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Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos

versión On-line ISSN 2448-6914versión impresa ISSN 1665-8574

Latinoamérica  no.75 Ciudad de México jul./dic. 2022  Epub 22-Nov-2022

https://doi.org/10.22201/cialc.24486914e.2022.75.57449 

Artículos

“Muy parecido al infierno”: las circunstancias alrededor del movimiento estudiantil guatemalteco en 1968

“Muy parecido al infierno”: The Circumstances Surrounding the 1968 Student Movement in Guatemala

Rodrigo Veliz* 

Johann Loesener** 

* Universidad del Valle de Guatemala (rjveliz@uvg.edu.gt).

** Universidad del Valle de Guatemala (loe15315@uvg.edu.gt).


Resumen:

Este artículo examina las principales actividades del movimiento estudiantil guatemalteco en 1968. Expone las razones por las que en ese año no existieron grandes movilizaciones en sintonía con lo que sucedía en otras ciudades latinoamericanas y del mundo, debido al contexto de violencia por el que pasaba el país, derivado en parte de la fuerte presencia estudiantil en la política nacional desde inicios de la década y por la agitada vida gremial y las distintas facciones que la componían, su presencia en redes regionales y de organizaciones armadas, y sus acciones antimperialistas que promovían reformas universitarias ese año. El artículo se enmarca en los recientes debates sobre los matices que muestran los movimientos estudiantiles en la Guerra Fría latinoamericana y tiene como bases documentales los archivos de la Asociación de Estudiantes Universitarios y del Consejo Superior Universitario, complementados con entrevistas, folletería y archivos diplomáticos de México y Estados Unidos.

Palabras clave: Movimiento estudiantil; Guerra Fría; 1968; Violencia política; Nueva izquierda

Abstract:

This article examines the main activities of the Guatemalan student movement in 1968. It seeks to understand the reasons why in that year there were no large mobilizations in tune with what was happening in other Latin American and world cities. It demonstrates that this was due to the context of violence that the country was going through, derived in part from the strong student presence in national politics since the beginning of the decade. It shows its agitated union life and the different factions that made it up, its presence in regional networks and armed organizations, and its anti-imperialist actions promoting university reforms that year. The article is framed within recent debates on the nuances of student movements in the Latin American Cold War. It is based on archives of the Asociación de Estudiantes Universitarios and the University Superior Council, complemented with interviews, newspaper archives, political brochures and declassified State Department and Mexican documents.

Key words: Student Movement; Cold War; 1968; Political violence; New Left

La guatemalteca Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) de la Universidad de San Carlos (USAC) redactó en julio de 1968 una carta abierta dirigida al presidente estadounidense Lyndon B. Johnson. El presidente visitaría San Salvador en esos días, con el afán de coordinar, con los presidentes centroamericanos, su política regional. La AEU aprovechó la oportunidad para responsabilizarlo por la violencia política en el país. Haciendo un detallado recuento histórico, la dirigencia estudiantil mencionaba la intervención norteamericana de 1954 como el origen del problema. A partir de entonces, seguían los estudiantes, los estadounidenses capacitaron en sus escuelas militares a miembros del ejército, que pronto formaron organizaciones paramilitares —catalogados como los “gorilas del imperialismo”—, las que desataron persecuciones en contra de disidentes políticos y estudiantes. Para 1968 se contabilizaba un total de tres mil asesinatos políticos en los últimos tres años, dirigidos precisamente por esas estructuras clandestinas. La AEU le retrataba la vida en Guatemala a Johnson como algo “muy parecido al infierno”.1

La carta muestra la visión de la cúpula estudiantil sobre lo que consideraba el principal problema del país: la violencia política. En su explicación sobre la problemática, resaltaba una noción clara acerca del papel que Estados Unidos jugaba en condicionar la política guatemalteca y centroamericana según sus intereses geopolíticos. De esta explicación se deducía una transparente postura antimperialista, parte de una narrativa compartida con otras organizaciones estudiantiles centroamericanas de la época (Vrana 2014: 185; Vrana 2017).

Al momento de redactar su carta a Johnson, la AEU estaba al tanto de las grandes movilizaciones que se realizaban en Europa, Estados Unidos y algunas de las principales ciudades latinoamericanas. Pese a compartir posturas y discursos antimperialistas, la AEU observó con cierta lejanía lo que ocurría en las sociedades occidentales. Las expresiones organizativas de los estudiantes guatemaltecos contaban con una trayectoria iniciada a fines del siglo XIX, con un fuerte arraigo dentro de su área inmediata de contacto: América Central y México. Esa trayectoria daba a los estudiantes una cultura política y gremial propia, que no dejaba de identificarse como internacional o latinoamericana. Tanto Barbosa y Rueda para Nicaragua como Chaves para Costa Rica y Vrana para Guatemala subrayan las particularidades y puntos compartidos de estas largas trayectorias en la región (Barbosa 2005; Vrana 2014; Vrana 2018; Rueda 2020; Chaves 2020). La tradición estudiantil no era “un producto de la coyuntura global de finales de la década de 1960”, sino que tenía una dinámica propia, anclada a las circunstancias específicas de la política nacional y regional (Vrana 2017: 2).

La experiencia política de los estudiantes guatemaltecos estaba así condicionada, tal vez como ningún otro país latinoamericano en ese momento, por una sangrienta ola de violencia política, que en 1968 encontró un punto de quiebre importante. Esa violencia y el control que ejercía el ejército obligaron a que los estudiantes optaran por el silencio, la reivindicación gremial o su vinculación con organizaciones guerrilleras a inicios de la década de 1960, parte del éxtasis que provocaba la Revolución cubana y su esquema foquista de guerra. Paralelamente, el movimiento estudiantil se fragmentó en nuevas identidades organizativas. Eso quebró la hegemonía que tenían los estudiantes ligados a la Juventud Guatemalteca del Trabajo (JPT), comunista, replanteando lo que significaba ser de izquierda dentro de las aulas. Pese a estas raíces locales y regionales, entre los estudiantes sí existía una identidad internacional que acuerpaba a sus luchas. Pero el contexto de violencia política no les permitía actuar más allá de sus espacios inmediatos de acción. Fue dentro de esos espacios, entonces, que destacaron sus críticas antimperialistas.

Este artículo examina las actividades del movimiento estudiantil guatemalteco para 1968. Busca entender las razones del destiempo entre las grandes movilizaciones en otras ciudades latinoamericanas y el mundo y su aparente inmovilidad. Explica que esto se debía al contexto de violencia por el que pasaba el país, que permitió una versión propia de la vida política estudiantil. Sus actividades nos dejan ver una agitada vida gremial y las distintas facciones que la componían, su presencia en redes regionales y de organizaciones armadas, y sus acciones antimperialistas para promover reformas universitarias ese año.

El caso guatemalteco y sus particularidades se pueden enmarcar dentro del cuadro de críticas que han surgido en los últimos 10 años hacia la visión dominante que generaliza la experiencia latinoamericana estudiantil de 1968 (Barbosa 2005; Tarcus 2008; Langland 2008: 309-310; Markarian 2011: 161; 2017: 152; Sanders 2013; Manzano 2014; Vrana 2017a; Rueda 2019, 2020; Chaves 2020). Como se sabe, estos trabajos son deudores de los planteamientos de Gould (2009: 351) y Zolov (2009: 51) acerca de la falta de precisión que muestra el canon occidental de 1968 en cuanto a las movilizaciones estudiantiles en América Latina (Wallerstein 1989; Fink, Gassert y Junkert 1998; Ross 2002; Kurlansky 2004; Holloway 2008; Lowy 2009).

Estos escritos han dado peso a varios debates que se han planteado de manera más amplia las especificidades de la Guerra Fría latinoamericana. Especialmente han mostrado la importancia de centrarse en la agencia de los actores latinoamericanos, en lugar de seguir el lineamiento de las experiencias en Estados Unidos y la Unión Soviética (Randall 1991; Painter y Leffler 1994; Friedman 2003). Como han sugerido varios autores, esta agencia latinoamericana debe entenderse con precisión a partir de la interacción entre trayectorias locales, nacionales e internacionales (Pettiná 2018; Booth 2020: 4-5; Figallo y Henríquez 2020). Las redes estudiantiles son un preciso ejemplo de estos matices para entender a un actor central en la dinámica política de la Guerra Fría continental. También presenta un ejemplo de redes no estatales que interactuaron más allá de sus fronteras nacionales.

El artículo se basa en archivos de la Asociación de Estudiantes Universitarios y del Consejo Superior Universitario, complementados con entrevistas, hemeroteca, folletería y archivos diplomáticos de México y Estados Unidos. Pese al uso de variadas fuentes, la información recopilada no deja de ser fragmentaria y, en algunos casos, dispersa. Eso imposibilita llegar a grandes conclusiones de cierre, pero esperamos que permita plantear algunas claves que aporten a los debates latinoamericanos señalados y a investigaciones futuras.

Las relaciones internacionales

Las organizaciones estudiantiles guatemaltecas estuvieron informadas desde un inicio sobre las principales movilizaciones de estudiantes que se llevaban a cabo en otras partes del mundo. Esto fue a través de varias invitaciones que recibieron a inicios de 1968. La primera invitación la realizó la Federación Mundial de la Juventud Democrática para su reunión en París en marzo de 1968, cuyo lema era: “por la victoria del pueblo vietnamita, la libertad, la independencia y la paz”.2 Otra invitación llegó del estadounidense Comité de Movilización Estudiantil (CME), de Berkeley, invitándolos a una huelga estudiantil simultánea en las siguientes semanas; y una invitación más por la británica National Union Students para una reunión en abril.3 Cada una de estas organizaciones jugaría papeles importantes en sus países en los meses que siguieron.

Sin embargo, las respuestas de la AEU fueron limitadas. A la CME enviaron su solidaridad, pero resaltaron estar en una “gravísima crisis política consecuencia de la injusticia social”, por lo que no podían acompañarlos en la huelga, ya que “podría originar problemas mayores para nuestra entidad estudiantil” debido a la violencia.4 Otras respuestas redundaban en la falta de fondos para realizar los viajes, por lo que se habían visto obligados a solicitarlos a la Rectoría y a partir de agosto iniciar una campaña de recaudación por tres vías: solicitudes directas a autoridades universitarias, la obligatoriedad de cuotas de las asociaciones estudiantiles de las facultades, con el apoyo del Consejo Superior Universitario (CSU), y cobros directos en la matrículas de todos los estudiantes.5 Pese a esto, la prioridad fue robustecer y poner orden en las finanzas internas y no un activo intercambio presencial con las entidades estudiantiles estadounidenses y europeas.

Los lazos de la dirigencia estudiantil guatemalteca con estas organizaciones parecen poco sólidos, muestran más un deseo de conocer los procesos que cada país llevaba. En cartas que escribió la Secretaría de Relaciones Exteriores de la Federación de Estudiantes Universitarios de Centro América (FEUCA), con sede en ciudad de Guatemala y a cargo de un guatemalteco, por ejemplo, solicitaban un canje más acusado de correspondencia y publicaciones porque querían “escuchar sus puntos de vista respecto a los problemas que aquejan actualmente al movimiento estudiantil”.6

Pese a este relativo aislamiento global, los estudiantes guatemaltecos eran parte de una larga tradición política con importantes lazos con sus vecinos. Los vínculos eran especialmente fuertes con México y con el resto de países centroamericanos. Con relación al primero, su importancia derivaba de una larga tradición de exilio político, fomentado por el autoritarismo centroamericano, y de cierta postura intervencionista de México hacia el istmo (Sznajder y Roniger 2009: 117-132). Esto definió dinámicas de movilidad política entre los países, que implicaron a un contingente amplio de grupos y personas. Los estudiantes eran parte de esa dinámica autoritarismo-exilio-intervencionismo (Toussaint, Rodríguez, Vázquez 2001; De Vos 2002; Santana 2007; Rodríguez 2011; Mejía y Moreno 2015; Kiddle 2016; Vázquez y Campos 2019; Monterrosa 2020).

Esos lazos estaban activos para la década de 1960 y tuvieron diferentes expresiones en 1968. Las movilizaciones mexicanas en 1968 llamaron la atención de los guatemaltecos, dando muestras de apoyo y solidaridad por el “ataque a la juventud mexicana”, tras la represión que desató el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz ante la movilización estudiantil.7 También exigieron que varios profesores universitarios fueran puestos en libertad.8 Los lazos también hicieron posible que estudiantes que pasaban por peligros pudieran ir a la ciudad de México mientras era posible su regreso. En un caso, la AEU pidió cooperación a la mexicana Confederación Nacional de Estudiantes para un estudiante guatemalteco. Solicitaban “proporcionarle ayuda necesaria para que pueda proseguir sus estudios o conseguir trabajo”, luego que tuviera problemas con las fuerzas de seguridad guatemaltecas.9

Los estudiantes vinculados a organizaciones armadas se acercaron un poco más a lo que ocurría en el país vecino. Ese fue el caso de los integrantes de la organización Cráter, un grupo de estudiantes que debatía junto a sacerdotes Maryknoll la formación de una organización guerrillera ligada a las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) y que, por eso mismo, sus miembros tuvieron que exiliarse en México a fines de 1967 (Taracena 2008; Strauss 2011). Según uno de sus integrantes, a fines de 1967 salieron de Guatemala y se ubicaron en diferentes colonias de la ciudad de México. En esta situación se vieron “empapados en el debate de la izquierda mundial”, y las “lecciones del mayo parisino” los acercaron a la coyuntura global. Eso también les permitió participar en las manifestaciones estudiantiles a partir de agosto de 1968, una experiencia grupal y personal de la que no existieron correas de transmisión con lo que pasaba en el mundo estudiantil guatemalteco (Taracena 2008: 73-76).

El caso Cráter no fue el único. Tal vez lo que más polémica generó fue el intercambio entre estudiantes de cara a la marcha del 2 de octubre en Tlatelolco. El 9 de octubre se conoció en Guatemala que dos guatemaltecos, Mario René Solórzano Aldana y Carlos Rolando Segura Medina, habían sido apresados en la ciudad de México. Ambos eran parte de la guerrilla Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre (MR-13), habiendo salido del país a través de la embajada mexicana en Guatemala. Junto al alemán Otto Hans Zoeller, eran señalados de asesinar a un soldado mexicano en agosto para quedarse con las armas (Prensa Libre 9 de octubre de 1968). La embajada de México en San Salvador agregó semanas después que varios estudiantes mexicanos realizaron una gira por Centroamérica en septiembre buscando apoyos y “ejerciendo fuertes presiones muy efectivas” para que los estudiantes apoyaran un boicot al evento olímpico que tendría lugar un mes después.10

Con relación a los centroamericanos, los vínculos de los guatemaltecos derivaban no solo de sus intereses gremiales y la confluencia de posturas ideológicas, sino de la geopolítica propia del istmo como una vía de paso de ideas y población cimentada en su pasado colonial (Hall 1985; Acuña 2015). Estas redes habían sido particularmente importantes en la década que siguió al fin de la Segunda Guerra Mundial, articulando a estudiantes con posturas anticomunistas (Moulton 2015; Weld 2019). La década de 1960, al contrario, orientó un cambio de posturas y acercamientos entre organizaciones con posiciones políticas más a la izquierda del espectro político (Vrana 2017a). Prueba de ello era la existencia de la FEUCA y los congresos anuales que realizaba para afianzar los vínculos entre estudiantes.

Eso ayudó a constituir importantes redes de apoyo entre estudiantes centroamericanos. En un comunicado de marzo de 1968 la Junta Directiva de la AEU se solidarizó “plenamente” con la huelga de la Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños (ANDES), que venía planteando sus demandas desde meses atrás.11 La andes señalaba al gobierno del general Fidel Sánchez de hacer oídos sordos a sus demandas, por lo que desde septiembre de 1967 la Asociación planteó un paro general. En su lucha, los estudiantes salvadoreños fueron clave, particularmente los ligados a las organizaciones social-cristianas, vinculados al partido Democracia Cristiana Salvadoreña (DCS).12

Los vínculos guatemaltecos con el país vecino no se limitaban a los llamados de solidaridad. Existía un trabajo continuo de articulación, aunque los registros solo permitan observarlos indirectamente. Según una carta del embajador mexicano en El Salvador, por ejemplo, a mediados de 1968 el gobierno salvadoreño secuestró al estudiante guatemalteco Edmundo Guerra Theilheimer, antes presidente de la FEUCA. Guerra Theilheimer acusó a la Guardia Nacional salvadoreña de secuestrarlo por semanas sin “probar nada”, más que señalarlo de ser “un agitador de izquierda peligroso”.13

Otro estudiante guatemalteco, Marco Barahona, parte del Frente Estudiantil Social-Cristiano (FESC), fue también secuestrado, esta vez en Managua por la Guardia Nacional de Somoza Debayle. Barahona iba de paso hacia Panamá, donde volaría a Roma para tomar posesión de la presidencia de la Organización de Jóvenes Democristianos del mundo. El gobierno de Somoza lo señaló de llevar dinero para las organizaciones estudiantiles social-cristianas, algo que estaba prohibido legalmente (entrevista a Marco Barahona 21 de julio de 2017). Según la embajada estadounidense en Managua, los estudiantes guatemaltecos tenían lazos estrechos con los nicaragüenses, que entre otras cosas recaían en apoyos financieros para las actividades estudiantiles, que desde 1967 venían escalando sus incipientes actividades armadas.14 Al igual que salvadoreños y guatemaltecos, los estudiantes social-cristianos nicaragüenses eran parte de un proceso de radicalización que tuvo su momento de auge con la toma de la Catedral de Managua en 1970 y su ingreso al movimiento sandinista años después.15

La evidencia disponible no parece sugerir intentos de lograr acciones conjuntas y simultáneas. Los guatemaltecos tenían muy pocos recursos y fuerza para tener una activa presencia regional. El centro de sus acciones era la ciudad de Guatemala.

La violencia y la huelga de marzo en derecho

El año de 1968 comenzó para los estudiantes con una escalofriante noticia: el hallazgo del cuerpo sin vida de Rogelia Cruz Martínez, estudiante de arquitectura, parte de la juventud comunista y exmiss Guatemala. En noviembre de 1967 Cruz había pedido medidas de seguridad al gobierno, que prefirió no articular una respuesta a la solicitud. Fue secuestrada el cuatro de enero de 1968 por unas horas, y de nuevo el 11 de enero, siendo localizada muerta tres días después debajo de un puente.

La AEU señaló en un comunicado la “incapacidad del gobierno” para garantizar la seguridad de los estudiantes, lo que permitía que “grupos criminales secuestran, torturan y asesinan con toda libertad”. Del hecho señalaban al Cuarto Cuerpo de la Policía Nacional.16 Unos días después fueron desaparecidos y asesinados varios profesores, y esta vez la AEU responsabilizó al ejército.17 En las semanas que siguieron, alrededor de diez estudiantes fueron secuestrados por la Policía Judicial, a lo que el X Congreso de Estudiantes Universitarios de Costa Rica llamó la atención como un “profundo caos”.18 Los asesinatos y las desapariciones fueron el preludio del secuestro del arzobispo metropolitano, Mario Casariego Acevedo, por un comando del grupo paramilitar Movimiento Anticomunista Nacional Organizado (MANO) (El Imparcial 19 de marzo de 1968). En ese momento se llevaba a cabo una ofensiva contrainsurgente en la ciudad de Guatemala y en el área nororiental del país. El fin era destruir las bases de varias organizaciones insurgentes de izquierda. Aunque el gobierno logró rescatar a Casariego y desarticuló una parte de las estructuras paralelas ligadas al ejército, el hecho generó una explosión de violencia en la ciudad de Guatemala, que escaló sin freno, según los números de Booth, hasta inicios de la década de los setenta (Booth 1980: 201).

En medio del secuestro de Casariego, comenzaron los primeros signos de agitación estudiantil. El nueve de marzo de 1968 se conoció en el CSU que los estudiantes de derecho habían entrado en huelga. El decano de la facultad, Rafael Cuevas del Cid, del ala izquierda dentro de la universidad y candidato a Rector, explicó que la razón de la huelga era el malestar estudiantil por el pobre desempeño del profesor Ricardo Umaña Aragón, profesor interino y parte del bufete Viteri, del político anticomunista Ernesto Viteri Bertrand, que según la embajada de Estados Unidos se encargaba de mediar entre empresas y los gobiernos de turno.19 Eso provocó que los estudiantes organizaran una Asamblea General para pedir su destitución, con el apoyo de la Asociación de Estudiantes de Derecho (AED).

Formada en 1899, la AED tenía una larga tradición organizativa y en ese momento estaba dirigida por Antonio Monzón, parte del Frente Estudiantil Social Cristiano (FESC). La Facultad de Derecho contaba para entonces con dos mil estudiantes, la segunda más populosa, además era de las más organizadas y con la más alta tasa de crecimiento.20

El decano respondió con la creación de una Comisión Mediadora, pero la AED rechazó sus propuestas y otras del claustro de docentes, y planteó frenar las actividades administrativas de la facultad y ratificó la huelga en asamblea. Pese a que, según el decano, no todos los estudiantes apoyaban la medida (la votación fue 53-47%). Cuevas del Cid, el decano de Derecho, relató que la Junta Directiva de la facultad estudiaba la posibilidad de sanciones a estudiantes, y el CSU votó a favor de apoyar la medida, exigiendo a los estudiantes deponer su actitud.21

El 15 del mismo mes, luego de cuatro semanas sin clases y la renuncia de Umaña, se depuso finalmente la huelga general. En una entrevista, el presidente de la AED y militante del FESC dijo que el motivo de la huelga había sido justo y estaba enmarcado en un cuadro universitario y no político. Monzón subrayó la diferencia, haciendo a un lado las críticas sobre una posible manipulación estudiantil por organizaciones armadas (Apuntes Universitarios abril de 1968).

El énfasis de las palabras del presidente de la AED tenía un mayor trasfondo. Este se refiere tanto a la relación de los estudiantes con organizaciones armadas, como a la propia postura del FESC sobre el papel de los estudiantes en la política nacional. El debate nos dará luces sobre las particularidades de la experiencia organizativa estudiantil ese año.

Sobre el primero, es importante destacar que los estudiantes en la ciudad de Guatemala fueron clave en el derrocamiento tanto de dictaduras en 1920 y 1944 como de un gobierno democrático en 1954, parte de una identidad estudiantil (“sancarlista”) y una misión política de compromiso con la política nacional (Petersen 1969; Tischler 2001; Álvarez 2002; Vrana 2017a: 117). Su más reciente expresión fue en 1962. Lo importante de las masivas protestas de ese año fue su deriva política en el surgimiento de la primera organización armada compuesta mayoritariamente por estudiantes (el Movimiento Revolucionario 12 de Abril) mientras otras organizaciones, como el MR-13 y el brazo armado del propio Partido Comunista, recibieron estudiantes en sus filas. Estas experiencias eran deudoras del giro en las expectativas juveniles que trajo la Revolución cubana (Markarian 2017).

La presencia de estudiantes en organizaciones guerrilleras relacionadas con Cuba se afianzó desde 1964 y fue ganando terreno al punto de definir las estrategias político-militares de las organizaciones armadas. Esto le permitía a una parte de los estudiantes vínculos con la militancia comunista de la región y del mundo, como lo ejemplifican las visitas de Michele Firk, del comunismo francés (Firk 1970).

El caso del PGT (comunista) es importante porque expresó una temprana disputa entre las visiones tradicionales del comunismo “frentista” —volcado hacia una salida temporalmente institucional— y nuevas visiones ligadas a las estrategias y objetivos del proyecto foquista cubano. Esa disputa se fraguó entre fines de 1964 e inicios de 1965, y culminó con el ingreso de guerrilleros y miembros de la juventud comunista (JPT) a la cúpula del PGT y una resolución más clara por la lucha armada, canalizada a través de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) (Debray y Ramírez 1975; Macías 1997; Figueroa 2000: 308 y ss.).

Estas disputas fueron también una respuesta a la violencia estatal, derivada del golpe militar en marzo de 1963, una respuesta autoritaria a las movilizaciones estudiantiles de un año antes y sus nuevos vínculos con organizaciones armadas (Torres-Rivas 1987). Los estudiantes de secundaria y universitarios intentaron realizar huelgas en rechazo al golpe, pero la respuesta castrense fue rápida: se cancelaron las matrículas de los principales líderes estudiantiles, y se militarizaron las escuelas e institutos públicos que mayor agitación presentaban (El Guatemalteco, 14 de marzo de 1963).

Producto de esta represión, la movilización estudiantil enmudeció por meses (Álvarez 2002). En un informe de 1964, la embajada de Estados Unidos resaltó que luego de más de un año de silencio finalmente los estudiantes comenzaban a retomar acciones, pero veía magro su potencial debido al “miedo y la apatía”, algo que es confirmado por una encuesta de Petersen (1969: 37-39). 22 El miedo y la apatía fueron un correlato de la violencia estatal y la decisión de algunos estudiantes de armarse. Los dos años previos a 1968, en que se desató la ofensiva contrainsurgente mencionada atrás, registraron la desaparición de al menos 280 personas y la muerte de más de 3 000, principalmente en la ciudad de Guatemala y en la zona nororiental del país (Aguilera 1971; Booth 1980; Figueroa 1999; Kraft 2010).

Así, la postura del presidente de la AED en 1968 estaba orientada en parte a desligarse de esta tradición política de una parte de los estudiantes, evitando estigmas y represión. Pero también era parte de una postura política propia del FESC, que era expresión del surgimiento de nuevas corrientes partidarias de izquierda más moderadas, que rechazaban las prácticas gremiales de las principales agrupaciones estudiantiles ligadas a las FAR y al PGT, y las señalálaban de autoritarias (Álvarez 2002: 366). Eso provocó nuevas divisiones dentro del movimiento estudiantil.

Aunque fue importante el surgimiento de corrientes socialdemócratas ligadas al partido Unidad Revolucionaria Democrática (URD), el núcleo de las nuevas corrientes fue el renacer de una identidad católica, que según la encuesta de Petersen pasó de 24% en 1950 a un 74% en 1967 (Petersen 1969: 28), y de los giros progresistas que se daban en el mundo católico desde 1962 a raíz del Concilio Vaticano II (Chea 1989). Dentro del campo católico estudiantil no hubo unidad, sin embargo. El ala más conservadora, ligada a la secta Opus Dei y al Arzobispado, se aglutinaba alrededor de la revista Apuntes Universitarios. Con la postura más crítica hacia el régimen se encontraba Cráter, mencionada arriba. Pero la agrupación que más peso tenía en la política estudiantil era el FESC, formado en julio de 1961, de inspiración social-cristiana y con vínculos con el partido Democracia Cristiana y otras agrupaciones estudiantiles en El Salvador y Nicaragua.

El FESC era crítico al activismo de proyección nacional cuando “no está relacionada con los asuntos estrictamente universitarios”, lo que ayuda a entender la postura del presidente de la AED en 1968.23 De manera coincidente con el repliegue estudiantil producto del gobierno militar, a partir de 1964 el FESC inició un trabajo intenso de base, disputando los cuerpos estudiantiles a las organizaciones de orientación comunista y a otras corrientes menores, imitando lo que el Frente Demócrata Cristiano hacía en Nicaragua con importantes resultados. Para 1966 lograron ganar Derecho, y se reeligieron un año después (El Imparcial, 30 de junio de 1966). También eran fuertes en Humanidades, Ingeniería y Estudios Generales (Entrevista a Alfonso Cabrera, 1 de agosto de 2017). Y a nivel de la AEU lograron ganar las elecciones de 1966, pero un fraude electoral, del que señalaron a las juventudes comunistas, les quitó el triunfo (El Imparcial, 13 de agosto de 1966).

Este breve recuento nos deja claro que la violencia política y el surgimiento (y fraccionamiento) de nuevas tendencias políticas fue un elemento importante en las trayectorias del movimiento estudiantil. Esto subrayó una tendencia aislacionista de perspectiva nacional y gremial, pese al acceso a espacios regionales de organización estudiantil. En ese marco, sin embargo, mantuvieron sus críticas a las expresiones locales de lo que señalaban como “imperialismo cultural”.

La supresión de estudios generales

A fines de septiembre de 1968 se llevó a cabo la II Conferencia de Estudiantes Centroamericanos de Derecho. El tema principal fue “la penetración extranjera en las universidades” y la necesidad de reformas universitarias en esa vía (Prensa Libre, 30 de septiembre de 1968). A inicios de la década de 1960, el Consejo Superior Universitario Centroamericano había promovido reformas en alianza con agencias de cooperación norteamericanas para las universidades públicas en el istmo, que fueron implementadas en los siguientes años. En 1964, en Guatemala se activaron con un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y apoyo de la Universidad de Michigan y de la Agencia Internacional de Desarrollo (USAID). El fin último era reducir el déficit académico de los alumnos de primer ingreso con una estructura complementaria de incentivos y condiciones (Levy 2005: 11). Las reformas fueron contemporáneas a un importante crecimiento demográfico en la ciudad de Guatemala, lo que presionó para aumentar la admisión de estudiantes, justo cuando los resultados de las reformas planteaban un filtro que aceptaba cada vez a menos.

La presión demográfica en la USAC tenía raíces históricas. Una de las funciones urbanas que concentró ciudad de Guatemala desde fines del siglo XVII fue la educación, al aglutinar hasta inicios de la década de 1960 la única universidad del país. Eso obligó a una constante migración estudiantil de otras ciudades, que por los años de nuestro interés colmaba el 33% de la matrícula.24 A eso se le agregó un acusado crecimiento demográfico de la ciudad capital, producto de un interés activo del Estado por dinamizar la economía de la ciudad y mejorar sus condiciones de salubridad, así las migraciones y el crecimiento natural desde la década de 1940 se dispararon (Early 2000; Marini 1970: 116). Durante décadas, las tasas de crecimiento de ingresos en la USAC apenas si rozaron el 9% anual. Con la presión demográfica ese ritmo era insostenible.

Las reformas implantaron desde 1964 dos años comunes, llamados Estudios Generales (EG), que dieran lugar a un embudo mal recibido por los universitarios. Según datos que recopiló el CSU, solo en el segundo semestre de 1967, un promedio de 47.5% de los estudiantes aprobaron los cursos del programa. El número de reprobados era más acusado en las materias de matemáticas y física, donde no más del 25% de los estudiantes lograba avanzar.25 Los más afectados eran los provenientes de institutos públicos. El filtro, en este sentido, tenía un componente de clase. Pero también existía un componente político: la idea del gobierno militar y de las autoridades universitarias de entonces era reducir el alto apoyo de los universitarios provenientes de los institutos públicos a las diferentes organizaciones guerrilleras. Eso provocó una tensión que se manifestó a lo largo de 1968. De ahí el interés de la Conferencia de Estudiantes Centroamericanos de Derecho.

Pese al apoyo generalizado de los estudiantes por abolir la escuela de EG, dentro del CSU la balanza se inclinaba hacia la cautela, a pesar que profesores y profesionales cercanos al Partido Comunista y otros con posturas antiEstados Unidos tenían la consigna de abrir la válvula de ingresos. En una sesión del CSU de marzo de 1968, mientras se discutía la huelga de Derecho vista atrás, se anunció que la AEU había convocado a una Asamblea General (El Gráfico, 12 de marzo de 1968). La cúpula estudiantil amenazó con una huelga de labores si no se tomaba una decisión sobre el futuro de EG. Pero el CSU decidió ignorarlos y dejó el tema en el aire.26

Desde junio de 1968 Julio Segura, presidente de la AEU y vinculado a la socialdemócrata Unidad Revolucionaria Democrática (URD), pidió finalmente la supresión de Estudios Generales, y que el presupuesto se distribuyera entre las facultades. La Asociación de Estudiantes de Estudios Generales (AAEU) dio al CSU un documento donde justificaba la supresión de su escuela, y pedía que se les hiciera equivalencias para ingresar a las facultades.27 La AAEU propuso una huelga de todos los estudiantes de EG, pero los estudiantes de la jornada matutina, que no trabajaban, la rechazaron (El Gráfico, 26 de noviembre de 1968).

El representante del Colegio de Humanidades en el CSU era el abogado Jorge Luján Muñoz, que rechazó las justificaciones como “falsedades”. Humanidades, continuaba Luján, había propuesto la creación de Estudios Generales con objetivos claros, que no estaban siendo discutidos. El rector, el abogado Edmundo Vásquez Martínez, cercano a la línea que buscaba expandir la matrícula, dijo que necesitaban más elementos para tomar una decisión, por lo que ordenó la formación de una Comisión de Planeamiento para proponer una reforma, y pidió a los decanos recopilar datos sobre el rendimiento de los estudiantes salidos de EG.28

En el III Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios, realizado meses después, el tema de EG fue de nuevo central. Varios de los informes de las comisiones de trabajo lo mencionaban como un problema a resolver. Las razones que daban eran diversas. Algunos señalaban la “voracidad del imperialismo” de las agencias de cooperación norteamericanas al usar “al estudiantado como conejillos de indias”.29 Otras las señalaban de tener un “interés premeditado” de influir en la cultura del país (Prensa Libre, 12 de agosto de 1968).30 Mientras que las críticas más elaboradas apuntaban que las reformas estaban en “franca contradicción con las necesidades del estudiantado”, al impedirle “el acceso a la cultura superior” y crear una “barrera discriminatoria”. Ante las “condiciones de subdesarrollo”, los estudiantes de primer ingreso tenían “la esperanza de adquirir en un plazo breve conocimientos que le permitan obtener un empleo y financiarse la carrera”. Eso era imposible con EG (Prensa Libre, 29 de agosto de 1968).31 En efecto, según Petersen (1969: 24) un poco menos del 60% de los estudiantes dependía de un salario, generalmente en instituciones del Estado o en el sector privado, para financiar su estadía en la universidad.

Las siguientes semanas fueron de intentos de conciliación, pero todos resultaron infructuosos. Para inicios de agosto se realizó una sesión extraordinaria un sábado por la mañana, luego de la noticia de actos de violencia en el edificio de EG, donde estudiantes presionaban por desalojar aulas como medida de protesta. En la sesión se conoció un acta de los docentes de EG que rechazaba la supresión de la escuela. Se notificó también la formación de la Asociación de Profesores Universitarios, críticos a la supresión, liderados por el físico Eduardo Suger Cofiño.

Mientras esto se discutía, afuera del recinto varios cientos de estudiantes protestaban y buscaban ingresar al edificio de Rectoría. Una comitiva del CSU fue enviada para apaciguar los ánimos. Mientras tanto, se conocieron los informes de cada uno de los decanos sobre el rendimiento académico de los estudiantes de EG. En Derecho se notificó que los estudiantes salidos de EG rendían mejor que el promedio de estudiantes cinco años antes, cuando entraban directamente de la secundaria. Medicina dijo que la primera generación fue buena, y la segunda bajó de nivel. Ingeniería, Química, Veterinaria, Arquitectura y Odontología dijeron que los estudiantes eran “notablamente superiores”. Económicas y Humanidades, principal interesada, no dieron datos, mientras que Agronomía fue la única que dijo que el rendimiento había decrecido.

Conocidos los resultados se pasó a votar de manera nominal por la supresión de EG. Los resultados fueron de 23 en contra de 10, con lo cual la supresión perdió. Se votó también a favor de reducir el filtro académico a un solo año, en vez de dos. El representante de Derecho y miembro del FESC, Marco Barahona, dijo que votaba en contra de la supresión porque consideraba “que para la formación integral y para el futuro de la Universidad, es necesario un nivel”, que no todos los estudiantes tenían.32 Al terminar la sesión, los estudiantes aglutinados tiraron piedras a Barahona y a otros representantes que habían votado en contra de la supresión, lo que obligó la intervención de las autoridades universitarias. Según otros estudiantes del FESC, Barahona votó en contra de la postura de su organización, que apoyaba “los históricos postulados de la reforma de Córdoba” (Entrevista a Alfonso Cabrera, 1 de agosto de 2017; Entrevista a Miguel Reyes, 3 de marzo de 2017).

En otra sesión extraordinaria un sábado después, el CSU se volvió a reunir para darle seguimiento al tema. El claustro de EG dijo que no estaban de acuerdo con la reducción a un año, pero la aceptaban. Luego en una súbita votación propuesta por el rector, se anuló por mayoría Estudios Generales, negando el acuerdo obtenido una semana antes. Varios miembros del CSU señalaron presiones de profesores, decanos y estudiantes afiliados al PGT (comunista) durante la semana previa. Jorge Montes, un renombrado arquitecto y decano de Arquitectura, protestó por la forma “poco comedida y antidemocrática en que se presionó al CSU para violentar las decisiones” de la semana anterior. El rector y el decano de Derecho enfatizaron que era por “temor a las consecuencias” y para resolver los problemas que había suscitado el “descontento estudiantil”. César Augusto Régil, representante del Colegio de Economistas, y Rafael Piedra Santa Arandi, decano de Económicas, ambos de izquierda con posturas antimperialistas, aplaudieron la supresión, ya que era un “paso definitivo hacia la democratización” de la universidad, y criticaron a los que defendían la Escuela de Estudios Generales por pretender “crear una universidad de élites privilegiadas”.33

Una huelga del claustro de profesores de EG no logró cambiar el dictamen. Unos meses después, el rector Vásquez Martínez alabó la supresión, ya que logró una “democratización real de la enseñanza superior”. La universidad estaba en el proceso de gestionar con el Congreso Nacional un préstamo para terminar de construir su nueva sede, Ciudad Universitaria, ubicada varios kilómetros al sur del centro de la ciudad, donde multiplicarían su capacidad de recibir estudiantes (El Gráfico, 26 de noviembre de 1968; 18 de febrero de 1968).

Dos días después de la abolición, el Departamento de Estado envió un telegrama a la embajada norteamericana en Guatemala en donde solicitaba un informe pormenorizado.34 Unos días más tarde hubo una discusión al respecto entre varios oficiales del Departamento de Estado. Después de dar un vistazo al historial de las reformas, reconocieron que gradualmente se estaban logrando los objetivos planteados, aunque aceptaron que estaba teniendo un peso en los estudiantes que trabajaban. Señalaban que sería “poco sensato hacer cualquier tipo de interferencia”. Era mejor esperar para poder “reparar cualquier daño”, sugiriendo hacerlo a través de presiones financieras del BID.35

Conclusiones

El año de 1968 no contó con grandes movilizaciones del estudiantado guatemalteco. Pero sí presentó procesos, acciones y vacíos que permiten plantear claves de cara a perfilar una mayor profundidad en posteriores estudios.

Las trayectorias históricas parecen mostrar algunos aspectos relevantes. A lo largo del texto fue transparente que para inicios de 1968 la violencia institucional y paramilitar contra los estudiantes por sus vínculos con organizaciones armadas llevaba más de cinco años de condicionar la vida universitaria. Contrario a otros casos en el sur de América, en Guatemala la represión fue previa a 1968, en buena medida debido a la temprana actividad de organizaciones armadas de izquierda, en interacción con la violencia del Estado y grupos paramilitares de derecha. Tal vez esto explique lo temprano del debate sobre vieja y nueva izquierda en el seno del partido comunista, donde la presencia estudiantil era importante.

La violencia y estos debates tuvieron repercusiones en el movimiento estudiantil. Este se muestra más heterogéneo, fragmentado y ensimismado en la política universitaria para los años previos a 1968, con un menor interés y capacidad de vincularse como movimiento en la política nacional, pese a compartir una identidad común. El disputado apoyo de la huelga de Derecho y lo que parece como un tímido apoyo de masas a la abolición de las reformas son un ejemplo de esto. Lo mismo con la variedad, las tensiones y las disputas entre las tendencias políticas, la mayoría de base católica, presentes en la arena política universitaria. Esto sugiere que la dicotomía nueva/vieja izquierda en la vida estudiantil debe matizarse para el caso guatemalteco, enfatizando cómo otras tendencias políticas cuestionaron también lo que era “ser de izquierda”, dotándola de nuevos elementos y generando un considerable arrastre político.

Acerca del vínculo con el movimiento estudiantil global, es importante destacar los lazos orgánicos con otros movimientos en Centroamérica y México, que llevaban años construyéndose y se vinieron a activar ese año. Sobre el vínculo con los movimientos estudiantiles globales, lo que los archivos consultados muestran son las dificultades financieras, culturales y políticas para tener acceso a esos canales internacionales de intercambio y, pese a eso, una percepción de ser parte de ese movimiento transnacional (Markarian 2011: 179-181; Sanders 2013: 75).

En ese sentido, esa identificación se vio con las acciones en torno a la abolición del programa de Estudios Generales, que encarnó al “imperialismo” estadounidense en el imaginario estudiantil. Los relatos no muestran, sin embargo, un masivo apoyo ni grandes movilizaciones. Muestran, pese a la apatía estudiantil, un consenso entre las organizaciones estudiantiles en torno a la abolición. También permiten observar un espacio usualmente pasado por alto: el Consejo Superior Universitario y las facciones que lo componían. Fue al final un cambio en las relaciones de fuerza a favor de la abolición lo que permitió que esta se diera. Y acá el trabajo político “de hormiga” fue más importante que las grandes marchas.

Por último, creemos que el tema todavía tiene vacíos importantes. Los debates sobre género, como el que realiza Barbosa (2005) para Nicaragua, todavía no están presentes en el caso guatemalteco, donde tan solo el 14% de la matrícula la componían mujeres (Green y Babb 2002). Todavía no se encuentra a profundidad para el caso guatemalteco el debate sobre el papel de la contracultura en el movimiento estudiantil, una constante en los estudios del tema. Esto se debe a que las fuentes al respecto son todavía escasas. El texto de Castañeda (2008) sobre la historia del rock guatemalteco trata tangencialmente el tema, sugiriendo un distanciamiento entre organizaciones estudiantiles y la conocida trilogía “drogas, sexo y rock and roll”, pero de su aporte no se desprende algo concluyente.

Lo que queda claro es que el tema todavía tiene vertientes para profundizar. Este estudio espera haber demostrado que es el registro de cada una de las diferentes coyunturas estudiantiles, más que su comparación con el canon europeo/estadounidense, el que seguirá dando luz sobre sus principales rasgos.

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1 “Carta de la AEU al presidente Lyndon Johnson”, ciudad de Guatemala, 5 de julio de 1968; “La violencia en Guatemala”, 9 de agosto de 1968, Informe de Comisión núm. 5, III Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios, Archivo de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AAEU), ciudad de Guatemala.

2Carta de la Federación Mundial de la Juventud Democrática para la Asociación de Estudiantes de Guatemala, 21 de febrero de 1968; Carta de la Federación Mundial de la Juventud Democrática para la Asociación de Estudiantes de Guatemala, 29 de marzo de 1968, AAEU.

3“Carta del Student Mobilization Committee para la Asociación de Estudiantes de Guatemala”, 29 de febrero de 1968; “Carta de la National Union of Students para la Asociación de Estudiantes de Guatemala”, 1 de marzo de 1968, AAEU.

4“Carta de la Junta Directiva de la AEU para la Afro American Student Union de la Universidad de California”, Berkeley, 21 de marzo de 1968, AAEU.

5“Carta de la Secretaría de Relaciones Exteriores de FEUCA para la Secretaría Regional para América Latina del Movimiento Internacional de Estudiantes para las Nacionales Unidas”, 21 de marzo de 1968; “Carta de la Asociación de Estudiantes Universitarios para el Rector de la usac”, 6 de marzo de 1968; “Secretaría de Finanzas”, 3 de octubre de 1968; “Sistema para el Registro y Fiscalización de la Inversión de los Fondos…” del Comité Ejecutivo, 23 de noviembre de 1968, AAEU.

6“Carta de la Secretaría de Relaciones Exteriores de FEUCA para Federación de Centros Universitarios en Venezuela”, 21 de marzo de 1968; “Carta de la Secretaría de Relaciones Exteriores de FEUCA para la Secretaría Regional para América Latina del Movimiento Internacional de Estudiantes para las Nacionales Unidas”, 21 de marzo de 1968, AAEU.

7“Nuestra condena a la represión imperante en México y Brasil”, comunicado de la AEU, Guatemala, 16 de diciembre de 1968, AAEU.

8“Ponencia por la libertad de Eli de Gortari...”, 15 de agosto de 1968, I Congreso Nacional de Estudiantes de Humanidades en la USAC, AAEU.

9Carta de la AEU para la Confederación Nacional de Estudiantes, Guatemala, 7 de diciembre de 1968, AAEU.

10“Carta de la Embajada mexicana en San Salvador para el Secretario de Relaciones Exteriores”, 31 de octubre de 1968, Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores (AHSRE), Ciudad de México.

11Comunicado de la AEU, 5 de marzo de 1968, AAEU.

12“Carta de la Embajada de México en San Salvador para el secretario de Relaciones Exteriores”, 7 de octubre de 1967, AHSRE.

13“Carta de la Embajada de México en San Salvador para el secretario de Relaciones Exteriores”, 31 de octubre de 1968, AHSRE.

14“Carta de la Embajada de Estados Unidos en Managua para el Departamento de Estado”, 20 de noviembre de 1971, National Archives and Records Administration (NARA), Maryland.

15“Carta de la Embajada de México en San Salvador para el secretario de Relaciones Exteriores”, 29 de septiembre de 1970, AHSRE.

16“La AEU ante el inhumano asesinato…”, comunicado de la AEU, Guatemala, 13 de enero de 1968, AAEU.

17“La AEU considerando la destacada trayectoria cívica…”, Comunicado de la AEU, Guatemala, 16 de enero de 1968, AAEU. Ver también: telegrama de María Contreras de Valverde para la Asociación de Estudiantes Universitarios, Quetzaltenango, 31 de enero de 1968; telegrama de la Asociación de Estudiantes Universitarios de Occidente para la Asociación de Estudiantes Universitarios, Quetzaltenango, 31 de enero de 1968, AAEU.

18“La AEU, a los estudiantes universitarios y al pueblo de Guatemala”, comunicado de la AEU, Guatemala, 25 de marzo de 1968; “Carta de la Asociación de Estudiantes de Agronomía para el ministro de Gobernación”, 25 de marzo de 1968; telegrama de Consejo Superior Universitario para el presidente de la República, Guatemala, 28 de marzo de 1968; Resolución núm. 16, X Congreso de Estudiantes Universitarios de Costa Rica, San José, 31 de marzo de 1968, AAEU.

19Sesión del Concejo Superior Universitario (CSU), Acta 973, 9 de marzo de 1968. 7, Archivo Histórico de la Universidad de San Carlos (AHUSAC), ciudad de Guatemala; “Guatemala: The ‘Top’ Lawyers”, informe de la embajada de Estados Unidos en Guatemala, 16 de noviembre de 1973, National Archives and Records Administration (NARA), Maryland, RG 84.

20Departamento de Registro y Estadística de la USAC. Datos detallados sobre la Facultad pueden observarse en “Bases generales para la actuación Estudiantil”, Ponencia al I Congreso de Estudiantes de Ciencias Jurídicas y Sociales, 1965, en el Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (CIRMA), Fondo Danilo Barillas.

21Sesión del CSU, Acta 973, 9 de marzo de 1968, 7, AHUSAC.

22Embajada de Estados Unidos en Guatemala para el Departamento de Estado, 9 de marzo de 1964, Congress of Library (CL), Washington, Digital National Security Archive (DNSA).

23“Algunas consideraciones sobre gobierno universitario”, Jorge González Campo, documento suelto, s/f y “Bases generales para la actuación estudiantil”, Ponencia al I Congreso de Estudiantes de Ciencias Jurídicas y Sociales, Miguel Ángel Reyes, documento suelto, 1965, Fondo Danilo Barillas, CIRMA.

24Según Smith, para 1893 la proporción de abogados de ciudad de Guatemala frente a los de Quetzaltenango (la segunda ciudad en importancia) era de 6 a 1. La misma se abultó para 1970 de 15 a 1 (Smith 1984: 263-266). La diferencia de nuevos ingresos fue desde un inicio abrumadora. En 1962 entraron ocho estudiantes al CUNOC, mientras 724 lo hicieron a la USAC. Un año después, entraron a la primera 163 estudiantes y 1 527 a la USAC, en una tendencia que se mantuvo en los siguientes años. Aún más, el CUNOC solo logró graduar estudiantes hasta 1976 (UNO) y lo hizo de nuevo hasta 1979 (13).

25Sesión del CSU, 13 en 1968, 13-15, AHUSAC.

26Sesión del CSU, acta 973, 9 de marzo de 1968, 7, AHUSAC.

27Sesión del CSU, acta 979, 29 de junio de 1968, 2-5, AHUSAC.

28Sesión del CSU, acta 979, 29 de junio de 1968, 2-5, AHUSAC.

29“Funcionalidad de la participación estudiantil en el Gobierno Universitario”, 9 de agosto de 1968, informe de Comisión núm. 2, III Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios, AAEU.

30“Principio de libertad y actividad en la cátedra universitaria”, 9 de agosto de 1968, informe de la Comisión núm. 2, III Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios, AAEU.

31“Los estudios generales”, 9 de agosto de 1968, informe de la Comisión núm. 4, III Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios, AAEU.

32Sesión del CSU, acta 982, numeral I, 3 de agosto de 1968, 2-14, AHUSAC.

33Sesión del CSU, acta 983, numeral 11, 9 de agosto de 1968, 2-9, AHUSAC.

34Telegrama de Departamento de Estado para Embajada en Guatemala, 12 de agosto de 1968, Lyndon Johnson Presidential Library (LJPL), Austin, Texas, National Security Policy (NSP).

35“Abolition of AID-Supported General Studies Program at University of Guatemala”, 16 de agosto de 1968, Memorandum de Benjamin Read para Walt Rostow, CL, U.S. Declassified Documents (USD). Véase también “Memorandum for Walt W. Rostow”, 16 de agosto de 1968, LPJL, NSP.

Recibido: 20 de Septiembre de 2020; Aprobado: 09 de Junio de 2021

Rodrigo Veliz. Doctor en Historia por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), México. Actualmente es titular de la Cátedra J. Joaquín Pardo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Valle de Guatemala. Su línea de investigación actual es la política exterior de Guatemala después de la Segunda Guerra Mundial (orcid: 0000-0002-6140-1436). Entre sus publicaciones recientes encontramos: en coautoría con Emeterio Toj, Cuando el indio tomó las armas. La biografía de Ementerio Toj. México: UNAM-CIALC, 2021; “‘El más importante asunto internacional’: Belice, el Imperio Británico y la política exterior guatemalteca (1945-1948)”. Anales de Estudios Centroamericanos 46 (2020): 1-38; “The Coal-case in Guatemala”. Roy Krovel y Mona Thownsen (eds). Making Transparency Possible. An Interdisciplinary Dialogue. Oslo: Cappelen Damm Akademiks, 2019.

Johann Loesener. Licenciado en Historia por la Universidad del Valle de Guatemala. Actualmente estudia la Maestría en Desarrollo por la misma institución. Su línea de investigación versa sobre la historia social y política de la década de los años sesenta del siglo XX en Guatemala. Realiza actividades como investigador social independiente.

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