En México, los antropólogos iniciaron el estudio del orbe deportivo años después de que la temática fuese abordada en otros países de América Latina como Argentina, Brasil o Perú. El deporte en sí, sus contextos, las aficiones, las organizaciones, no eran considerados temas importantes en el ambiente académico antropológico de México por razones que aún están por aclararse. Cierto que existían publicaciones diversas sobre historias de deportes como el box, el béisbol, el mismo fútbol, pero no eran textos escritos por antropólogos o por científicos sociales. Puede decirse que en los años finales del siglo XX y los inicios del XXI, los antropólogos mexicanos empezaron a publicar análisis sobre el deporte, particularmente el fútbol, como bien lo indica Miguel Lisbona en su bibliografía.
Miguel Lisbona Guillén es nativo de Barcelona, España. En la universidad de su ciudad natal cursó la licenciatura en Geografía e Historia con la especialidad, primero, en Historia Moderna, y en Antropología Cultural después. Inició su vida académica en México formando parte del grupo de investigadores que desde el Departamento de Patrimonio Cultural del Instituto Chiapaneco de Cultura (ICHC) desarrollaron investigaciones en Ciencias Sociales. Lisbona comenzó su trabajo de campo antropológico entre los zoques de Chiapas y hoy es uno de los especialistas que mejor conoce la historia y la cultura de ese pueblo.
Completó su formación académica en la Ciudad de México obteniendo tanto el grado de maestro como el de doctor en Ciencias Antropológicas en el Departamento de Antropología Social de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Sus temas de tesis versaron en torno a los zoques de Chiapas. Lisbona Guillén ha incursionado en una amplia variedad de temas entre los que se incluye el análisis del mundo del deporte. En la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH) formó parte del grupo pionero de investigadores e investigadoras que integraron el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA). En la propia UNICACH es catedrático-fundador de la Escuela de Historia. Ha residido en Chiapas, Ciudad de México y Yucatán. Actualmente es investigador titular del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur (CIMSUR-UNAM). En Yucatán, fungió como director del Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales de la UNAM (CEPHIS-UNAM). Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Su obra publicada es muy amplia, así como su experiencia académica en general. Desde la perspectiva de lo que llamaré contextos generacionales, el reciente libro deMiguel Lisbona Guillén , Fútbol en Cuba. Entre el balón y “la pelota” en la comunidad global, es un estímulo para la reflexión acerca de los destinos de los pueblos latinoamericanos/caribeños y, en general, de las sociedades de Nuestra América, concepto que felizmente nos legó José Martí, el gran pensador cubano. Situándonos en los años iniciales de la década de 1960 y en los contextos estudiantiles de aquellos días, Cuba repre- sentaba una invocación para una juventud ansiosa por participar en la vida de los países del continente y transformar sociedades desiguales, racistas, clasistas y excluyentes, además de dominadas por el “imperialismo” capitalista. Antes del triunfo de la Revolución cubana, el viaje en motocicleta de un joven médico argentino, Ernesto Che Guevara, recorriendo los caminos latinoamericanos, alentó los sueños de transformación social de una juventud que se “globalizaba” a través de compartir ideales. La saga de la Revolución cubana llegada al poder justo al final de la década de 1950 difundió figuras que desde entonces se hicieron legendarias: Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Aleida March, Vilma Espín, Raúl Castro, Juan El Comandante Almeida. Las fotos de aquel 8 de enero de 1959 que mostraban a los barbudos revolucionarios al entrar a La Habana, la prodigiosa ciudad de la Mayor de las Antillas, se convirtió en un símbolo de la configuración de una comunidad de identidad juvenil que recorrió toda Nuestra América. Parecía imposible que en una isla de no más de diez millones de habitantes, en pleno Caribe, se hubiese dado un movimiento de transformación social que sacudió a toda la América Latina, a la Nuestra América Martiana. El mensaje era más que alentador: el imperialismo estadounidense podía vencerse. Nueve años después de aquella saga, en las calles de la Ciudad de México, en 1968, el nombre del “Che” Guevara, muerto en las cañadas de las montañas bolivianas, resonaba en las calles reproducido por miles de voces estudiantiles. Cuba era el símbolo del anticolonialismo contemporáneo, era la voz vanguardia de los “condenados de la tierra” que decía otra figura mítica caribeña: Franz Fanon. Si por el Caribe entró el colonialismo desde el siglo XV, por el Caribe iniciaría su derrota. La esperanza en un cambio social profundo recorría toda Nuestra América y la barba se convirtió en un símbolo de resistencia aportado por los revolucionarios cubanos. Quizá solo quienes vivimos aquellos momentos desde los contextos estudiantiles sabemos de la particular emoción que recorrió a la juventud de Nuestra América al triunfar la Revolución cubana. En ese proceso de transformación de Cuba, el Estado surgido de la Revolución impulsó el béisbol como un símbolo de la identidad nacional, como un medio para invocar la unidad “de las masas” según el habla de aquellos años. Félix Julio Alfonso López, historiador cubano, ha explicado esa importancia de la articulación entre béisbol y Revolución cubana en libros como La esfera y el tiempo (2007), Con las bases llenas (2008), libro el anterior publicado en el 50 Aniversario del Triunfo de la Revolución Cubana y finalmente, Apología del Béisbol (2013). El Estado Cubano surgido de la Revolución fue equiparado a la Nación, y ambos con la Revolución. En un contexto así, la mínima disidencia es vista con reprobación. Pero también con el recelo de que los antiguos dueños de la “isla bella” estuviesen detrás tratando de recuperar lo perdido. Tal sentimiento se afianza ante hechos como la invasión de Bahía Cochinos alentada por John F. Kennedy y que terminó en un fracaso. Al desmoronarse todos los intentos por derrocar al gobierno cubano, Estados Unidos adoptó la decisión de imponer un bloqueo mundial a Cuba para ahogar el país y devolverlo a sus años de cabaret de los millonarios, sobre todo norteamericanos. Sesenta y dos años después del triunfo de la Revolución, y muertas ya varias de aquellas figuras legendarias de la Revolución cubana, incluyendo el mismo Fidel Castro, un antropólogo-historiador de las dotes académicas e intelectuales de Miguel Lisbona publica el texto que motiva estas líneas: Fútbol en Cuba. De nuevo, lo que he llamado “contextos generacionales” se muestran como un factor básico para entender los cambios, la trayectoria, de aquella mítica Revolución caribeña que conmovió al orbe de Nuestra América. Y de nuevo, el análisis del deporte resulta el hilo conductor para entender esos cambios, esas trayectorias de una revolución ocurrida en la Mayor de las Antillas, convertida en referencia ineludible de la historia contemporánea de las sociedades latinoamericanas/caribeñas. Magistralmente, el texto de Miguel Lisbona demuestra que el análisis de una sociedad, de una historia, a través del examen del mundo deportivo, es un medio eficaz para entender las transformaciones de una sociedad. En el caso de Cuba, el texto de Lisbona muestra el decantamiento de una revolución que se topó con el imperialismo (“última fase del capitalismo”, dijo Lenin) y que a través de un brutal bloqueo ha tratado de ahogar sus ideales. Los cambios generacionales en Cuba ocurren en contextos radicalmente distintos a los que cobijaron a la Revolución. El béisbol alentó y solidificó un nacionalismo que ha sido el muro de contención para sostener la Revolución. Pero aquellas generaciones barbudas se han ido de Cuba y hoy los nuevos líderes del país muestran rostros distintos y tratan de encontrar caminos que preserven la soberanía en la Mayor de las Antillas. Cuba sigue cercada por el bloqueo y ello configura un contexto muy singular sin cuyo análisis no se entiende la contemporaneidad cubana. Además del bloqueo, la situación latinoamericana/caribeña es “muy otra”, como dirían en Chiapa de Corzo. En efecto, el béisbol se ha decantado junto con la Revolución y va surgiendo el fútbol, el balón y no la pelota, como un nuevo marcador simbólico de las emergentes configuraciones identitarias cubanas, de los rumbos posibles de una sociedad que ha preservado su derecho a decidir su destino contra viento y marea. Uno de los atractivos del texto de Miguel Lisbona, por lo menos desde mi punto de vista, es el tratamiento del fútbol como un nuevo marco de la identidad, o mejor dicho, de la variedad identitaria que caracteriza a la Cuba actual. ¿Significa ello que los jóvenes cubanos de hoy rechazan la Revolución? Me parece leer en las situaciones empíricas de la Cuba actual, a la voz de los jóvenes reclamando participar en la construcción de su nación, en la consolidación de una comunidad de identidad que adopta el fútbol como un nuevo medio para la reunión nacional. Los barbudos ya no están, pero sí los jóvenes de hoy. Quizá el béisbol “encerró” la variedad cultural de Cuba en una sola identidad y el fútbol “abre” las posibilidades de manifestación de la variedad cubana. La lucha de Cuba en la situación contemporánea ya no se organiza de la misma manera en que lo hizo aquella generación que expulsó a Batista y al imperio. Pero una lección que atraviesa los tiempos es que, tal como se organiza la lucha por el cambio social, se reorganiza el manejo del Estado y se concibe la política, la nueva sociedad. Y allí es en donde chocan las añejas estrategias de sobrevivencia de la generación legendaria de la Revolución y lo que los jóvenes de hoy ven como urgencia para construir el presente. En ese sentido, Miguel Lisbona demuestra a través de su texto la importancia de la televisión y del internet, medios por los que equipos de fútbol foráneos como el Barcelona y el Real Madrid se convierten en símbolos de “lo buscado” por las nuevas generaciones jóvenes de Cuba. ¿Cómo es posible conjugar aficiones deportivas locales con símbolos foráneos? La televisión ha proveído un canal por el que el símbolo foráneo, el Barcelona o el Real Madrid, o incluso el Manchester City, se localiza y expresa la pluralidad de visiones que porta la juventud cubana acerca de su propio país y del mundo. Así que el libro de Miguel Lisbona es una discusión que atañe a la elaboración de la Nación en Cuba. Discusión difícil sin duda, y más en un contexto amplio como el latinoamericano/caribeño y con la sombra de Estados Unidos detrás. El hecho de que los aficionados cubanos al fútbol expresen que son “fans” del Barcelona o del Real Madrid “porque juegan bien” es importante. Es un contraste con el fútbol cubano, con jugadores “que no juegan bien”. Es decir, hay una gran diferencia entre “hacer las cosas bien” y “hacer las cosas mal”. Y eso es lo que los jóvenes cubanos destacan. La televisión vincula a las aficiones en una suerte de “comunidad virtual de identificación” que se expresa al máximo durante los 90 minutos de partido. Difícil imaginar un proceso así sin la televisión, sin el internet y sin las redes sociales. Si antes la prensa fue un canal básico para crear la Nación como una “comunidad imaginada”, como dice el antropólogo Benedict Anderson (citado por Lisbona), hoy lo son el internet, la televisión y las redes sociales en todas sus expresiones. Pero, a mi juicio, en la elaboración de la Nación en los contextos latinoamericanos/caribeños, la discusión es acerca de la configuración de comunidades políticas pluriculturales como un proceso diferente al que lleva a la consolidación del Estado. Los nacionalismos no son culturalmente unánimes y por ello existe una tendencia hacia el establecimiento de Estados plurales o francamente plurinacionales. Una cosa es coincidir políticamente y, otra, la unanimidad cultural. Y ello se topa con el poder constituido, que en el caso de Cuba es aún más complejo porque implica reconocer un nacionalismo plural que el Estado concibe como una amenaza. De hecho, en el contexto de sus propias historias, los Estados nacionales de América Latina han sido enemigos de la variedad cultural, porque la conciben como una amenaza para la “identidad nacional.” En Cuba, además, el nacionalismo ha sido un factor fundamental de la resistencia ante los embates de Estados Unidos por restablecer un orden a su conveniencia. Al final de este emotivo y estimulante texto, Miguel Lisbona escribe “Una conclusión imposible”, aunque con su análisis ha abierto hipótesis, caminos, sugerencias, para seguir el análisis de una situación como la de Cuba. Pero en lo personal sigo pensando en una conclusión que es general a todos los pueblos latinoamericanos/caribeños, a todas las sociedades de Nuestra América: el pueblo cubano es el que debe decidir su destino.
Miguel Lisbona, a través de un intenso trabajo de campo y de investigación documental, reunió y ordenó el material resultante y lo presenta a través de siete capítulos precedidos de un “Preámbulo” y finalizados con “Una conclusión imposible”. El libro incluye una amplia bibliografía de 309 referencias, entre libros, artículos y textos varios publicados en ediciones periódicas. En forma resumida, los capítulos del libro Fútbol en Cuba presentan el siguiente contenido:
En el “Preámbulo”, el autor advierte de las dificultades de la investigación a las que se enfrentó y tuvo que resolver. El lector encontrará un ameno relato de cómo seleccionó Miguel Lisbona el tema del fútbol en Cuba para investigarlo. Además, incluye comentarios acerca de varios aspectos del proyecto que se desarrollan a lo largo del libro, incluidas las discusiones acerca de las relaciones entre la Nación y el Estado que ocurren en Cuba. Advierte también de un variado conjunto de opiniones y planteamientos que le llamaron la atención a lo largo de la investigación. Desde un principio, Miguel Lisbona anota que ningún capítulo está cerrado: la pesquisa analítica sobre el fútbol es un tema abierto.
El Capítulo I presenta un abordaje del contrapunto entre béisbol y fútbol en la Cuba contemporánea. El tema es muy importante porque en ese contrapunto se revela el debate cubano acerca de la identidad nacional y cómo las preferencias por un deporte u otro implican también una toma de posición en la definición de la Nación y sus símbolos de identidad. En el Capítulo II, el autor discute el cambio social en Cuba, desde la Revolución hasta nuestros días. Analiza el problema del bloqueo impuesto por Estados Unidos y sus consecuencias sociales, discutiendo aspectos tan relevantes en el contexto cubano como el planteamiento del “hombre nuevo” o el turismo como impulsor del cambio social. En cierto sentido, el Capítulo III regresa al debate sobre “lo nacional” en el contexto de la práctica del béisbol y el fútbol en Cuba. Describe las dificultades del deporte profesional en el contexto actual del país e incluye una amplia y muy sugerente reflexión a través de responder a la pregunta de si es posible vivir del fútbol en la Mayor de las Antillas.
El Capítulo IV está dedicado a discutir la “globalización” en Cuba a través de la difusión del fútbol. Es un muy interesante capítulo que busca explicar la devoción de los jóvenes cubanos por los equipos foráneos. En el Capítulo siguiente, el V, Miguel Lisbona discute el papel, por demás importante, de los medios de comunicación en la difusión del fútbol en Cuba y en la articulación de las diversas aficiones que impulsan y sostienen el interés por este deporte. El Capítulo VI continúa el desarrollo de aspectos tratados en el capítulo anterior, pero introduce la discusión sobre el papel que juega el internet y sobre el tipo de consumo que el fútbol representa en la Cuba de hoy. Finalmente el Capítulo VII cierra de manera espléndida el texto al profundizar en la discusión sobre la “cubanidad” que se debate entre el béisbol y el fútbol, que se traduce en el dilema entre la Revolución/renovación de la sociedad demandado por una población juvenil con nuevas expectativas e ilusiones.
En las “conclusiones imposibles”, según dice Miguel Lisbona, el autor deja abierta la investigación a nuevos problemas, a responder a nuevas interrogantes surgidas en el transcurso de analizar el fútbol en Cuba. Son interrogantes que están relacionadas con los caminos del cambio social en este país, los diferentes conceptos de Nación en debate y los obstáculos que enfrenta la sociedad cubana en su conjunto para proseguir la construcción de su propio destino.
Mientras leía el libro de Miguel Lisbona pensaba también en lo que sucedió en Chiapas, en Jalisco, en México en general, con el indigenismo. En repetidas ocasiones interrumpí mi lectura porque se acu- mulaban en mi mente los recuerdos de mis propias experiencias en el análisis del mundo del deporte durante mi formación como antropólogo y ya como antropólogo profesional. Recordé la importancia que tuvo en Tuxtla Gutiérrez, y en Chiapas en general, el básquetbol como mecanismo de identidad regional, de identidad de barrio y grupal, lo que se expresaba en los campeonatos estatales, que eran verdaderas contiendas de identidades regionales para imponerse como “lo chiapaneco”. Recordé también la importancia del béisbol en Chiapas como un deporte de distinción identitaria en el que tuvieron presencia peloteros cubanos como los legendarios Yeras, Pedroso y Zulueta. En el Chiapas actual es también el fútbol el deporte que marca el ritmo de las identidades. En Jalisco, regresa el béisbol a través de los Charros y de los Mariachis, equipos que llenan los estadios para ver un béisbol espléndido con equipos como los Tomateros de Culiacán, Sinaloa, o los Naranjeros de Hermosillo, Sonora. Este regreso del béisbol en Jalisco se da justo en un momento de declive de las Chivas Rayadas del Guadalajara y del probable ascenso del Atlas, lo que constituye otro motivo para el análisis.
El libro deMiguel Lisbona Guillén , Fútbol en Cuba, marca un importante momento en la trayectoria analítica de las Ciencias Sociales en América Latina. Es un “libro-marca” que enriquece el conocimiento sobre sociedades tan complejas como las que vivimos y que convoca a pensar en las posibilidades del cambio social en el contexto de un mundo universalizado. Una de las discusiones más intensas de las décadas de 1960-1980 fue justo la posibilidad de pensar en un cambio social profundo desde sociedades de contextos rurales o si ello solo será una realidad cuando se transformen las sociedades altamente industrializadas. Situándonos en el Caribe, en Cuba, justo un libro como el de Miguel Lisbona nos devuelve la urgencia de reflexionar acerca de esas posibilidades de cambio en un mundo como el actual. No olvidemos que fue la discusión que preocupó a Carlos Marx y a Vera Zázulich acerca del destino de la comunidad rural en Rusia (ver: Marx y Engels, 1980). Es la discusión que enmarca al libro de Eric Wolf, Las guerras campesinas del siglo XX (1972). El texto de Miguel Lisbona nos conduce a revisar esos contextos y nos invita a repensar qué nos dejaron esas discusiones y cómo las situamos en nuestros actuales contextos. En ese sentido, y en Cuba, Lisbona muestra cómo a través del fútbol la sociedad está ensayando nuevas formas de organización desde los niveles básicos del barrio, el vecindario, la calle. Es decir, a través del fútbol se extienden los lazos de solidaridad social en Cuba, al tiempo que ello permite la expresión de la variedad cultural. El texto de Lisbona es una convocatoria para discutir el complejo proceso de forja de las naciones de Nuestra América y el destino que seguirá el Estado como un proceso distinto. Sin duda, es la complejidad más acuciante de nuestra actualidad.