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Papeles de población
versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425
Pap. poblac vol.19 no.75 Toluca ene./mar. 2013
Desempleo juvenil en Cartagena de Indias: un análisis transversal de sus causas y consecuencias
Youth unemployment in Cartagena: a transversal analysis of the causes and consequences
Fabio José de-la-Hoz-Aguilar, Raúl Quejada-Pérez y Martha Yánez-Contreras
Universidad de Cartagena.
Este artículo fue
Recibido el 17 de abril de 2012
Aprobado el 29 de noviembre de 2012.
Resumen
El desempleo juvenil, como problemática económica y social, se constituye en un fenómeno multicausal cuyas consecuencias van más allá del mundo laboral e implican efectos prolongados en la vida de quienes lo padecen. El presente documento analiza el efecto de la dinámica poblacional, el nivel educativo y las condiciones socioeconómicas de los jóvenes, la estructura productiva de la ciudad y el perfil educativo y laboral de los jefes de hogar sobre el desempleo juvenil en la ciudad de Cartagena. En igual sentido, se evidencia como este fenómeno se convierte en una vía de exclusión social, reproducción de la pobreza y profundización de problemas como la violencia urbana, manifestada principalmente en pandillas juveniles.
Palabras clave: Desempleo juvenil, demografía, educación, pobreza, exclusión social.
Abstract
Youth unemployment as an economic and social problem has many causes and consequences that goes beyond the world of work and involves long-term effects among those who suffer it. This article analyze the effect of population dynamics, the educational level, the socioeconomic conditions, the production structure and the father's educational and labor profile on youth unemployment in Cartagena, showing the effects of, as factors that determine this phenomenon. In the same way, this article evidences how youth unemployment becomes in a social exclusion way, reproduction of poverty and the deepening of urban violence problems, manifested in youth gangs.
Key words: Youth unemployment, demography, education, poverty, social exclusion.
Introducción
A nivel mundial el desempleo juvenil se ha convertido en uno de los problemas que más preocupación despierta entre los responsables de la política pública de empleo, puesto que históricamente sus registros han sobrepasado las tasas de desempleo de adultos y la general, constituyéndose así en una problemática que requiere de una mayor profundidad en su abordaje y que además muestra un carácter multicausal y negativas consecuencias para la economía y el bienestar de la población.
La ciudad de Cartagena no es ajena a esta tendencia, las cifras de desempleo juvenil no bajan la barrera de 20 por ciento y superan en promedio a las tasas de otros grupos de edad en 17 por ciento, que sumado a la pobreza en la que está sumida gran parte de la población cartagenera, el desempleo juvenil se convierte en una vía de exclusión social, originando consecuencias que van más allá del mundo laboral como efectos en la salud mental de los jóvenes hasta el grado de afectar su relación con su familia y con la sociedad en general. El presente artículo realiza un análisis del desempleo juvenil en la ciudad de Cartagena, enfatizando el aspecto demográfico y la estructura productiva de la ciudad, las características de los jóvenes tales como nivel educativo, nivel socioeconómico, características del hogar, y las consecuencias de este fenómeno que van más allá de aspectos económicos y laborales.
Para tal fin, el documento se estructura en cuatro secciones, en primer orden se ubica el marco introductorio del tema, seguido de una revisión de la literatura respecto a los avances teóricos relativos al análisis del desempleo juvenil, en la tercera se presentan aspectos metodológicos, en la cuarta se aborda el análisis histórico demográfico del desempleo juvenil en Cartagena y se desarrolla un análisis transversal del mismo en la ciudad para el año 2010, finalmente se esbozan las respectivas conclusiones.
Revisión de la literatura
A finales de la década de 1960, uno de los primeros argumentos teóricos respecto al desempleo juvenil se encuentra en Easterlin (1969), quien planteó esta problemática como una consecuencia del efecto cíclico,1 natural y de transición de este grupo poblacional, efecto llamado "tamaño de la cohorte". Las cohortes poblacionales precedidas por altas tasas de fecundidad experimentan un crecimiento abrumador de la población en edades jóvenes y, en igual medida, los jóvenes que buscan trabajo y, como el ritmo con el que los jóvenes ingresan al mercado laboral es más rápido que la capacidad de absorción de este, padecen de fuertes presiones en la búsqueda de empleo (Vila, 1985). Autores como Venatus y Agnes (2010) y Thezà (1995) han evidenciado una sistemática relación entre las tasas de crecimiento de la población en edades jóvenes y las de desempleo juvenil; tasas elevadas de crecimiento poblacional modifican la estructura por edades de la población, aumentando el peso relativo en edades productivas y reproductivas, y el efecto más inmediato son las elevadas tasas de desempleo.
Ramírez (2002) describe el desempleo juvenil como la consecuencia de un desempleo estructural, es decir, la no correspondencia entre la oferta y la demanda laboral resultado de la brecha entre las competencias de los jóvenes y las requeridas por el mercado laboral, todo esto, consecuencia de la poca transparencia de la información de los mercados, una deficiente orientación vocacional (Muñoz, 2006) y los débiles sistemas educativos y de capacitación que profundizan aún más esta brecha (Lépore y Schleser, 2004).
Pero más allá de un desempleo estructural, los argumentos relativos al desempleo juvenil se concentran entre quienes consideran que, al igual que el desempleo general, está determinado por el comportamiento de la economía. En las economías con un insuficiente crecimiento y dinamismo se recrudece el problema del desempleo juvenil, en tanto que en periodos de recesión económica las familias tienden a incrementar su oferta de trabajo con la participación de los miembros más jóvenes en el mercado laboral, las empresas tienden a reducir personal y los primeros en ser despedidos son los jóvenes, argumentando su baja productividad y los menores costos de despido en comparación con los del personal de mayor antigüedad (Demidova y Signorelli, 2010).
Según Choudhry et al. (2010), aquellos jóvenes integrantes de hogares con bajos ingresos experimentan mayores tasas de desempleo en comparación con los integrantes de hogares con mayor ingreso. Autores como Coloma y Vial (2003) y Smyth (2008) argumentan que dentro del hogar las características de la residencia, del entorno familiar y el perfil ocupacional de los padres son determinantes de la situación laboral de los jóvenes, dado que el grupo familiar puede servir de apoyo en su intento de encontrar empleo, aun cuando estos no tengan una experiencia o historial laboral previo, y en la medida que los padres estén empleados, las probabilidades de desempleo de los jóvenes disminuirán, debido a que no tienen urgencia de trabajar y, por lo tanto, su salario de reserva es más alto que el de aquellos con padres desempleados (Beyer, 1998).
En 1964 Gary Becker desarrolló la teoría del capital humano, según la cual la inversión en educación mejora las destrezas y aumenta la productividad del trabajo (Becker, 1993). Respecto al desempleo juvenil, la educación y la calidad de esta juegan un papel importante, puesto que autores como Behrens y Evans (2002), Audas et al. (2005) y Riphahn (1999) apoyan la tesis de que los jóvenes con mayor nivel educativo tienen una tasa de desempleo menor, una mayor probabilidad de obtener trabajo, aumentos en los salarios y mayor acumulación de capital humano al adquirir mayor experiencia. Por su lado, Levin (1983) considera que la alta tasa de desempleo juvenil es resultado del deterioro de la educación y de la escasa formación de la juventud, porque los sistemas educativos son incapaces de dar respuesta directa a las capacidades que necesitan los mercados de trabajo, los cuales son cada vez más complejos y requieren cada vez mayores niveles de habilidad.
En términos de consecuencias, el desempleo juvenil es considerado una vía de exclusión social, porque implica consecuencias que van más allá del mundo laboral, los jóvenes desocupados permanecen al margen no solo del sistema económico, también de las redes sociales2 y demás relaciones en las que se desenvuelven (Toro, 2001). Espluga et al. (2004) exponen el carácter multidimensional de esta exclusión social: del mercado laboral, definida como las barreras que encuentran los jóvenes a la hora de entrar al mercado laboral; una exclusión económica, referida a la incapacidad de generar ingresos y a la dependencia de los programas del Estado; una institucional, relacionada con la falta de apoyo institucional en los periodos de desempleo; y una cultural, por la incapacidad de vivir de acuerdo con las normas y valores aceptados socialmente.
Esta exclusión expone al riesgo de vincularse con formas ilegales de subsistencia a quienes sufren marginación a causa del colapso de las instituciones del Estado y del fracaso del sistema económico en la función de generar los medios y las oportunidades laborales (Marrau, 2006); las actividades delictivas los convierten en el epicentro de casi todos los episodios de violencia existente, en los cuales ocupan el lugar tanto de víctimas como de victimarios (Perea, 2005; Fougère et al., 2009). La expresión más notoria de estas actividades delictivas son las pandillas juveniles, las cuales según Bennell (2000) son empresas criminales que muestran características propicias para "hacer carrera", donde todos disponen de la posibilidad de ascender, de aumentos de salarios y de nuevos niveles de jerarquía, y quienes las integran pueden ver un horizonte de desarrollo personal, a diferencia de lo que les ofrece el mercado laboral formal.
Los efectos del desempleo juvenil implican consecuencias irreversibles en términos de perspectivas futuras de salarios, formación de capital humano y capacidad de integrarse al mercado de trabajo. Los análisis relacionados con este argumento se concentran en la premisa de que los individuos que experimentan periodos de desempleo a edades tempranas los tendrán también en el futuro con efectos adversos en la generación de ingreso y, en específico, en los salarios. Mroz y Savage (2006) encuentran que aquellos que viven periodos de desempleo a edades tempranas experimentan efectos negativos en sus ingresos a lo largo de 10 años. En ese sentido, Gregg y Tominey (2004) encuentran que los efectos del desempleo juvenil ocasionan cicatrices en los salarios del individuo hasta 20 años después, puesto que los jóvenes que sufren periodos de desempleo a los 23 años, experimentan una reducción en sus salarios de entre 12 y 15 por ciento a los 42 años.
Por otro lado, Bell y Blanchflower (2010) consideran que con respecto al desempleo juvenil se siente una sensación de déjà vu, pues a lo largo de la década de 1980 se convirtió en un grave problema y actualmente a raíz de la recesión de 2008 el interés de la política de empleo se ha centrado nuevamente en este fenómeno. A partir de lo anterior, surgen interrogantes como: ¿por qué está aumentando de nuevo?, y ¿cómo las dificultades actuales de los jóvenes que ingresan al mercado de trabajo difieren de las del pasado? Es decir, se percibe una sensación de familiaridad respecto al desempleo juvenil.
Aspectos metodológicos
El análisis del desempleo juvenil se estructura en aspectos relacionados con las características de los jóvenes, tales como sexo, nivel educativo, estrato socioeconómico, tiempo de búsqueda de empleo, estructura productiva de la ciudad, situación laboral de los padres, exclusión social, relaciones sociales y violencia urbana; aspectos que permitirán evidenciar la naturaleza de este fenómeno en la ciudad.
En lo relativo a la población objeto de estudio, se reconoce la diversidad de criterios de los que disponen los países para considerar cuando una persona es joven, esta varía de país a país dependiendo de aspectos socioeconómicos y culturales, de la legislación o del rango edad que aplica cada institución gubernamental encargada de la información estadística relacionada con el tema (De La Hoz et al., 2012). Ejemplos de estas diferencias operacionales se observan en países como India, en el cual la política de juventud define como "jóvenes" a aquellos individuos cuya edad oscila entre 15 y35 años de edad; en Reino Unido, de 16 a 18 años; e Italia, donde se adoptan diferentes criterios a nivel regional, en el norte del país el rango de edad de la población joven es de 16 a 18 años y en la región sur, de 14 a 32 años (Curtain, 2004). Sin embargo, para efectos de comparaciones internacionales y a pesar que en Colombia la información relativa a la población joven está enmarcada en el rango de edad de los 14 a los 26 años, el criterio utilizado en el presente documento para definir a la población joven es aquel que comprende las edades entre 15 y 24 años, este criterio es el más reconocido a nivel mundial y el adoptado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Para dar cumplimiento al objetivo de esta investigación, la información utilizada es aquella contenida en la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), cuyo propósito es brindar información básica respecto al mercado laboral de la población colombiana (ocupados, desocupados, subempleados, inactivos), su estructura (educación, sexo, rama de actividad, posición ocupacional, ingresos) y a la medición del ingreso de los hogares tanto en dinero como en especie. Esta información se consolida a nivel nacional, urbano-rural, regional, departamental y para cada una de las capitales de los departamentos del país (DANE, 2012). En igual sentido, el criterio para definir la situación laboral de los jóvenes, es decir, cuando se considera ocupado o desocupado, es el definido por el DANE:
Ocupados. Son las personas que durante la semana de referencia (semana pasada a la aplicación de la encuesta) participaron en el proceso de producción de bienes y servicios, es decir, las personas mayores de 12 años que durante la semana de referencia:
1. Trabajaron al menos una hora a cambio de un ingreso monetario o en especie, o trabajaron al menos una hora sin recibir pago en calidad de trabajador familiar sin remuneración o en calidad de trabajador sin remuneración en empresas de otros hogares.
2. No trabajaron (por vacaciones, licencia, etc.) durante el periodo de referencia, pero tenían un empleo o negocio, o en general estaban vinculadas a un proceso de producción cualquiera y con seguridad terminando este regresarán a su trabajo.
3. Trabajadores familiares sin remuneración que trabajaron en la semana de referencia por lo menos una hora.
Desocupados. Son las personas mayores de 12 años que durante el periodo de referencia estuvieron simultáneamente en las siguientes condiciones:
1. Sin empleo: aquellas que no tenían un empleo asalariado o un trabajo independiente ni se desempeñaron como trabajador familiar sin remuneración.
2. En busca de empleo: personas que habían tomado medidas concretas para buscar un empleo asalariado o independiente en las últimas cuatro semanas.
3. Estaban disponibles para trabajar.
Análisis histórico demográfico del desempleo juvenil en Cartagena de Indias3
El desempleo juvenil en la ciudad de Cartagena ha alcanzado los más altos registros respecto al desempleo del resto de los grupos de edad. Solo en 2010, la cifra de desempleo juvenil superó en 17 puntos porcentuales a la cifra de desempleo en adultos, y en los últimos diez años ha experimentado una tendencia cíclica, ubicándose en la senda de 32.3 por ciento a 37.2; destaca que para los últimos años las cifras son inferiores respecto a la cifra cumbre de la serie, 37.2 por ciento en 2006, y con tendencia decreciente, salvo en 2009, cuando registra un leve ascenso, pero aún por debajo del máximo registro.
En los últimos diez años las cifras de desempleo juvenil de la ciudad se han desbordado hasta equivaler a tres veces el registro del desempleo en adultos y dos veces el desempleo general; dicho en otras palabras, en promedio, por cada punto porcentual registrado de desempleo de adultos, el desempleo juvenil registró tres puntos y respecto al desempleo general, dos puntos porcentuales. La Gráfica 2 evidencia la manera como las cifras de desempleo juvenil están por encima de las que registran los demás grupos de edad. A lo largo de la serie las cifras de desempleo general y de adultos tienden a acercarse y a mostrar una tendencia similar, mientras que las cifras de desempleo juvenil en promedio los superan en 132 y 197 por ciento, respectivamente.
Las cifras de desempleo juvenil por género evidencian que las jóvenes de la ciudad padecen en mayor grado el desempleo, en tanto que su tasa alcanzó un promedio de 39.9 por ciento, que en comparación a la cifra promedio de los jóvenes hombres, 26.2 por ciento, resulta una diferencia de catorce puntos porcentuales. Este resultado es explicado porque, a pesar que la mujer ha aumentado su tasa de inserción al mercado laboral con el fin de generar ingresos y contribuir en el hogar o por la necesidad de consolidación profesional, ha encontrado fuertes obstáculos en este proceso; además, se ha evidenciado que la mujer a la hora de tomar decisiones laborales tiende a valorar, además de aspectos monetarios, otros como el tener pareja e hijos, que en algunos casos se traduce en actividades incompatibles con su participación en el mercado de trabajo, hasta el punto que las mujeres con hijos dependientes y casadas tienen una menor probabilidad de encontrar empleo (Ahn y Ugidos, 1995).
Por otro lado, en términos de crecimiento poblacional, la ciudad de Cartagena históricamente ha registrado elevadas tasas de crecimiento demográfico expresado en cifras promedio superiores al registro nacional en 0.8 puntos porcentuales a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Lo anterior es resultado del desarrollo y la consolidación de los sectores industrial, turístico y las actividades portuarias, mediante la construcción de la refinería de Intercol en Mamonal, de hoteles y residencias en la zona de Bocagrande y la construcción de vías de comunicación con el interior del país (Aguilera y Meisel, 2009); este proceso incrementó a la población joven de la ciudad, resultando una pirámide poblacional con una estructura uniforme en los últimos 25 años, una estructura progresiva, característica típica de países en desarrollo, la cual registra una alta concentración de la población en edades jóvenes, que en la misma medida implica un crecimiento de esta población que trata de entrar al mercado laboral.
Precisamente es la dinámica poblacional una de las causas a las cuales se atribuye el desempleo juvenil, dado que las restricciones actuales que experimentan los jóvenes en el mercado laboral son explicadas por las altas tasas de fecundidad de la cohorte poblacional que precede (Easterlin, 1969). En la década de 1980, según estimaciones del DANE, la tasa de fecundidad general del Departamento de Bolívar del cual Cartagena es capital y concentra a 48 por ciento de la población equivalió a 3.34 nacimientos por cada mil mujeres en edad fértil, cifra que supera en 10 por ciento al registro nacional y que se manifiesta en una tendencia persistente a lo largo de más de 20 años e incluso para proyecciones a 2020. Entre 2008 y 2009, por ejemplo, la tasa de fecundidad general de Cartagena superó al total nacional, expresado en una razón promedio de 1.24.
El efecto de las tasas de fecundidad elevadas, específicamente aquella de la década de 1980, se traduce 20 años después en la concentración de la población en edades jóvenes y, en igual medida, de la población que busca trabajo, expresándose en elevadas tasas de desempleo juvenil en la ciudad de Cartagena. Prueba de esto es que en Cartagena, entre la tasa de desempleo juvenil y las tasas de crecimiento poblacional de este grupo existe una estrecha relación, dado que en 2006 se registró la mayor tasa de desempleo juvenil, 37 por ciento, y la tasa de crecimiento de la población joven experimentó un cambio estructural, al pasar de tasas de crecimiento promedio de 1.26 por ciento entre 2002 a 2005, a tasas de crecimiento por debajo de uno por ciento para el resto de la serie.
Se esperaría entonces que al aumentar el número total de jóvenes en la ciudad, las tasas de desempleo aumentasen. Para el caso analizado, las cifras apoyan este argumento, en el sentido que al disminuir la tasa de crecimiento poblacional juvenil de 2005 a 2006, la tasa de desempleo de esta población registra una disminución, pero no en el mismo año, sino en el periodo 2006-2007; es decir, existe un efecto rezagado en un año de la tasa de crecimiento poblacional juvenil sobre la tasa de desempleo para esta misma población. Este comportamiento se observa en igual medida de 2007 a 2008, en el que la tasa de crecimiento poblacional se recupera hasta llegar a valores positivos, mientras que la tasa de desempleo juvenil aumenta entre 2008 y 2009. Por lo tanto, es posible que en Cartagena una primera causa de las elevadas tasas de desempleo juvenil sea la dinámica demográfica de esta población, porque, como se ha mostrado, el aspecto demográfico de la ciudad es evidencia para el cumplimiento del argumento de Easterlin (1969) respecto a las causas del desempleo juvenil.
El desempleo juvenil en Cartagena de Indias, 2010
En esta sección se realiza un análisis transversal,4 descriptivo y comparativo de las características de los jóvenes desocupados residentes en Cartagena para el año 2010. Identificando factores clave en el análisis de causalidad de este fenómeno y enfatizando en variables como el nivel educativo, las condiciones socioeconómicas y el proceso de búsqueda de empleo.
Según proyecciones del DANE, en 2010 la juventud representó 18 por ciento de la población cartagenera, y se distribuye en partes iguales en términos de género. Para ese mismo año, la tasa de desempleo juvenil equivalió a 30 por ciento, representada en un total de 55 305 jóvenes desempleados, que en relación con el total de desempleados, correspondió a 37 por ciento, destacando un mayor número de jóvenes del sexo femenino desempleadas, aunque la diferencia en términos relativos no sea muy significativa, 53 por ciento de mujeres y 47 por ciento hombres.
Los jóvenes desocupados con un menor nivel educativo muestran una mayor representatividad, subrayando que aquellos bachilleres y sin nivel educativo son quienes mayor proporción registran, 77 por ciento; por el contrario, los jóvenes profesionales y con posgrado solo representan tres por ciento. Y teniendo en cuenta que 60 por ciento de los jóvenes desempleados corresponde a mayores de 21 años, lo anterior sugiere la incidencia del capital humano sobre el desempleo, dado de que a medida que aumenta el nivel educativo, menor es la proporción de jóvenes desocupados.
Llama la atención que entre los jóvenes ocupados, aquellos con nivel universitario solo representan ocho por ciento, y en ambos casos desocupados y ocupados aquellos jóvenes con estudios de bachillerato registran una mayor representatividad con cifras que superan 60 por ciento. Lo que permitiría afirmar que en la ciudad de Cartagena existe la posibilidad de que los jóvenes no estén realizando estudios de nivel superior, sea por la cultura que existe en la ciudad de iniciar la vida laboral a edades tempranas, aun cuando solo se tiene un diploma de bachillerato, o por no tener acceso a la educación superior por la incapacidad de cubrir los costos de matrícula, dado que en los últimos años la tasa de cobertura en educación superior del Departamento de Bolívar cuya oferta en educación superior se concentra en Cartagena registró en promedio 10 puntos porcentuales por debajo de la tasa de cobertura a nivel nacional (Ministerio de Educación Nacional, 2009); y teniendo en cuenta que el desempleo juvenil es resultado de los bajos niveles de educación, entonces, el desempleo de los jóvenes cartageneros continuará expandiéndose con mayores tasas y desperdicio de capital humano con experiencia laboral (Behrens y Evans, 2002; Audas et al., 2005; Riphahn, 1999). Además, el argumento de Levin (1983), quien considera que por la estricta relación del desempleo con la educación hay más puestos de trabajo disponibles que jóvenes calificados para suplirlos, es aplicable al caso de Cartagena.
En Cartagena el nivel educativo está ligado a la condición socioeconómica de la población, resultando en una concentración espacial de la población con menor nivel educativo en las zonas marginales de la ciudad, con acceso limitado a servicios públicos e incapacidad de generar ingresos (Pérez y Salazar, 2007). En igual sentido, el número de personas desocupadas registra una concentración en las mismas zonas marginales de la ciudad, siendo estas principalmente las aledañas a las faldas del cerro La Popa y circundantes a la ciénaga de la Virgen. Es decir, es posible que en Cartagena la población con bajo nivel educativo presente vulnerabilidad tanto por su condición socioeconómica como por su situación de desempleo; además, si los jóvenes representan la mayor proporción de desempleados, también se traduce en una problemática de mayor complejidad, pues la mayoría de jóvenes desocupados en la ciudad son bachilleres y es muy probable que estos pertenezcan a hogares de bajos ingresos que se concentran en las zonas marginales y que, por lo tanto, no puedan continuar con su proceso educativo. Convirtiéndose así el desempleo juvenil en un medio de transmisión y profundización de la pobreza, dado que ante las dificultades económicas severas, el trabajo extradoméstico de los jóvenes es un recurso que se utiliza en mayor medida para intentar solventar las necesidades individuales y familiares (Navarrete, 2001), y al no disponer del perfil educativo que el mercado exige, experimentan el desempleo y, en caso de estar ocupados, su oficio se caracteriza por informalidad, bajos salarios e inestabilidad.
Es por ello que en Cartagena las condiciones socioeconómicas afectan en gran medida el desarrollo y el proceso formativo de los jóvenes, dado que a diferencia de aquellos hogares con mejores condiciones socioeconómicas, por necesidad y por tener un salario de reserva más bajo, inician su vida laboral a edades tempranas, por lo que experimentan mayores restricciones en el proceso de búsqueda de empleo.
Cartagena, además de ser reconocida como una ciudad turística y portuaria, es uno de los centros urbanos de Colombia con mayor población en condiciones de pobreza y miseria. En 2010, en términos de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), la ciudad ocupó el segundo puesto entre las 13 principales áreas metropolitanas del país, con 25 por ciento de población en condición de pobreza y nueve por ciento en miseria; y entre los jóvenes desocupados de la ciudad, 98 por ciento está representado por los estratos socioeconómicos uno, dos y tres, concentrándose 46 por ciento en el estrato uno, lo que pone al descubierto el mayor grado de vulnerabilidad al desempleo de los jóvenes con una difícil situación socioeconómica. Sin embargo, la estructura socioeconómica de los jóvenes ocupados es igual, se concentra en los estratos uno, dos y tres, lo que sugiere que los jóvenes de la ciudad de estratos altos no están participando en el mercado de trabajo, dado que sus condiciones les permiten continuar con su proceso educativo y, por lo tanto, no tienen la necesidad de buscar trabajo a edades tempranas. Es entonces Cartagena una ciudad cuyos aspectos demográficos, educativos y socioeconómicos la convierten en un escenario propicio para el desbordamiento del desempleo juvenil, expresado en elevadas tasas y en innumerables restricciones a la hora de buscar empleo para los jóvenes, constituyéndose en una problemática socioeconómica cuyas consecuencias van más allá del mundo laboral.
Una de las causas del desempleo juvenil es el restringido proceso de búsqueda de trabajo, resultado de un periodo de transición en el que los jóvenes terminan su proceso formativo, por abandono o culminación, e inician el de entrada al mercado laboral, en el que debido a la falta de capacitación o experiencia, experimentan mayores restricciones, manifestadas en un mayor tiempo de búsqueda de empleo.
En el caso de la ciudad de Cartagena, la búsqueda de empleo de los jóvenes desocupados equivale a 37 semanas en promedio, periodo que se prolonga entre quienes han alcanzado un nivel educativo técnico o tecnológico, con 53 semanas; seguido de los jóvenes profesionales universitarios, con 35. Llama la atención que a medida que el nivel educativo de los jóvenes aumenta, mayor es el número de semanas de búsqueda de empleo, puesto que quienes no han alcanzado algún nivel de estudio han buscado empleo por 25 semanas. La explicación a esto es que aquellos con un menor nivel de estudio están propensos al empleo informal, dado que su formación no le permite aspirar a un empleo que exija requisitos relacionados con el nivel educativo. Lo anterior se evidencia en que entre los jóvenes ocupados, de aquellos sin algún nivel de estudio, 50 por ciento tiene algún tipo de contrato para realizar el trabajo, de los cuales solo 25 por ciento tiene derecho a vacaciones con sueldo y a cesantías, y solo 17 por ciento tiene derecho a prima de navidad; en comparación con aquellos jóvenes con nivel de estudio tecnológico y universitario, entre los cuales más de 70 por ciento tiene derecho a vacaciones con sueldo y a cesantías. Esto muestra el grado de informalidad de los puestos de trabajo que, en un menor número de semanas, obtienen los jóvenes que no han alcanzado algún nivel educativo mayor.
El proceso de búsqueda de los jóvenes cartageneros depende, más que de su capacidad y aptitud para desempeñarse en determinado puesto de trabajo, de las recomendaciones de familiares y amigos. De hecho, este proceso está estrictamente relacionado con las conexiones de las que disponga, dado que 41 por ciento de los jóvenes desocupados de la ciudad acude a familiares, amigos y colegas para ser recomendados para algún puesto de trabajo. Otras opciones consideradas por los jóvenes son los agentes intermediarios de empleo, con 17 por ciento; 89 por ciento de los desocupados ha buscado trabajo como obrero o empleado de alguna empresa; y no existe entre los jóvenes la cultura de emprendimiento, en tanto que ningún joven desocupado ve el inicio de un negocio propio como una forma de emplearse y generar empleo. Sin embargo, entre los jóvenes ocupados, los amigos y familiares se constituyen también en la opción de búsqueda más efectiva, puesto que 61 por ciento de los jóvenes asalariados ha obtenido el empleo por este medio; y aunque en menor medida, hacer preparatorios para montar un negocio muestra también una opción de empleo, al representar tres por ciento del total de jóvenes ocupados.
Por lo tanto, el proceso de búsqueda de empleo de los jóvenes cartageneros, tanto empleados como desempleados, está determinado en gran medida por las conexiones familiares y de amistad que tengan, debido a que en ambos contextos esta se ha convertido en una alternativa, que, a partir de los resultados obtenidos por los jóvenes ocupados, genera mayores expectativas en los desocupados a la hora de buscar empleo.
Estas expectativas, tras los desfavorables resultados en el proceso de búsqueda, terminan convirtiéndose en un desestimulo para buscar empleo, debido a que entre los jóvenes que han desistido de buscar trabajo, 58 por ciento manifiesta que está cansado de buscar y que carece de la experiencia necesaria para ocupar un puesto de trabajo; solo 14 por ciento ha dejado de buscar empleo porque ya lo ha conseguido y, en igual medida, porque no hay trabajo disponible en la ciudad y están esperando la temporada alta o que los contacten. Es decir, estos últimos están a expensas de trabajos temporales, por lo que nuevamente surge la problemática de si en verdad los jóvenes en la ciudad están preparados para cubrir las necesidades de fuerza laboral de la ciudad, o el aparato productivo de Cartagena solo es capaz de ofrecer este tipo de trabajos, dado que las principales actividades de la ciudad son el turismo y el comercio, que efectivamente se desenvuelven de acuerdo con los periodos vacacionales y las festividades.
Según la Cámara de Comercio de Cartagena, la estructura productiva de la ciudad en 2010 está constituida principalmente por actividades de comercio, servicios, hoteles y restaurantes, las cuales representan 95 por ciento del total (Cámara de Comercio de Cartagena, 2011). En ese sentido, las actividades económicas que contribuyeron a la generación de empleo juvenil en términos de las empresas que contratan jóvenes son precisamente el comercio, los hoteles y restaurantes, el transporte y la construcción, que acogen a 45 por ciento del total de los jóvenes ocupados.
Sin embargo, los jóvenes desempleados de la ciudad buscan trabajo en la actividad construcción principalmente, representando 28 por ciento del total; hoteles y restaurantes se ubica en el tercer lugar con solo ocho por ciento, y comercio no registra porcentaje significativo. Lo anterior sugiere una incongruencia entre la demanda y oferta laboral juvenil en Cartagena, dado que los jóvenes de acuerdo con su perfil y formación están buscando empleo en actividades económicas que no son representativas en la estructura productiva de la ciudad, por ejemplo, la construcción solo representa cuatro por ciento. Aunque las empresas que despiden jóvenes expresado en aquellas empresas en las cuales los jóvenes han trabajado son aquellas que integran las actividades comercio, 26 por ciento, y hoteles, restaurantes y construcción, ocho por ciento. Como se mencionó anteriormente, la absorción de mano de obra de estas actividades depende en gran medida de periodos en los que la demanda de sus productos y servicios aumenta por motivos socioculturales, como puentes festivos, vacaciones de mitad y fin de año, entre otros, y redunda en la temporalidad laboral para 57 por ciento de los ocupados contratados a término fijo con un término promedio de 10 meses y en la inconformidad respecto al tipo de contratación que muestra 37 por ciento del total.
El desempleo juvenil está también asociado a la herencia, ya que en algunos casos se ha evidenciado que determinadas características de los padres inciden en la situación laboral de los jóvenes, en particular en el desempleo, porque en la medida que el jefe de hogar esté trabajando, los jóvenes tendrán una menor urgencia de trabajar y, por lo tanto, un salario de reserva más alto (Beyer, 1998; Smyth, 2008). En Cartagena, en ocho por ciento de los hogares de jóvenes desempleados el jefe de hogar está desempleado también, concentrándose en los estratos uno y tres, cuyo nivel educativo está representado en 37 por ciento de bachilleres y solo uno por ciento de universitarios, cuyas viviendas están habitadas en términos de arriendo, usufructo y sin título de posesión en 57 por ciento de los casos, con materiales en paredes como madera burda, tabla, tablón en 17 por ciento de los casos y pisos en tierra en 33 por ciento de las viviendas habitadas por jóvenes desocupados a cargo de jefes de hogar también desocupados.
Si bien ocho por ciento es un registro bajo, lo anterior evidencia un patrón socioeconómico de esta población caracterizado por el bajo nivel educativo y la mala calidad en las viviendas habitadas. De hecho, aunque la mayoría de los padres o jefes de hogar de los jóvenes desocupados está trabajando, solo 43 por ciento tiene algún tipo de contrato para realizar las labores de su puesto de trabajo, de los cuales solo 39 y 42 por ciento tienen derecho a prima de navidad y a cesantías, respectivamente.
El desempleo juvenil en Cartagena se instaura como una vía de reproducción de pobreza, dado que los jóvenes desempleados cartageneros, al pertenecer en su mayoría a hogares de bajos ingresos y no culminar su proceso educativo ni haber adquirido experiencia solo son aptos para puestos de trabajo cuyas condiciones se caracterizan por una baja remuneración e inestabilidad; lo anterior se conjuga en la transmisión intergeneracional de la pobreza, porque en lugar de ser los jóvenes agentes que contribuyan a superar los problemas de sus hogares de origen, reproducen las mismas condiciones de pobreza y miseria (Tokman, s.f.), constituyéndose el desempleo juvenil en una vía de exclusión social. Esta exclusión social es un problema que según Espluga et al. (2004), se manifiesta en un carácter multidimensional; para el caso analizado es una exclusión laboral, dado que los jóvenes cartageneros encuentran barreras a la hora de ingresar al mercado laboral por no cumplir con los requisitos exigidos por este, sea en términos de perfil educativo y experiencia laboral o por la dinámica del mercado resultado de la estructura productiva de la ciudad; una exclusión económica, dado que al estar desempleados son incapaces de generar ingresos; una exclusión institucional, debido a la falta de apoyo del Estado en todos sus niveles nacional, regional y distrital en los periodos de desempleo de los jóvenes, y al exclusión cultural, manifestada en la incapacidad de vivir de acuerdo con las normas y los valores aceptados por la sociedad, manifestándose esta última en problemas de violencia urbana.
En términos económicos, el aparato productivo de la ciudad está desperdiciando factor trabajo, limitando la acumulación de capital humano al dejar los jóvenes de aprender habilidades y adquirir experiencia, sobre todo cuando inician su vida laboral, lo cual no les permite consolidar su perfil laboral y desenvolverse en una determinada área. Sumado a lo anterior, por el desuso del factor trabajo, en Cartagena se está perdiendo una producción que de ninguna forma se recuperará y los mismos jóvenes, que al final son consumidores potenciales de bienes y servicios, al no generar ingreso tienen que restringir su consumo, transmitiéndose este efecto a la economía local, resultando en una economía con poco dinamismo y, así, repercutiendo directamente en el bienestar de la población cartagenera. Y si se tiene en cuenta que el desempleo juvenil implica efectos prolongados hasta la vida adulta de los individuos, estos efectos perpetuos se trasladaran a la economía local.
Y más allá de lo económico y del mundo laboral, el desempleo juvenil trae consigo efectos negativos sobre las personas, dado que experimentar el desempleo origina frecuentemente trastornos psicosociales, vinculados al deterioro de las relaciones con la familia y con la sociedad en general, y que generan sentimientos de soledad, baja autoestima y desanimo respecto a las exceptivas del futuro (Espluga et al., 2004: 57). Los jóvenes desempleados, por la incapacidad de generar ingresos y por el escaso apoyo institucional en su periodo de desempleo, experimentan un alto riesgo de vincularse a formas ilegales de subsistencia, lo que los convierte en el centro de todos los episodios de violencia.
Efectivamente, en Cartagena en los últimos años han surgido innumerables casos de violencia urbana, los enfrentamientos entre pandillas juveniles son los que más frecuencia registran y están ligados a disputas territoriales y al manejo del micro-tráfico de alucinógenos. Según la Policía Metropolitana de Cartagena, en la ciudad existen 70 pandillas, de las cuales 74 por ciento son catalogadas como agresivas y peligrosas y están integradas en promedio por 34 jóvenes, sumando un total de 2 291 individuos y concentrándose 90 por ciento de estos en la Localidad Histórica y del Caribe. Esta localidad se formó a partir de invasiones de la zona sur oriental que se ubicaron en las laderas del cerro de La Popa y en los alrededores de la ciénaga de la Virgen, ahí las condiciones de vida y habitabilidad están muy por debajo del estándar mínimo, por debajo de la línea de pobreza e incluso de la indigencia, no tienen acceso a servicios públicos y mucho menos a los bienes y centros de esparcimiento de la ciudad; esta es la misma zona que concentra el mayor número de personas con menor nivel educativo y desempleadas (Pérez y Salazar, 2007).
A partir de lo anterior, se establece una fuerte relación entre las deplorables condiciones socioeconómicas de la población y el surgimiento de las formas ilegales de subsistencia. Si se tiene en cuenta la relación entre el desempleo juvenil y las condiciones socioeconómicas de los jóvenes, se encuentra que la principal opción, dada la inactividad tanto a nivel laboral como educativo, es vincularse a actividades delictivas que, más allá de la ilegalidad, ofrecen a los jóvenes un escenario de realización, en tanto que brindan la posibilidad de hacer carrera (Bennell, 2000), ofrecen la sensación de ser útiles y además retornos a una inversión casi nula; por lo que, ante su nefasta experiencia en la búsqueda de empleo, naturalmente, los jóvenes de bajos ingresos consideran factible integrar una pandilla y desarrollar actividades delictivas.
Conclusiones
Por aspectos demográficos, socioeconómicos y por su estructura productiva, Cartagena se convierte en un espacio propicio para el surgimiento del desempleo juvenil, problemática que se expresa en registros por encima del desempleo de los demás grupos de edad y en mayores tasas para jóvenes del género femenino. En la ciudad históricamente las tasas de crecimiento poblacional y de fecundidad han superado al promedio nacional, hecho que ha configurado una estructura poblacional concentrada en las edades jóvenes, sector que ejerce una mayor presión en el mercado laboral, y que este no es capaz de absorber. Se halló que el escaso nivel educativo es uno de los principales factores del desempleo juvenil, en tanto que entre los jóvenes desempleados de la ciudad, la mayoría solo han terminado la secundaria. Además, se evidencia la escasa cultura de generar empleo y no buscarlo, una indiferencia absoluta por las actividades de emprendimiento o empresarismo por parte los jóvenes cartageneros.
Por otro lado, las características de los hogares, así como el entorno en el que habitan los jóvenes cartageneros, muestran jóvenes desempleados provenientes de hogares de estratos sociales bajos, con padres desempleados y con bajo nivel educativo; estos factores inducen a los jóvenes a iniciar su vida laboral a edades tempranas, experimentando restricciones de acceso a puestos de trabajo y convirtiendo así al desempleo juvenil en una consecuencia de la cadena bajo nivel educativo-desempleo-pobreza, pues los jóvenes más allá de actuar como agentes que ayuden a superar la pobreza, terminan reproduciendo las mismas características de su hogar.
La estructura productiva de la ciudad está representada en actividades de comercio y hoteles y restaurantes que, por su naturaleza y por la condición turística de la ciudad, demandan mano de obra dependiendo de periodos del año (vacaciones, puentes festivos, entre otros) y generan empleos de carácter estacional. Adicionalmente, no existe una correspondencia entre la demanda y la oferta de trabajo juvenil, en tanto que los jóvenes desocupados buscan trabajo en actividades de construcción principalmente, cuya representatividad solo alcanza cuatro por ciento.
El desempleo juvenil en Cartagena se manifiesta en el desperdicio de capital humano, la perdida de una producción irrecuperable y una restricción en el consumo, debido a que al representar los jóvenes la mayor proporción de la población cartagenera y al no generar ingreso por estar desempleados, desestimulan la demanda en la ciudad, generando un impacto en la economía local.
Pero más allá del mercado laboral y de los efectos económicos, el desempleo juvenil incide en la salud mental de los jóvenes, efecto que se manifiesta en sentimientos de frustración y conflicto con los miembros del hogar y con la sociedad en general; es decir, una exclusión social de múltiples dimensiones. Esta situación los expone a formas ilegales de subsistencia, que ofrecen un medio de consolidación personal y rápidos retornos a una inversión que es nula. Esta problemática se manifiesta en el afloramiento de pandillas juveniles en Cartagena que en los últimos años han participado en la mayoría de los hechos de violencia, se dedican a actividades como el robo y la venta de alucinógenos, y están ubicadas en zonas marginales habitadas principalmente por población de bajo nivel educativo, desempleada y, por lo tanto, sumida en niveles de extrema pobreza.
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1El carácter cíclico de este fenómeno radica en que el exagerado aumento del total de jóvenes que buscan trabajo tiene un carácter temporal, porque aquellas cohortes que experimentan fuertes restricciones al momento de encontrar trabajo disminuyen su tasas de fecundidad, ocasionando una fuerte disminución en el número de nacimientos, por lo que, en contraste, la próxima cohorte poblacional tendrá mejores condiciones y oportunidades de empleo (Vela Peón, 2007).
2 Definidas estas como estructuras sociales integradas por grupos de personas conectadas por varios tipos de relaciones, como amistad, parentesco, intereses comunes y conocimiento.
3 En esta sección se incluyó la serie de datos de desempleo que se obtuvo mediante de la metodología de factor de empalme para series de mercado laboral en la transición de la Encuesta Continua de Hogares (ECH) a la Gran Encuesta Integrada de Hogares 2001-2010 (GEIH), la cual consistió en la estimación de un factor de ajuste calculado a partir de los datos obtenidos con la aplicación de la ECH, paralela a la aplicación de la GEIH habitual para los cuatro trimestres de 2008. Esta metodología fue diseñada por la Misión para el Empalme de las Series de Empleo, Pobreza y Desigualdad (MESEP), con apoyo del DANE y el Departamento Nacional de Planeación (DNP) (MESEP, 2009).
4 El carácter transversal de este análisis está relacionado con la transversalidad de los datos, es decir, datos de corte transversal, los cuales se obtienen a partir de una o más variables en el mismo punto del tiempo (Gujarati, 2004). Para este caso, los datos se refieren a los obtenidos de la Gran Encuesta Integrada de Hogares en el tercer trimestre del año 2010.
Información sobre los autores:
Fabio J. de la Hoz Aguilar. Economista de la Universidad de Cartagena. Se ha desempeñado como asistente de investigación en los proyectos: Estudio Socioeconómico de la Minería en el Departamento de Bolívar, Colombia; Sistema de Información Territorial de los Montes de María SITMMA, Universidad de Cartagena. En la actualidad se desempeña como joven investigador Colciencias en el grupo de Investigación Mercado Laboral de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Cartagena. Publicaciones: El desempleo juvenil: problema de efectos perpetuos (en coautoría con Raúl Quejada P. y Martha Yánez C.). Dirección electrónica: fjdel@unicartagena.edu.co
Raúl Quejada Pérez. Magister en Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia. Ha sido director del programa de Economía de la Universidad de Cartagena. Actualmente se desempeña como decano de la Facultad de Ciencias económicas de la misma universidad. Entre sus publicaciones se encuentran: Estudio transversal de los determinantes del trabajo infantil en Cartagena (en coautoría con Karina Acevedo G. y Martha Yánez C.), Educación, mercado de trabajo y satisfacción laboral. El problema de las teorías del capital humano y señalización del mercado (en coautoría con Grace Angulo P. y Martha Yánez C.). Dirección electrónica: rquejadap@unicartagena.edu.co
Martha Yánez Contreras. Magister en Economía y Economía del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales. Se ha desempeñado como docente investigador del programa de Economía de la Universidad de Cartagena, jefe del Departamento de Investigaciones Económicas y Sociales DIES, a la fecha se desempeña como jefe de la Oficina Asesora de Planeación de la Universidad de Cartagena. Entre sus publicaciones se encuentran Educación, mercado de trabajo y satisfacción laboral. El problema de las teorías del capital humano y señalización del mercado (en coautoría con Grace Angulo P. y Raul Quejada P.), Duración del desempleo y eficiencia en la búsqueda de empleo en Cartagena Colombia (en coautoría con Felipe Del Rio C. y Jorge Pérez A.) Dirección electrónica: myanezc@unicartagena.edu.co