Introducción
En el último cuarto de siglo la configuración de la educación superior en América Latina ha experimentado cambios relacionados con los procesos de globalización y de mercantilización. Estos cambios han orientado a las instituciones universitarias a dar respuestas heterogéneas a las exigencias de la sociedad del conocimiento de acuerdo con las capacidades institucionales propias y con los desiguales contextos nacionales; también han propiciado asimetrías en los diferentes niveles de desarrollo académico de las universidades, formando circuitos de escolaridad diversificados, que propician la fragmentación social entre jóvenes pertenecientes a estratos sociales distintos. De esta configuración de la educación superior resultan espacios universitarios que son asimétricos por su calidad y que están fragmentados socialmente, pues clasifican y distinguen a los jóvenes y afectan sus oportunidades educativas.
En este trabajo el punto de partida es que las desigualdades en la educación superior no son un problema aislado de las instituciones o de los individuos, sino que son estructurales y tienen lugar en los niveles global, regional y local, aun cuando en cada región, país e institución se concreten de maneras específicas. Asimismo, que los espacios universitarios, al ser asimétricos, propician una inclusión desigual entre estudiantes con posiciones sociales de origen distintas, que se robustecen cuando se entrelazan con el género; además, al ofrecer estructuras de oportunidad diferenciadas, dichos espacios desempeñan un rol importante en la re-producción y profundización de las desigualdades sociales y de género. Ese entramado de factores va a dar lugar a nuevas desigualdades y a reforzar la permanencia de las que están presentes.
El trabajo está dividido en los siguientes apartados: se presenta la evolución del crecimiento de la matrícula global de educación superior; se muestran sus asimetrías entre las regiones y los sexos; y se aborda el nivel nacional e institucional con base en una investigación empírica, cuyo objetivo es exponer la relación estrecha entre las variables, tales como subcampo, espacio universitario, estrato social y género. Se termina con algunas conclusiones.
Evolución de la matrícula global y asimetrías entre regiones y sexos
La Unesco señala que a partir de 1980 la matrícula de educación superior ha tenido -en el ámbito global- un crecimiento cercano a 500%, aunque su comportamiento no ha sido el mismo en las distintas regiones del mundo, porque este depende de la manera como distribuyen la riqueza en su interior y del desarrollo y calidad de sus sistemas de educación superior (Unesco, 2012:74-75).
Las diferencias globales en la tasa bruta de matrícula (TBM) dan cuenta de la desigualdad en el acceso a la educación superior en el mundo: en 2009, 43% de los países tenía una TBM inferior a 20% -entre los que se encuentran los de las regiones más pobres como algunos africanos, del Medio Oriente y una parte de los del Sureste asiático-. En otra cuarta parte del mundo (25%) las naciones alcanzaron una TBM que va de 20 a 50%: en esta porción se ubican México y la mayoría de los países sudamericanos, así como algunos del norte de África, China, India, Kazajstán y algunos otros del Sudeste Asiático. Solo una cuarta parte (26%) -constituida por Europa central y oriental, la Federación de Rusia, Argentina, Chile y Venezuela- registró una TBM de entre 50 y 80%; y apenas un 6% -compuesto por nueve naciones: Australia, Corea, Cuba, Estados Unidos, Finlandia, Grecia, Islandia, Nueva Zelandia y Reino Unido-, la TBM es superior a 80% (Tabla 1).
% | Regiones y países | % TBM |
---|---|---|
43 | Algunos países africanos, del Medio Oriente y del Sudeste Asiático | < 20 |
25 | México y la mayoría de Sudamérica, algunos del norte de África, China, India, Kazajstán y otros del Sudeste Asiático | Entre 20 y 50 |
26 | Casi toda Europa central y oriental, la Federación de Rusia, Argentina, Chile y Venezuela | Entre 50 y 80 |
6 | Australia, Corea, Cuba, Estados Unidos, Finlandia, Grecia, Islandia, Nueva Zelandia y Reino Unido | > 80 |
Fuente: elaboración propia con base en Unesco (2012:74).
Al hacer el análisis con base en el género (Figura 1), se puede afirmar que en cuarenta años (1970-2009) la tasa bruta de matrícula masculina pasó de 11 a 26%, mientras que la femenina creció más de tres veces, de 8 hasta 28%. Este incremento muestra que en la educación superior de las regiones más desarrolladas -principalmente América del Norte y Europa, aunque también en América Latina- ha habido sobrerrepresentación de mujeres y que, en las demás regiones, con menor desarrollo, las posibilidades de estudiar para las mujeres han sido menores (Unesco, 2012:78).
* En el caso de Asia Meridional y Occidental, los datos de 2009 corresponden al año 2008.
Fuente: Instituto de estadística de la Unesco (Unesco, 2012:77).
En el nivel global dicho incremento se concretó principalmente entre los graduados de licenciatura, con 51% de hombres y 49% de mujeres. En el posgrado, 56% de mujeres obtuvieron un título de maestría, así como 56% de los hombres, el doctorado (Unesco, 2011:77). Más aún, como se puede ver en la Figura 2, es en América Latina donde se dio el ascenso más importante en el Índice de Paridad entre los Sexos1 (IPS), que pasó de 0.62, a más de 1.21 (Unesco, 2012:77).
A pesar de la evolución positiva de la TBM sigue habiendo desigualdades regionales, algunas de las cuales tienen como base no solo los niveles de desarrollo de los países, sino también el género, como se puede observar en la Figura 3 (a y b). La Unesco señala que es en América Latina donde hay más mujeres que estudian un doctorado, aunque corrobora que son preferentemente los varones quienes se dedican a la investigación. Pareciera, entonces que en América Latina, la región más desigual del mundo, las mujeres han logrado romper una barrera importante para acceder a la educación superior, pero su traducción en el ámbito laboral, por lo menos en el terreno de la investigación académica, no ha encontrado correspondencia con su nivel de estudios.
Nota: Debido al bajo índice de respuesta no se dispone de los promedios regionales de los Estados Árabes, Asia Meridional y Occidental y el África Subsahariana.
Fuente: Instituto de Estadística de la Unesco (Unesco, 2012:81).
El nivel regional: la educación superior en América Latina2
El notable crecimiento de la matrícula universitaria en el nivel global también tuvo lugar en América Latina, región que en los últimos cuarenta años presentó uno de los incrementos más importantes de la tasa bruta de matrícula debido, en buena medida, a la creciente incorporación de las mujeres a este nivel educativo.
En la región se observa que la matrícula de educación superior se distribuye de manera irregular entre los subcampos público y privado: aunque en el nivel regional la matrícula privada alcanza un promedio cercano a 50%, esto se expresa de diferente manera en cada país. Mientras en Chile (77%) y en Brasil (72%) se privilegia la matrícula privada de educación superior; en México (33%), Argentina (26%) y Bolivia (20%) se favorece el sistema público, y en Colombia una distribución más equilibrada entre los subcampos, pues tiene 45% en la privada (Figura 4). Esta división según el tipo de financiamiento prioritario no remite necesariamente a la calidad de la educación ofrecida por uno u otro subcampo; más bien muestra la manera como los países han decidido distribuir el financiamiento entre la población que tiene posibilidades de acceder a la educación superior.
Fuente: Elaboración propia con base en Instituto de Estadística de la Unesco (Unesco, 2011a:164-167).
Argentina y México han privilegiado la gratuidad de la educación superior, aunque con diferencias: mientras Argentina mantiene el ingreso irrestricto a la universidad pública, en México se han diversificado los mecanismos de ingreso, pues algunas instituciones aplican exámenes de selección cada vez más exigentes y otras permiten el ingreso abierto. Brasil y Chile optaron por una selección exigente que aleja de las universidades públicas a aquellos con resultados más bajos, quienes frecuentemente han estudiado en preparatorias públicas. Hay que subrayar que en la medida en que las universidades públicas están teniendo más dificultades para incorporar a la totalidad de la demanda real, cada vez más creciente, los rechazados llenan las aulas de las privadas de diversas calidades, con costos que no siempre corresponden a la calidad de la educación que ofrecen. No obstante, el aumento de la tasa bruta de la matrícula no ha supuesto la incorporación de los grupos más desfavorecidos de la sociedad.
La distribución de las y los jóvenes de 20 a 24 años en la tasa neta de matrícula por quintil de ingreso (Figura 5) muestra que hay una brecha importante entre los porcentajes de estudiantes del quintil 1 que agrupa a los más desfavorecidos y los del 5 que congrega a los mejor posicionados: mientras en México ingresa apenas un escaso 7% del quintil 1, en Colombia y Brasil alcanzan entre 10 y 15%, y en Argentina, Chile y Bolivia ingresa una tercera parte.
En contraposición, en el quintil 5 estudian educación superior entre cuatro y seis jóvenes de cada diez, con Chile (65.5%) y Argentina (51.0%) a la cabeza (Figura 6). No obstante, Chile es el país con la brecha más amplia entre los quintiles opuestos, que alcanza 38.4%; Colombia y México tienen una diferencia de 33.3% y Brasil de 29.0%. Los más igualitarios son Bolivia y Argentina, entre los que la distancia no alcanza los 20 puntos porcentuales.
Por otro lado, el incremento de la tasa bruta de matrícula redundó en que en cuarenta años el Índice de paridad entre los sexos se haya duplicado a favor de las mujeres. América Latina tiene un alto perfil de escolaridad femenino y en muchos países hay sobrerrepresentación de la mujer en la matrícula: “Aproximadamente el 60% de las y los graduados de licenciatura, son mujeres. Este porcentaje se reduce al 47% a nivel maestría, seguido de un leve aumento en participación femenina a nivel doctorado, donde las mujeres representan el 49% de los graduados” (Unesco, 2011b:77).
Es decir, el aumento generalizado de la matrícula universitaria en América Latina y su distribución entre los sexos siguen, en general, la tendencia global hacia el crecimiento y la paridad de la matrícula, aunque al cruzarla con el quintil de ingreso, queda claro que el origen social aún impacta negativamente las posibilidades de ingreso a la educación superior, especialmente entre las mujeres más desfavorecidas (Figura 7).
El nivel local: espacios universitarios como mecanismo de re-producción de las desigualdades3
La configuración de la educación superior en espacios universitarios asimétricos supone estructuras de oportunidad educativas diferenciadas, que propician una inclusión desigual a la educación superior y que al intersectarse con el género y el origen social, potencian la perdurabilidad de las desigualdades sociales advertida en los análisis de los niveles global y regional.
Con objeto de observar, en lo local, la intersección de dichas variables, a partir del trabajo empírico, se construyeron dos dimensiones analíticas: la primera refiere a la posición social de origen de los estudiantes, para la que se hizo un Índice de oportunidad socio-escolar (iose), que incluye tres capitales: el familiar, el escolar y la variable oportunidad, entendidos como la acumulación heredada o adquirida a partir de la socialización, tanto de bienes y recursos materiales, como sociales y simbólicos (Bourdieu, 1987a:160 y Bourdieu ,1987b). Esta combinación de capitales permitirá analizar la manera en que el agente convierte sus capitales en realizaciones, de acuerdo con sus oportunidades reales de elegir lo que desea y valora, y dará cuenta de las oportunidades diferenciadas que tienen las mujeres y los hombres pertenecientes a distintos estratos sociales, que estudian educación superior.
La segunda dimensión delimita los circuitos universitarios y sus espacios universitarios asimétricos, definidos por sus diferentes grados de desarrollo académico y que separan a los individuos en vías de escolaridad distintas, que dan cuenta de una distribución de oportunidades diferenciada, que es sistémica, porque es el resultado de una estructura social jerárquica que, por un lado, limita las posibilidades de vida de los desfavorecidos y, por otro, propicia la acumulación de recursos materiales y simbólicos solo a algunos (Norbert Elías, 1996:139-140, citado en Braig, Costa y Göbel, 2015). Lo anterior se traduce en distanciamiento social, en jerarquización y en una inclusión desigual, mecanismos que permiten que las desigualdades perduren. Esta realidad trasciende el marco del Estado-nación y permite observar entrelazamientos entre los espacios globales, regionales y locales (Villa Lever, Canales y Hamui, 2017).
La dimensión de espacios universitarios asimétricos se construyó con base en la combinación de tres variables -características de la institución, del personal académico y de los programas acreditados- y de 20 indicadores. Con ella ha sido posible ordenar, comparar y diferenciar a las instituciones estudiadas y ubicarlas de acuerdo con su grado de desarrollo académico, en espacios universitarios asimétricos (Villa Lever, Canales y Hamui, 2017). Aunque la muestra estudiada no pretende tener representatividad estadística, está conformada en los subcampos público y privado por un porcentaje similar al nacional, tanto en el total de la matrícula como en su distribución por sexo, como se observa en la Tabla 2.
Género | Subcampo público | Subcampo privado | ||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Tipo de espacio universitario | ||||||||
Alto | Medio | Bajo | Total | Alto | Medio | Bajo | Total | |
Hombre | 66 | 19 | 29 | 114 | 37 | 16 | 10 | 63 |
% | 37.3 | 10.7 | 16.4 | 64.4 | 20.9 | 9.0 | 5.6 | 35.6 |
Mujer | 24 | 20 | 52 | 96 | 26 | 14 | 16 | 56 |
% | 15.8 | 13.2 | 34.2 | 63.2 | 17.1 | 9.2 | 10.5 | 36.8 |
Como se dijo desde un principio, se plantea la hipótesis de que las y los jóvenes pertenecientes a distintas posiciones sociales parten de condiciones y de relaciones con características diversas, de acuerdo con los capitales que poseen, con la composición de los mismos y con sus pesos relativos en el conjunto de sus posesiones, lo que tiene como resultado un acceso desigual a espacios universitarios asimétricos por su calidad. Para investigarla se presentan los resultados de un estudio, cuyo foco estuvo puesto en dos intersecciones (Villa Lever, 2018).
Primera intersección
En la primera intersección se analizan las relaciones entre la posición social de origen, los capitales poseídos y el género. El entrelazamiento de estas tres variables refiere a una desigualdad estructural que supone que a mayor riqueza de las regiones y a mejores entornos de desarrollo humano de los países, mayores serán las posibilidades reales para las y los jóvenes de estudiar en la universidad y viceversa. Al concretar el estudio a partir del universo analizado y con base en la amplia brecha de condiciones entre las posiciones sociales, se puede observar que en México también se privilegia un mayor ingreso a la universidad de quienes pertenecen a las posiciones sociales más favorecidas, principalmente a los hombres (Figura 8).
Esta apreciación se refuerza al analizar cada uno de los estratos por separado: mientras que en el estrato muy desfavorecido hay un mayor porcentaje de mujeres (54.8%) que estudia en la universidad, en los otros tres grupos hay más varones, especialmente en el estrato muy favorecido (H 59.4%), donde la diferencia con las mujeres es de casi veinte puntos porcentuales (Figura 9).
En relación con la composición de los capitales y de sus pesos relativos en el conjunto de sus posesiones, hay diferencias importantes: del total de estudiantes que respondieron el cuestionario, hay más mujeres que hombres con capital familiar bajo, es decir, que provienen de familias con escasos recursos económicos donde ninguno de sus miembros tiene educación superior (Figura 10). Lo anterior refiere al creciente interés de las mujeres de clases desfavorecidas por estudiar, como una manera de superar las dificultades y de lograr la tan prometida movilidad social, que supone, con base en la ideología meritocrática, que a mayor número de años de estudio mejores serán las condiciones de vida posibles.
Mientras que en la muestra predominan las mujeres con un capital familiar precario, hay más varones (58.8%) con un promedio de calificaciones en bachillerato más bajo, con menor asistencia a clases, menor cumplimiento con las tareas y también con menos éxito en los exámenes, es decir, con capital escolar bajo (Figura 11).
Lo anterior supone que el interés y la actitud responsable mostrados por las mujeres frente a los estudios universitarios les compensan las dificultades derivadas del capital familiar desfavorable. Es en el ámbito escolar en donde ellas tienen mayores posibilidades de hacer valer su capacidad de agencia, porque ser buena estudiante depende de ellas mismas.
Aunque la mayoría de las y los estudiantes de licenciatura dicen haber elegido la universidad que deseaban, el porcentaje de varones es mayor, lo cual es una paradoja, si se piensa que las mujeres tuvieron un mejor desempeño escolar en el nivel previo (Figura 12). Lo anterior permite pensar que el capital familiar tiene un peso importante en sus posibilidades reales para decidir lo que desea y valora.
Con base en el análisis anterior se puede plantear la hipótesis4 de que una precaria situación familiar orienta a las mujeres a estudiar en un espacio universitario de bajo desarrollo académico. A pesar de que hay más mujeres que hombres con un capital escolar alto, son ellas quienes dijeron tener menores oportunidades de elegir la universidad deseada, lo que también está relacionado con los espacios universitarios en el que se ubican las mujeres.
Segunda intersección
En la segunda intersección se relacionó el subcampo y el tipo de espacio universitario con el género. Como se puede observar en la Figura 13 hay más varones que estudian en los espacios universitarios de alto desarrollo académico, principalmente en el público (37.3%), mientras que las mujeres (34.2%) estudian preferentemente en los espacios públicos de menor calidad. Asimismo, en el subcampo privado, si la distribución entre los sexos en el espacio de alto desarrollo académico tiene porcentajes cercanos (20.9% hombres y 17.1% mujeres), en los espacios universitarios de menor calidad el porcentaje de mujeres (10.5%) dobla al de los varones (5.6%).
El hecho de que las estudiantes mujeres provengan mayormente de hogares con capital familiar bajo influye seguramente en su destino educativo. Pareciera que la estructura de oportunidades para las mujeres con una posición social desfavorecida las orienta a los espacios universitarios de bajo desarrollo académico, en mayor medida que a los hombres, quienes están ubicados preferentemente en los espacios de alto desarrollo académico. El mejor desempeño escolar de las mujeres se traduce en el logro de estudiar la universidad, pero no necesariamente en su capacidad de elegir el mejor espacio universitario.
Conclusiones
A partir de este trabajo se puede concluir que las asimetrías entre regiones y países están vinculadas con los cambios producidos a partir de los procesos de globalización y específicamente con los orientados a la educación superior y su configuración. Estos impactan en la capacidad de respuesta de las universidades ante los requerimientos y retos del desarrollo basado en el conocimiento y refuerzan la permanencia de la estratificación social y de género y la fragmentación de la educación, especialmente para los grupos más desfavorecidos.
Los datos expuestos y el análisis presentado muestran que la configuración del campo de educación superior -dividido en subcampos con características distintas y en espacios universitarios desiguales- lo jerarquizan; además, promueve vías o redes universitarias que lo fragmentan al estar segmentadas por estrato social y género. Estos mecanismos de escalafón institucional tienen como consecuencia una inclusión desigual, que al entrelazarse con el estrato social y el género hacen perdurables las desigualdades ya existentes en la sociedad. Por lo tanto, se puede concluir que los espacios universitarios asimétricos funcionan como mecanismo que re-produce las desigualdades sociales y de género.