ha tenido diversos orígenes disciplinares; sin embargo, con el transcurso de las generaciones, se observan cambios significativos. Al inicio, la participación de quienes tenían formación de grado en historia (profesorado o licenciatura) era dominante, pero con el paso del tiempo ganaron espacios estudiantes provenientes del área económica.12 Así, mientras que entre 1998 y 2007 este perfil comprendía 14% del total de inscripciones, alcanzó 36% entre 2010 y 2019. En esta proporción, las mujeres aumentaron su participación: de 33 a 55%, respectivamente. Esta participación de economistas se ha combinado con otras formaciones, especialmente en ciencias sociales y humanas, lo que ha nutrido a la maestría de variados debates teóricos y metodológicos.
La distribución por sexo de estudiantes de la maestría ha tendido a fluctuar en torno a 50%, en un total que muestra un leve descenso (véase gráfica 3). Respecto al doctorado, la distribución de estudiantes por sexo ha favorecido a los varones: en la actualidad, del total activo en el programa, 42% son mujeres.
Fuente: elaboración propia con base en registros de alumnos, proporcionado por la coordinación del diplomado y la maestría en historia económica.
En materia de egresos, la formación de origen de quienes han culminado la maestría a lo largo de los años se distribuye de la siguiente manera: 43% provienen de la economía, 27% de sociología, ciencia política y desarrollo, 24% de historia y sólo 5% de otras profesiones. Entre ellos, las mujeres tienden a tener mayor espacio: representan 56% de quienes culminaron la maestría.13 En línea con lo anterior, en promedio, las mujeres demoran menos en finalizar sus estudios de maestría: cinco frente a los seis años de los varones. Este desempeño se altera al observar los estudios de doctorado: en esta etapa, no sólo los egresos se distribuyen de forma proporcional por sexo, sino que, en promedio las mujeres demoran dos años más en finalizar esos estudios (nueve años comparado con siete en los varones).
Debido a las particularidades que asumió, hasta hace poco tiempo, el desarrollo de la profesión académica en Uruguay en el área de las ciencias sociales, la obtención de doctorados no constituía una condición excluyente para continuar una carrera académica. No obstante, en este contexto, es importante resaltar que entre los investigadores que hoy conforman la audhe, 40% cuenta con título de doctorado y, de este total, 67% son varones. El dato coincide con el caso de la economía: sólo 30% del total de profesionales con título de doctorado en Uruguay son mujeres (Méndez et al., 2019). Por su parte, casi la mitad de las mujeres socias de la audhe realizó sus estudios doctorales en Uruguay, mientras que la mayoría de los varones lo completaron en el exterior.
De la formación al ejercicio profesional
Quienes se dedican a la historia económica en Uruguay trabajan casi en su totalidad en la academia y la mayoría de ellos en la Universidad de la República. En ese ámbito combinan sus actividades entre la enseñanza y la investigación, dentro de la disciplina o en disciplinas vinculadas a las ciencias sociales.
Dentro de la Universidad de la República, la carrera docente se estructura en cinco grados de competencia y formación. El último nivel (grado 5) implica la consolidación académica y profesional dentro de la institución. No es esperable que el proceso de ascenso de grados siga una trayectoria uniforme a lo largo de toda la carrera, ya que a medida que se avanza crecen las demandas de cantidad y calidad de producción académica (véase cuadro 2).
Proporción de mujeres | ||
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Cargos universitarios | audhe | Universidad de la República |
Ayudante (grado 1) | 29 | 57 |
Asistente (grado 2) | 50 | 58 |
Profesor adjunto (grado 3) | 36 | 51 |
Profesor agregado (grado 4) | 83 | 45 |
Profesor titular (grado 5) | 29 | 34 |
Total | 44 | 54 |
Nota: los miembros de la audhe que pertenecen a la Universidad de la República representan 77% del total. Excluimos de este relevamiento a quienes tienen cargos académicos en otras instituciones académicas (nacionales o del exterior), ya que no es posible clasificar sus cargos en forma comparable a la carrera docente de la Universidad de la República.
Fuente: elaboración propia con base en registro de socios activos de la audhe en 2020-2021 y la Universidad de la República (2020).
Mientras a nivel general, en la Universidad de la República la proporción de mujeres tiende a ser superior a la de varones, en la audhe se verifica el caso contrario. El contraste es mayor cuando se observa la situación por tipo de cargo: aunque en la Universidad de la República la presencia femenina se reduce en los niveles más altos de la escala, en la audhe el desbalance de género parece aún más acentuado. Las mujeres vinculadas a la historia económica exhiben una menor presencia relativa en la mitad y en ambos extremos de la escala. En particular, representan menos de un tercio del total de ayudantes (frente a casi 60% en la Universidad de la República), 36% en el cargo de profesor adjunto (frente a la paridad en la universidad) y 29% entre las titulares frente a 34% para la Universidad de la República.
Es interesante mencionar que la distribución en la escala profesional se reitera en los registros del Sistema Nacional de Investigadores (sni), que abarca a todas las organizaciones científicas de Uruguay (más allá de las universitarias). En esta estructura, 50% de las mujeres se encuentra en los niveles iniciales de desarrollo profesional (iniciación y nivel i) y exclusivamente 23% se encuentra en el nivel iii, que es el más alto (Agencia Nacional de Investigación e Innovación, 2019). De los miembros de la audhe que pertenecen al Sistema Nacional de Investigadores, sólo 27% son mujeres, y del total de socios en el nivel más alto, sólo 33% son mujeres.14
Al considerar la distribución del total de mujeres y varones a lo largo de la escala en la comparación de la audhe y la Universidad de la República, entre las socias de la audhe, la mitad se ubica en los grados 3 y 4, en tanto que, en la Universidad de la República, estos niveles abarcan 30% de las mujeres (véase cuadro 3). Para los varones no hay diferencias: en los dos ámbitos institucionales, un tercio se posiciona en estos grados. Dentro de la disciplina, la concentración de mujeres en los niveles medio-alto contrasta con su menor presencia relativa en el grado más alto: allí se ubica 22% de los varones, pero 11% de las mujeres. Estos datos podrían reflejar la operación del llamado techo de cristal, que interpone obstáculos invisibles al ascenso a la cúspide de la carrera académica.
Mujeres | Varones | |||
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Cargos universitarios | audhe | Universidad de la República | audhe | Universidad de la República |
Ayudante (grado 1) | 11 | 32 | 22 | 28 |
Asistente (grado 2) | 28 | 37 | 22 | 31 |
Profesor adjunto (grado 3) | 22 | 22 | 30 | 25 |
Profesor agregado (grado 4) | 28 | 6 | 4 | 8 |
Profesor titular (grado 5) | 11 | 3 | 22 | 8 |
Total | 100 | 100 | 100 | 100 |
Fuente: elaboración propia con base en registros proporcionados por la directiva de la audhe en 2021 y la Universidad de la República (2020).
Es importante señalar que, entre los miembros de la audhe, la concentración de docentes en los tramos finales de la escala para ambos sexos es ampliamente más elevada que para la universidad en general. Esto podría denotar, entre otros aspectos, el perfil de edad más avanzado de sus docentes asociado a la mayor trayectoria relativa de quienes actualmente se dedican a la disciplina en Uruguay. De hecho, mientras la Universidad de la República muestra una tendencia a la renovación de su plantel (69% de las mujeres y 59% de los varones se ubican al inicio de la escala docente), las proporciones de los grados de formación entre los miembros de la audhe son considerablemente más bajas: 39 y 44% para mujeres y varones, respectivamente. El dato incluso contrasta con las instituciones que se dedican a la investigación en economía, donde las mujeres en los primeros niveles de la carrera concentran 53% del total (Amarante et al., 2021).
Este rezago relativo constituye un doble síntoma de preocupación en relación con las perspectivas de desarrollo de la profesión: por un lado, porque refleja una menor captación relativa de nuevas generaciones; por otro, porque, considerando los tres primeros grados de la escala, se advierte una masculinización de la disciplina que podría consagrarse en etapas futuras (en esos niveles se ubica 60% de las mujeres y 74% de los varones).
De acuerdo con la literatura internacional, las responsabilidades de cuidado podrían estar tras la menor captación relativa de mujeres en los primeros peldaños de la carrera. Otra posible razón para este rezago también se ha vinculado a la falta de referentes o modelos femeninos a seguir (Blau et al., 2010). En este sentido, los datos disponibles para Uruguay también son elocuentes: del total de tutorías de tesis de maestría en historia económica realizadas entre 1998 y 2020, 80% ha sido realizada por docentes varones. Si bien en el doctorado la distribución resulta más equilibrada, esto puede estar relacionado con que las tutorías comenzaron a ser compartidas. Esta información evidencia una menor visibilización de las mujeres en la vida académica, que resulta en un menor espacio de influencia directa entre estudiantes y colegas.
¿Existen brechas de género en la producción académica?
Hemos sintetizado los datos obtenidos sobre la producción bibliográfica en que participan autoras mujeres para la serie de documentos de trabajo, artículos en publicaciones de la asociación y presentación en sus jornadas académicas (véase cuadro 4) y la evolución anual de estos materiales (véanse gráficas 6, 7 y 8 en el anexo). La información se presenta para el periodo completo (1993-2020) y para dos etapas diferentes, identificadas a partir de cambios destacados en el nivel de producción. En este sentido, puede decirse que entre 1993 y 2004 tuvo lugar una etapa fundacional y de 2005 a 2020, un periodo de consolidación.
De acuerdo con la información, la participación de mujeres en la producción científica revisada ha sido relativamente minoritaria a lo largo del periodo: representan alrededor de un tercio de autorías, publicaciones y ponencias en un total en expansión. En una mirada por etapas, se observa que el primer periodo corresponde a una etapa fermental de formación de las primeras líneas de investigación en la disciplina. En estos años, la presencia de las mujeres en el total de autorías alcanzó 38% del total. El cierre de esta etapa puede identificarse con las primeras generaciones de egresados de la maestría en historia económica, que constituyó un gran impulso académico para el surgimiento e integración de nuevas generaciones de profesionales formadas en Uruguay.
Todos los trabajos | Artículos & DTs | Presentaciones en Jornadas | |||||||
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Cantidades-Periodos | 1993-2020 | 1993-2004 | 2005-2020 | 1993-2020 | 1993-2004 | 2005-2020 | 2004-2020 | 2004 a | 2005-2020 |
s. d. | |||||||||
Trabajos | 349 | 65 | 284 | 191 | 49 | 142 | 158 | 16 | 142 |
Autores | 508 | 91 | 417 | 266 | 64 | 202 | 242 | 27 | 215 |
Autorías de mujeres | 174 | 35 | 139 | 97 | 23 | 74 | 77 | 12 | 65 |
Proporción autorías de mujeres | 34% | 38% | 33% | 36% | 36% | 37% | 32% | 44% | 30% |
a No fue posible obtener la información sobre las jornadas previo a 2004.
Fuente: elaboración propia con base en Boletín, RUHE y de la serie Documentos de Trabajo de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, la Facultad de Ciencias Sociales y la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Entre 2005 y 2020 la disciplina se encuentra consolidada dentro de las ciencias sociales a nivel nacional. En consonancia, la producción de artículos y de documentos de trabajo casi se triplica respecto a la etapa anterior. En tanto, la presentación en jornadas se multiplica por nueve, reflejando el mayor debate sobre resultados de investigación. En este contexto de expansión, la presencia de mujeres como autoras cae de 38 a 33%. La retracción parecería deberse a la menor participación relativa en la autoría de ponencias y comunicaciones (pasan de 44% del total de autorías a 30% entre una etapa y otra).
En línea con este dato, que se vincula a la menor visibilización relativa de las mujeres en los debates académicos de la disciplina, se ha constatado que de las seis instancias en que se organizaron conferencias de cierre de las jornadas de investigación, las mujeres sólo participaron como expositoras en dos ocasiones. Sólo en una de ellas lo hicieron a la par con los varones y en otra en minoría (una en cinco expositores).
Es importante destacar que ninguno de los datos que muestran una menor participación relativa de las mujeres en la producción académica coincide con los ingresos a la formación en historia económica, ya que la composición por sexo ha tendido a ser similar. Contrasta también con el nivel de egresos de la formación en el grado de maestría, en que han estado más representadas las mujeres. No obstante, pueden asociarse a la mayor inserción masculina en los cargos universitarios.
Sesgos de género en las prácticas cotidianas de la profesión
La literatura ha identificado barreras en la diversidad de género en economía, las cuales se expresan en los temas de investigación, los estilos de trabajo y los valores prevalecientes en la comunidad académica. Con estas referencias, este apartado describe en qué medida la práctica profesional de la historia económica en Uruguay también refleja restricciones, que limitan la manera en que las mujeres y los varones asumen su participación en el espacio académico.
Las agendas de investigación
Uno de los aspectos destacados en los estudios que abordan las diferencias de género dentro de la actividad académica refiere a la selección de los temas que desarrollan en sus investigaciones las mujeres y los varones. Para identificar si la historia económica en Uruguay exhibe disparidades en este sentido, las autorías de las publicaciones analizadas se clasificaron según el código N, de acuerdo con la clasificación del Journal of Economic Literature.15 En particular, el tema N3 se desagregó en cuatro subáreas: a) trabajo y consumidores, demografía; b) educación y salud; c) bienestar, renta, riqueza, religión y filantropía, y d) género.
La visión de conjunto ubica el interés de las mujeres en asuntos vinculados a trabajo, demografía, educación, salud, bienestar: las categorías bajo el código N3d, N3b y N3a concentran más de 60% de las autorías femeninas (véase gráfica 4). Esta especialización coincide con la idea de gueto de terciopelo señalada en Vázquez-Cupeiro (2015), puesto que las preocupaciones que guían los estudios parecen cercanas a los roles socialmente asignados a las mujeres dentro del ámbito doméstico, como cuidar o educar. El mismo tipo de orientación se encuentra para la economía en la literatura internacional y en Uruguay (Amarante et al., 2021).
Notas: N3d: Género; N3b: Educación y salud; N3a: Trabajo y consumidores, demografía; N6: Manufacturas y construcción; N8: Historia de las microempresas; N5: Agricultura, recursos naturales, medio natural e industrias extractivas; N2: Mercados financieros e instituciones; N1: Macroeconomía y economía monetaria, crecimiento y fluctuación económica; N4: Gobierno, guerra legislación y regulación; N3c: Bienestar, renta, riqueza, religión y filantropía; N01: Desarrollo de la disciplina, historiografía, fuentes y métodos; N7: Transportes, comercio interior e internacional, energía, tecnología y otros servicios; N9: Historia regional y urbana.
Fuente: elaboración propia con base en Boletín y RUHE y de la serie Documentos de trabajo de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, la Facultad de Ciencias Sociales y la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
De todos modos, dentro de la misma categoría N3 una de las áreas exhibe una marcada masculinización: se trata de los temas vinculados al bienestar, ingresos y riqueza (N3c). Por otro lado, existe una especialización absoluta de las mujeres en las investigaciones sobre género (N3d).
Fuera de las categorías mencionadas, los datos muestran que la agenda de investigación presenta una clara predominancia masculina en la inmensa mayoría de los temas. En ese marco, destaca la presencia de los varones en la historia económica regional y urbana (N9), transporte, comercio, energía (N7), macroeconomía, crecimiento económico y economía monetaria (N1).
Para efectos de identificar si la distribución temática experimentó cambios en el tiempo, se estimó un índice de segregación de Duncan que resume el nivel de concentración relativo de mujeres y varones para las dos etapas analizadas (1993-2004 y 2005-2020). El indicador alcanza un valor de 41% en la primera y de 35% en la segunda. A modo de referencia, recuérdese que cuanto más cerca de cero, más equitativa es la distribución. Para la economía el índice se situó en 44% entre 1984 y 2008 y 27% desde entonces (Amarante et al., 2021).
Si bien la comunidad académica de la historia económica en Uruguay no es lo suficientemente amplia como para desarrollar en forma extensa todos los temas de investigación, sorprende la leve caída en el índice, que denota una persistencia en el nivel de segregación de las agendas por género. De hecho, el menor nivel de segregación en la segunda etapa parecería explicarse, principalmente, por un incremento en el número de temas abordados por la comunidad académica, antes que por una mejora en la equidad de género entre ellos. Un ejemplo paradigmático en este sentido remite al tema N6 (industria manufacturera), mientras que en la primera etapa casi 70% de las investigaciones en el tema eran desarrolladas por mujeres; en la segunda etapa esta participación era de apenas el 20 por ciento.16
Los estilos de trabajo
En relación con las prácticas de trabajo, se observa una mayor propensión de las mujeres a participar en coautorías mixtas: esta modalidad representa 34% de la producción femenina y 20% de la masculina. Con las dos subetapas de producción, la tendencia se acentúa en el segundo subperiodo respecto al primero (véase cuadro 5). Otro rasgo llamativo entre las dos etapas refiere a la masculinización de la producción. Si bien aumentan notablemente los trabajos, tanto de mujeres como de varones, los de autoría masculina se incrementan mucho más (de 42 a 208) que los de autoría femenina (de 30 a 116).
Cantidad de trabajos y porcentajes | 1993-2020 | 1993-2004 | 2005-2020 |
---|---|---|---|
Trabajos con autoría de mujeres | 146 | 30 | 116 |
En coautoría mixta | 50 | 7 | 43 |
Sólo mujeres | 96 | 23 | 73 |
Porcentaje de trabajos de mujeres en coautoría mixta | 34 | 23 | 37 |
Trabajos con autoría de varones | 250 | 42 | 208 |
En coautoría mixta | 50 | 7 | 43 |
Sólo varones | 200 | 35 | 165 |
Porcentaje de trabajos de varones en coautoría mixta | 20 | 17 | 21 |
Fuente: elaboración propia con base en registros de la audhe (jornadas, Boletín y RUHE) y de archivos en línea sobre la producción bibliográfica de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, la Facultad de Ciencias Sociales y la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Por lo tanto, las mujeres que se desempeñan en historia económica en Uruguay también prefieren la elaboración colectiva en mayor medida que los varones en línea con los resultados encontrados en la literatura internacional (Ductor, Goyal, y Prummer, 2018). Incluso, del relevamiento de nombres concretos que participan en la producción, se aprecia una mayor tendencia a conservar el equipo de coautoría respecto a los varones, aspecto que también surgía en la literatura relevada.
Percepciones sobre la equidad en la disciplina
Un último punto del recorrido propuesto en este trabajo refiere a cómo se perciben las diferencias de género en la comunidad académica. Si bien el enfoque de este análisis es principalmente cuantitativo, decidimos complementar estos resultados con las percepciones recogidas en una breve encuesta de opinión anónima realizada a los socios de la audhe en mayo de 2021. Estos resultados constituyen una primera aproximación, por lo que no pretenden ser concluyentes. No obstante, complementan la descripción previa y brindan interesantes indicios para futuras líneas de investigación.
En el conjunto de las respuestas predomina una valoración positiva de la contribución de las mujeres a la disciplina y un reconocimiento de la relativa segregación que experimentan. En este sentido, muchos entrevistados señalan que las líneas de investigación sobre género sólo las desarrollan mujeres. Indican que las mujeres no "han recibido el reconocimiento" que merecen y perciben que "las mujeres se suelen interesar por temas con una mayor sensibilidad social". Incluso, se advierte la persistencia de las barreras a la equidad de género: 67% de las respuestas coincide en que es necesario promover la participación de las mujeres en la disciplina y no predomina la opinión de que hubo progresos hacia la equidad en la última década.
En relación con los principales desafíos que podrían estar impidiendo el desarrollo académico de las mujeres a la par del de los varones, el conjunto apunta a las prácticas patriarcales, la ausencia de una visión de género y las tareas de cuidado. Sin embargo, es interesante la información que suma la desagregación de las respuestas según el sexo (véase gráfica 5).
Notas: a) Prácticas patriarcales; b) Acceso a financiamiento; c) Proyección puestos mayor jerarquía; d) Invisibilización; e) Inserción redes académicas; f) Ausencia visión de género; g) Balance entre actividades; h) Ausencia de fuentes; i) Cuestiones relativas a cuidados.
Fuente: elaboración propia con base en los datos del cuestionario aplicado a socios de la audhe en mayo de 2021 (véase cuadro 6 del anexo).
Las mujeres se sienten muy representadas por el reto de "mejorar el balance entre las actividades académicas" (investigación, enseñanza, gestión) o sienten que sus aportes son invisibilizados. En tanto, los varones se inclinan por resaltar las dificultades (de las mujeres) para proyectarse en puestos de mayor jerarquía e identifican restricciones derivadas de las tareas de cuidados, en mayor medida que las mujeres. En síntesis, las mujeres identifican trabas asociadas a la práctica de trabajo y los varones señalan limitantes personales y no laborales.
Esta diferencia de percepción, aunque llamativa, no resulta extraña: coincide con una tendencia a adjudicar a la autolimitación de las mujeres sus dificultades para alcanzar objetivos semejantes a los varones. De hecho, el menor reconocimiento de las dificultades que impone la práctica diaria de trabajo a las mujeres también se verifica entre el conjunto de investigadores con título de doctorado en Uruguay. Como se comentó, apenas algo más de un tercio de los varones coincide con la existencia de techos de cristal en la carrera profesional de las mujeres (Méndez et al., 2019). En la misma línea, a modo de referencia, encuestas entre estudiantes y docentes universitarios en España indican que las mujeres "muestran, ligeramente, una puntuación más alta respecto a la predisposición al liderazgo, de manera que se deduce que estas no se sienten inferiores para liderar" (Hidalgo, 2017).
Las respuestas sobre posibles soluciones para lograr un mejor balance de género en la práctica de la profesión también difieren por sexo. Para las mujeres, avanzar hacia la equidad implica, ante todo, mejorar la paridad en los cargos académicos de varones y mujeres. En cambio, para los varones los cambios positivos se alcanzarían a través de la promoción de espacios de intercambio y formación para mujeres en temáticas de género. Nuevamente, el foco parece colocarse en lugares distintos. Mientras las mujeres interpelan con sus respuestas a las instituciones y a las desigualdades que se generan en las trayectorias académicas, los varones trasladan a las mujeres la búsqueda de solución a sus problemas.
Conclusiones
Este trabajo ofrece una primera aproximación a la presencia de desigualdades de género en la práctica universitaria de la historia económica en Uruguay. Los datos reunidos dan cuenta de una relativa subrepresentación de las mujeres en diferentes espacios de desarrollo de la disciplina. De hecho, a medida que ha avanzado la consolidación y profesionalización de la historia económica como área de especialización académica, el número y espacio que ocupan las mujeres ha tendido a estrecharse.
Entre los socios de la audhe, en constante aumento desde 1992, la representación de mujeres ha llegado a superar –incluso largamente– el tercio, pero se encuentra lejos de equiparar la de los varones. En términos de formación, las egresadas son más de la mitad del total de titulaciones de la maestría en historia económica. No obstante, la presencia de mujeres se reduce entre quienes tienen y realizan estudios de doctorado. Este rezago relativo en los niveles educativos más altos podría incidir en la pérdida de espacio femenino observada en los escalones iniciales de la carrera universitaria. En esas etapas se encuentra una masculinización, que no aparece para otras áreas disciplinares a nivel local y que podría proyectarse a los siguientes niveles de la escala en los próximos años.
La legitimidad y consolidación de un proceso de desarrollo académico está dada por la posibilidad de construir líneas de investigación que se mantengan e integren nuevos investigadores. Este proceso requeriría que las mujeres pudieran acceder en forma equitativa a la formación de nuevos investigadores, acompañando procesos de enseñanza o construyendo equipos de investigación. Emergen aquí nuevas restricciones: 80% de las tesis de maestría en historia económica, realizadas en Uruguay, han sido dirigidas por varones. De hecho, esta baja presencia de modelos femeninos también podría contribuir a explicar la menor presencia relativa de mujeres al inicio de la carrera académica. En el fenómeno operan aspectos tan sutiles como la manera diferente en que las mujeres y los varones reciben y transmiten entre sus congéneres información relevante sobre publicaciones, puestos o proyectos disponibles o acceso a redes de investigación.
En relación con el ejercicio pleno de la profesión, la distribución por sexo a lo largo de la carrera universitaria refleja la presencia de un techo de cristal y la segregación de las agendas de investigación por género. Los temas de estudio han tendido a ampliarse, lo que ha diversificado la inserción de varones y mujeres en diferentes asuntos. Sin embargo, las mujeres se concentran en mayor medida en sus temáticas de interés más clásico. En cuanto a la formación de equipos, los investigadores y las investigadoras han tendido a trabajar con personas de su mismo sexo, aunque las mujeres presentan una mayor tendencia a producir en coautorías mixtas. Esta orientación se contrapone con investigaciones recientes que subrayan la mayor efectividad, productividad, y capacidad de innovación de los equipos mixtos, que son, además, aquellos en los que las mujeres suelen preferir trabajar.
En cuanto a la participación en órganos de decisión de la asociación, las mujeres han sido mayoría dentro de las directivas, pero han mantenido un lugar especialmente minoritario en la dirección y en el comité editorial de las publicaciones. Si bien todas las instancias de gestión implican trabajo y compromisos, no todas tienen la misma relevancia académica. La distribución de mujeres y varones en ambos espacios parece reflejar un desbalance importante de género en la distribución de ocupaciones y responsabilidades.
Finalmente, si bien la comunidad académica consultada valora y alienta mejoras en la situación de las mujeres y hacia la equidad de género, existen miradas diferentes sobre las causas de las disparidades. Mientras los varones tienden a situar el mayor peso en la propia actitud de las mujeres (y alientan a un cambio de su comportamiento), las mujeres denuncian aspectos organizacionales del trabajo. Resulta interesante profundizar en estas percepciones de los varones y las mujeres, para lo cual un camino a explorar son las historias de vida de algunos referentes. Este desafío forma parte de la agenda futura de trabajo.
Los resultados invitan a reflexionar sobre la equidad de género en la historia económica, no sólo como imperativo ético. Los cambios que permitan la diversidad y equidad de género en las agendas de investigación y las posiciones de decisión en el trabajo académico pueden potenciar este campo de conocimiento. Al mismo tiempo, incorporar la perspectiva de género a la revisión de las prácticas de trabajo cotidiano también contribuye a hacer visible y cuestionar la cosmovisión del mundo, que naturaliza roles de género socialmente adquiridos.
Los datos presentados no sólo interpelan, sino que colocan desafíos, especialmente a la Asociación de Historia Económica del Uruguay. En lo inmediato, parecería necesario revisar la composición de alguno de los órganos de gestión institucional y modificar las reglas de participación en la revista académica (en la composición del comité editor, del consejo académico, de la plantilla de evaluadores externos). También alentar una línea editorial comprometida con el balance de género en los artículos publicados. El mismo tipo de medida podría adoptarse para la organización de eventos académicos, procurando la paridad de género en los comités que seleccionan los trabajos, en la elección de conferencistas de referencia y entre los expositores.
Tradicionalmente, se consideraba que la sola presencia de las mujeres en los espacios de investigación promovería una transformación. No obstante, la participación de las mujeres per se no asegura el reconocimiento. Bregar porque la visión necesariamente parcial de las mujeres y de los varones conviva en pie de igualdad, constituye una potencialidad para el trabajo científico.