Introducción
A fines de la década de 1960, el Banco de México recomendó la creación de cinco polos de desarrollo turístico: Cancún, Ixtapa, Los Cabos, Loreto y Bahías de Huatulco. Estos centros darían paso a una nueva política turística que permitiría el desarrollo, por parte del Estado, de zonas específicas y aisladas del país, al tiempo que se accedería a la captación masiva de turistas internacionales. El turismo impulsaría la actividad exportadora y de generación de divisas del país, además se vería beneficiado con nuevas fuentes de empleo y del llamado efecto multiplicador, derivado de los gastos directos e indirectos de los turistas (Jiménez Martínez y Sosa Ferreira, 2008).
Cancún fue el primero en construirse y se posicionó rápidamente en el radar turístico internacional, compitiendo con destinos ya consolidados de sol y playa que habían experimentado su auge en la década de 1960, como las costas del Mediterráneo, el Caribe y las costas del norte de África. Con una llegada de seis millones de turistas internacionales, una derrama de 15,000 millones de dólares al cierre de 2019, de acuerdo con la Secretaría de Turismo de Quintana Roo (Sedetur, 2019) y más de 148,000 empleos generados, según la Organización Mundial de Turismo (OMT, 2017). Cancún, junto con la llamada Riviera Maya,1 representan no sólo el principal destino turístico de México, sino de Latinoamérica, de acuerdo con la Secretaría de Turismo (Sectur, 2014). Su principal demanda corresponde a turistas internacionales, principalmente de Estados Unidos, Canadá y Reino Unido, un flujo que la coloca como la quinta ciudad más visitada del continente americano, después de Nueva York, Miami, Los Ángeles y Las Vegas (Sedetur, 2019).
El éxito económico de Cancún es un hecho, aunque éste no necesariamente se ve reflejado en mayor bienestar social para la población local. La literatura académica (Blázquez-Salom et al., 2011; Jiménez Martínez y Sosa Ferreira, 2008; Fernández de Lara Gaitán 2009; Palafox-Muñoz y Rubí-González, 2015) evidencia que el éxito generado por el turismo en términos de llegada de turistas, contribuciones al Producto Interno Bruto (PIB), divisas o empleos no se refleja necesariamente en mejoras sociales. Por el contrario, la turistificación amenaza la sostenibilidad ambiental de los territorios donde se desarrolla, al tiempo que ocurren procesos de despojo, desposesión, desigualdad, entre otros.
El presente artículo tiene dos propósitos centrales, primero, reflexionar sobre la producción del espacio turístico de territorios litorales, para lo cual se retoman los planteamientos teórico-conceptuales sobre la trialéctica de la producción del espacio (Lefebvre, 1974), los procesos de turistificación (Zuñiga Bravo, 2014) y el concepto de enclave (Saarinen, 2016). El segundo objetivo es analizar el proceso de turistificación en Cancún, incorporando la dimensión subjetiva. Se indaga cómo este espacio turistificado es construido y experimentado por agentes sociales esenciales para el funcionamiento del sistema turístico: los trabajadores hoteleros. Para el análisis se tomaron en cuenta el espacio vivido y percibido propuesto por Lefebvre (1974).
En un primer apartado se discute el concepto de turistificación vía enclave y cómo se construye de acuerdo con los planteamientos teóricos de Henri Lefebvre (1974). Posteriormente, se aborda el proceso de turistificación en Cancún, así como sus implicaciones a través de la percepción de los trabajadores hoteleros. Se constata que la realidad social de Cancún se extrapola a otros espacios turísticos eregidos bajo el modelo de enclave de sol y playa, con una planeación que promueve una segregación socioespacial, donde el lujo para los turistas contrasta con la marginación de los trabajadores, al tiempo que refuerza desigualdades preexistentes.
Metodología
Se utilizó un diseño cualitativo, a partir de la revisión de la bibliografía existente, observación participante en las áreas de recursos humanos de diferentes hoteles y realización de 46 entrevistas semiestructuradas a trabajadores hoteleros, seleccionados por muestreo intencionado hasta alcanzar el punto de saturación. Las entrevistas se realizaron entre diciembre de 2019 y enero de 2020, en paraderos de autobuses de la ciudad de Cancún, donde el transporte (contratado por los hoteles) recoge a un buen número de trabajadores, así como en los paraderos ubicados en el Boulevard Kukulkán, que atraviesa la zona hotelera.
La guía de entrevista contempló tres ejes: 1. Percepción del lugar donde labora, 2. Percepción del lugar de residencia y 3. Movilidad. Las características generales de los entrevistados por lugar de nacimiento y género se observan en la Tabla 1, 23 son mujeres y 23 son hombres, con un rango de edad que oscila entre los 16 y 66 años, siendo el promedio de 36.
Entidad |
Número de entrevistados |
Hombre | Mujer |
---|---|---|---|
Ciudad de México | 8 | 4 | 4 |
Quintana Roo | 6 | 2 | 4 |
Yucatán | 7 | 3 | 4 |
Chiapas | 6 | 4 | 2 |
Tabasco | 5 | 4 | 1 |
Puebla | 3 | 1 | 2 |
Veracruz | 3 | 1 | 2 |
Tlaxcala | 1 | 0 | 1 |
Campeche | 1 | 1 | 0 |
*Chile | 1 | 0 | 1 |
*Cuba | 1 | 0 | 1 |
Guerrero | 1 | 1 | 0 |
Jalisco | 1 | 0 | 1 |
Morelos | 1 | 1 | 0 |
Oaxaca | 1 | 1 | 0 |
Fuente: elaboración propia con base en las entrevistas realizadas en trabajo de campo.
1. Espacio, turistificación y enclave turístico
La construcción de presupuestos teóricos para el estudio de la lógica de los procesos de gestación, cambio e historicidad de los hechos sociales consideran el tiempo y el espacio como dimensiones sustanciales para posibilitar esa comprensión. En esa línea de pensamiento “El espacio existe en tanto tiene contexto y sujetos que se piensan en él. Las fronteras y el espacio mismo dependen del observador, quien […] definirá los contornos y los elementos sobresalientes que dan particularidad al sitio” (Quiroz Ávila, 2009: 23). En tal sentido, analizar en tiempo y espacio las especificidades de los grupos sociales y las formas como se relacionan entre sí estos grupos, son parte esencial de la investigación social.
El análisis de lo social no puede evadirse de su carácter temporal, porque es lo común de la experiencia humana (Ricoeur, 2010). A su vez, la temporalidad está asociada con una historicidad que es móvil y cambiante. Aunque, tradicionalmente, la dimensión espacial ha sido tratada como un antecedente fijo y se ha privilegiado el pensar históricamente más que geográficamente, en el plano epistémico y metodológico, cuando el interés se encuentra en indagar en la relación entre materializaciones territoriales y las percepciones, concepciones y vivencias cotidianas de los sujetos, este propósito nos remite al reconocimiento de problemas situados geográficamente, en los que la relación fundamental a investigar es la de espacio-sociedad. Siendo así que la categoría espacio en el análisis social posibilita “desentrañar las estructuras de significación” (Geertz, 2000: 24) que los sujetos dan a su cotidianidad.
Para Henri Lefebvre (1974) cada modo de producción tiene su espacio característico, en el caso del capitalismo, contrario a lo que Marx planteó, éste no habría alcanzado todavía sus límites, ya que el capitalismo en su fase superior, el espacio se transforma en una mercancía en sí misma. Recordemos que en la tesis de Lefebvre, el espacio es un ente activo y dialéctico: productor-producto. Productor de determinadas relaciones de producción que se están dando en un momento dado, así como producto de la acumulación de un proceso histórico que se materializa en una forma concreta espacio-territorial (Baringo Ezquerra, 2013). Es decir, “es el espacio y por el espacio donde se produce la reproducción de las relaciones de producción capitalista. El espacio deviene cada vez más un espacio instrumental” (Lefebvre, 1974: 36).
Con esta base, el teórico francés propone la trialéctica del espacio, en la que se desarrolla la interrelación entre: el espacio percibido que integra las prácticas espaciales de relaciones sociales de producción y reproducción, definido por el medio de la actividad humana e involucra las conductas de los sujetos, la procreación biológica de la familia y la provisión de fuerza de trabajo, nos refiere también a las experiencias en las redes comunitarias y con los lugares de trabajo; el espacio concebido, donde se identifica lo que se vive, se codifica y se representa, el espacio en forma de mapas, planos, proyectos, obras artísticas, etcétera; y el espacio vivido, ligado a la experiencia subjetiva, es el mundo de la percepción, remite a las biografías de los sujetos o habitantes del espacio a través de símbolos e imágenes; aquí los espacios percibido y concebido se interrelacionan, esto no significa que el espacio vivido contiene a los otros dos, aunque en tanto simbólico, supera al espacio físico, pero cada espacio contiene al resto porque los tres son una complejidad.
Hay un interjuego simultáneo y complejo de lo histórico, lo social y lo espacial. A partir de planteamientos de Lefebvre (1974), Edward Soja (1996) propone abordar el concepto de tercer espacio, en el que todo se puede interpretar a partir de lo que se comprende. Para Soja todo se puede comprender pero de ningún modo significa simplificar la realidad ni dejar de reconocer la complejidad de la totalidad, más bien, implica reconocer que la realidad no es sólo lo que vemos y pensamos, sino lo que no podemos ver o conocer porque el conocimiento nunca puede ser completo en tanto todo se da simultáneamente y no podemos explicarlo en su totalidad, en consecuencia no es posible llegar a verdades absolutas (Soja, 1996).
Desde la trialéctica que refiere al espacio que combina espacios, tiempos y sociedades, se contemplan las percepciones colectivas (espacio percibido), las significaciones espaciales propias de los científicos y técnicos (espacio concebido) determinadas por las relaciones de producción y sujetas a una idea de orden que responde a distintos poderes, tanto los epistemológicos como al espacio vivido que es el espacio de los habitantes, es decir, el de la cotidianeidad. Con la priorización del espacio vivido que el desarrollo inmobiliario intenta cambiar y apropiar (en el que se encuentran las representaciones del poder y el poder de las representaciones), se generan las valorizaciones y las resistencias; el centro del análisis se coloca en visualizar el constante juego de la dinámica territorial (Da Costa, 2016), que para Soja, en su referencia a la producción del espacio y su trialéctica, implica el desarrollo del pensamiento espacial entendido como una visión más amplia del proceso de urbanización o “un giro espacial en el pensamiento y comprensión de los fenómenos sociales” (Link, 2011: 173).
La conciencia espacial favorece la comprensión de las materializaciones territoriales, que expresan la intensificación o atenuación de los procesos de explotación económica, de dominación política y cultural, así como las diferentes formas de discriminación que padecen los diversos grupos sociales. Sin esa conciencia, el espacio pasa a ser simplemente un escenario. De ahí nuestra coincidencia con Soja (1996) cuando propone reconocer un espacio siempre lleno de fuerzas políticas e ideológicas, que definen y forman nuestra vida y desafía a la ciudadanía a involucrarse en las luchas por el espacio. Para nosotras en este trabajo nos da soporte conceptual para el estudio de fenómenos como los de gentrificación, patrimonialización y turistificación (Saunders, 1981: 155, en Baringo Ezquerra, 2013). Fenómenos en los que, en la ruta de analizar las relaciones de producción capitalistas, se da cuenta de las maneras en las que la producción simbólica del espacio, contribuyen a la construcción de un territorio con características específicas.
Con estas bases, nos preguntamos en lo general cómo el espacio está involucrado en generar y sostener diferentes procesos de desigualdad, explotación, discriminación, precarización laboral, sexismo, etcétera. Un ejemplo claro de la construcción de espacios bonitos, impolutos y con todo lo necesario para ser disfrutado por los privilegiados del mundo global, es el caso de Cancún, en el caribe mexicano, territorio de interés en este trabajo en que nos ocupa dar referencia del proceso de turistificación.
De acuerdo con Cristina Oehmichen (2010: 147), este centro de atracción turística refiere a “un modelo de reconfiguración del país como un México Resort: un modelo que genera ‘ciudades de orillas’” en las que los sitios globales, como Cancún, cuentan con servicios y tiendas con membresías internacionales, y con basta disponibilidad de recursos naturales, rodeados de zonas con alta marginación donde se alojan los trabajadores precarizados.
2. La producción del espacio turístico de enclave
La turistificación es entendida como un proceso socioterritorial por el cual se transforma un bien histórico, cultural o natural en un producto valioso para el mercado turístico (Zuñiga Bravo, 2014). Es decir, a los espacios con potencial turístico, dentro de la lógica neoliberal en el capitalismo global, se les dota de toda la infraestructura que permita servir al turista -hoteles, restaurantes, aeropuertos, carreteras, etcétera-. Así, un territorio turistificado se convierte en un bien comercializable ligado a la mercantilización, concebida ésta como la transformación de bienes (valores de uso) en mercancías -que poseen de igual forma valor de uso y de cambio- al comprarlas y venderlas en el mercado (Zuñiga Bravo, 2014).
La turistificación no debe entenderse como un hecho aislado, sino como resultado del devenir histórico, y por lo tanto, de la actual etapa del capitalismo en donde la producción -de objetos, bienes o mercancías- en el espacio queda atrás y se transita a la producción del espacio como mercancía (Lefebvre, 1974).
En la lógica del turismo contemporáneo neoliberal, los territorios localizados en países en desarrollo que gozan del binomio sol y playa son los más propensos a enfrentar un proceso de turistificación de tipo enclave. Un desarrollo caracterizado por contar con las instalaciones y servicios necesarios para servir al turista. En consecuencia, los turistas tienen posibilidades limitadas o nulos deseos de abandonar el enclave. Por el contrario, se les anima a quedarse y consumir dentro del entorno del complejo autónomo, dispuesto a manera de búnker. De esta manera son impuestas regulaciones socioespaciales que separan, mediante fronteras físicas o psicológicas, a anfitriones (población local) y visitantes (turistas) (Saarinen, 2016; Blázquez-Salom et al., 2011).
Jarkko Saarinen (2016) concuerda en que los enclaves turísticos son característicos de políticas de desarrollo y gestión dominadas por fuerzas y actores externos en las periferias o países en desarrollo. Las empresas multinacionales fungen como administradores y propietarios, reproduciendo así desigualdades de poder. Bajo esta mirada, la investigación turística en esta materia se identifica con la teoría de la dependencia o perspectiva centro-periferia. La literatura al respecto da cuenta que estos desarrollos representan una forma de neocolonización (Hall y Tucker, 2004 citado en Saarinen, 2016) o nuevo imperialismo (Harvey, 2005; Spencer, 2019). De ahí que los resorts all inclusive representen la esencia de los enclaves. Todos los productos y servicios se incluyen por un precio pactado y pagado por anticipado, desde el transporte -aéreo o terrestre-, alojamiento, comidas, actividades recreativas e incluso las propinas. Así, el gasto turístico es acaparado por las empresas transnacionales extranjeras, marginalizando a los proveedores de servicios locales (Britton, 1982 citado en Saarinen, 2016).
El modelo de enclave turístico es una vía de mercantilizar el espacio, garantiza así la reproducción del capital de forma efectiva para las grandes empresas transnacionales. Su éxito económico explica la razón por la cual el modelo turístico de enclave se extiende con rapidez en distintos territorios de América Latina y el Caribe.
Al considerar al espacio como esencialmente social, “donde las sociedades se entienden en y por el espacio y, por ende, no puede existir soporte material sin relación social” (Hiernaux, 2004: 16), el soporte teórico de Lefebvre permite analizar la producción de enclaves turísticos como producto de la estructura social jerarquizada. Es tal como señala Bourdieu (1999: 120) “en una sociedad jerárquica, no hay espacio que no esté jerarquizado y no exprese las jerarquías y las distancias sociales”. De tal forma que la división social del espacio urbano no radica en una diferenciación casual, ahistórica o de diferenciación natural, sino que es una representación espacial de la estructura social, que deja leer los cortes y clivajes que la atraviesan y le dan forma (Saraví, 2008: 85).
Considerando a las prácticas espaciales del espacio percibido, Martín Hernández (2012) señala que el territorio turístico se polariza principalmente en dos espacios: el de producción, es el espacio turístico que se incorpora a la economía mundial y constituye un paisaje moderno; y el de reproducción, que es el espacio no turístico ligado a la realidad latinoamericana, resultando un paisaje de exclusión (Hernández, 2012: 148-149). De este modo, los trabajadores operativos hoteleros -jardineros, mucamas, meseros, cocineros, lavatrastes, etcétera- transitan entre mundos aislados, experimentando en su cotidianeidad desigualdades altamente polarizadas.
3. Resultados: proceso de producción del espacio turístico de Cancún
En América Latina y el Caribe los sitios turistificados se ubican en territorios de gran biodiversidad y belleza natural, o bien, en territorios con un patrimonio material e inmaterial que los pueblos han construido a lo largo de siglos, incluyendo momentos de dominación y resistencia (Bartra, 2006).
El nacimiento de Cancún obedece a un escenario mundial que impulsó al gobierno mexicano a crear centros turísticos integralmente planificados -Cancún, Ixtapa, Los Cabos, Loreto y Bahías de Huatulco-, mismos que tomarían forma con la ayuda financiera internacional del Banco Mundial y la Banca Interamericana de Desarrollo, así como del recién creado Fondo de Promoción de Infraestructura Turística (Infratur), un fideicomiso del Banco de México dispuesto para estos fines (Espinosa Coria, 2013). Cancún estrenaría la nueva política pública de fomento al turismo bajo la forma de enclave turístico. Sería también la vía para solucionar el déficit en la balanza de pagos, generar divisas y empleos (Espinosa Coria, 2013).
En 1974, a menos de cinco años de iniciados los trabajos de construcción del CIP Cancún, se inauguró el primer hotel, un año después estaría listo el aeropuerto. Dado el impulso turístico, el 8 de octubre de 1974 se decretó la creación del Estado libre y soberano de Quintana Roo. La ciudad de Cancún fue creada de acuerdo a los artículos 129 y 130 de la Constitución Política estatal el 12 de enero de 1975, de acuerdo con el Diario Oficial de la Federación (DOF, 1974; García de Fuentes y Jouault, 2020).
Su existencia obedece a un contexto condicionado por el fin de la Segunda Guerra Mundial, en el que el turismo se consideró como una herramienta para salir de las crisis económicas y anímicas provocadas por la guerra. De ahí que Spencer (2019) apunte que la turistificación, refiriéndose al caso de las costas del Mediterráneo, se gestó a través de los espacios de representación, es decir, gracias a los imaginarios relacionados con el descanso, la felicidad y de paraíso tropical.2
Tampoco hay que perder de vista la conformación concentracionista del modelo turístico imperante. Durante la década de 1960 grandes compañías internacionales comenzaron su expansión e integración de los sectores del transporte, la hotelería y de tour operadores. En consecuencia, el avance turístico en países en vías de desarrollo implicaba un alto grado de dependencia y un peligro de dominación por parte de intereses extranjeros (Jiménez Martínez, 1992).
El 8 de septiembre de 1988, el Huracán “Gilberto” marcaría un antes y un después en Cancún. Al quedar destrozada la zona hotelera, se optó por permitir la entrada de grandes capitales extranjeros para su reconstrucción, hecho agilizado por las nuevas políticas neoliberales que favorecieron al sector turístico y marginaron al campo (Córdoba Azcárate et al., 2014). El modelo de negocio que se adoptó fue el de hoteles all inclusive, mismo que rige el modelo actual, con una fuerte presencia de cadenas hoteleras españolas (Blázquez-Salom et al., 2011).
3.1. Espacio vivido, prácticas espaciales cotidianas: flujos migratorios
Con la construcción de Cancún inició un importante proceso migratorio. El impacto más evidente de su turistificación (García de Fuentes et al., 2019). Los primeros flujos migratorios se caracterizaron por tener una población mayoritariamente masculina y de origen rural. La demanda de mano de obra calificada se cubrió con migrantes provenientes de la Ciudad de México. La mano de obra no calificada con indígenas mayas campesinos provenientes de Quintana Roo y Yucatán (Flores y Deniau, 2019).
En la Tabla 2 se puede apreciar que tras construirse el primer hotel de Cancún en 1974, ya con su aeropuerto terminado, comienza el incremento de la población de forma exponencial, pasando de 441 habitantes en 1970 a 8500 en 1975 y 33,000 en 1980.
Año | Población | Hoteles | Cuartos | Turistas |
Expansión urbana (ha) |
---|---|---|---|---|---|
1970 | 441 | 0 | 0 | 0 | 0 |
1974 | --- | 1 | 72 | 300 | 277 |
1975 | 8500 | 15 | 1322 | 99,500 | 875 |
1980 | 33,000 | 39 | 3390 | 460,000 | 1529 |
1985 | --- | 60 | 6591 | 729,000 | 2148 |
1990 | 167,730 | 110 | 17,470 | 1,575,700 | 3442 |
1995 | 297,183 | 120 | 20,278 | 2,164,200 | 4908 |
2000 | 397,191 | 142 | 24,702 | 3,044,800 | 7287 |
2005 | 526,701 | 147 | 27,000 | 3,074,400 | 10,834 |
2010 | 628,306 | 148 | 29,951 | 3,015,600 | 11,979 |
2015 | 850,000 | 150 | 30,667 | 4,100,000 | --- |
2019 | 870,322 | 190 | 35,054 | 4,900,000 | 13,392 |
Fuente: elaboración propia con base en información documental (Babinger, 2012; Flores y Deniau 2019; Moncada, 2011); datos obtenidos de Inegi (1980, 1990, 1995, 2000, 2005, 2010 y 2015); Coespo (2010), y Sedetur (2019).
Claudia, originaria de Tenosique, Tabasco, fue de las primeras en llegar a Cancún, a finales de 1970. Comenzó a trabajar lavando (a mano) sábanas de los hoteles. En su pueblo natal su esposo no tenía empleo y solía emborracharse, así que decidió migrar para mejorar su calidad de vida y la de sus hijos.
Trabajaba mucho, me levantaba a las 3 de la mañana, a esa hora los hoteles me iban a dejar unas bolsas negras, muy grandes con sábanas. Yo anotaba el nombre del hotel y las iba acomodando conforme llegaban para entregarlas en ese orden. Las tendía al sol, para que a las 12 del día pasaran a recogerlas. Luego me apuraba a hacer la comida para vender tacos a la hora de la comida de los albañiles, ya de lo que quedaba les daba a mis hijos (Claudia, 2020).
Para la década de 1990, ya con la entrada de grandes capitales internacionales, el número de hoteles se duplicó, al tiempo que creció la población, pues se necesitaba de mano de obra suficiente para construir y dar servicio a los nuevos complejos.
Algunos hoteles utilizaron como estrategia ir a comunidades indígenas mayas de Yucatán y Quintana Roo para conseguir mano de obra barata. La historia de vida de Carolina, una mujer de 36 años originaria de Tizimín, una localidad maya-yucateca ubicada a tres horas de Cancún, da cuenta de esta dinámica. Se insertó al mercado laboral turístico a los 17 años, cuando una empresa hotelera llegó a reclutar personal a su comunidad. Con un permiso para trabajar firmado por sus padres, migró al “sueño” cancunense en compañía de diez amigas, todas menores de edad. Al momento de la entrevista, trabajaba como camarista.
Era yo chamaca, llegó un grupo buscando colaboradores de diferentes áreas, buscaban de todo, stewards (lavatrastes), camaristas […] Llegaron tres transportes, yo siempre había trabajado en casa y dije, si me dan permiso me voy aplicar.
Le dije que a mi papá que firmara el permiso, porque no tenía ni 18 años, y sí lo firmó. Les dije a mis amigas que nos fueramos, que a mí ya me habían dado permiso, y nos fuimos en un grupito de diez (Carolina, 2020).
Este tipo de estrategia comenzó a ser más utilizada debido a la expansión de las cadenas hoteleras hacia el sur de Quintana Roo (Calderón Maya y Orozco-Hernández, 2015). De acuerdo con el testimonio de una informante perteneciente a la Asociación de Gerentes de Recursos Humanos de Cancún, la estrategia es aún vigente.
He conocido colegas que se van a los pueblitos de Quintana Roo y Yucatán y traen gente para áreas públicas, stewards o cocina. Les proveen de transportación. A veces se reúnen 2 o 3 hoteles para poder absorber los costos. A veces dejan a los colaboradores vivir en el hotel, los dejan el lunes y los recogen el viernes y los llevan a su pueblo sábados y domingos. Eso en el mejor de los casos. En el peor de los casos es ir y venir todos los días y son trayectos de 2 horas, ahora no recuerdo el coste, pero es una barbaridad contratar personal es muy caro, pero no hay de otra, sale más caro un hotel sin gente… (Anónimo, 2020).
En la actualidad, la migración peninsular de jóvenes mayas es la que se ha mantenido como grupo dominante. En las últimas tres décadas las mujeres se han integrado con más fuerza a la dinámica (Fraga, 1992). Los jóvenes abandonan la producción milpera de su pueblo natal, pues con ello no se garantiza la subsistencia familiar, para insertarse en el sector turístico como trabajadores asalariados (Inegi, 2015). En la mayoría de los casos, se ocupan en puestos operativos mal remunerados de la industria hotelera y de servicios, que además, exigen jornadas laborales extenuantes, evidenciándose una división étnica del trabajo (Pi-Sunyer y Thomas, 1997; Torres y Momsen, 2014 citados en Fernández et al., 2020). Dado el fracaso en la agricultura, se asume que el crecimiento social y económico está en los polos turísticos (Carte et al., 2010).
3.2. Espacio vivido, prácticas espaciales cotidianas: espacios de reproducción y producción
Siguiendo a Lefebvre (2013) y a Martín Hernández (2012), el espacio turístico de enclave se polariza de la siguiente manera. Por un lado, el espacio de producción, que también funge como espacio de representación, donde el enclave turístico, con su evocación de paraíso, se incorpora a la economía mundial y constituye un paisaje moderno, con sus complejos hoteleros, aeropuertos, puertos para cruceros, restaurantes, etcétera; por otro lado, el de las prácticas espaciales, el no turístico, el de los pueblos de apoyo destinados a los trabajadores, ligado a la realidad latinoamericana, resultando un paisaje de retraso, pobreza y exclusión (Martín Hernández, 2012: 148-149).
El espacio de producción de Cancún está definido por la zona hotelera, una delgada franja en forma de siete, de 25 kilómetros de largo, ubicado dentro del Sistema Lagunar Nichupté. El boulevard Kukulkán, con más de 30,000 cuartos -superando con creces a la cantidad máxima establecida en el plan maestro de Cancún, que únicamente contemplaba 25,000 cuartos-, campos de golf, un centro de convenciones, tiendas departamentales, restaurantes, discotecas, farmacias y clínicas de belleza. También se ubican residenciales para la élite adinerada mexicana. Se caracterizan por su exclusividad, utilizan rejas electrificadas, muros y guardias para impedir el paso de los no residentes o no turistas. Si éstos llegan a tocar dichos espacios, es porque lo hacen en calidad de trabajadores que proporcionan servicios personales y dan mantenimiento a los inmuebles (Oehmichen, 2010).
El espacio de producción es un reflejo de las grandes urbes del primer mundo, donde el dólar fluye como moneda corriente e incluso la zona horaria fue modificada para coincidir con el horario de la Costa Este de Estados Unidos, permitiendo una mejor conexión con ocho aeropuertos de Canadá y 22 de Estados Unidos, especialmente de sus mercados más grandes: Chicago, Atlanta, Nueva York y Miami; así como facilitar transacciones financieras (Meraz, 2015).
Por otra parte, resulta significativo que un porcentaje mayor a 80% de los entrevistados afirmó vivir en la periferia de la ciudad, caracterizada por falta de servicios y altos niveles de violencia, en las llamadas regiones siento miedo,3 como refirieron algunos de ellos. Se instalan en los márgenes de Cancún, según los testimonios, es donde su salario les permite rentar o comprar una vivienda. Uno de los entrevistados, originario de Sinanché, Yucatán, que habita en la región 94 de Cancún. Narró que cada semana hay homicidios cerca de su domicilio por cuestiones de “ajuste de cuentas” con las redes del crimen organizado.
Tantas cosas que están pasando ahorita en Cancún, antes no había nada de eso. Es que andan repartiendo marihuana a plena vista. De allá de mi casa, enfrente, la semana pasada balearon a tres chavos. Eran revendedores de droga y uno era ‘parachutero’, él era mi amigo. Estaban tomando, eran como las ocho de la noche cuando escuchamos la balacera. A los dos les dieron en la cabeza, ahí quedaron tirados. Venían a surtirles dos muchachitas en moto [...] No hace mucho, a la vuelta de mi casa, un tabasqueño, Valente, andaba con sus dos hijitas, andaba repartiendo droga, yo estaba escuchando música y a las dos de la tarde escucho otra balacera. Le habían disparado a Valente, sus hijas de siete y nueve años quedaron ilesas […] Muchas veces los matan por gastar el dinero de la venta. A un primo mío por eso lo mataron, estaba ‘morro’, andaba vendiendo droga, se escapó de Cancún porque les debía un billete a los narcos, regresó y le hicieron una llamada. Lo citaron en una plaza comercial, vivía con una chava como de 16 años y fueron a la plaza y ahí los plomearon a los dos (Anónimo, 2020).
En este sentido, la oferta hotelera ha respondido con un incremento en el número de cuartos para satisfacer la demanda de turistas, sin embargo, no se ha respondido así al aumento de infraestructura (educativa, salud, urbana) para satisfacer las necesidades de los migrantes laborales. Lográndose una satisfacción de los turistas apartir de la insatisfacción de la población local (Oehmichen, 2010; Calderón Maya y Orozco-Hernández, 2015).
De esta forma Cancún se articula como un espacio polarizado, mientras los turistas permanecen en el espacio turístico, los trabajadores se movilizan entre ambos espacios: el del atractivo turístico, donde se encuentran los resorts en los que laboran, y el no turístico, el de los asentamientos donde viven.
El planteamiento de Jiménez Martínez y Sosa Ferreira (2008) sugiere que las contradicciones sociales que se gestan entre huéspedes (turistas) y anfitriones (trabajadores turísticos) ocurren porque las políticas gubernamentales suelen privilegiar al espacio del atractivo turístico sobre el espacio urbano. Desde este enfoque el habitante local y la satisfacción de todas sus necesidades quedan relegadas frente al turista. El huésped es el que importa, pues es quien genera los recursos, olvidando así que sin la labor de los habitantes locales, la experiencia del turista no existiría.
3.3. Espacio de representación: imaginarios de paraíso, progreso y American way of life
La información aquí descrita revela tres imaginarios centrales que condicionan la existencia del espacio turístico de Cancún y que se materializan en los complejos hoteleros como espacios de representación para los turistas y de prácticas espaciales para los no turistas. Se identificaron los imaginarios de idea de progreso, de aspiración al modo de vida americano (American way of life) y de acceso al paraíso. Este apartado analiza estos imaginarios y sus impactos en los trabajadores hoteleros.
El imaginario de progreso tomó forma gracias a las políticas desarrollistas pensadas desde una mirada eurocéntrica, este imaginario fue impulsado por organismos internacionales y nacionales. En la década de 1960, se concibió al turismo como un sinónimo de desarrollo económico:
el turismo internacional se presentaba como una panacea para los países menos desarrollados, como un maná del cielo […]. Los hábitos de ocio y de viaje de quienes vivían en los países ricos iban a abrir las puertas del desarrollo económico a los habitantes de otros países pobres (Crick citado en Jurdao, 1992: 17).
Con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) legitimando en el turismo un potencial de crecimiento ilimitado, tanto el Banco Mundial como las Naciones Unidas lo promovieron en los países en vías de desarrollo. México se subió al tren del desarrollo turístico apostando a la construcción de enclaves turísticos.
El imaginario del American way of life, en el que se aspira al modo de vida occidental estadounidense, fue impulsado por Estados Unidos para promover las ‘bondades’ del capitalismo. Además de los medios de comunicación, las cadenas hoteleras fueron la vía para llevar este mensaje aspiracional de modo de vida americano a los países en vías de desarrollo (Jiménez Martínez, 1992).
Finalmente, está la idea de paraíso tropical, asociada a los destinos de sol y playa, en el imaginario occidental representa el bíblico Jardín del Edén o los jardines botánicos renacentistas (Sheller, 2004).
Siguiendo a Lefebvre (1974), los resorts all inclusive de empresas transnacionales, se constituirían tanto como espacios de producción (dentro de la práctica espacial) y espacios de representación. La reproducción de los espacios de representación garantiza al turista potencial un pedazo de paraíso.
Buena parte de la materialización del imaginario queda en manos de los trabajadores hoteleros. Su “actitud servicial” es imprescindible para asegurar el retorno del turista, los elementos materiales, flujos, actividades sociales e interacciones dentro del resort se ensamblan para promover ciertas prácticas espaciales polarizadas, de servidumbre (trabajadores) y ocio (turistas). Con este fin, los resorts imponen altos estándares de presentación a sus trabajadores, en sus reglamentos figuran frases del tipo: “Estamos orgullosos de ser anfitriones y de nuestra presentación impecable” o “Mantén una sonrisa siempre servicial” (AMR Magazine, 2019).4
León, de 23 años y originario de la Ciudad de México, al momento de la entrevista trabajaba como recepcionista en un resort de origen español, su testimonio evidencia el malestar de estas dislocaciones en su proceso de aprender la ‘fraseología’ necesaria para recrear el imaginario de servidumbre:
tuve que aprender desde cero, me llevé muchos regaños, no me tuvieron mucha paciencia. O sea un errorcito y me gritaban, me decían hasta de qué me iba a morir. El gerente no era nada comprensivo, el subgerente me dio un poco de chance. Yo me equivocaba en procedimientos, a lo mejor la manera de decir las cosas era: ‘Buenas tardes, gracias por llamar a Iberostar, en qué le puedo servir’ y en vez de contestar, ‘en qué le puedo servir’, yo les decía, ‘en qué le puedo ayudar’. Por esos detalles me regañaban. Y me decían, ‘no pues por eso tenemos aquí la fraseología, todos tenemos que aprender. Donde te escuche uno de los jefes va a ser tu culpa’. Y fui aprendiendo (León, 2020).
Otro de los impactos más notorios es el del desequilibrio entre vida familiar y laboral. Las largas jornadas laborales, así como una mayor demanda de trabajo durante fines de semana, días festivos o vacaciones, supeditan el turismo al descanso y la convivencia familiar. Los festejos familiares se realizan en días que no interfieran con el trabajo turístico, por citar un ejemplo. Para María Roberta, una camarista originaria de Kantunil, Yucatán, que llegó desde los 17 años a Cancún, el cansancio es ya una condición permanente. Las jornadas de hasta 16 horas diarias que suele cubrir la dejan agotada. Para tratar de descansar, duerme en el camión que el hotel le ha dispuesto para trasladarla a su lugar de trabajo. Dado su ritmo de trabajo, relata que cuando sus tres hijos eran pequeños tenía que contratar a una persona para que los cuidara.
Ayer había mucha ocupación, tuve que cubrir mi turno de 7 de la mañana a 3 de la tarde y luego me dijeron que tenía que doblar turno. Me bañé para quitarme el sudor [en las instalaciones dispuestas para este efecto en el complejo hotelero] y regresé a trabajar de 4 de la tarde a 12 de la noche. Llegué a mi casa 1:30. Y aquí estoy otra vez, entrando a trabajar a las 7 de la mañana. Hoy me levanté a las 5 de la mañana, solo dormí 3 horas y media (María Roberta, 2020).
Este desequilibrio conlleva problemáticas como divorcios, más de la mitad de los entrevistados separados o divorciados aseguraron que su situación laboral fue un detonante importante para la separación.
Finalmente, se manifiesta el impulso aspiracional de la población local de comportarse como turista, producto del desarrollo de lo que Jiménez Martínez y Sosa Ferreira (2008) denominan cultura del efebo. En Cancún se observa entre los turistas el culto a la juventud y cuerpos bellos, producto de las modas impuestas por la cultura occidental. Esto genera un choque cultural entre los trabajadores hoteleros, que confrontan sus costumbres y valores. Acceder al estilo de vida de los turistas se traduce en pérdida de identidad y frustración. El testimonio de una entrevistada indígena maya, trabajadora hotelera que laboraba como camarista, da cuenta de una predilección hacia la cultura turística al decidir ya no enseñar a hablar maya a sus hijos, pues para el trabajo turístico en Cancún es mejor el español, inglés o cualquier otra lengua extranjera.
Conclusiones
Cancún resulta ser un modelo paradigmático para comprender lo que pasa en el planeta turístico neoliberal. Instalado en una realidad latinoamericana en vías de desarrollo, en donde el turismo fue y sigue siendo utilizado por el Estado como una opción de desarrollo e impulsor del crecimiento económico. Los espacios de representación aquí referidos han permitido que los denominados territorios de sol y playa en países en vías de desarrollo compartan procesos de turistificación similares, marcada por una historia de colonialismo y de explotación laboral. Han transitado de una estructura económica basada en la agroexportación a una articulada por el turismo.
El análisis crítico de la turistificación, desde la perspectiva lefebvriana, permite reflexionar sobre cómo las prácticas sociales de diferentes agentes (migrantes laborales, turistas, gobiernos y empresas transnacionales) articulan estos espacios, al mismo tiempo que éstos condicionan determinadas prácticas sociales. En el caso de Cancún, ha resultado no sólo en un intenso flujo de turistas internacionales, como se suele anunciar con bombo y platillo, sino también de migrantes, mayoritariamente de indígenas mayas de la Península de Yucatán. Los migrantes laborales que se insertan en la hotelería satisfacen la mano de obra barata necesaria para mercantilizar el espacio turístico, llegan a Cancún para enfrentarse con una serie de antinomias entre espacios de producción y reproducción. Transitan de un espacio a otro experimentando en su cotidianeidad desigualdades altamente polarizadas, en un modelo global que reproduce disparidades, donde el descanso de millones de turistas se traduce en condiciones de vulnerabilidad para los trabajadores hoteleros.