La relectura de un texto abre las puertas a una experiencia siempre distinta, renovada. “Nadie se baña dos veces en el mismo río” se dice que advirtió Heráclito, y los sentidos de su adagio alcanzan también el de la inmersión del lector en el río de las palabras. Acaso un punto límite de dicha experiencia se descubre cuando alguien relee su propio diario. Cada nueva lectura se convierte en un nuevo reconocimiento del yo, delineado en ese espejo de papel y tinta. Somos aquel que escribió esas palabras y somos también alguien diferente, alguien que ha cambiado debido al paso del tiempo y a la experiencia misma de relectura. Si algo muestra el libro de Catherine Cosette Chi Güemez es que podemos encontrar una experiencia paralela, probablemente igual de sorprendente y determinante, cuando leemos a los grandes pensadores de nuestra tradición literaria e intelectual. Aquellas obras traslucen diversos momentos de la construcción de un yo histórico y social, de un nosotros, que ha desembocado en el presente, en lo que somos hoy en día. Entre aquellos pensadores, José Martí, figura cumbre en la cimentación del pensamiento de Nuestra América, es un autor al que deberíamos regresar constantemente. Memoria del espíritu puro y encendido lo hace desde una perspectiva original: tomando como base dos diarios escritos por Martí en 1895, su último año de vida, pero -lo deja en claro la autora- no solamente como paratextos que dan luz sobre otras obras martianas, quizá más célebres o estudiadas, sino reconociendo en ellos una enorme valía propia. De manera particular, se analizan en estos diarios los mecanismos mediante los cuales Martí se configura en ellos, es decir, la manera en que se construye discursivamente el “yo” que habita el texto: un yo que se mueve entre lo personal y lo público, entre anécdotas de su cotidianidad y reflexiones sobre las tribulaciones políticas, un yo complejo en el que conviven, por ejemplo, el poeta y el militar independentista en campaña. Memoria del espíritu puro y encendido se despliega, así, como un estudio valioso y profundo, que va develando al Martí que pervive en aquellos diarios, y que, gracias a la escritura de Chi Güemez, podemos llegar a sentir de manera muy cercana.
El libro aquí reseñado propone un recorrido de investigación que consta de tres capítulos. En el primero de ellos, la autora traza un itinerario temporal que explora diversas fases de la historia de la cultura occidental que fueron decisivas para el florecimiento, a finales del siglo XVIII, de la escritura diarística, así como las condiciones, tanto materiales como sociales, que permitieron su traslado desde el espacio de lo íntimo hacia lo público. Se enumeran, asimismo, las características del diario, su tipología y clasificaciones, partiendo de lo escrito por expertos tanto en el tema de la escritura autobiográfica en general como del diario en específico: Paul de Man, Philippe Lejeune, Hans Rudolf Picard, Manuel Hierro Gutiérrez, Manuel Graneen, Sylvia Molloy, José María Pozuelo Yvancos, Catherine Aristizábal, Daniel Mesa Gancedo, Luz América Viveros Anaya, entre algunos otros. Sin dejar de reflexionar y problematizar lo enunciado por cada uno de los de los autores antes mencionados, la revisión histórica y conceptual realizada en este primer capítulo le permite a Chi Güemez sentar una base de conocimientos en común con el lector del libro, indispensable para la posterior indagación que lleva a cabo de las especificidades del diario como género, ahora miradas a contraluz de los textos particulares de Martí.
El segundo capítulo sitúa los textos martianos en su contexto histórico, personal y discursivo. Como se puede intuir merced a los nombres con los que son conocidos estos diarios —De Montecristi a Cabo Haitiano y De Cabo Haitiano a Dos Ríos—, su confección y escritura se encuentra mediada, y de algún modo definida, por el movimiento continuo del escritor a lo largo de las comunidades isleñas que atraviesa en busca de organizar, afianzar y conseguir apoyo para el proyecto independentista cubano. Sin embargo, la investigación de la autora no se limita al momento preciso del inicio de la escritura de los diarios, sino que dibuja un panorama abarcador de los antecedentes que dieron lugar a la guerra de independencia en Cuba, así como de la participación de Martí en la contienda. Como se muestra en el libro, el proceso de constitución y afirmación de una identidad nacional cubana debe mucho a Martí y a su tenaz lucha por vencer las desigualdades —económicas, raciales, ideológicas— que dividían a la población. La propia muerte del poeta, tras exponerse al enorme riesgo que implicaba situarse en la vanguardia del combate, es entendida por la autora como el gesto más cierto de la congruencia entre pensamiento y acción que imperó siempre en Martí. En este capítulo se lleva a cabo, además, una revisión de las peripecias que han corrido estos diarios en cuanto a su rescate, edición, publicación y recepción crítica hasta el día de hoy -que incluye la lectura del gran escritor argentino Ezequiel Martínez Estrada, y los acercamientos posteriores de investigadores como Denia García Ronda, Ada María Teja, Carlos Javier Morales, entre varios más—. Esta exploración del estado de la cuestión sirve también para mostrar que el enfoque propuesto por Chi Güemez era sin duda una tarea pendiente y necesaria.
Después de las importantes revisiones de los capítulos previos, el tercero puede avanzar con total soltura hacia el examen de los elementos discursivos de los diarios y la manera en que éstos iluminan la autofiguración de Martí a partir de su escritura. Chi Güemez se va deteniendo en el análisis de cada uno de dichos elementos, tales como una dedicatoria presente en el diario De Montecristi a Cabo Haitiano, la ausencia de firma en ambos diarios, la forma en que están organizadas las entradas, la datación y longitud de las mismas, el estilo martiano en estos textos, a veces marcado por frases puntuales y breves, otras más por descripciones o narraciones detalladas y profusas. Encontramos también un estudio minucioso de diversas entradas en las que se hace presente un “yo” gramatical, explícito o implícito, y que en distintas ocasiones se convierte en un “nosotros”, pues Martí se incluye y se reconoce, una y otra vez, como parte de una comunidad. Es importante mencionar que estos análisis no se limitan a un acercamiento de tipo lingüístico-gramatical, sino que se entretejen con las reflexiones de la autora en torno a las experiencias vitales que, de algún modo, el escritor cubano nos ha legado a través de estos diarios. Gracias a ello podemos entender y descubrir al Martí que vive verdaderamente en el texto, con sus preocupaciones y convicciones, con sus posturas políticas y su espíritu de lucha incansable a favor de la patria cubana. Al mismo tiempo, conocemos a un Martí más íntimo quizás, durante sus comidas y sus descansos: al soldado que se da tiempo para admirar la naturaleza y trasladar poéticamente esa experiencia al papel, al líder independentista que se hermana, de igual a igual, con todos los combatientes mambises. Un Martí que escucha, que conversa, que comparte.
El texto aquí reseñado nació en forma de libro tras ser merecedor, en 2019, del Premio Luis González y González, de El Colegio de Michoacán. Este nuevo acercamiento a la obra de Martí, esta relectura de uno de nuestros grandes escritores clásicos, enriquece no sólo el estudio de la obra martiana propiamente sino, a la par, del género diarístico y de las “escrituras del yo” en Nuestra América. Memoria del espíritu puro y encendido se convierte así en un texto que abre vetas de exploración y propone un diálogo continuado con todos los lectores —especialistas o entusiastas— de la obra de Martí.