El racismo existe y es importante que lo expliquemos y evidenciemos. No sólo porque cruza la cotidianidad y moldea las sensibilidades y las relaciones sociales, políticas y económicas de todos los sectores de la población, sino sobre todo porque el racismo es un criterio que establece los parámetros de inclusión y exclusión, de privilegio y opresión, es la "distribución social de la muerte; como una gráfica actuarial, predice quien va a florecer y quien no" (Hartman, 2007: 129). Este número dedicado a "Identidades, racismo y xenofobia en Latinoamérica" es más que bienvenido. Estos artículos y su presencia en Desacatos fortalecen el reconocimiento del racismo como un eje central en la organización social, en la experiencia cotidiana y en el entramado institucional. Aparecen, además, en un contexto en el que las crecientes ideologías posraciales vienen a reforzar el proyecto racial del mestizaje, que ya ha hecho una buena tarea al deslegitimar la importancia del racismo: "no viene al caso, aquí todos somos mestizos". Las ideologías posraciales, como dice Da Costa (2014), son todas aquellas "formas de pensamiento, discurso y acción que evaden, deslegitiman y buscan eliminar las diferencias raciales y sus efectos como tema y enfoque del conocimiento académico, de la lucha activista, del debate público y de las políticas estatales" (2014: 2). Antes de estas estrategias posraciales -que minimizan la relevancia de nociones de raza, operan por medio de relaciones de poder racializadas y que desde su negación del racismo rearticulan la desigualdad racial-, la ideología del mestizaje había cimentado con estrategias similares un terreno de resistencia a la movilización política, social y académica alrededor del tema racial en México y en contextos semejantes en Latinoamérica. Este mestizaje ideológico, además, está basado a su vez en la enraizada experiencia colonial, en políticas civilizatorias y de modernización y en un racismo científico cruel que está ahí, suspendido, siempre listo para aparecer en escena.
En este contexto, no es de extrañar la escasa producción de investigación empírica y desarrollos teóricos sobre el tema del racismo en la academia mexicana. Recuerdo la dificultad de encontrar material sobre racismo en México, publicado en México, cuando regresé al país a hacer mi trabajo de campo en 2002. Ahora veo que tal vez fue una combinación de lo anterior -¡el mestizaje mismo!- más las limitaciones de infraestructura para ubicar y acceder a los textos, y mi inexperiencia como investigadora. Para demostrar estos puntos, y de paso contribuir a la conformación de un corpus sobre el racismo en México, les presentaré los resultados de un primer esfuerzo por catalogar la investigación publicada en revistas académicas mexicanas, en particular, los números especiales que, como éste, representan la priorización de un tema relevante. A continuación, exploraré algunos aspectos del terreno intelectual al que se unen, o que continúan, los autores y artículos de este número; y por último, resaltaré algunos de los retos que siguen pendientes en la academia mexicana en lo que respecta al desarrollo del estudio del racismo en México.
Los artículos sobre racismo en México, publicados en México
Considerando que las revistas académicas representan el pulso de la vida y el debate intelectual, me di a la tarea de elaborar un registro de artículos publicados en revistas académicas mexicanas cuyo tema central fuera la discusión sobre el racismo en México (véase la Figura 1). Dejé de lado los libros y capítulos en colecciones editadas, no sólo para que este ejercicio fuera más manejable, sino también por el criterio de que, todavía, el artículo académico de investigación parece ser la forma más prestigiosa y productiva de diseminar investigaciones originales. Aunque la lista no sea exhaustiva, porque sólo busqué en línea títulos, palabras clave y resúmenes, encontré un acervo de unos 66 artículos publicados entre 1956 y 2014, en 26 revistas académicas mexicanas, 15 indexadas por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y 11 con otros indicadores de prestigio académico.1 Valdría aclarar que este ejercicio no intenta criticar de manera negativa a los autores que han publicado sobre el tema. Al contrario, la intención es dar testimonio de mi observación de este terreno intelectual, para llamar la atención sobre su relevancia y lo que esta lectura puede revelar.
Es difícil establecer una valoración de lo que significa tener 66 artículos sobre racismo en México en un total de 26 revistas. Las comparaciones son difíciles porque no hice una revisión detallada de otro país con un contexto similar en cuanto al tema de la raza y el racismo. Podría ser interesante, por ejemplo, revisar la producción de una revista como Racial and Ethnic Studies, publicada en el Reino Unido, que no sólo trata el contexto británico, sino que también incluye estudios de otras partes del mundo sobre una gama de fenómenos alrededor del racismo y las relaciones étnicas. Desde 1978, esta revista ha publicado un aproximado de 1 352 artículos y 12 de ellos incluyen el término "México" en el título. Comenzó con cuatro números anuales y en la actualidad publica hasta 15 números por año. Un revista más específica de la región, como Latin American and Caribbean Ethnic Studies, que comenzó a publicarse en 2006, hasta ahora ha difundido 132 artículos, de los cuales un aproximado de 14 lleva el término "México" en el título.
En México hemos publicado un promedio de 1.11 artículos por año desde 1956. Este ejercicio numérico, limitado a las revistas, nos dice algo de la relevancia que se le ha dado al tema en el país. A partir de esta revisión nos preguntamos, por ejemplo, qué pasaba en 2001 cuando hubo una explosión de 18 textos en dos revistas, Ciencias y Debate Feminista, que organizaron la publicación de números especiales sobre el tema (véase la Figura 2). Tal vez fue el efecto poszapatista, además de la apertura al análisis interseccional género-etnia-raza. Cabe destacar que desde 1999 ha habido una presencia constante de análisis sobre el tema. Aunque estemos hablando de un solo texto al año, al menos no hay vacíos totales de siete o 13 años, como parece que ocurrió entre 1960 y 1966, o entre 1975 y 1988. Ciencias ha publicado nueve textos dedicados a explorar la especificidad mexicana, mientras Debate Feminista y la Revista Mexicana de Sociología tienen un total de siete artículos cada una. Sigue Estudios Sociológicos, con cinco textos, y después Desacatos, Historia Mexicana e Interdisciplina, con cuatro cada una. Las demás tienen uno o dos textos, como se aprecia en la Figura 2.
Otro elemento importante ha sido descubrir a los 56 autores de esta colección y concluir que son pocos los que aparecen de manera continua en la arena del debate en estas revistas. Los autores que tienen más de una publicación son Alicia Castellanos Guerrero, con cinco (1994a, 1994b, 2000a, 2000b, 2001); Olivia Gall, con cuatro (2001, 2002, 2004, 2014); María Dolores París Pombo, con tres (1999, 2000a, 2000b), y Juan Comas (1956, 1967), Rodolfo Stavenhagen (1994, 2014), Judith Bokser (2001, 2007), Carlos López Beltrán (2001, 2014), Sylvia Schmelkes (2009, 2013) y Javier Treviño Rangel (2005, 2008), con dos artículos cada uno. Contar la cantidad de artículos no le hace justicia a la calidad de las contribuciones de autores esenciales para comprender la cuestión racial en México, como Gonzalo Aguirre Beltrán (1969), Raúl Béjar Navarro (1969), José Jorge Gómez Izquierdo (2000), Beatriz Urías Horcasitas (2001), Odile Hoffmann (2006), María Elisa Velázquez (2011) y Pablo Yankelevich (2014); o los trabajos más recientes de Luis Ortiz Hernández et al. (2011) o Abril Saldaña (2013), entre otros. Este recuento puede indicar, de manera tentativa, que la trayectoria de la producción de conocimiento en la academia mexicana no se basa necesariamente en los artículos académicos -tal vez se concentre en el terreno de los libros o colecciones editadas, pregunto-, que hay una mayor diversificación temática en la producción individual o que estos autores están publicando en otras partes del mundo, tal vez en otros idiomas. Puede ser que, al concentrarme en revistas mexicanas, les haga un mal servicio a los académicos que han publicado en español en otras revistas fuera del país o que, simplemente, este tema no ha sido prioridad. Todas las hipótesis se pueden explorar y problematizar.
Otra línea central de preguntas para hacer una evaluación de esta colección sería concentrarnos, obviamente, en los contenidos. Este ejercicio me ha dado la posibilidad de leer y releer análisis agudos y sofisticados que son una base sólida para cualquiera que quiera adentrarse en las preguntas fundamentales sobre raza, racismo, mestizaje, indigenismo, nación y multiculturalismo en México. Revisar estos textos nos lleva a lanzar preguntas clave sobre lo que sí tenemos a la mano: ¿cuáles análisis están basados en fuentes secundarias y cuánto trabajo empírico o etnográfico existe? ¿Qué aportaciones teóricas y conceptuales, basadas en qué tradiciones disciplinarias y escuelas de pensamiento encontramos? ¿Cuáles han sido las estrategias metodológicas para adentrarnos en este tema, a la vez obvio y escurridizo, negado y recreado, sutil y brutal? ¿Quiénes son los sujetos de investigación prioritarios? ¿En qué medida se concentra el análisis en las relaciones de poder o en grupos específicos, ya sean los inferiorizados o los privilegiados? ¿Qué dinámicas de reconocimiento racial son exploradas? ¿Cuáles son, en fin, los sustratos que facilitan qué posibles avances en la comprensión de las lógicas racializadoras y racistas?
Aunque no es mi intención presentar los debates centrales de esta creciente colección, quiero señalar y subrayar estas preguntas como sugerencias de los tipos de indagaciones que ayudarían a delinear el campo de los estudios sobre el racismo en México. El alcance de este recuento muestra que: 1) el tema del racismo en México, publicado en México, es una campo relativamente joven; 2) el hecho de que no existan más publicaciones en revistas en el país no significa que no haya investigación sobre el racismo en México publicado en monografías, capítulos, tesis de posgrado y licenciatura, además de la producción fuera del país; sin embargo, esta escasez sí puede tener un efecto en la motivación para la investigación de las nuevas generaciones, y 3) es posible que haya un vínculo entre el número y tipo de publicaciones con el relativo éxito del proyecto de mestizaje nacional, del cual la academia no está exenta.
Los números sobre racismo
La indagación en los archivos digitales surgió de la curiosidad por ver qué había publicado Desacatos sobre el tema de racismo y xenofobia, lo cual sucedió en el año 2000. Al final, encontré una serie de seis números temáticos sobre racismo en Estudios Sociológicos, Desacatos, Nueva Antropología, Ciencias, Debate Feminista e Interdisciplina. Estos artículos son una subsección interesante del acervo sobre racismo en México -29 de 66, o 44%-, por la intencionalidad que estos números implican. Haré un recuento breve, incluyendo el detalle de todas las piezas del número temático, enfocado o no en México, para perfilar algunas lecciones.
El primer número dedicado al tema es El resurgimiento del racismo: sus múltiples interpretaciones, de Estudios Sociológicos 34, publicado en 1994, con seis artículos y una presentación de Alicia Castellanos Guerrero (1994b), pionera de la investigación etnográfica sobre el racismo. El artículo de Stavenga-hen (1994) abre la discusión con una reflexión sobre las transformaciones sociales globales dentro de las cuales se tendría que enmarcar la comprensión del racismo y la xenofobia. El trabajo de Castellanos Guerrero (1994a) es el único artículo dedicado a México. Analiza procesos de asimilación y diferenciación étnico-nacionales como estrategias racistas del indigenismo mexicano. El texto de Carlos Hasenbalg (1994) argumenta cómo la desigualdad racial en Brasil ha ido en aumento desde la abolición de la esclavitud y analiza cómo la transición estructural promovida por el crecimiento económico no se ha traducido en menor discriminación racial. Los otros tres artículos se enfocan en discusiones teóricas del racismo y exploran propuestas de modelos analíticos para entender el racismo. Dos de ellos también tocan el tema de la xenofobia (Krotz, 1994; Wieviorka, 1994) y uno se centra en la relación entre las ideologías raciales en Francia, Inglaterra y Alemania (Moreno Feliu, 1994). En específico, en relación con la xenofobia -miedo irracional hacia los extranjeros, extraños o diferentes-, este número tiene tres artículos (Krotz, 1994; Moreno Feliu, 1994; Stavenhagen, 1994), y no es sino hasta 2014 cuando encontramos otro texto sobre xenofobia y antisemitismo (Yankelevich, 2014).
El número 4 de Desacatos, Racismos, publicado en el año 2000, contiene cinco artículos y un comentario. Aquí hay más espacio para discutir la especificidad mexicana, con tres artículos: José Jorge Gómez Izquierdo (2000) se enfoca en el trabajo del antropólogo Juan Comas para analizar su visión sobre el racismo y el antirracismo con base en su compromiso con el indigenismo nacional-revolucionario; Alicia Castellanos Guerrero (2000a) ofrece una discusión vital sobre el desarrollo de la antropología y sus aportaciones para el estudio del racismo, en particular hacia comunidades y pueblos; María Dolores París Pombo (2000b) investiga los estereotipos de la mujer y el indio y los orígenes raciales de la patria dentro del discurso político y los rituales públicos del estado de Chiapas, entre 1970 y 1993. En los otros dos artículos, Guy Rozat Dupeyron (2000) presenta una discusión histórica de la construcción de la identidad occidental -y por ende, nociones de blanquedad y superioridad civilizatoria- en los siglos xn y xin, en la Europa medieval, mientras Lothar Knauth (2000) ofrece un análisis histórico y conceptual amplio de la noción de racismo.
También en 2000, y editado por Alicia Castellanos Guerrero, el número 58 de Nueva Antropología ofrece seis artículos. Cuatro de ellos están dedicados al tema del racismo. Sólo uno se enfoca en el caso mexicano en términos de lo que la autora María Dolores París Pombo (2000a) denomina la segregación socioétnica en San Cristóbal de Las Casas. El artículo de Castellanos Guerrero (2000b) abre la colección y hace una exploración de los avances significativos del movimiento indígena y negro en Latinoamérica. Resalta la aún negada existencia del racismo, la resistencia a la diversidad étnico-racial, la persistencia de la desigualdad y opresión en el continente y da espacio a varias reflexiones pertinentes sobre México y su contexto más amplio. Los otros dos artículos están dedicados a los casos de racismo en Bolivia (Pérez Ruiz, 2000) y en Guatemala (Casaús, 2000). Ambos se concentran en los polos poblacionales por excelencia en esta discusión, la elite guatemalteca y el pueblo indígena boliviano.
En 2001, el número conjunto 60-61 de Ciencias -revista de difusión de la Universidad Nacional Autónoma de México, que contiene artículos de investigación, ensayos y notas breves, originales y reimpresos- dedicó una serie de 23 textos a varios temas relacionados con cuestiones indígenas, étnicas y raciales. Nueve de ellos discuten de manera más directa el racismo en México; seis presentan análisis del desarrollo del racismo científico mexicano y ofrecen piezas clave para comprender el papel de la ciencia en la construcción de ideas de raza y sus consecuencias para la experiencia del racismo. Esta selección de textos tiene un enfoque prioritario en los pueblos indígenas, pero al mismo tiempo muestra a los sujetos profesionistas médico, antropólogo, servidor público en todo el ejercicio de su prejuicio y práctica racista.
Por ejemplo, Olivia López Sánchez (2001) discute los usos de la ciencia médica del cuerpo de las mujeres indígenas en el siglo XIX y la práctica de políticas higienistas bajo el pretexto de "mejorar la raza". Ana María Carrillo (2001) relata los procesos de construcción de la idea de degeneración indígena desde el discurso eugenésico en su versión mexicana desde finales del siglo XIX y principios del XX. Esta discusión se completa con la exploración que hacen Laura Suárez y Rosaura Ruíz (2001) de los vínculos entre la tradición francesa eugenésica con la medicina social y el nacionalismo posrevolucionario como parte de la tarea de la supuesta unificación/ homogeneización de la población mexicana. Beatriz Urías Horcasitas (2001) examina el desarrollo de la craneometría como parte de las teorías antropológicas del siglo XIX sobre las "razas" mexicanas. A principios del siglo XX, estas teorías sirvieron para legitimar las políticas indigenistas ante el "problema indio", concebir la diferencia racial, justificar esfuerzos modernizadores y civilizatorios, así como consolidar la ideología del mestizaje. En el mismo periodo, Laura Cházaro (2001) documenta las batallas en los laboratorios fisiológicos y antropométricos para establecer la "normalidad" del cuerpo mexicano.
Otro texto preocupado por la "normalidad" de los sujetos catalogados como indígenas y la perversidad estatal, científica y museográfica es el de Frida Gorbach (2001), que explora el significado del salón de teratología, inaugurado en 1895 en el Museo Nacional de Antropología e Historia. La exposición de este salón, compuesta por monstruos, estaba dedicada a exponer una versión particular del surgimiento de nuevas razas en la naturaleza. La autora presenta la ironía de la creación de un espacio museológico como forma de reflexión nacional que contrarresta la difusión de las teorías de Darwin, las cuales precisamente hablan de que los así llamados monstruos no son un paradigma en la explicación del origen de las razas.
Otros tres textos redondean esta amplia reflexión sobre la legitimación científica del racismo. Una exposición clara y necesaria del concepto de raza, por Carlos López Beltrán (2001), que pregunta cómo resolver la tensión entre el estudio científico de la raza, con su atropellada historia, y el uso popular del término, el cual juega un papel en la jerarquización racista de grupos humanos. En un ensayo breve, Carlos Montemayor (2001) reflexiona sobre la historia de lo que ahora podríamos concebir como indigenismo y la preocupación por la racionalidad indígena, desde la Colonia hasta el siglo XXI. Este texto es importante porque sitúa y llama la atención sobre el contexto en que el racismo científico mexicano surge y se "acomoda", un contexto fértil por la continuidad que ofrece para la racialización de los sujetos identificados como indígenas, mestizos, blancos y la percepción de los "otros", fuera del paradigma del mestizaje, negros, judíos, chinos, libaneses, gitanos. Por último, Armando Bartra (2001) ofrece un análisis histórico de las políticas de explotación económica, el enganche forzoso y el peonaje en el sistema hacendario y las plantaciones agrícolas durante el porfiriato. El número incluye un texto que presenta una discusión sobre las nociones de raza y racismo desde la experiencia francesa, en este caso, de Pierre Thuillier (2001).
También en 2001, la revista Debate Feminista dedica el número 24 a una variedad de artículos originales y recopilaciones de otros textos ya publicados que de alguna manera se relacionan con el racismo, unos más directos y específicos que otros. La sección titulada "Racismo y mestizaje", organizada por Olivia Gall, consta de siete artículos, dos de ellos sobre México. Néstor Braunstein (2001) explora una interesante perspectiva psicoanalítica y balancea la delicada línea entre la muy criticada psicología nacional y la racialización y los estereotipos. Olivia Gall (2001) explora el mestizaje, el indigenismo y la emergencia del discurso multiculturalista desde una perspectiva histórica en México en general y Chiapas en particular. Otros cuatro artículos se concentran en análisis teóricos y más generalizados desde una visión europea (Baratta, 2001; Barcellona, 2001; Castoriadis, 2001; Taguieff, 2001) y uno más se centra en la experiencia judía europea (Michnik, 2001). En otra sección, "Raza, género, orientación sexual, nación", hay otros siete textos que contribuyen en su conjunto a la exploración más tangencial del racismo en México. Cinco de ellos enfatizan la especificidad de la experiencia de las mujeres indígenas y dan testimonio, en particular, de lo novedoso del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en aquel momento (Falquet, 2001; Hernández Castillo, 2001; Ruiz, 2001). Los últimos dos textos son reflexiones autobiográficas traducidas al español de las aclamadas chicanas Gloria Anzaldúa (2001) y Cherríe Moraga (2001) con los sugerentes títulos de "La prieta" y "La güera", respectivamente.
A partir de 2001, como se aprecia en la Figura 1, la publicación de uno o dos artículos por año es constante -con excepción de cinco en 2011- hasta llegar al más reciente número especial, también organizado por Olivia Gall. El número 4 de Interdisciplina incluyó, en 2014, un dossier con nueve artículos sobre racismo. El número empieza con una generosa introducción a cargo de Gall (2014) en la que presenta los artículos, en su mayoría enfocados en la experiencia latinoamericana, los hilvana con el contexto más amplio del estudio del racismo y subraya los retos de tratar el tema de manera metodológica desde una perspectiva interseccional e interdisciplinaria. El número cierra con un ensayo breve de Rodolfo Stavenhagen (2014), que explora las permanencias del racismo, su reconfiguración y complejidad, desde su expresión subjetiva hasta la institucionalizada, incluyendo la especificidad mexicana y el contexto histórico-global. De los nueve artículos, tres tienen a México en el centro de su investigación. Carlos López Beltrán (2014) explora la noción de "matriz hereditaria" para explicar las confluencias históricas entre los conceptos de raza, genética y los recientes proyectos genómicos y sus relaciones ambiguas tanto con las ideas de mestizaje y mestizo, como con los procesos sociales racializados y racistas que parecen desarrollarse de manera autónoma en nuestra sociedad. El artículo de Pablo Yankelevich (2014) es el único en todos los números dedicados al tema que habla de la inmigración judía y el antisemitismo en México. Basado en investigación en archivos, explora la creciente visibilidad de la comunidad judía en México, las tensiones alrededor de la oleada de migración en la década de 1920, la competencia por recursos y el sentimiento antisemita en un contexto estructurado racialmente y con una preconcepción de la identidad judía. Por último, el trabajo histórico de Tomás Pérez Vejo (2014) ofrece un análisis de la imbricada relación entre raza y nación en el periodo posindependentista en México y Argentina, la circulación de nociones de diferencia racial, inferioridad y superioridad, así como el papel de la religión en las ideas del mejoramiento de las razas.
Los otros cuatro artículos discuten casos específicos de racismo en las Américas. Marta Casaús Arzú (2014), en relación con el racismo político y de las elites en Guatemala, exacerbado por el juicio por genocidio contra el general Ríos Montt. También sobre Guatemala, Morna Macleod (2014) ofrece un análisis interseccional de la vestimenta indígena para explicar la experiencia de racismo de las mujeres mayas. Suzanne Oboler (2014) explora la experiencia de racismo y xenofobia de los migrantes latinos en Estados Unidos, en particular porque ser reconocidos como mexicanos equivale a una condición "desechable". Marco Antonio Pérez Jiménez (2014) analiza históricamente el estatus de las castas con linaje africano en relación con su derecho a la ciudadanía en las Cortes de Cádiz a principios del siglo XIX. Dos de los artículos presentan reflexiones conceptuales: Peter Wade (2014) sobre la genealogía del concepto de raza, y José Jorge Gómez Izquierdo (2014) explora el acercamiento al racismo con base en el trabajo de Michael Foucault como un racismo de Estado articulado mediante tecnologías del biopoder.
El recorrido por los artículos de estos números resalta el esfuerzo por reunir y fortalecer el estudio del racismo en el país. También nos hace notar la clara predominancia de ciertos temas y áreas, lo indígena, la crítica del indigenismo y el mestizaje, y los trabajos antropológicos y desde la historia de la ciencia. Vemos que aunque ninguno de estos volúmenes se concentra sólo en México, sí incorporan diálogos con otras latitudes, cada vez con más contextos latinoamericanos y casi siempre incluyendo a académicos europeos. Esto nos dice algo de las ideas que circulan, las atmósferas intelectuales que se crean y potencian, y también de la tensión entre las realidades observadas y las agendas académicas favorecidas en medio de la complejidad de las políticas institucionales y las tradiciones de pensamiento y análisis.
Algunas notas del terreno intelectual del racismo en México
Ahora volveré a algunos artículos de todo el acervo para rescatar, a manera de notas, algunas ideas que, me parece, continúan siendo apremiantes y que son parte del terreno intelectual al que este número de Desacatos se une. He identificado tres temas: la comprensión del término racismo en sí mismo, en su estrecha relación con la discriminación, el privilegio racial y las posibilidades del antirracismo y el cambio social.
Con mi propia investigación, presentaciones públicas y activismo como parte del Colectivo para la Eliminación del Racismo en México (Copera),2 me he enfrentado con frecuencia con la tensión entre el uso conceptual de los términos racismo y discriminación. En los talleres que realizamos surge la confusión de cuál es el más adecuado. Mi línea ha sido centrarme en el término racismo como un sistema totalizante y estructural, y distinguirlo de la discriminación como un acto específico de diferenciación relacionado con alguna forma de injusticia. Al revisar los textos, encontré que una pista para comprender esta confusión conceptual aplicada al contexto mexicano podría ser la distinción que se ha hecho entre racismo, prejuicio racial y discriminación y la posibilidad de que la noción de "prejuicio racial" funcione como un puente entre los dos términos, que termina más bien incorporando cierta ambigüedad y no fluidez para comprender las formas complejas de expresión y reproducción del racismo. Daré un ejemplo para ilustrar mi punto. En 1969, Raúl Béjar Navarro publica un artículo en el que afirma, como hipótesis que comprueba en su análisis, "que en México no existe racismo y sí prejuicio racial" (1969: 418). Para él, este racismo es:
Un sistema de ideas que sostienen que un grupo étnico ha sido condenado por la naturaleza a ser hereditariamente inferior, y otro grupo tiene el privilegio de ser hereditariamente superior [...]. El racismo fusiona los grupos nacionales, étnicos, lingüísticos, religiosos y raciales dentro de una amalgama cuya superioridad e inferioridad es atribuida espuriamente a una raza en particular (Béjar 1969: 417).
Por otro lado, define el prejuicio como "una actitud desfavorable hacia un grupo étnico [...], una actitud negativa que viola algunas normas o valores importantes, nominalmente aceptados en cada cultura nacional". Agrega que el prejuicio se limita "a rasgos étnicos estereotipados". En seguida, define la discriminación como "el tratamiento desfavorable de una cierta categoría de persona por otras, tomando como puntos de referencia aspectos completamente arbitrarios [...] para mantener una distancia social entre dos o más grupos, por medio de un conjunto de prácticas, más o menos institucionalizadas y racionalizadas" (Béjar, 1969: 418). Así, Béjar Navarro continúa con un análisis que poco a poco entrelaza, conceptualmente, prejuicio y discriminación racial, y en el que propone la educación y la revisión de los procesos de socialización para fomentar la comunicación entre grupos raciales y mejorar las relaciones sociales. Este artículo tiene mucha tela de donde cortar y podría levantar alguna que otra ceja, pero sería demasiado fácil sólo explicar la postura de Béjar Navarro como "normal" de acuerdo con las perspectivas sociológicas del final de la década de 1960. Lo importante es señalar que podríamos releer a Béjar Navarro para comprender cómo la ideología del mestizaje está presente en un análisis que descalifica el racismo y renueva la lógica de que mediante procesos culturalistas, llámese educación o socialización, se solucionará el conflicto racial. Hasta aquí dejo la exploración de la terminología como pregunta a explorar tanto dentro de este acervo como para la investigación a futuro.
Otro tema crucial y que en muchos de los artículos parece quedarse en la puerta, a punto de entrar pero sin hacerlo realmente, es el del privilegio racial. Los estudios de la blanquedad -al igual que el renovado interés en la sociología de las elites- son recientes y poco a poco van tomando más relevancia, en particular en las academias del norte global (Ferber, 2007; Hooks, 1992; Nayak, 2007; Steyn y Foster, 2008). Sin embargo, en México y Latinoamérica, recién comenzamos (Casaús, 2000; Moreno Figueroa, 2010; Roitman, 2009; Telles y Flores, 2013). Es interesante observar los sujetos de análisis de la mayoría de los artículos, los grupos o textos a los que se recurre para desarrollar la crítica al racismo. En general, la preocupación por los pueblos indígenas cruza los textos y los coloca como los grupos por excelencia en los que puede depositarse la ansiedad por lo racial. Hay otros tres grupos que aparecen en el panorama aunque no con tanta frecuencia: los negros (Hoffmann, 2006; Velázquez Gutiérrez, 2011), los judíos (Bokser, 2001; 2007; Katz Gugenheim, 2012; Yankelevich, 2014) y los chinos (Botton, 2008; Treviño, 2005; 2008). En general, se percibe también una exploración de discursos políticos y disciplinas, desde la política indigenista hasta la medicina, como espacios por los que circulan ideas complejas, confusas o erróneas que tratan de justificar el racismo que experimentan los pueblos indígenas.
Sin embargo, la mayoría de los análisis, en su justa preocupación por visibilizar las condiciones de abuso y opresión de estos grupos, no se concentran en ofrecer el mismo tipo de evidencias sobre los grupos que se benefician de esta organización social, o los discursos y prácticas que con su silencio o aparente irrelevancia reproducen el status quo. Muchos de los artículos claro que lo notan y dejan sugerentes indicaciones para continuar el trabajo, lo cual es a la vez un espacio a retomar y un área nueva a explorar. Por ejemplo, Castellanos Guerrero resalta que el tema urgente, junto con la puesta en evidencia de la exclusión que viven los pueblos indígenas, es atender las maneras en las que "la diferencia propia engendra, con frecuencia, una apreciación negativa por la amenaza que ésta puede constituir. Pero, también, para mantener y reproducir el poder hay que legitimar las relaciones de explotación y dominación excluyendo al Otro diferente" (1994a: 118-119).
El racismo es una batalla por el poder y si describir la explotación y dominación de unos es vital para comprender el fenómeno, también lo es explorar ese lugar de referencia desde donde se lee al "otro" diferente y desde donde conviene afianzar la legitimidad del privilegio. También para Lothar Knauth (2000), aunque no enfocado en el caso mexicano, la pregunta es por el privilegio: "el racismo es al fin y al cabo un problema de las varias elites y seudoelites, que tradicionalmente han utilizado la existencia de la discriminación para legitimar posiciones privilegiadas" (2000: 25). En este sentido, el artículo de Gisela Carlos Fregoso, en este número de Desacatos, es en especial bienvenido, ya que en su análisis sobre la incorporación de un grupo de jóvenes de pueblos indígenas en el espacio universitario gira la mirada a los otros mestizos y sus estrategias para preservar y acentuar su privilegio racial. Olivia Gall, en uno de los pocos textos que abogan por una postura interseccional -¡ése es todo otro tema para investigar!-, habla de cómo las mediaciones con actores clave son necesarias para que las políticas y acciones antirracistas sean exitosas:
Debemos incluir a los maestros, los jueces, los medios de comunicación, las instituciones del Estado que trabajan para la defensa de los derechos civiles y los derechos humanos, etc. y los grupos feministas. Para determinar si son exitosas o no, debemos encontrar la forma de que la nación escuche y mire al "otro" sin alterar el significado de su mensaje más allá del reconocimiento (Gall, 2002: 7).
Si retomamos la pregunta sobre el privilegio y los privilegiados, aquí podríamos explorar las maneras en que sus espacios y posiciones están marcados por lógicas raciales y cómo esto afecta la misma lucha antirracista, último tema que quiero destacar. Esto me ayudará a resaltar la afilada percepción de Rebecca Lemus Igreja, también en este volumen, en su análisis de cómo los procesos antirracistas en Brasil han dejado de lado las formas más amplias de reproducción del racismo y la racialización. Esta perspectiva ofrece lecciones importantes para el trabajo antirracista y sus rutas posibles en el contexto mexicano.
Por ejemplo, José Jorge Gómez Izquierdo hace una lectura minuciosa y crítica del legado de Juan Comas, antropólogo antirracista mexicano de mediados del siglo XX: "para Comas el objetivo era claro: neutralizar los perniciosos efectos del virus racista" (2000: 93). Una de sus grandes tareas como antirracista fue la contribución al derrumbe del "racismo científico": comprobar que las pruebas otorgadas por los racistas científicos no son prueba alguna. ¡Qué gran tarea ser partícipe, como representante de México, en la redacción de la primera declaración sobre la raza de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura en 1950! Sin embargo, Gómez Izquierdo narra que, al final de 30 años de trabajo antirracista y poco antes de su muerte, Comas se da cuenta de que su apuesta por la educación, el mestizaje y la denuncia clara y fuerte de la falacia científica, que había hecho posible la creencia ciega en la existencia de razas, no había hecho desaparecer el racismo. El racismo se había diversificado y continuaba propagándose. Aun cuando era posible afirmar con vehemencia que el racismo emanaba de teorías científicas falsas y que el prejuicio racial estaba basado en equívocos, la apuesta del antirracismo de esa época se vino abajo porque no era suficiente demostrar estas "verdades". Era claro que el racismo tenía vida propia, más allá de la deslegitimación de la ciencia que parecía ser su sostén.
Para Gómez Izquierdo, lo que había fallado en aquel acercamiento al racismo y, por ende, al antirracismo que le correspondió, fue dejar de lado "el carácter complejo del fenómeno racista en el que ciertamente juegan aspectos cognoscitivos, pero también, y sobre todo, factores afectivos inscritos en las relaciones sociales, que remiten a un sistema de valores y a un conflicto político determinado" (2000: 95). Se perdió de vista qué nuevas formas ideológicas del racismo y procesos perniciosos de racialización estaban ya en juego ofreciendo toda una serie de beneficios para los privilegiados del orden social establecido.
Un argumento que nos ayuda a explicar el asombro de Comas y los antirracistas de mitad del siglo XX, y la misma insistencia de Gómez Izquierdo en la sedimentación inconsciente del racismo, es la definición del racismo como una consecuencia de creencias erróneas. Es decir, si es la creencia en la existencia de las razas lo que hace que surja el racismo, entonces al dejar de creer en que existen las razas, el racismo cesará. Si le damos la vuelta a esta lógica, como sugieren Malik (1996) y muchos otros, para comprender que, más bien, la creencia en la idea de razas es una consecuencia del racismo, podemos ver cómo es posible deslegitimar una idea sin erradicar las prácticas racistas. El mismo Stavenha-gen lo había dicho en 1994:
"una de las características del racismo moderno es precisamente que, para que una ideología racista prospere, no es necesario que exista una 'raza' [...]. La ideología racista crea la raza al identificar como tal el grupo o grupos que se convierten en objeto de su atención" (1994: 15).
Esto nos lleva a la pregunta por la terminología, pero también deja abierto el campo para repensar el antirracismo. Aquí hay algo que analizar sobre cómo las diferentes definiciones de racismo están enmarcadas en momentos y tendencias más amplias que en su conjunto determinan los tipos de intervenciones sociales que se pueden imaginar. En este sentido, ¿cuál es el antirracismo de hoy? ¿Es factible seguirlo nombrando de esta manera? ¿De qué manera la ideología del mestizaje sigue modelando las posibilidades de intervención social? En el marco de las ideologías posraciales que desarticulan el activismo social, ¿cómo pensar en el cambio social alrededor de un tema que es, hoy más que nunca, repudiado y sobre todo desautorizado?
Conclusión
Ésta ha sido una indagación breve en algunos de los temas que arroja el ejercicio de conformar un acervo sobre el racismo en México. Quiero concluir con algunos de los retos emergentes que creo que podrían responder a las notas anteriores, pero también guiar algunos aspectos de nuevas investigaciones. Los trabajos de Olivia Gall y Veremundo Carrillo Reveles, en este número de Desacatos, son, de entrada, una desviación del tipo de investigación que se ha venido realizando, no sólo porque toman en serio la xenofobia y el antisemitismo en términos de la especificidad mexicana, sino también porque traen a la mesa varios actores a considerar, las voces públicas de la izquierda mexicana, la prensa, el fútbol. Sus trabajos son una muestra de las muchas posibilidades de explorar el reto de visibilizar, evidenciar y explicar las diferentes formas de exclusión que operan en México y que se basan en variados procesos de racialización.
El término racialización, entonces, puede ser muy útil para explicar las maneras en las que el racismo sigue operando sin que haya aparente claridad respecto del uso y comprensión de las nociones de "raza". Enfocarnos en la racialización de personas, espacios, discursos, identidades, prácticas culturales, nos permite poner atención al proceso de esencialización que atribuye características inherentes, despreciables o admirables, que terminan retribuyendo o castigando la lógica del racismo. Concentrarnos en la racialización en el contexto mexicano implica también volver a pensar en el mestizaje no sólo como un momento histórico o hasta una ideología histórica pos-revolucionaria, sino también como una experiencia viva que cruza la vida cotidiana e institucional, que moldea y organiza las relaciones en México, aun al lado de los intentos multiculturalistas que no consiguen salirse de la sombra del proyecto del mestizaje.
Parece que uno de los grandes retos, en este contexto, es desarrollar las estrategias metodológicas para observar y analizar las maneras en las que las ideologías posraciales están acomodándose de modo perverso en el México del siglo XXI. La oportunidad de cuestionar qué de posracial tiene el mestizaje está lista para ser explorada. La necesidad de estar vigilantes de las nuevas formas que tomará esta combinación de la posracialidad en el contexto del mestizaje mexicano, seguro nos dará, lamentablemente, muchas oportunidades para alimentar el archivo de los estudios sobre racismo en México. Al recorrer estos textos, la invitación a continuar la investigación, a sofisticar tanto su metodología como los marcos teórico-conceptuales, y además, reanimar el compromiso político que implican es evidente. Sigamos.